domingo, 25 de febrero de 2024

Represión, lo que mejor funciona en Cuba

Cada vez es más difícil hacer periodismo independiente y activismo opositor en la Isla porque el acoso sistemático de la Seguridad del Estado ha provocado una oleada migratoria de disidentes que huyen de la represión o de una probable sanción penal.

En sus cinco años de mandato, Miguel Díaz-Canel no ha sabido encontrar soluciones a la profunda crisis económica y estructural del anacrónico modelo comunista en Cuba, donde todos los rubros productivos decrecen y los servicios básicos están en quiebra, pero ha sido efectivo en desmantelar la oposición y el periodismo sin mordaza.

Ni siquiera Fidel Castro, quien en la Primavera Negra de 2003 encarceló a 75 opositores pacíficos, pudo silenciar la disidencia y la prensa sin mordaza. Cuatro años después de aquella razia represiva, los reporteros Juan González Febles y Luis Cino comenzaron a imprimir en La Habana Primavera Digital, un periódico abiertamente anticastrista. Y Yoani Sánchez organizó una blogosfera contestataria. Después, Yoani y su esposo Reinaldo Escobar fundaron 14ymedio, convirtiéndose en precursores de un nuevo tipo de periodismo digital hecho en Cuba.

Simultáneamente, se incorporaron jóvenes intelectuales y artistas disidentes como Antonio Rodiles, Claudio Fuentes, Lía Villares, Claudia Cadelo, Gorki Águila y Omni Zona Franca, entre otros, que renovaron la oposición local. Un grupo de abogados liderados por Laritza Diversent y Julio Ferrer, se sumaron a juristas fundadores de la Corriente Agramontista, como René Gómez Manzano. Los abogados al margen del control estatal trazaron una estrategia que permitió combatir al régimen con el uso de sus propias leyes. También, abrieron oficinas de asesoría legal gratuita para los ciudadanos y marcaron un precedente al participar en foros internacionales donde denunciaban a la dictadura.

Diversent y otros abogados diseñaron una metodología que posibilitó que las flagrantes violaciones de los derechos humanos del castrismo se escuchara en tribunas foráneas. Todo ello contribuyó a que la disidencia se diversificara y surgieran espacios dentro de una incipiente sociedad civil autónoma. La comunidad LGBTI, cineastas y artistas descontentos con el gobierno igualmente reclamaron una apertura democrática.

El periodismo independiente se fortaleció. Una camada de excelentes periodistas recién graduados de la Universidad de La Habana como Elaine Díaz, Carlos Manuel Álvarez, Abraham Jiménez, Mónica Baró, Darcy Borrero y José Jasán Nieves elevaron la calidad del gremio. Nacieron varios medios digitales como Periodismo de Barrio, El Toque y El Estornudo, entre otros.

Contrario al pensamiento único del régimen, en la oposición hubo espacio para todos. Desde el veterano socialdemócrata Manuel Cuesta Morúa y un liberal como Antonio Rodiles hasta un neo comunista al estilo de Harold Cárdenas. La profesora universitaria Alina Bárbara López, el escritor y humorista Jorge Fernández Era y los estudiantes universitarios Leonardo Romero Negrín y Alexander Hall defendían, y defienden, la tesis de un socialismo democrático y plural.

En medio de la represión y el acoso, que nunca se detuvo, llegué a tener una red de personas que utilizaba de fuentes en temas como la prostitución, las drogas, la corrupción institucional y los incipientes carteles mafiosos que se fueron perfilando en turismo y comercio interior.

Existían comunicadores y periodistas alternativos por todo el país, que cuando viajabas a hacer un reportaje en alguna provincia, te acogían en sus casas. La vez que realicé una cobertura informativa en el oriente de la isla, Rolando Rodríguez Lobaina, fundador de la Alianza Democrática Oriental y director de Palenque Visión, agencia de audiovisuales que llegó a tener casi 200 personas, me ofreció alojamiento y comida en su domicilio de Guantánamo.

Aunque las detenciones arbitrarias y las amenazas de cárcel de la policía política continuaban, colegas de la prensa independiente habíamos creado mecanismos que burlaban la censura informativa. Todo eso cambió a partir del verano de 2019. Se recrudeció la represión y decenas de activistas y periodistas fueron forzados al exilio. Era un ultimátum: emigración o cárcel.

