lunes, 27 de mayo de 2019

Aquellos tiempos grises que no debemos olvidar



El llamado Quinquenio Gris duró mucho más de cinco años. No concluyó, como pretenden algunos, en 1976, cuando el Consejo Nacional de Cultura fue reemplazado por el Ministerio de Cultura: la grisura no se empezó a disipar hasta los primeros años 80.

Tampoco se inició en 1971, con el Congreso de Educación y Cultura y el Caso Padilla. Ya antes se avizoraba la oscuridad que vendría. Aun antes de que en 1968 se iniciara la ordalía contra Heberto Padilla y Antón Arrufat; antes de que empezara a disparar inmisericordemente contra los escritores, desde las páginas de Verde Olivo, la revista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, aquel ectoplasma estalinista que firmaba Leopoldo Ávila y que todavía no se sabe a ciencia cierta si era en realidad el teniente Luis Pavón, José Antonio Portuondo o ambos a dúo.

Seis años antes de que el teniente Armando Quesada ordenara quemar los muñecos del Guiñol Nacional, y de que una extremista recalcitrante y obtusa como Magaly Muguercia se creyera capacitada para decidir que el teatro cubano tenía que ser obligatoriamente “una expresión socialista”, tan temprano como 1965, ya otros personajes, imbuidos de “fervor revolucionario”, se erigían en inquisidores hasta extremos que resultarían risibles si no fuesen monstruosos.

Fue el caso, por ejemplo, del escritor y folklorista Samuel Feijóo. El 15 de abril de 1965, para ponerse a tono con las UMAP y aquel comunicado de la Unión de Jóvenes Comunistas que chillaba, “¡Fuera los homosexuales y los contrarrevolucionarios de nuestros planteles”, el autor de “Juan Quinquín en Pueblo Mocho” publicó en el periódico El Mundo un comentario titulado “Revolución y vicios”, una preciosura rabiosamente homofóbica de la cual citaré unos fragmentos que no tienen desperdicio.

Decía Feijóo: “Este país virilísimo, con su ejército de hombres, no debe ni puede ser expresado por escritores y artistas homosexuales. Porque ningún homosexual representa la Revolución, que es un asunto de varones, de puño y no de plumas, de coraje y no de temblequeras, de entereza y no de intrigas, de valor creador y no de sorpresas merengosas. Porque la literatura de los homosexuales refleja sus naturalezas epicénicas, al decir de Raúl Roa. Y la literatura revolucionaria verdadera no es ni será jamás escrita por sodomitas”.

Y continuaba más adelante: “No se trata de perseguir homosexuales, sino de destruir sus posiciones, sus procedimientos, su influencia. Higiene social revolucionaria se llama eso. Habrá de erradicárseles de sus puntos clave en el frente del arte y de la literatura revolucionaria. Si perdemos por ello un conjunto de danza, nos quedamos sin el conjunto de danza enfermo. Si perdemos un exquisito de la literatura, más limpio queda el aire. Así nos sentiremos más sanos mientras creamos nuevos cuadros viriles surgidos de un pueblo valiente”.

El pedido de Samuel Feijóo sería complacido con creces, con la depuración no solo de los homosexuales, sino también de los religiosos, los aburguesados, los melenudos (“enfermitos” y “elvispreslianos” los llamaba el Máximo Líder) y todo aquel sospechoso de “problemas ideológicos”. Como el mismo Feijóo, al que no dudaron en echar a cajas destempladas de la Universidad de Las Villas.

La cacería de brujas, que se inició a mediados de los 60, alcanzaría su clímax a partir de 1971. Todavía duraba en los días del éxodo de Mariel, en 1980. Desde entonces ha llovido mucho. Y sobre lo mojado. Algunas cosas han cambiado un poco, y otras, la mayoría, no tanto.

Molestará que escarbe en las grisuras y negruras a esos con el Síndrome de Estocolmo que han decidido olvidar y perdonar “los errores” y horrores del pasado, especialmente algún que otro Premio Nacional de Literatura y homenajeado en las ferias del libro.

