lunes, 29 de febrero de 2016

Periodistas en tierra de nadie



Parece que ha pasado mucho tiempo desde aquellos años 80 del siglo pasado, cuando un adusto oficial de la Seguridad del Estado vestido de civil, con su solemnidad intimidó a un grupo de jóvenes desparpajados que estudiábamos en el preuniversitario de La Víbora.

Yo tenía 16 años. No recuerdo haber sentido más miedo en mi vida que aquella tarde, cuando el agente mostró su carnet con una franja roja y caracteres verdes: DSE. Las siglas del tenebroso Departamento de Seguridad del Estado.

El tipo manejaba nuestro temor juvenil como un experto. Quizás lo aprendió en una academia de contrainteligencia de la KGB o en la STASI de Marcus Wolf.

Le pidió discreción a la directora de la escuela, conocida por ‘la Mosca’, más intransigente que un talibán afgano. Y como un manso rebaño condujo a media docena de chiquillos con ínfulas intelectuales hacia la biblioteca escolar.

Nuestro delito era ver películas y documentales no divulgados en Cuba en videos Betamax, leer libros prohibidos de Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges o repasar a hurtadillas poemas de Heberto Padilla.

Todavía resuenan en mis oídos las severas reprimendas. Algunos lloraban y otros pedían perdón por su ‘pecado’. El hombre, como un todopoderoso, esperaba escuchar mi alegato de clemencia.

No sé cómo me armé de valor ante la autoridad y con voz temblorosa solté una parrafada sobre la libertad personal, leer lo que uno quisiera.

“Tú te imaginas que pasaría si tu madre se entera (era periodista oficial). Esos que lees son contrarrevolucionarios y en el caso de Borges apoyan a la dictadura de Pinochet”, me dijo el policía político.

Ante las ‘evidencias’ y el temor de que mi madre lo supiera, yo también evoqué un mea culpa. Unos años después, en 1991, estuve quince días detenido en una celda tapiada de Villa Marista. Probablemente mi sedición libertaria a ella le costó su puesto de trabajo en el ICRT y en 1995 dejó el periodismo oficial e ingresó en Cuba Press, agencia de prensa alternativa.

Hago catarsis: tras 20 años ejerciendo el periodismo independiente desde La Habana, conozco las presiones que sufren quienes discrepan con la narrativa del régimen.

Hay dos caminos: luchar o callarse. Y dos salidas: seguir viviendo en tu país como un zombi o largarte a otra nación. Uno es libre de escoger. Nadie tiene madera de mártir.

En Cuba existen leyes que condenan con 20 años y más de cárcel por escribir sin mandato. Pero los tiempos son otros, aunque gobiernan los mismos.

La autocracia castrista ha pasado de un sistema totalitario, donde el Estado controlaba el flujo informativo, el cine, la literatura y cualquier otra faceta intelectual con puño de hierro, a una nación autoritaria que se abre despacio, con un pie anclado detrás de la puerta.

La paranoia soviética, los actos de repudio -verdaderos linchamientos verbales-, las acusaciones descabelladas y el chorro de ignominia que lanzan a la integridad de una persona, siguen vigentes.

Pero el deseo de muchos comunicadores, de expresar su modo de pensar mediante un blog, una web o un periódico digital, ha ido en aumento gracias a las nuevas tecnologías.

Cuando a finales de los años 80 ex reporteros estatales como Rolando Cartaya y Tania Díaz Castro comenzaron a difundir las noticias que generaban los grupos pro derechos humanos, deslindaron un camino que luego continuarían Indamiro Restano, Rafael Solano y Raúl Rivero.

En un error de cálculo, el gobierno de Fidel Castro pensó que encarcelando a 27 periodistas libres en marzo de 2003 cercenarían la prensa independiente. Ocurrió lo contrario, se multiplicó.

Ahora son decenas los que por su cuenta y riesgo a diario reportan desde todas las provincias. Ahora, además, se debe tener en cuenta a los periodistas oficiales que colaboran en medios extranjeros. O como Elaine Díaz, que con Periodismo de Barrio, ha fundado su propio medio.

La diferencia de escribir con libertad a redactar aburridas noticias de supuestos crecimientos económicos es abismal. En su afán de atajar el movimiento de blogueros alternativos que lideraba Yoani Sánchez, el régimen autorizó a periodistas oficiales y profesionales a que abrieran bitácoras.

El plan era crear en internet un campo de batalla de ideas. Esto generó una amplia red de blogueros. Los hay amaestrados y vitriólicos. Respetuosos con el contrario y convencidos de la revolución verde olivo. O críticos con el estado de cosas, aunque su intención sea perfeccionar el sistema.

Pero la autonomía y los razonamientos liberales engendran desconfianza en un país donde las orientaciones siempre vienen de un puesto central de mando. El gobierno volvió a perder el foco.

No existe libertad guiada o a medias. Es muy simple la ecuación binaria de“revolucionarios” contra “disidentes mercenarios”. Pero en el actual panorama de la Isla, el ‘enemigo’ no es la disidencia. Es el descontento de un amplio segmento de cubanos, por la ineficacia de las instituciones, el manicomio económico y la corrupción.

Entonces, los periodistas honestos le toman el pulso a esa realidad. No son oficiales ni independientes. Se deben a su gente.

Iván García
Anuncio tomado del Twitter de Monika Major, de la Universidad de Ohio.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Lápices libres y máquinas sin censura



Fue un proceso lento y angustioso con la policía en las ventanas y un calabozo en el horizonte. Una serventía que empezó con un lápiz o un bolígrafo, un pedazo de papel y pasó por los teclados y los rodillos heridos de las máquinas de escribir, esos pianos que hacían una música de hierro. Después llegaron los ordenadores y los teléfonos celulares.

Un viaje complejo, pero el periodismo independiente está ahí. Y es el que lo dice todo. Viene desde el siglo pasado y tuvo su origen en las notas de los activistas de derechos humanos para denunciar los maltratos a los presos políticos en los calabozos de la dictadura, sus vidas agobiadas por el hambre, las palizas y las humillaciones de los carceleros.

De esas reseñas, obligadas por el silencio de los panfletos oficiales y los miedos de los corresponsales extranjeros, se pasó a las noticias sobre la represión de la dictadura sobre el creciente movimiento opositor en todo el país, y de ahí a la crónica de la realidad cubana y a los comentarios y artículos de opinión sin control gubernamental.

Poco después, en la primera década de esta centuria, un tiempo que ahora parece antediluviano, muchos de aquellos comunicadores tenían la ensoñación de acercarse, en el plano ético y profesional, a lo mejor de la prensa brillante y libre que se desarrolló en la Cuba republicana.

Perseguido por la policía como hasta el día de hoy, atacado y descalificado por la atemorizada y mediocre guataquería gubernamental y otras malas hierbas telúricas, el periodismo alternativo cubano recibió enseguida el respaldo de comunicadores cubanos que vivían y trabajaban en el exilio de Miami y de España como Agustín Tamargo, Carlos Castañeda y Carlos Alberto Montaner.

Por otra parte, algunas de las principales instituciones internacionales que trabajan por la libertad de prensa -la Sociedad Interamericana de Prensa y Reporteros sin Fronteras- comenzaron a respaldar la labor de aquellos periodistas marginados y sin recursos que establecieron, en medio de la sorpresa y la indignación de los comunistas, una redacción en los territorios marginales de la sociedad.

Esa sala, ampliada y renovada por jóvenes reporteros, columnistas y blogueros, produce hoy revistas y periódicos, tiene espacios importantes en las redes sociales y en diarios y emisoras de radio. Algunos de sus redactores originales siguen frente a la misma mesa donde se sentaron en las jornadas iniciales del periodismo libre y son, por ejemplo, Jorge Olivera Castillo, Iván García Quintero, Luis Cino Álvarez, Víctor Manuel Domínguez, Tania Díaz Castro y Juan González Febles.

La dictadura está ahí, agarrada con desespero a las cortinas del baño de un capitalismo de llega y pon. Sigue erizada de cuchillos y avanza con muletas hacia lo hondo del año nuevo. Pero ellos, los que la retratan y le quitan los sombreros, a pesar de las palizas y los calabozos, también están. Y esa redacción no tiene hora de cierre.

Raúl Rivero
El Nuevo Herald, 10 de enero de 2015.

Foto: Uno de los talleres de periodismo que a fines de los años 90, Raúl Rivero impartía en casa de Ricardo González Alfonso, en la barriada habanera de Miramar, para los periodistas independientes de Cuba Press y de otras agencias de prensa. El primero a la izquierda, tomando nota, es Adolfo Fernández Saínz. Frente a él, Ricardo, con camisa de cuadros azules. Con pulóver blanco, Jorge Olivera, de Habana Press. La mujer rubia a la derecha es Álida Viso Bello. Al fondo, con la mano en la cabeza, Iván García. Tomada de Un monumento al periodismo independiente.

La prensa y la última asamblea



El pasado 29 de diciembre concluyó la última reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba en el año 2015. He leído y releído lo publicado en los medios de prensa y comunicación nacionales. Me he quedado como la mayoría de los cubanos, con ganas de saber datos, análisis y de conocer sobre las discusiones, que supongo haya habido.

No recuerdo el número de páginas del informe de la ministra de Finanzas y Precios publicados en la prensa, pero sí tengo la amarga certeza de no haber encontrado en dicho informe a cuánto asciende el presupuesto del país para el actual ejercicio que comienza.

Quedé con las ganas legítimas de saber de cuánto dinero disponemos y la cantidad por sectores en los que será distribuido. Me sentí como si los que habitamos en mi casa desconociéramos el presupuesto familiar, dónde debemos mantener gastos, dónde aumentarlo y en qué apretarnos el cinturón. Este desconocimiento aparta, nos distancia en vez de integrarnos haciéndonos, como mínimo, conocedores de la realidad financiera del país del que somos ciudadanos.

