lunes, 26 de octubre de 2020

La miseria en Cuba a través de la ropa

Los recorridos del vestuario en Cuba acusan una larga pendiente entre el que los estrena y el que agota sus posibilidades de uso. Un período al final del cual la prenda puede devenir materia prima de otra, muchas veces infantil, cuando no colcha de trapear o paño de limpieza.

En estos tiempos de pandemia no pocas prendas han pasado a conformar las mascarillas que el Estado ha decretado obligatorias sin facilitar su suministro. La ropa hace en Cuba un camino inverso al de los cubanos, comentó hace pocos días, Alina, una amiga. Mientras nosotros venimos del campo a la ciudad y de ella al exilio, nuestro vestuario viene del extranjero a la ciudad y de ahí, con calidad menguada, va al campo. Su razonamiento movilizó el de otros amigos que estábamos reunidos.

En la década de 1990, Alina vivía en la barriada habanera de Santos Suárez y un vecino que alternaba entre buscavidas y guionista radial quedó a cargo de la vivienda de una colega emigrante. La amplitud del poder incluía sustraer lo que necesitara para sí o para algún conocido. Por aquellos años se televisó la telenovela brasileña Doña Beija, en la que una meretriz creaba un imperio a expensas de su belleza. La finca alrededor de la cual giraba la serie se llamaba Jatobá. El efecto de opulencia que daba a aquel vecino la posibilidad de desvalijar con consentimiento la casa a su cargo, le hizo llamarla Jatobá. De allí salió una saya que él le regaló a Alina.

Ella usó la prenda por durante quince antes de convertirla, por intermedio de una vecina costurera, en un vestido para su hija que puede ser visto en las fotos de su tercer cumpleaños. Cuando le quedó pequeño a su hija, ahora una adolescente, lo mandó a Limonar, en Matanzas, y allí le perdió la pista como se la había perdido su dueña original quien, en el país donde esté, no puede sospechar que 25 años después alguna niña matancera pueda usar su saya en forma de vestido.

Hortensia nació en Pinar del Río. En los años 80 se extendió el furor por cambiar las prendas de oro familiares por unos bonos que permitían comprar ropas, zapatos y bienes domésticos desaparecidos por tres décadas del país. El Estado propiciaba el cambio en una relación que le era favorable, aprovechando el deslumbramiento ciudadano. Fueron las llamadas "tiendas del oro y la plata".

La abuela de Hortensia viajó hasta La Habana para cambiar varias joyas. La familia compró ventiladores, enseres domésticos y ropa. Hortensia tenía cuatro años y le regalaron un vestido que, cuando le quedó pequeño, la familia lo guardó para su hija, quien lo usó veintitantos años más tarde. Luego se lo regalaron a una sobrina y le perdieron la pista.

Para los quienes vivimos los 90, es difícil no retrotraernos a esa época cuando cualquier persona comienza a enumerar carencias. Recuerdo que mi abuelo se había hecho de la ropa y zapatos de primos y cuñados que iban muriendo, hasta no tener dónde guardar un escaparate tan lúgubre. Lo recuerdo levantando los zapatos, entre un auditorio jocoso, y respondiendo a alguna pregunta sobre el difunto que se los había legado.

En el escaparate de Julia sobresale un abrigo que compró su mamá en los días previos a un viaje por los países socialistas, aquella modalidad de turismo que se inventaron las naciones que en lo militar pertenecían al Pacto de Varsovia y en lo económico al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Era el año 1975 y la mamá de Julia se acababa de casar con su segundo esposo. En aquel entonces, antes de viajar al extranjero, los funcionarios, y el escaso puñado de afortunados que viajaba sin ojeriza, iban a una tienda llamada La Internacional, en la que podían adquirir vestuario presentable, con abrigos incluidos.

Vestuario y abrigo presentables faltaban hacía mucho en las tiendas cubanas, y La Internacional era de esas modalidades de comercio excluyentes que el castrismo ha acomodado por épocas, con el objetivo de surtir un público específico u obtener dólares con los que financiarse. El abrigo que compró entonces la madre de Julia lo usa hoy su nieta, una adolescente que gusta de la 'onda retro', que en Cuba se impone convenientemente pues cualquier escaparate exhibe prendas de 50 años de antigüedad.

No es la única moda que se aviene a las carencias provistas por el castrismo. En su artículo Moda cubana, una historia de resistencia, la escritora Wendy Guerra analiza la semejanza que existe entre los hábitos hípsters y los impuestos en Cuba a través de la escasez y el amago permanente de combate:

"Jugar a la izquierda con códigos miméticos, disfrazarse de guerrilleros, incluso escoger deportes de defensa personal como entrenamiento, es una postura de moda. Para nosotros los cubanos, cobra otro significado la agotadora reproducción de un fenómeno que parte del canon rebelde. Cuando nací no había cuchillas para afeitarse, ni tintes o cremas, el jabón estaba escaso y el champú lo conocí en los años 80 gracias a los búlgaros. Las abuelas crearon recetas de resistencia a base de aguacate o pepino. El uniforme y las botas rusas invadieron el espacio visual".

No fue difícil llegar, a través del vestuario, a historias íntimas. La mamá de Alina es psicóloga clínica. Cuando comenzó a ejercer en los 90, necesitaba ropa presentable y la blusa con que nos escuchaba mientras conversábamos fue de las que vino a suplir su carencia entonces. Su testimonio es un anecdotario de angustias ajenas. Por aquellos años atendió a la madre de un bebé que asistía a sus consultas con sentimiento de culpa. La razón era que cuando le daba la comida a su hijo, el hambre que tenía avivaba, de manera instintiva, el deseo de que el niño dejara algo para podérselo comer ella.

Quien quiera conocer nuestra historia puede comenzar por recorrer el camino del tejido que nos cubre. Será el aspecto más superficial de nuestra existencia, pero por lo preciosa que se vuelve entre nosotros la posesión de una pieza de ropa, no pocas veces se llegará, a través de ella, al tejido de nuestras emociones o nuestros anhelos. Esos, muchas veces, permanecen escondidos hasta para nosotros mismos, porque un aspecto de la pobreza es que da vergüenza, y nuestra vida transcurre en ella.

Boris González Arenas
Diario de Cuba, 19 de agosto de 2020.
Foto: Ropa tendida en un edificio inhabitable en Centro Habana donde residen unas 70 personas. Tomada de ADN.

lunes, 19 de octubre de 2020

FINCIMEX: Los dólares son para los militares

En la gasolinera y mercado Tángana, en El Vedado, a los dependientes les resulta fácil identificar a un militar de alto rango aunque no lleve puesto el uniforme. No porque sus compras sean usualmente voluminosas, algo inusual para la mayoría de los cubanos, sino porque al pagar usará una Tarjeta de RED en apariencia ordinaria, en pesos cubanos (CUP), pero que al introducirla en el POS (terminal) admitirá una operación que no es permitida a otras tarjetas similares emitidas por FINCIMEX S.A.

