lunes, 30 de octubre de 2023

La República del Mangovich

Un día no muy lejano, para comerse un mango, la gente de la isla tendrá que viajar a Leningrado.

De hecho, el régimen cubano exporta mangos a Rusia mientras mantiene a los cubanos a régimen. Pronto el mango será borrado del tema de Félix B. Caignet “Frutas del Caney” y ningún nacional podrá coger nunca más mangos bajitos.

También es una puñalada por la espalda a los esfuerzos del Gran Fellove Francisco, que quiso mantener, con su “Mano mangüé”, la fruta en nuestra dieta, o al menos en nuestra dieta cultural y se preguntaba: “Mami ¿Qué le pasa a papi?”. Sencillo, papi abrió los brazos y las piernas a lo que fuera la hermana Unión Soviética (sovieta, según una presentadora de televisión), que ahora se llama Rusia, es más pútina que nunca y nada de desinteresada, como gritaba a los cuatro vientos el Delirante en Jefe cuando pensaba que ordeñaba a Kruschov y a Leonid Brezhnev, mientras le mangaban otras cosas como hoy le mangan a Cubita los mangos.

De hecho, las exportaciones de mangos a Rusia son cuidadosas, no vale cualquier mango, ni de cualquier zona. Los mangos de las provincias orientales no resisten el largo viaje porque han sufrido demasiado calor. Y existe también el precedente de que, precisamente debajo de una mata de mangos, el general Antonio Maceo hizo su famosa protesta de Baraguá. Los herederos de Pushkin no están para ninguna protesta.

Para los que olvidan la historia, aquella entrevista entre Maceo y el general Martínez Campos sucedió en Mangos de Baraguá. Allí alguien de su tropa lanzó un alarido histórico: “El 23 se rompe el corojo”. Corojo es una palabra que no tiene traducción al ruso.

Hoy por hoy, solamente se exportan a Rusia mangos cultivados en Cienfuegos, que es una ciudad muy bonita donde uno puede llevarse un mangazo y coger la sartén por el mango. La prensa lo ha dicho, a sotto voce, para que no se alteren los campesinos a quienes se les pudre la fruta en el piso: "De la cosecha de mango cienfueguera se enviarán 500 toneladas a la industria alimentaria para hacer pulpas, compotas y otros destinos sociales”.

Así que, en la actualidad, y ese futuro que ya viene llegando, con muletas y todo, será difícil decir en Cuba que la vida de alguien es un verdadero arroz con mango. Se empieza así, haciéndote el gracioso con Rusia, regalándole o vendiéndole muy barato nuestro sabor, el néctar de nuestros campos y ciudades, y un día, cuando los mangos estén verdes, les tendrás que ofrecer otra cosa.

Lo que nadie imagina es que los mangos de Cuba, cansados de que el gobierno los ignore y los vilipendie, que Acopio los tire a mondongo y prefiera dejarlos pudrirse en el piso antes que comprárselos a los campesinos, un día se cansarán de tanto desprecio y de tanta humillación. Es una metáfora del poder en Cuba: los que están a punto se golpean contra el piso, y allá arriba, en las ramas, solamente sobreviven los inmaduros.

Pero claro, no se exporta cualquier mango, como no sale de la isla cualquier cubano, sino los que pasan por el colador del Minint. No sé si a las frutas que exportan les imponen requisitos ideológicos o si revisan su afiliación política o si, alguna vez, desde las ramas más altas, le han gritado al narizón Puesto a Dedo “Díaz-Canel, sincasa”. Pero de que son mirados con lupa, como si fueran cineastas o artistas, eso sí. Lo dice la nota de prensa: “La cienfueguera Empresa Cítrico Arimao es la única que se dedica a exportar mango. De las 900 hectáreas que se cultivan de la fruta en esa provincia, 35 son certificadas desde su siembra y seguidas bajo estrictos requisitos sanitarios para cumplir los estándares del mercado europeo".

