domingo, 31 de julio de 2011

Viaje gratis por Cuba gracias a Flickr


Como mínimo, un turista necesita dos semanas para cubrir el recorrido señalado en el mapa. Pero una persona, con acceso a internet, sólo necesita unas horas para localizar imágenes de Cuba y de los cubanos, de sus casas y calles, comidas, playas, frutas, flores, animales, plantas... Existen en la red muchos sitios con fotografías sobre la Isla, pero ninguno como Flickr.

Es de agradecer a los turistas y visitantes que una vez en sus países, gasten tiempo y dinero en subir a Flickr instántaneas tomadas de su viaje por la Mayor de las Antillas. Unas con más calidad que otras, algunas mostrando la cara hermosa de Cuba, otras el verdadero rostro. En cualquier caso, se les agradece. A continuación, 15 fotos representativas de ese archipiélago cuyo nombre oficial es República de Cuba. Debajo de cada una, el autor y año en que fue tomada.

Pinar del Río
Pinar del Rio, CUBA por JordiGP.
Valle de Viñales, JordiGP, 2008
Ciudad de La Habana

Atardecer en el Malecón de la Habana por copepodo.

Atardecer habanero, copepodo, 2007

La Habana

San Antonio de los Banos, Cuba. por Robin Thom.

San Antonio de los Baños, Robin Thom, 2009

Matanzas

Versalles,Matanzas,Cuba por elhabanero06.

Versalles, elhabanero06, 2008.

Cienfuegos

calle 35. punta gorda por tiiu flickr.

Punta Gorda, tiiu flickr, 2009

Sancti Spiritus

Yayabo Bridge - Sancti Spiritus por coopertje.

Puente río Yayabo, coopertje, 2007

Ciego de Ávila

Ciego de Avila - Cuba por fiocha.

Morón, fiocha, 2008

Camagüey

CAMAGÜEY (Cuba) por Magerit.

Patio del Convento de la Merced, Magerit, 2007

Las Tunas

Las Tunas . por joao2008junca.

Centro de la ciudad, joao2008junca, 2008

Holguín

Gibara, Cuba por .Oli.

Gibara, .Oli, 2007

Granma

Parque Cespedes, Manzanillo por Shannon Martinson.

Glorieta de Manzanillo, Shannon Martinson, 2009

Santiago de Cuba

Virgen de la Caridad del Cobre por Sven Cipido.

Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Sven Cipido, 2007

Guantánamo

Baracoa por Aldo van Zeeland.

Baracoa, Aldo van Zeeland, 2009

Isla de la Juventud

Nueva Gerona por raunov.

Nueva Gerona, raunov, 2008

Este fotorreportaje lo preparé antes de que en junio de 2010, La Habana se dividiera en dos provincias, Mayabeque y Artemisa. Cuba tiene ahora 15 provincias: Pinar del Río, La Habana (sede de la capital del país), Mayabeque, Artemisa, Matanzas, Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spiritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, Las Tunas, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo. Y un municipio especial, Isla de la Juventud.

Tania Quintero

Mapa: holidaynadventure, Flickr

sábado, 30 de julio de 2011

¿Por qué me hice disidente?


Mi realidad fue la que me hizo disentir. Mi madre, por problemas de salud, prácticamente no pudo estudiar. Trabajó mucho, más de lo que su capacidad física le permitía, para criar a sus tres hijos. Recuerdo que con un campesino, que tenía sus tierras cerca de nuestra casa, se puso de acuerdo para limpiar un campo repleto de marabú por cien pesos.

Mi madre siempre me decía que mi futuro podía ser diferente. Tuve la oportunidad de estudiar y así lo hice. Pero no fue suficiente. Hoy soy licenciada en Ciencias Jurídicas y punto. No puedo aspirar a trabajar por un salario que me permita tener una casa, si no propia, al menos digna donde vivir con mi hijo y mi esposo. No tengo la oportunidad de realizarme, ni como persona ni como profesional.

¿De quién es la culpa, del destino o es una maldición de Dios? La lógica de mi pensamiento no aceptaba ninguna de estas respuestas. La mala suerte no sólo me tocaba a mí, sino a todos a mí alrededor, que han pasado tanto o más trabajo que yo.

No eran los santos los que me decían que hablara bajito, cuando me quejaba de que no podía planificar mi vida futura. Eran personas iguales a mí, pero repletas de miedo. Entonces decidí que no podía aceptar mi realidad con pasividad. Tenía demasiados sueños y ambiciones, y el deseo y la fuerza de hacerlos realidad.

No me conformaba con mi presente, pero tampoco iría contra mis principios y valores personales. No vendería mi cuerpo al primer extranjero que pasara por la Quinta Avenida, para lograr mis metas. Ésa era, y sigue siendo, la vía más fácil -aunque riesgosa- para que muchachas habaneras puedan dejar atrás sus necesidades y las de su familia.

Decidí expresar alto y claro lo que sentía, no susurrarlo con temor a puertas cerradas. El periodismo independiente me dio esa oportunidad, ahora extendida a los blogs. Decidí hacer lo que consideraba correcto, justo y necesario, no lo que me pidieran con tal de conseguir un aval que me pudiera hacer merecedora de un privilegio.

Sigo teniendo los mismos problemas. Cada día sigo luchando por la supervivencia: alimentación, ropa, zapatos, aseo... para mí y los míos. Y tratando de mejorar mi humilde hogar. Incluso se han adicionado nuevas situaciones, como el riesgo de ser detenida en cualquier momento.

Pero me siento libre, porque digo lo que pienso tal como lo siento. Y lo principal, no tengo necesidad de ser hipócrita, ni mantener una doble moral.

Laritza Diversent

Nota.- Este trabajo fue publicado en el blog Desde La Habana en noviembre de 2009, pero el archivo con todos los posts publicados ese año 'misteriosamente' desapareció.

viernes, 29 de julio de 2011

Oficios y necesidades


Sastres, modistas, herreros, afiladores de tijeras y talabarteros, son algunos de los oficios que han ido desapareciendo en Cuba. En su lugar han surgido otros, impuestos por la necesidad. Algunos aparecen en el listado de 178 nuevos oficios autorizados a ejercer por cuenta propia.

En esa lista no aparece, pero los recogedores de escombros son muy útiles. Es el caso de José, 53 años, desempleado. Por cada saco de ladrillos, piedras, tuberías, trozos de madera y piezas eliminadas en las reparaciones de viviendas, cobra 100 pesos (4 dólares). "En una carretilla llevo el saco y lo vierto en el primer placer o solar yermo que encuentro. Allí siempre hay gente esperando, a ver si encuentran algo que les pueda servir para su casa o para revender".

Luisa, 64, obrera jubilada, se dedica a escoger o limpiar arroz a domicilio. Por cada libra (medio kilo) cobra dos pesos (0.10 centavos de dólar). "Tengo ya una clientela fija. A la semana me busco de 100 a 200 pesos, que me los gasto en puerco y viandas en el agromercado".

Ya forman parte del panorama habanero. Personas mayores vendiendo "jabitas" (bolsos) de nailon, cigarros sueltos y caramelos caseros. Otros, más jóvenes, prefieren rellenar fosforeras. En cualquier esquina o portal ponen una mesita y al momento le echan gas a una fosforera desechable. Sí, esas mismas que en otros países tiran a la basura.