Esta tarjeta es identificada por el sistema como extraordinaria, por tanto su tasa de cambio frente al peso cubano convertible (CUC) y al dólar estadounidense (USD) no es la establecida por el Banco Central de Cuba de 1 por 25 sino un canje artificial de 1 por 1, similar al de las empresas estatales y organismos de la Administración Central del Estado.

Como resultado, este militar de alto rango que recibe su salario mensual en CUP como cualquier empleado estatal en Cuba, al realizar una transacción comercial en alguno de los comercios, casas de cambio, cajeros automáticos y gasolineras de la isla autorizados para tales casos, ve incrementado significativamente el poder adquisitivo de su sueldo que solo nominalmente es tan bajo como el de un médico -entre los mil y tres mil CUP- pero en la práctica es otro, muchísimo mayor.

De acuerdo con fuentes consultadas por CubaNet, pertenecientes al nivel central de la corporación CIMEX S.A. y al Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas (GAESA) -a quien está incorporado CIMEX así como su intermediaria financiera FINCIMEX-, para estas tarjetas no existen las mismas dificultades por las que atraviesan los propietarios de tarjetas de débito, en especial las habilitadas para remesas del exterior o las usadas por los transportistas privados para la adquisición del combustible.

De tales tarjetas emitidas exclusivamente para algunos oficiales de alto rango del Ministerio del Interior (MININT) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), no para todos, han circulado alrededor de unas 2,700 en todo el país desde 2002, el año cuando fueron creadas hasta la actualidad, aunque en ese lapso de tiempo han sido objeto de modificaciones que las han fortalecido en alcance operacional. El 14 de septiembre de 2018, el diario Granma publicó en sus páginas centrales la respuesta de FINCIMEX S.A. a la queja de un ciudadano nombrado Luis Felipe Taylor Rodríguez.

Refiere la nota que esta persona, residente en Santiago de Cuba, realizó una operación con su tarjeta magnética en una sucursal de CADECA, pero se le pidió esperar treinta días para recibir el efectivo solicitado, en ese caso 700 pesos (CUP). Se suponía que la operación debía ser instantánea al tratarse de una tarjeta de débito, sin embargo sucedió lo que con frecuencia pasa tanto en la red comercial como en FINCIMEX, la única agencia financiera intermediaria de Cuba: que la falta de efectivo en las cajas, los problemas de conectividad o la ejecución de directivas internas para limitar las extracciones diarias, entorpecieron la gestión.

Mucho más reciente, al entrar en vigor la Resolución No. 73/2020 del Banco Central de Cuba, mediante la cual se inició la apertura de tiendas para la venta exclusivamente en dólares norteamericanos, mediante tarjetas AIS creadas por FINCIMEX, en redes sociales se evidenció el malestar popular contra la iniciativa del gobierno por ser considerada discriminatoria, en tanto favorecía solo a quienes recibían remesas desde el exterior, restando valor a los salarios estatales, ya de por sí considerados entre los más bajos del mundo al promediar los 30 dólares mensuales.

Las situaciones descritas parecen pertenecer a dos universos económicos paralelos, pero lamentablemente se trata del mismo. En lo alto de la pirámide social que se alza sobre los tipos de moneda que hoy circulan en Cuba existe un grupo exclusivo de cubanos protegido por el sistema y sus instituciones, integrado por altos oficiales de las FAR y el MININT, y que por tanto jamás se ha visto perjudicado por las dificultades y diferencias que el sistema genera.

Al ser FINCIMEX parte del sistema económico de las Fuerzas Armadas, aunque sus mecanismos de intermediación financiera están articulados con los del Banco Central de Cuba, se rige por disposiciones internas propias del Grupo de Administración Empresarial de las FAR (GAESA) y no por las leyes y regulaciones emitidas por otra institución de gobierno que no sea de las FAR, tampoco por el sistema de auditorías de la Contraloría General de la República.

Tales excepcionalidades e inmunidades usan como pretexto la “seguridad nacional” y, en otras cosas, les permite a los militares apoderarse de una parte de los ingresos por concepto de remesas desde el exterior a partir de un sistema de impuestos y comisiones en la actividad intermediaria que realizan con carácter de monopolio. Aunque se torna difícil ofrecer datos exactos por la falta de transparencia como práctica habitual de las instituciones cubanas, reforzada por al carácter militar de los sectores estratégicos de la economía y las finanzas en la isla, sí es posible hacerse una idea de cómo funcionan los mecanismos que le permiten a FINCIMEX emitir y respaldar las tarjetas sin que estas resulten en pérdidas económicas.

Incluso es posible ir más allá y calcular un aproximado de cuánto dinero obtiene como ganancia la entidad, en perjuicio de los otros clientes “no especiales”, obligados a trocar los dólares por monedas sin ningún tipo de respaldo como el CUC y el CUP, a usar una única agencia intermediaria para las transacciones, con tasas elevadas, además con el gravamen del 10 por ciento a la moneda estadounidense, instituido en 2004 por el Banco Central de Cuba y derogado hace apenas unos días debido a la crisis que la pandemia ha agudizado.

“Por cada dólar remesado (FINCIMEX) tiene ingresos propios de 0.07 centavos, solo por concepto de ingresos de la entidad sin contar lo que aporta al sistema de las FAR, además de otros impuestos y comisiones que recibe de los bancos a los cuales sirve de intermediario, de único intermediario. Hay que aclarar, que al ingreso total habría que sustraer ese 0.07, además del 0.024 que sí se declara como ganancia. Ese 0.024 supuestamente es la ganancia total que se usa en cada entidad territorial para gastos internos, salarios, etcétera. El 0.07, que también son unos cuantos cientos de miles al año, es el que justifica la existencia de esas Tarjetas de RED especiales, que sí tienen respaldo, pero en las remesas, así como algunas tarjetas de combustible. Esto último es un mecanismo no tan complejo, pero sí diferente, no sale del mismo dinero, más bien está vinculado, en parte, con la Reserva Estatal”, afirma un funcionario de FINCIMEX consultado bajo condición de anonimato.

De acuerdo con documentos oficiales de la propia entidad, citados total o parcialmente, y dispersos en tesis de grado, algunas de ellas accesibles en internet o publicadas en repositorios de las propias universidades, tan solo en 2004, por cada dólar remesado FINCIMEX obtuvo 0.20 centavos de ganancia, una cantidad que ya para 2006 (no se poseen datos publicados más recientes) se había incrementado a 0.32 centavos, de los cuales cerca del 50 por ciento pertenecía por entero a GAESA, como parte del cobro de comisiones, y el resto al Banco Central de Cuba.

