lunes, 19 de diciembre de 2022

Navidad sin pandemia, pero con guerra

Es la primera Navidad sin pandemia, aunque todavía hay casos de Covid y sus variantes en el mundo.

En Cuba, además de los cerca de 9 mil fallecidos por coronavirus hasta febrero de 2022 (según Wikipedia), el año que está a punto de terminar ha estado marcado por la proliferación de casos de dengue, en particular el hemorrágico, con víctimas mortales -entre ellas menores de edad-, decesos no informados públicamente por las autoridades sanitarias cubanas.

Más allá de virus y enfermedades, de desastres naturales o provocados, de la carestía de la vida, la inflación, desabastecimiento de determinados productos y de las erradas políticas de buena parte de los gobernantes del planeta, donde coexisten democracias y dictaduras, 2022 quedará marcado por la genocida invasión de Rusia contra Ucrania. Una guerra que ojalá esté a punto de concluir.

Con el Himno de la Alegría*, los realizadores del blog le deseamos lo mejor a nuestros lectores en 2023.

Iván García, Tania Quintero y Marco Antonio Pérez López

* Grabación en vivo de la interpretación del Himno de la Alegría por los cantantes españoles Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel y Joan Manuel Serrat, Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid, septiembre de 1996, como parte de la gira titulada El gusto es nuestro.

La letra es de Amado Regueiro y la música es una adaptación del compositor argentino Waldo de los Ríos (1934-1977) del último movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven. En 1969, el Himno de la Alegría fue grabado por Miguel Ríos (Granada, Andalucía, 1944), convirtiéndose en un fenómeno musical en España. También tuvo una gran repercusión internacional. En 1970, del tema se vendieron más de diez millones de discos en todo el mundo, llegando a ser número uno en Estados Unidos, Francia, Italia, Reino Unido y Alemania y muy escuchado en Japón, Austria, Holanda, Suecia y Canadá, entre otros países. La canción es un rayo de luz en medio de la oscuridad en que todavía se encuentra una parte de la humanidad y por su fuerte mensaje de paz y libertad, es el himno oficial de la Unión Europea.

lunes, 12 de diciembre de 2022

El declive del turismo en Cuba



El sol de octubre reverbera en la piscina del decadente hotel cinco estrellas Meliá Península Varadero, a unos 140 kilómetros al este de La Habana. Una escena inusual: turistas extranjeros cargando agua de la piscina en bolsas de nailon para descargar el baño. Un huésped cubano grita molesto: “De pinga este país. Nada funciona. Ni el turismo”

Delia, ingeniera, cuenta que “durante más de cuatro horas faltó el agua en el hotel. Mi hija y yo llegamos de la playa y no pudimos ducharnos. Tuvimos que ir a cenar llenas de arena. Es una falta de respeto”. Gracias al dinero que mensualmente le gira el padre de su hija desde Miami, ella pudo rentar cuatro noches, supuestamente en un hotel 'cinco estrellas' en la modalidad de todo incluido. Desembolsó casi 50 mil pesos (2 mil dólares al cambio oficial de 25 pesos), aunque debido a la inflación y la alta cotización del dólar en el mercado informal, el costo real fue de 400 dólares.

La lista de reproches es larga. “Teníamos reservación para el lunes 26 de septiembre. Pero con la llegada del huracán Ian aplazaron la entrada al hotel. Fue una odisea. Llamé varias veces a la agencia Gaviota para cancelarla, pero la empleada me dijo que el huracán no iba a pasar por Varadero y se mantenía la reservación. Con el ciclón próximo a entrar por Pinar del Río, fuimos al lugar de salida en La Habana. Un montón de personas, la mayoría extranjeros, esperaban el ómnibus que los llevaría a Varadero. Hubo quienes llegaron al hotel y los enviaron de regreso a la capital. Mi hija y yo no viajamos a Varadero. Allí mismo nos cancelaron la reservación, después de haber gastado 1,200 pesos en alquilar un taxi para llegar a tiempo al lugar de salida. Trasladaron la reservación para el lunes 10 de octubre", relata Delia y añade:

