lunes, 27 de marzo de 2023

La amenaza rusa se concreta sobre Cuba

 

El castrismo siempre ha sido proactivo, ha sabido adelantarse a los acontecimientos para controlarlos, por eso, a diferencia de otras dictaduras que inmovilizan al oponente mediante terror engendrado con violencia, el castrismo se especializa en prevenir cualquier oposición mediante el control de los símbolos, las relaciones laborales, los mitos, la educación, la comunicación, la semántica, la cultura, y todo lo que impida coordinación y acción grupal, dejando a los cubanos, aun en sociedad, aislados entre hipocresía y desconfianza.

Ese monopolio y manipulación de la información que permite un control social tan efectivo es la base del totalitarismo, un Gobierno omnipresente que media toda relación humana y, como Ojo de Saurón, envía sus orcos —policías, chivatones, militares, jueces, burócratas— para abortar cualquier conato de oposición apenas surja, sin esperar que madure.

Digitalizar el comercio no es más que llevar ese control social a un nivel superior, con lo que los rusos no estarían proponiendo nada que el castrismo no esté intentando hacer hace años. Solo que, por falta de recursos, no ha podido conseguirlo.

Desde febrero de 2017 el Consejo de Ministros aprobó la "Política Integral para el Perfeccionamiento de la Informatización de la Sociedad en Cuba", y como afirma Cubadebate, vocero digital oficial del régimen, "uno de los sectores fundamentales para su implementación es el comercio electrónico". Lo que confirmaba el propio Miguel Díaz-Canel en 2021: "El comercio electrónico llegó para quedarse. La vida nos ha demostrado que tenemos que ir al comercio electrónico de inmediato”

Pero en un sistema totalitario "comercio electrónico" no es Amazon, PayPal o eBay, sino plataformas estatales, únicas autorizadas, que usan solo medios de pagos estatales. Sin temor a parecer impositivo, el medio ruso que publica la noticia afirma: "Los participantes en la discusión enfatizaron que, en el marco del concepto, las criptomonedas en Cuba no deben circular".

Según Andrey Vanin, ex vicepresidente senior de Sberbank: "En Rusia se han creado terminales de pago inteligentes que aceptan cualquier método de pago. También son cajas con fiscalización en línea para las autoridades fiscales. Los negocios se han vuelto sin papel".

Y si no hay dinero en efectivo desaparecerá el mercado negro (al menos como lo entendemos hoy), lo que acabará con todo anonimato y posibilidad de resistir las políticas económicas predatorias del castrismo. Además, este sabrá con mucho detalle cómo vive cada cual, de dónde le llegan los recursos y cómo los gasta, dónde estuvo o a quién vio. Así habrá desaparecido cualquier vestigio de libertad en la Isla, y el Estado, final y definitivamente, será dueño de cada cubano.

Puede parecer lejano el momento en que la empobrecida Cuba llegue a ese nivel, pero lejano no es imposible, y es sintomático que sea por ahí, una medida económica con tanta connotación política, por donde comienza el "asesoramiento" ruso. No debe minusvalorarse la resolución y ansia de poder de los herederos de Fidel. No comprender a tiempo cómo Castro demolió la sociedad civil nos ha costado 64 años de dictadura, muertes, separaciones, dolor… No cometamos el mismo error.

Para afianzar la estabilidad interna de su portaaviones caribeño y mantenerlo gobernado por este grupo dispuesto, una vez más, a ponerse bajo su tutela, Rusia podría financiar la bancarización y digitalización monetaria que tanto anhela el castrismo. ¿Sería demasiado caro?

Caro es, pero parece que los rusos ya hicieron sus cálculos y les da la cuenta, pues van muy en serio. "El papel de los bancos en el sistema descrito es muy importante, son ellos quienes crean la plataforma en la que se basa el sistema", especificó Boris Titov, mafioso jefe de la delegación. Quien agregó: "por eso, proponemos crear en Cuba un centro especial de liquidación con licencia bancaria". Algo así no se propone u ordena sin haberse estudiado y analizado profundamente y desde hace tiempo, más cuando, probablemente, sean ellos, los rusos, quienes tengan que pagar para equipar a Cuba con esta tecnología.