Es decir, el mango que vaya a viajar fuera de Cuba ha de cumplir determinadas condiciones: volumen y peso estándares, maduración normal, buena presencia, higiene total, educación apropiada, certificados médicos en regla (que no provoque caquitas raras ni diarreas imprevistas) y que con su sola presencia cada mango hable bien del proceso revolucionario. Es como la realidad cubana actual: los extranjeros ven lo que el gobierno les quiere mostrar, pero nunca se enteran de los pobrecitos mangos que nadie recoge del suelo y que se van descomponiendo. Ni siquiera va la policía a exprimirlos o reprimirlos, aunque ganas no le falte. A la policía, digo.

Imaginen por un momento que los mangos, hartos de que en la isla no los valoren ni consideren, acepten irse a Leningrado, a Siberia, a Sarátov o a Moscú. Allí, en secreto, casi clandestinamente, decidan evolucionar y mangar a la humanidad. Se adaptan al frío y acuerdan entre todos seguir con la cáscara verde, o ponerse carmelitas o rojos. O aparentar ser peras, o melones, o quizá frutabombas, para tener algún sex appeal con el apodo de “papayas”. Que por unanimidad decidan no crecer más en el trópico y que a partir de ahora solamente brotarán en climas fríos, en la estepa, cubiertos de nieve. ¿Darán en Cuba mandarinas por mangos, igual que ofertan pollo por pescao? Ná, soy un soñador, en Cuba tampoco hay mandarinas.

Ese acercamiento a Rusia, antigua Bolandia, en la que los altos cargos que nadie eligió nunca para desgobernar la isla mueven las cabecitas en gesto de aprobación y simpatía y sacan las lengüitas babeando, y hasta te tienden la patica para que les digas jarachóv y maladietz, ¿dará algo en concreto? ¿Rusia le dará a Cuba concreto? ¿Ese concreto se utilizará para levantar nuevos hoteles para que disfrute el turismo ruso o será para reparar la cara de los dirigentes?

No sé, a lo mejor es una dádiva, un gesto galante con el que Cuba le dice a la vieja Rusia “tómame o déjame”, pero invierte, que queremos seguir gozando las mieles del poder. Tal vez exagero. Me he vuelto muy desconfiado. La nota agrega y abunda que: "Otras 500 toneladas se utilizarán para hacer jugos, néctares y mermeladas en la propia Cítrico Arimao". Eso dicen, pero el papel lo aguanta todo. Nadie ha visto nada de eso que anuncian.

Tal vez estoy exagerando y los rusos acepten la exportación de mangos de la isla y los cubanos puedan paladear su sabor en forma de compotas. De aquellas compotas que fabricaban los soviéticos y que había que llamar a los artificieros del ejército rojo para abrirlas.

Posiblemente entonces los cubanos tengan que viajar de todos modos a Leningrado para abrir las compotas.

Ramón Fernández Larrea
ADN Cuba, 8 de abril de 2023.
Ilustración de Armando Tejuca.

lunes, 23 de octubre de 2023

El general y la muerte


A Fidel Castro le gustaba tener a la muerte lejos. Fue un tipo vitalista, eléctrico, que sólo aludió a la muerte para marcar su frontera. Pisó cementerios, mató y sostuvo urnas funerarias solamente cuando podía aprovecharse del difunto –Santamaría, Guevara, Ochoa– y vivir con más ímpetu. Por el contrario, su hermano Raúl ha sido el enterrador por excelencia del régimen. De él –el segundo hombre, el menor, el aparecido– uno siempre se pregunta cuándo morirá, y por qué mueren todos menos él.

Raúl Castro lleva semanas paseando por el otro mundo. Sepulta, honra, pone flores, saluda, medita, firma testamentos, emplea lo que le queda de esa longevidad inhumana de los gallegos y sale en unas cuantas fotografías. Felino, fruncido como una pasa, sonríe pero no habla. La mayor evidencia de que el ángel exterminador lo está buscando es la figura, siempre de negro y rozándole la espalda –como en el filme de Bergman–, de su nieto Raúl Guillermo.