“Ya en el hotel, tuvimos que cambiar de habitación porque el aire acondicionado no enfriaba y el televisor tenía problemas, igual que la cerradura electrónica de la puerta. La comida en la mesa buffet era poco variada y la calidad de su elaboración no era buena. Había racionamiento de los alimentos para los huéspedes. En los restaurantes especializados solo tenías opción a un entrante, un plato fuerte y un postre. Si pedías espaguetis, por ejemplo, no podías comer pizza. Es inadmisible que uno pague tan caro por un servicio tan malo. En la habitación solo ponían un pomo de agua diario y tenías que estar cayéndole atrás a la mucama para que pusieran el papel sanitario”.

Mónica, estudiante universitaria que invitada por una amiga residente en Tampa también estuvo en el Meliá Península Varadero, explica que “para un cubano, alojarse en un hotel de cualquier categoría es un oasis en medio de tantas dificultades materiales que estamos viviendo. Pero los extranjeros con los que hablé se estaban tirando de los pelos y arrepentidos de haber escogido la Isla como destino turístico. Un español confesó que eran las peores vacaciones de su vida. A varios les pregunté por qué venían a Cuba. Unos dijeron que por curiosidad, por ser Cuba el último reducto del comunismo de corte soviético. Nos ven como un bastión anacrónico de la Guerra Fría. Otros para acostarse con prostitutas".

Un turista argentino le dijo a Mónica que por 103 dólares, lo que le costó una noche en ese hotel, podía rentar una habitación en el Holiday Inn, uno de los mejores de Panamá. Inaugurado hace 21 años, al no recibir el mantenimiento adecuado, el Meliá Península parece un hotel viejo. Incluso para los pocos cubanos que pueden hospedarse en hoteles de Varadero, el servicio y la calidad dejan bastante que desear.

Según un empleado, “antiguamente los trabajadores del sector éramos considerados privilegiados. El salario siempre fue una miseria. Pero se ganaba dinero con las propinas y los ‘inventos’. Ahora trabajamos como esclavos, doce horas diarias, soy cantinero y mi sueldo mensual es de 3,700 pesos, 150 dólares al cambio oficial, pero menos de 20 dólares en el mercado informal, donde un dólar se cotiza entre 190 y 200 pesos. De mi salario me descuentan el transporte obrero y la comida, peor que la de los huéspedes. Como el turismo que viene a Cuba ya viene con los gastos pagados, apenas nos dan propinas. Tenemos que estar pidiéndoles a los turistas que nos traigan un sandwich de la mesa buffet porque lo que nos dan en el comedor es poco y malo. Si no pedimos la baja es porque queremos cuadrar con una yuma para que nos saque del país”.

El animador de un hotel en Cayo Coco, Ciego de Ávila, confiesa que duerme en una colchoneta hedionda en el piso del local donde trabaja. "Cada noche le pido a mis orishas que me pongan en el camino una extranjera, sobre todo si es temba (mediana edad), pues son las mujeres con más plata. Una turista mexicana me prometió sacarme del país. Por eso me mantengo laborando en esas condiciones”.

Un funcionario de Gaviota, empresa de turismo administrada por GAESA, con más de 33 mil habitaciones hoteleras en toda la Isla, coincide que los salarios en el sector turístico son muy bajos. “Las condiciones de trabajo son abusivas, humillantes. A los empleados los mantienen bajo contratos para poder despedirlos a la primera de cambio. Los peores remunerados son los negros y mestizos. A cualquiera que cojan robando lo pueden juzgar por las leyes militares. En general, la empleomanía cada vez tiene menos preparación, porque la emigración en este sector es muy elevada. Cuba ha retrocedido mucho en la calidad de los servicios turísticos. República Dominicana, México y Bahamas nos aventajan bastante y cobran menos por estancia. La causa principal del declive es la pésima gerencia de GAESA, que cada vez invierte menos en alimentos, avituallamiento, capacitación y mantenimiento de los hoteles que están funcionando ”.

