lunes, 5 de septiembre de 2011

Notas de viaje: Obama en la madrugada habanera (II)


Las personas que esperan para viajar pasan su tiempo viendo televisión. Hay cuatro televisores en las paredes del salón de espera. Algunos discretamente toman una cerveza o un trago de ron; también a hurtadillas, fuman cigarrillos, aunque está prohibido, según rezan varios carteles.
Pero los cubanos respetan poco los reglamentos de convivencia social.

Otros, como yo, leen. Estaba concentrado en la lectura de Los sueños de mi padre, primer libro de Barack Obama, publicado en 1995. Me 'encontraba' en Kenia, con Obama y sus hermanos recorriendo la tierra de su padre y sus abuelos paternos, cuando un militar con grados de teniente, casi en un susurro me pregunta: "Señor, dónde usted compró ese libro?". Detuve la lectura en la página 346, y frente a mí observé a un joven blanco, alto y fuerte.

Se presentó como Yoandri y quería saber si lo estaban vendiendo en la librería de la terminal. Se refiere a un pequeño estante, a la entrada del salón de espera, donde venden en pesos cubanos convertible. En moneda dura allí se pueden adquirir best-sellers como El sicario y otras mediocridades literarias.

-No, le respondí. Este ejemplar me lo envió mi madre, dudo que en Cuba vendan un libro de alguien que ahora es presidente de los Estados Unidos.

El joven quería ver el libro, se lo mostré. Me contó que en su centro de estudios, donde se prepara como ingeniero militar, muchos admiran a Barack Obama.

El reloj marca las 12:45 de la noche. Inesperadamente, Obama se convierte en suceso en el amplio salón. Tres jóvenes más, dos hembras y un varón, se acercan a curiosear. Las chicas son amigas, estudian Derecho en la Universidad de La Habana y van a visitar a su familia en Ciego de Ávila.

-Obama es abogado como nosotras, dice con orgullo Patricia, mulata de 22 años que cursa el último año de la carrera. Joanna, su compañera, está en el tercer año, vive en un pueblo llamado Gaspar, en las afueras de Ciego de Ávila. Es negra como el carbón y habla con mucha elocuencia.

El muchacho tiene 20 años, se llama Arturo, y con frecuencia viaja a La Habana, a vender quesos y piñas que trae de Morón, "un pueblo con complejo de ciudad". Los tres están fascinados con la historia que les cuento del libro, escrito por Obama a los 33 años, cuando aún no era político.

-Cuántos cubanos suspiramos por un Obama, dicen las chicas. El militar asiente en silencio. Arturo, el vendedor de quesos y piñas de Morón, va más allá: "En Cuba necesitamos un tipo así".

Cuando nos dirigimos hacia el ómnibus le digo a Arturo: "Conozco a un amigo que nació en Morón". "¿Cómo se llama?, me pregunta. "Raúl, Raúl Rivero". El joven se quitó la gorra de los Mets de Nueva York y con admiración responde:

-El poeta Raúl Rivero... mis padres conocen a su familia. Rivero es la figura más notoria del pueblo, si por mí fuera, quitaba el gallo de Morón que hay en el centro del pueblo y ponía su foto, me dice mientras subimos al ómnibus.

Eran las dos de la madrugada cuando el Yutong climatizado, con baño y televisor, de fabricación china, inicia su viaje con destino a Ciego de Ávila.


Iván García
Nota.- Segundo trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

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