lunes, 31 de mayo de 2021

Yo soy cubano

Posiblemente uno de los ámbitos más prolíficos de nuestro país en estos días poco prolíficos, es ese al que de seguro los psicólogos, sociólogos, historiadores del arte, y demás estudiosos de esto y de aquello, aunque lo denominen con otro término, dedicarán alguna vez enjundiosas páginas: el de la «cibertiradera». El término «tiradera», heredado del rap y sus géneros asociados, da cuenta de una especie de duelo entre dos partes, con tintes más o menos artísticos, aunque no pocas veces raya en una chabacana vulgaridad. La inclusión del morfema «ciber» nos remite al espacio virtual en el que ocurren las escaramuzas.

La primera cuenta de este rosario de dimes y diretes que no parece tener final, inició con Patria y Vida, de los muy conocidos Yotuel, Gente de Zona y Descemer Bueno; acompañados por Maykel Osorbo y El Funky, renombrados opositores al Gobierno. La canción, cuyo título se ha convertido en una especie de consigna alternativa, fue lanzada el 17 de febrero y el 17 de marzo acumulaba más de tres millones 700 mil de reproducciones en YouTube, con doscientos mil «Me gusta» y 6 mil 800 «No me gusta».

Le siguió como respuesta Patria o Muerte por la vida, interpretada por Raúl Torres —quien decidió salirse de la alabanza necrológica— y Annie Garcés, junto a las poco conocidas Dayana Divo, Karla Monier y Yisi Calibre. Se estrenó el 1 de marzo y dieciséis días después contaba con más de 880 mil reproducciones; 7 mil 500 «Me gusta» y la cifra nada despreciable de 101 mil «No me gusta». Es decir, le disgustó a trece veces más personas que a las que le agradó. Un logro del marketing sin dudas.

Entre estas dos, que representan el binarismo más visible del espectro político insular, hay otras de menor calado, como Patria y Amor y Convicción. La última es Patria o Muerte, sin vida ni otro matiz, interpretada por Yordan Santana, Adrián Ramos y Adrián García, tres agentes del Ministerio del Interior aficionados al auto-tune rústico y al rap pro-sistema, convidan en su estribillo "a que veas el mundo por mis ojos y veas como la traición invade el corazón, comiéndoselo todo".

A un contexto tal, en el que priman intercambios de declaraciones, trifulcas en redes sociales, memes y todo tipo de toxicidades, el 15 de marzo, -lo que la hizo coincidir con el aniversario de la Protesta de Baraguá-, llegó una canción cuyo título es una máxima sencilla y aparentemente alejada de definiciones ideológicas: Yo soy cubano. Sus intérpretes son los talentosos artistas residentes en Estados Unidos, Alexis Valdés y Willy Chirino.

La espiritualidad diferente de esta pieza se percibe desde el inicio. El video comienza con Alexis Valdés intentando arreglar su vieja moto Honda, cuando recibe una llamada de Willy Chirino, que termina invitándolo a su casa para comer frituras de malanga y hablar sobre la canción. Desde el mismo preámbulo no cantado se recurre a tres elementos claves de la identidad insular: la inventiva (después de treinta años viviendo en Estados Unidos, Alexis intenta arreglar su moto), la familiaridad (uno invita al otro sin protocolos mediante) y el gusto por la comida cubana, al que vuelven en diferentes momentos, pues se les ve compartiendo una ropa vieja -platillo casi extinto por estos lares- y las mencionadas frituras.

El sencillo texto, que esta vez no echa mano a consigna alguna, que se beneficia de un ritmo muy agradable, de la voz excelente de Chirino y no menos armónica de Valdés, y del sonido de la trompeta del mítico Arturo Sandoval; continúa en el camino de apelar a cuestiones esenciales de la identidad para reforzar la idea que transmite su estribillo: «Donde quiera que yo estoy, yo soy cubano; donde quiera que yo voy, yo soy cubano; y en el último rincón, el más lejano, siempre fui, siempre seré cubano».

Como ninguna de sus predecesoras, esta composición contiene un mensaje difícilmente refutable: los hijos de esta tierra compartimos características que nos distinguen y, al mismo tiempo, nos unen en nuestra natural diversidad. «No nos pueden dividir, pues nos juntamos, en este modo de sentir que es ser cubano», es la tesis en torno a la que gravita el tema. El ambiente de crispación que vive el país, ha provocado que se diluya, en medio de acusaciones mutuas, esa certeza simple y profundamente espiritual, tan importante para avanzar en el verdadero sentido de una reconciliación nacional.

Sin desconocer los móviles ideológicos -que obviamente los tiene- detrás de esta canción, propongo una invitación cartesiana. Vayamos a las esencias del discurso, a la raíz de las ideas y del fenómeno en discusión: la condición de cubano, la necesidad del cambio y los deseos de reconciliación nacional. Partamos de tales presupuestos medulares, que no por evidentes son menos básicos.

El primero: somos cubanos independientemente de cómo pensemos o dónde vivamos. Lo son Alexis Valdés y Raúl Torres, tanto como Miguel Díaz- Canel y José Daniel Ferrer. Lo es Maykel Osorbo, aunque haya pedido una invasión de Donald Trump a Cuba, y también lo es Humberto López, aunque mienta sin pudor alguno en la televisión nacional. Es cubana Anyell Valdés y lo son también quienes rebuznaban ofensas y pintaban de azul su vivienda en medio de un detestable acto de repudio. Que unos sean decentes y otros no, ese es otro tema.

Los voluntarios terminaron siendo hijos de la República cuando España se retiró con sus vestiduras rasgadas. Lo fueron tanto como aquellos a los que enfrentaron. La condición de cubanos no la da la bondad del alma o de la causa que se defienda. Una madre lo es de todos sus hijos, sean estos santos o demonios.

El segundo: Cuba necesita un cambio. Lo sabe el gobierno, o no hubiera implementado la Tarea Ordenamiento, que es un punto de partida para otros cambios necesarios en la economía. También lo sabe el Partido, o no se prepararía para celebrar el VIII Congreso en el que renovará su cúpula, aunque sea para dejarlo todo «atado y bien atado» cuando el reloj biológico toque las puertas que faltan.

Lo saben los más recalcitrantes opositores, que no ven virtud ni en las zonas luminosas, y los más incondicionales adeptos -que ven luz hasta en la oscuridad más profunda. Lo saben los cubanos de la diáspora, que en su mayoría desean relaciones normales con su país y sus familias. Y, quizás sin tener la claridad del cómo, lo sabemos todos cuando dejamos el alma en una cola, debemos esperar milenios para hacer un trámite sencillo o no tenemos un medicamento que necesitamos.

La frase: «La cosa está mala. Ojalá mejore», implica el natural deseo de un cambio, independientemente del tinte político que este tenga y que está determinado por el pensamiento de cada cual. El tercer presupuesto es igualmente clave: Cuba es más que un proyecto sociopolítico o económico, es más que un proceso histórico o una ideología; como recordara hace veintitrés años monseñor Meurice Estiú en Santiago de Cuba. Por tanto, la idea de Patria no es privativa de grupo alguno. Nadie en Cuba tiene en sus manos la vara que señala quién es patriota y quién no lo es, porque sencillamente esa vara no existe. Todos los actores son válidos, ningún mesías colocó llaves en las manos de nadie para que administre en su ausencia. No hay aquí primus inter pares, solo pares.

