lunes, 26 de agosto de 2019

Nostalgia por la Unión Soviética



La Ciudad Nuclear de Juraguá no es Pripyat. La diferencia es que vive gente. Y no hay radiación. Pero los bloques de edificios homogéneos y chapuceros de corte soviético y los cuatro reactores atómicos que nunca se terminaron de construir por falta de presupuesto, le dan un aire de urbe paralizada.

Por la calzada de asfalto destrozada que circunda la Ciudad Nuclear ruedan anacrónicos automóviles Lada o Moskvich de la era soviética. También viejos tractores facturados en Bielorrusia y camiones KamAZ producidos en una fábrica ubicada en la ciudad rusa de Náberezhnye Chelny. En Juraguá residen ex ingenieros y especialistas en centrales nucleares que jamás ejercieron su profesión. Se graduaron en universidades de la desaparecida URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y a partir de 1990, cuando comenzaron a regresar a Cuba, un abatido Fidel Castro informaba la paralización de las obras constructivas por falta de dinero.

Ya casi todos están jubilados o cambiaron de profesión. Es el caso de Ruslán, quien se adiestró en Kaliningrado como especialista en reactores atómicos y ahora es dueño de un taller de chapistería en un barrio al sur de La Habana.

Una tarde cualquiera, Ruslán hizo sus maletas y se fue de Juraguá. “Estudié todo lo concerniente sobre los reactores VVER-440/V-318, que eran los que se instalarían en la central nuclear de Cienfuegos. Había diferencias con respecto a los reactores de Chernobyl. En esa central termonuclear se utilizaban los RBMK que después del accidente demostraron que eran inseguros. Los VVER, entre otras características, contaban con un muro de contención. De cualquier manera uno se pregunta qué hubiera pasado si hubiese ocurrido un accidente en Cuba, pues en la construcción de la central en Cienfuegos se violaron varias normas técnicas”.

La exitosa serie Chernobyl, producida por HBO, ha tenido una enorme repercusión en la Isla, aunque la televisión estatal no la ha retrasmitido. El semiclandestino negocio audiovisual conocido por El Paquete, distribuyó los cinco capítulos por toda la geografía nacional. La prensa oficial ha arremetido contra la serie Chernobyl. En el sitio digital Cubadebate se han publicado varios artículos, para demonizar el serial por 'su excesiva politización' o por su amnesia: no contó que gracias a Fidel Castro, entre 1990 y 2016, más de 26 mil personas recibieron tratamiento médico en Cuba. La inmensa mayoría eran niños ucranianos que fueron alojados en Tarará, al este de La Habana.

Ruslán considera que esa reacción se debe a un instinto defensivo. “Nunca trabajé en centrales atómicas occidentales, pero sí hice prácticas en algunas de la URSS. Y te digo que las normas de seguridad eran bastante flexibles. Han habido accidentes en diferentes centrales nucleares del mundo, pero en la de Chernobyl, con más de cuatro mil muertos, es donde más personas han fallecido debido a la radiación. Además, la serie de HBO deja en evidencia el modo de dirigir en los países comunistas, a base de consignas, medias verdades y mentiras para camuflar la realidad”.

En Cuba sucede un fenómeno curioso. Entre los cubanos que solo desayunan café, se han arraigado ciertas costumbres españolas, africanas y preferencias por las marcas estadounidenses. Carlos, sociólogo, ahonda sobre el tema.

“Es normal ese apego a tradiciones de los españoles, fueron los que nos colonizaron y hablamos el mismo idioma. Por tanto se entiende el gusto por sus comidas y costumbres. De África legamos la religión yoruba, alimentos, bailes y tradiciones. De Estados Unidos, nación que desde su revolución en 1776 la mayoría de nuestros próceres independentistas apostaban por la anexión, nos quedó su modernismo, la música, el cine, la tecnología y sus líneas maestras en la gerencia empresarial y contable, algo que luego no aprovechó la revolución de Fidel Castro".