Y es que saben que bancarizar y digitalizar la sociedad es extraordinariamente rentable, pues no solo disminuye costos de emisión, transporte y resguardo de dinero físico, sino que reduce costos de transacción, agiliza los intercambios, provee fiabilidad y minimiza conflictos. Además, permite controlar los mercados y potenciar la recaudación fiscal. Económicamente, la bancarización se paga sola, y si a eso le adicionamos el control social que le permite a un Gobierno totalitario, se comprende por qué los rusos, educados en el KGB, quieren comenzar por ahí… para regocijo del castrismo.

Lamentablemente, todo esto se hará con los aplausos de los reformistas (algunos se hacen llamar independientes) que quieren una Cuba más próspera aunque no tenga libertad; es decir, más pollo y aceite bajo el castrismo. Los mismos que se alegran con leyes de MIPYMES, ovacionarán esta modernización financiera y harán loas de las posibilidades que abre para la economía nacional.

Pero como a Martin Luther King, no deberían preocuparnos tanto los gritos de los violentos, de los corruptos o de los deshonestos. Lo más temible es el silencio de los buenos, y hay demasiados cubanos buenos callando hace demasiado tiempo. Ojalá ante esta nueva amenaza, este nuevo abrazo del oso de la Siberia, se alce su voz.

Rafaela Cruz
Diario de Cuba, 1 de febrero de 2023.
Foto: Ojo de Saurón. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 20 de marzo de 2023

El bandazo putinesco de los mandamases castristas

Los mandamases que pretenden ser la continuidad del régimen de Fidel Castro, han conseguido serlo en la tozuda insistencia en los disparates y las políticas fallidas. Y también en cuanto a los bandazos económicos.

En el que están a punto de empeñarse ahora, supera a los más abruptos de los que dio el Comandante: un programa de reformas para transformar la economía cubana basándose en el desarrollo de la empresa privada y tomando como modelo a la Rusia de Vladimir Putin.

Lo anunció a la agencia Interfax, luego de la reunión que sostuviera con el presidente y primer secretario del Partido Comunista cubano Miguel Díaz-Canel, el economista ruso Boris Titov, un empresario millonario que se define como “liberal de derecha”, y que es uno de los principales asesores del presidente Putin.

El programa de reformas será asesorado por el Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin, un think tank creado en 2016 que lleva el nombre de Piotr Stolypin, quien fuera premier y ministro del Interior del zar Alejandro II hasta su muerte, ocurrida en un atentado cometido por revolucionarios, en 1911.

No se sabe cómo rayos digerir esto. ¿Desarrollo de la empresa privada cuando más hablan los mandamases castristas de fortalecer y privatizar la empresa estatal socialista? ¿Reformas proto-capitalistas asesoradas por un think tank conservador que lleva el nombre de un premier zarista que, aunque emprendió reformas en la agricultura rusa, se opuso ferozmente a toda liberalización política y fue un represor tan sanguinario como ministro del Interior, que se decía que a los que ahorcaban les ponían “la corbata de Stolypin”?

¿No sería el socialismo de mercado chino o el vietnamita más afín con el discurso socialista al que se mantienen aferrados los mandamases del neocastrismo? Con este golpe de timón a la derecha, ¿qué será de la irreversibilidad e intangibilidad del sistema socialista que dice la constitución cubana?

No deberían estar consternados con este giro a la derecha los ilusos que todavía esperaban por un socialismo participativo y democrático. Esta jugada putinesca se veía venir. Ahora, los oligarcas en ciernes de GAESA y los burócratas mafiosos cómplices suyos no tendrán que disimular la piñata, ni desgastarse hablando de justicia social y otras zarandajas en las que nunca creyeron.

¿Cómo se sentirán, si los privan del discurso marxista-leninista, los ancianitos retranqueros y demás fósiles de la ortodoxia comunista que quedan en el Comité Central y el Buró Político? Porque ellos no están engañados como el puñado de zoquetes que todavía creen que la Rusia que agrede a Ucrania y aspira a reconquistar su imperio sigue siendo la Unión Soviética.

