miércoles, 6 de julio de 2011

Un diván del tamaño de Europa


La diplomacia de la Unión Europea funciona -exclusivamente con relación a Cuba- bajo los síntomas de una patología que alguna vez estudiarán los sabios y los expertos como un fenómeno regional de politiquería, indolencia y ofuscación. Se trata de una reacción senil y melancólica que hace que los funcionarios necesiten interlocutores y viajeros que los engatusen y les digan mentiras sobre la realidad de la vida en la isla.

Y es que el grupo que dirige la señora Catherine Ashton, Alta Representante de Política Exterior de la UE, siente la necesidad de regularizar las relaciones con el régimen de La Habana, y para avanzar en ese camino recibe en Bruselas a mensajeros complacientes y a embusteros profesionales. Todo esto, a pesar del desastre de un programa que comenzó en el otoño del 2010 y culminó con el fracaso de un viaje especial del canciller Bruno Rodríguez en febrero pasado.

Ahora, recorre el continente otro enviado del Caribe. Trae una copia al carbón de lo que vino a decir Rodríguez, pero ha dejado en algunos despachos –después de una conversación con la señora Ashton-- este nuevo recado melodioso de la categoría de los quieren escuchar los diplomáticos: “Cuba es un país tan libre en todos los sentidos que nunca ha tenido presos políticos".

España sigue de garante del gobierno de la isla en ese empeño. Este fin de semana en Madrid se ha recibido al mensajero que niega la existencia de prisioneros de conciencia. Los periodistas que siguen aquí esta especie de guantanamera internacional se preguntan dónde hallará sus puntos de acuerdo con los representantes de un país que ha recibido en los últimos meses a un centenar de presos y está en pleno desarrollo la gestión de entrega de su documentación de exiliados políticos.

El equipo de negociadores de UE tiene prisa, quiere conseguir a toda costa unos acuerdos antes del mes que viene para poner el tema cubano a consideración de sus socios. Lo que no han aclarado es qué argumentos van a llevar a las cancillerías del Reino Unido, Suecia y la República Checa, los tres países que han tenido una posición de firmeza y claridad ante la persistencia de la Ashton y sus hombres de escuchar patrañas y de mantener “contactos constructivos” con los heraldos caribeños.

Esos diplomáticos, como se dice por acá, van a su aire. No hay interés real en acercarse con objetividad y decencia al día a día de los ciudadanos de Cuba. Prefieren oír historias editadas.

La Unión Europea busca unidad y consenso para correr a suscribir acuerdos y, con ellos, respaldar el llamado proceso de cambios cubanos. Un movimiento que no ha ido más allá de pasarle la miseria estatal a ciertas zonas de la gestión privada, al tiempo que se intensifica la represión, se acosa con fuerza la labor de los opositores pacíficos y ni se menciona la alternativa de abrir la sociedad a la libertad y al respeto de los derechos humanos.

Raúl Rivero, Madrid
El Nuevo Herald, 19 de junio de 2011

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