El 21 de junio llegó a su fin el programa "Con dos que se quieran basta", con entrevistas del cantautor Amaury Pérez Vidal a personalidades de la élite cultural radicada en Cuba. Más exactamente, a personalidades radicadas en La Habana.
Y se habría agradecido un perfil más nacional, menos capitalino. Porque en algún rincón de esta isla pudo haberse encontrado a algún músico, pintor, bailarín o investigador de probada calidad que no fuese amigo del conductor del programa y viviera en Santa Clara, Jatibonico o Manzanillo.
Como colofón de su serie de programas, Amaury Pérez se reservó al trovador Silvio Rodríguez, conocido tanto por sus canciones y su adhesión a la "revolución" como por las anécdotas de cómo fue censurado a inicios de su carrera artística.
Ante las cámaras, Silvio parecía un tipo jovial y contraído a la vez. Amaury se empeñaba en agotar la paciencia de los televidentes, con una risita ridícula que en cada programa intentaba trocar en complicidad, y que esta vez hizo más recurrente.
Al cuestionamiento de por qué muchos lo consideran un artista oficialista, Rodríguez argumentó que, si es con la revolución cubana y sus dirigentes (Fidel y Raúl), aceptaba tal etiqueta y la llevaba con orgullo. Y hasta ahí pudiera considerarse razonable su discurso, pues siempre han existido intelectuales al servicio de tiranos.
Silvio, sin embargo, fue más lejos e hizo gala de una intolerancia a la altura de su servilismo. Acusó de oficialistas a "quienes le cantaron a Bush". Para él, quienes discrepaban de la revolución y de sus dirigentes eran oficialistas de una manera muy distinta a la suya. El término podía utilizarse en esos casos peyorativamente.
Pero lo que Rodríguez no dilucidó delante de las cámaras es que un exiliado cubano puede cantarle hoy al presidente Obama, y cuatro años después terminará forzosamente su adhesión, si es que la hay. No aclaró que quienes le cantaron a George W. Bush en tanto presidente no podrán hacerlo ya más, puesto que existe una constitución de más de 200 años que lo impide.
Otro ejercicio de mixtificación política llevó a Silvio Rodríguez a suponer que la discrepancia pública con la revolución cubana lleva incluida la aprobación tácita de los bombardeos en Irak, así como los supuestos intentos de las tropas norteamericanas de apoderarse de Libia.
El programa, producido por el sitio Cubadebate (la más reciente plataforma cultural del departamento ideológico del PCC), fue descendiendo tanto en interés y consistencia que llegó un momento en que prefirieron entrevistar a la dominicana Sonia Silvestre, actualmente agregada cultural de su país en Cuba. Sin sonrojo alguno, la cantante confesó cómo, a través de sus influencias, envió a su hijo a estudiar una carrera científica, a la par que ella se hacía de la cartera diplomática.
Solo en unos pocos países -Cuba se encuentra entre esas excepciones- constituye un delito entender como aberración a un sistema perpetuado en el poder durante más de medio siglo. Pero como el buen cubano se empina por encima de sus hambres físicas y espirituales, allá por el mes de enero un chiste debió recorrer tanto los barrios como los pasillos del Comité Central del Partido Comunista.
A la pregunta de cómo se llamaba el año que por entonces empezaba, la respuesta parodiaba el título del programa televisivo de Amaury Pérez: "Con dos que se mueran basta".
Luis Felipe Rojas
Diario de Cuba, 22 de junio de 2011
microjet
ResponderEliminarEl título de éste post lo dice todo ¨Con dos intolerantes basta¨ . Bastante pesado el Silvio, como siempre. La risa de Amaury pujona y forzada.