viernes, 25 de noviembre de 2011

Seguidores de Castro: pocos, pero fieles


El 1 de enero de 2011, la revolución cubana cumplió 52 años. Ya no tiene tantos seguidores como al principio, pero los que le quedan son muy fieles. Se han convertido en una piña. A ciegas creen en Fidel Castro. Para ellos, el comandante siempre tiene la razón. Sigue siendo su 'máximo líder'.

Sus más leales defensores fueron perros de la guerra, tipos de corta y clava que tres décadas atrás, a punta de AKM apoyaron gobiernos marxistas en el continente africano. Ahora son unos longevos de línea dura, peripatéticos y conservadores.

Pregúntenle a Luis, 66 años, coronel retirado de las fuerzas armadas, como él desearía que fuera la Cuba del futuro y engolando la voz responderá: “Seguiremos al pie del cañón. El que no quiera socialismo, que se vaya. Actualizaremos nuestra economía para hacerla eficiente. Pero que nadie se confunda. Los mercenarios, traidores y vendepatrias anexionistas no tendrán cabida. A esa gentuza no le quitaremos el pie de arriba”.

Su manera orgánica de ver la realidad cubana le hace titubear ante la pregunta de si apoyaría a los Castro en caso de que en el futuro, permitiesen una oposición legal, al estilo de ciertos gobiernos autocráticos y de izquierda en América Latina.

“Cuba no puede darse ese lujo. El lobo imperialista está a 90 millas, y a la primera de cambio, querrá anexarse el país. Aquí eso no pasará”, afirma el coronel retirado.

Gran parte de estos ancianos se aglutinan en una asociación de combatientes, integrada por militares jubilados que tomaron parte en las innumerables contiendas en África, en la década de 1970-80.

Bajo la sombra de un flamboyán, una decena de sexagenarios toma ron 'peleón' (barato). Pertenecen a la filial de la asociación en el municipio habanero de 10 de Octubre. Cuentan tragedias humanas. Recuerdan a los amigos que ahora yacen enterrados en tumbas lejanas de Angola o Etiopía. Algunos se conmueven.

No parecen excombatientes. Simples ancianos. Sólo que en sus hogares suelen ser incomprendidos.
Sus descendientes están lejos de pensar como ellos. A casi todos se les ha marchado un hijo del país.

Pese a las diferencias políticas, a los viejos le giran euros o dólares "enemigos", para que puedan aliviar los rigores de las duras condiciones de vida en el socialismo tropical. Los hijos, ya se sabe, se parecen a su tiempo, no a sus padres.

En esas reuniones periódicas con los antiguos compañeros de armas es donde estos ancianos se encuentran a gusto. Desatan sus nostalgias evocando los buenos tiempos, cuando creían que el “imperialismo yanqui” tenía los días contados.

En sus ratos libres se aburren como cualquier abuelo. Buscan el pan y cuidan de los nietos. Escuchan béisbol y juegan dominó. Su intolerancia los hace antipáticos en el vecindario.

“Somos la vanguardia de la revolución. Su pupila insomne”, afirma Jesús, 74 años. Cuando hablan para defender sus ideas, de carretilla sueltan innumerables consignas y estereotipos ideológicos. Son una versión oral del periódico Granma.

En una sociedad democrática, estas personas de la tercera edad fueran un grupo más. En Cuba no. Están presentes en actos de repudio a la disidencia o las damas de blanco. Incluso, andan con poses de espías amateurs, anotando en una libreta los movimientos de los vecinos considerados “desafectos al régimen”.

Antes, eran soldados disparando ráfagas en parajes perdidos de la selva africana. Ahora, están en la primera línea, insultando a quienes piensan diferente. Es para lo que han quedado.

Iván García

1 comentario:

  1. Leo Okantomi.
    Epílogo Orúnmila:
    La mutación es Ubicua como su creador. Cubre todo el espacio present, pasado y futuro para brindar a cada y en cada especie las bondades balsámicas de continuidad en el entorno más superfluo , deshonesto u inexplicable . Funciona en directo con el instinto en el espacio, y convergentemente con la intuición en el tiempo.
    El destino muta para lograr la materialización del hecho infinito por implicarse en la restauración del producto absoluto en las accidentalidades que hipotecan tanto el cuerpo como el espíritu de las existencias visibles y las vidas invisibles.
    Para descifrar lo fortuito y consumar el apto, el destino muta en cada nacimiento o muerte de los involucrados en el camino manifiesto.
    La muerte es el acto mutante más perfecto, pues devuelve al “A Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”.

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