En Cuba hay dos tipos de trabajadores por cuenta propia. Quienes como René, piensan arañar unos pesos que les permita para hacer dos comidas al día, tomar café con leche, vestir y calzar a sus hijos, y tal vez, beber cerveza negra los fines de semana.
No pide mucho. Sólo desea tener cuatro pesos en la billetera y vivir sin tanta zozobra. Se queja. En voz baja. Como casi todos los trabajadores privados, está molesto con los altos impuestos y no poder comprar insumos en un mercado mayorista.
Pero hay otros trabajadores particulares que piensan en grande. Tienen mentalidad de empresarios. No se conforman con regentear un 'paladar' (restaurante) de 50 sillas. Quieren más.
Se saltan las ordenanzas. Hacen mil trampas para engañar el fisco. Como se sienten timados por el Estado, se creen con derecho a hacer trucos financieros. Compran alimentos y materias primas en el mercado negro.
Su sueño es ser dueños de cafés, tenderetes de pacotilla barata o administrar un grupo de casas de alquiler. Ya se sabe que el General Raúl Castro no quiere que los pequeños empresarios cubanos acumulen dinero y poder.
Por ello, usa sin contemplaciones la cuchilla fiscal. Con una economía que naufraga, lo lógico sería abrir sin tapujos el trabajo particular y colocarles impuestos mínimos, para que la economía florezca.
Pero el régimen siente tirria por la gente emprendedora. Un hombre con dinero en Cuba es un tipo sumamente peligroso. Se convierte en una persona independiente. Y no depende del gobierno para elevar su nivel de vida.
Con el fin de evitar los nuevos ricos, asfixian con gravámenes exagerados a los incipientes empresarios locales. De cualquier manera, la gente se las apaña para obtener beneficios.
Ernesto es un hombre que no cree en barreras. Es altamente competitivo y ambicioso. No ve nada malo en acumular mucho dinero. Todo lo contrario. “Desde niño siempre quise ser un empresario de éxito. El único juego que me gustaba era el Monopolio. Por el carácter colectivo y retrogrado del sistema cubano eso es difícil. Pero uno no se cansa de ver de qué forma gana más dinero”.
Es dueño de cuatro viejos autos americanos, que por 650 pesos diarios alquila a taxistas privados. Ahora quiere probar suerte en el giro gastronómico. “Si todo me sigue saliendo bien, pienso abrir un paladar. Quizás dos”, dice Ernesto.
Algunos pequeños empresarios colocan ciertos negocios a nombres de parientes o amigos. Las cláusulas vigentes del trabajo por cuenta propia prohíben tener varias licencias a nombre de una misma persona.
Otro que sabe invertir su dinero es Daniel. Se dedica a comprar y vender casas. Con el dinero acumulado ha abierto dos cafeterías. Además tiene un puesto de discos piratas y un paladar. Va por más. Está planeando alquilar dos apartamentos por moneda dura. En ninguno de esos negocios aparece su nombre como titular. Prefiere estar a la sombra.
En Cuba, la gente con mentalidad empresarial y amor al dinero corre sus riesgos. En los años 80, administradores de grandes empresas o restaurantes de lujo hicieron cientos de miles de pesos aprovechándose de la corrupción imperante.
Eran dueños de varios coches y casas. Mantenían un harén de amantes. Pero al final, siempre llegaba el comandante y mandaba a parar tanto relajo. A cada rato, las prisiones de la isla se llenan con personas que se enriquecen hurtándole al Estado.
El régimen también le enfila los cañones a quienes se enriquecen sin robar. Es el caso los negociantes en los agromercados, que han amasado pequeñas fortunas debido a la escasez de frijoles, frutas y carne de cerdo.
El gobierno los culpa de vender a precios elevados. Pero el ineficiente Estado tampoco vende barato. Y es incapaz de mantener un abastecimiento fluido.
Todos estos nuevos pequeños empresarios saben cómo se las gastan los mandarines criollos. “Ellos te dan cordel. Para luego, cuando uno esté lleno de dinero, tirarte la ‘meta’ (policía) encima. Es como el juego del gato y el ratón. Intentan escondernos el queso, pero uno se las agencia para hacer 'bisnes' por la izquierda. La ventaja que tenemos ahora es que el Estado cubano está en liquidación. No creo que a los mandamases les quede mucho. Ya desde ahora hay que posicionarse. Cuando vengan los cubanoamericanos cargados de dólares, se van coger todos los negocios”, intuye Arnaldo, quien invirtió diez mil dólares en montar dos paladares.
René cree tener los pies en la tierra. No tiene ambiciones ni proyectos fuera de foco. Tampoco dinero para llevarlos a cabo. Y el miedo siempre presente de que las cosas cambien y volver a trabajar en un taller lleno de grasa por 18 dólares al mes.
Y está contento con tener un café discreto, que oferta pan con mayonesa o tortilla. Café ligado con chícharos y refrescos instántaneos. No evade el fisco. Sus ganancias son ridículas. Trabaja 14 horas diarias.
Y siente que el Estado lo tiene atado con una camisa de fuerza. Pero René prefiere no arriesgar.
En Cuba las osadías se pagan con años de cárcel.
Iván García
Foto: Juan A. Madrazo
El mundo del empresario es bastante incomprendido y la verdad como no se enseña en las escuelas se piensa que son explotadores y abusivos con los empleados, pero la verdad es que para ser empresario se necesita tener una serie de buenas cualidades que no las tiene cualquiera.
ResponderEliminarEn un artículo que escribí hace poco, detallo las 10 diferencias entre un verdadero empresario y una persona que sueña con hacer una empresa.