Decía el famoso historiador inglés Lord Acton que el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. No hay más que mirar la historia reciente de algunos países que han tenido la desgracia de ser gobernados por personajes tan tiranos como extravagantes. Destacamos cinco de ellos.
Nicolae Ceausescu.-
Al que fuera secretario general del Partido Comunista Rumano desde 1965 hasta su ejecución, en 1989, no le faltaba modestia; se autodenominaba «Genio de los Cárpatos» e incluso en contra de su visión antimonárquica, usaba un cetro. Cuando en 1974 decidió que no le bastaba el cargo de secretario del Partido y quería el de presidente, se explicó diciendo: «Un hombre como yo nace cada quinientos años».
Tampoco quería el mal para su familia. Exigió que su esposa (medio analfabeta) formara parte de la Academia de las Ciencias de New York y el Instituto Real de Química y que su nombre apareciera en todas las investigaciones científicas de Rumanía. Su hijo, también «publicó» diversos volúmenes sobre física nuclear. La guinda a su excentrícidad la puso con el descomunal palacio, tan grande que el actual parlamento sólo ocupa un 30% de su espacio.
Rafael Leónidas Trujillo.-
Dictador de la República Dominicana de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952. Cuentan las biografías que su personalidad estaba marcada por una gran represión y resentimiento social, debido a las carencias de afecto a las que fue sometido durante su niñez .
Aún así, tenía un gran instinto de poder acompañado de un intenso deseo por el dinero. Trujillo era metódico, puntual, reservado y sigiloso. Su amor por la ropa ostentosa se notaba en sofisticados uniformes y trajes de los cuales llegó a coleccionar más de dos mil, combinados siempre con sus más de diez mil corbatas y su intenso olor a perfume.
Como muchos otros dictadores de su calaña, pensaba que era Dios y llegó a ordenar que todas las iglesias de su país colocaran un cartel que decía «Dios en el Cielo, Trujillo en la Tierra» . Organizó un evento de 30 millones de dólares denominado la «Feria de la Paz y la Fraternidad del Mundo Libre», donde nombró a su hija como reina y coronel a su hijo de 3 años.
Idi Amin.-
Entre los singulares títulos que poseía el dictador de Uganda desde 1971 hasta 1979, destacan los de «Conquistador del Imperio Británico», «Presidente Vitalicio» o «Rey de Escocia» . Cuentan que escribía cartas de amor a la reina Isabel de Inglaterra.
Presuntamente también practicaba el canibalismo con algunos de los disidentes a su régimen, o directamente los arrojaba como bocado a sus cocodrilos. También prohibió la entrada a asiáticos al país, después de que una mujer oriental se negara a casarse con él.
Muamar el Gadafi.-
Dirige Libia desde que en la revolución de 1969 tomara el poder bajo el título de «Hermano Líder y Guía de la Revolución». Afirma que Libia es una democracia directa. Cuenta con guardaespaldas femeninas que deben ser vírgenes. Su particular visión de la moda le lleva a combinar vestidos tradicionales islámicos con gafas de sol.
Ha llegado a culpar a Osama bin Laden de la rebelión que sufre su país, y una vez afirmó que conquistó los Estados Unidos o que Israel fue responsable del asesinato de John F. Kennedy.
En venganza por la colonización de Libia durante la Segunda Guerra Mundial, Gadafi prohibió a los italianos entrar en su país. Tampoco se queda corto con los suizos, con los cuales tuvo un serio rifirrafe diplomático, político y comercial en 2008-2010 y llegó a pedir a la ONU que la Confederación Helvética fuese disuelta.
Saparmurat Niyazov.-
Fue presidente «vitalicio» entre 1990 y 2006 de Turkmenistán, un país desértico en el que ordenó construir un castillo de hielo enorme. También será recordado por prohibir el maquillaje, los dientes de oro o los playbacks en los conciertos.
Exigió que el libro que él había escrito tuviera el mismo estatus que el Corán en las mezquitas. De hecho, todos los empleados debían memorizarlo para mantener sus puestos de trabajo, y no se podía obtener un permiso de conducir a menos que conocieras todos sus textos al pie de la letra.
Por supuesto, durante su terrible mandato no existía ningún otro partido que el suyo. Como él mismo dijo, «No hay partidos de la oposición, así que ¿cómo se les puede conceder la libertad?».
ABC, 7 de julio de 2011
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