Para generar ese cambio e iniciar un proceso efectivo de reconciliación nacional, existe un actor primordial: el propio Gobierno cubano. La capacidad podría poseerla per se. Sin embargo, para desatar esa potencialidad, antes tendría que fomentar una reflexión en torno a si un sistema ideológicamente inclusivo sería posible fungiendo un Partido único como «fuerza política dirigente superior de la sociedad y el Estado».

Que el proceso se genere desde dentro sería muy beneficioso, en tanto implicaría una suerte de «explosión controlada», que permitiría mantener lo bueno logrado en estos años y enmendar definitivamente lo malo acumulado. Pero sin aspirar a tanto, muchas cosas serían posibles para mejorar la situación actual. No olvido que pesa sobre nosotros un bloqueo de décadas, pero hay soluciones domésticas que el Gobierno podría implementar sin tardar tanto ni esperar por decisiones foráneas.

Veamos apenas un ejemplo: ¿por qué si existe el bloqueo hemos conseguido un desarrollo biotecnológico como el que tenemos? La respuesta: por voluntad política. Entonces, cuál es la razón para no dejar que nuestros campesinos produzcan o que nuestros emprendedores innoven, sin procedimientos absurdos mediante, prohibiciones inexplicables y burocracias que lo lastran todo. La respuesta es la misma que antes: voluntad política. La negativa de los que dirigen a admitir presiones ciudadanas —consideradas en todos los casos como ajenas y financiadas desde el exterior—, no permite avizorar un escenario de cambios en un plazo cercano. Como expresa la Primera Ley de Newton: «Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él».

Un elefante acostado cómodamente no se moverá sin el estímulo correcto. Sin embargo, el germen de ese estímulo existe hace mucho e incluso todavía es posible contenerlo de manera positiva, pero la morosidad y el atrincheramiento en este tipo de procesos políticos ya se sabe las consecuencias que provoca. Recordemos, por ejemplo, que después de décadas pidiendo la autonomía, el gobierno español se la concedió a la Isla de forma efectiva el 1ro. de enero de 1898, el mismo año que tuvo que recoger sus maletas y retirarse del Palacio de los Capitanes Generales después de haber perdido la guerra. El elefante solo se movió cuando era tarde y, por tanto, pereció.

Podría incluso especularse —y esto ya es pura teoría de la conspiración— que algunos, en las más altas esferas del poder, desoyen reclamos justos, traban procesos y propician un ambiente de confrontación porque, de hecho, quieren matar al elefante. No sería descabellado pensarlo, si se tiene en cuenta que no pocos por esos lares tienen los suficientes contactos y capital para salir bien parados de cualquier convulsión, como sucedió en la URSS y otros países ex socialistas. Con satisfacción mostrarían, años después, en giras por universidades y cenas de protocolo, la cabeza disecada del elefante y dirían: «Yo ayudé a matarlo y lo hice desde adentro». Pero eso es solo teoría de la conspiración.

Si ese proceso efectivo no se genera en una interrelación dialéctica de los de arriba con los de abajo y permite a las instituciones del Estado propiciar espacios de diálogo abiertos a disímiles voces –todas las que en su horizonte tengan la soberanía de la nación–; entonces el cambio puede aflorar de cualquier lugar. Si es así, será tan extremo como extremas sean las posturas de quienes lo dirijan.

Lo que está en juego no es la pervivencia de un proyecto político, finito como todos los de su naturaleza, sino la salud misma de la nación, que es algo mucho mayor. Entender la dimensión espiritual diversa de la cubanidad, respetarla y darle espacios para su desarrollo es imperioso. Los cubanos necesitamos reconciliarnos sobre la base del respeto y el reconocimiento que se deben aquellos que son hermanos.

José Manuel González Rubines
La Joven Cuba, 18 de marzo de 2021.

lunes, 24 de mayo de 2021

El castrismo destierra a los cubanos, pero acoge a terroristas


El caso de Karla Pérez, como el de otros miles de cubanos a los que por sus posiciones políticas se les impide entrar en su patria, ha vuelto a evidenciar el desprecio por los derechos de sus compatriotas de los mandamases castristas, que se creen los dueños del país.

La joven, de apenas 22 años, tuvo que terminar la carrera de periodismo en Costa Rica. Las autoridades castristas, por el simple hecho de haberse unido al grupo disidente Somos +, la expulsaron hace cuatro años -cuando aún era menor de edad- de la Universidad Central de Las Villas.

Ahora, le impiden regresar a su patria con su familia porque, según alegó una vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores -que más bien parecía pertenecer al Ministerio del Interior-, la muchacha vendría a sumarse a la oposición. También señaló que, por sus supuestos “vínculos con grupos violentos de Miami”, pondría en riesgo la seguridad nacional. Con los mismos burdos y ridículos argumentos que condenan al destierro a Karla Pérez se pronunció nada menos que René González, uno de los cinco espías de la Red Avispa.

Los mandamases castristas -cual si Cuba fuese una finca de su propiedad- se arrogan la potestad de impedir entrar a la Isla a una joven -cuya única culpa es aspirar a que haya libertad y democracia- porque consideran que sería “un peligro para la seguridad nacional”. Sin embargo, durante décadas, ignorando las leyes internacionales y poniendo en riesgo las relaciones diplomáticas con otros gobiernos, han dado cobijo a cientos de miembros de organizaciones terroristas y todo tipo de personajes siniestros vinculados a grupos extremistas de ultraizquierda de todo el mundo. Incluso han dado refugio a delincuentes comunes, como Robert Vesco, acusado en Estados Unidos por fraude al fisco, y que luego de ser huésped de negocios del régimen castrista, cometió el error de estafar a sus anfitriones. Por tal razón fue a parar a la cárcel, donde murió.

Es largo el historial del régimen apoyando a grupos terroristas. La Habana, en 1966, acogió la Conferencia Tricontinental, un cónclave que propugnaba la lucha armada y la creación en el Tercer Mundo de los “dos, tres, muchos Vietnam” de los que habló el Che Guevara antes de morir en su fallida aventura guerrillera de Bolivia. En los años 60 y 70, los grupos guerrilleros latinoamericanos seguían las instrucciones que recibían desde La Habana, específicamente del Departamento América, un organismo de la Inteligencia cubana que dirigía el comandante Manuel Piñeiro (Barbarroja), encargado de la subversión en el continente.

No es un secreto que tupamaros, montoneros, sandinistas, miembros del Frente Farabundo Martí, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otros grupos guerrilleros venían a Cuba a discutir estrategias, recibir entrenamiento militar y atención médica. En 1979, en Nicaragua, militares cubanos, además de guerrilleros argentinos y chilenos que fueron entrenados en Cuba, participaron, junto al Frente Sandinista, en la ofensiva que derrocó a la dictadura de Somoza.