La vigilia pascual celebrada por Díaz-Canel el 26 de julio es la mejor liturgia fúnebre que puede pedir Raúl. En ausencia de Fidel –aunque un desplumado Ramiro Valdés se posara a su lado–, el general pudo disfrutar de una reescritura de la historia del asalto al Moncada. Un relato donde por fin su resistencia en el cuartel sea el evento protagónico y su hermano, demasiado aferrado a la supervivencia, quede como el cobarde que ordenó la retirada.

Incluso con su torpeza habitual, dudo de que Díaz-Canel haya brillado más ante su mentor que durante esa madrugada en Santiago de Cuba. Él, tan desprovisto de trucos, aprovechó el amanecer y se puso una extraña camisa clerical. Evocó a Santiago Matamoros y a la Virgen de la Caridad en versión belicosa, adaptados a la imaginería comunista.

Complació al viejo, no hay duda. Pero también le recordó que va a morir y que todos los que alguna vez lo acompañaron en los días de aburrimiento y de oficina, en las conspiraciones y fusilamientos, en las cenas de gala y los actos y los discursos, ya lo esperan en esa necrópolis que él mismo construyó en las montañas de Oriente. El panteón del Segundo Frente, lejos del tótem turístico de Fidel Castro, es más apropiado para un sujeto que hasta el final quiso tramar –no diré que con éxito– su propia ficción.

Los vivos, sin embargo, son las piezas del juego de Raúl, no las que hubiera querido Fidel. ¿Pero qué pueden importarle ya los vivos al general? La prole de los Castro es un chiste: unos hijos con poco calibre político, una tribu de nietos malcriados y corruptos, y payasos marginales –como Fidel Castro Smirnov– que mendigan un rincón en la historia, no su absolución. Cuando muera Raúl no acabará el régimen cubano, pero sí el castrismo como visión del mundo.

El único vivo digno de su herencia fue enterrado, hace unos días, por el propio general. Que López-Calleja, el Richelieu cubano, tenga su nicho debajo –pero en la misma piedra– del antiguo ministro de las Fuerzas Armadas, Casas Regueiro, es la última advertencia en clave de Raúl: todos, incluso los hombres de verdadero poder, los que llevan el dinero, los que lanzan discursos y los que administran, deben recordar que Cuba responde primero al militar, al hombre fuerte, al caudillo. Esa tensión que empezó en las guerras de independencia y contra la que reaccionó Martí –"un pueblo no se funda, general, como se manda un campamento"–, la resolvieron a su favor Batista y Castro. En la tumba de su ex yerno, Raúl deja grabada esa última profesión de fe en el látigo.

El general, de educación tan jesuítica como la de Fidel, tiene que haberse preguntado en estos días si es verdad lo que le dijeron los curas en el colegio de Dolores. Descartados el paraíso y el purgatorio, ¿quedará el infierno de todos tan temido? Quizás por eso cumplió a rajatabla con la imagen del patriarca familiar, quizás por eso es amigo del Papa y consideró –como Franco o Pinochet– limpiar un poco la conciencia yendo a misa.

Una divertida hipótesis que circula desde hace al menos dos años dice que Raúl Castro está muerto. El hombre que camina junto a Díaz-Canel sería apenas una sombra o doppelgänger. El doble de la ficción que apuntala el precario liderazgo del presidente y lo mantiene –por poco tiempo– a salvo de los demás tiburones.

Yo no lo creo. Detrás de la piel llena de surcos y pliegues, los huesos menudos y el uniforme marcial, hay una expresión de genuina angustia. Es la cara del viejo Raúl Modesto, el sepulturero de la Revolución. El mismo que escribió en su diario, a los 27 años, su método para enfrentar a los rivales: "Irlos engañando con astucia, como la que hasta ahora hemos empleado, explotando incluso la mística de la leyenda y aparentando un poderío que en realidad no tenemos".

