En el artículo 161.1, el Código Penal cubano plantea: “El que con conocimiento de que se ha cometido o se intenta cometer un delito, deja de denunciarlo a las autoridades, tan pronto como pueda hacerlo; o con conocimiento de la participación de una persona en un hecho delictivo, no la denuncia oportunamente a las autoridades, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas”.
Imaginen lo embarazoso que sería denunciar a la persona que te vende el aceite para comer. Cuando estaba a punto de graduarme en la universidad, esa fue una de las cosas que más me chocó.
Obligatoriamente, tenía que pasar mi servicio social como jueza o fiscal. No me parecía justo acusar o sancionar a las personas, gracias a las cuales puedo comprar comida, ropa, zapatos a precios más baratos y acordes a mi salario, e incluso con oportunidades de pago, ventajas que no se tienen en los negocios estatales. De ahí la tolerancia social por las conductas prohibidas por la ley.
El gobierno también está consciente de esa situación. Por eso creó una compleja red de denuncias anónimas. Delaciones que no son resultado de la observancia estricta por cumplir la ley o de la conciencia por cumplir con un deber social. Casi siempre son producto de envidias, rencillas y bajas pasiones. Una muestra de la pérdida de valores éticos en la sociedad cubana. Y, sobre todo, de la impunidad con que el gobierno se inmiscuye en la vida privada de los ciudadanos.
Un aumento del nivel de vida de un vecino, le preocupa y molesta a otro, que debido a años de frustración ha visto su vida estancada. O por culpa de una discusión por el más mínmo motivo: la música alta; disputa entre hijos o desacuerdo en cuanto a los límites de las propiedades colindantes. O simplemente es una persona orgullosa y no saluda a nadie.
Cualquier asunto puede ser el estímulo inicial para chivatear ante las autoridades que un vecino está haciendo actividades ilegales. Esa suele ser la principal fuente de información de la que se nutren las autoridades para arremeter contra los llamados 'nuevos ricos' y quienes supuestamente pudieran representar un peligro real al ejercicio del poder político, en manos de una dirigencia histórica.
Laritza Diversent
Por ello, vivir en Cuba es bastante complejo y difícil de entender fuera de sus costas. Para lograr un propósito, satisfacer determinadas aspiraciones básicas o lograr un sueño, los cubanos se ven obligados a transgredir la ley. O incurrir en un delito cuando toleran que otros la transgredan. Y corren el riesgo de ser denunciados por el simple placer de chivatear o por los mezquinos sentimientos de alguien.
Incomprensible, pero así es la supervivencia en esta isla.
Laritza Diversent
Foto: DanTheCam, Flickr
Nota.- Este trabajo fue publicado en el blog Desde La Habana en septiembre de 2009, pero el Archivo con todos los posts publicados ese año, 'misteriosamente' desapareció (TQ).
Microjet
ResponderEliminarEs muy cierto. Eso lo vi´antes de marcharme, como unos amigos y con mucho sacrificio prepararon su apartamento para alquilar pagando unos impuestos altísimos y al ver que éstos ¨mejoraban¨otros decian con envidia ¨se están haciendo ricos¨ y hasta llego´a decir uno ¨no trabajan¨porque en su mente stalinista trabajar era hacerlo para el estado.