El apoyo cubano a la subversión violenta en Latinoamérica se mantuvo hasta bien entrada la década de 1980. Después, a partir de la creación del Foro de Sao Paulo y la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez, la nueva estrategia fue la toma del poder por la vía electoral para luego minar las instituciones democráticas e instaurar el llamado “Socialismo del siglo XXI”.

Ahora mismo, el régimen cubano considera injusta la decisión del gobierno de Estados Unidos de volver a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, mientras se niega a entregar a las autoridades de Colombia a los líderes del ELN que, mientras negociaban la paz en La Habana, urdieron un ataque terrorista en su país en el cual murieron 22 jóvenes cadetes.

El régimen castrista también dio refugio en Cuba a integrantes de las Panteras Negras acusados por el secuestro de aviones y asesinatos de policías en los Estados Unidos, entre ellos Joanne Chesimard, alias Assata Shakur) que aún vive en Cuba, y por cuya captura las autoridades estadounidenses ofrecen una cuantiosa recompensa.

El apoyo cubano a los grupos violentos no se limitó solo al continente americano. También se extendió a Asia, África e incluso a naciones europeas. En Cuba acogieron cálidamente a integrantes del Frente de Liberación Nacional vietnamita, la Organización para la Liberación de Palestina, el ANC sudafricano, el PAIGC de Guinea y Cabo Verde, la South West Africa´s People Organization (SWAPO) de Namibia, el Frelimo, el Frente Polisario y el ZANU de Zimbabwe, entre otros.

Igualmente fueron acogidos numerosos miembros de ETA, la organización terrorista vasca, que en su guerra contra el Estado español, cometió atroces atentados en los que murieron o resultaron heridos cientos de civiles. Recientemente circularon denuncias de los nexos castristas, incluidos diplomáticos de la embajada cubana, con violentos grupos independentistas vascos y catalanes. Eso, a pesar de las buenas relaciones existentes entre Cuba y España.

Los gobernantes cubanos, que se caracterizan por escoger las peores amistades, han mantenido vínculos con regímenes patrocinadores del terrorismo internacional como la Libia del Gadafi, el Irán de los ayatolas y el estado canalla de Corea del Norte. Y así, con ese historial, tienen la cara dura de acusar de terroristas a los cubanos que por métodos pacíficos reclaman sus derechos y democracia.

Luis Cino
Cubanet, 23 de marzo de 2021.
Foto: Guerrilleros colombianos del ELN en la Plaza de la Revolución de La Habana. Tomada de CubaNet.

lunes, 17 de mayo de 2021

Los "nietísimos" de la dinastía castrista



Las imágenes de un nieto de Fidel Castro alardeando del Mercedes Benz que usa como juguete apenas son la punta del iceberg de todo un clan. Los Castro gobiernan el país como a una finca familiar desde hace más de medio siglo y, aunque la mayoría ha optado por una vida apartada de la política, plena de ocio y glamour, como típicos “hijos de papá”, se saben dueños del poder que les otorga la sangre para saltarse normas, fidelidades y hasta al mismísimo Miguel Díaz-Canel, que porta en sus venas la desgracia de no ser un Castro y mucho menos parte de la casta militar que lo mangonea en las sombras.

Alex Castro Soto del Valle, el "Roberto Nabo Duro" de las redes sociales y marido de Kenelma Carvajal, actual viceministra de Cultura, calificó a su sobrino Sandro como la “papa podrida” de la familia, pero, al hacerlo, no solo pretendía hacernos olvidar su propio historial de vago “gozador de la vida” (sacando provecho de su proximidad al padre dictador para realizarse como artista de la imagen, sin apartarse demasiado de la mansión familiar en Punto Cero) sino, además, el detalle más importante, y es que la humildad de la cual han hecho bandera para manipular a las masas empobrecidas no se les da muy bien a ninguno.

El caso de Sandro, incluso el del tío Alex, a pesar de la hipocresía del sistema que revelan, no son únicos ni están ellos en la cima de la pirámide de los “intocables”, un Olimpo comunista donde las familias de Mariela y Alejandro Castro Espín, dos de los cuatro hijos de Raúl Castro con Vilma Espín Guillois, han tomado el lugar que antes de 2008 estuviera reservado fundamentalmente a Antonio Castro Soto del Valle con sus pasiones de play-boy por el golf y los autos de lujo, los negocios turbios con el italiano Sandro Cristoforetti, sus vacaciones en Europa con la familia Hidalgo, dueños de Globalia, y el escándalo de las revelaciones que hiciera su novia Dashiell Torralba en 2002 sobre la vida en el interior de la mansión de Fidel Castro y Dalia Soto del Valle.

Se habla demasiado y se sabe solo un poco más sobre los hijos y nietos de Fidel Castro, se les atribuyen varios negocios de bares y paladares en La Habana, se les presta atención a las redes sociales de Tony, Sandro y hasta de otros miembros de esa rama poco conocida de los Castro que se han ido a Miami durante el declive y muerte de Fidel Castro -como presintiendo la revancha al interior del clan-, pero de la descendencia de Raúl Castro poco se dice y muy vagamente son revelados al público en las facetas más íntimas. Quizás tal desproporción sea intencional. Provocada incluso desde el interior del propio clan Castro buscando desplazar el foco de atención hacia donde son menos dañinas las revelaciones (Sandro y sus locuras, por ejemplo). Se trataría de exponer las cabezas cortadas por la opinión pública y no las que aún se mantienen algo firmes sobre los hombros por lo poco que sabemos de ellas.

Mientras el público se inflama de rabia con las imágenes de Sandro en su Mercedes Benz o del Tony más joven tomando el sol en la Riviera francesa, pasa por alto que hay otros nietos, aunque no de Fidel sino de Raúl, que disfrutan de mejores “juguetes” en casa, al ser los dueños, posiblemente, de una fortuna mayor. Sería el caso del joven estudiante de Economía Paolo Titolo Castro, “Paolito”, fruto del matrimonio formado por Mariela Castro Espín y el italiano Paolo Titolo.

No es este padre de familia simplemente un fotógrafo al estilo de Alex Castro, sino uno de los empresarios extranjeros más importantes en la Isla, director general de Amorim Negocios Internacionais S.A., la representación cubana del Grupo Amorim, una empresa europea cuyos dueños han sido considerados por Forbes como la mayor fortuna de Portugal, vinculados a numerosos escándalos de fraude, corrupción y lavado de dinero, entre ellos los relacionados con Isabel dos Santos, la mujer más rica de África, hija de José Eduardo dos Santos, expresidente angoleño amigo de los Castro.