Poco después del comandante llegar y mandar a parar, en 1959, el uso del traje, cuello y corbata pasó a mejor vida en Cuba. El estilo Mao se impuso. Los hombres iban vestidos iguales, de algodón grueso, colores opacos y botas rusas. Fue cuando comenzó el declive de los sastres.

Al escasear los tejidos, las modistas se transformaron en costureras remendonas. Gracias a Rosa, 71 años, ama de casa, vecinos de su cuadra pueden taparse con sábanas y secarse con toallas más o menos buenas.

Cual especialista de patchwork, Rosa va cortando las partes desgastadas de una sábana o toalla y en su vieja máquina Singer, las va empatando con pedazos de otras partes en mejor estado, de esa u otras sábanas o toallas que le ha traído el vecino, o de los trapos que tiene en un cuarto. "Las partes muy gastadas no las boto, las voy echando en una caja, para un pariente que lo utiliza como guata en los colchones".

Si hay un oficio demandado, es el de reparador de colchones, incluido entre los 178 nuevos oficios. Son tan necesarios como los zapateros remendones, plomeros o fontaneros y electricistas particulares. Pero ninguno de ellos ganan tanto como los mecánicos de auto, encargados de mantener rodando los autos americanos de los años 40 y 50.

Tampoco les va mal a los payasos de cumpleaños infantiles ni a los fotógrafos que hacen fotomontajes o photoshops en bodas y otras celebraciones. Igualmente solicitados son los dulceros y reposteros por cuenta propia. Otro de los negocios privados más prósperos se localiza en la legión de personas especializadas en fiestas de 15 años, desde el alquiler del traje hasta la coreografía y edición del video de la quinceañera.

Entre las clases más solventes, se ha puesto de moda todo lo relacionado con los perros. Orlando, 39 años, gay, ahora alterna el corte de cabellos a las señoras en sus hogares, con la atención y cuidado de canes. "Los chiquitos y mansos, los baño y arreglo el pelo. Y si la dueña me lo paga, le hago ropitas. Con los grandes y fieros no quiero cuento".

De las razas bravas se encargan hombres como Manuel, 43 años, quien en un mes se embolsilla cerca de 2 mil pesos (80 dólares), entrenando pastores alemanes en su tiempo libre. Puede parecer poco dinero, pero es cuatro veces más que su salario como profesional.

Iván García

jueves, 28 de julio de 2011

Generación C


En un refugio antiaéreo, de los miles que construyó el gobierno cubano en la década del 80 para proteger a bienes y ciudadanos "en caso de guerra", se ha habilitado una original discoteca conocida como El Túnel.

Dentro del municipio 10 de Octubre, en La Habana, es la de más aceptación. Le siguen en preferencia la Disco Paco, situada en los sótanos de una antigua estación de policía, casi colindante con la funeraria Maulín, en la calle María Auxiliadora y Calzada de 10 de Octubre, que sigue siendo una de las avenidas más céntricas de la ciudad, pero tan deteriorada como ésta. En esa misma vía se encuentra otra Disco, la Centro 8, con techo de fibrocemento y pobremente ambientada.

Son estas las tres ofertas recreativas donde pasa parte de su tiempo libre la concurrida masa de jóvenes de mi barriada. Tienen sus diferencias, claro. En El Túnel, la entrada vale 40 pesos (2 dólares) y la bebida 60 (3 dólares). Para acceder a la Paco hay que pagar 10 pesos (0.50 centavos de dólar) y el litro de ron cuesta 40 pesos (2 dólares). La más barata es Centro 8: se entra con 5 pesos (0.25 centavos de dolar) y con 25 pesos (poco más de un dólar), se puede beber.

En cuanto a asistencia, al Túnel asiste la "high life" municipal, compuesta por los hijos de papá, que trabajan en el gobierno, vástagos de gerentes de corporaciones, retoños de cuentapropistas (trabajadores por cuenta propia) y, por supuesto, chicas y chicos que viven de su cuerpo y por lo general son ellos los que mantienen a sus familias.

Para la generación C de La Víbora, El Túnel es lo máximo. Los delfines con ciertas posibilidades, asisten a Disco Paco, donde a veces se infiltra algún elemento marginal, y a Centro 8 acuden los pertenecientes a familias desestructuradas y sin recursos, adolescentes de 11 a 15 años.

Todos, ricos y pobres, con un mismo fin: bailar y disfrutar un rato. Un esparcimiento que logran a medias. En la mayoría de las ocasiones, salen beodos y frustrados hacia sus hogares, lamentándose una y mil veces por su desdichada suerte: no poder empatarse con una visa para emprender vuelo hacia lo que consideran la felicidad.

En Cuba, los efectos del alcohol son antigubernamentales y la generación C viboreña no es una excepción. Después de ingerir apreciables dosis hablan "horrores" de la situación actual y así, borrachos, a veces drogados, se sienten satisfechos. Hacen el amor en cualquier recodo y se entretienen cometiendo pequeñas actos vandálicos, pero en general no son peligrosos.

Los marginales y violentos prefieren ir a los bailables públicos, los cuales a menudo terminan como una verdadera guerra. A pesar de la movilización de policías y carros de la Brigada Especial, el final suele ser "de película". Con tiros, trompones, heridos por armas blancas y de vez en cuando un muerto.

Aunque el fenómeno juvenil es mundial, como el caso de la llamada Generación X en Europa, la nuestra se me antoja distinta. Además de vegetar y padecer la inanición del futuro, sus ojos están ensombrecidos por la desesperanza y su alma se encuentra defraudada. Entonces, si despejamos la X, el resultado sería una C.

Iván García*


Foto: ojitoaqua, Panoramio. Avenida de Acosta, en el municipio 10 de Octubre.


*Publicado en 1998 en Cubafreepress.

miércoles, 27 de julio de 2011

Ciencia y artesanía del adiós


Irse es un desastre. Una catástrofe íntima. Un derrumbe total en el que se ve cómo desaparecen casas, calles, parques, personas, borrados por una fuerza en progreso que, finalmente, saca del paisaje el entramado de una vida.

Yo vi a la periodista Ana Luisa López Baeza en el artesanaje de su despedida.

La vi haciendo descender sus cuadros de la pared y la vi repartir, entre familiares y amigos, sus sillones desvencijados, sus electrodomésticos rusos, con ruido y todo, sus ropas usadas, las cacerolas con abolladuras y el arroz de la libreta de racionamiento que el viaje no le dio tiempo a consumir.

Fui testigo de esos gestos casi ridículos por el valor de las prendas y los chorombolos pero perfectamente humanos y normales en este país donde en muchos vecindarios se vive con una hermandad de mendigos.

Estuve presente cuando algunos vecinos fueron a despedirse, con miedo y cariño, una combinación angustiosa y abundante.

Asistí a esos abrazos silenciosos, la puerta entrejunta que este es un barrio de funcionarios y cuadros del Partido. "A Rafaelito que venga ahora porque a lo mejor después se perjudica. A la vieja, que se ponga bien y que Dios la acompañe".

