miércoles, 31 de diciembre de 2014

El son hay que llevarlo en el corazón


Con la voz fabulosa de Carlos Embale y la música inigualable del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, queremos desearles que 2015, además de salud, les traiga muchas cosas buenas.

El video es de una escena de Salsa, cinta cubano-francesa realizada en 1999.

Iván García, Marco A. Pérez y Tania Quintero

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Eterna Navidad: Celia Cruz y la Sonora Matancera


Con esta cubanísima canción, los realizadores del blog quieren celebrar la llegada de la Navidad en el mundo cristiano.

Iván García, Marco A. Pérez y Tania Quintero

lunes, 22 de diciembre de 2014

Menú navideño típico cubano



Arroz blanco y frijoles negros o congrí.

Lechón asado o pierna de cerdo asada.

Ensalada de lechuga, tomate y rabanitos.

Yuca con mojo, con sus chicharroncitos.

Tostones de plátano verde o plátanos maduros fritos.

Buñuelos o frituras de malanga en almíbar.

Cascos de toronja o guayaba con queso blanco.

Turrón blando o duro, de almendras o maní.

Cerveza, vino tinto, sangría o mojito.

Café expresso.

Una vez terminada la cena, a seguir conversando y escuchando música. Y si en la tele hay un buen programa, a verlo con la familia.

Tania Quintero

sábado, 20 de diciembre de 2014

Cuba-EEUU: ¿Se aliviará la situación de los cubanos de a pie?



La alocución del general-presidente Raúl Castro del miércoles 17 de diciembre sobre las relaciones Cuba-Estados Unidos, merece sin dudas el sobrio calificativo utilizado de antemano por el servicio de mensajería del diario oficialista Granma: “Importante”.

Al propio tiempo, el menor de los hermanos puso de manifiesto uno de los cambios favorables (que, por desgracia, no han sido muchos) en su estilo de dirección, si lo comparamos con el del fundador de la dinastía.

Si el anuncio hubiese tenido que hacerlo Fidel Castro, con toda seguridad habríamos podido contar con una peroración de muchas horas de duración, repleta de divagaciones de todo tipo.

En este caso sucedió lo contrario: el actual Jefe de Estado, en apenas siete minutos, ha ido directo al grano; ha tomado el toro por los cuernos al abordar con brevedad y concisión este asunto que para nuestro pequeño país resulta de importancia vital.

Lo más importante de la alocución es el anuncio del intercambio de prisioneros realizado entre ambos países. Ya llegaron a Cuba los tres miembros de la Red Avispa que permanecían en cárceles norteamericanas. Como contrapartida, fue excarcelado no sólo el contratista Alan Gross, quien permaneció preso injustamente durante cinco años.

También fue liberado “un espía de origen cubano” y otras personas presas en nuestro país, por las cuales los Estados Unidos habían mostrado interés. Los diplomáticos norteamericanos -pues- no mordieron la carnada tendida de manera irresponsable por el influyente diario The New York Times y otros medios, que aspiraban a que se realizara el asimétrico cambio de los tres por uno. De todos modos, será preciso conocer los pormenores del acuerdo antes de hacer una valoración definitiva del intercambio.

Para los cubanos del Archipiélago, este anuncio trae aparejadas dos buenas noticias. La primera de ella es el inevitable cese de la aturdidora campaña propagandística por la libertad del trío de Cinco, centrada en el lema: “¡Volverán!”. Veremos qué nuevo bodrio cocinarán ahora los ideólogos del Departamento Ideológico del Comité Central para intentar mantener embobecidos a nuestros compatriotas.

La segunda buena nueva es que la esmirriada faltriquera de quien personifica al pueblo cubano -el famélico Liborio Pérez- se verá algo aliviada. Ya no será necesario pagar anuncios de página completa en influyentes (y caros) periódicos, ni vallas anunciadoras, ni viajes, hoteles o cenas para los miembros de los comités en defensa de Los Cinco que pululaban en todo el mundo.

¿Servirá este alivio económico para suavizar en algo la calamitosa carestía que sufren los cubanos de a pie? ¡Ojalá!

En la información brindada por la Casa Blanca, se destacan, junto a la reapertura de las embajadas, otros aspectos fundamentales de la nueva política norteamericana hacia Cuba, lo que incluye: nuevas facilidades en materia de viajes y remesas, expansión del comercio, mayor acceso a las comunicaciones en Cuba, relajamiento de las sanciones, revisión de la calificación de Cuba como patrocinadora del terrorismo, participación en la Cumbre de las Américas en Panamá y lo que se describe como “compromiso firme con la democracia, los derechos humanos y la sociedad civil” en Cuba.

Por su parte, Raúl Castro, al recordar la persistencia del embargo norteamericano, destacó que el logro de acuerdos “no quiere decir que lo principal se haya resuelto”. También exhortó al gobierno de Washington “a remover los obstáculos que impiden o restringen los vínculos entre nuestros pueblos, las familias y los ciudadanos de ambos países, en particular los relativos a los viajes, el correo postal directo y las telecomunicaciones”.

Resulta innegable que los anuncios hechos en ambas capitales implican el inicio de un cambio sustancial en las relaciones entre los dos países vecinos. Será menester observar la manera concreta en que esas medidas se reflejen en las actividades cotidianas.

René Gómez Manzano
Cubanet, 17 de diciembre de 2014.
Foto: Agromercado cubano. Tomada de Havana Times.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Platos olvidados



La primera vez que Agustín, tornero en una fábrica en las afueras de La Habana, probó una champola de guanábana le preguntó a su esposa cuál era la fórmula secreta para preparar una bebida tan exquisita.

Le gusta preparar cenas abundantes, pero a sus 38 años su cultura gastronómica es muy limitada. Su familia es un retrato de la Cuba de hoy. Desayunan café sin leche y pan con mayonesa. Y los dos hijos almuerzan lo que ha sobrado de la noche anterior o pan con tortilla.

Agustín y su esposa almuerzan en el trabajo. Casi siempre arroz sin limpiar y potaje de frijoles negros o chícharos sin sazón. La comida, como en la isla le dicen a la cena, es un problema. Y eso que Agustín se puede es de los pocos que pueden comer pollo o carne de cerdo cinco veces a la semana.

La dieta básica para la mayoría de los cubanos es mucho arroz, de vez en cuando potaje de frijoles colorados o negros y los fines de semana, un bistec fino de cerdo o un muslo no muy grande de pollo.

Lo más consumido es el huevo, en cualquiera de sus variantes: frito, hervido, en tortilla o revoltillo. Alguna que otra vez, picadillo de pavo Made in USA que venden a 1.10 pesos convertibles -el equivalente a una jornada laboral- en los mercados por moneda dura.

Ensalada, de col, lechuga o tomate y, según la estación, una tajada de aguacate. Por las noches, mientras ves la tele, eres afortunado si puedes tomarte un vaso de jugo de guayaba, piña o fruta bomba.

La carne de res, mariscos y pescados llevan bastante tiempo desaparecidos de las mesas de las familias cubanas. Los altos precios, escasas ofertas y raquíticas producciones agrícolas, son la causa de que la dieta nacional se reduzca a unos pocos alimentos.

Frutas como el anón, chirimoya, guanábana, mamey, canistel, níspero, ciruela, mamoncillo, tamarindo, mandarina o naranja se han convertido en un verdadero lujo.