Un detalle a tener en cuenta es que, a diferencia de estas emisiones especiales de FINCIMEX destinadas a altos oficiales de las FAR y el MININT, las demás tarjetas de débito que se emiten para las remesas, están expresadas en CUC, independientemente de que el remitente haga el depósito en otro tipo de divisa. El remitente de la remesa, que está en el extranjero, deberá tener en cuenta el gasto de la tarifa que cobra la agencia más un 1.1134, agregado al 8 por ciento que se le aplicaba al monto de la remesa por el gravamen establecido en la Resolución No. 80 del 4 de Noviembre del 2004, del Banco Central de Cuba, y el 3 por ciento de la convertibilidad de la divisa en que fue impuesta la remesa, producto de la Resolución No. 9 del 1 de abril del 2005 también del Banco Central de Cuba.

Los márgenes de ganancias, de acuerdo con las mismas fuentes, tan solo en una provincia como Villa Clara se correspondían con el monto de 435 097.92 dólares en 2007, mientras que en todo el país ese mismo año se obtuvieron más de 6 millones de dólares por el mismo concepto, sin contar otras ganancias obtenidas por ventas institucionales, seguidas de las ventas a la población y el expendio de combustible. Ganancias que, de acuerdo con fuentes internas de FINCIMEX, se han incrementado en un promedio de más de 150 mil dólares anuales desde 1999, cuando comenzaron a gestionarse las remesas, hasta la actualidad.

“Por cada dólar que se recibe en Cuba a través de FINCIMEX, entre comisiones a intermediaros y bancos, el emisor de remesas hoy pierde en realidad más de 0.50 centavos por encima, sin contar que ese dólar se lo queda completo el Banco Central de Cuba y el sistema de las FAR. Lo que recibe la gente es el CUC sin respaldo, como un papel sin valor más allá de las fronteras, eso sin contar lo que debe pagar otra intermediaria financiera como Western Union para estar en Cuba”, explica un funcionario de FINCIMEX consultado.

Datos sobre los pagos de Western Union a FINCIMEX por la actividad de solo una de las decenas de sucursales que la empresa estadounidense opera en la isla, pueden arrojar luz sobre cuánto en total obtiene GAESA por tales acuerdos. Anualmente, por cada sucursal territorial, Western Union continúa desembolsando a favor del Sistema Empresarial de las FAR alrededor de 4 mil dólares, lo que representaría quizás alrededor de un total 100 mil dólares anuales solo por el permiso de operación.

De acuerdo con informes publicados de la empresa militar cubana, citados en tesis de grado y otras investigaciones académicas, solo en Camagüey, Western Union pagó como tributación en 2005 un total de 4 155.08 dólares, desglosados de la siguiente forma: 68.05, por la utilización del inmueble; 1 021.24, por los servicios recibidos de FINCIMEX; 982.79, pagados a la agencia empleadora por la utilización de la fuerza de trabajo; 550, de contribución a la Seguridad Social, más 1 533 de otras tributaciones. El acuerdo entre ambas empresas se ha mantenido vigente, de modo que con la ampliación de los servicios desde 2005 hasta la actualidad, la cantidad tributada probablemente haya aumentado.

“Las primeras tarjetas eran para combustible y productos de primera necesidad”, afirma un militar retirado que estuvo entre los primeros beneficiados cuando en 2002 las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior inauguraron la iniciativa. Las tarjetas “se les dio a algunos primeros oficiales, como estimulación. No se podía usar en todos los servicentros ni tampoco podías comprar ropa, solo comida, pero no hacía tanta falta como ahora porque todo eso se compraba en lo que era Comercio Militar en las unidades. Cuando me retiré me la quitaron”.

De acuerdo con la información ofrecida por varios trabajadores de tiendas y establecimientos donde actualmente se aceptan estas tarjetas, cada año se ha ido ampliando el espectro de adquisiciones aunque, para el combustible, FINCIMEX ha emitido otras tarjetas igual de extraordinarias, similares a la de los transportistas privados, pero con una cantidad límite asignada por mes, que no siempre es la misma, aunque con la ventaja de que se adquiere en el mercado de divisas, pero se paga en moneda nacional.

“Comida, piezas de autos, ropa, zapatos, electrodomésticos, de todo pueden comprar .Se pasa la tarjeta normalmente, como cualquier otra tarjeta de red. La operación es automática pero, por ejemplo, si pasas esa misma tarjeta por cualquier tienda, las del FOCSA o Carlos III, el sistema no la acepta, o te hace el cambio de 1 por 25”, afirma una dependienta de la tienda La Puntilla, donde en algunos departamentos sí son admitidas las tarjetas especiales.

“Hay cajeros automáticos que no las aceptan. Tampoco pueden hacer el canje directamente en las cajas de los bancos, en ninguno. Desde el año pasado es que pueden hacer operaciones en algunos lugares, pero con límitaciones, según la tarjeta. Las hay que permiten extraer hasta 100 CUC diarios. Hay otras que solo admiten dos o tres operaciones mensuales en cajeros, de acuerdo a la tarjeta”, comenta un funcionario del Ministerio de Finanzas y Precios familiarizado con el proceso.

Al contrario de lo que se ha reiterado hasta la saciedad por el régimen cubano, no fue la desaparición del bloque de países comunistas de Europa del Este la que obligó a Fidel Castro a crear la intermediaria financiera FINCIMEX, sino la estrategia de construir una estructura económica paralela a la impuesta por la URSS y de espaldas al CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica). En principio fue encargada exclusivamente de la tesorería de CIMEX, entre otras actividades asociadas, así como presuntamente del lavado de dinero mediante la compra-venta de oro y joyas, bajo la justificación de “conceder créditos a la producción nacional”, pero esto es algo que hacían los soviéticos.

FINCIMEX surgió en realidad como parte de un conglomerado de empresas en paraísos fiscales cuyas ganancias beneficiarían a una cúpula de oficiales del Ministerio del Interior, primero, y de las Fuerzas Armadas poco después, durante los años 90, cuando los servicios de inteligencia estadounidenses destaparon los vínculos del gobierno cubano con el narcotráfico en la región del Caribe, con destino a los Estados Unidos. A partir de la desaparición de la URSS, en la década de 1990, FINCIMEX comenzó un proceso de crecimiento y transformación acelerado. En octubre de 1992 le fue transferido el único Centro de Procesamiento de Tarjetas de Crédito del país. En marzo de 1995 comenzó a emitir las primeras tarjetas de combustible de CUPET-CIMEX y ya en junio de ese mismo año asume los cobros derivados de los gastos de emigración.

En 1999 inicia las operaciones como agente de Western Union. Un año antes se le había autorizado a realizar actividades de intermediación financiera mediante licencia del Banco Central de Cuba, amparada luego por la Resolución No.109/1999, para gestionar y administrar las remesas de ayuda familiar desde el extranjero hacia Cuba.

