La economía sumergida constituye la fuente principal de ingresos de la gran mayoría del pueblo cubano. Las otras fuentes caen en ese islote de capitalismo que son las corporaciones y firmas extranjeras, y de la que forman parte una nueva clase de inusitada fuerza, básicamente conformada por ex militares, familiares de dirigentes, y personas de absoluta fidelidad al régimen. Al menos de palabra, pero todos marcados por un mismo denominador: son militantes del partido o la juventud comunista.
Esta nueva "clase empresarial", que no en todo los casos ha estudiado marketing, tiene en los carnés rojos documentos sagrados que suelen ayudarles a obtener ciertas ventajas materiales en comparación con el resto de sus compatriotas. Otro modo "privilegiado" de subsistir es gracias a las remesas familiares que según estimados rondan los mil millones de dólares anuales.
Como se puede apreciar, en Cuba se vive gracias a la generosidad de "gusanos" (exiliados), y jineteras (prostitutas), que desde el exterior religiosamente envían divisas a familiares y amigos.
Según fuentes oficiales, los poseedores de moneda dura constituyen la tercera parte de la población cubana. ¿De qué vive el resto? Al menos en la capital, en una encuesta realizada a 71 ciudadanos que no reciben dolares, 62 dependen de la economía sumergida. Los nueve restantes viven de su salario, y confesaron estar pasando las de Caín para vivir. O más exactamente, para sobrevivir.
A ciencia cierta no se sabe el monto del dinero que mueve esta peculiar economía, pero en opinión de Jorge Pérez, financista retirado, es una cifra superior a los 5 mil millones de pesos. La economía sumergida tiene varias vertientes, algunas legales como el trabajo por cuenta propia y los mercados campesinos y otras marginales, ilegales. Casi un 90 por ciento de la materia prima utilizada por albañiles, artesanos, decoradores, electricistas, etc, provienen de robos y desvíos de almacenes estatales. Si hoy por la ciudad ruedan carros americanos de los años 40 y 50, no es tanto por las argucias de mecánicos populares, como a la sustracción de piezas de repuesto de autos rusos, "obtenidas" en almacenes estatales. Igual ocurre con la gasolina.
Otro renglón que sobrevive gracias al pillaje en empresas estatales, es el de las cafeterías y restaurantes particulares. Aunque aparentemente existe una desleal competencia entre la gastronomía oficial y la particular, la fuente de suministros de la segunda, en muchos casos, proviene de las despensas de restaurantes, quioscos y panaderías del gobierno.
Jesús Ortiz, 56, es dueño de un viejo camión General Motors fabricado en 1945. Si su vehículo no es un objeto museable es debido a la paciencia de Jesús que durante 17 años, con una tenacidad de hormiga, ha armado un potente motor con piezas de viejos camiones rusos marca Zil, Maz-500 y Kamaz. Todo esto por supuesto, no cayó del cielo, y sus buenos miles de pesos le ha costado. Ortiz arrienda su simbiosis camionera a una terminal de ómnibus que cobra 60 centavos por pasajeros, y aunque tiene que pagar impuestos, puede vivir y comer "decentemente" (léase arroz, frijoles, vianda, y de vez en cuando un pedazo de puerco). Negro y creyente, Jesús confiesa que todas las mañanas reza a sus orishas "para que no se rompa el artefacto y mis negritos puedan seguir comiendo".
La historia de Dulce Miranda, 52, secretaria, es distinta. Hace tres años fue "racionalizada" -término usado por el gobierno cuando se ve obligado a recortar las plantillas laborales. Con el dinero ahorrado en el banco por ella, su esposo y sus dos hijos, abrió una "paladar". Al principio trató de no comprar nada en la bolsa negra y vivir acorde a lo establecido. Pero fue imposible. "Los impuestos crecían como la espuma, al igual que las trabas legales. Un día se te aparecían con un reglamento que no podías vender carne si no la comprabas en la "shopping". Otro día, que tampoco pescados y mariscos. Así fueron agregando el queso, las bebidas alcóholicas, el azúcar, y me dejaron sin opción. Porque si subía los precios, perdía clientes y quebraría".
Por tanto, Dulce decidió arriesgarse y vivir como la mayoría: al margen de la ley. Actualmente tiene buenos proveedores, personas que trabajan para el turismo y le ofertan una larga lista de artículos a precio módico y de la misma calidad ofrecida en un hotel cinco estrellas. "La otra solución, la que propuse a mi familia, vivir acorde a lo establecido, fue rechazada, porque es incosteable".
Con ella coincide ese porcentaje de la población que no recibe los beneficios del dólar y tiene que subsistir a base del "invento", ese producto paralelo de la economía sumergida cubana.
Iván García
Cubafreepress, 18 de mayo de 1998
Foto: Realizada por la periodista brasileña Carol Jardim durante su visita a La Habana en septiembre de 2011.
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