Ellos saben que Rusia es capitalista, que lo único en común que tiene Putin con los comunistas es el desprecio a la democracia y el odio a los Estados Unidos. Es más, no tienen dudas de que Putin está mucho más cerca del fascismo que del comunismo, y de que es un gran hijo de puta, solo que es su hijo de puta, el que les conviene tener de aliado, problemas ideológicos aparte, a ver si los ayuda a salir del atolladero en que están metidos.

Si la Rusia de Putin va a ser el modelo de las reformas que se proponen emprender los mandamases de la continuidad, ya sabemos lo que viene.

Les cuento cómo será el remake cubano de la película rusa: vendrán las privatizaciones y los militarotes de las FAR y el MININT se meterán a empresarios. Los principales jefazos comunistas se convertirán en millonarios oligarcas que salpicarán a sus allegados y seguirán exprimiendo al pueblo.

El problema es que, a diferencia de Rusia, donde había mucho para robar, en Cuba, luego de 64 años de desastres, apenas habrá qué repartirse en la piñata. Si acaso, poco más que las remesas de los emigrados, el dinero del turismo y de los médicos alquilados. Así que ya veremos.

Luis Cino
Cubanet, 24 de enero de 2023.
Foto: Cartel en La Habana saluda la visita de Vladimir Putin a Cuba en diciembre del 2000. Catorce años después, en julio de 2014, viajaba de nuevo a la isla. Imagen tomada de CubaNet.

lunes, 13 de marzo de 2023

Modelo ruso en Cuba... ¿será posible?

 

Rusia no es sólo un "capitalismo de compadres" donde empresarios enchufados al Gobierno controlan como monopolios o cárteles empresas y mercados antes estatales. Si es mejor ser ruso hoy que soviético ayer, es porque amplios sectores económicos liberalizados y competitivos han desarrollado las potencialidades locales y, por supuesto, atraído franquicias y sucursales de cientos de multinacionales occidentales que han llevado prosperidad e inversión al país eslavo.

El nepotismo que da fama al modelo ruso, en realidad está relativamente limitado a sectores "estratégicos" para el Gobierno —no para el pueblo—, fundamentalmente banca, comunicaciones, industria pesada (incluyendo armamento) y, por supuesto, hidrocarburos.

Esa yuxtaposición de una economía relativamente liberada como base amplia y una economía estatal —aunque teóricamente privada—, concentrada en sectores específicos pero con un peso enorme en el ingreso fiscal, es lo que equilibra el modelo ruso: el Estado es, gracias a los ingresos de los hidrocarburos, financieramente independiente del resto de la economía, contando con recursos suficientes para costear un modelo dictatorial que solo rinde cuentas formalmente al pueblo, pero sin meterse demasiado en la economía de las familias.

Sin esas reservas casi infinitas de hidrocarburos explotadas por empresas "privadas" directamente dependientes del Kremlin, el Gobierno ruso no habría podido desentenderse del resto de la economía, pues los poderes allí surgidos le habrían disputado el control político, como hicieron los oligarcas durante la transición de Yeltsin a Putin, hasta que, gracias a los ingresos del petróleo más su sicopatía, este último pudo concentrar nuevamente un poder que se estaba disgregando.

Para injertar ese modelo en Cuba se necesitaría también un sector lo suficientemente productivo como para que el castrismo pudiera, monopolizándolo, independizar sus ingresos del pueblo, lo que le permitiría entonces concentrarse en aquellos sectores clave para mantener el poder —banca, comunicaciones, industria pesada—, y a la vez dejar bastante más libertad para vender pan con timba, remendar zapatos o regentar un hostal, así como privatizar muchas de las empresas estatales o mantenerlas funcionando como tapadera para subsidir MIPYMES enchufadas.

Sin esa gallina de los huevos de oro propia, el Gobierno no tendría recursos para mantener su aparato propagandístico; sus órganos represivos que incluyen policías, militares, diputados y poder judicial; no podría mantener su inevitablemente inmensa burocracia, ni tendría un nivel suficiente de prebendas para garantizar la paz en una cúpula gobernante cada vez más aficionada a los lujos del capitalismo.