Junto con Paolito, que prácticamente todas las Navidades disfruta con su familia italiana en Palermo o en París pues coincide la festividad con el aniversario de boda de sus padres, también están sus primos Raúl Alejandro y Fidel Ernesto Castro Calis, los dos hijos de Alejandro Castro Espín con su primera esposa Marietta Calis Lauzurica, con la que se casó a los 25 años, apenas graduado de la academia militar. Son muchos más que tres los nietos de Raúl Castro, pero Paolito, Raúl Alejandro y Fidel Ernesto son los que más gustan de frecuentar discotecas, vacacionar en sus casas de la playa y salir de fiesta con los amigos de la universidad.

Mostrar que son tan divertidos y “normales” como cualquiera, aunque con la frecuencia que lo hacen parecen olvidar que la cotidianidad de ellos es considerada lujo por cualquier cubano, incluidos médicos, ingenieros, abogados y hasta artistas cuyos salarios precarios y condiciones de “plebeyos” no les permiten llevar una “vida normal”. Y hablando de privilegios y artistas sería el mejor momento para recordar que Edith Massola, la presentadora del programa 23 y M, fue suegra de Paolito, algo que, según cuentan sus allegados, no gustó mucho a “mamita” Mariela, que ha estado preparando al chico para la sucesión de su marido en el manejo de los negocios del Grupo Amorim en Cuba. Con tal propósito, fue matriculado en la carrera de Economía en la Universidad de La Habana e iniciado en los asuntos de la compañía.

El mismo Paolito anunció su noviazgo con la hija de Edith Massola en una de sus páginas de Facebook. La suegra, la cuñada y la novia reaccionan con frecuencia a las publicaciones del joven Castro, así como él y sus primos Tony, Raúl y Fidel Ernesto -que bien saben divertirse juntos-, han dado likes a las de Edith, pero también a las de Paula Massola, aquella pretty woman que hace un tiempo causó escándalo en las redes sociales cuando, en medio de la prohibición de acceso a las playas por causa de la pandemia, subió un video a internet alardeando de sus prerrogativas, por ser la “amiga de un general”.

De estas relaciones “sentimentales” entre los Castro y los Massola es posible inferir que no se trataba de un general cualquiera el que autorizó a la joven actriz a violar la cuarentena, sino del principal de todos los generales en Cuba. Del “abuelito” Castro, hoy apartado del ejercicio público aunque no del poder real, o del “papito”, también general del MININT, que ha heredado el látigo con que pone y dispone de altos funcionarios a su antojo. Alejandro Castro Espín, alias El Tuerto, es el militar más temido en Cuba. Su poder es ilimitado por su papel siniestro dentro de los servicios de inteligencia y contrainteligencia en la Isla. Estuvo presente en todas las conversaciones del proceso de acercamiento del régimen con los Estados Unidos. Pero lo más importante, sus grabaciones secretas de conversaciones e intercambio de mensajes entre el excanciller Felipe Pérez Roque, el exvicepresidente Carlos Lage Dávila y el exjefe de despacho de Fidel Castro, Carlos Valenciaga, hicieron caer en desgracia a cuanta persona incluía y rodeaba al llamado “Grupo de Apoyo” de su otrora poderoso tío.

La paciente labor de espionaje de Alejandro Castro Espín desde un oscuro departamento del MININT le aseguró a su padre Raúl en 2009 una herencia limpia de polvo y paja, oficinas y escritorios vaciados en el Consejo de Estado y los principales ministerios para así plantar a los fieles militares que, comandados por Luis Alberto Rodríguez López-Calleja (padre de Raúl Guillermo Rodríguez Castro, de su matrimonio con Déborah Castro Espín), había preparado con paciencia y que, con el disparo de arrancada, en apenas cinco años se apoderaron de la economía.

Raúl Alejandro, Fidel Ernesto Castro Calis y Paolo Titolo Castro son actualmente, junto con Raúl Guillermo, alias El Cangrejo, los verdaderos “nietísimos” de la dinastía y no los “infelices” de Sandro o Tony. Los dos primeros guardan un gran parecido con su abuelo paterno. El rostro de Paolito, en cambio, es idéntico al de su madre Mariela. Tanto Raúl Alejandro como Fidel Ernesto se graduaron de la universidad hace muy poco. Los dos jóvenes, junto con su madre Marietta y la prima Beatriz “Betty” Dorta Calis, pasan vacaciones y fines de semana en hoteles o en la casa de veraneo que tienen los Castro en Varadero. Hasta el momento, las fotos han estado accesibles en sus perfiles de Facebook.

Betty Dorta es otra artista de una familia donde los hay de sobra. Es prima de los nietos de Raúl Castro por parte de Marietta Calis. Confiando en lo que ha escrito en su currículo, entró con cinco años a la compañía de teatro La Colmenita y ya a los 13 era modelo infantil para una empresa de Libia. A los 15, la madre la llevó a vivir por un tiempo a Inglaterra y, de regreso, ingresó en la Escuela Nacional de Arte para estudiar actuación, una especialidad que, al parecer, se le da de manera muy natural a los Castro y a quienes se arriman a su sombra. Hoy aparece como actriz con un desempeño nada extraordinario en la compañía de Teatro El Público, de La Habana, y se la ha visto modelar en campañas publicitarias de Meliá y la revista Excelencias del Caribe, también en algún que otro videoclip.

Por su parte, Marietta Calis postea con frecuencia en su página de Facebook los paseos y festejos en familia. Igual usa el espacio para promocionar el incipiente negocio de mermeladas de frutas que ella elabora en los ratos de ocio, quizás aprovechando los excesos de una despensa para nada desabastecida como la mayoría en el país. Los frascos, etiquetados como “Mermeladas Mary”, los vende sin pagar licencia en su círculo de amigos a precios que oscilan entre los 100 y 200 pesos.

Pero “no es un negocio como tal, es solo un hobby”, dice Marietta a los cercanos para de ese modo evitar los comentarios maliciosos. Igual pudiera llevar razón. Su actual esposo, Manuel Melián Pérez Rolo, fue funcionario del Ministerio del Turismo, y ahora, con un empleo en la comercializadora estatal Artex, del Ministerio de Cultura, ganaría lo suficiente como para celebrar las Navidades de 2019 en Varadero y las del 2020, saltando de restaurante en restaurante por toda la Habana Vieja.

Paolito Titolo es “intranquilo y malcriado”, “alardoso y creído”, comentan quienes lo conocen de cerca, amigos de la Facultad de Economía que han compartido con él en esos lugares nocturnos que tanto le gustan cuando no está viajando por Italia con sus primos más queridos, en especial con Giorgia, la hija de Darío Titolo, hermano menor del esposo de Mariela. De Italia le gusta Porto del Sole. De hecho, la foto que usa desde 2018 en la portada de una de sus varias cuentas de Facebook fue tomada en aquellas Navidades que pasó allá, frente a ese Mediterráneo por donde adoraba navegar con el abuelo paterno, Isidoro, o con la familia Gagliano que tanto lo mima.

Cuba, en cambio, es una obligación trazada por el destino de ser un Castro. No es un país como Italia sino una empresa, muy suya, cuya dirección en las sombras lo espera. Un negocio-país que nadie, demasiado lejos del clan de los Castro, puede heredar porque se correría el riesgo de hacer peligrosamente escrutable una fortuna familiar de la que muy pocos saben la verdadera magnitud.