Xavier Carbonell
Texto y foto: 14ymedio, 30 de julio de 2023.

lunes, 16 de octubre de 2023

Represión, lo que mejor funciona en Cuba

Cada vez es más difícil hacer periodismo independiente y activismo opositor en la Isla porque el acoso sistemático de la Seguridad del Estado ha provocado una oleada migratoria de disidentes que huyen de la represión o de una probable sanción penal.

En sus cinco años de mandato, Miguel Díaz-Canel no ha sabido encontrar soluciones a la profunda crisis económica y estructural del anacrónico modelo comunista en Cuba, donde todos los rubros productivos decrecen y los servicios básicos están en quiebra, pero ha sido efectivo en desmantelar la oposición y el periodismo sin mordaza.

Ni siquiera Fidel Castro, quien en la Primavera Negra de 2003 encarceló a 75 opositores pacíficos, pudo silenciar la disidencia y la prensa sin mordaza. Cuatro años después de aquella razia represiva, los reporteros Juan González Febles y Luis Cino comenzaron a imprimir en La Habana Primavera Digital, un periódico abiertamente anticastrista. Y Yoani Sánchez organizó una blogosfera contestataria. Después, Yoani y su esposo Reinaldo Escobar fundaron 14ymedio, convirtiéndose en precursores de un nuevo tipo de periodismo digital hecho en Cuba.

Simultáneamente, se incorporaron jóvenes intelectuales y artistas disidentes como Antonio Rodiles, Claudio Fuentes, Lía Villares, Claudia Cadelo, Gorki Águila y Omni Zona Franca, entre otros, que renovaron la oposición local. Un grupo de abogados liderados por Laritza Diversent y Julio Ferrer, se sumaron a juristas fundadores de la Corriente Agramontista, como René Gómez Manzano. Los abogados al margen del control estatal trazaron una estrategia que permitió combatir al régimen con el uso de sus propias leyes. También, abrieron oficinas de asesoría legal gratuita para los ciudadanos y marcaron un precedente al participar en foros internacionales donde denunciaban a la dictadura.

Diversent y otros abogados diseñaron una metodología que posibilitó que las flagrantes violaciones de los derechos humanos del castrismo se escuchara en tribunas foráneas. Todo ello contribuyó a que la disidencia se diversificara y surgieran espacios dentro de una incipiente sociedad civil autónoma. La comunidad LGBTI, cineastas y artistas descontentos con el gobierno igualmente reclamaron una apertura democrática.

El periodismo independiente se fortaleció. Una camada de excelentes periodistas recién graduados de la Universidad de La Habana como Elaine Díaz, Carlos Manuel Álvarez, Abraham Jiménez, Mónica Baró, Darcy Borrero y José Jasán Nieves elevaron la calidad del gremio. Nacieron varios medios digitales como Periodismo de Barrio, El Toque y El Estornudo, entre otros.

Contrario al pensamiento único del régimen, en la oposición hubo espacio para todos. Desde el veterano socialdemócrata Manuel Cuesta Morúa y un liberal como Antonio Rodiles hasta un neo comunista al estilo de Harold Cárdenas. La profesora universitaria Alina Bárbara López, el escritor y humorista Jorge Fernández Era y los estudiantes universitarios Leonardo Romero Negrín y Alexander Hall defendían, y defienden, la tesis de un socialismo democrático y plural.

En medio de la represión y el acoso, que nunca se detuvo, llegué a tener una red de personas que utilizaba de fuentes en temas como la prostitución, las drogas, la corrupción institucional y los incipientes carteles mafiosos que se fueron perfilando en turismo y comercio interior.

Existían comunicadores y periodistas alternativos por todo el país, que cuando viajabas a hacer un reportaje en alguna provincia, te acogían en sus casas. La vez que realicé una cobertura informativa en el oriente de la isla, Rolando Rodríguez Lobaina, fundador de la Alianza Democrática Oriental y director de Palenque Visión, agencia de audiovisuales que llegó a tener casi 200 personas, me ofreció alojamiento y comida en su domicilio de Guantánamo.

