Mi realidad fue la que me hizo disentir. Mi madre, por problemas de salud, prácticamente no pudo estudiar. Trabajó mucho, más de lo que su capacidad física le permitía, para criar a sus tres hijos. Recuerdo que con un campesino, que tenía sus tierras cerca de nuestra casa, se puso de acuerdo para limpiar un campo repleto de marabú por cien pesos.
Mi madre siempre me decía que mi futuro podía ser diferente. Tuve la oportunidad de estudiar y así lo hice. Pero no fue suficiente. Hoy soy licenciada en Ciencias Jurídicas y punto. No puedo aspirar a trabajar por un salario que me permita tener una casa, si no propia, al menos digna donde vivir con mi hijo y mi esposo. No tengo la oportunidad de realizarme, ni como persona ni como profesional.
¿De quién es la culpa, del destino o es una maldición de Dios? La lógica de mi pensamiento no aceptaba ninguna de estas respuestas. La mala suerte no sólo me tocaba a mí, sino a todos a mí alrededor, que han pasado tanto o más trabajo que yo.
No eran los santos los que me decían que hablara bajito, cuando me quejaba de que no podía planificar mi vida futura. Eran personas iguales a mí, pero repletas de miedo. Entonces decidí que no podía aceptar mi realidad con pasividad. Tenía demasiados sueños y ambiciones, y el deseo y la fuerza de hacerlos realidad.
No me conformaba con mi presente, pero tampoco iría contra mis principios y valores personales. No vendería mi cuerpo al primer extranjero que pasara por la Quinta Avenida, para lograr mis metas. Ésa era, y sigue siendo, la vía más fácil -aunque riesgosa- para que muchachas habaneras puedan dejar atrás sus necesidades y las de su familia.
Decidí expresar alto y claro lo que sentía, no susurrarlo con temor a puertas cerradas. El periodismo independiente me dio esa oportunidad, ahora extendida a los blogs. Decidí hacer lo que consideraba correcto, justo y necesario, no lo que me pidieran con tal de conseguir un aval que me pudiera hacer merecedora de un privilegio.
Sigo teniendo los mismos problemas. Cada día sigo luchando por la supervivencia: alimentación, ropa, zapatos, aseo... para mí y los míos. Y tratando de mejorar mi humilde hogar. Incluso se han adicionado nuevas situaciones, como el riesgo de ser detenida en cualquier momento.
Pero me siento libre, porque digo lo que pienso tal como lo siento. Y lo principal, no tengo necesidad de ser hipócrita, ni mantener una doble moral.
Laritza Diversent
Nota.- Este trabajo fue publicado en el blog Desde La Habana en noviembre de 2009, pero el archivo con todos los posts publicados ese año 'misteriosamente' desapareció.
Microjet
ResponderEliminarLaritza, eres digna, y puedes poner tu cabeza en la almohada con la satisfacción de estar contenta contigo misma. Además has tenido el valor que muchos de los que nos fuimos no tuvimos en nuestra época porque hasta con el silencio se es cómplice. Te deseo todo lo mejor y que Dios, si existe, te proteja.