Según el sociólogo, eso se asimiló de manera natural, sobre todo a raíz del intercambio comercial entre Cuba y Estados Unidos en el siglo XX. "Pero de la URSS quedó muy poco. Era otra cultura, otra religión, otros hábitos alimentarios. Aunque estuvieron treinta años involucrados en la vida nacional y en Cuba tuvimos acampados a miles de soldados y asesores civiles soviéticos, en mi opinión, el principal legado que ha quedado es el de cientos de matrimonios y los nombres de origen ruso de unos cuantos cubanos. Ni sus modas ni sus costumbres tuvieron demasiado arraigo entre la gente. Donde se consolidó el modelo soviético de vida y gobierno fue en la clase política y eso se ve en las estructuras del Estado y en la Constitución de 1976, calcada de la carta magna soviética de 1936 emitida por Stalin”.

Leonardo, profesor jubilado de marxismo, considera que la etapa soviética en Cuba fue donde hubo mejor calidad de vida.“Hasta Fidel tenía sus reticencias en adoptar el modelo soviético, pero después del fracaso de la zafra del 70, las instituciones cubanas copiaron el modelo soviético y la economía creció aceleradamente. En los mercados liberados sobraba la comida. Teníamos industrias con su tecnología, casi todo el transporte nacional era soviético, sin contar armas de calidad contrastada. La URSS se viene abajo por el triste papel de Gorbachov, probablemente un agente de los servicios especiales de Occidente, que desmontó toda la estructura gubernamental y abrió las puertas al peor capitalismo. Ahora en Rusia existe un sistema autoritario al frente del cual se encuentra Putin, que lleva casi veinte años gobernando. Lo llamativo es que los comunistas rusos no son apoyados por el gobierno y están en la oposición”.

Durante tres décadas, entre 100 mil y 300 mil cubanos recibieron becas universitarias y pasaron cursos de post-grado en la Unión Soviética. En internet, sea en periódicos online, webs, blogs o redes sociales, se localizan numerosos testimonios de cubanos que estudiaron en diversas repúblicas de la antigua URSS. Unos la rememoran desde los países donde actualmente viven, otros desde Cuba, como el escritor Emerio Medina Peña (Holguín, 1966). Medina se graduó de ingeniero mecánico en Uzbekistán y en una extensa crónica publicada en La Habana Elegante recordaba:

"Si uno se detiene un poco a examinar lo que nos quedó de la presencia rusa en Cuba, descubriría que estamos rodeados por elementos imprescindibles y variados: medios de transporte, tecnología, vocabulario, nombres propios, cultura cinematográfica, cietos íconos culturales, abundante literatura impresa (basta revisar los estantes de una biblioteca pública o las colecciones privadas de muchísimos lectores). Para la mayoría de cubanos de más de 30 años, hoy es imposible recordar su juventud sin evocar un radio Rodina o Selena, un televisor Krim o Elektron, una bicicleta Chaika o Ukrania, una cámara fotográfica Zenit, un tocadiscos Ilga, una grabadora VEF, las revistas Unión Soviética, Sputnik y Mujer Soviética, un automóvil Lada, Moskvich o Volga, un camión KamAZ, ZIL, GAZ o KpZ, una motocicleta Verjovina, Karpati, Vosjod, Ural, Dniéper o Júpiter, un reloj-pulsera Slava, Raketa o Poljot, un despertor Zariá, una guagua LAZ o PAZ, una lavadora Aurika..."

No todos los que actualmente gobiernan en Cuba estudiaron en la URSS, pero algunos de los más viejos, que se caracterizan por su intransigencia castrista, aun conservan una pasión desbordada por la extinta Unión Soviética. La autocracia verde olivo aprobó la anexión de Crimen y muestra su apoyo a Rusia en foros internacionales.