La Habana es una ciudad aburrida, pero puede volverse interesante algunas noches cuando hay alcohol, cigarros y montones de chicas esperando por tragos gratis. Primero, la Casa de la Música de Miramar o el bar Sangri-La, solo para coger impulso. Después, a continuar la fiesta hasta el amanecer en el Bar Saltzucar, donde una mesa en la zona VIP cuesta más de 300 dólares. Pero los precios no son obstáculo para el hijo de Mariela y Paolo. Ser mitad Castro, mitad extranjero lo coloca por encima del bien y el mal y le facilita muchas cosas incluso conquistar chicas. En redes sociales no publica demasiado sobre esa vida de juergas, tampoco sus padres reaccionan a lo poco que el hijo sube, pero de vez en cuando se le escapa una imagen o un comentario indiscreto como consecuencia del alcohol. Entonces llegan los regaños.

Le han prohibido seguir haciéndolo. Quizás hasta el tío Fidel Antonio Castro, asesor del rector de la Universidad de Ciencias Informáticas, le ha hablado del peligro de postear en redes sociales. Él mismo ha pedido a los amigos cercanos, entre ellos a uno de los más queridos, a Ernestico Machado Briñis, alias “El Huevo”, nieto de José Ramón Machado Ventura, que no lo etiqueten en las publicaciones para así no llamar la atención de la gente curiosa, de los “gusanos” y las “garrapatillas” -así los definió Mariela-, como ha sucedido con publicaciones del propio “Machadito”, con Sandro “la papa podrida” y con Tony “el modelo”, quienes en ocasiones lo han acompañado en las aventuras habaneras.

Aunque de la misma sangre, y hasta propietarios de dos o tres paladares de La Habana y de varias casas de renta en la ciudad, Sandro y Tony probablemente no serán jamás tan afortunados como habrá de serlo Paolo Titolo Castro llegado el momento de relevar al padre. En buena lid, el italiano solo ha hecho, durante casi 20 años, el papel de prestanombres de un negocio que siempre ha sido de los Castro. Primero lo fue de Fidel, gran amigo de Américo Amorim desde inicios de los años 80, y después pasó en herencia a Raúl, que vio en el matrimonio de Mariela con el italiano (una unión consolidada con la llegada del nieto), la oportunidad de asegurar para él una parte valiosa del patrimonio de su hermano, convenciendo a este de colocar a Paolo Titolo al frente de los negocios del Grupo Amorim en Cuba, en sustitución del portugués José Guimaraes que, entre los años 80 y 2004, se había mantenido en el puesto, con el peligro que representaba para los Castro depositar confianza en alguien ajeno a la familia.

En enero de 2020, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) accedió a unos 715 mil documentos que son conocidos como Luanda Leaks el que quizás sea el mayor escándalo de corrupción en África hasta la fecha. Isabel dos Santos, la hija del presidente angoleño José Eduardo dos Santos se revelaba como la mayor fortuna del continente, una buena parte de ella labrada incluso con ayuda de compañías estadounidenses, pero siempre en complicidad con el Banco Internacional de Crédito, con participación del Grupo Amorim de Portugal, acusado por varios medios del lavado de millones de euros.

De acuerdo con un artículo publicado en The New York Times, en enero de 2020, toda esa riqueza la obtuvo la llamada “Princesa de África” por medio de los decretos firmados por su padre desde su puesto de presidente de la nación. José Eduardo dos Santos, al igual que Fidel y Raúl Castro, fue muy buen amigo de Américo Amorim, y este, a su vez, disfrutaba de la amistad de todos los mandatarios del antiguo bloque socialista de Europa del Este, en especial de los soviéticos, quienes lo ayudaron en los años 70, cuando mediante la reforma agraria el gobierno de Portugal expropió a Amorim los campos de alcornoque que lo habían convertido en líder del mercado del corcho a nivel mundial. El astuto empresario no solo inició una línea de contrabando de maderas y productos elaborados con los comunistas sino que, antes, incendió los bosques a punto de ser expropiados para reclamar el pago del seguro.

Poco tiempo después, terminó negociando con Fidel Castro, a través de los soviéticos, la instalación de una oficina informal, medio clandestina, en La Habana para los negocios con la madera, que más tarde se fueron extendiendo a otras áreas de intereses, igual de subterráneas, como la importación y exportación de hidrocarburos (después del 2000 posiblemente con algún tipo de acuerdo con Venezuela) y el turismo, un convenio que, según declaraciones a la prensa de la propia secretaria de Turismo de Portugal, solo se hizo oficial en papeles en mayo de 2017, con la visita de Ada Mendes Godinho a Cuba. En la firma, efectuada en el Hotel NH Parque Central, estuvo presente Paolo Titolo como representante de Amorim, de acuerdo con la información publicada por la prensa oficialista.

En aquella ocasión, también se firmaron acuerdos para el otorgamiento de becas en la Unión Europea para la preparación del personal de turismo vinculado fundamentalmente a las empresas relacionadas con el Grupo Amorim, en especial la cadena hotelera francesa Accor, que llegó a Cuba a finales de los años 90 de la mano del propio Américo Amorim, y que hoy cuenta con cerca de una decena de hoteles en la Isla, incluido el lujoso Paseo del Prado, en La Habana. Aunque algunas fuentes, como las citadas por Belén Balanyá en el libro Europa S.A.: la influencia de las multinacionales en la construcción de la UE (Icaria Editorial, página 290) le han atribuido a Amorim, en carácter de participación, hasta unas 40 instalaciones hoteleras en Cuba.

Lo interesante del acuerdo rubricado en 2017 por Paolo Titolo sobre financiamientos para la preparación especializada de personal es que obligatoriamente recuerda maniobras similares que, durante la década de 1980, condujeron a Américo Amorim a terminar acusado de fraude por la propia Unión Europea. Según información del diario portugués Público, en el 2000 el empresario amigo de los Castro fue acusado de falsificación de documentos, fraude y desvío de dinero del Fondo Social Europeo. La Unión Europea exigió una indemnización con carácter retroactivo desde 1987, con base en la utilización fraudulenta de dinero para la “formación profesional” entre 1985 y 1988. Entre las irregularidades detectadas estuvo que el dinero no fue a manos de jóvenes profesionales porque eran becas ficticias.

En el esquema de empresas vinculadas al escándalo “Luanda Leaks”, los negocios de Américo Amorim son fundamentales. En cuanto al negocio de las maderas, del cual el Grupo Amorim ha sido líder mundial con más del 30 por ciento de participación en el comercio global, aún sin poseer bosques propios en Portugal, es posible asegurar que en 2019 había trabajadores cubanos, entre obreros, técnicos e ingenieros forestales, contratados como colaboradores en los aserraderos Amorim de Cabinda, en Angola, de acuerdo con la información que se desprende de un trabajo científico de investigación dirigido a elevar la productividad de la empresa, una sociedad donde además tenía participación Isabel dos Santos. El estudio fue publicado en la Revista Cubana de Ciencias Forestales, en el número de enero-abril de 2020 y lleva por título: “Análisis de la calidad del aserrado de maderas tropicales en Cabinda, Angola”, realizado por los ingenieros cubanos Daniel Álvarez Lazo, de la Universidad de Pinar del Río, y Solange Silva Fuentes, de la Empresa Agroforestal Matanzas, en conjunto con especialistas de Angola y Ecuador.