La información es el primer paso, imprescindible para la participación, su ausencia establece distancia entre gobernantes y gobernados, instituciones y ciudadanía. Distancia, palabra clave, porque si meditamos un poco sobre la estrategia de quienes desean desvirtuar el proceso cubano, esta, la distancia, es el primer peldaño para posteriormente ascender en sentido negativo hacia otros como la separación y, posteriormente, el divorcio. Los tres escalones que prácticamente sigue cualquier ruptura de pareja. Y toda sociedad opera en base a un contrato, así que como soy uno de los que apoya el contrato de actualización del proyecto cubano la preocupación, como decir lo que pienso, es inevitable.

A la vez me pregunto si las ausencias en los informes publicados han sido apreciadas en el impacto que pueden tener -y de hecho repercuten negativamente- en el conjunto de la población. Sin lugar a dudas es un éxito haber logrado un PIB del 4 %, pero urge explicar qué significa y cómo se calcula éste. ¿Por qué esta cifra no se derrama de modo visible, palpable, digerible? Pregunta que mis compatriotas se hacen en diversos tonos y expresiones. Basta subirse a un almendrón (taxi), hacer cola en las paradas de las guaguas o en cualquier lugar público y escuchar.

¿Por qué nuestros medios no abordan tópicos económicos con profundidad analítica de una forma accesible al conjunto de la población? ¿O no ponen sobre el tapete las varias maneras de realizar el proyecto de actualización que el socialismo permite? Explicar con claridad la coyuntura en que nos encontramos en vez de dejar a que cada quien respire lo que flota en lo publicado. O a que vengan otros a trajinarnos montándose en la cadena distancia-separación-divorcio.

Retornando al PIB, cabe recordar que el día 27 de marzo de 2012, durante una conferencia de prensa celebrada en el Hotel Nacional, Marino Murillo, actual ministro de Economía, rector del proceso de actualización económica y miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, anunció que para el año 2015, el 45 % del PIB procedería del sector no estatal.

¿Ha sido así? Revisando lo publicado por los medios impresos (también los digitales), el dato brilla por su ausencia. El caso es que el aporte al PIB debido al esfuerzo no estatal (cooperativas y cuentapropistas) sigue en interrogantes. Aclaro, todo pronóstico no es más que la probabilidad basada en distintas variables por lo que nace siempre y bajo cualquier sistema sometido a circunstancias y factores. No obstante, esta razón no exime de publicar el dato bien sea que hayamos o no alcanzado la cifra pronosticada.

Sí recuerdo haber visto un fragmento de participación de una diputada, en este caso destacada locutora de la TV nacional, interesándose por lo que ocurría con el reiterado tema de los mercados mayoristas, de suma importancia para el sector no estatal. Su no (o deficiente) existencia, anoto yo, está originando “daños colaterales”, pues los cuentapropistas y las cooperativas no agropecuarias, al verse obligados a comprar en el mercado minorista, desabastecen a éste perjudicando el consumo de la población.

La televisada respuesta de Murillo, quien para ser más gráfico utilizó ambas manos como platillos de una balanza, quedó en la disparidad existente en el valor de las monedas para ambos sectores de la economía: la relación de cambio entre el peso y la moneda convertible es de 1 a 1 en el sector estatal, mientras que para el sector no estatal, es de 25 por 1. Y aquí vino el corte del video por lo que me quedé intentando descifrar la respuesta. Espero que al menos haya sido más explícita para la diputada y al conjunto de los legisladores. Pero yo no entendí.

Los medios y comunicadores con acceso a las fuentes directas, deberían esforzarse por darle un seguimiento profesional a los temas económicos y publicarlos de manera asequible a todos los ciudadanos. Las interrogantes están en la calle y ahí está el país y los actores principales para salir adelante.

Carlos Pereyra
Progreso Semanal, 4 de enero de 2015.
Foto: Tomada de Adiós al estanquillo (http://www.escambray.cu/2015/adios-al-estanquillo/).

lunes, 22 de febrero de 2016

Memorias de un turista en Cuba



En noviembre de 2015 tuve la oportunidad de viajar a Cuba con la intención de conocer cómo funciona el socialismo en la isla. Éstas son mis impresiones.

Llegamos a Cuba. El clima era templado, ligeramente más cálido que el de Medellín. El aire tenía el aroma de la brisa marina y el cielo estaba encapotado. Eran las dos de la tarde y habíamos aterrizado luego de tres horas de un vuelo operado por Avianca, una de las pocas aerolíneas que va a La Habana desde Colombia. Pese a eso, los tiquetes me parecieron económicos (800.000 pesos por persona, alrededor de 240 dólares), teniendo en cuenta que el vuelo no se había vendido en su totalidad.

El paso por Inmigración me dejó la sensación de que los empleados del gobierno eran muy cordiales, demasiado cordiales para un turista de Bogotá. Al salir me di cuenta de que así son todos en la isla: amables, conversadores, respetuosos con el turista, y sobre todo, muy tranquilos. En Cuba no existe el estrés ni los afanes, en el ambiente hay una especie de letargo tropical.

Llegamos al edificio donde nos íbamos a alojar. Previamente, habíamos pactado con la dueña del apartamento un pago de 35 pesos cubanos convertibles (cuc) por noche, unos 100.000 pesos colombianos. Cuando llegamos resultó que todas las habitaciones estaban ocupadas. La dueña nos respondió, con toda la naturalidad del mundo, que había anotado mal las fechas y que por lo pronto no podía alojarnos. Estábamos estupefactos con la idea de enfrentarnos a buscar hotel sobre el camino y enojados por el cinismo de nuestra anfitriona. El 'letargo tropical' empezaba a afectarnos.

Afortunadamente, con un par de llamadas, logró conseguirnos una habitación de características parecidas y en el mismo edificio. Antes de dejarnos en el nuevo alojamiento, la señora tuvo la desfachatez de darnos unas tarjetas para que recomendáramos un servicio que no habíamos recibido, luego comprendería que no era cinismo sino idiosincrasia.

La Habana es una ciudad encantadora, como detenida en los tiempos en que empezó el bloqueo (embargo). Fachadas de estilo colonial, carros de los años cincuenta que sirven de taxis, gente fumando tabaco por las calles, son cubano en las esquinas… Así me la imaginaba, pero pensé que disfrutarla me saldría más barato: un almuerzo puede costar 35 cuc, o sea, 35 dólares, un perro caliente en la calle, 15, una caja de buenos tabacos, 80. A esto se le suma las filas (colas) para cambiar dólares por la moneda local y las muchas dificultades para acceder a una conexión de internet. Así que lo mejor es desconectarse, cambiar suficiente efectivo en el aeropuerto y disfrutar de los planes que hay por hacer.

Tal vez el mejor plan sea caminar por la calle Obispo, en la Habana Vieja, que comienza en el famoso bar Havana Club y termina en la Plaza de Armas. Durante el recorrido, que puede tomar desde veinte minutos hasta varias horas, se encuentran tiendas de regalos, licoreras, bares con música en vivo, librerías y muchísimo comercio informal. Si está cansado de caminar, puede detenerse en alguna esquina a tomarse un mojito por sólo 2 cuc, aprovechando que el ron sigue siendo muy barato.

También puede visitar la Plaza de la Revolución, donde se encontrará con la icónica imagen del Che, puede visitar La Bodeguita del Medio, famosa por sus clientes ilustres, como Hemingway o Nicolás Guillén, aunque siempre la encontrará repleta de turistas, y puede pasear por el Malecón o contratar un carro descapotable que le dé un tour.

Luego de tres días en La Habana nos fuimos a Varadero, centro del turismo de descanso en Cuba, ubicado a dos horas de la capital. Nos alojamos en un hotel de franquicia europea y pagamos 80 dólares por noche con todo incluido. Según supimos después, el gobierno cubano permite que ciertas cadenas hoteleras inviertan en la isla desde que generen empleo y permitan que a largo plazo la participación del gobierno sea cada vez mayor. También se ven algunas tiendas deportivas que no son precisamente símbolos de la revolución.

La atención en Varadero fue excelente, la cordialidad de los cubanos con el turista es la mejor, los camareros y recepcionistas son muy agradables y dominan varios idiomas, entre ellos el ruso ya que por simpatías políticas son muchos los rusos que visitan la isla, tanto es así que existen vuelos directos Moscú-Varadero y muchas de las indicaciones de los hoteles están en ruso y en español, por encima del inglés.

Mi interés no sólo era turístico, también quise visitar Cuba para conocer de primera mano cómo funciona el socialismo. De hecho, ése era el propósito del viaje, así que, mientras paseaba, me detuve a tratar de comprender cómo es que funciona un país con un sistema tan utópico para algunos y tan desacreditado para otros.

Lo primero que me llamó la atención fue el hecho de que en diferentes conversaciones los cubanos siempre nos repetían lo mismo: “En Cuba no hay ladrones”. Y es cierto, los turistas pueden pasear a cualquier hora de la noche y jamás se van a sentir inseguros, La Habana no es una ciudad violenta, allí no hay ladrones ni pandillas, ni armas de fuego. Las muertes violentas por año son pocas, y la tasa de homicidios es la segunda más baja en América Latina, después de Chile.

Cuba no es una ciudad violenta, pero sí existe cierta hostilidad en el ambiente: por las calles hay vendedores ambulantes que comercian con lo que tengan, y si no tienen nada venden su cuerpo. También se ven personas pidiendo monedas, durmiendo en los umbrales de los edificios, comiendo de la caridad de los turistas. No hay violencia, pero hay hambre, hay necesidades básicas que el régimen no puede satisfacer.

Caminando por ahí se nos acercó un indigente que nos dijo: “Tranquilos, gracias a nuestro comandante, en Cuba no hay ladrones” y en seguida nos pidió una moneda. La ironía de esta frase me recordó que en Colombia también muchos hacen del gobierno un dogma.