Solo personas mayores como Gerardo, quien a sus 72 años cuida un baño público en un bar a tiro de piedra de la bahía habanera, puede hablar de aquella etapa donde incluso los más pobres almorzaban picadillo de res con arroz blanco y plátanos maduros fritos. Y de postre, coco rallado con queso blanco o amarillo.

“Tu ibas al Mercado de Cuatro Caminos y en tarimas con hielo podías escoger el pescado fresco que quisieras. Había una cantidad impresionante de frutas, cubanas y de California: manzanas, peras, uvas y melocotones. Vegetales y viandas ni se diga, la malanga estaba botá. Y dulces típicos, para qué contarte”, dice Gerardo con nostalgia.

Teresa, ama de casa de 81 años, vivía cerca del Mercado Único o de Cuatro Caminos, el más grande y surtido de la capital, hoy abandonado y cerrado. No tenía refrigerador y todos los días iba temprano a comprar lo que iba a cocinar ese día. "El menú semanal casi siempre era parguito frito; camarones, enchilados o con arroz; bistec de res y de hígado; costillas o masas de puerco; sopa de res, de falda, con la cual luego hacía vaca frita o ropa vieja; bacalao de Noruega al estilo vizcaíno, y bolas de plátano pintón rellenas con picadillo, al que le echaba aceitunas, pasas y alcaparras. El maíz mi familia lo prefería en guiso y en tamal en hoja, con carne de puerco, y en tamal en cazuela con muelas de cangrejo. Lo que sí no les gustaban eran los chayotes rellenos con jamón y queso ni el guiso de quimbombó con camarones secos, yo los cocinaba para mí".

Aunque entonces cocinar no era un dolor de cabeza, como lo fue a partir de la implantación de la libreta de racionamiento en marzo de 1962, Teresa acostumbró a los suyos a hacer un buen almuerzo los domingos y por la tarde se comía un 'tentempie'. "En la Esquina de Tejas o en una cafetería que había en Monte y Fernandina, comprábamos sandwich, media noche o galleta preparada y tomábamos malta, sola o con leche condensada. O un pan con bistec en cualquiera de los puestos de fritas que había por el barrio".

Herminia, 75 años, era maestra de una escuela de doble sesión y no tenía tiempo para hacer mandados ni demorarse cocinando. "La solución era comer de cantina o en una fonda de chinos. Era barato y cada día tenían varios menús. Mis platos preferidos eran la carne asada mechada con jamón, la carne con papas y el arroz con pollo al que se le echaba cerveza y se adornaba con pimientos morrones. Mi debilidad eran los batidos de anón o mamey y las champolas de guanábana o chirimoya. También me gustaban los dulces que traían de otras provincias, como las cremitas de leche de Cascorro y las raspaduras de Sancti Spiritus".

Fidel Castro arrasó con la quinta y con los mangos. Una isla sin pescado, cañaverales sin azúcar, cafetales sin café, platanales sin plátanos. Vacas flacas que no dan leche ni carne. Introdujo la pizza -o un remedo de ella- los espaguetis y bazofias cárnicas ligadas con soya y café mezclado con chícharos.

Intentó difundir la arepa venezolana, los tacos mexicanos y restaurantes vegetarianos. En uno de sus delirios, intentó imitar a McDonald’s con una hamburguesa de cerdo. Pero como todo lo suyo, un buen día desapareció y ya nadie se acuerda de ella.

Antes de 1959, hasta el cubano con menos recursos, se acostumbró a comer bien y variado. De aquellos platos solo quedan los recuerdos de personas nacidas 70 años atrás. Como recientemente escribió el colega José Hugo Fernández en Cubanet, si deseas probar la cocina tradicional cubana, tienes que coger un avión e ir a Miami.

Iván García


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Babalú: dos versiones


En los años 40, la interpretación que Miguelito Valdés hizo de la canción afrocubana Babalú, de la compositora Margarita Lecuona, alcanzó tanta fama que, en lo adelante, Valdés sería conocido como Mr. Babalú.


Espectáculo dedicado a Babalú Ayé por la agrupación Yoruba Andabo.

Babalú Ayé, el San Lázaro de la religión católica, es uno de los orishas o santos más venerados en Cuba.

Tania Quintero

lunes, 15 de diciembre de 2014

San Lázaro, una calzada con muletas



Fue uno de los tres viejos caminos que, partiendo de la Puerta de la Punta, continuaba a lo largo del litoral hasta la Caleta de Juan Guillén, que después se denominó de San Lázaro, la cual rodeaba, para seguir por la playa hasta los riscos de Oliver -donde después se construiría el Hotel Nacional-, llegaba a la llamada Punta Brava y seguía la línea de la costa hasta el Monte Vedado, alcanzando el caserío de Pueblo Viejo, donde se asentó la primitiva población de La Habana, al trasladarse desde la costa sur a la desembocadura del río Casiguaguas o de la Chorrera.

En su trayecto se construyeron los puentes de San Lázaro y de las Ánimas en la Caleta de Juan Guillén, sobre una corriente de la Zanja Real. A este camino primitivo se le llamó de El Arcabuco y, con el correr de los años, se convirtió en la Calzada de San Lázaro, así llamada por el hospital de ese nombre al que conducía, que se encontraba donde hoy está el Parque Maceo, siendo años después prolongada hasta la Universidad.

En la Colonia se le denominó Ancha del Norte y en la República, Avenida de la República, pero la población la conoce como la Calzada de San Lázaro o simplemente, la calle San Lázaro. Su importancia inicial disminuyó con la construcción del Malecón. Comienza en el Paseo del Prado y termina frente a la escalinata de la Universidad de La Habana.

El tramo comprendido entre Prado y Galiano, se caracteriza por la gran cantidad de edificaciones de dos pisos, que en su tiempo de esplendor fueron cómodas y acogedoras viviendas, y hoy se encuentran en avanzado estado de deterioro, muchas de ellas simples cascarones en proceso de derrumbe y otras con sus balcones pendientes de desplome, con el eminente peligro que representan para los transeúntes.

El tramo entre Galiano y Belascoaín se encuentra en mejor estado que el anterior, aunque mostrando el paso del tiempo sin mantenimientos ni reparaciones serias. A partir de Belascoaín, a un lado, el majestuoso monumento al General Antonio Maceo en el parque que lleva su nombre, antes abierto y con un anfiteatro, y hoy cercado (según se dice para evitar accidentes de tránsito peatonales), dentro de cuyo perímetro se encuentra el antiguo Torreón de San Lázaro, en la etapa de la Colonia utilizado como punto de observación para detectar el acercamiento de naves piratas y mediante un disparo alertar a la población.

Enfrente, el Hospital Hermanos Ameijeiras, en el edificio que fuera construido originalmente para la sede del Banco Nacional de Cuba en los terrenos que antes ocuparan la Casa de Beneficiencia y el Asilo de Mendigos San José. A continuación, en el número 805, el hermoso edificio del antiguo colegio La Inmaculada, construido en 1874, donde radica la Casa Central de las Hijas de la Caridad y, al llegar a la calle Marina, un garaje, más edificios y casas de vivienda.

En la otra acera, el famoso comercio de víveres El 1005, hoy tienda recaudadora de divisas. En el número 1054, el antiguo cine Florencia, después llamado Pionero, hoy en ruinas. Y en la calle Hospital, el bar El Lazo de Oro, que era famoso por sus chayotes rellenos y la ensalada de pollo y, ya en Infanta, donde existían diversos expendios de ostiones, el frío Parque de los Mártires, diseñado con grandes bloques de hormigón que emergen agresivamente de la tierra, construido en los terrenos donde antes levantaba sus carpas el circo Santos y Artigas para sus funciones de fin de año.