En la enseñanza secundaria y preuniversitaria todavía se ofrece una versión edulcorada de la Unión Soviética. No se mencionan los crímenes de Stalin, entre ellos el Holodomor en Ucrania, donde unos cinco millones de ucranianos murieron de hambre en 1932-1933. Tampoco los Gulags, campos de trabajo forzados, vigentes desde 1930 hasta 1960. Diseminados por el vasto territorio nacional, por los Gulags pasaron 14 millones de personas, hombres y mujeres de todas las edades y nacionalidades de la antigua URSS, también ciudadanos extranjeros. Se calcula que más de un millón no logró sobrevivir. Otro episodio del cual en Cuba prefieren callar es la masacre en el bosque de Katyn, ocurrida en 1940, cuando el ejército rojo y la policía secreta soviética asesinó a cerca de 22 mil polacos.

La añeja clase política cubana, que desde 1959 gobierna la nación, siente añoranza por aquellos tiempos, donde cualquier atisbo de disidencia era sofocado con largas condenas de cárcel y la información se controlaba con puño de hierro. Se extraña el cheque en blanco del Kremlin, dos veces superior al del Plan Marshall en Europa, las guerras en África y el día que Fidel Castro emplazó cohetes atómicos en la Isla.

Pero de aquel legado soviético, algo ha quedado. Los dirigentes siguen gobernando. Sin elecciones. Sin democracia.

Iván García

Video: Los bolos en Cuba, del cineasta cubano Enrique Colina fue realizado en 2011. Leer también: La obstinación utópica convierte los sueños en pesadilla.

lunes, 19 de agosto de 2019

Esperando por la 'cultura del detalle' de Díaz-Canel



Incluso hasta la muerte puede ser un problema en Cuba. Al filo de las once de la noche llegó el cadáver a la funeraria de Santa Catalina, en el barrio de La Víbora, al sur de La Habana.

En la sala donde se velaría al difunto faltaban sillones y las bombillas estaban fundidas. “Es el único cubículo que disponemos”, dijo con cara de sueño la funcionaria.

Lo tomas o lo dejas. La familia del fallecido no tenía muchas opciones. Desandar por otras funerarias habaneras en busca de un sitio con las condiciones adecuadas no parecía una buena idea.

Estaba lloviendo, hacía un calor de infarto y nadie aseguraba que en otras funerarias el servicio fuera de calidad. “Es que hasta para morirnos somos diferentes. El padre de un amigo mío fue un pincho gordo del gobierno y lo velaron en el quinto piso de la funeraria Rivero con aire acondicionado, merienda y termos de café para los dolientes. La gente del pueblo se las tiene que apañar como pueda”, comenta con sorna un pariente del difunto.

Al final optaron por quedarse. “Total, todas las funerarias en Cuba son un asco. Lo único que pido es velar dos o tres horas a mi esposo y que luego descanse en paz”, señala la mujer del occiso.

Algunos familiares buscaron bombillos en sus casas, prepararon merienda y dos termos de café. Le pagaron diez pesos convertibles a un tipo con apodado el Artista, para que limpiara y maquillara el cadáver lo mejor posible.

Las coronas de flores, ya mustias, llegaron cuando el féretro partía rumbo a la Necrópolis de Colón. A falta de cintas, unos papeles con tinta borrosa apenas permitían leer el nombre de las personas que encargaron las coronas.

En el cementerio, antes de las palabras de despedida, se entablaron ‘nuevas negociaciones’ con los sepultureros, quienes podían escoger un buen sitio donde enterrar a su ser querido.

“Que tú te pensabas, mulato. En Cuba hasta después de muerto te persiguen las dificultades. Si no les das un billete por debajo de la mesa a los sepultureros, te despojan los cadáveres y si previamente no la has encargado y pagado, no te colocan una jardinera con flores en la tumba. Se lucra con todo, sea la compra y venta de panteones o contratar una persona que te mantenga cuidado el lugar. De lo contrario, tu última morada se transforma en un marabuzal. Por eso es que ahora los cubanos prefieren que los incineren”, cuenta un empleado del camposanto.