Desde mi puesto de observador vi cómo merodeaban los funcionarios de la Reforma Urbana, como buitres en su ronda sobre el mínimo apartamento de Ana Luisa y supe de llamadas amenazadoras: "No saque más muebles de su casa o pondrá en peligro su salida".

Una mañana entró una mujer con un metro, midió las paredes, miró detenidamente un escaparate y la luna de un espejo, la mesita de hierro donde la corresponsal pasó casi cuatro años escribiendo noticias y reportajes, los descabezados ventiladores chinos y antes de irse lanzó una mirada extraña hacia el sofá cama con problemas ideológicos: rotas y sin arreglo las dos patas izquierdas.

Supe de un viaje de Ana Luisa a Camagüey para ver a su madre y sus hermanos y visitar la tumba de su padre y la vi volver a distribuir los libros. ("¡Dios mío! ¿Podré llevarme a Espronceda y a José Martí, me dejarán pasar a Darío y la Avellaneda?"). La vi volver a empaquetar las fotos, los recuerdos, la ternura familiar, como si esas sustancias tuvieran dimensión, peso y textura.

La dispersión y muerte de la biblioteca de Ana Luisa me hizo recordar una imagen fatal de hace unos años.

Veo, ahora mismo, al escritor Bernardo Marqués Ravelo, meses antes de salir al exilio, allá en 1994, con todos sus libros en el portal de Infanta y San Miguel y a muchos de sus colegas del periodismo y la literatura, con algo también de buitres -o de auras tiñosas, para entendernos mejor-, regatear por T. S. Eliot, William Faulkner, Guillermo Cabrera Infante o Antonio Machado frente al hambre y el asombro del autor de "Balada del barrio".

Esta, desafortunadamente, no es una experiencia única, porque la maestría en despedidas y fragmentaciones es ya otro de los dones de los cubanos que llevamos tantos años siempre despidiéndonos de algo o de alguien.

La reflexión sobre Ana Luisa López Baeza, al pie de la escalerilla, tiene que ver con mi incapacidad para acercarme, por ejemplo, a las circunstancias de las salidas de mi hija Cristina y de Miguelito Sánchez, el hijo de mi esposa Blanca.

Es la distancia un prisma ideal para presenciar la tragedia individual de una persona que no quiere irse de su país pero que el trabajo científico de un grupo de especialistas del horror -con la experiencia de casi un siglo de totalitarismo- la expulsa de su medio natural, como una pieza rota.

Ana Luisa sólo comenzó un día a decir lo que pasaba en su país. A decirlo bien, profesionalmente, y revestida de una moral que perturbó a los zares de la información, la verdad y la vida en Cuba.

Cometió muchos delitos desde el petrificado Código Penal Cubano, pero a mí siempre me gusta recordar un verso de Gastón Baquero para definir la labor de los periodistas independientes en los últimos años: "Se había lanzado a una hermosa imprudencia."

Doy entonces testimonio de ese desastre individual que es irse. Y prefiero creer que son los relumbrones finales de una luz opalescente que agoniza.

Ahora sabemos, por todo lo que está pasando en Cuba, que en el espacio que existe entre irse y volver hay que fundar la permanencia. Porque permanecer siempre será un antídoto contra el desencanto. Y un veneno para el olvido.

Raúl Rivero*


Publicado en 1999 en Cubafreepress.

martes, 26 de julio de 2011

Una temba* llamada Coppelia


Coppelia, la más famosa heladería de La Habana y de Cuba, cumplió 45 años el 4 de junio. Ubicada en la Calle 23 esquina a L, en la céntrica avenida La Rampa, su arquitectura es una de las más bellas y mejor concebidas después de la revolución verde olivo liderada por Fidel Castro.

El diseño, obra de Mario Girona (1924-2008), uno de los más importantes arquitectos cubanos del siglo 20, contó con la colaboración de los proyectistas Rita María Grau y Candelario Ajuria. El cálculo estructural estuvo a cargo de los ingenieros Maximiliano Isoba y Gonzalo Paz.

Girona venía precedido de un exitoso proyecto bautizado con el nombre indígena de Guamá, inaugurado en 1962 en la Ciénaga de Zapata, Bahía de Cochinos, Matanzas, a unos 140 kilómetros de la capital. Esas decenas de cabañas de madera en forma circular, a la usanza de una aldea taína (aborigen), al borde de una laguna infestada de cocodrilos, siguen siendo uno de los sitios preferidos por los turistas.

Cuando a Mario Girona le encomendaron diseñar la gigantesca heladería se sintió algo desconcertado. En una entrevista publicada hace unos años subrayaba: “No existían referentes mundiales de una heladería tan inmensa”.

En tiempo récord, Girona y su equipo dibujaron el croquis de Coppelia, muy influenciado por el estilo del complejo turístico de la Ciénaga de Zapata. Al respecto señalaba el arquitecto: “Guamá fue el punto de partida para la nueva obra. Para dar cierta intimidad, se diseñaron cinco espacios pequeños, una amplia cancha dividida en tres secciones y un piso en lo alto. Se situó el amplio parqueo y la frondosa vegetación natural, que no importunara”.

Antiguamente, en ese lugar estuvo situado el hospital Reina Mercedes, construido en 1886. Los terrenos para su edificación habían costado tres mil pesos. Cuando fue demolido en 1954, el terreno estaba valorado en 250 mil pesos. La idea era levantar allí un rascacielos de 50 plantas, que superara al Focsa, aún el más alto de la isla con 36 pisos.

Pero el proyecto no se materializó, por la llegada de los barbudos. Antes, en el amplio espacio había funcionado un centro recreativo llamado Nocturnal y un pabellón de turismo. En 1966, a propósito de la celebración de un congreso internacional en el hotel Habana Libre, situado en la esquina opuesta, Fidel Castro, gran amante de los helados, decidió erigir Coppelia, cuyo nombre e imagen -las piernas de una bailarina- rinde homenaje a una de las grandes representaciones del Ballet Nacional de Cuba.

Cuando el 4 de junio de 1966 la heladería Coppelia abrió sus puertas, ofrecía una carta con 26 sabores y 24 combinaciones. Cincuenta centavos costaba una bola de coco almendrado o de crema de vie y un peso, una Copa Melba (helado de vainilla con una tajada de mango, sirope de fresa y altea). Ese día se vendieron más de 3 mil tinas de helado y durante las doce horas que estuvo abierta, las colas fueron de varias cuadras.

El helado es una de las golosinas preferidas de los cubanos de todas las edades y épocas. La primera sorbetería se instaló en 1807. Debido a un clima que como promedio anual ronda los 30 grados, a la gente le gusta refrescar con helado, solo o con cake (tarta), bizcochos y sirope. O batido con hielo.

Antes del comandante tomar el poder, en La Habana había varias marcas prestigiosas de helados: Hatuey, Guarina, San Bernardo y El Gallito. Los vendían en heladerías y cafés o en vehículos situados en puntos concurridos de la ciudad. "Yo prefería esperar a que pasara el vendedor sonando una campanilla, en un carrito con ruedas o tirado por caballos. Por una peseta (20 centavos) uno podía comprar un coco glacé", recuerda, Humberto, jubilado de 82 años.