A pesar que la actual ocupación habitacional es del 14 por ciento, GAESA, sigue construyendo hoteles de lujo en todo el país. Solo en La Habana se han inaugurado cuatro hoteles cinco estrellas plus y se construyen otros tres. En un artículo publicado en 2019 por el sitio digital El Toque, se revela que en los últimos diez años GAESA había invertido 19 mil millones de dólares en la construcción de hoteles y campos de golf. GAESA funciona como un gobierno a la sombra. No publica informaciones sobre su opaco entramado financiero y no permite auditorías externas.

“El sueño de GAESA es hacer negocios con empresas estadounidenses. Ellos piensan que si no hubiera embargo, recibirían entre siete y diez millones de turistas al año. Ese modelo de empresa estatal de sociedad anónima es lo más parecido a la piñata nicaragüense de Ortega o la venta de propiedades del Estado en la Rusia de Yeltsin”, asegura el funcionario de Gaviota.

Pero la mala gestión es el principal freno al turismo. Un turista residente en Alemania comentó a Diario Las Américas que su estancia reciente en Cuba fue una pesadilla. “La última vez que vine, hace tres años, la situación era crítica. Pero lo de ahora no tiene nombre. Viajé con grupo de 30 turistas alemanes durante dos semanas y nos hospedamos en hoteles cinco estrellas de distintas provincias. Además del mal servicio, escasez de frutas y pescados, entre otros alimentos, la comida no estaba bien elaborada. En un hotel cinco estrellas de Santiago de Cuba había cucarachas. Cuando caminabas por las calles de cualquier localidad, la gente nos acosaba pidiendo dinero o se dedicaban a la prostitución. Los apagones eran extensos, muchas calles se ven llenas de basura y la mayoría de las edificaciones están ruinosas. El país parece en pie de guerra”.

Al respecto, el funcionario de Gaviota aclara que “la tasa de reincidencia de los turistas es inferior al 30 por ciento y, salvo excepciones, su poder adquisitivo es bajo”. Un segmento amplio de viajeros viene en busca de sexo barato. Cuba pudiera convertirse en la Tailandia del Caribe.

Iván García

Foto: El turismo en Cuba va cuesta abajo por el mal servicio, la poca variedad y calidad de los alimentos, el deterioro de las instalaciones por falta de mantenimiento y la falta de profesionalidad de su empleomanía, entre otras deficiencias, pero también por la errada política de construir hoteles en zonas rodeadas de inmuebles en pésimo estado constructivo y viejos edificios multifamiliares, donde a menudo falta el agua o el fluido eléctrico. Es el caso del Hotel Paseo del Prado, en Prado y Malecón, Habana Vieja. Imagen de José Leandro Garbey Castillo tomada de El Toque.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Cubanos recuerdan la Crisis de Octubre de 1962


Sesenta años después, pocas cosas han cambiado en la vida del campesino Hilario, 77 años. En 1962, vivía con sus padres y cinco hermanos en una choza de tablones de madera, piso de tierra y techo de guano en el poblado de San Cristóbal, que entonces pertenecía a la provincia Pinar del Río y actualmente es uno de los once municipios de la provincia Artemisa.

“Había dejado la escuela en cuarto grado para ayudar al viejo en la siembra y recogida del tabaco. En febrero de 1962, con 17 años, me alisté en las milicias revolucionarias y en octubre me movilizaron a un batallón enclavado en la región montañosa de Guanito, un lugar desolado. Acampamos en un antiguo hospital de leprosos construido por el gobierno de Ramón Grau. Nos aclararon que nuestra misión era custodiar un armamento ruso que se iba a emplazar en la colina. Se rumoraba que allí había refugios y también un puesto de mando donde en caso de guerra, Fidel y el Che iban a dirigir los combates”, relata Hilario.