Aunque las detenciones arbitrarias y las amenazas de cárcel de la policía política continuaban, colegas de la prensa independiente habíamos creado mecanismos que burlaban la censura informativa. Todo eso cambio a partir del verano de 2019. Se recrudeció la represión y decenas de activistas y periodistas fueron forzados al exilio. Era un ultimátum: emigración o cárcel.

Una dictadura incapaz de producir alimentos, que no ha podido evitar el deterioro de sectores que eran el orgullo de Fidel Castro como la educación y salud pública, donde casi un 10 por ciento de la población ha emigrado en la última década, ha sido eficaz en desmontar la oposición y acallar a quienes opinan diferente dentro de Cuba.

El país es un manicomio. La gente sobrevive como puede. Pero al Departamento de Seguridad del Estado no le faltan recursos ni financiación. Su capacidad operativa para amedrentar a la población sigue intacta. Los actuales oficiales de la policía política tienen una preparación deficiente. Es fácil pisotearlos intelectualmente en un debate serio. Pero el régimen cuenta con una aceitada maquinaria jurídica y represiva que todavía infunde miedo a muchos ciudadanos, disidentes o no.

Y los cubanos no tienen vocación de héroe ni madera de mártir. Ante la posibilidad de una sanción penal, la opción es emigrar. Ha habido casos de disidentes y periodistas independientes que han renunciado a su labor contestataria por las presiones de los servicios especiales.

Otros como Luis Manuel Otero, en huelga de hambre, Maykel Osorbo, que se cosió la boca en señal de protesta, José Daniel Ferrer, Lázaro Yuri Valle Roca, Félix Navarro y su hija Sahily, son seis de los más de mil prisioneros políticos que cumplen injustas sanciones penales.

El periodismo independiente está en mínimos, igual que la disidencia, que nunca tuvo poder de convocatoria entre la población, debido a que la Seguridad del Estado se encargó de dinamitar los puentes y aislar a los ciudadanos de los opositores, valiéndose de diversos métodos. No solo expulsaban del trabajo a un disidente también presionaban a familiares y amigos para que rompieran relaciones con ellos.

La periodista Camila Acosta es un buen ejemplo de esa táctica de tierra arrasada que utiliza la policía política. Intentaron dividir a sus padres, abuelos y amigos con descalificaciones y mentiras. Han tratado de asesinar su reputación. Recientemente, la televisión estatal la calificó de ‘terrorista’. Su único delito: escribir sin mandato.

Los próximos años se vislumbran muy duros para la disidencia interna. Los que emigran ni siquiera pueden acceder a programas de refugiados políticos. El de la Embajada de Estados Unidos no está funcionando desde 2016 a raíz de los presuntos ataques sónicos a sus diplomáticos en La Habana. Tampoco funciona el programa de cursos y becas que beneficie a hijos y nietos de opositores. Y las embajadas occidentales son tan rigurosas en sus requisitos para aprobar el estatus de refugiado político, que los disidentes forzados al exilio optan por la emigración irregular.

La buena noticia es que en los últimos dos años hay una revolución ciudadana en marcha en Cuba que ha desplazado a la oposición tradicional. El descontento popular, debido a la pésima gestión gubernamental y los deseos de un cambio democrático se han convertido en un reclamo de los cubanos de a pie.

La mayoría de los nuevos presos políticos no eran activistas ni opositores. Eran estudiantes, profesionales y trabajadores cansados de vivir en la pobreza, con una sola comida al día y un futuro rodeado de signos de interrogación. Tampoco sus familiares eran opositores.

Cada año que pasa la longeva autocracia verde olivo es más torpe. El sistema no funciona. Está roto. A golpe de represión pueden encarcelar y estimular la emigración de cientos de miles de cubanos. Pero la vida es un ciclo. Y tarde más o menos, el final siempre llega.