Esos helados, producidos con leche en fábricas, competían con los artesanales de frutas, elaborados por los chinos sin leche. Según Josefina, ama de casa de 70 años, “nunca he vuelto a tomar helados tan ricos como los de los chinos”.

Después de Castro se siguió haciendo buen helado. De la marca Coppelia, se expendía en la heladería del mismo nombre. Era muy cremoso y una veintena de sabores.

Con la llegada del "período especial", una crisis económica que dura ya 22 años, el helado se convirtió en un lujo. Y su calidad mermó tremendamente. En esos años duros, la heladería llegó a trabajar un par de horas al día. Había sólo dos o tres sabores y por falta de leche, el helado era aguado e insípido.

Los revendedores de helado compraban en Coppelia tinas de helado. Y en sus casas o en las inmediaciones de hospitales y parques infantiles, vendían a 10 pesos un vaso plástico de helado. Uno de los tantos negocios clandestinos existentes en La Habana.

Con la legalización del dólar, arribaron helados importados de las marcas Walls o Nestlé. Un Extreme de Nestlé vale 2.50 c.u.c (3 dólares), el salario de 4 días de un obrero. Por moneda dura también se pueden adquirir marcas cubanas de primera. La más exclusiva es Flamingo, elaborada con leche de búfalos traídos de Vietnam y criados por la empresa Flora y Fauna, dirigida por el comandante de la revolución Guillermo García.

A 45 años de su inauguración, la heladería Coppelia, no es la sombra de lo que fue. El domingo 22 de mayo nada más había tres sabores: vainilla, naranja piña y menta. Aunque el helado no es caro, un peso la bola (0.05 centavos de dólar), su calidad deja mucho que desear. Eso sí, continúan las grandes colas. Antaño, ir a la 'Catedral del Helado', constituía la principal salida de fines de semana de numerosas familias habaneras.

Hoy, extenuados caminantes, estudiantes, trabajadores, jineteras, pingueros, gays, travestis y lesbianas, entre otros que pululan a toda hora por la céntrica heladería, hacen cola a pura fuerza de costumbre. Casi nunca hay los sabores que uno desea. Como almendra o moscatel. Fresa o chocolate.

Iván García

*"Temba" le dicen en Cuba a las mujeres entre los 40 y 50 años.

lunes, 25 de julio de 2011

Los caminos de la integración


El hecho de que subsisten en Cuba prejuicios raciales y desventajas de oportunidad para sectores poblacionales negros y mestizos, es un secreto a voces en el país.

La realización del seminario Cuba y los afro descendientes de América, celebrado durante cinco días en el Instituto Juan Marinello, en La Habana, fue otro ejercicio académico sin ecos en la población. El tema continúa siendo tabú, o al menos no se debate a nivel nacional, como la lucha contra la homofobia o a favor de los derechos de la mujer.

En estos eventos de carácter oficial no se admiten criterios que no converjan con los provenientes del poder. Todos señalan avances en el tema racial, aunque los negros sigan sumergidos en las zonas menos confortables de la sociedad.

Sin embargo, la diversidad de propuestas sobre el tema gana seguidores a través de medios y espacios alternativos a la esfera gubernamental. En ellos se busca el equilibrio entre resultados y métodos de gestión.

Un ejemplo son los talleres que realizan los miembros de la organización Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), en su sede de la Calle 23 entre C y D, Vedado. En ellos se profundiza desde diversos ángulos en diversas problemáticas sociales.

Durante la presentación de la multimedia de la revista Islas, publicación trimestral dedicada a temas afrocubanos, se conocieron algunas de las principales iniciativas del CIR, pese al acoso permanente de la policía política.

A la revista, embajadora en medios académicos a nivel internacional del pensamiento y la realidad de los negros cubanos, hay que agregarle la muestra fotográfica del Salón de Negros y Negras Ilustres de Cuba, que los martes y jueves la población puede visitar en la sede del CIR.

Ambos proyectos, junto al Premio Tolerancia Plus, El libro abierto del CIR y la Cátedra Gustavo Urrutia, los cuales extienden su misión desde Cuba hacia otros territorios del Caribe con presencia negra, marcan un giro en el acercamiento a la temática racial mediante la cultura.

No es fácil para las personas de diversos estratos sociales que integran el CIR, realizar sus actividades por la integración racial, bajo amenazas o en medio de redadas y detenciones policiales.

Son incontables las veces que la Seguridad del Estado ha impedido el acceso a la sede de la organización o conducido a los gestores del proyecto y sus seguidores a la estación de policía más cercana.

Pero las acciones represivas no los detienen. Insisten en su derecho a reunirse, expresarse y debatir sus criterios sin necesidad de pedir permiso a nadie, ni acceder a la cuota de participantes que les quiere imponer el gobierno.

Según el patronato del CIR, más que un problema de raza, se trata de conceptos. En un país donde las autoridades dictaminan que las calles y las universidades son para los revolucionarios, más allá del color o el sexo existe otra discriminación.

Víctor Manuel Domínguez

Cubanet, 24 de junio de 2011

domingo, 24 de julio de 2011

Palabras, palabras, palabras

La palabrería con que se articulan los acuerdos para alcanzar soluciones concretas y que ponen sobre el tapete viejos y recientes problemas, alcanza su cumbre por estos días en La Habana.

Cientos de militantes del partido comunista participan en las asambleas municipales ampliadas, con el propósito de exhortar a la erradicación de la ineficiencia económica. Por el tono de las intervenciones, y los datos aportados, se sabe de incumplimientos en la producción, ilegalidades, falta de control, que lejos de disminuir, aumentan cada año.

A juzgar por el tiempo invertido en reuniones y simposios, a estas alturas deberían estar resueltos muchos de los problemas que forman parte de la agenda. Aún se está lejos de enmendar de manera efectiva los fracasos que nos mantienen en el estancamiento, según el diario Tribuna de La Habana.

Por ejemplo, en la reunión efectuada en Guanabacoa, salió a relucir el déficit en los ingresos al presupuesto y los atrasos en la sustitución de importaciones; además de irregularidades en la entrega de tierras en usufructo, los incumplimientos en la entrega de los volúmenes de leche de vaca para la industria y los bajos rendimientos agrícolas.

Respecto a la reunión que tuvo lugar en El Cotorro, se supo de los serios problemas en la empresa metalúrgica Antillana de Acero y la fábrica textil 9 de abril, donde se incumplen los planes de producción, las ventas al exterior, además de existir otras dificultades como el insostenible gasto de combustible y el pago de salarios sin el debido respaldo productivo.

En la asamblea realizada en la Habana Vieja, los reportes siguieron la ruta del pesimismo. Allí salió a la luz el incumplimiento de al menos 20 empresas que dejaron de aportar 26 millones de pesos al tesoro nacional.

Por último, en el pleno partido de Regla, se señalaron las graves fallas en varias empresas como la refinería Ñico López y la empresa de Comercio y Gastronomía, entre otras.

Ante los desaciertos, habría que preguntarse: ¿De qué sirve la existencia de más de un millón de militantes del partido y la juventud comunista? Provoca vergüenza la relectura de viejos problemas de siempre, que no acaban de solucionarse. Se podría adelantar que las monsergas que caracterizaron las reuniones serán similares a otras por venir.