Fundada en Panamá en 1984 e incorporada décadas después a GAESA, cuando Fidel Castro traspasó el poder a su hermano Raúl -hasta entonces Ministro de las Fuerzas Armadas-, FINCIMEX S.A. es la única intermediaria financiera del régimen y por tanto monopoliza las operaciones de cuentas corrientes de la corporación en bancos extranjeros, el cobro de las tarjetas de crédito internacionales y las remesas, el control oficial del recibo y entrega de ayudas a familiares procedentes del exterior, realizado a través de American International Service (A.I.S), así como otros servicios de representación y operaciones de tarjetas como VISA, MasterCard, Cabal, y el control y procesamiento de las Tarjetas Prepagadas de Combustible.

Mediante los servicios de FINCIMEX operan otras empresas cubanas de importancia, también pertenecientes a GAESA, entre ellas vale destacar Melfi Marine S.A., la única transportista de todas las necesidades de CIMEX y de más del 90 por ciento de las representaciones de empresas extranjeras radicadas en Cuba, así como de los organismos de la Administración Central del Estado. De ahí que prácticamente el total de lo que se importa y exporta en la isla estará bajo el control de los militares, siendo estos los mayores beneficiarios.

Investigación periodística publicada en Cubanet el 20 de julio de 2020.
Foto: Raúl Castro y altos cargos militares en un acto junto a dirigentes civiles. Tomada de Cubanet.

lunes, 12 de octubre de 2020

Cuba: defensa y agonía (II y final)


El trío Cuba, Venezuela y Nicaragua no sólo debe resistir, necesita desestabilizar otros países, mientras espera que la izquierda recupere poder o que Donald Trump pierda las elecciones en Estados Unidos. Suponen que esto les permitiría seguir gobernando. Al cambiar el contexto, Cuba cambió estrategia, la división de las FARC y el atentado terrorista que mató 22 cadetes de policía en Bogotá son acciones promovidas por Cuba y Venezuela para destruir el proceso de paz en Colombia. Por las graves implicaciones internacionales es imposible que éstas fueran decisiones autónomas.

El Foro de Sao Paulo estaba debilitado porque los partidos miembros habían perdido elecciones, pero fue resucitado con una nueva composición. En el 2019 convocó a sindicalistas, movimientos de indígenas, ecologistas, afrodescendientes, campesinos, estudiantes, islamistas radicales, feministas y a la comunidad LGTB de Estados Unidos, Latinoamérica, Europa, Medio Oriente, África y Asia. La Habana y Caracas fueron sede de muchos eventos con miles de participantes.

Allí se decidió que las organizaciones sociales serían el instrumento; la violencia callejera, el medio; la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, la bandera; y la defensa de Cuba, Venezuela y Nicaragua, el objetivo. Cuba estaría al mando, Venezuela pondría el dinero y cada país los muertos. En ese contexto Maduro anunció la violencia hablando de “Brisa Bolivariana”. En este plan Cuba asumió bajo perfil para evitar rupturas de relaciones y pérdida de embajadas. Éstas son sólo centros de coordinación con los extremistas, porque Cuba ni vende ni compra nada.

Pero el Foro de Sao Paulo es ahora una ensalada de intereses y posiciones incoherentes. Los extremistas iraníes y Hezbollah deben juntarse con sus enemigos: las feministas y la comunidad LGBT. Los trabajadores deben exigir salarios dignos al neoliberalismo, pero apoyar que Cuba pague 15 dólares al mes. Deben exigir respeto a los derechos humanos, pero callar los muertos, los presos y las torturas en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Deben luchar por el comunismo en sus países, pero apoyar el capitalismo salvaje de China y el de los oligarcas rusos. Deben luchar contra el racismo en Estados Unidos, pero olvidar los campos de concentración en China y la ejecución de homosexuales en Irán.

En la nueva realidad, la extrema izquierda perdió la ventaja moral que tuvo cuando enfrentaba dictaduras militares de derecha. A pesar de esto, Cuba decidió que sus creyentes debían pasar de la lucha revolucionaria al vandalismo callejero porque sólo la violencia generaría hechos mediáticos y políticos suficientemente potentes para su defensa.

Señalar a Cuba como la causa de los conflictos sería teoría conspirativa. Las protestas en Colombia, Ecuador y Chile en el 2019 tenían causas reales, justas y legítimas. Las mayorías se movilizaron pacíficamente por demandas internas, pero la violencia fue responsabilidad de minorías subordinadas a factores externos. El vandalismo fue premeditado, organizado, artificial, movido por intereses externos y no encaja con la forma en que evoluciona una protesta de calle. Aprendí sobre esto durante la década que precedió a la guerra civil en mi país. Mi primera acción revolucionaria fue romper a pedradas los vidrios de una patrulla policial, después de que éstos habían masacrado gente a balazos.

Hay en la calle dos tipos de violencia: la espontánea y la organizada. La primera es esencialmente reactiva, nunca premeditada. Una protesta que es reprimida con uso desproporcional de la fuerza puede provocar violencia espontánea de los manifestantes. Con el tiempo, esa violencia espontánea puede transitar a violencia organizada si la represión es brutal y persistente. Por ejemplo, en Venezuela y Nicaragua lo masivo y pacífico duró muchos días hasta que los jóvenes se hartaron por los muertos y empezaron a responder con piedras, bombas molotov y a organizarse en pequeños grupos a violencia organizada supone que la represión se volvió mortal y cotidiana y esto exige un nivel de organización similar al de una guerra, requiere mando y control, coordinación entre grupos y medios para la defensa.

En 1980, en Guatemala, los militares incendiaron la Embajada de España porque unos campesinos que protestaban por la represión se habían refugiado allí: 37 personas murieron calcinadas incluido personal de la embajada. En 1979, en una de las numerosas masacres, los militares salvadoreños mantuvieron cercados a los manifestantes en una iglesia del centro capitalino durante varios días. Veintiún cadáveres quedaron enterrados en el interior de la iglesia. El entierro de san Arnulfo Romero fue atacado con francotiradores. Finalmente decidimos que grupos de autodefensa protegieran las protestas, pero en Centroamérica, a pesar de la salvaje represión, ni el saqueo ni el vandalismo tomaron fuerza. Cuando la represión es letal no hay tiempo para pensar en saqueos.

En 2019, en los casos de Ecuador, Colombia y Chile no hubo represión letal que justificara la violencia. Esta no fue espontánea, lo masivo fue simultáneo con lo violento, no fue reactiva sino organizada, premeditada y dirigida. En Chile incendiaron puestos policiales y penetraron a instalaciones militares. Evidentemente buscaban que hubiera numerosas víctimas. Los extremistas provocaron la muerte de quince personas con los incendios, más del doble de los seis atribuidos a los policías. No hay explicación política racional al nivel de vandalismo en Chile. Los daños alcanzaron 4,500 millones de dólares, incluyeron la destrucción de 70 de las 136 estaciones de metro, centenares de comercios, hoteles, estaciones de policía y hasta iglesias de valor histórico.