Queda enfrente el local de las Lámparas Quesada, hoy convertido en la librería Alma Máter, donde a veces se refugiaba el Caballero de París. En esta zona, hacia la derecha de la actual calzada, en tiempos de la Colonia se encontraban las tristemente célebres canteras de San Lázaro, alturas rocosas donde eran enviados los presos a trabajar, entre ellos José Martí siendo un adolescente, del cual dejó testimonio en su obra El presidio político en Cuba.

Cruzando Infanta, estaban los antiguos bodegones en sus dos esquinas (hoy comercios de baja calidad), las múltiples casas de huéspedes donde se alojaban los estudiantes universitarios que venían de provincias a realizar sus estudios en el alto centro docente y, al final, el pequeño parque dedicado a Julio Antonio Mella, con su cabeza en bronce que un día fuera mancillada con chapapote, echándosele la culpa al Gobierno, lo que motivó una masiva manifestación estudiantil de repudio, que terminó con la muerte de un estudiante. Con el tiempo se demostró que en realidad todo había sido una provocación con fines políticos, ordenada por alguien interesado en exacerbar los dormidos ánimos estudiantiles.

San Lázaro termina frente a la escalinata de ochenta y ocho pasos de la Universidad de La Habana, lugar al cual se trasladó en 1902, ocupando la Pirotecnia Militar situada en una zona de la llamada Loma de Aróstegui. Entre los años 1906 y 1940 fue ampliándose el centro de altos estudios con la incorporación de nuevas escuelas y facultades. La escultura que representa el Alma Máter, realizada por el escultor Mario Kolber en 1919, fue instalada un año más tarde delante del rectorado y, al construirse la escalinata, trasladada al sitio actual en 1927. Dentro, el recinto posee valiosas pinturas murales de los artistas Domingo Ravenet y Armando Menocal.

San Lázaro nunca fue una calle eminentemente comercial. Más bien era una tranquila calle de residencias de dos pisos cercanas al mar, donde se respiraba un aire fresco con olor a salitre. En su tramo hasta la calle Belascoaín, llamaba la atención su quietud y daba la sensación de que quienes vivían en ella, hacían sus vidas totalmente dentro de sus hogares. Hoy este tramo está prácticamente destruido, con viviendas que parecen haber sido calcinadas por el fuego, balcones desparecidos o a punto de desparecer, derrumbes, apuntalamientos, espacios vacíos donde antes existieron edificaciones, y ruinas y más ruinas.

En el tramo hasta la escalinata de la Universidad, aunque son mayoritarias las viviendas, perduran algunos pocos comercios, principalmente de víveres. Aquí las viviendas, aunque afectadas por el tiempo, no muestran los estragos de las del tramo anterior, tal vez por encontrarse un poco más alejadas de mar y de sus efectos. San Lázaro, con muletas, dejando que le caigan los años encima, espera un milagro que tarda demasiado en llegar.

Fernando Dámaso
Diario de Cuba, 5 de noviembre de 2014.
Foto: San Lázaro y Manrique, Centro Habana. Tomada de Skyscrapercity.
Leer también: Los fantasmas de la calle Infanta.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Pese a todo, los negros siguen labrando su destino



Un agente de la autoridad fuera de servicio y pasado de tragos, blanco de piel, justificó el racista arquetipo policial cubano que convierte a un negro o mestizo en presunto delincuente, con un viejo refrán aprendido de su madre: "Todos los negros no son ladrones, pero todos los ladrones son negros".

El tipo no es mala persona. Es buen padre, un criminalista de calibre y no se considera racista. Pero fue lo que aprendió en su niñez. Los prejuicios raciales abundan en las familias cubanas. Luego se trasladan a toda la sociedad.

Esa misma actitud del agente habanero la hace suya la Policía Nacional Revolucionaria en los días de operativos y redadas: de cada 10 ciudadanos que paran en la vía pública y piden identificación, ocho son negros. Es un problema de mentalidad.

Hace un par de años, un amigo que laboraba en una firma extranjera, me comentó que estudiaba comprar cremas blanqueadoras para la piel. No le creí. Según un estudio de mercado, dijo, la crema tendría gran aceptación entre los cubanos.

Como nunca las vi a la venta en las tiendas por divisas, pensé que había sido una broma de mal gusto. En el libro Afrocubanas, la historiadora y antropóloga María I. Faguagua cuenta que en 2009 una empresa española estudió esa posibilidad.

Varias personas consultadas, que se dedican al tratamiento del pelo para mujeres negras, dijeron que esas cremas se venderían como pan caliente. "Uno puede pensar lo que quiera. Pero yo llevo 20 años desrizando 'pasa' y te digo que muchas negras y mestizas darían cualquier cosa por aclararse la piel y transformarse en blancas", afirmó una peluquera habanera.

Ciertamente, el orgullo negro en Cuba no está en su mejor momento. Lo que han pasado los negros no ha sido poco. Siempre es bueno repasar la historia.

Y es que desde 1886, cuando oficialmente se abolió la esclavitud, los negros partieron en clara desventaja con respecto a los blancos. No tenían propiedades. Ni dinero. Ni abolengo. Y mucho menos reconocimiento social.

Años después, en la república, apenas se tuvo en cuenta su decisivo aporte a las luchas por la independencia. Pese a esos avales, solo conseguían trabajo de estibadores, cortadores de caña, o en la construcción.

Muchas familias negras no aceptaron tranquilamente el destino de vivir a la baja. Y algunas lograron subir por la empinada y difícil escalera social.

Pero fueron las menos. Luego, ya se sabe, Fidel Castro llegó. Y decidió resolver las diferencias raciales mediante decretos y campamentos donde negros y blancos se mezclaran y se hicieran "compañeros".

Para empezar no estaba mal. Pero los prejuicios raciales en Cuba eran más sutiles. Estaban -y están- bastante arraigados en la mente de una mayoría. Y eso no se puede legislar. Si de veras se pretendía derribar barreras, hacía falta un trabajo educativo sistemático, a largo plazo, e incluir a negros y mulatos en las estructuras del poder.

Ya eso fue más difícil. Una cosa era que escoltas personales o los soldados enviados a la guerra civil en Angola fueran color petróleo, y otra, que formaran parte del status quo.

Aunque después de 1959 los negros ganaron espacios, y junto a los blancos compartían carnavales, juegos de pelota, becas en el campo y estudios universitarios, después, por mucho talento que tuviesen, quedaron trabados dentro del grupo de profesionales mediocres que se jubilan sin haber podido escalar en lo social o lo político.

De vez en cuando se pesca un negro hacia altos cargos del gobierno o del partido. Asunto de imagen. Pero los negros siguen en el escalón más bajo de la sociedad.

Eso sí, son mayoría en las cárceles y en los terrenos deportivos. Con excepción del ajedrez o la natación: según viejos conceptos racistas, en esas modalidades los morenos son un fracaso.

Igualmente los prietos son buenos para tocar instrumentos musicales. O cantar boleros, sones, salsa, rap y reguetón.

Ya si pretenden acceder a la compañía Alicia Alonso, los miran con recelo. Casi con lástima, una vieja profesora me dijo: "No tengo nada contra los negros, pero para el ballet clásico su anatomía les trae muchos problemas". La profesora pasó por alto los triunfos en el Ballet de Londres de Carlos Acosta, bailarín negro cubano.