Después de horas y días de tiempo perdido, el socialismo continuará derrumbándose en cámara lenta.

Jorge Olivera Castillo

Cubanet, 24 de junio de 2011
Nota.- De la canción Parole, parole, parole, una de las más famosas de la italiana Mina, hay versiones en español (Silvana di Lorenzo, Pimpinela), pero como preferíamos una canción cubana que llevara 'palabras' en el título, entre Tres palabras, de Osvaldo Farrés, y Palabras, de Marta Valdés, nos quedamos con la segunda, interpretada por Pablo Milanés (TQ).

sábado, 23 de julio de 2011

Pequeñas historias de cubanos emprendedores


Alexis lo tenía claro. Para hacer dinero suficiente y marcharse de Cuba, debía abrir un cafetín. Lo ideal hubiera sido abrir una paladar (restaurante privado), pero no pudo gestionar tanto dinero. Con una española entrada en años, piernas gruesas y exceso de maquillaje, ‘jineteó’ 600 euros en varios rounds sexuales. Completó la plata con la venta de un ordenador portátil, dos pares de tenis Converse y una nevera LG de uso.

Y aquí lo tenemos. Sentado como un gerente en su timbiriche, vendiendo batidos, pizzas y espaguetis con queso y panes con croqueta, salsa rusa o jamón en una avenida habanera.

En noviembre, cuando sacó la licencia, calculó que en año y medio podría ahorrar 4 o 5 mil dólares suficientes para tramitar una carta de invitación y pagarse un boleto con destino a Barajas. “Pero el negocio marcha lento. Entre los gastos de inversión, los elevados impuestos y los suministros alimenticios, no he podido guardar mucho dinero. Lo peor es que a fin de año debo pagar una buena suma por concepto de declaración jurada. La cafetería me da está dando para comer bien y tomar cerveza de calidad. Poco más".

Pese a los contratiempos, Alexis es optimista, aunque algunas cosas le molestan. "Ahora nos quieren afiliar al sindicato. Al hombre que vino a meterme una ‘muela jorobada’ (discurso), le dije que si ese sindicato asumía nuestros derechos, yo me afiliaba. Mira que esta gente jode. Todo lo ven en blanco y negro. Piensan que con un negocio mierdero uno se va a forrar de dinero. Si las ventas siguen como hasta ahora, mi sueño español pude demorar diez años”.

A siete meses de que el gobierno del General Raúl Castro diera el pistoletazo de arrancada para que todo aquel que deseara pudiese abrir un pequeño negocio, más de 200 mil personas han sacado licencia.

No todo es color de rosa. En una oficina municipal de Diez de Octubre que tramita licencias a trabajadores por cuenta propia hay dos colas. Una para sacar licencias. Y otra para entregarlas. Según un funcionario estatal, siete meses después, 42 mil personas han entregado sus permisos.

René es uno de los que con cara de perro espera en la cola para devolverlo. “El sueño de mi familia era montar un restaurante con todos los hierros. Pensábamos que consiguiendo dinero íbamos a tener amplios beneficios. Por cada paladar que triunfa, hay seis que apenas se sostienen. Resido en un barrio alejado de los hoteles para turista y de gente con poco poder adquisitivo. Ha sido un desastre. Además de bajar el gravamen, el gobierno debiera estudiar que no es lo mismo un negocio en el Vedado o La Habana Vieja que en Arroyo Naranjo o Guanabacoa. Lo peor es que ahora debo 3,500 dólares a los parientes que me los prestaron”, explica René bajo un sol de espanto.

A Carlos las cosas no le van ni fu ni fa. De cualquier manera está contento. A partir de abril, a las personas que alquilan taxis, el Estado rebajó el pago mensual, de 1,000 pesos mensuales a 600 (45 dólares a 28 dólares). Cada día, se levanta a las cinco y media de la mañana y parte con su viejo Chrysler de finales de los 40. Durante doce horas, alquila a diez pesos por persona (0,50 centavos de dólar) en una ruta comprendida entre La Palma, Arroyo Naranjo al Vedado.

“Fíjate tu si la medida ha sido buena, que en pocos días habían más de tres mil ‘almendrones’ (viejos autos americanos) circulando por la ciudad. Con lo malo que está el servicio de transporte público, nosotros estamos tirando un cabo. Es verdad que todos no tienen diez pesos para gastar en taxis. Pero también hay muchos que pueden darse ese lujo y ahora notarán que el servicio es mejor”, acota Carlos.

No todos en Cuba tienen un auto o dinero suficiente para montar una quincalla o vender pizzas caseras. Es el caso de Lucía, una anciana que cuida la puerta de un baño hediondo en la calle Monte. Está tan sucio, que los hombres prefieren orinar a escondidas en los portales. Aunque siempre entra alguien. Y ella consigue de 30 a 40 pesos diarios (menos de 2 dólares), que le sirven para comer arroz blanco, potaje y estofado de cerdo con más grasa que carne en una fonda de mala muerte.

A Lucía no le gusta dramatizar su miseria. “Hay viejos que están peor que yo. Pago una licencia discreta y como caliente una vez al día. Que en Cuba es bastante”, dice la anciana. Mientras, de su añejo radio ruso se escucha un programa de boleros.

Tamara, joven dedicada a la venta de que discos piratas de audio y videos, no está obteniendo las ganancias deseadas. “Imagínate, en un tramo de 500 metros, hay 11 vendedores de discos. Así y todo es preferible vivir de tu esfuerzo que depender de la paga del Estado”, apunta, sentada en taburete de madera en el bulevar de San Rafael.

Pasado medio año de las cacareadas reformas diseñadas por tecnócratas de verde olivo, en lo que respecta al trabajo privado, los beneficios son escasos para muchos. Así y todo, se sienten optimistas. Y lo principal: son independientes.

Iván García

Foto: Franklin Reyes, AP. Un restaurante privado en Cuba.

viernes, 22 de julio de 2011

El 'mercado de la carne'


Cuando Román, un guantanamero alto y flaco, que lleva tres años residiendo clandestinamente en La Habana, siente deseos de sexo, con antelación planifica sus juergas.

Luego de trabajar 12 horas vendiendo pacotilla textil y tenis de marcas piratas, en una feria montada en la calle Galiano que le reportan ganancias diarias entre 20 y 30 dólares, se va al cuarto precario que tiene alquilado por 40 dólares al mes en la barriada de San Isidro. Se baña y afeita. Se pone un jean vistoso y por todo el cuerpo se echa perfume fuerte y barato.

Para acelerar la líbido, se toma la mitad de una cápsula de Viagra, de las que en el mercado negro venden a dólar cada una. Antes, en un café cercano a la casa de la música de Centro Habana, con calma se bebe cinco o seis cervezas negras Bucanero bien frías.

Al rato, las putas comienzan a merodear. Dos son las maneras de hacer trato con las jineteras por moneda nacional. O esperas a que ellas desvergonzadamente se te acerquen a hacer sus ofertas, o por ese lenguaje corporal y universal de las prostitutas, te percatas en lo que andan.