También hay problemas con el transporte: las tarifas de los taxis, por ejemplo, son carísimas (25 pesos del aeropuerto a La Habana, 150 de La Habana a Varadero), los buses son pocos, siempre pasan llenos y paran donde les toque, los intermunicipales en realidad son camiones viejos adaptados de manera artesanal para llevar gente.

Tal vez por estas causas prolifera el transporte informal que se realiza en los carros viejos de mediados del siglo XX, a estos vehículos se les dice 'almendrones' y cobran entre 1 a 5 cuc por el transporte colectivo, dependiendo de la cara del turista. Es una forma de moverse que puede ser peligrosa ya que estos carros no cumplen con las mínimas normas de seguridad, además de que pueden tardar muchísimo tiempo en pasar y, como en Bogotá, sólo llevan si les sirve la ruta.

En Cuba no hay ladrones, pero todos están en 'la lucha'. La ineptitud de un Estado paternalista ha permitido la ascensión de un capitalismo subrepticio que casi se puede tocar en las calles: la gente quiere dinero para comer, y después que ha comido, quiere comprar un aire acondicionado, un carro, una casa...

El estilo de vida de los turistas y de los personajes de las telenovelas ha calado profundamente en el modo de vida de los cubanos. Surgen entonces negocios independientes que han sido abiertos luego de mil trámites ante el Estado y que entran a competir directamente con él, por eso la especulación en los precios. La imagen del Che dejó de ser un símbolo de la revolución para convertirse en el ícono de un subsistema que se alimenta de los turistas, ironía que a ningún vendedor le importa; desde que haya para comer, la revolución pierde el encanto.

Surge también el comercio ilegal y la corrupción, no una corrupción organizada que roba miles de dólares, como la colombiana, sino una corrupción pequeñita, la de la empleada que roba tabacos para venderlos en la calle, la del funcionario que se roba unos pesos para alimentar mejor a su familia. Según un taxista, es una práctica generalizada en la isla, de otra manera no habría forma de satisfacer las necesidades básicas pues la canasta (la libreta de racionamiento) que da el gobierno y el salario que reciben los cubanos no les alcanza para el mes. Por ejemplo, un médico cubano gana 25 dólares mensuales, y un kilo de carne de res, cuando la hay, cuesta 18 dólares.

Podríamos alegar en favor del gobierno que tal vez los cubanos no necesitan carne, ni televisión, ni vehículos, ni papel higiénico ni jabones, ni todas las tonterías que tanto nos emocionan en otras latitudes, pero lo cierto es que el régimen dejó entrar a la isla el germen del consumismo y vende a pedacitos y a precio de oro el remedio de esta enfermedad.

Me da la impresión de que al gobierno le quedó grande montar un sistema socialista eficiente, solo hay que ver que un taxista gana más que un médico, que algunos andan en Audi y otros en 'almendrones', que hay tierras sin cultivar por simple displicencia del Estado y que, claramente, no todos los cubanos son iguales para papá Fidel.

Claro que prosperar en Cuba, además de difícil es peligroso. Nos contaba el mismo taxista que en los años 90 existió la llamada 'ley maceta', que permitía al Estado incautar las propiedades de quienes se “enriquecían” de manera ilícita. De tal manera, si alguien en el barrio compraba un refrigerador, reparaba su casa o se le veía con un electrodoméstico nuevo, podía ser acusado por sus vecinos y perderlo todo. Y nuevamente habría que 'luchar', rebuscar el dinero por donde sea para sobrevivir. “A mi amiga la cogieron luchando”, nos dijo el taxista al referirse a una camarera de un hotel de Varadero que se robaba el papel higiénico de las habitaciones.

Dicen que los médicos de Cuba son los mejores del mundo, afortunadamente no tuvimos oportunidad de comprobarlo, pero sí escuchamos un par de versiones al respecto. En efecto, la medicina y en general la educación cubana son excelentes y gratuitas, sin embargo a la hora de que un ciudadano requiera los servicios de salud puede encontrarse con situaciones que parecen sacadas de un libro de Kafka. Por ejemplo, ante una fractura, bien podría pasar que no haya manera de tomar una radiografía, pues el desabastecimiento también afecta a los hospitales. Como consecuencia, muchos médicos cubanos prefieren “regalarse” a cualquier misión internacional, y algunos, ya estando afuera, no vuelven a la isla.

Otra manera de salir es demostrar que se tiene ascendencia extranjera, como el caso de uno de nuestros taxistas, que había conseguido un pasaporte español luego de años de trámites para demostrar que su abuelo era ibérico. Descontando estas pocas excepciones, la mayoría de la población está condenada a comerse el cuento de la libertad y de la victoria de la revolución así no puedan salir de la isla, así no puedan comer carne cuando les plazca o así puedan ser acusados de conspiración por las más mínimas quejas contra el sistema.

Yo tenía en la cabeza una idea romántica de la revolución y esa creencia ingenua chocó fuertemente con la realidad que me encontré: pobreza, burocracia, restricciones, filas, una fuerte propaganda política que le dice al turista que todo anda bien, que todo es culpa del bloqueo, que Fidel es un mesías enviado por el Che.

No sobra aclarar que las cosas buenas y malas que vi corresponden a lo poco que pude registrar en un paseo de una semana a Cuba, seguramente un viaje más largo desvelará otras dinámicas sociales que no alcancé a entender.

Mi conclusión es que Cuba es un país encantador pese a sus serios problemas sociales, pero como no me interesa convencer a nadie, menos a los que se apasionan con el tema socialista o a sus fervientes opositores, el mejor consejo que puedo dar es que cada cual vaya, conozca, disfrute y saque sus propias conclusiones.

Andrés Burgos
Palabras movedizas, blog de El Tiempo
10 de enero de 2016.
Foto de Danae Suárez tomada de One peso, please.

viernes, 19 de febrero de 2016

Cuba, una isla que se muere de sed



Durante el año 2015, varias notas informativas del Estado Mayor de la Defensa Civil alertaron sobre la grave situación de sequía en Cuba. Sin embargo, en el contenido de ninguna de ellas se sugería el aplazamiento de los “planes de desarrollo” que comprometen grandes volúmenes de agua. El principal propósito era “crear conciencia” en las personas sobre la “necesidad del ahorro” y advertir del incremento de las afectaciones en el abasto a la población.

Hace apenas unos días, como hiciera durante todo el año, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos volvió a informar lo que ya por reiterado ha dejado de ser noticia: que los embalses están muy lejos de recuperarse, que se encuentran muy por debajo de su capacidad de llenado (algunos con niveles inferiores al 30 por ciento) y que, incluso, las fuentes de agua subterráneas están en peligroso descenso.

En la televisión nacional, los reportajes periodísticos sobre la crisis guardaron silencio sobre el impacto negativo de industrias como las de extracción de petróleo y el turismo, y se limitaron a señalar a la población como agente catalizador de los males y a demonizar algunos negocios, la mayoría en manos del sector privado, como los de lavado de autos y la renta de viviendas con piscinas.

En todo el país es fácil observar la magnitud de las afectaciones: ciudades y poblados donde el abastecimiento de agua es azaroso o depende exclusivamente de carros cisternas o de la apertura de pozos cada vez más profundos y con aguas no aptas para el consumo humano; cosechas totalmente arruinadas o con muy bajos rendimientos; hospitales, como el Nacional, en La Habana, o varios servicios de ginecobstetricia en la isla, que debieron desatender a los pacientes o paralizar los servicios por falta de agua; guarderías infantiles y comedores escolares que rutinariamente han debido cerrar por desabastecimiento del líquido vital.

La crisis es visible, es real. Pero pudiera parecer un invento cuando se comprueba que un panorama y unos pronósticos tan aterradores no han sido capaces de frenar los planes de incrementar los campos de golf en Cuba, e incluso intentar, en un corto lapso de tiempo, convertir al país en una de las plazas principales para un deporte que numerosos ambientalistas señalan como fuerte generador de desastres por las sustancias tóxicas (provenientes de los herbicidas, fungicidas, plaguicidas y fertilizantes) que inyecta a los acuíferos subterráneos y por ser consumidor de grandes volúmenes de agua.

Se calcula que un solo campo de golf de 18 hoyos consume en un año, en condiciones normales, la misma cantidad de agua que una ciudad de 200 mil habitantes. La comparación es solo un estimado que puede tender al incremento en naciones como Cuba, donde la radiación solar es mucho más fuerte y para mantener las buenas condiciones de los terrenos, éstos deberán irrigarse con mayor frecuencia, multiplicando la demanda de humedad.

Si atendiendo al dato anterior, un solo campo de golf pudiera llegar a convertirse en una tragedia para un país afectado por la sequía, intentemos imaginar la magnitud de la catástrofe cuando sumen más de 30 los emplazamientos que se han previsto para un futuro inmediato y que constituyen una prioridad en las últimas carteras de inversiones publicadas en Granma, órgano oficial del Partido Comunista. Tan solo en 2014, y para dos del total de campos de golf propuestos para implementarse en un período de quince años, el gobierno cubano solicitaba a los inversores extranjeros un capital cercano a los mil millones de dólares. En los planes no solo se contempla la construcción de las áreas deportivas sino, además, un gigantesco desarrollo inmobiliario asociado.

Por ejemplo, uno de los proyectos en Cienfuegos, denominado El Faro/El Jagüey, perteneciente al polo turístico Rancho Luna-Pasacaballos tendrá una extensión de 517 hectáreas donde serán incluidos dos campos de golf de 18 hoyos cada uno, un campo de práctica, una casa club, dos hoteles de categoría 5 estrellas, ambos con un total de 240 habitaciones, un SPA, a lo que se suman 3 600 unidades inmobiliarias, de las cuales 360 serán casas o villas y 3240 apartamentos, sin contar otras áreas deportivas, múltiples centros comerciales y de servicio. Sin dudas un emplazamiento mucho más ambicioso que el anunciado en 2014, por la empresa cubana Palmares y la compañía británica London & Regional, que se limitaría a la edificación de un hotel de lujo de 100 habitaciones y poco más de mil casas y apartamentos frente a una playa privada en Varadero.