Una dictadura incapaz de producir alimentos, que no ha podido evitar el deterioro de sectores que eran el orgullo de Fidel Castro como la educación y salud pública, donde casi un 10 por ciento de la población ha emigrado en la última década, ha sido eficaz en desmontar la oposición y acallar a quienes opinan diferente dentro de Cuba.

El país es un manicomio. La gente sobrevive como puede. Pero al Departamento de Seguridad del Estado no le faltan recursos ni financiación. Su capacidad operativa para amedrentar a la población sigue intacta. Los actuales oficiales de la policía política tienen una preparación deficiente. Es fácil pisotearlos intelectualmente en un debate serio. Pero el régimen cuenta con una aceitada maquinaria jurídica y represiva que todavía infunde miedo a muchos ciudadanos, disidentes o no.

Y los cubanos no tienen vocación de héroe ni madera de mártir. Ante la posibilidad de una sanción penal, la opción es emigrar. Ha habido casos de disidentes y periodistas independientes que han renunciado a su labor contestataria por las presiones de los servicios especiales.

Otros como Luis Manuel Otero, en huelga de hambre, Maykel Osorbo, que se cosió la boca en señal de protesta, José Daniel Ferrer, Lázaro Yuri Valle Roca, Félix Navarro y su hija Sahily, son seis de los más de mil prisioneros políticos que cumplen injustas sanciones penales.

El periodismo independiente está en mínimos, igual que la disidencia, que nunca tuvo poder de convocatoria entre la población, debido a que la Seguridad del Estado se encargó de dinamitar los puentes y aislar a los ciudadanos de los opositores, valiéndose de diversos métodos. No solo expulsaban del trabajo a un disidente también presionaban a familiares y amigos para que rompieran relaciones con ellos.

La periodista Camila Acosta es un buen ejemplo de esa táctica de tierra arrasada que utiliza la policía política. Intentaron dividir a sus padres, abuelos y amigos con descalificaciones y mentiras. Han tratado de asesinar su reputación. Recientemente, la televisión estatal la calificó de ‘terrorista’. Su único delito: escribir sin mandato.

Los próximos años se vislumbran muy duros para la disidencia interna. Los que emigran ni siquiera pueden acceder a programas de refugiados políticos. El de la Embajada de Estados Unidos no está funcionando desde 2016 a raíz de los presuntos ataques sónicos a sus diplomáticos en La Habana. Tampoco funciona el programa de cursos y becas que beneficie a hijos y nietos de opositores. Y las embajadas occidentales son tan rigurosas en sus requisitos para aprobar el estatus de refugiado político, que los disidentes forzados al exilio optan por la emigración irregular.

La buena noticia es que en los últimos dos años hay una revolución ciudadana en marcha en Cuba que ha desplazado a la oposición tradicional. El descontento popular, debido a la pésima gestión gubernamental y los deseos de un cambio democrático se han convertido en un reclamo de los cubanos de a pie.

La mayoría de los nuevos presos políticos no eran activistas ni opositores. Eran estudiantes, profesionales y trabajadores cansados de vivir en la pobreza, con una sola comida al día y un futuro rodeado de signos de interrogación. Tampoco sus familiares eran opositores.

Cada año que pasa la longeva autocracia verde olivo es más torpe. El sistema no funciona. Está roto. A golpe de represión pueden encarcelar y estimular la emigración de cientos de miles de cubanos. Pero la vida es un ciclo. Y tarde más o menos, el final siempre llega.

Iván García
Foto: El periodista independiente Boris González Arenas, arrestado durante una manifestación de apoyo al movimiento LGTBI realizada en La Habana el 11 de mayo de 2019. Tomada de Martí Noticias.

domingo, 18 de febrero de 2024

"Muchos cubanos no quieren saber de Fidel Castro"

A las nueve de la noche del sábado 12 de agosto de 2023, cuando una multitud se concentraba en la Plaza Roja de La Víbora, al sur de La Habana, para ver el concierto de David Blanco, de repente comenzó a llover y la gente corrió a refugiarse en los portales cercanos.

A la entrada de la explanada, delimitada por barandas metálicas, una docena de policías chequeaban a las personas con dispositivos electrónicos para que nadie entrara con armas blancas o botellas de cristal. En las calles aledañas, fueron parqueados dos camiones con refuerzo policial. En dos quioscos ambulantes se vendía cerveza importada entre 145 y 180 pesos y entrepanes a más 250.