De mis tiempos de guerrillero, sin haber recibido nunca instrucción militar, recuerdo cuánto nos costó aprender a derribar torres conductoras de energía. En Chile destruyeron locomotoras de acero en ataques sincronizados. Esto requiere instrucción, medios, planeación y mando centralizado. Ni durante la insurrección contra Somoza en Managua ni cuando los guerrilleros salvadoreños combatimos durante quince días en la capital hubo un nivel de destrucción siquiera cercano a lo que ocurrió en Chile.

Cuba es la dictadura más prolongada de la historia, pero la tragedia de los cubanos pareciera importar a pocos. El mar y los tiburones les impiden escapar en masa como los venezolanos y esto los ha convertido en víctimas de segunda clase olvidadas por el mundo. El régimen es un bandido que con el tiempo se volvió socialmente aceptable para académicos, intelectuales, actores, políticos, millonarios y turistas. Cada uno por distintas razones: arqueología política, excentricidad, inversiones sin sindicatos, burocracias corruptibles por nada, prostitución barata, drogas, etcétera. La mitología revolucionaria convirtió a los disidentes en gusanos y a los que viven en la isla en hormigas de laboratorio de creencias fallidas.

Ahora los cubanos se dividen en dos grupos: los que tienen fulas (dólares) y los que no tienen. Es decir, que quienes tienen parientes “gusanos” viviendo en la Yuma (Estados Unidos) viven mejor que el resto de los cubanos. Todo en la isla es ficción: el peso (la moneda nacional), los salarios, la educación, la salud y hasta el embargo. Estados Unidos es el quinto socio comercial de Cuba y el primer suministrador de alimentos de un país que debería ser potencia agrícola. Cuba importa azúcar porque ya no es capaz de producir ni para su propio consumo. Hasta los dirigentes viven en la ficción.

Vicente Botín, en su libro Los funerales de Castro, proporciona una lista de parientes de altos dirigentes que viven bien en el exterior y pueden entrar y salir cuando quieren. Esta lista incluye a los hijos de Ramiro Valdés y Juan Almeida, comandantes y héroes de la Revolución compañeros de Fidel. Botín cuenta de Ubre Blanca, la vaca mágica del experimento de Fidel Castro que fracasó, así como fracasó la mayoría de los desatinos visionarios del comandante, entre ellos los planes arroceros, el plan fresa, el café caturra, las granjas de faisanes, las plantaciones de bambú, la presa Paso Seco, la zafra de los 10 millones o la producción de quesos que superaría a la de Francia. Fui testigo de ocurrencias con calamares o de meter percas del Nilo en lagos de Nicaragua.

Oficialmente no existe una economía de mercado, pero hay un gran mercado negro en el que se encuentra de todo. Estos productos son robados de almacenes del gobierno con cadenas de corrupción que involucran a muchos funcionarios y trabajadores. Conocí de un ministro que aceptó una propina de 500 dólares y durante la guerra había funcionarios del partido que pedían a los salvadoreños productos estadunidenses. La mayor aspiración de los jóvenes es vivir en Estados Unidos, el enemigo mortal del castrismo. El régimen se sostiene por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Existen en cada cuadra y su trabajo es fomentar el miedo a partir de que todos vigilen a todos.

Alemania Oriental fue la matriz del modelo de seguridad cubano. Tony Judt en su libro Postguerra dice que la burocracia policial alemana tenía: 85 mil empleados, 60 mil colaboradores, 110 mil confidentes regulares y 500 mil a tiempo parcial. Seis millones de alemanes que correspondían a la tercera parte de la población tenían expedientes. En comparación, la Gestapo nazi sólo contaba con 15 mil personas para toda Alemania.El Partido Comunista de Cuba tiene más de un millón de militantes que representan el 10 por ciento de la población y los CDR están integrados por varios millones. Nada de esto es voluntario, porque en Cuba vivir fuera del sistema es morir.

Sin embargo, ahora los CDR se han vuelto igualmente corruptos, quieren dólares, consumir y huir al Imperio. Algunos ilusos, que jamás soportarían vivir en Cuba, creen que el régimen sobrevive porque tiene apoyo popular. Trujillo, Pinochet y el genocida Ríos Montt también tenían apoyo. Carolina Cox, izquierdista chilena procubana, hizo público su desengaño al quedar varada en La Habana por la pandemia. Cox describe en un video la ausencia de productos de higiene, la escasez de agua, las plagas en el hotel, el bloqueo a internet...

En 1987 se hubiera pensado que el derrumbe soviético era una ilusión, tres años después terminó. Quienes nacieron después de terminada la Unión Soviética tienen ahora 30 años, Raúl Castro tiene 89 y Ramiro Valdés 88. El “imperialismo yanki” como enemigo es ahora retórica de ancianos. Como en la desaparecida Unión Soviética, los nuevos dirigentes cubanos no dicen lo que piensan, ni piensan lo que dicen. En 2009 el vicepresidente Carlos Lage y el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque fueron destituidos luego de ser filmados secretamente burlándose de Fidel Castro.

El cambio generacional es la mayor amenaza a la burocracia comunista. El régimen teme replicar el modelo chino porque esto implicaría aceptar inversión externa en todos los sectores, permitir cubanos ricos y, lo más difícil, asumir la reunificación de la Cuba rica de la Florida con la Cuba pobre de la isla.

En política es fundamental conocer el tamaño de la fiera que enfrentamos y el contexto que la parió. El modelo político, social, económico y diplomático de Cuba parte de su credo marxista, pero también de autodefinirse como un Estado en guerra y sus planes han estado en función de su defensa frente a Estados Unidos. Esto tiene bases reales en su historia pasada y reciente con la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, en la guerra contrarrevolucionaria en la sierra del Escambray, en las operaciones terroristas que han sufrido, en los intentos de atentados a Fidel Castro, en su involucramiento en la guerra de Angola para responder a una demanda soviética y en la crisis de los misiles de 1962, el momento en que el mundo ha estado más cerca de una hecatombe nuclear.

Cuba es el único país latinoamericano que ha necesitado llevar seguimiento de lo que pasa en nuestro continente y el mundo. Sólo hay dos salas situacionales globales en América, una en Washington y otra en La Habana. El régimen no hace elecciones, pero conoce cómo funcionan y hace proyecciones sobre los resultados de éstas en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Necesita prever si éstas afectarán o no su sobrevivencia. Sus servicios de inteligencia superan en capacidad, experiencia y cobertura a cualquier país latinoamericano, compiten con la CIA, el Mosad o el MI6.

Cuando Cuba fue aislada del continente, fortaleció su diplomacia en África, Asia y el Caribe, logró el apoyo de muchos países y ganó posiciones en Naciones Unidas. Ha reclutado agentes en la izquierda y sabe manipular académicos, intelectuales, religiosos y políticos para integrarlos a sus redes, muchas veces sin que se den cuenta. Utilizan el sexo para chantaje, reclutamiento o inducción de posiciones políticas y saben realizar operaciones de todo tipo fuera de sus fronteras.