Si en la música y los deportes los negros suelen tener el uno, también han sabido sacarle lasca a la prostitución. Buscando lo diferente o por el mito de que son buenos en la cama, muchos europeos viajan a Cuba a saciarse sexualmente con los de piel oscura. Placer barato.

Pero mientras las jineteras se ofertan en clubes y zonas nocturnas de La Habana por 20 dólares, una parte de los hombres negros sigue mirando su futuro en la distancia, sobre todo en Europa.

Así, lo peor de lo peor en la Cuba actual es ser mujer, negra y disidente. Pregúntenle a la activista comunitaria Sonia Garro Alfonso. Graduada de enfermería con notas brillantes, sufrió en carne propia el racismo que se gastan algunos mandarines criollos .

Una tarde, orgullosa por ser la primera profesional de una familia cuyos integrantes se habían dedicado a los oficios peor remunerados, con su mejor vestido y par de zapatos, fue al teatro Astral a recoger su diploma. En el momento de tirarse la foto colectiva, un dirigente provincial le pidió que se apartara: "Los de tu color no quedan bien en las fotos".

Años después, Sonia me contaba que su rabia fue tal que se marchó sin recoger el diploma. Al poco tiempo, se convirtió en disidente.

Unos días antes de la llegada del Papa a la Isla, en marzo de 2012, fuerzas antimotines de la policía política penetraron en su casa como si fuesen terroristas. Usando balas de goma y excesiva violencia, cargaron con Sonia y su esposo, Ramón Alejandro Muñoz González, también opositor. En rigurosas prisiones esperan ser procesados. Ella en una cárcel de mujeres, él en el Combinado del Este.

Los negros en Cuba labran su destino en las escasas opciones de triunfar que tienen. Sus fracasos triplican el número de sus éxitos. Un alto porcentaje vive mal y come peor. La paciencia se ha ido agotando. Y han decidido dejar de ser reos de su raza. Como Sonia Garro.

Iván García

Foto: Juan A. Madrazo. Uno de los muchos hombres y mujeres de la raza negra que se disfrazan de cualquier cosa y por la Habana Vieja se buscan unos 'chavitos' con los turistas. En este caso, como estatua viviente en la calle Obispo.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sonia Garro o la crueldad de un régimen

Este trabajo de Iván García y Laritza Diversent se publicó el 2 de febrero de 2010 en el blog Desde La Habana, pero hoy, Día de los Derechos Humanos, he querido reproducirlo por la crueldad del régimen cubano contra Sonia Garro y su esposo Ramón Alejandro Muñoz. Desde el 18 marzo de 2012 se encuentran encarcelados y en cuatro ocasiones habían suspendido el juicio).

Por si no bastara con acusarlos de "atentado, desorden público y tentativa de asesinato", delitos que ellos no han cometido y para los cuales la Fiscalía pide 10 años de privación de libertad para Sonia y 14 años para Ramón, han tenido la desvergüenza de realizar un calumnioso y denigrante video, con supuestos vecinos que se han prestado para semejante vileza.

A continuación, una de las fotos que Iván y Laritza tiraron en casa de Sonia cuando el 19 de enero de 2010 fueron a hacer el reportaje. Los niños muestran los regalitos que ellos les compraron y llevaron. Por su parte, los pequeños les obsequiaron dibujos a Iván y Laritza y Sonia preparó una merienda para todos.



Al final, 6 de las 17 fotos que en noviembre de 2009 Sonia me enviara, de las actividades que ella y Ramón en 2008 realizaban en su casa con niños de su barrio, Los Quemados, Marianao, cuando entre los dos dirigían un centro cultural independiente que mucho molestaba al gobierno. Una iniciativa, por cierto, que seis años después les copiaron y bajo la batuta estatal, pusieron en marcha en la barriada de Cayo Hueso, Centro Habana.

Tania Quintero

* * * * * * * * *

Todo empezó un mediodía sin sol, el 24 de febrero de 2007. “Hasta aquí”, dijo Sonia, una técnica en laboratorio, que cosiendo en el portal de su casa, en una máquina de los años 50, con frecuencia contemplaba accidentes de niños jugando sin la mirada atenta de sus padres. Y sus grandes ojos se llenaban de lágrimas cuando en las noches veía a niñas de 12 años, con el cuerpo escuálido, como el de su hija, prostituirse por baratijas.

Y se decidió. Ese día Sonia creó un proyecto comunitario independiente que ayudaría a los niños pobres de su barrio, sin importar la ideología de los padres.

Les presentamos a Sonia Garro Alfonso, 34 años, negra retinta algo pasada de peso, que vive en la Avenida 47 No. 11638 entre 116 y 118, en el populoso y humilde municipio de Marianao, al norte de la Ciudad de La Habana. Si alguien puede hablar de pobreza, prejuicios y tropiezos en la vida ésa es ella.

-En mi infancia, los momentos felices se pueden contar con los dedos de una mano. Soy la décima hija de una familia de doce hermanos, pobre a rabiar. Olvídense de juguetes el Día de Reyes. Siempre usé ropas gastadas de segunda mano que algún vecino por caridad le daba a mi madre. Iba a la escuela con mis zapatos viejos y rotos, pero con una voluntad inmensa, pensando siempre que estudiando y superándome podría cambiar mi suerte, nos cuenta Sonia en la estrecha sala, forrada de madera color mostaza, de su precaria vivienda de dos pisos.

Para desgracia de Sonia, su suerte no cambió en los inicios de su juventud. A pulmón y con evidentes tintes de racismo, durante los años en que estudió para hacerse técnica en laboratorio, subir la pendiente y dejar atrás la pobreza, atragantarse de pan para alejar el hambre y ser una persona solvente, era casi una misión imposible.

-Viví el racismo en carne propia. Recuerdo que un día quise hacer una reclamación en la escuela y la subdirectora, con odio, me dijo: ‘Ve a donde te dé la gana, quién le va ser caso a una negra?’. Cuando me gradué de técnica en laboratorio, con título de oro, hicieron un acto en el teatro Astral, en el centro de La Habana. El ministro de salud pública iba a entregar los diplomas a los más destacados, y se me acercó una persona del entorno del ministro y me comunicó que otra persona iba a recibir el titulo por mí, porque al tener la piel tan negra, no quedaría bien en la foto. ‘No te ofendas, no es por racismo, pero al ser tan prieta, vas a echar a perder la foto”, recuerda Sonia con su voz pausada.

Esa noche, que debía ser la más feliz de su vida, tuvo que tragar el buche amargo de que otra persona, de la raza blanca, recogiera su título. Fue tanta la humillación que se marchó del teatro. “Nunca he recogido ese título”, confiesa. Pero como dice el refrán, a perro flaco, todo lo que le cae son pulgas.

Luego, cuando laboraba en un policlínico de su barrio, en una reunión convocada de emergencia, fue expulsada del centro de salud por tener como esposo a un opositor político. “Una de dos, me dijeron, o te separas de él o te tienes que ir del policlínico”. Sonia se fue.

Si alguien ha empujado a esta mujer a disentir y tener criterios propios, es el propio gobierno, con su absurda manera de actuar. Hasta que para ella se hizo la luz. Después de estar horas sentada en su portal, viendo accidentes de niños, metidos dentro de contenedores de basura, jugando descalzos y riñendo entre ellos, Sonia supo que algo tenía que hacer.