El bailable, según la prensa estatal, era para conmemorar el 97 natalicio del dictador Fidel Castro. “Además de las actividades organizadas por las direcciones de los partidos provinciales y nacional, a los directivos de los partidos municipales les orientaron que prepararan fiestas, ferias gastronómicas o agropecuarias y otras actividades, de acuerdo al presupuesto local. No hay prespuesto para reparar las calles ni eliminar los salideros de agua, pero para recordar la muerte de Fidel aparece el dinero debajo de la tierra. Solo en pagar los honorarios de David Blanco y sus músicos se gastaron más de 200 mil pesos”, cuenta a Diario de Cuba un funcionario del partido comunista.

Cuando escampó y tras cinco horas de concierto y música grabada, matizadas con las broncas de siempre, la policía detuvo a más de 200 personas. “Se los llevaban en ómnibus. No hay guaguas para el transporte urbano, pero en estos fetequnes aparece el combustible”, comentó el custodio de una escuela cercana a la Plaza Roja.

Al amanecer del domingo 13 de agosto, mientras los operarios limpiaban, recogían las latas vacías de cerveza y desmontaban los tenderetes portátiles, varios camiones cargados con viandas y frutas parquearon en la Plaza Roja. Enseguida se armó una cola. “Señores, no empezamos a vender hasta las siete de la mañana”. La gente preguntaba por el camión de las carnes, de puerco o pollo.

“¿Y la proteína que volá?”, indagaba Mario, jubilado, con su jaba al hombro. Lo más parecido a la carne que se vendió fueron huesos de cerdo y un picadillo con olor repugnante que ni siquiera los expendedores podían confirmar su procedencia. “Estoy seguro es que de origen animal”, dijo un vendedor. “A la gente no le importaba si era de pollo o de búfala. El picadillo voló. Por el camino que vamos, si Díaz-Canel sigue al frente del país, nos comeremos unos a los otros”, contaba un vecino del barrio que no pudo comprar nada.

Idania, ama de casa de 65 años, tampoco alcanzó nada en la feria en saludo al cumpleaños del difunto. Con un calor de espanto salió a comprar pan y ver si conseguía una mano de plátanos de fruta para sus nietos. “La cola del pan estaba perretúa. Compré dos flautas del pan caro, a 80 pesos cada barra. Un aguacatico chiquitico me costó 120 pesos en el agro, platanitos no había. Todo el mundo andaba con cara de malo. Nadie se acordó del cumpleaños de Fidel. Los cubanos no quieren saber de él . Esa campaña es cosa del periódico Granma y el noticiero de televisión. Mencionarle al susodicho a los cubanos de a pie se ha convertido en un signo de mala suerte”.

Desde dos semanas antes del 97 natalicio de Castro, los medios oficiales iniciaron su barraje propagandístico. Al mejor estilo de Corea del Norte. Según Elsa, oficinista de una empresa electrónica, “tuve que actualizar el mural con fotos y frases del comandante sobre nuestro sector. Le dije a mi jefe, ‘qué rayos podía saber Fidel de electrónica’ y me respondió: 'Muchacha, eres muy joven. El hombre sabía de todo, desde ganadería hasta meteorología. Pensé que era una broma”.

En un parque del municipio Diez Octubre, sin previo aviso, en la mañana del 12 de agosto dos payasos con sus ropas de colorines y zapatones grotescos dieron un espectáculo gratis para los niños de la zona. “Fue muy gracioso, pues cuando el payaso contó que esa fiesta era por el día internacional de la juventud y el natalicio de Fidel, muchos niños pensaron que el payaso se llamaba Fidel”, cuenta una madre.

Ese mismo día, a las diez de la mañana, el amanuense Alberto Alvariño presentaba el libro Una deuda impostergable, un homenaje literario al autócrata cubano. El sitio escogido fue el Centro Fidel Castro, antigua mansión situada en El Vedado que ocupa una manzana completa y cuya remodelación habría costado más de 20 millones de dólares. Relativamente cerca del lugar, en una sala del Memorial José Martí, uno de los mandamases del partido comunista, Roberto Morales Ojeda, presidió la inauguración de la exposición 'Las manos de Fidel'.

