miércoles, 23 de noviembre de 2011

Los nietos cubanos de españoles


Armando aspira a ser un inmigrante con swing. “Si Dios quiere, en diciembre estoy viajando a Valencia, donde tengo parientes. Me estoy empapando con los modismos. He visto toneladas de enlatados. Y ya uso palabras como 'flipado' ‘mola’, ‘mogollón ‘qué fuerte’, ‘tío’ o ‘vale’”, dice imitando a un español a la entrada del Consulado de España en La Habana.

Desde que en 2007, el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó la Ley de la Memoria Histórica, y dentro de ella la llamada Ley de Nietos, decenas de miles de cubanos a lo largo del verde caimán se han acogido a la misma.

A partir de su entrada en vigor, el 29 de diciembre de 2008, los nietos de españoles pueden optar por la doble nacionalidad. Ese día, el Consulado agotó los 80 mil formularios disponibles.

Tres años después la marea no cede. El plazo fue prorrogado hasta el 27 de diciembre de 2011. Más de 165 mil solicitudes fueron inicialmente hechas, aunque la cifra se redujo a más de 140 mil, de los cuales unos 60 mil cubanos, al cumplir los requisitos, han obtenido la ciudadanía española.

Visitemos el Consulado. Está ubicado en la calle Zulueta esquina a Cárcel, Habana Vieja, a un costado de la bahía. Desde primeras horas de la madrugada, grupos de personas hacen cola para ser de los primeros cuando abra.

Algunos vienen desde lejos. Antonio, vive en Buey Arriba, en la provincia Granma, a 750 kilómetros de la capital. Arribó hace 14 horas. Con su mochila y un botellón plástico de agua corriente, charla de fútbol y béisbol con quienes pernoctan en la fila de los nietos de españoles que residen en Cuba.

“Mis abuelos eran de Zaragoza. Tengo primos allá. Me ha llevado bastante tiempo tener los papeles listos. Mi objetivo es visitar España, conseguir un trabajo temporal y volver a Cuba. No quiero emigrar definitivamente”, señala Antonio.

Las horas pasan más rápido para tres jóvenes sentados en un banco del parque situado frente al antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución. Ileana, Lorenzo y Julián, hablan de música y famosos mientras se pasan una cantimplora con ron. Se han hecho amigos después de verse las caras en varias colas de consulados extranjeros.

Lorenzo y Julián se conocieron en las afueras de la embajada canadiense. Dos años atrás, Lorenzo buscaba trabajo. Escuchó un rumor que Canadá necesitaba tipos jóvenes y fuertes para talar árboles gigantescos en zonas inhóspitas.

“Yo era el hombre. Hace tiempo busco la manera de salir de Cuba sin tener que tirarme al mar. Pero al final, o todo es mentira, o piden una cantidad de documentos que no poseo. Ahí conocí a Julián que andaba en lo mismo. Íbamos a menudo al consulado estadounidense, pues tenemos parientes de tercer grado sanguíneo en Estados Unidos. Nos dieron el bate (negar la visa). Fue allí donde intimamos con Ileana, que también hacia sus gestiones”, cuenta Lorenzo.

Ileana es nieta auténtica de gallegos. “Yo hubiese preferido viajar a Estados Unidos, donde tengo familia, porque la cosa en España está que arde. La crisis y el desempleo, tu sabes”.

Para poder obtener la visa hay que demostrar fehacientemente que se es nieto de español. Quienes no lo logran, salen de las oficinas consulares echando pestes.

Raudel es uno de ellos. “La mujer no creyó que este pedazo de negro tuviera un abuelo español. Mi historia es increíble, pero es cierta. Resulta que mi abuelo tuvo a mi madre con una negra en una relación extramatrimonial, lo típico de ciertos ‘gallegos’ asentados en Cuba. Luego mi madre, una mulata, se casó con un negro. Una estirada funcionaria de un consulado no puede entender los vericuetos e historias de amor de muchos españoles residentes en Cuba”.

Orlando es de raza blanca, pero sale también enfadado. “Que mal agradecidos son estos españoles. Nosotros les abrimos la puerta el siglo pasado a su emigración cuando la situación en España era crítica. Ahora tienen una crisis económica y se quieren suicidar. Qué dirían si vivieran en un país en perpetua crisis como Cuba. Sin embargo, nos tiran la puerta en la cara”.

Si quiere escuchar historias de nietos o parientes descendientes de españoles, pase por la calle Zulueta. Hay de todo. Desde gente como Armando que habla como un español. Hasta el negro Raudel, que jura es nieto de un gallego.

También están los desesperados. Los que se les cierran todas las puertas de salida legal. Y cometen disparates. Luego son meriendas de tiburones en el Estrecho de la Florida. O mueren de hipotermia en el tren de aterrizaje de un avión. Como Adonis.

Iván García

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