Las primeras farmacias de que se tiene conocimiento surgieron hace más de 4.000 años en Mesopotamia (sobre todo en Babilonia), China, Egipto y la India, con pomadas, lociones, cataplasmas, enemas, infusiones, vinos, emplastos, y otros preparados medicinales rudimentarios. Luego en la Edad Media, en el siglo XIII, nació ya la farmacia moderna cuando se separaron la profesión de farmacéutico y la de médico, y se dejó a un lado lo mágico, las supersticiones, los curanderos y los brujos. En 1221 los frailes dominicos crearon la Farmacia de Santa María Novella, primera farmacia de Europa, en Florencia, Italia.
Y desde sus primitivos inicios hace milenios hasta hoy las farmacias en todo el planeta han sido y son privadas, con la excepción de los países comunistas entre 1917 y 1991, y hoy en los dos actuales sobrevivientes de ese aberrante sistema económico, Cuba y Corea del Norte. En Cuba las 3.000 farmacias existentes son del Estado, que encima está en la quiebra financiera y no tiene dinero suficiente ni para producir, ni para importar medicamentos.
Por eso en la Isla de cada diez medicamentos imprescindibles, ¡faltan siete! Y no es una exageración "contrarrevolucionaria", lo adminite el mismísimo ministro de Salud Pública de la "potencia médica" (¿se acuerdan?), José Portal Miranda, quien informó en la Asamblea Nacional que Cuba carece del 70% de los medicamentos básicos que necesitan los pacientes. ¿Cuántos faltarán dentro de cinco o seis meses?
Además, el verdadero faltante puede que sea hasta de un 75%, si tenemos en cuenta la cultura castrista de manipular las estadísticas cubanas oficiales por razones políticas. El déficit nacional, dijo el ministro, "se concentra casi por entero en los medicamentos que se venden en las farmacias con tarjeta de control, que incluyen un 80% de las medicinas del cuadro básico". Es decir, son medicinas para pacientes con serias enfermedades crónicas.
Esas tarjetas de control son las cartillas de racionamiento de medicamentos, las "libretas" de Salud Pública. Con ella, con el carnet de identidad, y repleto de paciencia para hacer la cola, el paciente va a la farmacia en la que le "toca" (está obligado) adquirir la medicina. Allí le revisan el certificado médico y muchas veces se la niegan, le dicen que vaya a su doctor para que certifique que sigue necesitando esa medicina.
El ministro Portal Miranda precisó que, de los 651 medicamentos que se venden en las farmacias, ¡faltan 359! Y que los 292 restantes no están disponibles todo el tiempo, pues hay baches intermitentes (cada vez más prolongados). Un detalle clave. Los fármacos por la "libreta" no existentes ahora incluyen muchos de los más necesarios para enfermos crónicos, como los antihipertensivos, ansiolíticos, hipoglicemiantes, broncodilatadores y los neurolépticos o antipsicóticos.
No es posible que haya hoy en ningún otro país en el mundo con las farmacias vacías. Las cubanas ya no tienen ni aspirinas. Son asombrosas, patéticas y tristes las fotos recientes de cualquier farmacia cubana con sus estantes vacíos. En tanto, los que gobiernan el país se dedican a agravar esta crisis. Ninguno se pregunta cuántas personas en Cuba fallecen o empeoran fatalmente de sus padecimientos por falta de medicamentos indispensables.
Y pongo un hipotético ejemplo: Julián tiene 52 años y trabaja en una agencia bancaria en Mayarí, Holguín, no tiene familiares en el extranjero. Padece de severa y persistente hipertensión arterial, pero se le acabó el medicamento que necesita y en la farmacia que le corresponde adquirirlo con su "libreta" médica no se recibe hace dos meses. Sufre entonces un derrame cerebral y muere en su casa. ¿Habría fallecido Julián si las farmacias cubanas fuesen privadas?
Porque ahí está el detalle, que las farmacias no pueden seguir siendo del Estado. Lo indignante es que la cúpula dictatorial lo sabe, como sabe también que el modelo económico socialista no funciona. Pero no cede espacio al sector privado porque teme que se le vaya de las manos y perder el poder político. Una muestra de que el régimen es consciente de la gravedad de la crisis de medicamentos es que autoriza a los viajeros la entrada al país de medicinas sin pagar nada por ellas en las aduanas, y sin importar el exceso de peso del bulto importado.