Todo es fácil. A los hombres ávidos de sexo como Román ya los conocen los chulos de muchas jineteras. Hay para todos los gustos. Y precios. Igual te hacen una paja por 2 dólares en el baño del café donde estás tomando cerveza, que en un rincón oscuro de los tantos edificios desvencijados de La Habana, te la chupan con fruición. Siempre con un preservativo puesto.

Si quieres algo diferente, tienes la opción de las jineteras a la carta. Negras, blancas o mulatas. Lo mismo se te cuelgan dos del brazo, para hacer un cuadro de amor lésbico. Si pagas un extra, te las puedes llevar a casa. En ese caso, el chulo te pide “por favor no me las maltrates ni me les des drogas”.

A cualquier hora del día en ese kilómetro de la geografía habanera que comprende desde el barrio chino de la calle Zanja hasta el Parque Central, una legión de chicos tienen un ojo experto para detectar a los tipos que están en busca de jineteras.

Osvaldo, un mulato joven que dedica varias horas al gimnasio cada día, es uno de los que vive de sus mujeres. Tiene seis trabajando para él. “Vivo de mi pinga (pene). Fue lo que Dios me dio. Una buena verga y poder de seducción. Estuve una vez preso por proxenetismo. Pero esto es un negocio que deja dinero sin ensuciarte las manos. Ahora la policía está menos severa. Y trabajo sin tanta presión. Lo ideal es cuadrarles ‘yumas’ (extranjeros) a mis chicas. Pero hay ya muchos cubanos con plata y son más espléndidos que los extranjeros”, dice sin dejar de otear el panorama.

También existen las jineteras independientes, como Julianna. No tiene chulo. “Todo el dinero que hago es para mí. Tengo que mantener a mi madre enferma de los nervios y un hijo de 5 años. Después de la 8 de la noche le pago a una señora para que me los cuide a los dos y me voy pa'l ‘fuego’ (la calle). Me va bien”, confiesa. Lo único que ella exige es que el tipo tenga buena pinta y se bañe antes de hacer el sexo. “Ah, y que no sea tacaño”.

Al 'mercado de la carne' (prostitución), se dedican varias casas en Centro Habana. Algunas son viviendas confortables con aire acondicionado, que cobran 5 dólares por hora. Otras son verdaderos antros. Cuartos húmedos y calurosos que parecen más el escondrijo de un terrorista que un sitio para fornicar.

En estos cuartuchos cobran un dólar la hora. Son los preferidos por los cubanos de pocos recursos. Román, quien todos los meses gira dinero a su madre y tres hijos en Guantánamo, prefiere pagar cuartos baratos.

Todas las jineteras llevan consigo condones. Algunas, incluso, en su bolso guardan un afilado punzón o una navaja suiza acabada de amolar. “Es que a veces los tipos se ponen ‘malitos’ y, o no quieren pagar o nos intentan dar una tunda de golpes”, aclara Tatiana, otra de las jineteras por su cuenta pululan por la calle Monte.

Al caer la noche, las prostitutas se multiplican. Los chulos beben ron en bares y parques de los alrededores, mientras sus mujeres están en la faena, 'trabajando' a su aire. La policía especializada con sus uniformes negros y sus perros pastores alemanes ya ni las ven. Es que son tantas las jineteras que asustan.

Iván García
Foto: Tomada del poema Al son de La Habana, de Antonio Sierra Sánchez, autor del blog En el ángulo oscuro.

jueves, 21 de julio de 2011

Un cubano 'extranjero' en su patria


En 2003, Paquito Herrera se acogió a la ciudadanía española, gracias a que sus padres fueron inmigrantes en la isla. Le concedieron visa para viajar a España. Cuando salió de Cuba, el gobierno le puso en la lista de quienes definitivamente abandonan el país. Le confiscaron y nacionalizaron sus propiedades, sin derecho a indemnización.

Al no vivir en Cuba, no tiene carné de identidad, ni cuota para recibir los alimentos racionados por la libreta. Cuando viene de visita, tiene que pagar todos los servicios, como si fuera un extranjero. Sin embargo, para entrar en la isla, necesita pasaporte cubano, como si aún fuera un ciudadano cubano.

La Constitución de la República establece que, cuando se adquiera una ciudadanía extranjera, se perderá la cubana. Aclara y establece el procedimiento a seguir para la formalización y pérdida de la ciudadanía, y las autoridades facultadas para decidirlo.

Para desgracia de Paquito, la Asamblea Nacional del Poder Popular, el parlamento cubano, está muy ocupado. Y no ha tenido tiempo de adoptar una ley que establezca el procedimiento y las autoridades encargadas de decidir el asunto. Mientras, el asunto es regulado por disposiciones de carácter administrativo, emitidas por el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX).

En materia de Derecho Constitucional, se produce una inconstitucionalidad por omisión. El parlamento cubano, el órgano legislativo único con facultad de aprobar, modificar o derogar leyes, no cumple con la obligación de legislar la normativa que permite la aplicación de los postulados constitucionales correspondientes.

¿Por qué el parlamento, a pesar de que su inacción afecta un derecho fundamental como el de la ciudadanía, no hace uso de sus facultades? ¿Qué interés puede tener el gobierno en retener la ciudadanía de cubanos que ya son ciudadanos de otros Estados?

Negocio, puro negocio. El asunto pasa por cuestiones económicas con un marcado trasfondo político. En la práctica, todos los cubanos son obligados a entrar en el país con el pasaporte nacional, que los califica como 'cubanos'. No les interesa que sea ciudadano de otro Estado, ni que de acuerdo a los dictados constitucionales, ya no tiene su ciudadanía natal.

En dos palabras: lo que dice la Constitución no se tiene en cuenta. La decisión, entonces, queda en manos de las autoridades gubernamentales, quienes en definitiva son las que deciden cuáles cubanos pueden salir y cuáles pueden entrar al país. Y las encargadas de otorgar "permisos de entrada y salida", que si no son pagados, no son concedidos.

Una violación descarada de la Ley Fundamental de la República. Lo que importa es que por concepto de trámites migratorios, se ingresan millones de pesos cubanos convertibles, entre otras divisas. Más claro, ni el agua.

Paquito quiere regresar. Todavía sigue legalmente casado en Cuba. Está desempleado. No tuvo suerte en España. Aquí tampoco le iba bien, pero allá se encuentra solo, sin familia. Con 55 años, está dispuesto a empezar de cero en su patria. En marzo del 2009, vino de visita. Y después que se le vencieran las prorrogas de estancia en el país, intentó quedarse. Pero las autoridades de emigración lo deportaron.

El gran problema de Paquito Herrera es que obtuvo la ciudadanía española por naturalización. Y la Constitución cubana no admite la doble ciudadanía. Como el parlamento sigue sin cumplir su obligación de legislar sobre el asunto, en el sistema legal cubano se continúa aplicando el
Reglamento de Ciudadanía , en vigor desde que el 4 de febrero de 1944 se pusiera en práctica el Decreto 358. Hace 56 años!

Según sus postulados, respecto al procedimiento para la pérdida y recuperación de este derecho, el Ministerio de Estado, hoy MINREX (Ministerio de Relaciones Exteriores), dispone la instrucción de un expediente, cuando tuviere conocimiento de que un ciudadano cubano haya adquirido otra ciudadanía.