Sin esa gallina de los huevos de oro propia, el Gobierno no puede permitir que una dinámica económica liberal fomente la sociedad civil y surjan agentes independientes demasiado influyentes, porque incluso los que comiencen a enriquecerse como fieles al Gobierno, pueden eventualmente, una vez enriquecidos, confrontarlo.

En definitiva, sin un sector que permita ingresos fiscales centralizados e independiente al resto de la economía no hay "modelo ruso", el castrismo estará condenado a convivir con el pueblo y, por lo tanto, a mantenerlo en un rango de miseria no tan bajo para evitar el estallido social, pero suficiente para impedir que nazca una sociedad civil próspera, independiente e internacionalmente conectada, que pueda tener veleidades políticas.

El azúcar podría haber sido esa fuente de recursos. A un precio promedio de 20 centavos la libra, una producción de siete millones de toneladas —algo perfectamente sostenible para las condiciones de Cuba— representaría más de 3.000 millones de ingresos anuales, lo que sería más que suficiente para que el castrismo costeara su poder absoluto en Cuba y, sin temor, diera "vida" al resto de la sociedad.

Pero la estatización y Fidel Castro destruyeron una tradición de 200 años, y ahora, incluso aunque el Gobierno privatizara el sector azucarero, éste está demasiado descapitalizado tanto en lo físico como en lo humano, además de que ha perdido cuotas de mercado y economías de escala, con lo que es impensable recobrar producciones importantes.

Perdida el azúcar, quizás ahora se entienda por qué el castrismo ha estado, sin justificación económica racional, invirtiendo de manera desmedida en turismo, a costa de descapitalizar el resto de sectores productivos, erigiendo modernos hoteles entre las ruinas de una Habana decrépita.

Muy posiblemente, los gobernantes cubanos hayan apostado a convertir el turismo en ese sector, centralmente controlado mediante oligarcas tropicales aliados a empresas extranjeras, que propicie la independencia financiera del régimen con respecto al pueblo, y permita dejar los huesos de la economía nacional relativamente liberada, mientras lo gordo queda en manos del Gobierno y sus acólitos, aparentemente privatizado.

Sin embargo, aunque gracias a esa exagerada inversión el turismo es ya decisivo para los ingresos del país, no es ni de lejos ese sector potente que podría servirle a la mafia de La Habana como los hidrocarburos a la mafia de Moscú, y no lo será mientras los norteamericanos no puedan visitar libremente Cuba.

Si el castrismo se anima a dar pasos acelerados hacia un "capitalismo de compinches" —de momento los está dando de forma muy tímida mediante las MIPYMES— sin tener condiciones para ello, no será un modelo ruso lo que obtendrá, sino un modelo centroamericano, en el que instituciones débiles y profundamente corruptas mantienen al Estado secuestrado por oligarquías extractivas. En su intento de imitar a Rusia, el castrismo podría fracasar de modo tan estrepitoso como en su intento de imitar a la Unión Soviética.

Rafaela Cruz
Diario de Cuba, 28 de enero de 2023.
Ilustración de Alen Lauzán titulada Plaza de la Transformación. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 6 de marzo de 2023

El castrismo apuesta por el modelo ruso

 

El motor del desvencijado Lada 2107 de la era soviética no quiere arrancar. Un mecánico con su overol azul manchado de grasa abre el capó y examina los fusibles. Luego de revisar el carburador, le grita al chofer que lo vuelva a intentar. Esta vez el auto enciende. El operario se limpia las manos con una estopa ennegrecida y Augusto, militar retirado, le entrega un fajo de billetes de 200 pesos por la reparación.

“Estuve en las FAR hasta 1998. Me licencié con el grado de capitán. Fui especialista en defensa antiaérea y pasé un curso de un año en la antigua URSS. Eso fue a finales de 1988. Era la etapa de la perestroika y la glasnost. En aquellos años, en la Unión Soviética imperaba la corrupción, el amiguismo y una burocracia monumental. Sin contactos ni ‘regalos’ no conseguías nada”, dice Augusto, mientras conduce por la Calzada Diez de Octubre, al sur de La Habana.