Preferirán no recordar la parametración, y aquellos telegramas que los citaban a una oficina en la Quinta Avenida de Miramar, donde tenían que hacerse “una autocrítica” ante la Comisión de Evaluación del Consejo Nacional de Cultura, presidida por el teniente Armando Quesada, que en vista de los “errores confesados” y su “falta de idoneidad”, planilla mediante, les aplicarían la Resolución 3, y para darles una oportunidad de reivindicarse y de que no los agarrara la Ley de la Vagancia, los enviarían a trabajar a la construcción, a una fundición, como sepultureros o a empaquetar libros y revistas en una biblioteca municipal.

Preferirán obviar que hubo quienes fueron a parar a la cárcel. Como Pepe Camejo, el más importante de los titiriteros cubanos, o el escritor René Ariza, a quien condenaron a ocho años de encierro.

A los olvidadizos y magnánimos perdonadores de los inquisidores de ayer les puede molestar que un majadero hurgue en las llagas, que reviva los malos recuerdos, pero se hace muy oportuno volver sobre este tema, hoy que el decreto 349 amenaza con devolvernos a los candados, las prohibiciones y las grisuras.

Luis Cino
Cubanet, 22 de marzo de 2019.
Dibujo: El pavonato, realizado por Anna Veltfort.

lunes, 20 de mayo de 2019

"Creo que hemos llegado"



De una capital de provincia a otra, el cortejo siguió rumbo al oeste por tren hacia la ciudad de Matanzas, a unos 180 kilómetros de distancia. Tal y como ocurrió en el primer tramo, los vecinos de todos los pueblos y caseríos lo esperaban a los lados de la línea del ferrocarril con pancartas, banderas y flores. Cada vez que divisaba un grupo de niños, el presidente electo Tomás Estrada Palma, hacía parar el tren y se bajaba a saludarlos. Finalmente, tarde en la noche del 9 de mayo, llegaron a Matanzas. El viaje había durado más de 12 horas.

El 10 de mayo, en Matanzas, tuvo lugar la misma demostración de afecto y entusiasmo por el nuevo presidente. En uno de sus discursos en esa ciudad, Don Tomás afirmó una vez más algo que había dicho muchas veces antes: era su intención expandir y mejorar la educación primaria, y hacerla una prioridad de su administración.

A la una de la madrugada del 11 de mayo, abordó el vapor Julia para la última etapa de su viaje. Bordeando la costa, el barco enfiló hacia la apoteosis que lo estaba esperando en La Habana. Tropas estadounidenses todavía estaban en la capital, pero se preparaban para el cambio.

Al nivel de Cojímar, a 8 kilómetros al este de La Habana, el Julia entró en una especie de canal formado por dos líneas de barcos, yates y remolcadores decorados con banderines. Por orden del general Leonard Wood, el saliente gobernador norteamericano, cuando el Julia fue divisado por vigías en el Castillo del Morro a eso de las 7 de la mañana, por primera vez, en honor al presidente Estrada Palma, la bandera cubana fue izada temporalmente en la fortaleza. Un bullicio de alegría se propagó por la multitud que había estado esperando en el Malecón, a la entrada del puerto habanero desde muy temprano.

El día había amanecido soleado y brillante, con una agradable temperatura. A las 8 y 45, el Julia dobló por el Morro y entró en la boca del puerto. Lanchas, barquitos de vela, barcos de pesca, remolcadores, todos llenos de público, rodeaban al Julia sonando cualquier bocina, sirena o silbato que tuvieran. Las tripulaciones de los barcos USS Kanawha y USS Dixie, fondeados en la bahía, estaban paradas en formación en cubierta.

Los restos del Maine todavía podían verse. Las campanas de todas las iglesias de La Habana empezaron a repicar y explosiones de fuegos artificiales venían de todas direcciones, en medio del bullicio de voces humanas. El Julia atracó en el Muelle de la Luz en el cual se había erigido un estrado donde esperaban los dignatarios.