En el caso de Paquito, el MINREX debió declarar, por medio de una resolución, la pérdida de la ciudadanía cubana. A continuación, remitir esa resolución al Ministerio de Justicia, para que este organismo realizara la anotación marginal correspondiente, en el asiento de inscripción del Registro Civil.

Para recobrar la ciudadanía perdida, Paquito simplemente hubiera tenido que comparecer ante el encargado del Registro Civil del domicilio donde siempre vivió en Cuba, para manifestar y hacer inscribir su propósito de recuperarla. Y un año después, realizar el mismo proceso.

El procedimiento así escrito parece simple. Pero para Paquito es imposible seguirlo. No tiene cómo acreditar que ha perdido su anterior ciudadanía (la cubana) porque el MINREX así no lo ha declarado. Por tanto, tampoco podrá pedir que se reestablezca su domicilio en Cuba. En realidad, no se puede recuperar lo que nunca se ha perdido.

Paquito buscó otra vía para volver a su tierra natal. Pidió un permiso al Consulado de Cuba en España. La respuesta fue negativa. Todavía no ha cumplido 65 años y no tiene hijos. Desesperado, ha optado por pedirle a sus santos que detengan el tiempo. En las noches de desvelo, se pregunta por qué el gobierno cubano le niega el derecho a regresar.

La pregunta ingenua de Herrera tiene una respuesta concreta: el día que él se marchó a residir en España, fue sancionado con el destierro. Una condena política, que oficialmente no consta en ningún documento, pero que hace décadas le han aplicado a más de dos millones de cubanos.

Por ello, a Paquito y todos los cubanos que decidieron establecerse en otra nación, les confiscan sus propiedades, tienen que pagar en moneda dura para entrar al país -y también si desean quedarse por más tiempo. Encima, aguantar que los traten como si fueran extranjeros... cuando les conviene.

Lo otro que Paquito no entiende es que, mientras él permanezca en España, le está reportando ventajas al gobierno cubano. Dentro de la isla, él es un estorbo. No sólo porque ya se acerca a la tercera edad, si no porque regresaría tal como se fue. Con una mano alante y la otra atrás. Sin nada.

Y eso que, a diferencia de otros cubanos en similar situación, Paquito tiene dónde un techo donde vivir. Su esposa, con quien contrajo nupcias hace treina años y continúa casado, tiene una vivienda en Cuba. Sin embargo, para despojarlo de todos sus bienes, que no eran muchos, sólo los matrimoniales, el Estado se subrogó en su lugar y grado, y liquidó la comunidad matrimonial.

Pero el Código cubano de Familia no reconoce esa causa como una de las que extingue el vínculo matrimonial, y por ende, la comunidad de bienes. Entonces, para no mantener una copropiedad forzosa con el Estado, su esposa tuvo que pagarle la cuota que le correspondía a su marido.

Una duda: si Paquito Herrera regresa, ¿le devolverán los derechos sobre sus bienes? A la luz del Código de Familia, todos los bienes adquiridos dentro del matrimonio forman parte de la comunidad matrimonial. ¿Qué pasaría con la liquidación forzosa que realizó el gobierno, acto unilateral y también ilegal? Quizás éste sea uno de los motivos por los cuales no le permiten a Paquito volver.

Lo cierto es que el gobierno hace caso omiso de las disposiciones del Reglamento de Ciudadanía. Viola los derechos de los cubanos y simula legitimidad en el acto. Ni privan a nadie de su derecho de cambiar de ciudadanía, ni tampoco admiten la doble, porque solamente reconocen la cubana. Interpretan la ley de acuerdo a su conveniencia.

En 2010 Paquito regresó. Le pidió un préstamo de 900 euros a un banco español, para poder realizar los trámites migratorios. Pasó el fin de año con los suyos y por 40 cuc (pesos cubanos convertibles) le pintó la casa a un sobrino. Con ese dinero, pagó dos solicitudes de prórroga, para permanecer más tiempo en Cuba. Nuevamente va a intentar quedarse, aunque está consciente de que lo volverán a deportar. Piensa seguir intentándolo, hasta que un día las autoridades se cansen y se apiaden de él. O hasta 2020, dentro de diez años, cuando cumpla los 65 y pueda legalmente retornar.

De momento, Paquito Herrera es un extraño en la tierra que lo vio nacer.

Laritza Diversent

miércoles, 20 de julio de 2011

La Habana también tiene su Chinatown


En toda ciudad que se precie existe un barrio chino. La Habana no podía ser menos. Los chinos son la población más numerosa del planeta. Si a los 1,300 millones que viven en China continental sumamos los desperdigados por medio mundo, quizás las cifras superen los mil 500 millones.

A Cuba llegaron a mediados del siglo 19, huyendo de guerras y miserias. La mayoría procedía de Cantón y emigraron como mano de obra barata en plantaciones azucareras. Hicieron los trabajos más duros. Poco a poco fueron levantando cabeza y abriendo chinchales. Lo mismo vendían frituras que montaban un 'tren de lavado' (tintorería) o abrían una fonda en algún barrio de La Habana o del interior de la isla.

Durante la guerra de independencia contra España en 1868, los chinos también empuñaron el machete. Y vaya si lo hicieron bien. En la calle L esquina a Línea, Vedado, casi besándose con el malecón, se levanta un obelisco a los chinos que pelearon contra las tropas españolas. Según reza un letrero, no hubo ningún chino cubano desertor ni traidor.

Muy pocos llegaron hablar con soltura el castellano. Su ahorrativo estilo de vida provocaba burlas de los cubanos, con fama de dilapidadores. Su principal estuvo enclavado -y aún está- en la zona comprendida por las calles Zanja, Dragones, Rayo y San Nicolás, en Centro Habana.

Allí tenían tiendas, cafés, cines y teatros como el Shanghai, en la época considerado de 'relajo' (pornográfico).También asociaciones donde por las tardes practicaban artes marciales o rendían culto a sus deidades. En las noches calurosas, entre vino de arroz y bocanadas de opio, en silencio jugaban Mahong.

Después de la llegada de los barbudos al poder, a los chinos, como a cubanos, españoles y otros extranjeros, también les expropiaron sus negocios. Eso fue durante la ofensiva verde olivo de 1968, una copia de la colectivización llevada a cabo por Mao TséTung al otro lado del mundo. Muchos decidieron marcharse y establecerse en Estados Unidos.

En los 90, cuando la URSS se despidió de su exótica doctrina, China inventó un sistema bicéfalo de dos ideologías y una nación. A golpe de economía de mercado y talleres, se convirtió en la factoría número uno del planeta. A falta de rublos y petróleo ruso, a Fidel Castro no le quedó otra que mover fichas.

Fue durante esa etapa de tímidas aperturas que Eusebio Leal, el historiador de la ciudad, y la embajada de la República Popular China, concertaron un acuerdo para que descendientes chinos crearan entidades culinarias.

Han podido operar con autonomía. Sin el ojo celoso del Estado -esa especie de elefante que a su paso estropea la cristalería- el barrio chino de La Habana comenzó a florecer. Ahora mismo es el sitio donde mejor se puede comer en la capital.