Iván García
Foto: El periodista independiente Boris González Arenas, arrestado durante una manifestación de apoyo al movimiento LGBTI realizada en La Habana el 11 de mayo de 2019. Tomada de Martí Noticias.

lunes, 9 de octubre de 2023

Antes de 1959, los cubanos comíamos pescado a menudo


"En 1958, Cuba era el país de América Latina con mayor consumo de pescado per cápita, y así lo muestran las estadísticas de la FAO", escribe Roberto Álvarez Quiñones en Diario de Cuba. A los cubanos menores de 60 años residentes en la isla les puede parecer exagerada esa afirmación del periodista. Es que ellos nacieron y crecieron comiendo los 'inventos alimentarios' que el castrismo vendía (a partir de marzo de 1962, con la 'libreta de racionamiento' en todos los núcleos familiares desde San Antonio a Maisí).

Pongo el ejemplo de mi casa. Mis padres no eran muy amantes del pescado ni del marisco como en otros hogares de La Habana, donde vivíamos. Así y todo, una vez a la semana mi madre iba a la Plaza, como en el barrio le decíamos al Mercado Único de Cuatro Caminos, y en una de las muchas tarimas de chinos que vendían pescados y mariscos frescos, compraba parguitos, que el dependiente limpiaba. Ya en la casa, como no teníamos refrigerador, mi madre le echaba sal y limón, lo pasaba por harina y lo freía en aceite de oliva (Carbonell era la marca más popular).

El otro plato de pescado que por lo menos una vez al mes comíamos era el bacalao a la vizcaína (en la bodega de la esquina, se compraba un pedazo de una penca de bacalao seco de Noruega). Y una o dos veces al mes comíamos camarones, también comprados frescos en la Plaza y que ella hacía enchilados (sin picante) o con arroz. También comíamos sardinas de lata, en aceite o con tomate, de España, Portugal o Marruecos.

Mi padre, barbero y guardaespalda, de 6 pies y 200 libras, decía que los 'guapos' no tomaban sopa. Pero a mi madre, de origen campesino, le encantaba la sopa y dos o tres veces a la semana la hacía, de carne de res o de pollo. De vez en cuando, ajíaco, con carne de cerdo, yuca, boniato, malanga, calabaza y maíz, en mazorca o en bolitas.

Atún, bonito, aguja, sierra y serrucho o arroz con pescado solía comerlo en casa de algún familiar o vecino, igual que la sopa de pescado con cabeza de cherna. El pargo asado en el horno me encantaba y donde siempre lo comí fue en casa de Lucrecia López, la que sale conmigo en esta foto.

Escabeche de pescado, langosta grillé y cangrejo enchilado comí en casa de mi tía Candita cuando ella y su marido, el gallego Elías, trabajaban como encargados en edificios de la Habana Vieja y el Vedado. Candita cocinaba lo que yo en mi niñez consideraba exquisiteces: carne de cerdo asada con ciruelas pasas, carne de res mechada con jamón, croquetas de jamón y pie de manzana. Lo que sí menudo compraba en el puesto de los chinos, en Romay y Zequeira, eran frituras de bacalao y majúas fritas. Un pan con minuta de pescado costaba 0.10 centavos y lo vendían en el timbiriche que había en Monte y Fernandina, donde también podías comer frita (0.10 centavos), pan con tortilla (0.10 centavos), perro caliente (0.15 centavos) y pan con bistec que era lo más caro (0.20 centavos).

En mi barrio, muchas familias comían otras variedades de pescado como la rabirrubia y la liseta. Y los más pobres, con solo seis centavos, en la bodega adquirían una libra de camarones secos y hacían un arroz o con tomate preparaban una salsa con los camarones secos y se la echaban a la harina de maíz. Aunque en Cuba lo vendían, en mi niñez nunca comí arenque, salmón, ostiones, anchoas, almejas, berberechos...

"Siendo Cuba una isla tropical, rodeada de archipiélagos y corales capaces de mantener una abundante fauna marina, fueron el pescado y los mariscos ingredientes significativos en los platos de la cocina cubana. No se limitaba la pesca a las aguas de poca profundidad, muchas veces la mesa era servida con algún pescado de mar abierto. Aunque no del gusto de todos, también en ciertas casas se consumían conservas y pescados importados, con cierta preferencia por aquellos de los mares del norte", se lee en una página dedicada a recetas de pescados en la cocina tradicional cubana.