La 'cultura del detalle', que tanto implora el presidente Miguel Díaz-Canel, hace tiempo está ausente en la Isla. El socialismo marxista implantado por Fidel Castro barrió de golpe con el buen servicio, la calidad del trabajo y los valores cívicos. Muchos roban en sus puestos laborales y compensar así los bajos salarios. La burocracia obstaculiza el buen funcionamiento de las instituciones. La cortesía y educación formal desaparecieron en combate.

Es el sálvese quien pueda. La picaresca, la simulación y la mendacidad sustituyen a la honestidad. Si se le ocurre comer en un restaurante estatal, le aconsejo que tenga paciencia. En la Calle 23, al lado del cine Rivera y a media cuadra de la Avenida de los Presidentes, se encuentra enclavado la otrora cafetería-restaurante El Carmelo, rebautizada con el nombre de Charles Chaplin. Forma parte de la cadena de centros gastronómicos ubicados en El Vedado, que antaño destacaban por su calidad en los servicios.

Díaz-Canel, el pitcher de relevo nombrado por Raúl Castro, en una de sus tantas reuniones con ministros y funcionarios del partido comunista pidió a las instituciones del Estado competir en calidad con los negocios particulares.

“Tenemos que desterrar la idea de que los centros e instituciones estatales son feos, descuidados y con un trato deficiente. La premisa es brindar un servicio de calidad comparable al de los trabajadores por cuenta propia. Tenemos que resaltar la cultura del detalle, del buen gusto”, reclamaba Díaz-Canel, apodado la Nueva Trova, pues repite lo mismo de otros funcionarios, pero con diferente lenguaje.

Regresemos al antiguo Carmelo. El salón principal está desierto. Un turista italiano, medio ebrio, bebe un mojito tras otro junto a una trigueña que puede ser su nieta con pinta de jinetera. Están sentados tras la barra, mirando por la tele la final de la Champion League entre el Liverpool y el Tottenham.

En otra mesa, un cliente se cansa de alzar su mano, solicitando que lo atiendan. Los impertérritos meseros lo miran como un bicho raro. Pareciera que el usuario es invisible. El cliente pierde los estribos. Si fuera un pistolero del Oeste la respuesta hubiera sido acribillar a tiros al que se le pusiera al paso.

El sentimiento que genera el desencuentro con la absurda burocracia estatal es similar al reloj biológico de un asesino en serie. Te provoca violencia y morder con fuerza el cuchillo entre los dientes.

Lo peor del ineficiente sistema cubano no son el desabastecimiento, las penurias cotidianas y los discursos políticos que lindan con la ciencia ficción. No. Lo aborrecible es la incapacidad para generar belleza, cortesía y buen trato.

Las tiendas, sin ventilación y con los aires acondicionados apagados para ahorrar combustible, parecen cárceles donde el maltrato está a flor de piel. Recorra cualquier asilo de ancianos, círculo infantil o edificio de viviendas ejecutados por obreros estatales. Observará chapucerías por doquier. Paredes mal repelladas, techos con goteras y ventanas mal encuadradas ejecutadas con materiales de la construcción de la peor calidad posible.

En Cuba, incluso pagando en divisas, el mal servicio siempre está presente. Sesenta años de régimen totalitario ha demostrado que el Estado es un pésimo administrador. Ni siquiera la muerte es capaz de gestionar con eficacia.

Iván García
Foto: Familiares cargando un ataúd. Tomada de Las penurias para despedir a los muertos en Cuba.

lunes, 12 de agosto de 2019

Cuentapropistas cubanos, perjudicados por Trump



A partir del 17 de diciembre de 2014, cuando Barack Obama y Raúl Castro acordaron reestablecer relaciones diplomáticas, la estrategia de Washington siempre estuvo encaminada a favorecer al pueblo cubano, a su incipiente sociedad civil y el pujante sector privado.