Mientras Giraldo, 78 años, conduce un carretón con rollos de alambre hasta su finca, en el poblado pinareño de Mantua, 200 kilómetros al oeste de La Habana, una ligera neblina oculta la salida del sol y un gallo canta en la lejanía de la campiña. El acompasado galope del caballo resuena en el húmedo sendero de tierra. Los destrozos del huracán Ian son visibles. Todavía no hay electricidad en la zona y el suministro de agua potable es cada dos semanas.

En el otoño de 1962, Giraldo se encontraba sembrando yuca en la hacienda familiar, cuando un jeep militar con varios oficiales a bordo parqueó en un trillo al costado de su vivienda. “Tenían una orden de decomiso. Nos dijeron que por un asunto de seguridad nacional, teníamos que entregar la finca pues tenían que instalar una base militar. Por esos días se notaba tremendo ajetreo de soldados rusos. Luego supe que el gobierno emplazó cohetes nucleares en la zona”, recuerda.

Diego, 80 años, ferroviario jubilado, cuenta que durante la crisis de los misiles fue destinado a una unidad de tanques en el poblado de Managua, al sur de La Habana. “Entonces estaba convencido de la superioridad militar de la URSS sobre Estados Unidos. Yo pensaba que después que terminara la tiradera de cohetes, íbamos a ocupar la Casa Blanca y poner la bandera cubana. En el campamento nos atiborraban con películas soviéticas de la Segunda Guerra Mundial. Estábamos idiotizados. Desconocíamos qué cosa era un ataque nuclear”.

Décadas después, se conocería que Estados Unidos superaba a su contraparte soviética en cabezas nucleares. Y gracias a la información del coronel del Ejército Rojo, Oleg Penkovski, quien espiaba para la CIA, el presidente John F. Kennedy supo que contaba con ventaja militar.

Rubén, licenciado en ciencias políticas, asegura que “cuando se repasa la documentación desclasificada de la llamada Crisis de Octubre o de los Misiles, uno se espanta. La irresponsabilidad de Fidel y de las autoridades cubanas fue mayúscula. Por inmadurez política, no supieron prever las consecuencias de emplazar armas nucleares en la isla. Es cierto que Estados Unidos tenía un plan, la Operación Mangosta, para desestabilizar al gobierno. Pero eso no justificaba esa decisión aventurera. Fidel puso al país en peligro de ser borrado del mapa. Y su petición a Nikita Kruschov de iniciar primero un ataque nuclear a Estados Unidos más que un disparate era una decisión criminal”.

En la madrugada del 27 de octubre de 1962, según archivos desclasificados en la antigua Unión Soviética, Kruschov recibió una carta de Castro que le dejó helado. Si Estados Unidos decidía invadir a Cuba, “ese sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro (el de los imperialistas yanquis), en el acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuera la solución, porque no habría otra”. El barbudo le pedía al ruso que asestara el primer golpe nuclear. En Estados Unidos, esa misiva es conocida como la Carta del Armagedón.

Más de un millón de cubanos fueron movilizados en aquel otoño de 1962. Si damos crédito a la narrativa del régimen verde olivo, a propuesta del mandatario soviético, se emplazaron 24 plataformas de lanzamientos, 42 cohetes R-15, unas 45 ojivas nucleares, 42 bombarderos Ilyushin IL-28, un regimiento de aviones caza que incluía a 40 aeronaves MiG-21, dos divisiones de defensa antiaérea soviéticas, cuatro regimientos de infantería mecanizada y otras unidades militares, alcanzando a unos 47.000 soldados en total.

Svetlana Savranskaya, directora de operaciones rusas del Archivo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, una institución no gubernamental, reveló en 2012 a la BBC “que la crisis de los misiles no terminó el 28 de octubre de 1962, porque Cuba se iba a convertir en una potencia nuclear, justo en las narices de Estados Unidos y a 140 kilómetros de La Florida”.