El Muelle de la Luz, vale recordar, se ha mantenido activo por más de cien años como punto de embarcación de las lanchas que van a los pueblos de Regla y Casablanca, al otro lado de la bahía. En nuestros tiempos, más de una vez, estas lanchas han sido secuestradas por cubanos desesperados, tratando de escapar de la tiranía de Fidel Castro, como ocurrió el 2 de abril de 2003, cuando una de estas lanchas que trataba de escapar con una veintena de personas a bordo fue apresada. Los tres autores del intento de secuestro fueron ejecutados el 11 de abril, nueve días después de su arresto. Se llamaban Lorenzo Enrique Copello Castillo (32 años), Bárbaro Leodán Sevilla García (22 años) y Jorge Luis Martínez Isaac (40 años).

Volviendo al 11 de mayo de 1902. Después del recibimiento en el muelle por el Alcalde de La Habana, Fernando Freyre de Andrade, y por un grupo de niñas llevando banderitas de todos los países latinoamericanos, Estrada Palma y su comitiva se dirigieron al Palacio de los Capitanes Generales, en la Habana Vieja o Colonial, donde el gobernador Wood y el generalísimo Máximo Gómez, comandante en jefe del Ejército Libertador, los esperaban, rodeados de los miembros de los grupos más importantes de la nueva sociedad cubana.

Desde el 11 al 20 de mayo, Estrada Palma experimentó la presión de las "recomendaciones", "sugerencias" y "consejos" de aquellos que, por una u otra razón, se sentían merecedores de un puesto en el nuevo gobierno. Se cuenta que cuando Don Tomás se encontraba en alguna situación incómoda, hacía una tosecita que le daba tiempo a evadir una respuesta directa. Debe haber tosido más que de costumbre en esos días.

Finalmente se anunciaron los miembros del gabinete. Eran todos civiles, miembros de los dos partidos políticos existentes en aquel momento. No había ningún general ni notable "independentista" de la guerra. Por el contrario, nombres asociados con el Partido Autonomista, que preferían el acomodamiento con España, fueron escogidos, como José Nicolás Hernández, su secretario durante la Guerra de los Diez Años y su compañero de celda durante su prisión en el Castell Sant Ferran o Castillo San Fernando, en Figueres, Cataluña, que fue nombrado Jefe de Despacho. Como prisioneros de guerra de los españoles, Estrada Palma y Hernández fueron enviados a la Península, igual que a otros cubanos luchadores por la independencia, como Calixto García, encarcelado en Pamplona, Navarra. A Estrada Palma y Hernández los enviaron a un castillo que en el siglo XVIII había sido la fortaleza militar más grande construida en Europa, después reconvertido en cuartel y cárcel. Allí estuvieron desde fines de 1877 hasta mediados de 1878.

¿Habrá meditado Don Tomás sobre la significación de las honras recibidas cuando se retiró esa noche en la víspera de su inauguración? ¿Habrían sido esas honras para él, la persona que había sacrificado tantos años de su vida por la causa de Cuba Libre, o habrían sido para "el Presidente", como símbolo de la independencia de la nueva república? Solamente una mente objetiva y desapasionada podía diferenciar entre las dos. Probablemente él pensó que las dos alternativas eran ciertas y que los cubanos eran leales y agradecidos, así como felices por su liberación.

¿Se habrá acordado de la advertencia de Bartolomé Masó cuando lo visitó en Manzanillo unos días antes? Masó le dijo: "Vas a encontrar inquietudes, dolor, emboscadas, decepción, intrigas de los ambiciosos, los pérfidos y los desleales". (Estas palabras aparecen en Don Tomás: Biografía de una época, de Manuel Márquez Sterling, cuyo padre estuvo presente en la entrevista entre Estrada Palma y Bartolomé Masó en Manzanillo). Años después, cuando su gobierno estaba amenazado por una insurrección armada inspirada por el rival Partido Liberal, a Estrada Palma lo caracterizaron rodeado de un grupo de aduladores que no lo dejaba darse cuenta del peligro.