Por supuesto, eso ha aumentado el comercio subrepticio de medicamentos, que ya constituye el incipiente embrión de la futura red de farmacias privadas que habrá en el postcastrismo. Pero lo hace con mucho riesgo, esquivando policías, esbirros-inspectores. Y así salva vidas y cura enfermos, al proveerles los medicamentos que no existen en las farmacias, hospitales ni policlínicos.
Ya hay no pocas "farmacias particulares", así llamadas por la población. Todas underground, sumergidas en la clandestinidad. El ¿general? Castro II, cual perro del hortelano, ni suministra medicinas, ni permite que nadie más lo haga. Hostiga, multa o encarcela, a los pequeños comerciantes farmacéuticos privados que cubren el dramático vacío que deja la absurda farmacia estatal.
Y hay algo muy importante. Hoy la mayoría de las medicinas más necesarias a las que tienen acceso los cubanos tienen dos fuentes básicas: 1) paquetes con medicinas enviados a la Isla, o maletas y bultos que llevan personalmente los cubanos que viajan y regresan a Cuba, las "mulas", y otros viajeros; 2) las que se roban en los hospitales, farmacias, policlínicos, puertos, aeropuertos, almacenes, etc. Los trabajadores que roban medicamentos lo hacen sin remordimiento alguno, pues son testigos de cómo los roban sus jefes, los dirigentes políticos y gubernamentales. A ninguno de esos oligarcas comunistas, ni a sus familias y amistades más allegadas, les falta jamás una medicina, sobre todo las más sofisticadas, por caras que sean.
Saben que esa cofradía "revolucionaria" dispone además de hospitales y clínicas exclusivos para ellos, como el CIMEQ y otro en el reparto Kohly, ambos en La Habana, equipados con todo. Y con custodia militar para evitar intrusos o prensa. Todo ello pagado con el dinero que también le roban al pueblo. Además, si el Estado lograse acabar con el comercio privado de medicamentos no habría por ello más cantidad de estos en farmacias y hospitales, y sí más enfermos morirían o se agravarían, mientras que oligarquía dictatorial tendría más medicamentos a su disposición.
Pero lo más importante es que los comerciantes furtivos de medicamentos, o "revendedores", como los califica el régimen son consecuencia del estatismo comunista y no la causa de escasez de medicinas. Que Castro II, Díaz-Canel o Manuel Marrero respondan esta simple pregunta: ¿Había en Cuba antes de 1959 revendedores clandestinos y escasez inaudita de medicamentos fundamentales?
Y que no repitan que muchos pobres antes no las podían comprar, porque si hace 66 años el índice de pobreza en Cuba era uno de los más bajos de Latinoamérica según el Banco Mundial (BM), hoy es el más alto de la región, si se excluye Haití, tal como afirma también el BM. Es el socialismo hambreador el que ha creado una red farmacéutica privada "fuera de la ley".
Como es lógico, esos abastecedores furtivos de medicinas, luego de cubrir las necesidades de familiares y amistades, venden el resto a precios a los cuales añaden un cargo extra por el riesgo que corren de ser castigados con multas exorbitantes o de ir a prisión. Basta también ya de que la mafia gobernante se burle de los cubanos y del mundo con la falacia de que el "bloqueo yanqui" es la causa del déficit de medicamentos. En el planeta hay otros 194 países con los cuales Cuba puede comerciar libremente, incluyendo seis de los mayores fabricantes mundiales de medicamentos y productos para elaborarlos: China, Alemania, Japón, Alemania, Irlanda y la India, países con los cuales el castrismo tiene excelentes relaciones.
No solo eso, la Ley Helms-Burton no solo permite esas ventas a la Isla, sino que autorizaría exportaciones de grandes volúmenes de medicamentos a Cuba si las farmacias fuesen privadas, como en todo país normal desde los tiempos del célebre rey babilonio Nabucodonosor.
Roberto Álvarez Quiñones
Texto y foto: Diario de Cuba.
Texto y foto: Diario de Cuba.