Richard, dueño de una cafetería de comida criolla, batidos de frutas y entrepanes, al sur de La Habana, recuerda que la administración Obama diseñó varios paquetes de medidas que beneficiarían a los negocios particulares.

“Obama autorizó importar y exportar a Estados Unidos, otorgar microcréditos, abrir una línea de ferry que permitiría ampliar el trasiego de mercancías, porque si en un avión comercial usted puede traer cien libras, en un barco puedes traer 300 o 400 libras. Eso favorecía a la población y a los negocios privados, igual que los microcréditos y la importación de productos y alimentos desde Estados Unidos. Pero el gobierno no lo permitió. En vez de ampliar los contactos entre los cubanos de las dos orillas, prefirió apostar por los cruceros. Ahora el gobierno de Díaz-Canel pretende manipular a los cuentapropistas afectados por las restricciones de Trump, con una campaña mediática donde afirma que los grandes perdedores por la estrategia trumpista son los emprendedores particulares. En parte es cierto, pero intentan soslayar que el gran culpable de que los negocios privados se encuentren estancados es el gobierno, que no ha implementado un marco legal ni ha permitido una mayor autonomía a los particulares”, indica Richard.

Cuando usted habla con cualquier dueño de un pequeño negocio en Cuba, la lista de quejas es amplia. Camila, dueña de una peluquería en el municipio Cerro, confiesa que se siente atrapada en un callejón sin salida.

“En 2010, después que Raúl Castro autorizó ampliar el trabajo por cuenta propia, se pensaba que tendríamos un espacio jurídico con reglas de juego bien definidas. Creíamos que el gobierno contaba con el sector privado para desarrollar el país y no sólo para vender pan con mayonesa. Pero no fue así. El cuentapropismo fue simplemente una pista de aterrizaje que permitió acomodar al medio millón de trabajadores estatales que quedaron desempleados. Nunca han creado un verdadero mercado mayorista ni permiten importar mercancías legalmente. Nos siguen viendo con malos ojos, como sospechosos, porque somos capaces de, a golpe de creatividad, aumentar el nivel de vida nuestro y de la gente, crecer en calidad y ganar dinero de manera independiente. Y eso en Cuba es peligroso”, opina Camila.

Varios emprendedores consultados por Diario Las Américas consideran que las medidas implementadas por el presidente Trump les ha afectado en sus negocios.

Daniel, vestido con una guayabera azul prusia y un sombrero Panamá, sentado al timón de su Plymouth descapotable de 1955, señala que “cuando venían los cruceros y nos visitada una mayor cantidad de turistas americanos, en un día ganaba hasta 200 cuc. El turismo europeo y latinoamericano es de bajos recursos y no pagan 30 o 40 cuc por un recorrido de dos horas por La Habana. Es cierto que Trump con sus medidas ha afectado a buena parte de los negocios particulares en Cuba, pero el principal culpable es el gobierno, que siempre nos ha visto como Caballo de Troya. Ahora, como les conviene, nos están utilizando en su propaganda política. Es un descaro, pues Raúl Castro, Díaz-Canel ni otro alto funcionario, nunca nos han tenido en cuenta, jamás se han reunido con nosotros”.

Díaz-Canel, presidente designado, ha recorrido la isla de oriente a occidente y visitado empresas propiedad del Estado. Intenta rescatar la errática economía nacional, manteniendo la planificación central y el discurso optimista. El plan no ha funcionado. En el año 2020, el régimen pretende que los trabajadores estatales planifiquen sus producciones.

Eduardo, economista, afirma que“se han hecho mil inventos y proyectos y todos, de una manera u otra, han fracasado. La solución parece fácil: poner esas empresas en manos de los trabajadores, es decir cooperativizarlas. Y privatizar servicios que el Estado se ha mostrado incapaz de gestionar. Además de improductivas, las empresas cubanas están descapitalizadas, necesitan tecnología y nuevas inversiones. Cuando se instaure un marco legal adecuado y tengan autonomía real, no ficticia y ganar dinero no sea mal visto, es probable que la economía despegue. Si Díaz-Canel no quiere pasar a la historia como pelele que nadie va recordar, tiene que cambiar los métodos. Y eso pasa por reconocer y brindarle un mayor espacio y dialogar con los emprendedores privados”.