Es error reiterado el afirmar que Paolo Titolo llegó a Cuba con el Grupo Amorim. Una confusión que los Castro no se han tomado la molestia de rectificar porque quizás les conviene, en tanto revela el desconocimiento de la verdadera relación entre Américo Amorim, fallecido en julio de 2017, y Fidel Castro. Y más tarde con Raúl, cuando el hermano comienza a cederle las riendas del poder. Cuando el Grupo Amorim llega a Cuba en los años 80 su director general en La Habana era el portugués José Guimaraes. Solo en 2004, según el propio Paolo Titolo ha registrado en su presentación de Linkedin, es que el italiano entra en la representación cubana y comienza a empaparse de los negocios y prepararse para, dos años más tarde, en 2006, sustituir al viejo Guimaraes (hombre de confianza de Américo y Fidel), lo cual fue pactado directamente por Raúl Castro durante su visita a Portugal en 2005. Es bueno recordar que fue a partir de este viaje que se inició en la Isla un proceso de expulsión de empresarios extranjeros, probablemente con la intención de posibilitar la expansión del Grupo Amorim.

También en 2005, casualmente, fue el momento de fundación del Banco Internacional de Crédito de Angola junto con Isabel dos Santos a través del cual se lavaron cientos de millones de dólares, hasta que en 2014 Américo vende su participación a la "Princesa africana". La prensa ha dado razón de aquel encuentro entre Américo Amorim y Raúl Castro, del recorrido de este por las empresas del millonario en Vila da Feria, así como también hay constancia de varias visitas similares de Fidel Castro, la primera en 1998, en ocasión de la Cumbre Iberoamericana celebrada en Oporto.

El buen amigo Américo aparece junto al dictador cubano en decenas de fotos tomadas en aquellas oportunidades, aprovechadas por ambos para consolidar los viejos acuerdos de la era soviética, que hoy se extienden a otras empresas asociadas a Amorim como Engimov Construcciones S.A. y Engimov Negocios Inmobiliarios, que en Cuba tienen representación en la Zona Especial de Mariel como Engimov Caribe S.A. Todas son reconocidas por la Cámara de Comercio de Cuba y dirigidas por los Castro a través del administrador italiano Paolo Titolo, un ingeniero graduado en Palermo, al que le gusta viajar por el mundo y hacer fotografías, pero que, sobre todas las cosas, tuvo la gran suerte de casarse con Mariela Castro Espín el 26 de diciembre de 1998 y entrar a la “Familia Real”.

Ese clan que lo pondría al frente de los negocios de Américo Amorim con los únicos comunistas sobrevivientes de aquellos “tiempos de gloria”, los del contrabando de la madera y la explotación laboral disfrazada de trabajo voluntario en las fábricas y aserraderos. La instalación de fábricas en los países comunistas en los años 80 fue la forma que encontró Américo Amorim de influenciar al bloque en el diseño de los planes quinquenales, según reconoció en 2003 durante una entrevista para la revista Fortuna & Negocios. Igualmente los soviéticos ganaron por medio de Amorim el apoyo necesario para la introducción de diplomáticos del Este en Portugal y otros países del resto de Europa.

Por otra parte, Américo Amorim fue quien, a petición de Fidel Castro, convenció a Paulo Portas, vicepresidente de la Cámara de Comercio Portuguesa, para liderar una misión de empresarios a Cuba en 1998. El mismo año en que, según Belén Balanyá en su libro Europa S.A.: la influencia de las multinacionales en la construcción de la UE, Américo Amorim se vio involucrado en otro escándalo, en contubernio con el gobierno portugués por haber influenciado en la contratación de líderes empresariales para altos cargos de la administración pública del país. Ya para esa fecha el portugués invertía en varios hoteles de Cuba.

Los negocios de Amorim no se detuvieron ni con la caída del Muro de Berlín ni con la enfermedad de Fidel Castro. Continuaron con Raúl a partir del acuerdo de 2005. Precisamente ese año, según el diario Observador de Portugal, Américo Amorim protagoniza lo que ha sido hasta hoy uno de los mayores negocios hechos por un empresario portugués. Recupera la empresa Galp Energía para el control nacional (donde también tuvo participación Isabel dos Santos), gracias al descubrimiento de reservas de petróleo en aguas profundas.

Es momento también en que el petróleo está haciendo ganar millones a los Castro. En el año 2000, bajo el Convenio Integral de Cooperación, Hugo Chávez comienza a enviar diariamente unos 53 mil metros cúbicos de petróleo a Cuba, en tanto en Angola, la hija de José Eduardo dos Santos también incrementa su fortuna con los hidrocarburos. Fue precisamente en 2005 que Venezuela elevó los envíos de crudo hasta los 92 mil metros cúbicos diarios, lo que representaba un 3,5 por ciento de la producción diaria de PDVSA. Entonces, Cuba -no se sabe con total seguridad a cuáles destinos-, reexportaba un excedente de entre 40 mil y 50 mil metros cúbicos diarios, pues el consumo total de la Isla era de unos 120 000 y producía ella misma unos 80 000.

Por el momento no se puede asegurar que exista una relación directa con lo que estaba sucediendo en esos años sobre la base del comercio de hidrocarburos, pero según el diario Esquerda, de Portugal, en un artículo de julio de 2010, Américo Amorim fue la mayor fortuna del país en 2009, con un extraordinario crecimiento del 9,1 por ciento. Casualmente el mismo año en que Raúl Castro hereda formalmente las riendas del poder en Cuba.

La imagen de Sandro Castro conduciendo un Mercedes Benz en un país comunista donde la miseria está por todas partes es innegablemente escandalosa. Las fotos de Tony Castro tomando el sol en un yate o de vacaciones en París también son ofensivas. Tanto como las del nieto de Guillermo García Frías, de luna de miel con su novia por Europa, mientras el abuelo comandante propone a los cubanos que coman avestruces y jutías como remedio contra el hambre. Pero el imperio en las sombras que probablemente heredarán los verdaderos “nietísimos” de la dictadura hará que los excentricismos de los otros nietos parezcan apenas juguetes.

Cubanet, 22 de marzo de 2021.

Foto: Paolo Titolo Castro, hijo de Mariela Castro Espín con el italiano Paolo Titolo, París, diciembre de 2015. Tomada de CubaNet, que a su vez la tomó de las redes sociales.

lunes, 10 de mayo de 2021

Cuba es una dictadura

Dictadura fue la de Franco, la de Videla, la de Pinochet, donde la sangre corrió, donde hubo muertos, masacres, donde ocurrieron barbaridades, dicen los defensores a ultranza de la Cuba ficticia para esquivar la clasificación, como si el asunto se tratara exclusivamente de los muertos y no de pensar en el estado de las cosas, en el sistema imperante que le pone cuño a la realidad.