A las 12 del día del 20 de mayo, en el Salón Rojo del Palacio de los Capitanes Generales, el general Wood y sus ayudantes de uniforme de gala, y Tomás Estrada Palma y su gabinete con los presidentes del Senado y la Cámara vestidos de chaqué y corbata blanca, se encontraron en el medio del salón. Wool leyó una declaración que terminaba "y yo declaro que la ocupación de Cuba por los Estados Unidos y el gobierno militar de la Isla ha cesado". Los jueces de la Corte Suprema, Don Rafael Cruz Pérez y Don Carlos Revilla hicieron el juramento.

La bandera cubana fue izada simultáneamente en el Palacio de los Capitanes Generales; en el Castillo del Morro por el general Emilio Núñez; por un grupo de veteranos en la Fortaleza de La Cabaña, y en todas las instituciones militares y gubernamentales de Cuba. Cuentan que el general Máximo Gómez se volvió hacia el general José Miguel Gómez -que después sería el segundo presidente de la república-, y emocionado le dijo "Creo que hemos llegado". Una frase que desde entonces forma parte del vocabulario cubano.

Margarita García
Fragmento de su libro Antes de "Cuba Libre". El surgimiento del primer presidente Tomás Estrada Palma (Editorial Betania, Colección Ensayo, 2015).

Acerca de la autora.- Margarita García nació en La Habana, donde asistió al Colegio Trelles y al Ruston Academy. Después que emigrara a los Estados Unidos, estudió en la Universidad de Columbia en Nueva York, obteniendo los títulos de Bachelor of Science (BS), Master of Arts (MA) y Doctor of Philosophy (PhD), todos en Psicología Experimental. Durante 38 años trabajó como profesora en el Departamento de Psicología de la Universidad Monclair en Nueva Jersey, de la cual se retiró con el grado de Profesora Emérita. En 2004 comenzó a estudiar la vida de Tomás Estrada Palma y ha visitado los lugares donde estuvo antes de ser proclamado primer presidente de la República de Cuba, el 20 de mayo de 1902. Está casada con Guillermo Estévez y tiene una hija llamada Victoria.

Acerca del libro.- En su debut como escritora, la Dra. Margarita García ha creado un retrato del hombre antes de que éste encontrara el "oceáno de dificultades" de la presidencia -como dijo George Washington al ser elegido y que terminarían por abrumarlo. En el libro se narran antecedentes pocos conocidos de Estrada Palma antes de convertirse en el primer mandatario electo de la Isla. El texto se desarrolla a través de tres continentes, desde celdas de prisiones hasta preparación de expediciones de filibusteros e ingeniosos esquemas de recaudación de fondos. Y se muestran fotos nunca antes vistas e ilustraciones difíciles de encontrar. Es el relato íntimo de un patriota, un maestro de vocación y profesión, un revolucionario idealista, un hombre escrupulosamente honesto y un presidente testarudo.

Foto: Llegada del vapor Julia, donde viajaba Tomás Estrada Palma, al Muelle de la Luz en el puerto de La Habana, el 11 de mayo de 1902. Tomada de Hojas de prensa para la historia de Cuba. Suplemento de Memorandum Vitae.

lunes, 13 de mayo de 2019

Socialismo con guitarras rusas



El Período Especial, que estremeció el país en los años noventa del siglo pasado, no ha llegado ahora a Cuba tocando con educación en la puerta y con una tarjeta de presentación para que la gente se prepare y salga a buscar donde pueda, su salvación. No, como debe de ser, ese fenómeno devastador, hace su entrada con una sutileza escandalosa en la sociedad cubana.