Según los archivos personales de Anastas Mikoyan, número dos del Kremlin y el hombre encargado de negociar con el gobierno de La Habana, Fidel Castro le rogó quedarse con algunas armas nucleares tácticas: él creía que los servicios especiales estadounidenses no las habían detectados.

Humberto, 83 años, oficial jubilado de las fuerzas armadas, dice que vivió aquellas dos semanas de incertidumbre en una base militar en Holguín. “Tenía 23 años y recién me había graduado de ingeniería civil. Pasé un curso exprés de artillería antiaérea y nos enviaron a la antigua provincia de Oriente. Una batería antiaérea de esa unidad fue la que derribó el avión espía norteamericano U-2”.

“Nosotros pensábamos que Kennedy iba a interpretar el derribo de esa aeronave como un acto de guerra. En Cuba no existían refugios ni el avituallamiento necesario para sostener una conflagración de esa magnitud. El lunes 22 de octubre de 1962, durante una guardia nocturna, el jefe de batallón nos comunicó sobre el discurso de Kennedy y la decisión de Kruschov de no detener los barcos que viajaban rumbo a la Isla con armas atómicas. ‘La guerra es cuestión de días’, nos dijo. En la tropa se pensaba que aquello sería un safari para cazar yanquis. La moral estaba por las nubes después de Playa Girón. Alguien señaló: 'Compañeros, esta guerra es de otro tipo. No hay ganadores ni perdedores, todos vamos a morir'. Fue cuando me percaté de la gravedad del momento”, rememora Humberto.

El ex preso político Pedro Corzo, 78 años, residente en Miami, en 1962 ya era opositor al régimen comunista de Fidel Castro. “Vivía en San Diego del Valle, un pueblo de la otrora provincia Las Villas. Aunque aún no me habían detenido, supe de que había amplias evidencias de que la dictadura dinamitó todo el perímetro del Presidio Modelo y otras cárceles donde había prisioneros políticos, para según se desarrollaran los acontecimientos, volarlos a todos. Por la zona donde vivía había un fuerte movimiento de armas y de tropas rusas. Los opositores nunca imaginamos que fueran cohetes nucleares. Cuando el armamento pasaba por el pueblo, el ejército nos obligaba a meternos en nuestras casas, cerrar las ventanas y no mirar hacia fuera. El castrismo creó las condiciones para una guerra total y el pueblo estaba completamente desinformado”.

La periodista independiente Tania Quintero, 79 años, hoy viviendo en Suiza como refugiada política, recuerda así aquellos días: "El cubano de a pie, entonces bastante desinformado, cogió pa'ltrajín a los soviéticos, a quienes despectivamente llamaban 'bolos', por lo toscos que eran. El sentir de los dirigentes cubanos en todo aquel asunto de los cohetes se trasladó a la población. La gente quería que los 'camaradas de la URSS' no se dejaran meter el pie por los yanquis y tuvieran suficientes cojones para dejar instaladas esas armas en la isla. Kruschov quedó bautizado como 'Nikita Nipone' (ni quita los cohetes ni los pone). Así de simples los cubanos veían las cosas en 1962. El escalofrío vino después, cuanto tuvimos tamaño de bola de lo que estaba en juego. En esa época, el ambiente político criollo estaba polarizado por las influencias de Mao Tse Tung y Nikita Kruschov. Las discusiones entre prochinos y prosoviéticos eran habituales y acaloradas, al menos en La Habana".

Sesenta años después de la crisis de los cohetes, Hilario, el campesino de San Cristóbal, considera que las cosas poco han cambiando para él y su familia. “Somos igual de pobres que en 1962. En vez de conmemorar aquella crisis, debieran escuchar a los cubanos de a pie y hacer cambios para que la gente viva mejor. ¿Cuál es el plan del gobierno para salir de esta miseria?”, se pregunta Hilario. De momento no hay ninguno.

Iván García

Foto: Tanto en La Habana como en zonas rurales de Pinar del Río y otras localidades de la isla, fueron situadas armas antiaéreas y anticoheteriles. Imagen de Reuters tomada de El Periódico.