“Entonces en Moscú no habían aparecido los oligarcas multimillonarios de ahora, pero cuando tú visitabas las casas y dachas de descanso de altos oficiales del Ejército y de la nomenclatura del partido comunista, que vivían rodeados de lujos y comodidades de la vida occidental, te dabas cuenta que detrás de las reformas supuestamente liberales de Gorbachov estaba agazapada una casta de funcionarios, militares y oportunistas de ocasión que habían ganado un montón de dinero saqueando el erario público del país”, recuerda Augusto.

En su opinión, “el actual panorama político, social y económico de Cuba se asemeja muchísimo a los últimos años antes de la caída del comunismo soviético, cuando hubo una lucha de poder para apartar a los viejos dinosauros del PCUS que eran fósiles de la Guerra Fría. Los que llegaron al Kremlin relegaron la anquilosada narrativa del realismo socialista, le dieron un ligero barniz democrático a las instituciones y denunciaron los crímenes de Stalin. Pero muchos de ellos, ex agentes de la KGB, como Putin, no era ni son demócratas. Son nacionalistas retorcidos con ansias imperiales. Lo más cercano al fascismo”.

El otrora capitán de las FAR reconvertido en taxista privado, considera que “lo sucedido en la antigua URSS deja lecciones que no debiéramos olvidar. Cuando se emprenden reformas hay que demoler las estructuras del viejo régimen. Si los actuales mandatarios de la isla apuestan por el modelo ruso de Putin, es porque ya se repartieron la piñata: o sea las parcelas del poder y los más lucrativos negocios. Entonces, olvídate de democracia, porque todo el pescado ya está vendido”.

El anuncio del multimillonario derechista ruso Boris Titov, de que el régimen presidido por Miguel Díaz-Canel dará inicio a una reforma económica tomando como modelo a la Rusia de Putin, pasó inadvertido para amplios sectores de la sociedad cubana. La creación de un programa de reformas para la economía cubana bajo la asesoría del Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin, un 'think tank' ruso que “preparará transformaciones económicas en la Isla basadas en el desarrollo de la empresa privada”, más que preocupante, es una noticia escandalosa.

Preguntado al respecto, Yoel, dueño de una cafetería, dijo que si un cambio de modelo económico elimina las privaciones materiales y la falta de futuro de los ciudadanos en Cuba, “la aprobarían con las dos manos levantadas. Son demasiados años de carencias, falsas promesas y mentiras. La gente no aguanta más. La mayoría de la población no entiende las interioridades políticas ni sabe cómo funciona una democracia. Lo que quiere es ganar salarios decentes, que comer no sea un lujo y poder abrir un negocio sin que el Estado te etiquete de presunto delincuente. Le da igual que se implemente el modelo, ruso, chino o vietnamita. Lo que quiere es ver las vidrieras repletas, tener una vida digna y esperanzas de prosperar”.

Sin consultar con el pueblo, la dictadura se abroga el derecho a elegir un modelo económico foráneo. El régimen tiene prisa. El agua le llega al cuello. La incapacidad para producir alimentos y bienes y la desastrosa gestión de los servicios públicos básicos, ha provocado una caída libre al precipicio. El modelo cubano es calcado del soviético. Desde los grados militares hasta la Constitución de 1976 (una reproducción de la carta magna aprobada por el dictador Stalin en 1936) ha sido un copia y pega de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Fidel Castro aprobó inversiones capitalistas y bolsones de economía de mercado porque necesitaba sobrevivir, no porque las deseara. Conocía la importancia de mantener una narrativa antiyanqui y contra el 'bloqueo' (embargo estadounidense) para justificar el déficit productivo y las penurias que padecen los cubanos por la ineficiente y pésima gestión gubernamental.

La revolución fidelista fue una puesta en escena que priorizó el odio político a lo interno y a lo externo. Esa confrontación buscaba fragmentar la sociedad en revolucionarios y contrarrevolucionarios. Partidarios y enemigos. La economía y la calidad de vida de sus ciudadanos pasaron a un segundo plano. La tertulia ideológica y la adulteración de la historia nacional siempre fue más importante.