El surrealismo no se detuvo. Santeros y devotos leales al régimen hicieron una misa recordando ‘al máximo líder’. Aunque para la mayoría de la población Castro ya es pasado, las autoridades intentan ‘perpetuar en la memoria del pueblo su grandeza’.

Leyanis, 21 años, explica que cuando empezó a razonar y pensar, ya Fidel se había retirado. "Veo sus imágenes en la televisión y me resulta patético, con esa ropa militar tan calurosa. Sus discursos con el pueblo aclamándolo me recuerdan los documentales de Hitler en Alemania. Los últimos videos que vi de Fidel eran de un viejo decrépito. Entiendo que sus familiares y partidarios deseen venerarlo. Pero con la que está cayendo en Cuba, donde cada vez vivimos peor, esa exaltación a toda hora le desagrada a mucha gente”.

Los nuevos administradores del país aún no ha aprendido a gobernar con criterio propio. Andan con el cadáver de Fidel Castro a cuestas, en un intento por camuflar su mediocridad política. La evocación constante a Castro y el derroche de dinero del erario público en campañas de propaganda, provoca molestias en amplios segmentos de la población.

“Si un tipo que lleva casi siete años muerto es la referencia de lo debemos hacer, entonces es mejor que el gobierno renuncie. Sin comida, sin dinero ni medicamentos, es muy difícil inmortalizar a Fidel”, expresó un señor que llevaba tres horas en la cola de un cajero en un banco habanero. Lo más sensato es dejarlo descansar y reconstruir el desastre que generó.

Iván García
Foto: Una calle en Cuba. Tomada de la web de RTVE.

domingo, 11 de febrero de 2024

11-J, inicio de una revolución ciudadana en Cuba

Todo el mundo en Cuba recuerda que estaba haciendo la mañana del domingo 11 julio de 2021, cuando en el poblado de San Antonio de los Baños, a 37 kilómetros, al oeste de La Habana, cientos de personas comenzaron a protestar reclamando libertad, comida y servicios públicos eficientes.

Sergio, un residente de la zona que participó en la marcha, cuenta a Diario Las Américas que “la protesta fue espontánea, nadie la convocó. Se venía cocinando días antes. Ya desde el viernes 9 un grupo de personas fueron a la sede del partido comunista del municipio a pedir una mejor asistencia médica para enfrentar el Covid, se solucionaran los problemas del abasto de agua, los contínuos apagones y la distribución de medicamentos y alimentos. Ningún funcionario del partido nos atendió. San Antonio parecía una zona de guerra. Hambre y necesidades por todas partes”, afirma y concluye:

“Y debido a la inflación que provocó la errática Tarea Ordenamiento implementada por el gobierno para supuestamente revalorizar la moneda nacional, los precios se habían disparado. El domingo 11 de julio, desde las nueve de la mañana, en el parque principal del pueblo, ya había pequeños grupos de personas descontentas. Nadie pagó a los que protestamos, tampoco fuimos influenciados por cubanos de Miami. Antes de salir a protestar, la gente se había quejado en las instituciones del Estado. Pero no cogían ni el teléfono. O te caían a mentiras. La génesis de la protesta en San Antonio fue por la mala gestión del gobierno local en el enfrentamiento de la pandemia, el alto costo de la vida y el cansancio de vivir en un sistema roto”.

A las diez de la mañana de ese día, decenas de personas caminaban por las calles del poblado exigiendo una mejor gestión pública y coreando consignas contra el gobernante Díaz-Canel. Los vecinos grababan con sus teléfonos móviles la protesta de ciudadanos iracundos. Pero a Yoan de la Cruz, 21 años, se le ocurrió trasmitir por Facebook Live la marcha.

“Vamos a caminar to’el mundo. Vamos a caminar poripallá. A gritar to’el mundo. Ahí, cojones”, se escuchó decir en el video. De pronto entra en pánico. Y borra el audiovisual. Pero ya era tarde. Miles de personas en Cuba y en el extranjero lo habían compartido. Después del mediodía el video era viral. Ese y otros videos generaron, por efecto dominó, que en más de 60 ciudades de la Isla miles de ciudadanos salieran a la calle a protestar contra el régimen. Yoan presagió lo que le pasaría.