En Cuba, y esto es la esencia del asunto, al régimen no le hace falta asesinar y, por ende, no lo hace, pero hay quienes han muerto tratando de escapar de la mordaza que ata al país, el molde fundamentalista de un Estado que se considera comunista.

Esa mordaza define a la dictadura cubana: esto es un país de partido único, el comunista, donde todas las instituciones y organizaciones son de un estado soberano, por lo que no está permitida la libre asociación; donde la prensa labora subordinada al aparato de propaganda del partido; donde los ciudadanos no eligen directamente al presidente del país y éste no es la persona de más poder, sino el primer secretario del partido comunista. Un país donde se criminaliza el disenso político, el pensar distinto; donde el sistema está por encima de los derechos humanos e individuales de las personas. Por tanto, al articular una idea contraria a quienes gobiernan, a sus indicaciones, doctrinas y fundamentos, puedes ir a la cárcel o quedar tachado para siempre y volverte una suerte de peste bubónica, porque al trabajo que vayas te rechazarán, al sitio que ingreses te mirarán con cara de asco; si tienes una obra artística o intelectual, en ese preciso momento la desestimarán e incluso el régimen podría impedirte salir del país o de tu domicilio, sin fundamento legal alguno.

El régimen cubano no tiene la más mínima intención de pegarle un disparo en la sien a nadie, para luego lanzarlo a una cuneta en un campo perdido, porque le es innecesario. Con asesinarte cívicamente tiene; estrangularte en el día a día es su estrategia: aniquilar la mente, para apoderarse del cuerpo, de los cuerpos todos, de la masa.

Un ejemplo reciente: en diciembre pasado, Luis Robles, de 28 años, un informático de Guantánamo que decidió venir a buscar trabajo a La Habana hace ocho años y que encontró un puesto como técnico de equipos electrodomésticos en un pequeño negocio privado, decidió tomar un pedazo de cartón y escribirle apenas tres frases: “libertad”, “no + represión” y “#Free_Denis”. Por esos días Cuba ardía de rabia: el Movimiento San Isidro y otros activistas de la sociedad civil acababan de terminar una huelga de hambre para exigir la liberación del rapero Denis Solís, en prisión por un supuesto caso de desacato, una de las figuras legales a las que más ha recurrido el gobierno para encarcelar a disidentes, periodistas independientes y artistas contestatarios.

Luis Robles llegó al boulevard de San Rafael, en La Habana Vieja, vestido de negro y con una mochila de donde sacó el cartel. Ante la mirada de las personas que caminaban por allí, levantó las manos sosteniendo las tres frases. Caminó un mismo tramo de alrededor de 10 metros, dos veces hacia adelante y dos veces hacia atrás, hasta que varios policías lo hicieron lanzar el cartel al suelo y lo detuvieron. Del boulevard lo trasladaron a Villa Marista, sede central de la Seguridad del Estado. Allí, le impusieron una multa de mil pesos cubanos al amparo del decreto 272, Artículo Nº 11 del código penal, que prevé sanciones por “afear el ornato público” con vallas. Además, lo acusaron de alterar el orden público y de desacato, aunque luego desestimaran dichos cargos porque varios videos en las redes sociales se esparcieron como pólvora y demostraron que el joven ni siquiera se había resistido al arresto. Después de varios días de detención e interrogatorio, a la familia de Luis Robles le notificaron la verdadera causa penal por la cual lo estaban procesando: “actos contra la seguridad del Estado”, delito que se castiga según el capítulo IV del código penal con privación de libertad de 10 a 20 años. Para ello, el gobierno debía encontrar alguna pista que incriminara a Luis Robles como un sujeto movido por algo más allá de su libre expresión.

A su casa en el municipio Cerro, donde residía con un amigo, llegaron los investigadores y registraron su teléfono móvil en busca de esa prueba inexistente, porque Luis Robles no pertenece a ninguna organización política de la oposición. Pero, ¿cómo alguien va actuar por sí mismo?, ¿cómo va una persona a salir a la calle con un cartel y pedir libertad sin que haya alguna fuerza que lo obligue?: “Algo está mal aquí, algo no encaja, hay que encontrar su relación con la CIA, con el gobierno extranjero que le está pagando. Es imposible que un ciudadano se rebele de semejante manera ante el Estado”, se dice el gobierno, desde su autoritarismo.

Santiago A. Alpízar, abogado, le dijo a Diario de Cuba sobre el caso: “Las autoridades no logran entender que la acción de Robles fue totalmente espontánea y tratan de buscar alguna prueba, por muy superficial o endeble que sea, para decir que él fue incitado a esa acción desde el exterior”. A Luis Robles lo trasladaron de Villa Marista al Combinado del Este, una cárcel de máxima seguridad, a espera de que culmine la investigación que aún no es concluyente. En la prisión lo colocaron en la sección “depósito”, donde se encuentran los reclusos que esperan juicio. Por la pandemia, a los presos les suspendieron las visitas de familiares y sólo tienen derecho a que, cada dos semanas, les envíen alimentos y medicamentos. Según reportó el portal Cubanet, Luis Robles padece de reflujo gástrico y los medicamentos que le han enviado no le han sido entregados, al menos, en dos ocasiones. En febrero, cuando exigió las medicinas, los carceleros le respondieron que no se las entregaban para que se muriera de una vez.

Como protesta, Luis Robles se puso un pulóver blanco donde escribió: “Libertad para Cuba” y “Abajo la dictadura”. Los carceleros le respondieron con una golpiza. Luego, lo desnudaron con la ayuda de otros presos y lo encerraron en una celda de castigo, de donde lo sacaban cada dos horas para exhibirlo sin ropa ante otros presos. Le retiraron sus pertenencias, incluido su colchón. Estuvo dos días completos desnudo y durmiendo en el suelo hasta que lo colocaron, con sus cosas de vuelta, en el piso 1 sur. Al llegar a la nueva celda, le aclararon que si seguía contando por teléfono lo que sucedía dentro de la prisión, le suspenderían para siempre las llamadas. Una de las últimas veces que pudo tener acceso al teléfono, Luis Robles le contó a Cubanet que no sólo estaba siendo víctima de los tratos despiadados y degradantes que ya se conocían, sino que también estaba recibiendo amenazas hacia su familia y que le habían puesto una cucaracha a su plato de comida. En enero, la organización Prisoners Defenders, que lleva el conteo de los presos políticos en la isla, declaró a Luis Robles “preso de conciencia”. La organización cuenta hasta hoy 135 presos como él.

Que un ciudadano como Luis Robles lleve más de cien días en prisión, soportando tratos inhumanos por portar un cartel en un boulevard, basta para desmontar la idea ilusoria de que Cuba es una isla “progre” y encantadora. Sé que no faltarán quienes se saquen de la chistera el absurdo argumento de que no todo puede ser perfecto en una sociedad que aboga por el bien de sus ciudadanos, olvidándose que en nuestras vidas lo primordial y más importante es el derecho inalienable al respeto de nuestros derechos humanos, entre los que están la libertad plena, hoy inexistente en Cuba. Así lo quiere el régimen, pues es la única manera de perpetuarse en el poder tras más de seis décadas.

