jueves, 28 de julio de 2011

Generación C


En un refugio antiaéreo, de los miles que construyó el gobierno cubano en la década del 80 para proteger a bienes y ciudadanos "en caso de guerra", se ha habilitado una original discoteca conocida como El Túnel.

Dentro del municipio 10 de Octubre, en La Habana, es la de más aceptación. Le siguen en preferencia la Disco Paco, situada en los sótanos de una antigua estación de policía, casi colindante con la funeraria Maulín, en la calle María Auxiliadora y Calzada de 10 de Octubre, que sigue siendo una de las avenidas más céntricas de la ciudad, pero tan deteriorada como ésta. En esa misma vía se encuentra otra Disco, la Centro 8, con techo de fibrocemento y pobremente ambientada.

Son estas las tres ofertas recreativas donde pasa parte de su tiempo libre la concurrida masa de jóvenes de mi barriada. Tienen sus diferencias, claro. En El Túnel, la entrada vale 40 pesos (2 dólares) y la bebida 60 (3 dólares). Para acceder a la Paco hay que pagar 10 pesos (0.50 centavos de dólar) y el litro de ron cuesta 40 pesos (2 dólares). La más barata es Centro 8: se entra con 5 pesos (0.25 centavos de dolar) y con 25 pesos (poco más de un dólar), se puede beber.

En cuanto a asistencia, al Túnel asiste la "high life" municipal, compuesta por los hijos de papá, que trabajan en el gobierno, vástagos de gerentes de corporaciones, retoños de cuentapropistas (trabajadores por cuenta propia) y, por supuesto, chicas y chicos que viven de su cuerpo y por lo general son ellos los que mantienen a sus familias.

Para la generación C de La Víbora, El Túnel es lo máximo. Los delfines con ciertas posibilidades, asisten a Disco Paco, donde a veces se infiltra algún elemento marginal, y a Centro 8 acuden los pertenecientes a familias desestructuradas y sin recursos, adolescentes de 11 a 15 años.

Todos, ricos y pobres, con un mismo fin: bailar y disfrutar un rato. Un esparcimiento que logran a medias. En la mayoría de las ocasiones, salen beodos y frustrados hacia sus hogares, lamentándose una y mil veces por su desdichada suerte: no poder empatarse con una visa para emprender vuelo hacia lo que consideran la felicidad.

En Cuba, los efectos del alcohol son antigubernamentales y la generación C viboreña no es una excepción. Después de ingerir apreciables dosis hablan "horrores" de la situación actual y así, borrachos, a veces drogados, se sienten satisfechos. Hacen el amor en cualquier recodo y se entretienen cometiendo pequeñas actos vandálicos, pero en general no son peligrosos.

Los marginales y violentos prefieren ir a los bailables públicos, los cuales a menudo terminan como una verdadera guerra. A pesar de la movilización de policías y carros de la Brigada Especial, el final suele ser "de película". Con tiros, trompones, heridos por armas blancas y de vez en cuando un muerto.

Aunque el fenómeno juvenil es mundial, como el caso de la llamada Generación X en Europa, la nuestra se me antoja distinta. Además de vegetar y padecer la inanición del futuro, sus ojos están ensombrecidos por la desesperanza y su alma se encuentra defraudada. Entonces, si despejamos la X, el resultado sería una C.

Iván García*


Foto: ojitoaqua, Panoramio. Avenida de Acosta, en el municipio 10 de Octubre.


*Publicado en 1998 en Cubafreepress.

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