“Creo que me van a meter preso mamá”, dijo de la Cruz cuando entró a casa nervioso, y de un tirón cerró la puerta. La madre, Maribel, intentó calmarlo. “A nadie lo meten preso por hacer un video”. No se equivocó Yoan. El viernes 23 de julio, a las cinco de la tarde, la patrulla policial número 151 se estacionó frente a su casa. “Coge tu celular y monta”, ordenó uno de los policías. Yoan obedeció sin resistirse.

A fin de cuentas, durante doce noches había vivido esa escena, una y otra vez, en su cabeza, describió el periodista independiente Darío Alemán en una crónica publicada en el sitio digital Yucabyte. Tres meses después, la Fiscalía lo acusó por presunto desacato y le pidió ocho años de cárcel. El único delito de Yoan fue grabar una manifestación que apenas estuvo dos horas en Facebook.

A más de 800 kilómetros al este de San Antonio de los Baños, en el municipio Palma Soriano, provincia Santiago de Cuba, Sheila, madre de dos hijos, se estaba lavando la cabeza cuando su esposo entró gritando al baño y le dijo: 'Nena, se jodió esto, en San Antonio y otros lugares la gente se ha tirado pa’la calle'. Ella recuerda que eran las doce y pico del mediodía. "Me enrollé una toalla en la cabeza y salimos a la calle con mi cuñada, mi esposo y los dos muchachos. Nadie nos vino a buscar para que protestáramos. Ni siquiera éramos disidentes. La dura realidad fue las que nos hizo oponernos al gobierno. La situación era, y es, muy dura. Dos años después de las marchas las cosas están peor. Los alimentos cuestan tres veces más caros y los salarios no alcanzan”.

A pocos kilómetros de Palma Soriano, en la ciudad de Santiago de Cuba, una gran cantidad de hombres y mujeres caminaba por una avenida rumbo a la Plaza de Marte, sede del partido provincial, voceando Patria y Vida, Libertad y Díaz-Canel Singao. En Holguín, Las Tunas, Camagüey, Santa Clara y Matanza miles de ciudadanos se habían sumado a las protestas. La Habana, con sus más de dos millones y medio de habitantes, no fue de las primeras en salir a las calles.

Sobre las dos de la tarde Luis Manuel Otero, artista visual disidente, me envió un WhatsApp: “Voy para el Capitolio. No puedo estar en mi casa mientras la gente se tira a la calle pidiendo libertad”. Otero fue detenido antes de llegar al Capitolio. Las protestas se replicaron en casi todos los municipios habaneros. Las más numerosas fueron en Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre y Arroyo Naranjo.

Nieves, 36 años, estaba viendo la final de la Eurocopa de fútbol cuando escuchó los gritos de un gentío caminando por la Calzada Diez de Octubre rumbo a Vía Blanca. “Eran miles de personas que venían de Luyanó, San Miguel de Padrón, Mantilla y hasta del Cotorro. Vivo a pocas cuadras de la Esquina de Toyo, que fue donde se armó la gorda. La protesta era pacífica. Gritábamos contra el gobierno y principalmente contra Díaz-Canel. Había una buena onda. Personas que no nos conocíamos compartíamos un poco de agua y conversábamos entre nosotros como si nos conociéramos de toda la vida. En el cruce de Toyo con la Calzada de Luyanó fue que empezó el jaleo”, dice y añade:

“La policía no nos dejaba pasar. Ya para esa hora, pasada las tres de la tarde, comenzaron a llegar los antimotines en unos camiones enormes, con unos guardias que eran unos desalmados. Avanzaban por la Calzada de Diez de Octubre disparando a la muchedumbre para que le gente se dispersara. Al principio pensé que eran balas de salvas o de goma. Hasta que vi la humareda y un par de heridos. Ahora las autoridades hablan de la violencia de los manifestantes por haber volcado dos carros de patrullas y tirar algunas piedras contras las tiendas MLC que son muy impopulares. Pero ocultan que le tiraron al pueblo con arma de fuego. Eso nunca se lo voy a perdonar al gobierno”.