Tania Quintero

lunes, 2 de octubre de 2023

"El gobierno cubano se burla del pueblo"

Pasadas las once de la noche, la Avenida Acosta, en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana, está desierta. Los dueños de pizzerías y cafeterías cierran sus negocios por la ausencia de clientes y el temor a la violencia que se ha destapado en la ciudad.

Hace ocho años, a raíz del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, proliferaban los negocios particulares en la zona. En una franja de un kilómetros y medio, desde Acosta y Porvenir hasta Mayía Rodríguez, funcionaban once paladares, más de veinte pequeñas cafeterías de entrepanes y comida criolla, ocho pizzerías, puestos de ventas de helados, panes, confituras y kioscos de toldos brillantes que ofertaban pollo frito acompañado de papas o boniato a la juliana.

A pesar de estar alejado del Vedado y el centro de la capital, había mucha movida nocturna en La Víbora. Era habitual encontrar bares privados a tope por la madrugada. Pero la estrategia de Obama de negociar con la dictadura caribeña e impulsar los contactos con emprendedores privados intimidó al régimen cubano. El régimen deseaba, y desea, negocios con los ‘yanquis’, pero con empresas estatales o militares y controlando cada detalle de las tímidas reformas económicas.

Los Castro, quienes gobiernan la Isla hace 64 años, se sintieron amenazados y tiraron del freno de mano. Con la muerte de Fidel y la presunta jubilación política de su hermano Raúl, llegó al poder una camada de dóciles y mediocres funcionarios del partido comunista educados en cumplir las órdenes de sus superiores.

En Cuba, todas las decisiones de Estado las tomaban los Castro, ya fuera para aprobar el presupuesto nacional, planificar una zafra azucarera o cualquier estrategia de política exterior. Y de su séquito de confianza, solamente Ramiro Valdés, Machado Ventura y el ex guerrillero Guillermo García que sin ocupar ningún cargo tiene más poder real que un ministro, cuentan con cierta autonomía.

El resto de los dirigentes han sido meras marionetas que Fidel Castro siempre premió más por su lealtad que por su talento. Cuando llegó Miguel Díaz-Canel al poder, elegido a dedo por Raúl, ya el espejismo de apertura había sufrido un retroceso. La dictadura había machado con absurdas normas legales y elevados impuestos a los emprendedores privados. Los negocios, sobre todo aquellos ubicados lejos de las rutas turísticas habaneras o fuera de la capital, comenzaron a menguar.

Después, el presidente Donald Trump aplicaría más de 240 medidas que afectaron a GAESA, un holding de empresas militares que es un poder paralelo en la Isla y controla el 95% de las divisas que entran al país. El agravamiento de la crisis sistémica y la llegada del Covid-19 fue una tormenta perfecta. Todos los rubros productivos del país cayeron en picada.

La incompetencia del gobierno de Díaz-Canel quedó en evidencia ante el pueblo. La estrategia para enfrentar la pandemia fue desastrosa. La cifra real de fallecido, según expertos, superó los 55 mil. Las medidas para intentar frenar la imparable inflación y bestial crisis económica han sido fallidas. Cuba es un velero a la deriva sin piloto. Va hacía donde lo mueva el viento.

La Tarea Ordenamiento, para fortalecer la moneda nacional y supuestamente mejorar los deprimidos salarios estatales, fue un sonado fracaso. Los servicios básicos apenas funcionan. Comer arroz, frijoles negros y un bisté de cerdo se ha convertido en un lujo para el 75 por ciento de la población. Siete de cada diez cubanos desayuna un buche de café ligado con chícharos y hace una comida al día.