Las doctrinas soviéticas se adecuaban a los intereses de Fidel Castro y su comparsa de ramplones funcionarios del partido. Las reformas económicas siempre fueron muy limitadas. Y los negocios privados vigilados y controlados por la cuchilla fiscal. En la biblia política del castrismo se prohíbe la acumulación de capital y propiedades por parte de los emprendedores locales.

A las firmas extranjeras se les permite negociar sólo con empresas estatales. Pero como el modelo productivo de la autocracia verde olivo es incapaz de poner comida sobre la mesa de los cubanos y confeccionar productos de calidad, no les queda otra que optar por inversiones foráneas. Siempre con cautela. Abren un resquicio de la puerta, pero le ponen el pie detrás para trabarla. Temen que las reformas los superen.

Ya el modelo castrista está agotado. Debe pasar la página. Lo ideal sería elegir un modelo democrático, pero existe un ‘pequeño problema’. En naciones como Barbados, Finlandia o Suiza, el pueblo elige a sus gobernantes, existen libertades económicas y políticas, un sistema jurídico independiente, las instituciones tienen que rendir cuenta y los funcionarios públicos se deben a sus electores, no a la inversa.

Implementar reformas siguiendo el modelo ruso, además de un gesto lacayuno, deja entredicho la reputada soberanía nacional de la que tanto gusta alardear al régimen cubano. Los analistas de la prensa estatal , dependiente del departamento ideológico del partido comunista, especializados en desinformar sobre la guerra de Rusia contra Ucrania y difundir informaciones como la escasez de huevos en Estados Unidos, de momento guardan silencio.

El futuro de Cuba se está dirimiendo en los salones del Palacio de la Revolución mientras la gente se desgasta haciendo largas colas para comprar un pomo de aceite o paquete de salchichas. En el aire muchas interrogantes.

A propósito de la visita de Boris Titov a La Habana, un comunicado de Cuba Siglo 21, un laboratorio de ideas radicado en Madrid, sobre la creación de un Centro de Transformación Económica ruso-cubano para preparar los cambios en la economía de la isla, afirmaba que se confirman los pronósticos de que el régimen que preside Díaz-Canel quiere "modernizar su Estado mafioso bajo supervisión y en estrecha alianza con el enemigo inmediato de Occidente en este momento, la Rusia de Putin".

Por su parte, en Diario de Cuba aparecían las declaraciones de la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, quien en una conversación online con Atlantic Council dijo que "Rusia, el adversario número dos de Washington en América Latina, tiene relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua" por lo cual su mando mantiene bajo estrecha atención. Sobre la influencia rusa en el hemisferio, Richardson hizo énfasis en la desinformación que prevale en el área. Para ilustrarlo, mencionó que en Latinoamérica hay 30 millones de seguidores de Sputnik Mundo y Russia Today en español, medios oficiales del Kremlin.

¿Díaz-Canel está entregando la economía nacional para reformarla o es en pago a la deuda millonaria que tiene con Rusia? ¿Qué no sabemos? Quienes escogieron esa opción, conocen de primera mano el precario estado de las finanzas y la descapitalización del sector productivo, pero deben estar conscientes que están hipotecando el futuro de los cubanos, concediéndole prerrogativas a un gobierno expansionista.

Rusia no es precisamente el alumno aventajado de la clase capaz de asesorar en temas económicos. Su economía es esencialmente extractiva. Y probablemente los bienes de valor agregado que más le importan son los que producen armas.

Aplicar en Cuba el modelo de Putin es apostar por el caballo perdedor. Tal vez sea un mensaje de ida y vuelta para presionar a la Casa Blanca y sentarse a negociar. ¿A qué está jugando el régimen? Pero es evidente que están desesperados.

Iván García
Foto: Plaza Roja de Moscú. A la derecha, la torre Spasskaya del Kremlin, en el centro, el monumento en bronce a Dimitri Pozharsky y Kuzman Minin, y a la izquierda, la Catedral de San Basilio. Tomada de Euroactiv.