De todos modos, si no lo convenzo a usted y piensa que me he inventado todo esto del estado dictatorial cubano, lo invito a que visite la isla. Tiene una casa en la mía para que, con sus propios ojos, pueda observar, entre otras cosas, que el estado de la educación y la salud pública no es como dicen; que en las escuelas hacen falta de profesores y sus salarios son paupérrimos; que en los hospitales, las condiciones son las peores; que La Habana se ha vuelto una ciudad en ruinas que parece haber sobrevivido a una larguísima guerra; que la famosa solidaridad médica que el gobierno le brinda a los “pueblos del mundo” no es un acto de altruismo, sino un servicio que es el segundo renglón económico del país y que a los médicos de estas misiones los tratan como a esclavos, según informes de la Organización de las Naciones Unidas; y que la escasez en el país es tal que los ciudadanos duermen sobre las ramas de los árboles toda la madrugada para evadir el toque de queda por la pandemia y para, una vez que sale el sol, poder estar delante en las enormes filas de los mercados y tiendas, y así alcanzar los pocos productos en venta que, por demás están racionados.

Que todo esto, en esencia, sucede porque Cuba es un país controlado y administrado por militares, que gastan los recursos del país en construir hoteles propios, los mismos que registran las ganancias de las bonitas playas, los sabrosos rones y tabacos, y la buena música de esta isla.

Abraham Jiménez Enoa
Gatopardo, 19 de marzo de 2021.

lunes, 3 de mayo de 2021

Miguel Díaz-Canel: el fraude en Cuba empieza en la Presidencia



El 22 de marzo, el periódico Granma publicó la noticia del grado de doctor en ciencias de Miguel Díaz-Canel. El periódico reseñó un supuesto artículo del presidente como la tesis de defensa de su doctorado, realizada el pasado lunes. El fraude en Cuba comienza por la presidencia. Alejado de todo ejercicio disciplinar previo y curricular, y sin los créditos necesarios para adquirir un grado de doctor, el Partido Comunista de Cuba le regala un título a su principal burócrata.

Carente de legitimidad política dados los resultados de su gestión pública en los últimos tres años, Díaz-Canel recibe refuerzo fraudulento del PCC. Es algo así como un título de "nobleza" en una monarquía europea. El contenido es para estar a la moda del "desarrollo sostenible", término utilizado a profusión, pero que no remite a ninguna política concreta en la sociedad cubana. Puede revisarse el Plan de Desarrollo Sostenible presentado por el Gobierno ante la CEPAL en febrero de 2019 y constatarse las numerosas falacias y ausencias en que incurre, como parte de su propaganda de cara a la comunidad internacional. La propaganda no es ciencia, es narrativa falsa y tergiversada sobre la realidad.

La reseña de Granma nos recuerda el afán de la "dirección científica de la sociedad" de los manuales de marxismo-leninismo de la década de 1970. Pura propaganda del discurso oficial único debajo del cual la incompetencia, la miseria y la represión de todos los sectores sociales eran los rasgos más sobresalientes en los totalitarismos comunistas de Europa del Este y de Cuba.

Hace unos meses, el periódico Granma colocó en primera plana un informe supuestamente escrito entre un funcionario universitario y el presidente designado, en el que pretendían vender una estrategia "científica" innovadora sobre la relación burocrática entre las universidades y el desarrollo local. Con mucha propaganda, lo que se pretende validar es la planificación centralizada de la economía, trasladar a los municipios el monopolio estatal de todas las actividades civiles y económicas, duplicando así el ejército de funcionarios que ya se desempeñan en los organismos estatales. Una pesadilla que el partido único quiere seguir imponiendo en el país, a pesar de los desastrosos resultados de los últimos 60 años.

Paralelamente, el llamado de la prensa oficial a "poner el hombro" para los candidatos vacunales que no han probado aún su efectividad es una muestra más de cómo el Gobierno irrespeta a la ciudadanía y la pone en riesgo ante medicamentos no certificados a nivel internacional. Los cuatro candidatos vacunales son hasta el momento inciertos y un riesgo que solo se aplica en sociedades autocráticas y sin derechos ciudadanos.

En cambio, en las sociedades democráticas las vacunas adquiridas se aplican en primer lugar a los funcionarios y políticos más relevantes para crear confianza en medicamentos ya certificados a nivel internacional. Con el mismo fin, deberían ponerse las vacunas cubanas en primer lugar los miembros del Buró Político, el Comité Central del PCC, todo el Gobierno y las organizaciones centrales del Estado. También los integrantes de las diez comisiones parlamentarias permanentes de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Solo con esta muestra de confianza y ejemplo sería entendible entonces pasar a vacunar a la población restante. Eso haría un Gobierno democrático.

Pretender la superioridad del partido único frente a gobiernos democráticos por el control absoluto sobre las vidas de las personas es una política fallida y contestada de múltiples maneras desde la ciudadanía, desde hace décadas. La vigilancia a la cadena de contactos, el aislamiento en centros especiales, el cierre de fronteras, los toques de queda en ciudades o zonas geográficas, el cese por períodos largos de la actividad económica y comercial, y publicar los contagios y fallecidos, no son estrategias novedosas en el enfrentamiento del Covid-19: casi todos los países han aplicado medidas semejantes.

En Cuba, estas estrategias han tenido el agravante de una crisis estructural económica que ha hecho más precaria la sobrevivencia de la población. Las estructuras hospitalarias desvencijadas, la ausencia de información sobre la cantidad de camas para terapia intensiva o el número de respiradores artificiales con que cuenta el país, la ausencia de transparencia en el conteo de los fallecidos por la pandemia y de los fallecidos por otras enfermedades respiratorias, hacen difícil cualificar la política pública del Gobierno como algo válido y fiable.

Ni siquiera se conoce el número de ambulancias que existen en el país. La creciente escasez de medicamentos esenciales o elementales, y la gran escasez de alimentos, resultado de políticas fallidas, completan un cuadro social de pesadilla cotidiana. La política de represión con multas exorbitantes de la policía, en una interpretación "libre" de sus funciones para definir cuándo se puede bajar o no la mascarilla y quienes deben respetar la distancia, aumentó el descontento y la protesta popular.

Cuba no ha sido un ejemplo de nada en su estrategia de enfrentamiento al Covid-19, con sus sucesivas olas de contagios y un número de fallecidos a desconfiar, cuando la pandemia se utiliza para demostrar una supuesta superioridad política falsa. Mientras la sociedad francesa, por ejemplo, está enfrascada en medir el impacto depresivo en la población por los meses de confinamiento y por la pérdida de los empleos resultado de la pandemia, en Cuba el partido único regala un título de doctor fraudulento al presidente designado. Esa es una de las diferencias entre una república fallida y otra que no lo es.