Osiris Puerto Terry, 50 años, recibió tres disparos a bocajarro por parte de un oficial de la policía especializada. A continuación su relato:

“Resido a pocas cuadra de Toyo. Estaba compartiendo con unos amigos cuando comienzan las protestas. Dejo el teléfono móvil y la bicicleta en casa de un vecino, pues la cosa estaba caliente. Llegando a la esquina de Santa Emilia y Diez de Octubre, había un grupo de manifestantes, cruzo la acera del enfrente para, bordeando los portales, dirigirme a mi casa. Cuando voy a cruzar la calle viene un grupo de policía que estaban disparando con armas de fuego a la población. Me escondo detrás de una columna, cuando un oficial me hace el primer disparo, que rebota en la columna. Un vecino me abre la puerta del edificio donde intentaba buscar refugio. Cuando yo voy a entrar el policía hace un segundo disparo que me impacta en el pie derecho, arriba de la tibia, casi llegando a la rótula de la rodilla.

"Me caigo en el piso, no puedo pararme, y el oficial realiza un tercer disparo que me da en la espalda. Comienzo a pedir auxilio y una vecina del edifico sale y dice: ‘es Osiris el que está tirado allí’. Entonces dos hombres me socorren, bajo la balacera, me dan los primeros auxilios y me llevan para adentro del edificio. Estaba soltando mucha sangre por la espalda. Y un dolor como si me quemara. Coquín, como le dicen al vecino que me socorrió, me tapa la herida y me monta en un carro para llevarme al hospital Calixto García. Antes de entrar al hospital, los policías que estaban allí me dieron golpes, y cuando llega los médicos y cirujanos del grupo número cuatro que ese día once de julio estaba de guardia, le preguntan: ‘¿van a salvar al contrarrevolucionario ese?”.

Al día siguiente un policía ultima de un disparo por la espalda a Diubis Laurencio Tejeda, de 36 años, vecino de La Güinera, barriada al sur de La Habana. Para sofocar las protestas el régimen desató una minuciosa represión. Los que protestaban fueron apaleados por grupos paramilitares afines a la dictadura. Según Cubalex y Justicia 11J, el número de detenidos fue de 1,484. La mayoría jóvenes, también varios menores de 17 años, un grupo de mayores de 60 años y un centenar de mujeres. Alrededor de la mitad de los detenidos el 11-J, que recibieron excesivas sanciones (entre 5 y 20 años de prisión), permanecen encarcelados.

Han transcurrido dos años del 11-J. Las causas que las originaron no solo se mantienen, se han agravado. La solución al descontento ha sido emigrar. Más de 400 mil cubanos se han marchado del país desde 2021. Y otros 380 mil han hecho trámites para viajar a Estados Unidos por un parole humanitario. A pesar de intensificarse el hostigamiento contra los que critican al régimen en las redes sociales o lideran protestas en sus barrios y pueblos, el malestar ciudadano ha aumentado.

Después del 11J se han sucedido 236 manifestaciones en toda la isla, 33 de las cuales han ocurrido en junio de 2023. Sin un liderazgo visible, pues una cifra considerable de opositores y activistas han sido forzados al destierro por el régimen, la revolución ciudadana que comenzó el 11 de julio de 2021 no ha podido ser sofocada. Los cubanos de a pie perciben que algo va a pasar. Es cuestión de tiempo.

Iván García
Foto: Manifestantes frente al Capitolio Nacional en La Habana, el domingo 11 de julio de 2021. Tomada de The Atlantic.

lunes, 5 de febrero de 2024

La gente de los derechos humanos en Cuba

Cuarenta y un años después que Ricardo Bofill Pagés y Martha Frayde fundaran el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH), en el otoño de 2017 conversé con la periodista independiente Tania Díaz Castro en su casa del reparto Jaimanitas, al oeste de La Habana.

“Yo me integro en 1987. Bofill contaba que él y su pequeño grupo fundaron el Comité el 28 de enero de 1976, como homenaje al natalicio del Apóstol, en el domicilio de la doctora Martha Frayde, en el Vedado. Por ironías del destino, esta inolvidable y valerosa mujer había sido amiga personal de Fidel. Poco tiempo después, Martha, Bofill, Adolfo Rivero Caro, Elizardo Sánchez, Edmigio López y Enrique Hernández, entre otros fueron a parar largos años a la cárcel, por distintas acusaciones, inventadas, como era y es costumbre del castrismo. Así respondió el 'comandante' a la solicitud de aquellos intelectuales a una revisión de la situación de los derechos humanos en Cuba”.