El Ministerio de Turismo, entusiasmado con los beneficios económicos a corto plazo y respaldados los planes por dictámenes científicos (la mayoría realizados por equipos de investigación subordinados a las empresas inversionistas) que contradicen a la generalidad de los estudios ambientales sobre el tema de los campos de golf, actualmente planea la ejecución de megaproyectos similares en casi todas las provincias del país, sin importar cuán afectadas estén las reservas de agua en zonas como Holguín, Las Tunas, Camagüey, Mayabeque o Matanzas, provincias con niveles preocupantes de afectación por la sequía intensa.

En España, una de las plazas más importantes para el golf mundial, con cerca de 400 instalaciones, muchas de ellas asociadas a proyectos inmobiliarios, igual que en Cuba, los estudios ambientales han obligado a las autoridades locales a establecer regulaciones en el uso de las aguas en los campos de golf, lo que ha hecho más difícil la obtención de licencias por parte de las empresas constructoras que en los últimos años, como señalan algunos economistas, han visto a la mayor parte de sus proyectos convertirse en activos tóxicos o empantanarse en instituciones hipotecarias de crédito.

Otros países con tradición golfista también han establecido regulaciones rigurosas, lo que en opinión de los analistas, ha provocado que las grandes empresas dedicadas a este deporte orienten sus planes de inversiones hacia países donde las leyes ambientales no se cumplen a cabalidad, ni siquiera existen o se supeditan a planes económicos y políticos.

Asociar los campos de golf a proyectos inmobiliarios, además de aumentar el valor inicial de los terrenos propicia un enmascaramiento de las regulaciones nacionales que privilegian el consumo humano en la distribución del total de las reservas de agua potable. Si un campo de golf por sí solo, no resulta una prioridad en caso de crisis por sequía, un complejo de viviendas instalado en él justificaría el desvío de los recursos hídricos por encima de otras entidades productivas o de servicios de mayor importancia para la población en general.

“Los campos de golf dan ganancia. El turista de golf gasta el doble que un turista de sol y playa, pero hay que ver los costos de mantenimiento de un solo campo de golf. Normalmente, el monto está en cerca de medio millón de dólares al año. En el caso de Cuba, la cifra se puede incrementar debido a las constantes afectaciones por los fenómenos naturales típicos de la zona geográfica en que estamos situados, así como por la falta de preparación del personal que trabaja allí y por lo impredecible del clima. También son problemas graves la salinidad y la intrusión de agua salobre en las aguas del subsuelo que ya de por sí están sobrexplotadas por la extracción de petróleo y el propio consumo humano”, afirma un funcionario del Ministerio de Turismo vinculado al desarrollo de los campos de golf en Varadero.

En la Cartera de Inversiones del año 2014, actualizada en el 2015 con nuevas propuestas, se informa de los resultados esperados por el gobierno con este tipo de inversión. Todos están desvinculados de cualquier tipo de beneficio público basado en aquello de que "el deporte es un derecho del pueblo".

Los importes por el juego de golf en cualquier instalación cubana oscilan entre los 70 y 85 dólares, es decir, aproximadamente tres meses de salario promedio de un trabajador estatal. El precio de los hoteles se estima en una media de 130 dólares por Pax. Las unidades residenciales podrán ser rentadas entre 200 y 300 dólares diarios, estimando un 33% de ocupación, lo que significaría ingresos de 70.8 millones de dólares, de los cuales el 60 % serian pagados a los propietarios y el 40% restante resultarían ingresos a la empresa mixta.

Existirán otros ingresos por la gastronomía, recreación y renta de espacios comerciales (datos extraídos de la Cartera de Inversiones de 2015), en fin, un negocio redondo en el que no se le explica al cubano de a pie cuánto llegará a costar dentro de pocos años, en las calles de Cuba, el galón de agua potable o si tendrá que salir a “lucharla” en el mercado negro, tal como está pasando hoy en día en cualquier barrio de La Habana donde unos pocos litros de agua, obtenidos de un carro cisterna “clandestino”, cuesta más de la mitad del salario de un obrero.

Texto y fotos: Ernesto Pérez Chang
Cubanet, 8 de enero de 2015.

miércoles, 17 de febrero de 2016

"Aire acondicionado" Made in Jagüey Grande*



A principios de los 90, a raíz de la caída del campo socialista, el pueblo de Cuba se vio obligado a vivir en lo que Fidel Castro catalogaría como “período especial”.

Muy pocas personas imaginarían los problemas y necesidades que se avecinaban. Inmersos en una de las mayores depresiones políticas y económicas vividas en la isla, los cubanos se vieron en la necesidad de crear diversas vías para poder sobrevivir.

Las enfermedades, la escasez y el hambre dieron cabida a innumerables inventos que hoy, a más de 25 años del inicio de aquella etapa que aún gran parte de la población no ha podido dejar atrás, siguen siendo pie forzado para muchos emprendedores.

Alexei Gámez es un joven matancero al que la vida lo ha llevado por varios caminos y, de todos, algo ha aprendido. Hoy es informático, electricista, mecánico de motocicletas y varias cosas más. “Vivir en Jagüey Grande* es muy difícil, aquí las opciones siempre fueron pocas y a raíz del período especial todo fue a peor”, comenta el autor de un cautín para soldadura con estaño hecho con una bujía de calentamiento de un motor de automóvil diésel.

“El calor es una de las cosas que más nos afectan acá. En Cuba el año entero es verano y la única solución para sentirse a gusto es tener un aire acondicionado en casa. Sin embargo, los precios de los aires son tan altos que me es imposible tener uno convencional. Así que me dí a la tarea de buscar una solución”, nos cuenta el joven que, buscando en revistas, encontró la manera de crear un equipo de enfriamiento casero con elementos reciclables.

Muchos de los materiales eran imposibles de conseguir, por lo que innovar. La revista recomendaba un ventilador de conexión USB, un cargador solar, un codo de PVC y bolsas de gel congeladas.



Pero Gámez solo pudo conseguir dos cubetas plásticas, una de 25 litros y otra de 12 litros, el gel industrial lo sustituyó por gel casero, para la ventilación utilizó un fan de computadora y para suministrar corriente un cable convencional de electricidad. “Con estos instrumentos logré tener mi aire acondicionado 'Made in Jagüey Grande' que refresca mis noches de calor”, comenta orgulloso Alexei.

Otro de sus grandes inventos es un torno, que realizó con piezas recicladas de otros equipos que nada tienen que ver con la tornería. Una bancada de una combinada cañera, una caja de velocidad de guagua, un reductor de vagones de tren y algunos tubos y angulares de hierro fueron suficiente indumentaria para formar la estructura.

También cuenta con una chapeadora con motor de una secadora de lavadora rusa, dos ruedas hechas de planchuelas, unos trozos de tubo y un cable telefónico de exteriores recuperado.

“La principal motivación de todos estos inventos ha sido la necesidad de ellos, además de la difícil manera de hacerse de estos artefactos por los precios inalcanzables para la mayoría de los ciudadanos de a pie”, asegura Alexei a quién también se le ve orgulloso de su trabajo.

En tiempos de crisis económica siempre sale a la luz el ingenio. Es cuestión de simple supervivencia y los seres humanos sacan ideas de cualquier parte. Alexei Gámez es solo uno entre millones de cubanos que día a día se enfrentan al reto de cómo seguir adelante.

Texto y fotos: Manuel Díaz Mons
Cubanet, 11 de enero de 2015.

*Jagüey Grande es uno de los 13 municipios de la provincia de Matanzas y tiene alrededor de 60 mil habitantes. Al sur, a pocos kilómetros queda Playa Girón, como se puede ver en este mapa-satélite.

lunes, 15 de febrero de 2016

Los desheredados del Llega y Pon



Al triunfo de la revolución, uno de los primeros objetivos del designado primer ministro Fidel Castro fue cumplir el programa del Moncada. Este alegato, manifestado durante su autodefensa en 1953, señalaba a la vivienda como uno de los problemas graves de la sociedad cubana.

Es un hecho que en muchas ciudades, e inclusive en zonas rurales, se construyeron urbanizaciones de edificios multifamiliares o casas individuales, que les fueron otorgadas a moradores de los barrios marginales. Las nuevas viviendas, en su mayor parte, se entregaron en usufructo, teniendo sus habitantes que pagar una especie de renta determinada al promediar sus salarios.

Asentamientos como Alamar, en La Habana (1970), el distrito José Martí (1967) o el reparto Abel Santa María (años 80), conocido como El Salao, en Santiago de Cuba, permanecen como evidencia de estos esfuerzos. Construidos inicialmente por brigadas profesionales, pasaron después a formar parte del sistema de microbrigadas, con sus consiguientes desaguisados.

En algunas ocasiones, estos pobladores, extraídos abruptamente de un entorno desarraigado, trasladaron sus costumbres a estas nuevas urbanizaciones, repitiendo los mismos patrones de vida y conducta con el subsiguiente descalabro de las intenciones propuestas.

Es el caso de la barriada del Nuevo Vista Alegre, en Santiago de Cuba, primera obra social del periodo revolucionario. Construida con la habitual premura y materiales pobres, su nombre trata de emular con el lujoso Vista Alegre, reparto burgués de la ciudad, de espaciosas avenidas llenas de palacetes y casonas aristocráticas. Hoy es un barrio precario, con viviendas deterioradas por ausencia de mantenimiento, uso inadecuado, y las destrucciones del huracán Sandy.

Los esfuerzos por eliminar estos barrios en el país nunca pudieron concretarse. Las nuevas edificaciones no cubrían la demanda. Las migraciones hacia las ciudades, el crecimiento poblacional y la prohibitiva Ley de vivienda, mantuvieron el hacinamiento de distintas generaciones en un hogar.