Entonces con ayuda de su esposo, fundó el Centro Cultural Recreativo independiente, el 24 de febrero de 2007. En su casa, una veintena de niños en edades comprendidas entre los 7 y 15 años, todas las tardes, después de terminar su horario escolar, se reúnen en el portal y la sala de su modesto hogar.

-La primera regla que tengo, es no hablar nada de política. Organizo actividades de dibujo y de corte y costura. Mi esposo, Ramón Alejandro Muñoz, músico de profesión, se encarga de hacer coreografías de baile y les enseña a tocar instrumentos musicales. Cuando podemos, los fines de semanas, hacemos fiestas y repartimos libros infantiles y juguetes.

-Algunas organizaciones no gubernamentales extranjeras nos han ayudado con materiales y medicinas. También embajadas de países de la Unión Europea y personas que, a título individual, nos dan lo que pueden. Porque esto no es una labor de una sola persona, explica Sonia, mientras nos muestra numerosas fotos de actividades con payasos, donde el denominador común es la sonrisa de manantial en los rostros de esos menores.

Después de esa experiencia inicial, Garro decidió ir a por más. Abrió otro centro comunitario, en el barrio marginal El Palenque, en el propio municipio de Marianao. Si usted quiere saber como es El Palenque, mire fotos de una sórdida favela de Río de Janeiro o una ciudadela de Puerto Príncipe antes del terremoto. Es casi lo mismo. En ese lugar, Sonia y sus colaboradoras atienden entre 16 y 18 niños.

Lo que parece un acto sano de la sociedad civil, que más que problemas trae beneficios, ha desatado un huracán a pequeña escala por parte de los servicios de la Seguridad del Estado en Cuba. Acostumbrados durante 51 años a que cualquier buena idea parta siempre del buró de un jerarca del Partido Comunista, siempre levanta suspicacias y sospechas cuando una ciudadana, a título personal, crea un proyecto sin el sostén de papá Estado. Y Sonia Garro ha tenido que pagar un precio por su labor humanitaria.

-La respuesta del gobierno a mi labor social han sido tres actos de repudio y un par de golpizas. El último acto de repudio que intentaban darme no funcionó, pues nadie en la cuadra asistió para apoyarlo, tuvieron que macharse con las manos vacías, nos dice sin odio ni emoción.

La mayoría de los muchachos que asisten al proyecto viven infiernos chiquitos en sus hogares. Casi todos proceden de familias desestructuradas, donde el padre o está en la cárcel o sus hijos no lo conocen. Por lo bajo, vecinos revolucionarios, supuestamente integrados al sistema, felicitan al matrimonio Garro-Muñoz.

-Incluso, hay policías que nos felicitan y alientan por lo que hacemos, señala el esposo de Sonia.

Sonia Garro está lejos de ser una socióloga o especialista, dedicada a estudiar por qué precisamente en Cuba, paradigma de una infancia feliz, suceden casos como los de su barrio. Tampoco quiere emular con la Madre Teresa de Calcuta. Ni con Zilda Arns, la pediatra brasileña fallecida en Puerto Príncipe, a consecuencia del sismo en Haití, y que como herencia dejara miles de niños rescatados de la marginación y la pobreza.

La tarea de esta cubana es simple. Ver a los niños reír y que crezcan en un ambiente sano, sin violencia. Si en un futuro estos menores llegan a ser profesionales, educados con valores cívicos, y no pisan la cárcel, ella se da por satisfecha. No pide más. Y por eso no entiende por qué su labor despierta tanto resquemor entre las autoridades.

Por otras vías, Sonia Garro Alfonso supone que el Estado desee lo mismo. Pero el gobierno no piensa igual que ella. Todo lo contario.







Iván García y Laritza Diversent
Fotos: En las cuatro primeras, de las actividades recreativas que Sonia Garro y Ramón Alejandro hacían en lo que hasta su violenta detención el 18 de marzo de 2012, fuera el domicilio de la pareja, en Avenida 47 No. 11638 entre 116 y 118, Marianao. En la quinta y última foto aparecen los dos con algunos de los entonces integrantes del centro cultural independiente.

lunes, 8 de diciembre de 2014

A los negros nos dejaron la calle



Mi vecina, una mulata que todos los días intenta pasar por blanca, no deja de recordarle a Secundino, de una familia negra a la que llaman Los muchos, que “gracias a la Revolución” ellos son personas.

Tatiana, descendiente de haitianos -según ella- aclara: “Con los negros la vida es más sabrosa, pero con los blancos es más fácil. El negro cubano no deja de aguantar el palo, el blanco cuando la cosa se le pone dura coge y se larga.”

Katia, rubia de 24 años, afirma que "los cubanos somos racistas, me dicen blanca sucia, puerca y petrolera porque me gusta 'la pinta', mis mejores amigos son niches. Para mi familia, soy la oveja negra, la única de las hembras que manchó el expediente, porque tuve hijos prietos”.

Testimonios como éstos indican que el racismo vive en Cuba entre el grito y el silencio. La Revolución que tanto defendieran los poetas Nicolás Guillen y Marcelino Arozarena y el haitiano René Depestre, desde una “poesía sin color”, desactivó la lucha frontal contra el racismo en nombre de preservar la “unidad nacional”.

Denunciar el racismo se castiga. Bajo el rótulo de preservar la ficticia unidad, la inquisición revolucionaria continúa aplazando la discusión de la problemática racial. El discurso político no deja de ser una fe cínica, exportable en las voces de poetas leales como Nancy Morejón y Miguel Barnet, del economista Esteban Morales, de los periodistas Serafín Quiñones y Pedro de la Hoz.

Quienes defienden la idea de que el tema racial es una problemática que amenaza la seguridad nacional, no mencionan la ausencia de empoderamiento de negros y mestizos en la economía emergente.

Julián Cabrera, trabajador por cuenta propia, comenta: “A negros y mestizos la bolsa de trabajo se nos hace difícil. De nada vale que muchos seamos profesionales, hayamos ido a la universidad, seamos militantes del Partido. Somos confiables para vigilar, para reprimir, para agitar a las masas. Cuentan con nosotros para reuniones del Partido o del sindicato, pero para participar de la riqueza, de eso nada, a los negros les dejaron la calle”.

Tras el impulso del trabajo por cuenta propia, las criadas han regresado con fuerza a las mansiones de las élites revolucionarias y los nuevos ricos de La Habana, y la mayoría suelen ser mujeres negras. La labor de carretillero, zapatero remendón, sereno, portero, reparador de fosas sépticas, recolector de materias primas, cuidador de baños públicos, son reservados para los negros, sin contar los oficios de proxenetas, pingueros o mendigos.

Gracias al racismo, los negros cubanos no han dejado de ejercer los trabajos más duros y violentos, han sido los pasajeros indocumentados de la historia de Cuba. Sus vidas continúan siendo una marcha forzada.

Texto y foto: Juan Antonio Madrazo Luna
Cubanet, 31 de julio de 2014.

viernes, 5 de diciembre de 2014

África suda en La Habana

De una serie-mural realizada desde la óptica visual de Juan Antonio Madrazo Luna, tejiendo una conexión entre Identidad, Cultura y Desigualdad en Cuba. Las fotos fueron tomadas de Fotografía Cubana Contemporánea, donde fueron publicadas el 28 de abril de 2014.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Cubanos opinan sobre el ébola



No todo es cuestión de dinero. Para Joel, médico intensivista, controlar una plaga, virus o socorrer a una nación después de un desastre natural va más allá de la ideología o intereses materiales.

