En una región machista, donde a los niños se les enseñaba como una asignatura, junto a las clases de moral y cívica, a comportarse como un galán de cine borracho, parrandero y jugador, México ha tenido siempre la fama de ocupar el primer lugar en ese dominio, y a compartirlo -allá en la cumbre- con el culto a la muerte.
Se sabe de casos de machistas rabiosos en todos los países de América Latina y hasta de retoños exuberantes y con mucho futuro de machismo-leninismo, pero es cierto que en los mismos bares de Tegucigalpa, Bolondrón o Maracaibo, cuando se trata de poner un ejemplo de ortodoxia y pureza masculina cae de pronto sobre la barra o la mesa algún cuate medio borrachón con un sombrero enorme como una noche portátil.
Esa postura injusta y fatigada conlleva, cómo no, un acercamiento gentil, melifluo y discriminatorio hacia el género femenino. Y un rechazo definitivo (por lo menos en público) a la homosexualidad. Hay por aquellos parajes una frase, robada al vocabulario bélico, que usan los machos verdaderos al descubrir que otro hombre es gay: ese tipo se pasó al enemigo.
México se escribe con J: una historia de la cultura gay (Planeta) es el título de un libro que viene a poner en su lugar y a dar cuenta del aporte cultural de escritores y artistas homosexuales en ese país.
La obra, una selección de 18 piezas, es una muestra de autores reunida por Miguel Capistrán y Michael K. Schuessler. La escritora Elena Poniatowska (París, 1933) dijo que se trata de un libro histórico porque documenta la manera particular que los homosexuales representan su mundo por medio de cuadros, poemas, obras de teatro, fotografías, crónicas, cine y televisión.
México se escribe con J normaliza la conducta homosexual y le da una categoría de movimiento cultural, creador y humanista, añadió la señora Poniatowska, que recordó que «todavía es común hacer escarnio de los jotos, los maricones, los jovenzones de Hungría, los lilas, los manos caídas, los 41 y a los que se les hace agua la canoa».
El escritor y profesor Miguel Capistrán cree que el libro trasciende porque es, entre otras cosas, el primero con esas características que se publica en América Latina. El tema ha sido tabú durante siglos y en el transcurso de ese tiempo «ha habido persecuciones, condenados, quemados por la Inquisición y relegados».
Para Capistrán, la sociedad ha apartado a una comunidad con inclinaciones sexuales diferentes como si ello implicara que los gays no tuvieran valores. «Con este libro mostramos parte de la aportación de este conjunto a la cultura mexicana».
«El avance que ha habido en la sociedad es que ya se están dejando atrás muchas de las concepciones», dice Capistrán. «Una obra ni se minimiza ni se magnifica por el hecho de que su creador sea o no gay».
Raúl Rivero
El Mundo, 8 de octubre de 2011
Raúl Rivero
El Mundo, 8 de octubre de 2011
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