Al sector poblacional más pobre, no pudiendo entrar en los subterfugios de compras, donaciones y rentas para adquirir una vivienda, solo les quedaba buscar un lugar donde asentarse y montar un rancho.

Los nuevos barrios insalubres se fueron estableciendo en los márgenes de la ciudad, en los límites de los barrios marginales anteriores. El descalabro económico del "Periodo especial" acrecentó estos asentamientos.

Las nuevas zonas marginales que bordean la ciudad de Santiago se iniciaron en los 90, todas asentadas en tierras ociosas propiedad del Estado. Limitan con los precarios barrios heredados por la revolución y que todavía no han podido ser erradicados.

La diferencia fundamental entre ambos estriba en el derecho a la propiedad. Mientras a los primeros se le concede por razones históricas, los recientes son considerados ilegales y no tienen garantías de obtenerla.

Algunos de estos barrios ya tienen más de 30 años, y han sido legalizados, como es el caso del Reparto Van Van, en Altamira (1988), uno de los tantos planes sociales repentinos ideados por Fidel Castro. Aunque no se concluyó, allí conviven edificios multifamiliares con chozas de tablas, y todos tienen la suerte de ser propietarios. Sin embargo, los levantados en las últimas décadas solo son soportados y tímidamente aceptados en las instancias gubernamentales.

Entre los barrios ilegales más conocidos por su extensión y durabilidad están San Pablo 2, El Resplandor y El Chucho, aunque existen otros muchos a lo largo de la periferia citadina. Algunos se ubican en las llamadas "zonas congeladas de no fabricación", espacios interurbanos por desarrollar, reservados para viviendas de personal médico y otros intereses estatales.

La política estatal en cuanto a ellos es ambigua. Se les da el derecho a la instauración de organismos gubernamentales como los CDR, que llevan un registro exhaustivo de los asentados, y la inserción en censos y consejos populares para incluirlos en las votaciones. Recientes infracciones a las regulaciones estatales, que exigen la necesidad de la propiedad, como la instalación de algunos contadores eléctricos y de agua en la barriada de El Resplandor, contribuyen a afianzarlos en la creencia de futuras legalizaciones.

No se les otorga la legalidad, pero se les hace concesiones que los esperanzan. Según un abogado de Vivienda consultado al respecto, "estas personas son ilegales, ha sido política del Estado irle reconociendo las propiedades cuando las hacen habitables, pero esto debe tener un límite porque si no el Estado se verá obligado a reconocerle eternamente a todos los que construyan".

A tenor de estas concesiones se le exige a la comunidad que no debe seguir permitiéndose nuevos asentamientos ilegales, pues los censados serán los únicos que recibirán los "beneficios" que se le vayan dando. Ello ha traído como consecuencia que los asentamientos más recientes, como Los Pies Descalzos del Salao, sean desalojados, aunque según las autoridades, en Cuba no se desaloja, sino que se hace una "extracción con la ayuda de la policía".

Las disparidades en el tratamiento gubernamental entre los asentamientos es otra causa de continuas quejas. Los levantamientos hechos en San Pablo 2, que incluyen ficha técnica de cada vivienda, promesas de entrega de materiales de construcción o entrega de viviendas aún no cumplidas, contrastan con el ostracismo en que se encuentran El Mirador y El Resplandor, contribuyendo a la especulación.

La compraventa es uno de los cambalaches que ocurren en los asentamientos, sobre todo en los que tienen posibilidades de entrega de viviendas. La transacción es a riesgo de los contratantes. Un rancho de tablas de madera valorado entre 10 a 12.000 pesos, duplica su valor a 20.000 ante las expectativas futuras.

Al amparo del limbo legal y la desesperación se extiende el trapicheo.

Recientemente, la edición digital del diario Granma publicó la noticia de la aprobación por la Asamblea Provincial del Poder Popular de Santiago de Cuba de un plan de "Ordenamiento urbano de la ciudad". El mismo será elevado al Consejo de Ministros para su aprobación definitiva, por indicaciones del general Raúl Castro. Tendrá entre sus propósitos la eliminación de los barrios precarios.

Posterior a la destrucción dejada en los inmuebles por el huracán Sandy, se habilitó un plan de construcción y entregas de viviendas, en su mayor parte de edificios multifamiliares, para damnificados. Para ello se recibieron donaciones de materiales de construcción de diversos países, y llegaron brigadas de constructores de Venezuela y Ecuador.

Son conocidas las corrupciones y tráficos ilegales provocados con la entrega de materiales a los damnificados, de los que los barrios ilegales no han recibido nada, a pesar del diagnóstico de derrumbes dado a muchas de estas viviendas.

En el último año se priorizó el traslado a las nuevas edificaciones del precario, aunque legal, barrio de San Pedrito, debido a las exigencias de las remodelaciones de la avenida construida para el cementerio Santa Ifigenia. El traslado implica la pérdida de la propiedad anterior sin amortizaciones. A pesar de que algunos ya habían logrado construir sus viviendas de "placa" tras años de sacrificios. Los nuevos propietarios no disponen todavía de un título de propiedad.

Los barrios marginales ilegales tienen que esperar. Las promesas hechas por funcionarios e inspectores no tienen ubicación temporal. Según un residente de San Pablo 2, "cada 26 de julio aparecen por aquí diciendo que nos toca pronto, pero no acaba de llegar".

Los escépticos creen que con la actual crisis de la economía cubana no se podrá lograr aquello que no se hizo con el apoyo soviético. El reciente plan de ordenamiento urbano renueva las esperanzas. Es un plan a largo plazo, que puede tomar entre 10 y 20 años. Mejora las condiciones de vida, pero no resuelve el hacinamiento de varias generaciones en un hogar, ni plantea soluciones futuras para las nuevas familias que se irán formando.

El actual mercado de precios de las viviendas en Cuba es inaccesible para las mayorías. Acabar con los barrios marginales conlleva el necesario rediseño de una Ley de Vivienda todavía temerosa del mercado y la propiedad, elevar el nivel adquisitivo del cubano y crear formas de financiamiento bancarias. Ello debe pasar por la descentralización de una economía plagada de burocratismo e ineficiencias productivas, la cual demostró en medio siglo de gobierno, que este es un problema más allá de sus posibilidades.

Texto y foto: Lourdes Gómez
Diario de Cuba, 27 de noviembre de 2015.

viernes, 12 de febrero de 2016

Cuba 2016: 'wifiar', emigrar y bailar reguetón


Apretujadas, unas cincuenta personas, mujeres y hombres, se protegen de la lluvia en el portal de un viejo cine, en la barriada habanera del Mónaco. No están esperando a que comience la función o a que escampe. Están allí para navegar por internet mediante wifi.

Los más intrépidos, con un paraguas, desafian el fuerte chubasco sentados en los bancos del parque frente al cine. Como pueden, intentan conectarse por IMO y establecer video-llamadas con sus parientes, amigos o novios residentes en el extranjero.

Con la ampliación de los servicios de internet en Cuba, los chiflados por las nuevas tecnologías no se detienen ni siquiera ante las inclemencias del tiempo. En la oscuridad de la noche, de madrugada, bajo un sol que raja las piedras o un aguacero, encuentras a insaciables ‘wiferos’.

Un servicio que no es gratuito. Al contrario, lo pagan bien caro. Dos cuc la hora, 50 pesos al cambio oficial, que equivalen a casi cinco jornadas laborales de un trabajador con salario mínimo. Las pequeñas antenas Huawei, made in China, colapsan por el exceso de usuarios.

Ni las relaciones con Estados Unidos, ni las visitas de Rihanna o de Yasiel Puig, Pito Abreu, Brayan Peña y Alexéi Ramírez, jugadores cubanos de Grandes Ligas, han despertando tanto furor en la Isla.

La gente tenía hambre de nuevas tecnologías. Aunque todavía para una mayoría de cubanos, internet sigue sonando a ciencia ficción. Cosa de películas de Hollywood.

Es muy pretencioso denominar 'redes públicas' a estas conexiones inalámbricas en parques y espacios al aire libre.

“De públicas no tienen nada. Lo público se supone que es para todos y se paga con el dinero de los impuestos de circulación o personal. Esas conexiones son ofrecidas por ETECSA, el monopolio cubano de las telecomunicaciones, que se desgañita diciendo que es una empresa de servicio social. Pero en la práctica son más explotadores que un consorcio capitalista de un país bananero”, dice Jaime, diseñador industrial, mientras como un poseso camina de un lado a otro, buscando captar con nitidez la señal wifi.

Muy cerca de la zona wifi del Mónaco existe una discoteca llamada El Brindis. Se localiza en la calle D'Strampes, en una residencia de dos plantas que fuera expropiada por la revolución.

Además de esa discoteca, en 10 de Octubre, el municipio más poblado de La Habana, existe otra, El Túnel, construida en un antiguo refugio antiaéreo. De los pocos sitios que los jóvenes de Santos Suárez y La Víbora tienen para bailar y socializar.

Pero las dos discotecas se han convertido en antros. Bajo el flascheo de luces fluorescentes, los asistentes halan cocaína, fuman marihuana en los baños o ligan prostitutas que cobran 20 cuc pesos la noche.

Las entradas tienen precios prohibitivos para la mayoría de los jóvenes: 5 cuc y 10 cuc algunos fines de semana. Una cerveza cuesta 1.50 cuc y el reguetón, el ritmo de moda en Cuba, es una pesadilla que agobia.

Si en los años 80, la juventud de la capital se conformaba con tener una guitarra y medio litro de ron y sentarse en el muro del Malecón o hacer una cola de dos horas en la heladería Coppelia, ahora, después de bailar reguetón, la novedad es ir a ‘wifear’.

