Paciencia pide el General Raúl Castro a los que sugieren realice reformas económicas y políticas profundas. Como las que necesita Cuba . No parches de supervivencia.
Paciencia pide Marino Murillo, el cebado zar de las tímidas trasformaciones hasta ahora efectuadas. Siempre con una impecable guayabera blanca y el paladar complacido, después de almorzar varios platos, postre incluido, en el comedor personal adjunto a su oficina.
Paciencia también piden los esforzados amanuenses oficiales, para contener el disgusto de la gente ante esa parodia de perestroika tropical que nos intentan vender.
Calma señores, nos dicen desde la radio o la tele. Alegan que es necesario analizar hasta el mínimo detalle antes de tomar cualquier decisión.
Es una burla colosal. Seis años después de llegar al poder , el 31 de julio de 2006 , por decreto de su hermano Fidel, en cámara lenta el General Castro viene aplicando aperturas y reformas poco efectivas .
Por favor, no me hablen más del acceso a la telefonía móvil, del alojamiento en hoteles, ni de la posibilidad de comprar un auto viejo o vender tu casa. Ésos son derechos que siempre debimos tener. Y nunca supimos reivindicar.
Tener una línea de celular o un quiosco de venta de pan con guayaba no es suficiente para un país que naufraga. Hacen falta reformas serias. No cortinas de humo.
Los medios oficiales de la isla gastan ríos de tinta criticando los cuatro años de gestión del presidente Barack Obama. De su incumplimiento en el cierre de la prisión en Guantánamo. O su lentitud en aprobar reformas migratorias.
Pero ningún reportero estatal levanta su voz para quejarse de las insustanciales medidas tomadas por Castro II en seis años de mandato. En Cuba las cacareadas reformas se ejecutan al compás de un lento danzón.
Por supuesto, la gente no es tonta. Sabe que e sa manera de proceder es una estrategia del gobierno para atrincherarse en el poder. A paso de tortuga controlan los cambios. Y en caso de ver señales que pongan en peligro su mandato, retroceden al punto de partida.
Con el cuento de las esperadas reformas migratorias, tienen engañada a una parte del exilio . El régimen quiere ofrecer una imagen de altruismo político al reconocer a la diáspora .
Es un absurdo. Nunca debieron aplicarse leyes aberrantes que tratan a los cubanos residentes en el exterior como forasteros en su patria.
Sabiamente, también usan el castigo y los premios con ciertos exiliados . Los rebeldes y bocones, a la lista negra. Ésos, ni en pintura. Ni siquiera pueden ser enterrados en su país.
A los que se mantengan callados y acepten sus reglas de juego, se les daría luz verde para que monten un timbiriche en su terruño; se presten a la explotación laboral y mensualmente entreguen billetes verdes al régimen.
¿Por qué mientras se llenan la boca hablando de reunificación familiar y de exigirle a la administración de Obama medidas que aligeren el embargo y faciliten el trasiego de mayores cantidades de dólares hacia Cuba, el gobierno da una vuelta de tuerca y dicta resoluciones endureciendo la entrada de paquetes por parte de los cubanos radicados en el exterior ?
Pura mendacidad. Es el fingimiento habitual de los Castro en su afán de ganar tiempo y respirar un poco de oxígeno político.
Algo se puede sacar en limpio tras 6 años de presidencia del General. Su meta es consolidar el poder más allá de su existencia. Eternizar la revolución verde olivo. Todo lo demás son tácticas dilatorias y trampas para cazar tontos.
Hace dos meses un editorial firmado por Orlando Márquez, portavoz de la iglesia católica , pedía calma para “la búsqueda de nuevos modelos sociales, con paciencia y sin traumatismos, sin que nadie quede excluido”.
Quisiera creer que los mismos que durante 53 años han administrado mal los destinos de la nación, están enfrascados en armar un proyecto social inclusivo y democrático. No puedo. Es como decirle a mi hija de nueve años que ahora el lobo de la caperucita roja es bueno. Allá quien lo crea.
Pero, por favor, no pidan más paciencia a personas que comen una sola comida al día, viven en sórdidas habitaciones de barrios marginales y el futuro lo consideran una mala palabra.
De los periodistas oficiales que piden paciencia, salvo las 80 horas al mes que a algunos les dan para que naveguen gratuitamente por internet, el resto vive y sufre las mismas carencias del cubano común.
Los ministros y generales no. Raúl Castro no sabe lo que es dejar de desayunar o almorzar. Y por el color de la piel de Marino Murillo, el zar de la economía, la proteína siempre está presente en su mesa. Al portavoz del Arzobispado, Orlando Márquez, tampoco debe faltarle la buena comida o preocuparle la merienda escolar de sus hijos.
Sean militares, dirigentes del partido o de la alta jerarquía católica, estos 'representantes de la sociedad cubana' residen en casas confortables, andan en autos modernos.
No les falta la gasolina. Ni la billetera con divisas. Internet a una velocidad razonable. Antena por cable autorizada. Y el pasaporte listo para viajar por medio mundo. De esa forma, pienso, cualquiera en Cuba tiene paciencia.
Iván García
Foto: Tomada de El período de las demoliciones en Cuba, publicado en Primavera Digital el 12 de agosto de 2012.
Leer también: ¿Hasta cuándo?, coherente documento presentado por la disidencia cubana el 4 de enero de 2011.