Jorge Masetti, hijo del guerrillero amigo del Che que murió en 1964, dedica cuatro capítulos de su libro El furor y el delirio a las operaciones encubiertas en México. Masetti se convirtió en un importante agente de los servicios cubanos y se describe a sí mismo como “hijo de la Revolución”. Las ejecuciones del general Ochoa y Tony de la Guardia lo hicieron romper con Cuba. Su testimonio revela que las actividades en México incluyeron ayuda a narcotraficantes colombianos y a diferentes grupos guerrilleros latinoamericanos para operaciones en territorio mexicano, que iban desde asaltos a bancos hasta joyerías.

Cuenta además que la valija diplomática cubana se utilizaba para introducir armas o mover el dinero de las operaciones. Entre éstas menciona la recepción y traslado a Cuba de cuatro millones de dólares, fruto de un asalto de los Macheteros de Puerto Rico a un depósito de Wells Fargo en Connecticut en 1983. Masetti destaca que las operaciones encubiertas derivaron en “bandidaje revolucionario” y se extendieron a otros países del continente. En México suelen ocurrir secuestros de empresarios que no tienen explicación en la delincuencia local. Es difícil saber hasta dónde llega la actividad de las embajadas cubanas en su tarea de conspirar contra los gobiernos.

Dice también Masetti que uno de los objetivos que se planteaba el régimen era “hacer de la cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina”. Recuerdo que Fidel siempre decía que una guerra allí se tragaría cientos de miles de hombres. Los políticos latinoamericanos y estadounidenses han cambiado en varias generaciones. Cuba tiene abundante experiencia acumulada y muchos de sus funcionarios han permanecido décadas en sus cargos.

No hay capital del continente donde la inteligencia cubana no tenga agentes activos. Defenderse desestabilizando a otros es parte esencial de su política exterior y esto no es un invento cubano. Yuri Bezmenov, desertor de la KGB, decía que el 50 por ciento de la actividad de la inteligencia soviética se concentraba en “subversión ideológica” y desestabilización de sus enemigos. Esta doctrina sigue vigente, basta recordar la injerencia rusa en la última elección estadounidense.

El artículo de Orlov que enojó a Fidel Castro en 1989 decía que Cuba es un “Estado militarizado” y sigue siéndolo. Esa afirmación da sentido a todo lo planteado sobre su estrategia de defensa. A esto agrego mi propia vivencia que describo con un viejo refrán que dice: “Si digo que la burra es parda, es porque tengo los pelos en la mano”.

Durante décadas ser de izquierda ha implicado no criticar al régimen cubano, aceptar que éste actúa por solidaridad y tenerle gratitud. Pero la verdad no hay nada que agradecerle, al contrario: ha instrumentalizado y sacrificado a las izquierdas nacionales por su propio interés. La muerte de Allende y la destrucción de Venezuela son algunas de las evidencias irrefutables.

Nada ayuda más a las derechas que tener un competidor estúpido. Uno de mis objetivos en este ensayo es provocar a la izquierda para que deje de creer que el cielo existe, abandone la defensa de lo que no funciona, mande al infierno la religión marxista y a todos sus santos, y regrese a la tierra.

Joaquín Villalobos*
Nexos, 1 de agosto de 2020.

*Exjefe guerrillero salvadoreño, consultor en seguridad y resolución de conflictos. Asesor del gobierno de Colombia para el proceso de paz.

Foto: Hombre con mascarilla pasa frente a imagen del Che en La Habana. Tomada de Yahoo Noticias.

lunes, 5 de octubre de 2020

Cuba: defensa y agonía (I)


En la entrega anterior, el ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos (1951), se ocupó del régimen cubano como último refugio del modelo marxista y del desastre que fue Fidel Castro como jefe de Estado. En esta segunda y última parte del ensayo, detalla el efecto negativo que ha tenido la cercanía de Cuba con la izquierda en América Latina. Para garantizar su fortaleza y control en el extranjero, el gobierno cubano entrenó y armó movimientos guerrilleros durante tres décadas; luego apoyó partidos políticos, elecciones y gobiernos, y en los últimos años ha sido solidario con movimientos sociales que aún lo toman como referente moral. Es momento, dice Villalobos, de reconocer que no hay nada que agradecerle a Cuba, la dictadura más longeva, y de hacer que la izquierda deje de ser fiel a la religión marxista.

La estrategia fundamental del régimen cubano de defenderse fuera de sus fronteras ha tenido tres fases que corresponden a cambios en la realidad y en la situación de la izquierda en América Latina: los primeros treinta años con movimientos guerrilleros; a partir de 1990, con partidos políticos, elecciones y gobiernos; y de 2019 a la fecha, con movimientos sociales y violencia de calle.

Durante los 60, 70 y 80, Cuba mantuvo una intensa política de entrenamiento, armamentización, influencia y control sobre los movimientos insurgentes. Mientras hubiera conflictos por todos lados, Cuba estaría segura. Hubo dos excepciones: en Costa Rica porque la democracia evitó que surgieran movimientos armados y en México, aunque hubo guerrillas, Cuba aparentemente no las apoyó por un acuerdo con los gobiernos del PRI. La Habana fue el centro de la actividad revolucionaria y Washington el centro de la actividad contrarrevolucionaria.

En enero de 1966 Fidel Castro fue el anfitrión de la Conferencia Tricontinental de movimientos revolucionarios de Asia, África y Latinoamérica. Asistieron 500 representantes de 82 países. En ese momento el propósito era: luchar por la vía armada contra el colonialismo, el imperialismo y las dictaduras para establecer gobiernos revolucionarios socialistas. La existencia de dictaduras le daba coherencia al plan. Pero no fue fácil controlar a los insurgentes.

Las invasiones a Hungría en 1956 y a Checoslovaquia en 1968 generaron rechazo a la Unión Soviética y despertaron simpatías por el maoísmo en la izquierda. Se empezaron a conocer las matanzas de Stalin, pero todavía se desconocían las de Mao. Los debates sobre los proyectos comunistas se trasladaban a los revolucionarios configurando sectas ideológicas de castristas, trotskistas, marxistas-leninistas, maoístas, guevaristas, marxistas cristianos, prosoviéticos, etcétera.

Esta fragmentación afectaba el control de Cuba sobre las guerrillas en función de su defensa. La respuesta fue reclutar militantes, convertirlos en sus agentes, así como infiltrar, dividir y debilitar a los movimientos que Cuba no pudiera controlar. Esto algunas veces trajo choques con la CIA, que estaba haciendo el mismo trabajo pero con intenciones opuestas. Brian Latell exanalista de la CIA, en su libro Castro's Secrets cuenta cómo la deserción en 1964 del miembro de los servicios de inteligencia cubanos, Vladimir Rodríguez Lahera, condujo a la captura, interrogatorio y reclutamiento de 120 aspirantes a guerrilleros de una docena de países, entre éstos El Salvador.

