El martes 16 de julio, los fanáticos de Celia Cruz rindieron tributo a su reina, en el décimo aniversario de su muerte, con flores, música y baile en el Cementerio Woodlawn, en el condado del Bronx, Nueva York, donde descansan sus restos junto a los de su inseparable esposo, Pedro Knight.
La potente voz de la Reina de la Salsa se escuchó en el mausoleo, hasta donde llegaron sus admiradores para bailar al ritmo de su música y aplaudirle como tantas veces lo hicieron a lo largo de su carrera, cuando les endulzó su vida con su "¡Azúcar!".
Químbara, Cúcala y La vida es un carnaval fueron algunos de los temas elegidos por Cristiana Peña, historiadora del Woodlawn, y que se escucharon a través de los altavoces colocados en la necrópolis, en coordinación con la Fundación Celia Cruz.
"Soy el primero que llega cada año y le traigo sus flores. Esta corona es de la Virgen de la Caridad del Cobre", patrona de Cuba, de la que Celia era devota, dijo el puertorriqueño Rafael Rodríguez, quien estuvo puntual a las 10 de la mañana cuando el cementerio abrió sus puertas. Vestía una camiseta con la imagen de Celia Cruz y Ray Barretto.
"No puedo creer que ya hayan transcurrido diez años", argumentó Rodríguez, uno de los que hoy bailó en el mausoleo como tributo a la Guarachera de Cuba. Entre los presentes también se encontraba la dominicana Josefina Balbuena, que viajó desde el vecino Nueva Jersey.
Balbuena llegó acompañada por una amiga y, mientras compartía anécdotas con otros admiradores. "Dicen que me parezco a ella", confesó con orgullo.
"Es alguien a quien voy a recordar con mucho amor y azúcar, como una persona que fue familia de todos, aunque no tenía tu sangre", agregó. Visiblemente emocionada, al acariciar por primera vez su tumba, la dominicana exclamó: "¡Mi negra bella!". Y aseguró que no había venido antes al cementerio "porque no tenía el valor" para enfrentarlo.
Rafael Rodríguez, Josefina Balbuena y otros admiradores de la guarachera bailaron mientras se oía la voz de Celia en Yo viviré, la versión en español de I Will Survive, un tema que hoy más que nunca tiene vigencia entre sus seguidores.
"Oye mi son, mi viejo son tiene la clave de cualquier generación, en el alma de mi gente, en el cuero del tambor, en las manos del conguero, en los pies del bailador, yo viviré, allí estaré, mientras pase una comparsa con mi rumba cantaré, seré siempre lo que fui, con mi azúcar para ti, yo viviré, yo viviré", retumbaba la canción en el silencio del cementerio.
Poco a poco, admiradores de todas edades habían ido llegando al cementerio, entre ellos Carlos Ayala, de origen ecuatoriano, quien se tatuó el año pasado en la espalda una imagen de cuando en 2003 Celia Cruz recibió su segundo Grammy.
Según el joven, es la foto más preciosa, porque "se veía como era, una reina". Decidió hacerlo cuando leyó unas palabras de la cantante que no olvida: "Esta enfermedad puede quitarme la vida pero nunca las ganas de luchar".
Sobre las dos tumbas, Aya colocó fotos de Celia y de Pedro Knight, su "cabecita de algodón", como ella le llamaba porque tenía la cabeza blanca en canas. En un portátil tiene más de 300 imágenes de su ídolo, una mujer que enfrentó su enfermedad "con valentía y dignidad".
Entre los seguidores había un joven que observaba con satisfacción todo lo que ocurría. A pesar de que sólo tenía diez años cuando la cantante falleció batallando contra el cáncer, Jazzy García es otro un devoto. "Cuando tenía 14 años estaba triste y escuché La vida es un carnaval. Entonces busqué información sobre ella.
Jazzy viajó desde Masachussetts y dice que Celia Cruz es "inolvidable, famosa, fue humilde, las palabras se quedan cortas para describirla".
Ruth E. Hernández Beltrán/Agencia EFE
Texto y fotos tomadas de El Diario de Nueva York, 16 de julio de 2013.
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