Cuando cae la noche, o a plena luz del sol, una legión de vagabundos se dedica a hurgar en los contenedores de basura. En Cuba se les conoce como 'buzos' o 'leones'. Por regla general, son de pocas luces. Pobres entre los más pobres.
Su suerte es imprevisible. Depende de lo que encuentren entre los desperdicios. Igual pescan vísceras crudas de cerdo o una lata con restos de atún. Trozos de pan viejo o un poco arroz con frijoles. Los 'buzos' habaneros suelen tener una salud de hierro. Desde hace 14 años, Renato se dedica a buscar cosas de valor entre la basura y jamás se enferma.
Regresó de la guerra en Angola con un tornillo de menos. Un diagnóstico médico lo recluyó en un sanatorio mental conocido como Mazorra. Se sabe de los malos tratos en este psiquiátrico. En enero de 2010, 27 dementes murieron de hambre, frío y golpizas por parte de los empleados que los atendían.
“Eso es lo que se conoce. Pero Mazorra es mucho más. Un verdadero infierno. Escapé de allí y preferí vivir a mi manera. Duermo en cualquier lugar. En la escalera de un edificio a punto de demolición o en las márgenes del río Almendares”, cuenta Renato.
Según él, entre los 'buzos' también existen "clases sociales". Los hay hambrientos desesperados que sólo buscan comida y ropa. Son los sobrevivientes. La "clase media" es la que se dedica a rastrear componentes eléctricos de televisores, radios, ventiladores y ordenadores, entre otros equipos rotos.
Estos componentes los ofertan a quienes reparan electrónicos. La "crema y nata" entre los 'buzos' habaneros son los recolectadores de botellas plásticas y envases de aluminio o cristal vacíos, que venden en sitios que compran materiales reciclables.
“Los 'buzos' dedicados a objetos eléctricos y reciclables no comemos alimentos de los tanques de basura. Nosotros 'buceamos' por negocio. A diario yo recolecto varios sacos de pomos plásticos y latas de aluminio. Antes las vendía al por mayor a un camaján que después las revendía al triple de su valor. Ahora, cuando tengo muchos kilos de materia prima, los vendo personalmente en locales estatales. Cáete pa'trás. Todos los días como carne de res o pollo. Es verdad que siempre ando sucio y duermo en la calle, pero ya quisieran aquéllos que me consideran un trastornado, ganar el billete que gano”, dice orgulloso Renato.
Orestes, otro experimentado ' buzo', vende a dos pesos (0.10 centavos de dólar) cada botella plástica de un litro. “En una noche logro recoger hasta 50 botellas. Por cada botella de cristal de cerveza o refresco me pagan un peso. Las lavo bien con agua, a veces con detergente, y se las vendo a la gente que se dedica a la elaboración y venta de jugos y refrescos”.
Precisamente por la higiene y las roturas provocadas a los depósitos de basura, la policía y las autoridades persiguen a los 'buzos'. Hay timbiriches que al no tener suficientes vasos de cristal o desechables, venden en pomos plásticos reciclados sin la debida desinfección. Cuando estos pomos se utilizan en la venta de salfumán y aromatizantes no es dañino. Pero en algunos agromercados, personas inescrupulosas los usan para envasar jugos y puré de tomate.
Clara, inspectora sanitaria, alega que han sucedido casos de contaminación alimenticia. “En La Habana hay más de 4 mil 'buzos'. Debemos combatirlos. Afean el ornato público y casi todos son locos que para obtener dinero violan reglas obligatorias de salud”, acota.
Si hablamos de cifras, el dinero que obtiene un 'buzo' es de risa. Renato, que se considera un 'capo' entre los buscadores de basura, con suerte, gana 70 pesos diarios (3 dólares). Le alcanza para comer cada día, pero no para alquilar un cuarto o comprarse un buen par de zapatos.
Las autoridades llevan razón: el negocio montado a partir de envases plásticos recogidos de la basura puede desencadenar una epidemia alimentaria de vastas proporciones.
Pero obvian las causas objetivas, el gran número de ciudadanos que se han visto empujados a hurgar en la mugre. Una asistencia social a gente desposeída que no funciona. Una atención médica a lunáticos y mendigos en quiebra. Y salarios ridículos que no cubren las necesidades básicas de una familia.
Dementes como Renato juran que en Mazorra lo pasó peor que en la guerra de Angola. Para él, 'bucear' entre desechos y dormir a la intemperie es un auténtico paraíso. El gobierno debe buscar una solución. Y no sólo reprimir.
Iván García
Foto: Juan O. Madrazo
Hay personas que lamentablemente no tienen para comer, otras para dormir y algunas para los dos, una lástima que con todo la comida que se tira al día en todo el mundo aun haya personas que tengan que rebuscar en la basura para poder llevarse algo a la boca, una pena
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