Castro nunca aceptó que Cuba fuera tierra de asilo. No pocos revolucionarios fueron enviados a luchar en condiciones suicidas. El coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, líder de la resistencia a la invasión estadounidense a República Dominicana en 1965, desembarcó en su país en 1973 con un pequeño grupo de guerrilleros y todos fueron aniquilados. Asimismo, el argentino Jorge Masetti, amigo del Che, fundador de Prensa Latina, estableció una guerrilla en Salta, al norte de Argentina, en 1964. Masetti desapareció y algunos de sus combatientes murieron de hambre. El propio Guevara fue parte de las aventuras suicidas que Castro estimulaba para distraer a Estados Unidos.

En los años 60, Castro intentó repetir su experiencia del foco guerrillero en Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Haití, República Dominicana, Brasil y Argentina. También realizó incursiones militares con sus propias tropas. En el año 1959 militares cubanos desembarcaron junto a nacionales de cada país: en Panamá en abril; en República Dominicana y Honduras en junio, y en Haití en agosto. En Venezuela, en 1966, Arnaldo Ochoa y quince cubanos desembarcaron en Falcón y en 1967 otros cubanos lo hicieron en Machurucuto. Con el Che en Bolivia hubo dieciséis cubanos que representaban la tercera parte de su guerrilla. En todos estos casos participaron cientos de militares cubanos, algunos murieron, otros huyeron, el resto fueron arrestados y deportados a Cuba.

En la década de los 70, Castro apoyó, entrenó y armó insurgentes de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador, República Dominicana, Argentina, Uruguay, Chile, Puerto Rico e incluso los Panteras Negras de Estados Unidos. Hay tres momentos culminantes con gran involucramiento cubano en esta etapa: los movimientos guerrilleros urbanos en Argentina y Uruguay, la victoria electoral y el derrocamiento de Salvador Allende en Chile (1970-73) y el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979.

Los Montoneros de Argentina secuestraron en 1975 a los empresarios Juan y Jorge Born que pagaron 60 millones de dólares, el rescate más grande de la historia de las guerrillas latinoamericanas, equivalente a unos 260 millones de dólares actuales. Este dinero llegó a Cuba y fue administrado por los cubanos.

En noviembre de 1971, Fidel Castro viajó a Chile y permaneció allí veintitrés días. Realizó concentraciones públicas por todo el país. En ese momento había en la izquierda un conflicto entre lucha armada y revolución versus lucha electoral y reformismo. La estadía de Castro fue un sabotaje al proyecto electoral reformista de Allende. Castro quería una guerra y una revolución en Chile, para ello entrenó y armó a miles de chilenos. Esto desencadenó el pánico de los militares, el golpe de Estado y la muerte de Allende en 1973, quien, a diferencia de Guevara, no se rindió a pesar de que le ofrecieron una salida segura.

Muchos de los chilenos que fueron entrenados se convirtieron en oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. En los 70, surgieron en México las guerrillas de Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y la Liga Comunista 23 de Septiembre. En teoría Cuba no las apoyaba, pero para Fidel el PRI era de derecha.

El evento más destacado de esta década fue la Revolución Sandinista en Nicaragua en julio de 1979 que derrocó al dictador Anastasio Somoza. El componente más importante de esta victoria fue la insurrección popular en Managua y la mayor parte de las ciudades. El segundo componente fue el Frente Sur, en la frontera con Costa Rica. Fidel Castro envió a este Frente a militares cubanos armados con piezas de artillería y ametralladoras antiaéreas cuatro bocas. El Frente Sur no tuvo un avance territorial importante, pero amarró a las tropas élite de Somoza, neutralizó sus medios aéreos e hizo perder tiempo al dictador hasta volverle imposible controlar la insurrección en las ciudades. El primer jefe de la inteligencia sandinista fue un oficial cubano.

La guerra en Centroamérica en los 80 fue lo más parecido a Vietnam para Latinoamérica. En Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Panamá participaron más de 300 mil hombres entre ejércitos, guerrillas y contrarrevolucionarios. En esos años Estados Unidos toleró un genocidio en Guatemala, gobernó El Salvador, ocupó militarmente Honduras, hizo la guerra a Nicaragua y terminó invadiendo Panamá en 1989. La base de Palmerola en Honduras la estableció Reagan en 1981 y se mantiene hasta la fecha.

La guerra civil salvadoreña es, después de la Revolución mexicana, la experiencia militar insurgente latinoamericana más desarrollada del siglo XX. Controlamos la tercera parte de un país de apenas 20 mil kilómetros cuadrados, hicimos más de 10 mil bajas y capturamos más de 3 mil prisioneros en combate, incluido el viceministro de Defensa; dimos de baja al principal jefe de las Fuerzas Armadas y a todos sus mandos, tomamos brigadas enteras, combatimos en la capital durante quince días y neutralizamos la fuerza aérea con misiles portátiles tierra-aire.

Cuba entrenó cientos de guerrilleros salvadoreños. De mi grupo muchos menos, porque los cubanos destinaban demasiado tiempo al adoctrinamiento ideológico y porque podíamos entrenar en nuestros territorios. Pero el apoyo cubano fue vital en armas, dinero oportuno y entrenamiento de fuerzas especiales, artilleros, francotiradores y operadores de misiles antiaéreos.

Para Castro, la guerra en Centroamérica no fue solidaridad, sino su primera línea de defensa frente a la agresiva política de Reagan contra Cuba, que incluyó un enfrentamiento directo entre tropas cubanas y estadounidenses cuando Reagan invadió la isla de Granada en octubre de 1983. Esto explica por qué Fidel mantuvo tanto interés en hablar conmigo. Su papel fue fundamental para unir a los grupos insurgentes y conseguirnos armas en Vietnam, Alemania Oriental y otros países. Éstas llegaban a Nicaragua y desde allí las trasladábamos a El Salvador. No hacen falta más detalles para destacar la importancia de la intervención cubana que fue reconocida públicamente por Castro, incluso con expresiones de admiración hacia los guerrilleros salvadoreños.

Desde finales de 1991 hasta inicios del nuevo siglo, Cuba vivió una situación muy difícil al terminar el subsidio soviético. En esos años, su estrategia de defensa en Latinoamérica tuvo una fase ofensiva cuya prioridad fueron los partidos, las elecciones y los gobiernos; y una fase defensiva que empieza en el año 2019, donde el principal interés han sido los movimientos populares y las protestas violentas de calle.

Cuando terminó la Unión Soviética, Fidel Castro creó lo que llamó “período especial”, un plan para evitar que el hambre de los cubanos lo derrumbara. Simultáneamente inventó el apartheid económico con inversiones de capitalistas extranjeros en hoteles y turismo. Los países comunistas se habían vuelto capitalistas, la democracia y los derechos humanos habían avanzado en Latinoamérica, los partidos de izquierda pudieron participar en elecciones libres. El apoyo a las guerrillas perdió sentido, lo principal en ese momento era tener un instrumento para influir sobre los partidos de izquierda que pronto serían gobiernos. Fue entonces cuando Fidel Castro junto con Lula da Silva fundaron en 1990 el Foro de São Paulo (FSP).