El 'wifeo' también ha atrapado a cubanos de todas las edades, para quienes es importante chatear con la familia, hacer amigos en Facebook o descargar las últimas aplicaciones de Androide.

Con esa tendencia de ir a los extremos, se suele caer en la banalidad. Es raro encontrar en una zona wifi de la Isla a una persona informándose de sucesos internacionales o leyendo otras versiones noticiosas de lo que acontece en su país.

Tampoco utilizan las múltiples herramientas que posee internet y a ciudadanos de todo el mundo facilita, gratuitamente, el aprendizaje de idiomas, superarse culturalmente, estar al día en los últimos adelantos científicos, realizar investigaciones o diseñar un futuro negocio.

Afortunadamente, hay jóvenes universitarios y emprendedores privados que le están sacando partido a la red. Pero son los menos.

“Imagínate, sentado en una acera, encima de una piedra o arriba de un árbol es bastante complejo para navegar y concentrarse. Sin privacidad y con una gritería del carajo, si deseas estudiar, bajar información o implementar una estrategia de negocio, es simplemente delirante”, comenta Yunier, informático, que se dedica a colgar solicitudes de renta de habitaciones a través del portal estadounidense Airbnb.

Algunos periodistas consideran que el Personaje del Año en Cuba es el wifi. Si lo fuera, la cima debe ser compartida con la pasión por emigrar.

En cualquier esquina, grupos de amigos fraguan planes para saltar la cerca. Las rústicas balsas de goma es la opción de los descamisados que están al límite del desespero. Los que tienen dinero suficiente, apuestan por el maratón centroamericano, sobre todo después que, al parecer, se ha destrabado la situación en Costa Rica.

Los más osados prefieren explorar nuevas latitudes. Son los Marco Polo del siglo XXI. Abren un mapamundi y con un plumón rojo destacan las vías más insospechadas para arribar a la 'yuma'. No importan los rodeos ni los kilómetros. El problema es llegar.

Acostumbrados a las mentiras y manipulaciones de su gobierno, los cubanos de a pie sonríen y mueven la cabeza cuando escuchan que la Casa Blanca afirma que la Ley de Ajuste se va a mantener.

“Es un cuento de camino de Obama. En 2016 la Ley se viene abajo”, apunta Carlos, ex cuentapropista que entregó su licencia y el pasado verano exploró en Moscú de qué manera se puede entrar a un de país de la Unión Europea.

“El camino por Alaska, pasando por Siberia y el Estrecho de Bering es una locura, peor que tirarse al mar en balsa”, expresa. Este año, él piensa volar con su esposa y dos hijos a Guatemala, cruzar México y por algún paso de la amplia frontera con Estados Unidos, llegar al nuevo El Dorado.

Para Carlos, y muchos en Cuba, emigrar es la solución. No hay otra.

Iván García
Foto: Tomada del blog The Internet in Cuba.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Wifi, vacuna contra la democracia en Cuba



Tras el inicio de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, el verdadero impacto ha sido la implantación, por parte del gobierno de Raúl Castro, del wifi en 54 áreas públicas del país. Zonas antes abandonadas, ahora son un hervidero de gente joven que se afana en comunicarse con familiares y amigos en otros países.

Aunque, lo que parecía una generosidad del gobierno cubano, sólo ha sido el cambio de la bota militar comunicativa sobre el cuello por la zapatilla de goma, pero lo mismo de pesada y torpe. Porque una hora de conexión a Internet cuesta 2 pesos convertibles (cuc) y un cuc equivale a 1,06 dólares, que es lo que vale la tarjeta necesaria para conseguir la conexión. Pero las tarjetas no son fáciles de encontrar porque son acaparadas por los “tarjeteros”, revendedores que las ofrecen a 3 cuc.

Con esa habilidad innata para manejar movimientos y emociones, el gobierno ha tocado el punto más sensible del ciudadano a través de la informática. Ha convertido el wifi en vacuna contra la reivindicación de libertad y democracia. No ha permitido la conexión solitaria a internet en el silencio cómplice de la alcoba, sino que ha colectivizado la conexión en agrupaciones heterogéneas por rincones angostos, plazas ilustres, pasadizos olvidados o escalinatas célebres de toda la geografía nacional. Tanto ha cambiado la fisonomía urbana, que la prensa habanera se queja de los deterioros sufridos por los espacios asignados, a los que les dicen “wifilandia”.

Guillermo, alias El Bandido, es uno los líderes "tarjeteros" de La Habana. Tiene 33 años, piel curtida, leves marcas de viruela en las mejillas. Vende entre 10 y 15 tarjetas diarias, en ocasiones hasta 50. Por cada una, obtiene un cuc de beneficio. “Ese dinero es para celebrar los 15 de mi hija”.

Una joven inspectora con un short verde vigila a los "tarjeteros". ¿Cómo se controla esto?, le pregunto. “De ninguna manera”, responde. Un policía negro, vestido de azul marino, pulgares hincados en los bolsos del pantalón, gorra con visera y aire fiero, pide que muestren las tarjetas que los revendedores esconden en pliegues de pantalón, medias, zapatos… ¿Qué pasa?, indago con El Bandido. "Este policía hoy está de maleante", me dice. .

Es una ganancia es mínima, si se compara con el momento en que se autorizó el wifi en el verano 2015. Leandro, alias El Quijá, 23 años, blanco, inquieto, descubrió este filón económico en las primeras semanas y llegó a vender hasta 400 tarjetas al día. “Ahora hay un límite, solo puedes comprar tres. Si quieres más eres contrarrevolucionario”, afirma. Al cabo de unos días, El Quijá se fue a gastar la plata a Varadero. Cuando regresó, ya había un enjambre de "tarjeteros" de todas las edades, sexos y razas: Jordi, el negrito peludo llamado Bruce Lee; Dennis Malapinta; Albertico El Canas; El Paturri y Las Perdularias, un grupo de chicas.

Dentro de ese fangal tumultuoso y ensordecedor de la ciudad, se mueve el bullicio especulativo y superviviente de La Habana. Entrar en ese mundillo urgente y resolutivo de la juventud cubana no es tarea sencilla. Se agita entre el murmullo vocálico, el léxico popular y el sigilo cómplice en un ámbito donde lo ilegal se ha convertido en usuario y contraseña de vida, y lo legal en algo extravagante y atípico.

Sumido en el estrépito de la circulación, el grito sin complejos, el vaho sofocante condimentado de azul y plomo de los escapes; lo sensual, lo variopinto y lo provocativo no deja de sorprender en una oferta estética de una visualidad múltiple y cambiante hecha de movimiento jocoso, gozoso, transportada por una fisonomía acuciada por el calor, la destemplanza y la búsqueda contínua de la supervivencia: tarjeta, Cohiba, viagra, perfume, muchacha, coral, taxi...

Cualquier cosa puede ser objeto de culto salarial en un país donde se sobrevive con sueldos de 150 o 200 pesos (al cambio de hoy 14 o 19 dólares al mes). Se vive a base de negociar con todo lo que se captura, y se malvive con la esperanza de salir del país por cualquier puerta que se entreabra y muestre una mínima luz. Algo demasiado complejo, pues la esperanza se está despeñando hacia lo imposible, y donde las ansias jóvenes, sobre todo, se desbocan hacia salidas airosas por las vías del jineteo (prostitución): variado, sencillo, indómito y natural. Eslabón que forma parte de la múltiple cadena económica que lo domina todo.

El Mundo callejero de las necesidades que deambula con la lujuria de la urgencia general de cada día, queda diezmado en sus emociones encontradas cuando pasan las caravanas de coches antiguos, descapotables, engalanados con cintas, mientras hacen sonar las bocinas como una comitiva presidencial sin gobierno, cargados de turistas exaltados de contento que levantan las manos saludando sin saber a quien.

Los soportes del sistema siguen intactos a pesar de los anunciados cambios. La calle y los medios de comunicación no se mueven un ápice de sus posiciones de control y propaganda.

El día de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre, apenas un par de Damas de Blanco irrumpieron en la concurrida Calle 23 a media mañana, y tan pronto como se oyeron sus primeras consignas de “¡Libertad y Democracia!” se abalanzó sobre ellas una plaga de gigantones guardias de paisano, las acorralaron contra la cerca de la heladería Coppelia y se las llevaron en dos coches policiales.

Pero la economía “fuera del estado” sigue su curso. Las dos monedas, peso cubano y peso convertible o cuc continúan su camino plagado de indiferencia mutua. Ahora están en proceso de dejar sólo una moneda. Parece que van a optar por el peso cubano. Se necesitan 25 pesos cubanos para comprar un dólar. Se creará un vértice más fructífero de la pirámide social, y una base popular de marginados salariales más decadente, si cabe.

Texto y foto: José María Ruilópez, Gijón, España
Cubanet, 29 de diciembre de 2015.
Leer también: Wifi, otra oportunidad para resolver por la izquierda; Parques Wifi, zonas de peligro; Wifi y el cuidado de parques y monumentos y Cómo ahorrar tiempo en los puntos Wifi.

lunes, 8 de febrero de 2016

La llegada de Madame Wifi a Ariguanabo



Madame Wifi ha llegado a Ariguanabo, en el municipio San Antonio de los Baños, perteneciente a Artemisa, provincia a unos kilómetros del centro de La Habana.

El lugar de la magia y del milagro se encuentra en el parque de la iglesia, frente al edificio de ETECSA, la empresa estatal de telecomunicaciones de Cuba.

Desde horas tempranas es visible el movimiento de personas que van a hacer uso del servicio, sentados o de pie en diferentes lugares del parque. Los lugareños que llegan primero se van situando en los bancos que tienen sombra, pero cuando todos los bancos han sido ocupados, se sientan a la orilla de la iglesia, recostados a las paredes e inclusive delante de sus puertas.

Los móviles, tabletas o laptops para acceder a internet son diferentes, pero todos de tecnología de punta. La tarjeta de acceso cuesta dos pesos cubanos convertibles, equivalente a dos dólares.