A sus 64 años, con una incipiente diabetes, está dispuesto a viajar a Sierra Leona, Liberia o Guinea Conakry y unirse al personal sanitario que combate el terrible virus del ébola.

No es miembro del partido comunista ni un entusiasta seguidor del régimen de los hermanos Castro. “Es un asunto de humanidad. He prestado servicios en África, Venezuela y Pakistán. No hubiera vacilado para asistir a las víctimas del 11-S en Nueva York o el huracán Katrina en Nueva Orleans”, confiesa el médico habanero.

Y cuenta que ha pernoctado diez semanas en una casa de campaña rodeada por una nube de mosquitos, comiendo alimentos en conserva y bañándose dos veces a la semana en un río de la jungla africana.

“Ningún dinero del mundo paga eso. Si viviera en España o Estados Unidos, me enrolaba en Médicos sin Fronteras o cualquier otra asociación caritativa. ¿Que este gobierno es un fracaso? Lo es. ¿Que utilizan los servicios de salud como propaganda y un medio para ganar miles de millones de dólares que nadie sabe luego en qué se gasta? Es cierto. Pero allá afuera hay naciones y personas que necesitan ser socorridas. Y eso para mí es suficiente”, explica Joel.

Cuatro médicos del policlínico Turcios Lima, en el Reparto Sevillano, a 30 minutos del centro de La Habana, que se encontraban trabajando en el cuerpo del guardia, también estarían dispuestos a viajar a la zona cero del ébola.

“No es mentira que la necesidad económica es una de las claves para alistarse en misiones médicas en Venezuela o Brasil. Pero esto es diferente. Es nuestra vida la que está en juego. Alguien debe dar un paso al frente. Si virus como el ébola no se controla, sería una catástrofe para la humanidad”, afirma una joven doctora. El resto de sus colegas asienten.

Entre la gente de a pie, las opiniones sobre la decisión del gobierno del General Raúl Castro de enviar médicos a regiones infestadas del virus abarcan un amplio registro de respuestas.

Erasmo, economista, no está de acuerdo que sean los médicos cubanos los que arriesguen su pellejo en la lucha por el ébola. “Cuba vive una crisis económica desde hace 25 años. En el país cada día hay menos médicos para atender a la población. No se ha podido erradicar el dengue, que prácticamente es una pandemia, ni el chikungunya o el cólera. Solo por pura politiquería, el gobierno manda a esos pobres diablos a África”, opina.

Diosbel, estudiante de segundo año de ingeniería en telecomunicaciones, apoya la decisión del gobierno de enviar personal de salud que ayude en la disminución del ébola, pero matiza su respuesta.

“Veo bien que se cree una coalición de países, ya sean ricos o pobres, para erradicar el virus. Aplaudo que Estados Unidos y Cuba, a pesar de las diferencias políticas, sean aliados en esta lucha. Yo estaría dispuesto a ir, pero si al frente del grupo viajan Antonio Castro, ortopédico hijo de Fidel, y Aleida Guevara, doctora hija del Che. Se debe predicar con el ejemplo”, apunta.

En una casa de El Calvario, poblado al sur de La Habana, varios amigos juegan dominó y beben ron añejo, mientras escuchan a Joaquín Sabina en una grabadora.

A los temas de conversación habitual -carestía de los alimentos, bajos salarios y planes para emigrar-, el ébola y la decisión del régimen de La Habana de no repatriar a los médicos que fallezcan en África, se hace un hueco en el grupo.

Rubén, desempleado, dice que ni loco viajaría a ninguna nación infestada de ébola. “No tengo vocación de mártir. Ni aunque me paguen un millón de dólares. Tampoco apruebo que los médicos o enfermeros que mueran no puedan ser enterrados en Cuba”.

Danilo piensa todo lo contrario. “Olvídate de los intereses políticos o financieros que pueden estar detrás. Pero en temas de salud, el gobierno cubano siempre ha estado dispuesto a ayudar a otras naciones. Los que mueran en África deben enterrarlos allá, pues si lo trasladan se corre el riesgo de que se propague el ébola en la isla. Y si eso sucede entonces sí estamos jodidos”.

Las condiciones de vida del primer grupo de 165 médicos cubanos que arribaron al epicentro de la epidemia son duras. Según Wall Street Journal, los colaboradores cubanos en Sierra Leona se hospedan en un hotel barato de Freetown, tres por habitación, donde los inodoros están rotos y las moscas zumban sobre los manteles mugrientos de las mesas donde comen.

Los seleccionados reciben un entrenamiento intensivo de tres semanas en hospitales de campaña instalados en el patio del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí en La Lisa, municipio al oeste de la capital.

Según Roiniel, anestesista del hospital infantil William Soler, el gobierno prevé pagar 5 mil dólares mensuales. “Se supone que ese dinero proviene de la OMS. Hay mucha especulación sobre el monto. Se dice que el Estado cobra 10 mil y paga solo la mitad. Por un amigo que viajará próximamente, me enteré que al regreso le otorgarán una casa y un auto”.

El médico intensivista Joel subraya que no es cuestión de ganar dinero, tener una casa o un auto. “Esas cosas son importantes. Pero más importante es la vida humana y ésta no tiene precio".

Cuando usted le pregunta si marcharía a Sierra Leona, incluso sabiendo que las posibilidades de contagiarse con el letal virus pueden ser de un 90%, te mira a los ojos y responde: “Por supuesto, allí estaría”.

Iván García

Foto: Médicos cubanos en la inauguración de hospital de campaña construido por Estados Unidos en Liberia. Tomada de Martí Noticias.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Sierra Leona: los campesinos creen que el ébola es brujería



La lucha contra el ébola en África tropieza con una barrera cultural de creencias y supersticiones, especialmente entre la población de las zonas rurales más remotas. Muchas veces los campesinos achacan los síntomas de la epidemia a la influencia de los malos espíritus, y atribuyen sus efectos mortíferos a casos de brujería.

Las gentes más humildes de Sierra Leona, que viven sumidas en una pobreza extrema, ignoran qué es y como actúa un virus. No comprenden qué les ocurre a la víctimas del ébola. Y buscan en su propia cultura una explicación para los padecimientos de sus parientes y vecinos, arrastrados por una espiral de dolor y muerte hasta ahora desconocida.

"La hechicería es algo muy arraigado en la mentalidad tradicional africana", explica Joe Turay, rector de la universidad de Makeni. "Aquí el pueblo suele achacar sus peores desgracias a la actuación de brujas malignas o a la influencia de malos espíritus. Así, cuando creen que un poblado sufre las consecuencias de su maldición, muchos de sus habitantes suelen alejarse del lugar, espantados".

Las supersticiones forman parte de una cultura ancestral, cuyos miedos parecen comunes a toda la Humanidad. El mal de ojo, las maldiciones, la magia negra o los aquelarres se encuentran también en el antiguo imaginario europeo. Siglos atrás, la Iglesia católica reprimió y persiguió con saña lo que consideraba casos de brujería, recurriendo a torturas y ejecuciones en la hoguera.

Acaso porque la hechicería forme parte de su propia herencia mítica, los misioneros españoles en Sierra Leona hablan con comprensión y cercanía sobre las creencias populares. "La gente llana está convencida de que el ébola es cosa de brujas", asegura el sacerdote javeriano Luís Pérez. "El gobierno y las ONG se han esforzado en informar de que se trata de una enfermedad nueva, y en explicar cómo prevenirla. Pero hay muchos lugares a los que esa información no llega o donde no se la creen y siguen atribuyendo las muertes a una brujas voladoras que, cuando caen en un lugar, resultan muy nocivas para la salud y el bienestar de sus habitantes. De vez en cuando oímos que un grupo de brujas ha ido a una zona determinada y, claro, pensamos que allí hay un brote de ébola".