Lidia, dueña de un hostal en El Vedado, considera que el “gobierno debe jugar en serio, porque se desconocen las proporciones reales de la crisis económica que se nos viene encima. Para enfrentar esa crisis, Díaz-Canel debe contar con todos los cubanos, y en especial con los cuentapropistas, quienes en los tiempos duros han demostrado que son capaces de crecer y reinventarse. Los integrantes del Consejo de Estado debieran reunirse con los emprendedores privados y hablar a camisa quitá. La solución a nuestros problemas no la tienen Trump, la tenemos nosotros”.

Tras casi una década frenando al sector privado con la tijera arancelaria e impidiendo que acumulen dinero, el régimen debiera cambiar de estrategia. De momento, Trump, con sus políticas restrictivas hacia Cuba, ha terminado perjudicando a los particulares. Se ha convertido en un aliado de la autocracia verde olivo. Ni que se hubieran puesto de acuerdo.

Iván García

Foto: San Cristóbal, uno de los restaurantes privados (paladares) más famosos de La Habana, donde entre han cenado Barack Obama y su familia, Beyoncé y su esposo y las Kardashian, se encuentra entre los negocios particulares afectados por la política restrictiva de Donald Trump hacia Cuba.

lunes, 5 de agosto de 2019

"Gusanos" pueden invertir en Cuba



Una ‘invasión’ como la de Bahía de Cochinos. Pero con dólares. Se podría negociar con los hermanos Fanjul para administrar un par de centrales azucareros en Cuba o hacer un pacto con la empresa Bacardí.

Esa gente pueden construir mejores carreteras, edificios y gestionar negocios. Podrían volver los descendientes de Julio Lobo o los Gómez-Mena, pero aceptando las reglas de juegos del partido comunista.

Ya se saben cuáles son. El Estado cobra el 80 por ciento de los salarios en moneda dura y el empleado un 20 por ciento en el devaluado peso cubano convertible. Sin derecho a huelga ni reclamos sindicales. Como en los tiempos de Lenin: los burgueses son tan tontos que aceptarían la soga que después los ahorcaría.

Ahora son bienvenidos los otrora gusanos y la escoria infame que abandonó su patria. Sin mediar una disculpa pública, ni negociar el pago a sus propiedades confiscadas y con tribunales administrados por la autocracia.

Pregúntele a Jorge Luis Piloto, músico y compositor nacido en Cárdenas, a 140 kilómetros al este de La Habana, si podrá olvidar los actos de repudio, con la gente tirando huevos y coreando ‘gusano, lechuza, te vendes por un pitusa’.

En el otoño de 2014, mientras conducía su Mercedes Benz por el apacible barrio de Kendall en el condado de Miami-Dade, Piloto me contaba que cuando en 1980 decidió marcharse de Cuba tuvo que firmar una planilla que decía que era homosexual para que un severo oficial del MININT pudiera autorizarlo a abandonar la Isla.

Pregúntele a Orlando ‘Duque’ Hernández, espectacular lanzador derecho del equipo Industriales de La Habana y en la MLB cuatro veces campeón mundial con los Yankees de Nueva York y los Medias Blancas de Chicago, si invertiría tiempo y dinero en el país que en 1996 publicó un feroz editorial expulsándolo de por vida del béisbol nacional.

En octubre del 96, una de las primeras entrevistas que hice como periodista independiente de Cuba Press, fue al 'Duque' Hernández. Conversé con él en su casa del reparto Calixto Sánchez, en el municipio Boyeros, a tiro de piedra del aeropuerto internacional José Martí. El 'Duque' fue profético: “La única puerta que el gobierno me dejó abierta es la del destierro”. Ya se sabe de su fuga en una lancha precaria y de sus éxitos al otro lado del charco.