“En un momento dado fui una especie de secretaria de Bofill. En mi casa de Centro Habana recibía una decena de denuncias diarias de personas a las cuales las instituciones del régimen transgredían sus derechos. En 1987, junto a Bofill, Rivero Caro y Samuel Lara, fuimos al hotel Comodoro a reunirnos con una comisión de la ONU, que la dictadura autorizó a visitar Cuba, para exponer nuestras denuncias. De forma espontánea, en las afueras del hotel, habían más de mil ciudadanos que se llegaron hasta allí a entregar sus acusaciones, a pesar de que en esos años la represión era feroz”, rememoraba Díaz Castro.

En su opinión, Ricardo Bofill y Armando Valladares, “fueron piezas claves para que el tema de las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen fuera conocido en el mundo. Ellos y otros, plantaron la semilla que luego ha germinado en cientos de periodistas, activistas y grupos independientes de la sociedad civil cubana”. Seis años después de aquella conversación, Tania Díaz Castro, espera la muerte rodeada de libros, recortes de periódicos viejos y media docena de gatos. Vive de las ayudas y la caridad de parientes y amigos del exilio.

En el verano de 2016 visité a Ricardo Boffil Pagés en su casa de la Pequeña Habana, en Miami. Sus amigos me alertaron que ya estaba muy mal de salud. Encontré frente a mí a un anciano nervioso y frágil con la mirada perdida. Cuando lo abracé comenzamos a llorar. El 12 de julio de 2019 falleció a los 76 años, pobre y olvidado.

La trayectoria de Ricardo Bofill, entrando y saliendo de prisiones de máxima seguridad sin renunciar a sus ideas, confirmó que los individuos, a contrapelo de lo que afirma la desprestigiada ideología comunista, sí juegan un papel clave en la historia. Las duras cárceles de la Isla no fueron una novedad para Bofill, profesor universitario de Filosofía. Estuvo preso desde 1967 hasta 1972, tras ser enjuiciado en el proceso conocido como la 'microfacción', que permitió a los hermanos Castro aniquilar a un grupo de viejos comunistas acusándolos de connivencia con Moscú y propaganda enemiga.

Cuando Bofill comenzó a denunciar las groseras violaciones a las libertades políticas y de expresión por parte de la autocracia verde olivo, el apoyo al régimen era mayoritario en Cuba. La población conocía muy poco de la intervención de Castro en la guerra civil de Angola ni el envío de una brigada de tanques rusos a Siria durante la batalla de Yom Kippur contra Israel.

El principal aporte de Ricardo Bofill al pensamiento político cubano fue diseñar y asumir una resistencia pacífica frente a la dictadura, cuando aún los familiares de las víctimas lloraban a sus parientes fusilados en La Cabaña. “Hay que acabar en Cuba con la tradición del ojo por ojo, diente por diente”, solía repetir el activista a todo el que quisiera escucharlo.

Me cuentan sus allegados que en la prisión Bofill conoció de primera mano los atropellos contra las personas que pensaba diferente del guión oficial. Estaba convencido que más tarde o más temprano, la democracia aterrizaría en la Isla. El régimen intentó linchar su reputación con una feroz campaña mediática que resultó contraproducente: los cubanos de a pie supieron que habían hombres y mujeres, aislados y perseguidos, que acopiaban denuncias de los abusos del Estado y las distribuían en las agencias de prensa extranjera y embajadas occidentales.

También repartían de forma clandestina la Declaración Universal de los Derechos Humanos (aunque Cuba es una de las naciones que firmó la Declaración en 1948, actualmente es ilegal su posesión y distribución). En la calle, a ese grupo de activistas se les conocía como ‘la gente de los derechos humanos’

Bofill fue un precursor. La oposición pacífica en la Isla no ha podido ser aniquilada a pesar del éxodo de disidentes y activistas y las razias represivas de la policía política. El activismo a favor de la democracia y el respeto por los derechos humanos llegó para quedarse en Cuba. Fidel Castro pudo derrotar militarmente a la brigada de Bahía de Cochinos y las guerrillas anticomunistas que se alzaron en el macizo montañoso del Escambray. Pero no pudo acallar a la disidencia.

Es cierto que la oposición no tiene el poder de convocar a miles de personas para protestar en las calles o iniciar una huelga general como hizo el grupo de Solidaridad de Lech Walesa en la Polonia socialista. Pero ha tenido éxitos silenciosos. Antes que el régimen diseñara reformas económicas, la ilegal oposición ya demandaba aperturas de pequeños negocios y la derogación del absurdo apartheid en el ámbito informativo, tecnológico y turístico que convertía al cubano en ciudadano de tercera categoría.