"Además, admitir que en una comunidad hay enfermos de ébola supone crear una situación muy complicada", prosigue el misionero. "Porque las autoridades ordenan el aislamiento de la comunidad afectada, lo que significa ruina y hambre".

Parece natural que los campesinos, cuyas vidas dependen de un comercio mínimo en los mercadillos cercanos cuando no del trueque, teman tanto al virus como a sus efectos sociales. Y que, en vez de dar parte de los casos de enfermedad muerte, prefieran acudir al curandero tradicional más cercano.

"La falta de médicos y la profunda pobreza de los campesinos favorecen que se mantenga la preeminencia de los curanderos, los hombres-medicina que atienden tanto a quienes tienen una dolencia sin importancia como lo que se considera como mal de ojo", continúa Luís Pérez. "Los curanderos, mediante una serie de medicamentos naturales y de rituales, se esfuerzan en mitigar los sufrimientos y en aminorar la influencia negativa de las brujas. Pero, claro, contra el ébola sus antiguos conocimientos y su experiencia no sirven de nada. Incluso su contacto con los enfermos puede contribuir a la extensión de la epidemia".

Los trabajadores sociales de Cruz Roja no sabían qué hacer con Abubakar, qué destino buscarle a un niño enfermo de ébola que había quedado solo en el mundo con diez años, tras perder a sus padres y hermanos por culpa de la epidemia. Internado en el hospital de Kenema, Abubakar resistió al mortífero virus hasta superarlo.

Día tras día médicos, enfermeros y auxiliares le observaban, siempre abatido y silencioso, esperando la fecha de salida del recinto sanitario sin tener a dónde ir. También los demás pacientes estaban preocupados por él, mientras le veían recuperarse. Poco día antes de recibir el alta médica, uno de los enfermos que compartían con Abubakar la tienda de cuarenta y dos metros donde peleaban contra la enfermedad, pidió hablar con los responsables de Cruz Roja y les comunicó su decisión de adoptar al niño.

Dijo que era pobre, pero disponía de un techo y prometió que nunca le faltaría un plato de comida para el pequeño Abubakar. Los dos salieron del hospital de Kenema cogidos de la mano. Habían derrotado a la muerte y reiniciarían la vida juntos. La solidaridad no es patrimonio de los ricos.

Vicente Romero y Miguel Romero
El Mundo, 1 de noviembre de 2014.
Foto: Dos mujeres tratan de retirar de la calle los cuerpos de dos fallecidas de ébola en Sierra Leona. Tomada de Internacional Business Times.

viernes, 28 de noviembre de 2014

"No me veo en otro lugar que no sea Cuba"



Después de participar en un taller sobre periodismo de investigación organizado por Institute of the Americas, del 10 al 14 de noviembre en San Diego, California, Iván García estuvo cuatro días en Miami. Durante su estancia en esa ciudad, una reportera del Diario de las Américas, periódico de la Florida del cual es colaborador desde enero de 2013, le hizo una entrevista, publicada con gran destaque en la edición impresa y en la digital. También fue entrevistado por Radio Martí.

* * * * * *

Para Iván García, periodista independiente cubano que escribe para Diario las Américas desde La Habana, “en Cuba ha habido un cambio” en el tipo de represión que aplican los agentes del régimen contra quienes disienten de la oficialidad.

García que reseña la cotidianidad de su país con una mirada cruda, admitió que la estrategia del Gobierno cubano respecto a la disidencia “es difícil de entender. A algunos sí los reprimen muy duro, como a los del grupo de Martha Beatriz Roque, a los que están en provincia que no tienen ni qué comer, ésos son los que peor la pasan, precisamente porque son los menos notorios”.

“Pero a gente como Yoani (Sánchez) o a mí, que escribimos para periódicos reconocidos, no podemos decir que alguien nos reprime, mucho menos desde 2013 cuando abrieron los permisos para viajar”.

García reconoció que para ejercer de manera independiente se ve “obligado a obviar muchas de las normas del periodismo, pues ante la gente con la que busco la información para mis historias no puedo presentarme como un periodista. Salgo y converso con jineteras, vendedores de drogas, gente de la 'otra Habana'. Hago otro tipo de periodismo porque Cuba es un país diferente”.

Lo que sí reconoce es que el cambio de actitud del Gobierno hacia quienes como él escriben sobre Cuba para medios independientes en el exterior, incluso para medios como Radio y TV Martí, es algo que se ganó el periodismo independiente desde etapas anteriores a la suya, donde las consecuencias eran recibir golpizas y cumplir años de cárcel.

“Muchas de las cosas que ellos han ido permitiendo, que pudieran parecer como una apertura y que el régimen se anota como cambios, es algo que el periodismo independiente y los opositores en Cuba venían pidiendo desde los años 90”, puntualizó.

La reforma migratoria adoptada en 2013 por el régimen de La Habana permitió a muchos de los disidentes viajar al exterior, igual que a la mayoría de los ciudadanos cubanos. No obstante, para algunos, los frecuentes viajes de miembros de la oposición fuera de la isla, significa que el Gobierno ha conseguido desestimar su papel.

“Eso se debe a que los opositores tienen que encontrar el modo de fortalecerse políticamente, porque casi dos años después de que comenzó la gente a salir, de lo único que se oye hablar cuando alguien regresa es de los lugares que conocieron y lo que pudieron comprar”.

Para García, la disidencia “no ha sido capaz de abrirse un espacio político internacional, cuando el Gobierno sí lo está ganando con aparentes cambios. Me parece que en política, dos años son un buen tiempo y no creo que se haya logrado nada. Me siento con derecho a preguntar y cuestionarlo porque pienso que esa disidencia me representa”, señaló.

El reportero, que ha sido objeto de críticas por exponer al desnudo la situación política y la degradación social de su país, aseguró que en Cuba hay mucha gente decepcionada.

“De los Castro la gente está muy cansada. También del embargo, que en Cuba llaman 'bloqueo', porque el Gobierno lo usa como pretexto de que por eso nada funciona. Pero tampoco confía en los disidentes. Posiblemente las que más méritos tengan sean las Damas de Blanco y, sin embargo, todo el tema de las divisiones que ha habido entre ellas, ha dañado la imagen del grupo”.

“Lo otro que ocurre es que la sociedad está fragmentada, hay tres generaciones que abandonaron el país, existe un gran vacío intelectual en todas las especialidades, en todas las ramas del saber y las ciencias. Y la gente seguirá apostando por la emigración mientras las cosas vayan mal económicamente”, amplió.

Sin embargo, tras ese análisis desesperanzador, García consideró que “Cuba está abocada a un cambio. No tengo la verdad absoluta, pero creo que el país pasará de un régimen totalitario a una sociedad donde la democracia va ir entrando poco a poco”, comentó.

Y aseguró “que cualquier presidente estadounidense, demócrata o republicano, tendrá que tratar de negociar con Cuba, cuando ya no estén los Castro. Para entonces habrá que ver si ha surgido un disidente que pueda asumir el liderazgo político, con una posición seria, ya en democracia, porque en estos momentos hay muchas mentiras”.