En esa fase, el paso más importante de Fidel fue “consagrar” a Hugo Chávez como revolucionario en 1994. Cuando éste se convirtió en presidente en 1999, inventó la Revolución Bolivariana y ocupó política, militar y económicamente Venezuela con miles de cubanos que incluían doctores, militares, profesores, policías, burócratas, entrenadores deportivos e instructores políticos. El extraordinario libro de Diego G. Maldonado La invasión consentida define la ocupación como la “sumisión voluntaria de una nación rica” a un país pobre en quiebra.

Para evitar lo ocurrido en Chile, Fidel transformó las Fuerzas Armadas venezolanas al redefinir su doctrina, modificar su organización territorial, alentar el cambio de armamento y reorganizar la policía y la inteligencia. Entrenó oficiales, cooptó jefes y reclutó e infiltró agentes. En Venezuela, del 2015 a la fecha, la inteligencia cubana ha desbaratado catorce conspiraciones de militares patriotas y la Operación Gedeón, que fue dirigida por mercenarios.

Según las propias fuentes cubanas, hasta 2015 habían pasado por Venezuela 219,321 cubanos y, en 2019, Raúl Castro dijo que en ese momento había 23 mil apoyando a Maduro. Esto es la mitad de los que mantuvieron en la guerra de Angola. No creo que exista gobierno en el mundo que tenga desplegado tanto personal en otro país, a menos que se trate de una ocupación militar. Ni las misiones de la ONU son tan numerosas. Hay que ser muy ingenuo para creer que son misiones solidarias.

Los cubanos que estaban en Granada eran unos “albañiles” que se convirtieron en militares al llegar los marines. El régimen cubano necesitaba el petróleo y el dinero de Venezuela desesperadamente. Para el 2007, gracias al subsidio venezolano, Cuba logró salir de la hambruna. Los regímenes cubano y venezolano son mutuamente dependientes: si uno se acaba, el otro también.

Con Chávez gobernando, Castro organizó la Alianza Bolivariana de los Pueblos (ALBA) y con el dinero venezolano inventó y financió Telesur, Unasur y a partidos de izquierda en todas partes. Para el 2009 la izquierda gobernaba en Venezuela, Ecuador, El Salvador, Honduras, Paraguay, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y tenía influencia en Perú. La izquierda se volvió hegemónica, controló la OEA y levantó la exclusión de Cuba. El financiamiento venezolano a Podemos creó problemas de gobernabilidad en España.

Al morir Hugo Chávez en 2013, Castro escogió a Nicolás Maduro, el hombre más leal a Cuba, para que presidiera Venezuela. Es obvio que ni Chávez ni los actuales dirigentes venezolanos tenían suficiente cabeza para parir la estrategia descrita. Ésta resultó de la genialidad perversa de Castro. Su palabra era sagrada, todos le consultaban todo y murió en 2016 como el Santo Padre de la extrema izquierda.

En diciembre de 2015, los chavistas perdieron las elecciones parlamentarias, resultado de la implosión de un modelo económico que había despilfarrado más de un millón de millones de dólares, quebrado la producción petrolera y expropiado y destruido miles de empresas industriales, comerciales y financieras. El chavismo perdió la mayoría en las calles y en las urnas. En democracia se pueden perder elecciones con un leve aumento de la inflación, pero el chavismo estaba mucho peor.

Luego de dieciocho años de excesos estaba políticamente agotado y con el país en quiebra; podía convertirse en una fuerte oposición, pero ya no podía ganar un gobierno más en elecciones libres. En ese momento las relaciones de Venezuela con Europa y Latinoamérica eran normales y Estados Unidos seguía siendo su principal cliente. Maduro desconoció el poder del Parlamento, rechazó un referéndum revocatorio e incumplió acuerdos negociados frente al Vaticano en 2016.

Fue así como en abril de 2017 ocurrieron en Venezuela las protestas más prolongadas, sostenidas y numerosas en la historia de Latinoamérica. Cuatro meses de lucha que dejaron más de cien muertos. Se intentaron negociaciones en República Dominicana, pero de nuevo el gobierno rechazó acordar elecciones libres. La crisis económica se transformó en emergencia humanitaria, empezaron a emigrar millones de venezolanos y, en ese contexto, aparecieron las sanciones y el aislamiento internacional a Maduro.

La explicación de la resistencia de Maduro es clara en la lógica que venimos exponiendo: si él perdía el poder, el régimen cubano también lo perdería. Para evitar esto, la democracia en Venezuela debía darse por terminada. Y no sólo allí. En marzo de 2018 la reducción de los subsidios venezolanos a Nicaragua generó en ese país una explosión social tan potente y prolongada como la de Venezuela, pero fue sofocada con una represión más brutal que la de la antigua dictadura de Somoza: centenares de presos y más de 400 muertos.

Cuba, Venezuela y Nicaragua conformaron para ese momento un eje de dictaduras que coordinaban su defensa e intentaban sumar a Bolivia al grupo. Camino a esa alianza, Evo Morales impuso ilegalmente su candidatura y realizó un fraude electoral, pero, al no contar con las Fuerzas Armadas, perdió el poder. Sin embargo, hizo una violenta resistencia que dejó decenas de muertos. El eje de las dictaduras se quedó sin Bolivia, pero éste es ahora un país dividido que podría vivir en conflicto permanente.

En la segunda década del 2000, la izquierda empezó a perder gobiernos en Latinoamérica y con ello el control de la OEA. Estados Unidos sancionó fuertemente a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Europa aplicó sanciones a Maduro y a Ortega, pero no a Cuba, que es el verdadero centro de gravedad del conflicto que se está gestando en el continente. Latinoamérica se ha quedado en las condenas diplomáticas y no se atreve a presionar a Cuba.

Fidel Castro decía que en los momentos críticos había que resistir y esperar. Eso hizo en Cuba durante el “período especial” en 1991: resistió hasta que apareció Chávez. Con el debilitamiento de Maduro y la salida del poder de gobiernos aliados, el régimen cubano reconoció que enfrentaba un gran peligro y pasó entonces a una fase defensiva, pero siempre con acciones ofensivas fuera de sus fronteras exacerbando conflictos y desestabilizando a otros países.

En condiciones normales Maduro, Ortega y Morales deberían haber dejado el poder y pasado a ser oposiciones fuertes con opción de recuperarlo. Su resistencia no responde a una lógica normal, actúan coordinados por interés propio, pero necesitan defender a Cuba, porque creen que la pérdida del referente moral e ideológico podría debilitarlos políticamente.

Joaquín Villalobos*
Nexos, 1 de agosto de 2020.

*Ex jefe guerrillero salvadoreño, consultor en seguridad y resolución de conflictos. Asesor del gobierno de Colombia para el proceso de paz.

Foto: Cartel con Fidel Castro y Hugo Chávez en un establecimiento habanero. Tomada de Radio Televisión Martí.