Invade a rebato y con insistencia los sectores de la alimentación y la medicina, se encarga de desmontar los servicios de transportes, trabaja en la mortalidad de los viejos y, todo eso, bajo un apagón organizado por el gobierno para que la nación no se quede sin luz de una vez.

Amortiguado por el esfuerzo de los cómplices de los comunistas, como la estructura que impera en el país es débil y enfermiza, en cuanto le fallan sus proveedores y ayudantes, el Período Especial no regresa. Resurge, porque las esencias de ese fracaso, de esa derrota económica, están en las bases del socialismo. Y de una manera más acentuada en el socialismo que se quiere amenizar con guitarras rusas. Así es que, en este momento es la crisis venezolana, entre otras cosas, la que saca de sus escondrijos las cuchillas del Periodo Especial.

Un vistazo a lo que pasa hoy en Cuba enseña por cualquier zona del país colas, discusiones, broncas por algunos productos alimenticios y la situación de la electricidad, en veremos desde hace más de un año por el problema de los venezolanos, registra ya apagones en el sector residencial y se ha racionado el suministro en los consultorios de los médicos de la familia.

Los filos de esta nueva crisis que estaba adormecida comienzan a tocar directamente o a rozar todos los aspectos de la vida del cubano de la calle. Su fiebre contamina todo y cada asunto se convierte en un tema difícil, complejo, amargo y hasta peligroso. Entre otros reflejos terribles en la población, aparece el deseo constante de abandonar el territorio nacional, de salir a buscar una existencia honorable y normal en otros países con todos los peligros que implica hacer una salida ilegal por cualquier vía.

No tiene importancia el nombre rebuscado y lánguido que los gobernantes criollos le pusieron a la gran crisis de los noventa. Viene una etapa para los cubanos, sin esperanzas ni salidas coherentes y racionales, que el mismo Raúl Castro retrató en un examen de la situación de la economía de Cuba y que deja lejos y empequeñecido al Periodo Especial: “Tenemos que estar preparados para la peor variante.”

Raúl Rivero
Blog de la FNCA, 12 de abril de 2019.

lunes, 6 de mayo de 2019

Maestros cubanos intentan sobrevivir



A perro flaco todo lo que le caen son pulgas. Llamémosle Caridad, una maestra de preuniversitario que frisa los 50 años. Luego de ahorrar el equivalente a 300 dólares para reparar la destartalada cocina de su casa, el pasado 27 de enero un poderoso tornado que asoló cinco municipios habaneros le demolió parcialmente el techo de la vivienda y destrozó el televisor, electrodomésticos y otros bienes personales.

“No es fácil. Cuatro años ahorrando dinero con los repaso a mis alumnos o vendiendo ropa y después viene un tornado y tengo que empezar de nuevo. Pero otros están peor que yo. En mi escuela hay profesores de provincias que tienen que residir en albergues en condiciones deplorables. Si no fuera por las familias que ayudan a los maestros, hace rato que me hubiera dedicado a otra cosa. El magisterio en Cuba es una vergüenza. Un trabajo de indigentes”.

No siempre fue así. Rita, abuela de un estudiante de secundaria, recuerda que en sus tiempos “ser maestro era un orgullo. Ahora el gobierno critica la etapa republicana y le gusta comparar que han crecido en número de profesores y escuelas, pero en aquella época, en cualquier colegio público de La Habana los alumnos desayunaban y merendaban, los maestros tenían vocación, valoraban su profesión y eran respetados por la sociedad".

La realidad ha cambiado bastante. Hoy, muy pocos en Cuba quieren ser maestros. Octavio, un pinareño que da clases en Arroyo Naranjo, municipio de La Habana, explica que “estudió pedagogía porque desaprobé las pruebas de ingreso a la universidad donde pensaba estudiar Derecho. Entonces, para escapar del servicio militar, opté por magisterio”.