Pregúntele a los miles de cubanos a quienes les fueron incautados sus negocios y propiedades en la década de 1960, si regresarían a invertir dólares con el mismo régimen que los conminó a marcharse de su patria.

Según un funcionario municipal del partido comunista, van en serio las intenciones del gobierno de permitir que cubanos radicados en el extranjero inviertan en la Isla. “Con la que está cayendo, en momentos que arrecia el bloqueo y con la aplicación de la Ley Helms-Burton, restricciones que frenarán el flujo de turistas y la imperiosa necesidad de captar divisas para desarrollar el país, la nueva estrategia de permitir que los cubanos que viven afuera inviertan en Cuba, pudiera ser un imán que atraiga capitales significativos”, afirma el funcionario y añade:

“Se sabe que entre el 60 y 70 por ciento de los pequeños negocios privados cuentan con dinero procedente del exterior. Lo que se quiere es capitalizar inversiones en pequeñas y medianas empresas. Es cierto que los cubanos que más dinero tienen son acérrimos enemigos del sistema. Pero se está apostando al dinero de un segmento de cubanos más apolíticos, ingenieros, médicos, peloteros y músicos, entre otros profesionales que se han marchado en las últimos veinte o treinta años y han triunfado en Estados Unidos. Puede que un futuro cambien algunas normas y empresarios cubanos radicados en el extranjero tengan mayor autonomía y el Estado les permita contratar y pagarle libremente a sus empleados. Habrá cambios importantes. Pero el poder político se mantendrá incólume”.

Eduardo, economista, considera que “si se crea un marco legislativo adecuado y mayor autonomía empresarial, el capital de los cubanos residentes en el exterior pudiera superar los 2,500 millones de dólares anuales en inversiones extranjeras, que es la meta del gobierno. Si se ampliara ese concepto y se autorizara invertir también a cubanos radicados en el país, el monto se acercaría a los 4 mil millones de dólares”.

El economista hace un cálculo simple: “Las mulas que importan pacotillas están invirtiendo entre mil y mil 500 millones de dólares anuales comprando cosas en Panamá, México, Rusia. Es el doble o el triple de las inversiones extranjeras. Al gobierno no le resultaría complejo crear un espacio para recaudar ese capital. Estoy convencido que si se quieren construir cimientos poderosos en la economía cubana, se tendrá que involucrar a todos los cubanos, vivan donde vivan, como han hecho Vietnam y China”.

El directivo de una empresa de gastronomía en La Habana, asegura que “hay planes de volver a activar la cooperativización dentro del sector gastronómico a nivel nacional. También se arrendarían y privatizarían espacios, pues está demostrado que la gastronomía estatal no funciona. Solo quedaría un segmento de establecimientos que vendería a bajos precios a las capas más vulnerables de la población”.

Si en 2012 un arrogante canciller Bruno Rodríguez, minimizaba las inversiones de la pequeña y mediana empresa privada y apostaba por los grandes capitales, ahora las cosas han cambiado. Aunque la mira siempre estará enfocada en inversiones multimillonarias que pudieran desembolsar magnates como los Fanjul o la familia Bacardí.

“Pero primero habrá que crear un precedente de inversiones menores que funcionen de manera correcta y amparadas por un marco jurídico neutral y transparente”, aclara el funcionario municipal del partido.

Eso sí, no se aceptarán exigencias políticas. El régimen optaría por un segmento de ‘gusanos’ a los cuales sólo les importaría sus negocios. La democracia y los derechos humanos pasarían a un segundo plano.

Iván García

Foto: Alberto Lazo, emprendedor de origen cubano radicado en la Florida. Tomada de Emprendedor de origen cubano hace del bienestar un negocio en Miami.