Si hace dos años, al comenzar la Tarea Ordenamiento, un cirujano de nivel, como Rogelio, 55 años, devengaba un salario de 6 mil pesos, equivalente entonces a 250 dólares, ahora ese sueldo representa 27 dólares en el canje en el mercado informal.

“El poder adquisitivo de mi salario se ha devaluado en 223 dólares. Y el precio del transporte y los alimentos se han multiplicado entre cinco y diez veces. En 2021, una libra de frijol negro costaba 40 pesos, ahora ronda los 300 pesos. El arroz valía 20 pesos la libra, actualmente 200 pesos. Un cartón de huevos se conseguía en 400 pesos, en estos momentos no baja de 1,800 pesos. Y la carne de cerdo de 60 pesos la libra, subió a 450 o 500 pesos la libra. Es un drama comer. Por muchas cuentas que saques el dinero no alcanza. Demasiado buenos somos los cubanos, que no hacemos una huelga general hasta que esos ineptos renuncien o se larguen del país. En esta vida miserable que llevamos pedirle a la gente más sacrificios es una falta de respeto. Encima, soportar que un funcionario como Jorge Luis Tapia, con modales de matón presidiario, diga quienes quieran comer pescado hagan un estanque y críen peces. Sin palabras. El gobierno se burla del pueblo”, opina el cirujano.

Luego de recorrer una feria agropecuaria estatal en la Plaza Roja de La Víbora y ver los precios, Cristina, jubilada, comenta: “Una ristra de ajos cuesta mil pesos, una ristra de cebolla mil trescientos y un aguacate verde y pequeño 90 pesos. El gobierno quiere meter presos a los particulares por precios excesivos, cuando los primeros que ponen precios abusivos son ellos. ¿Con 1,500 mil pesos puede vivir un jubilado?”.

Sergio, dueño de una MIPYME, considera que “los ataques del gobierno a los negocios privados, queriéndolos culpar de la inflación y altos precios, es una historia que se repite. Culpar a los emprendedores por el desastre que el Estado no ha sabido gestionar en 64 años es de un gran cinismo. Gracias a las MIPYMES un segmento de la población puede comprar cosas que hace años el comercio estatal no vende".

Los precios son caros, pero más baratos que en las tiendas MLC reconoce Sergio y confiesa: "Yo no tengo la culpa que el Estado pague salarios de miseria. Algunos diputados hablaron de decomisar o cerrar negocios que no bajen los precios. El descaro de esta gente (el régimen) no tiene nombre. Nos quieren acusar de ilegalidad por comprar dólares en el mercado informal. Si no lo hacemos ¿cómo se reaprovisionan los negocios? En cualquier otro país el banco te vende divisas. En Cuba todo es a pulmón. No han pasado dos años de las primeras MIPYMES y ya nos quieren meter miedo. Pero con las que son gestionadas por parientes de funcionarios del partido o militares retirados no se meten”.

Un taxista privado piensa que esa actitud era esperada, porque "es un gobierno que no tiene un ápice de autocritica, que jamás ha pedido una disculpa pública a los que un día llamaron 'gusanos' ni a los homosexuales que metieron presos. El desastre económico lo han provocado ellos. Siempre es más fácil descargar la culpa en otros”.

A Yoan, 26 años, le da igual lo que diga Jorge Luis Tapia o Esteban Lazo. "En Cuba los dirigentes siempre han despreciado a la población y por eso no se siente representada por esos diputados pendejos que no dicen la verdad. Ese parlamento es una opereta. La gente aquí está pa'buscarse cuatro pesos pa’ comer o cuadrar un parole pa’ la yuma. El partido comunista debería ser prohibido, como hicieron con el nazismo”.

La insolente propaganda del régimen, el método de gobernar a golpe de ucases y no escuchar al pueblo, ha generado una profunda antipatía hacia las instituciones del Estado por parte de un segmento amplio de cubanos. Esa frustración ciudadana puede estallar en cualquier momento.

Iván García
Foto: Campesinos tratan de coger peces en las aguas de un sembrado de arroz en Pinar del Río. Tomada de Martí Noticias.