La tarifa es muy alta, porque esto solo permite una hora navegación. La mayoría utiliza ese tiempo para comunicarse con amigos y familiares y también para acceder a diversos sitios, como Revolico, web dedicada al alquiler de casas y habitaciones, ofertas de servicios y compra y venta de cualquier cosa, hasta una caja de muertos.

A pesar de la situación que tiene en estos momentos el correo Nauta y sobre todo a su lentitud, la activación de la Wifi en Ariguanabo ha tenido una gran aceptación, sobre todo entre adolescentes y jóvenes, quienes han nacido escuchando la palabra internet.

Al parque del Wifi también acuden personas mayores, convencidas de que el mundo actual ya no se concibe sin internet. Casi todas lo hacen para comunicarse con familiares en el exterior mediante el correo electrónico las redes sociales o chatear para ver los rostros de sus seres queridos.

El horario inicial es desde las 8 de la mañana a las 4 de la tarde, pero se espera poder utilizarlo las 24 horas.

Madame Wifi no es exactamente lo que la gente desea, por los precios y las incomodidades. Pero al menos es un pequeño paso hacia el acceso ilimitado a la red, la información y la comunicación de los cubanos con el mundo.

Por Bárbara Fernández Barrera
Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
26 de noviembre de 2015


viernes, 5 de febrero de 2016

El Rey Anglada, un libro justiciero



Cuando leí El Rey Anglada, de Juliana Venero Bon, quedé con ese agradable sabor de boca que nos dejan los actos reivindicativos. Hacía más de treinta años de los hechos en que fueron involucrados el mítico camarero capitalino y otros peloteros, y todavía no existía un libro que repasara aquellos episodios tan enigmáticos como el Triángulo de las Bermudas, el asesinato de JFK o el Monstruo del Lago Ness.

Para quienes no lo vivieron, no se acuerdan o no quieren recordarlo, les dejo este fragmento de la Nota Informativa aparecida en Granma el 20 de marzo de 1982:

“Luego de un largo, paciente y minucioso trabajo investigativo, la Policía Nacional Revolucionaria comprobó por pruebas testificales y confesión de los encartados, la culpabilidad de varios peloteros y entrenadores, así como de otros elementos antisociales en relación con diferentes actividades delictivas. Se descubrió una red de banqueros, apostadores e intermediarios que con una conducta corrupta, indigna e inmoral, se dedicaban a lucrar con lo que para ellos era un provechoso negocio.

(…) El Instituto Nacional de Deportes, Educación y Recreación, teniendo en cuenta la propuesta de la Comisión Nacional de Béisbol y valorando la gravedad de los hechos, ha decidido:

–Suspender con carácter definitivo de toda competencia deportiva por su condenable actitud a los atletas y entrenadores siguientes: 1. Jorge Beltrán Lafferté, 2. Dagoberto Echemendía Pineda, 3. Rey Vicente Anglada Ferrer, 4. Ernudis Poulot Pérez, 5. Eladio Iglesias Martínez, 6. Radamés Maceo Cué, 7. Ramón Luna Rodríguez, 8. Eduardo Herrera Tamayo, 9. Leonardo Alemán Hernández, 10. José R. Cabrera Romero, 11. Omar Ramos Mesa, 12. Dagoberto García Rodríguez, 13. Carlos Jiménez Rodríguez, 14. Bruno Cousso Linares, 15. José Alpízar Ibáñez, 16. Lázaro Martínez Cárdenas, 17. Félix Batalla de la Rosa”.

A partir de aquel momento, el béisbol cubano debió prescindir de uno de los jugadores más espectaculares que le han nacido jamás, y Anglada fue a prisión por espacio de casi tres años. Su imagen había quedado degradada ante aquel público que repletaba el Latino para verlo hacer las maravillas que sabía. Sin embargo, el número “36” nunca aceptó los cargos que se le imputaban.

Del libro referido -que dicho sea de paso es mención Premio UNEAC 2011 en Testimonio- entresaco esta conversación deliciosa sostenida por Anglada con su amigo Ulises Fariñas:

“¿Tú crees que yo, un pelotero que dejaba el pellejo en el terreno, que no salía, no merendaba, no comía cuando perdíamos, fuera capaz de eso?” Me quedé así [cuenta Fariñas] y le comenté: “Pero, Rey, tuvo que haber alguna causa”, y me dijo: “Simplemente me tocó a mí porque jugaba como un profesional, pensaba como un profesional y me vestía como un profesional. Esa fue toda mi culpa”.

Al cabo de los años -prácticamente dos décadas-, aquel hombre golpeado hasta el cansancio recibió lo que muchos entendieron como un desagravio cuando le entregaron las riendas de Industriales, primero, y después del team Cuba. Pero el daño estaba hecho, como lo dice él mismo en las páginas de El Rey…

“La prisión fue algo más que desagradable y la inocencia siempre conmigo; era lo que más me alentaba y a la vez más me molestaba. Yo decía: si cometí un delito tengo que pagárselo a la sociedad. Pero el saber que no había hecho nada y estar recluido no fue fácil, sobre todo para mi familia, que sufrió. Mi mamá lo llevó por siempre, esa carga la llevó toda su vida; era lo que más me molestaba”.

Bastaría con los párrafos citados para justificar la existencia de esta biografía estructurada en tres capítulos: “El Glamour”, sobre su etapa de gloria deportiva; “La Oscuridad”, en torno a los sucesos del 82; y “La Revancha”, que se ocupa del retorno de Anglada como manager.

No obstante, hasta el momento nadie ha decidido publicarla en nuestro país, y la autora -después de mil y una gestiones infructuosas- optó por la posibilidad que le ofrecía la editorial Alexandria Library Publishing House, de Miami. Una vez más, y por desgracia, los vacíos informativos domésticos eran copados allende los mares.

“Hemos padecido por años el síndrome de la censura y de la autocensura -explica Venero Bon. Los censuradores o los que tienen el poder de decidir lo que se publica y lo que no, por lo general cuidan mucho de sí mismos. Creo que lo que realmente me impulsa, en primera instancia, a tratar de publicar el libro fuera de Cuba es darme cuenta de que estaba censurado, algo que inicialmente no había percibido. Posiblemente fui ingenua. Solo alguien en una de las últimas editoriales donde estuvo el libro me dijo, como un favor personal, que no fue aprobado ‘de arriba’. Entonces desperté”.


juliana2

¿Qué razones crees tú que han motivado la no publicación del libro en Cuba?

Soy editora hace más de veinte años, y no creo que este libro sea censurable: es más, nunca pensé que iba a suceder. Primero, porque Anglada jamás se fue del país, y segundo, porque inclusive le dieron la oportunidad de volver a la pelota. Siempre creí que se iba a publicar aquí, donde hablar de estos hechos es una necesidad. Pero ya ves, terminó en una editorial de Miami, donde varias personas –sobre todo el hijo de Bobby Salamanca- apoyaron mucho para que saliera adelante. Es absurdo que haya salido allá y no acá, que es el destino principal de esta obra.

¿Sientes que te esforzaste lo suficiente para que viera la luz en Cuba?

Por seis años traté de publicarlo sin éxito en varias editoriales: Letras Cubanas, Extramuros, Ediciones Cubanas (dos veces), Pablo de la Torriente Brau, Ciencias Sociales, En Vivo… Ni siquiera la mención en el concurso Premio UNEAC le otorgó el aval requerido, al parecer.

¿Cómo surgió la idea de biografiar a Anglada?

A mí me encanta la pelota. Me crie en ese ambiente e iba mucho al estadio. Recuerdo bien aquel equipo Metropolitanos, y para mí fue traumático dejar de ver a Rey. Esos hechos nunca fueron esclarecidos, y todo seguía como en un limbo. Pero en 2005 le hice una entrevista para Alma Mater, y ahí salió a relucir el famoso juicio en el que no se les acusa de venta de juegos, sino de peligrosidad, y todas esas sombras despertaron mi interés por emprender un libro.

Después de terminado el texto, ¿estás convencida de la inocencia de Rey Vicente Anglada?

Él es un hombre que lo que piensa lo dice y no tiene miedo. Bravo por él, por defender su inocencia, por aprovechar la oportunidad que la vida le dio con este libro -no tuvo otra antes- para desgarrarse y no contar solo sus glorias sino también los dolores, los daños, las injusticias. Decía Cicerón que la justicia es reina y señora de todas las virtudes, y este libro responde a un acto de justicia. Para contestar a tu pregunta puedo decirte que ahí está el libro. Si no creyera en su inocencia hubiese mirado para otro lado después de aquella entrevista en 2005. Desde ese momento supe que había una deuda por saldar con este hombre que merecía el beneficio de la duda, y también con toda la afición de la pelota.

¿Consideras cumplido el propósito que te movió a investigar?

Habría querido entrevistar a más implicados en el caso, tanto de una parte como de la otra. De todos modos, lo que me interesaba más era que se supiera lo que pasó en la vida de este hombre al que se le acusó de algo que no se pudo probar, cumplió prisión, y luego tuvo que ganarse la vida como podía, desde manejando camiones hasta como electricista. Nunca va a estar de más retomar la historia, y si algunos se equivocaron, que lo reconozcan. Eso sería un paso grande en el camino. Como aficionada de este país que ama la pelota y perdió con Anglada a uno de sus ídolos, pienso que estos hechos merecían un libro, para que no quedara a oscuras esa parte de nuestra historia beisbolera.

Michel Contreras
On Cuba, 5 de enero de 2015.

Portada del libro tomada de Amazon.
La foto de Juliana Venero Bon* es de Katheryn Felipe.