Osmara, estudiante de preuniversitario, dice que en su escuela "la mayoría de los profesores dan lástima. Se visten mal y por detrás los alumnos nos burlamos. Como sus salarios son bajos, algunos dan repasos pagados, venden pacotillas o chiclets. Son excepcionales los que dan buenas clases. Hay alumnos con más conocimientos que los maestros”.

Melissa, alumna de secundaria, comenta que “desde la escuela primaria, casi todos los maestos que he tenido son pésimos. No parecen educadores. A veces se comportan como si fueran marginales, piden que les llevemos merienda, que los padres les recarguen el celular, les regalen ropa o comida”.

Reinerio cuenta que en su instituto tecnológico, "los profesores no van a trabajar bien vestidos, como en las fotos de cuando mi mamá y mis tías iban a la escuela antes de 1959, que se veían elegantes. Y no es solo el atuendo, también el lenguaje. Hablan como si fueran aseres del barrio. Y lo peor, algunos tienen faltas de ortografía y deficiencias profundas en las materias que imparten. Mi instituto parece un pulguero, con los maestros vendiendo bisuterías o dulces. Cuando hay juego de la Champions, el profesor de Historia no da clases”.

Según los adolescentes consultados, existen maestros corruptos. “A pesar de los escándalos de corrupción que han habido, con profesores que vendían pruebas, si tus padres te puedan dar 30 o 40 cuc, puedes comprar exámenes, te permiten fraudes o te pueden otorgar altas calificaciones ”,

Aunque contraviene las normas del Ministerio de Educación, muchos profesores cobran por repasar a sus alumnos. “Por lo general lo hacen en casa de un alumno. Suelen cobrar uno o dos pesos convertibles por cada uno, en dependencia de la asignatura. En esos repasos, el maestro hace hincapié en lo que debes estudiar, por que se supone es lo que saldrá en la prueba. Una especie de fraude cantado”, opina un estudiante de último año de preuniversitario.

Liván, padre de una alumna de sexto grado, se queja de que todos los meses gasta entre 10 y 15 cuc en pagar repasos. "Cobrar por dar repasos es ilegal. Pero el Ministerio de Educación se hace de la vista gorda. Les pagan una miseria y obligan a los maestros a estar en el invento para sobrevivir. A eso súmale que siempre están pidiendo favores. Los padres con recursos les regalan ventiladores, ropa y dinero”.

Luis Carlos, ex profesor de Física que ahora trabaja en una dulcería particular, señala que “el salario de un maestro, dependiendo de su calificación, fluctúa entre 400 y 700 pesos mensuales. Los profesores universitarios ganan un poco más, mil o mil quinientos pesos. Pero ese dinero en Cuba no alcanza ni para los desayunos”.

Rosa, maestra de noveno grado, alterna la enseñanza con la labor de dependienta en una paladar. “Termino reventada, pues en la paladar termino a la una de la madrugada. Si estoy muy cansada, al día siguiente no voy a dar clases. En la paladar, entre salario y propina, me busco 20 chavitos (cuc) diarios o más. Cuando pueda conseguir una 'pincha' fija y bien pagada, dejo el magisterio”.

Poco antes del inicio del curso escolar 2018-2019, la ministra de Educación Ena Elsa Velázquez, reconoció que el sistema educativo del país padecía un déficil de 10 mil docentes. La Habana, Artemisa y Matanzas eran las provincias con más dificultades para garantizar un maestro en cada aula.

Ningún maestro llega a fin de mes solo con su salario. Por eso cobran por dar repasos, venden mercaderías o buscan una entrada de dinero fuera de su horario laboral. Lidia, maestra de cuarto grado, aspira a encontrar un novio extranjero en Instagram. Gustavo, profesor de matemáticas, prepara gallos destinados a pelear en carteles ilegales. Y Eddy, maestro de educación física, por la noche se pone una saya, peluca rubia y tacones altos y se prostituye en una céntrica calle.

Iván García
Foto: Maestra particular. Tomada de La silenciosa huelga de los maestros cubanos.
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