Para García, la disidencia de los años 90, que estuvo encabezada por opositores como Vladimiro Roca, Martha Beatriz y Félix Bonne, entre otros, además de haber envejecido “ya no cuenta con el apoyo del Gobierno de Estados Unidos, entiéndase recursos y dinero, porque en Washington apostaron por las nuevas generaciones”.

“Un problema de los cubanos es que no respetamos la memoria histórica, escalamos pisoteando cadáveres y eso no debiera ser, porque antes que nosotros estuvieron ellos e, incluso, hubo otros antes que fueron fusilados por el régimen”.

La realidad de Cuba, más allá del cambio de régimen y la necesidad de una reestructuración política, según García, “requiere de una recuperación social que tardará unas cinco o seis generaciones, porque el sistema de valores no existe y eso se puede apreciar hasta en la pobreza de vocabulario de los cubanos más jóvenes”.

“La depauperación en Cuba da lugar a que una muchacha se vaya a la cama con un hombre por una cerveza y sea aplaudida. Eso realmente es lo que no sabemos cómo se podrá superar. También está el hecho de que la adoración por el dinero desvíe a la gente de cosas tan importantes como denunciar la violación de sus propios derechos”, precisó.

García aseguró que ha sido testigo cada vez con más frecuencia de la cantidad de cubanos, fundamentalmente jóvenes, que se involucran en los preparativos de un viaje para llegar de forma ilegal a Estados Unidos, esperanzados en recibir los beneficios de la Ley de Ajuste Cubano.

“Hay que revisarla, para mí ya no tiene ningún sentido. Lo que debe mantenerse es el estatus de refugiado para los verdaderos perseguidos políticos, pero no para los que se acogen a la Ley de Ajuste y al año están viajando a la Isla, de donde supuestamente se tuvieron que marchar por problemas políticos”, denunció.

“Lo mismo ocurre con la ley que ampara a quienes logran llegar a tierra y envía de vuelta al país a los cubanos que son interceptados en el mar (conocida como política de "pies secos, pies mojados"). Me parece algo patético, además de todas las muertes que ha ocasionado. El Estrecho de la Florida es el cementerio más grande del mundo”.

Pero a pesar de que García ve el futuro de su país con incertidumbre y que su viaje a Estados Unidos constituyó el primero al extranjero en toda su vida, concluyó: “No me veo en otro lugar que no sea Cuba, creo que es el lugar que me corresponde. A pesar de todo, me gusta mi país”.

Iliana Lavastida Rodríguez
Diario las Américas, 25 de noviembre de 2014.
Foto: Iván en la redacción del Diario las Américas, el lunes 17 de noviembre de 2014. Difundida vía Twitter con este pie: "El gran @DesdeLaHabana que nos ilustra con sus crónicas desde Cuba nos visitó en la redacción".

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Barrios de La Habana (III y final)



Justo frente al solar de La California, en la calle Crespo, Mario, 32 años, un santiaguero que de manera ilegal reside en la capital, se las ingenia para desmarcarse de la policía y vender cigarrillos de marihuana a 5 pesos convertibles (6 dólares).

“Esta yerba es ‘yuma’ (extranjera, colombiana en este caso) y te arrebata como ninguna”, asegura Mario, un mulato que viste un desahogado bermuda y sandalias de cuero. Los presuntos clientes pasan de la droga y le dicen que ellos buscan diversión con buenas hembras, “no muy caras”. “Tengo un montón de ‘niñas’ para chuparse los dedos”, indica. Y arrastra al grupo a casa de un proxeneta que controla a varias chicas.

Así es el barrio de Colón. Usted puede encontrar lo que busca y legalmente no se vende. Desde melca, marihuana criolla o foránea, leche en polvo, hacerse santo, comprar pacotilla, alquilar el 'cable' (antena satelital) por diez dólares o pasar una noche con un par de lesbianas.

Aquí, al igual que en otras barriadas del centro de la ciudad, la gente camina y piensa dos veces más rápido que el resto de los habaneros. Colón forma parte del municipio Centro Habana, cuna de jineteras, chulos y ‘pingueros’ clase A que hoy viven de su verga en Europa.

De acuerdo a estadísticas oficiales, en Colón residen alrededor de 24 mil personas. Claro, las cifras no recogen los clandestinos. Es el barrio ideal para los inmigrantes de provincias orientales que llegan a La Habana con ganas de comerse el mundo. Haciendo cualquier cosa. Desde vender tamales, proponer putas o pedalear 12 horas en un bicitaxi.

El distrito limita al norte con el Malecón; al sur con el barrio de Los Sitios; al oeste con la calle Dragones y al este con el célebre Paseo del Prado. Fue en 1863, cuando se termina de derribar la muralla que bordeaba la zona portuaria y la fortaleza militar de La Cabaña, que La Habana puede expandirse libremente. Pero desde 1836, comenzó a perfilarse el barrio actual.

Según se cuenta, en 1876 al barrio Nueva Cárcel empezaron a llamarle con el apellido del descubridor de la isla. Cerca del mercado de abasto público de la zona existía la única estatua interior conocida de Cristóbal Colón. Por aquel entonces, el barrio era asiento de negociantes y tabaqueros. También de prostíbulos y vida libertina. Años después, surgieron comercios y grandes almacenes indispensables en la vida habanera.

Se incrementó el número de bares, cafés y restaurantes. También se edificaron varios hoteles y el Alhambra, sede del teatro vernáculo cubano, exclusivo para hombres

En el barrio de Colón predominan negros y mestizos. Los cultos sincréticos son la Regla de Ocha o Santería, paleros que consultan con huesos humanos introducidos en un caldero y plantes de abakuá.

La santería en el barrio es un negocio. Desprevenidos europeos o latinoamericanos, pasan por Colón a hacerse santo (Ifá). A un extranjero, un Ifá le puede costar 10 mil dólares. Con puros habanos, rumba y ron peleón. Hacerse santo también se ha puesto de moda entre los cubanos. A ellos les cuesta un poco más barato, entre 4 y 6 mil dólares, que no es poco dinero.

El barrio de Colón se ha convertido en una postal o un documental propagandístico. Muchos turistas sienten curiosidad por ver a los negros bailar guaguancó pasándose un afilado machete por la punta de la lengua.

Ya era famoso en los años 30, cuando en las noches calurosas y estrelladas en el solar de La California tocaba Chano Pozo, el genio de las tumbadoras. El alma de Chano aún vaga errante por la zona. Cuando negros y mestizos rompen los cueros en sus cuarterías derruidas, en la acera de enfrente, el autor de Manteca se sienta satisfecho a ver su relevo.

Colón es parte intrínseca del habanero del siglo XXI. Música, sincretismo religioso e ilegalidades. Violencia a discreción, putas baratas o caras, según el bolsillo, y drogas.

Los incipientes carteles capitalinos de drogas surgieron aquí. Ni las sucesivas redadas policiales, ni la vigilancia severa de policías especializados con sus uniformes negros y sus enormes pastores alemanes han detenido la venta de estupefacientes.

A cualquier hora usted puede ver personajes como el santiaguero Mario expendiendo marihuana. Si lo desea, lo conecta con un chulo. O lo lleva a la puerta de uno de los ‘burles’ (casas ilegales de juego) que funcionan en la zona. Los residentes de Colón son comodines. Hacen de todo.

Iván García

Foto: Una de las tiendas habaneras donde se pueden comprar artículos religiosos utilizados en la santería cubana. Tomada del blog Habana por dentro.