* Juliana Venero Bon es Licenciada en Filología y Máster en Lingüística Aplicada. Ha trabajado como editora en Letras Cubanas, Gente Nueva, Abril y actualmente lo hace en el Instituto de Literatura y Lingüística. Es autora del libro De Buena Fe (Extramuros 2010 y Edicioes Cuanas 2011) y cuentos suyos han sido publicados en varias antologías. Recibió el Premio Palabra Nueva del Arzobispado de La Habana en Reportaje en 2006. Como periodista, su firma ha aparecido en El Caimán Barbudo, La Jiribilla, Alma Mater, Esquife, Librínsula y En Vivo, entre otras publicaciones.

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miércoles, 3 de febrero de 2016

Un retrato del Rey del bolero



El chileno Lucho Gatica, un artista mitológico que, en la segunda mitad del siglo XX y gracias a la radio y la televisión, hizo que varias generaciones de latinoamericanos se amaran con sus canciones como himnos privados, vive enamorado en Los Ángeles, California, una ciudad que le ha permitido tener la gloria en el jardín y la fama en una estrella en una calle de Hollywood.

Nació en Rancagua, un pueblo del centro de Chile. Comenzó a cantar como segunda voz de su hermano Arturo que era un profesional de la música. Después consiguió que una productora le diera oportunidad de grabar como solista unos boleros y se inició su leyenda.

Fue en Ciudad de México donde alcanzó su renombre. En la capital mexicana se instaló a finales de los 50, cuando su voz, que la prensa del corazón insiste en llamar aterciopelada, comenzó a invadir el continente americano y España donde, en 1959, lo recibió una multitud con banderolas y algarabía en el aeropuerto de Barajas.

El bolerista chileno impuso un estilo, una manera de cantar en la que los expertos hallaron que el hombre, en realidad, no cantaba, más bien, decía sus boleros. Y los decía desde muy cerca con una complicidad que fascinaba.

Fue uno de los primeros artistas latinoamericanos en abrirse camino en Norteamérica. En los años 60 dio recitales en el Carnegie Hall de Nueva York y, luego en California, presentado por Nat King Cole, actuó en el Hollywood Bowl. Su popularidad era tal que los magos de la publicidad organizaron y difundieron por todo el país una sesión de fotos del Rey del bolero junto a Elvis Presley, el Rey del rock.

El hombre, que promovió con su música el amor como una especie de Cupido con micrófono en vez de arcos y flechas y con poder absoluto del Río Bravo a la Patagonia, halló su amor definitivo un poco más al norte. En ese país se casó con la norteamericana Diane Schmidt y tuvo a su hija Luchana, ahijada de Julio Iglesias. En 1987 reincidió y se casó con otra estadounidense, Leslie Debb, que lo hizo padre de Lily Teresa. Con ellas se mudó a la barriada de Bel Air en Los Ángeles.

En 2013, con 85 años, organizó la producción de un nuevo disco. Se titula Historia de un amor y canta once boleros en duetos con Miguel Bosé, Luis Fonsi, Michael Bublé, Laura Pausini, Ricardo Montaner, Lucero, Olga Tañón, Nelly Furtado, Il Volo, Beto Cuevas y Pepe Aguilar. Gatica ha dicho que el bolero va a perdurar y a seguir como la contraseña mágica para enamorarse.

El chileno tiene allá en Los Ángeles dos amuletos para esperar la noche: un verso de Contigo en la distancia, del cubano César Portillo de la Luz que le acompaña a toda hora: "Si pudiera expresarte como es de inmenso en el fondo de mi corazón mi amor por ti". Y una frase que sacó de una carta que le envió hace años su amigo Atahualpa Yupanqui: "Aún soy joven, tengo menos de 100 años y una guitarra y un corazón".

Raúl Rivero
El Mundo, 15 de septiembre de 2015.

Video: En un programa televisivo, en 1990, Lucho Gatica interpreta dos boleros: Tú me acostumbraste, del cubano Frank Domínguez (1927-2014), y La barca, del mexicano Roberto Cantoral (1935-2010), autor de El reloj, otro de los grandes éxitos del chileno.

lunes, 1 de febrero de 2016

De Viñales a Hialeah


Decenas de veces, en las visitas que desde 2009 realizo a Cuba para un proyecto profesional como fotógrafo, he escuchado decir: “¡Quiero salir de Cuba. Quiero ir a Miami. Hay oro en las calles de Miami!” Uno de mis amigos cubanos, Julio, oyó esta frase desde niño, sobre todo de personas con parientes o amigos que habían emigrado a la Florida. Quizás por eso siempre soñó con salir de Consolación del Sur, zona rural donde nació y se crió.

Luego de tres años nos reencontramos en Cuba, durante su primer viaje a la isla. Para entonces ya vivía con Luisa, su esposa y sus dos hijos, en un suburbio de Hialeah donde el 80% de la población es cubana. Su madre, Yara, lo esperaba en Viñales. No cabía dentro de sí. No sabía si llorar o reír. Para liberar la tensión, a veces gritaba. Se abrazaba a Yadira, su hija de 23 años.

Con nerviosismo miraba la foto que Julio le enviara dos años atrás, aquella donde posa junto a un coche deportivo rojo. El marido de Yara, quien fue más que un padrastro para Julio y sus dos hermanos, caminaba nervioso, impaciente, por el campo de frijoles. La familia y amigos también estaban ansiosos por verlo, por escucharle hablar de los cubanos en Miami. Muchos están fascinados por esa ciudad. Hay de todo y más, dicen. Corren cuentos de cómo los cubanos han llevado un pedazo de alma y calor humano a la tierra americana de Hialeah.

En algunas familias cubanas existe la creencia de que quienes logran irse a los Estados Unidos, legal o ilegalmente, entran a una vida de satisfacción económica y cultural. Por eso esperan alguna ayuda, ya sea en forma de remesa, de recargas a los móviles, o el envío de algún equipo electrónico. Pero la realidad es que muchos de los que viven en Hialeah no pueden mandar nada durante un buen tiempo. Los que quedan en Cuba desconocen las dificultades de los países capitalistas, por eso a veces se molestan, y hasta se enojan, cuando la prometida ayuda material no llega.

Julio vive en un pequeño apartamento de 35 metros cuadrados en Hialeah, con un dormitorio estrecho para cuatro personas. La Ley de Ajuste Cubano le permitió obtener la residencia de inmediato y un aporte inicial importante para comenzar su aventura americana. Algo diferente le espera al resto de inmigrantes latinoamericanos, y por este motivo algunos no ven con buenos ojos a los procedentes de la isla, quienes rápidamente se convierten en “cubanoamericanos”.

En junio de 2015 estuve en Miami, en casa de Julio y Luisa. Desde el principio muchos me decían: “¡Esto es Cuba con comida, es Cuba con comida!” Pero la realidad es otra. Hialeah es una ciudad dormitorio con casas bajas, alineadas, sin personalidad. Es fría. No hay nadie en las calles ni niños jugando. Tampoco plaza o lugar de encuentro. Ningún camino es de oro. Lo que sentí fue una sensación de miedo que nunca vi en ningún barrio de Cuba.

Julio trabaja ilegalmente en una pequeña empresa de refrigeración ubicada en una zona industrial en las afueras de la ciudad. El jefe es cubano, igual que otros empleados. Tiene un segundo trabajo, también ilegal: limpiar una escuela dos veces a la semana. Lo realiza junto a su esposa y con eso pagan la educación de sus hijos. En tres años nunca visitó el mar. Aún no habla una palabra en inglés. En Miami todo es demasiado grande. Las distancias son inmensas. El coche se convierte en las piernas de sus habitantes. Julio y Luisa poseen un coche deportivo rojo del 2006. Es de tercera mano. Probablemente les costó entre 500 y mil dólares. Barato, como todos los coches usados, aunque para los de la isla estos son un símbolo de riqueza, de estatus social.

Cuando los cubanos de Miami se presentan, lo primero que dicen, después del nombre, es el año y la matrícula de su auto. Los hijos de Julio y Luisa tienen 9 y 7 años. En la escuela han aprendido un poco de inglés y viven encerrados en la casa, jugando con sus teléfonos y tabletas, por miedo a salir a las calles donde muchas personas andan armadas, y abundan los drogadictos o borrachos. Ellos, al final, podrían convertirse en adictos patológicos a los juegos electrónicos, lo que actualmente también es un problema social.

Los cubanos de Miami tienen que trabajar mucho y duro para reconstruir sus vidas. Quienes carecen de estudios avanzados y llegan sin preparación enfrentan la dura realidad de una ciudad que incluso, puede volverse peligrosa. Julio y Luisa son personas maravillosas, trabajadoras. En la Florida pagan el alquiler y el seguro de la casa. También el del carro. Además, la escuela de los niños que les cuesta aproximadamente 80 dólares por cada uno a la semana. Cuentan con poco tiempo libre para compartir entre ellos, y a veces tampoco pueden enviar dinero o artículos a la familia de Viñales.

Cuando por fin Julio se reencontró con su madre, ella gritaba, lo revisaba, lloraba y se le abrazaba. No preguntaba nada, no quería saber nada. Ese día Julio vestía ropa de marca comprada en los mercados. Luisa traía dos anillos en cada dedo, los exhibía orgullosa, como también hacía su hija de 9 años, con sus muy largas y verdes uñas postizas.

Recordé entonces aquellas historias del escritor italiano Leonardo Sciascia, acerca de nuestros coterráneos que al regresar de los Estados Unidos alquilaban ropas y collares para dar una buena impresión, ocultar la dura realidad y decir a sus padres y familiares que todo estaba bien. Ahora la historia se repite.

De regalo Julio y Luisa trajeron bolsas de chocolates y las repartieron entre los niños del vecindario, los hijos de aquéllos con los que Julio se había criado y que ahora corren, semidesnudos y alegres por las calles, soñando con la vida de ese 'gringo' que vino de la Florida, donde dicen que hay calles de oro.

Texto y foto: Fulvio Bugani
Trabajadores, 3 de enero de 2016.
Foto: Reencuentro de Julio con su familia de Viñales, luego de tres años en Hialeah.