Ningún intelectual o amanuense estatal alzó su voz exigiendo reformas. Nadie dentro del gobierno se atrevió a escribir un artículo pidiendo transformaciones inmediatas de corte económico y social. La aburrida prensa oficial jamás publicó un editorial o una nota sobre los cambios que el país pedía a gritos. La Iglesia Católica, en alguna carta pastoral, abordó en tono mesurado ciertas aristas.

Los seguidores de Castro tampoco se cuestionaban que sus compatriotas no tuvieran acceso a la telefonía móvil, dependiera del Estado si alguien quería viajar al extranjero o perdía sus propiedades si decidía marcharse de Cuba. Quien levantó la voz públicamente fue la disidencia interna y la prensa independiente que con sus textos comenzó a desmontar la precariedad y la atroz ineficiencia del castrismo.

Un grupo de destacados juristas, como René Gómez Manzano, Julio Ferrer Tamayo y en particular Laritza Diversent Cambara, abrieron un nuevo camino para enfrentar al régimen utilizando sus propias leyes. En la primavera de 2008, detrás de un corral de cerdos, en una casucha de madera improvisada, en la localidad de El Calvario, al sur de La Habana, una abogada de 28 años disertaba sobre la necesidad de que el régimen de los hermanos Castro ratificara la firma de los Pactos de Derechos Civiles y Políticos de la ONU.

Diversent explicaba que si las autoridades cubanas estampaban su rúbrica, se verían obligados a cumplir y establecer múltiples derechos civiles y políticos que allanarían el camino hacia una futura democracia. Pero tenía tres factores poderosos en contra: pobre, negra y mujer. Además, madre soltera a los 18 años. Fue una proeza que se graduara de abogada entre tantas calamidades.

Esa campaña iniciada por Laritza fue respaldada por diversos grupos opositores. La dictadura, en su soberbia, jamás ratificó esos Pactos. Juristas independientes como Laritza Diversent y Julio Ferrer tampoco desistieron en denunciar las arbitrariedades de la maquinaria legal y abrieron una oficina, Cubalex, que se dedicó a asesorar a cientos de personas a los que el gobierno transgredía sus derechos.

Aquella mujer pobre y negra labró un camino exitoso dentro la disidencia en Cuba. Con una paciencia asiática preparó diversos cursillos dirigidos a adiestrar a opositores y periodistas independientes en el conocimiento de las leyes. Participó en foros internacionales denunciando los atropellos del régimen cubano. Siempre documentando cada abuso. En sus testimonios desmontaba el barniz de aparente democracia del que tanto gusta alardear a los gobernantes de la Isla. Y mostraba la realidad tal cual es: una dictadura dura y pura.

Sus conocimientos jurídicos la convirtieron en enemiga de la Seguridad del Estado. Una mañana de 2016 desmantelaron su oficina de asesoría legal, encarcelaron a Julio Ferrer y le abrieron un expediente punitivo a Laritza. La única puerta que le quedó abierta fue la del destierro. Hoy reside en Estados Unidos, desde donde, al igual que muchos exiliados, no ha dejado de denunciar los abusos de la dictadura en materia de derechos humanos.

Si algo no ha faltado en la disidencia cubana son programas políticos reclamando democracia. Ahí están, entre otros documentos, La Patria es de Todos de Martha Beatriz Roque Cabello, René Gómez Manzano y los fallecidos Félix Bonne Carcassés y Vladimiro Roca Antúnez; el Proyecto Varela de Oswaldo Payá Sardiñas; La Demanda por otra Cuba de Antonio Rodiles; Emilia de Oscar Elías Biscet y D’Frente de Manuel Cuesta Morúa.

Pero todo comenzó con Ricardo Bofill y Martha Frayde aquel 28 de enero de 1976 en La Habana.

Iván García
Foto: Dra. Martha Frayde (La Habana, 15 de agosto de 1920-Madrid, 4 de diciembre de 2013). Tomada de "Diez mujeres cubanas que cambiaron la historia", publicado por Jennifer Veliz en Fonoma Blog el 8 de marzo de 2023.