Las antiguas fondas chinas se han reconvertido. Confortables y con aire acondicionado, el menú ofrece platos típicos como arroz frito, chop suey y rollitos de primavera. A falta de un barrio italiano, también venden pizzas, espaguetis y canelones. Y comida criolla: congrí, cerdo asado y yuca con mojo

Sí, se come bien en el actual barrio chino habanero. Lo malo es a la hora de pagar. Una cena para cuatro personas cuesta alrededor de 50 dólares, cinco veces el salario mínimo mensual de un trabajador cubano. A diferencia de la comida ofrecida en barrios chinos de otros países, de económicos precios, el de la capital cubana es un lujo. Los que pueden, van en ocasiones especiales, por el día de las madres o cumpleaños familiares.

Nunca fue tan caro comer comida china en Cuba. Atrás quedan aquellas cafeterías, en Monte, Belascoaín, Infanta y otras calles céntricas habaneras, donde 3 pesos alcanzaba para una ración abundante de arroz frito con camarones, pollo y jamón, entre otros ingredientes, y una sopa china de vegetales.

Ya los hijos y nietos de chinos no venden helados de frutas ni lavan y planchan ropa. No les hace falta. Hoy son gerentes de restaurantes o sociedades y viven a lo grande. En este peculiar barrio habanero, funciona la oferta y la demanda. En la mayoría de sus locales te cobran un 10 % de impuesto por una cena. La actual generación es más lista que sus padres y abuelos.

Iván García

martes, 19 de julio de 2011

Con dos intolerantes basta


El 21 de junio llegó a su fin el programa "Con dos que se quieran basta", con entrevistas del cantautor Amaury Pérez Vidal a personalidades de la élite cultural radicada en Cuba. Más exactamente, a personalidades radicadas en La Habana.

Y se habría agradecido un perfil más nacional, menos capitalino. Porque en algún rincón de esta isla pudo haberse encontrado a algún músico, pintor, bailarín o investigador de probada calidad que no fuese amigo del conductor del programa y viviera en Santa Clara, Jatibonico o Manzanillo.

Como colofón de su serie de programas, Amaury Pérez se reservó al trovador Silvio Rodríguez, conocido tanto por sus canciones y su adhesión a la "revolución" como por las anécdotas de cómo fue censurado a inicios de su carrera artística.

Ante las cámaras, Silvio parecía un tipo jovial y contraído a la vez. Amaury se empeñaba en agotar la paciencia de los televidentes, con una risita ridícula que en cada programa intentaba trocar en complicidad, y que esta vez hizo más recurrente.

Al cuestionamiento de por qué muchos lo consideran un artista oficialista, Rodríguez argumentó que, si es con la revolución cubana y sus dirigentes (Fidel y Raúl), aceptaba tal etiqueta y la llevaba con orgullo. Y hasta ahí pudiera considerarse razonable su discurso, pues siempre han existido intelectuales al servicio de tiranos.

Silvio, sin embargo, fue más lejos e hizo gala de una intolerancia a la altura de su servilismo. Acusó de oficialistas a "quienes le cantaron a Bush". Para él, quienes discrepaban de la revolución y de sus dirigentes eran oficialistas de una manera muy distinta a la suya. El término podía utilizarse en esos casos peyorativamente.

Pero lo que Rodríguez no dilucidó delante de las cámaras es que un exiliado cubano puede cantarle hoy al presidente Obama, y cuatro años después terminará forzosamente su adhesión, si es que la hay. No aclaró que quienes le cantaron a George W. Bush en tanto presidente no podrán hacerlo ya más, puesto que existe una constitución de más de 200 años que lo impide.

Otro ejercicio de mixtificación política llevó a Silvio Rodríguez a suponer que la discrepancia pública con la revolución cubana lleva incluida la aprobación tácita de los bombardeos en Irak, así como los supuestos intentos de las tropas norteamericanas de apoderarse de Libia.

El programa, producido por el sitio Cubadebate (la más reciente plataforma cultural del departamento ideológico del PCC), fue descendiendo tanto en interés y consistencia que llegó un momento en que prefirieron entrevistar a la dominicana Sonia Silvestre, actualmente agregada cultural de su país en Cuba. Sin sonrojo alguno, la cantante confesó cómo, a través de sus influencias, envió a su hijo a estudiar una carrera científica, a la par que ella se hacía de la cartera diplomática.

Solo en unos pocos países -Cuba se encuentra entre esas excepciones- constituye un delito entender como aberración a un sistema perpetuado en el poder durante más de medio siglo. Pero como el buen cubano se empina por encima de sus hambres físicas y espirituales, allá por el mes de enero un chiste debió recorrer tanto los barrios como los pasillos del Comité Central del Partido Comunista.

A la pregunta de cómo se llamaba el año que por entonces empezaba, la respuesta parodiaba el título del programa televisivo de Amaury Pérez: "Con dos que se mueran basta".

Luis Felipe Rojas

Diario de Cuba, 22 de junio de 2011

lunes, 18 de julio de 2011

Tener hijos en la isla de los Castro


Para Ricardo, 32 años, el peor negocio que se puede hacer en Cuba es tener hijos. “Tengo dos y sé de lo que hablo. Si mi jeva (mujer) no los tiró para afuera (se hizo un aborto) es porque el ginecólogo nos dijo que si se hacía un nuevo legrado quedaría estéril. Luego de halarnos los pelos decidimos tenerlo. Y Dios nos castigó. Tuvimos jimaguas”.

Muchas parejas piensan como Ricardo. El aborto en Cuba se ha convertido en otro método anticonceptivo. Se practica irresponsablemente.

Heidi, 27 años, va por la quinta interrupción. “El doctor no quería hacérmelo, pero más fuerte que la ética médica resultaron los 20 chavitos (25 dólares) que le introduje en el bolsillo de su bata. Es una locura tener un hijo en estos momentos. Vivo en el cuarto de un solar (cuartería) con una familia tan numerosa que varios duermen en el piso. Trabajo en una farmacia y gano 290 pesos (12 dólares). Mi novio no trabaja. Cada vez que salgo embarazada, me hago un aborto”.

El aborto es casi un deporte para algunas cubanas. La doctora Raisa lo achaca al descuido en las parejas a la hora del sexo. “A los jóvenes no les gusta protegerse con condón. Y las muchachas no suelen tener ningún tratamiento anticonceptivo. La salud pública cubana debiera ser más rigurosa con los abortos. Ya la situación pasa de castaño a oscuro”.

Las interrupciones del embarazo son gratuitas en la isla, igual que el resto de la atención sanitaria. Aunque hay médicos que por debajo de la mesa hacen dinero practicando abortos. Según un ginecólogo habanero, al mes se embolsa unos cien dólares. “Además, recibo buenos regalos, hasta una pierna de jamón me han regalado”.

Pero la danza de los billetes ocurre cuándo los médicos cumplen misiones de ayuda en el extranjero. Un reportaje del Wall Street Journal publicado en enero de 2011 por Joel Millman, daba una pista sobre el negocio entre bambalinas que resulta para los galenos cubanos practicar el aborto en naciones africanas y del Medio Oriente. José, un médico que estuvo 3 años en Sudáfrica, afirmaba que hacer legrados en esos países es una manera de regresar con bastante dinero de a la isla. “Si las cosas van bien incluso puedes desertar”.

Instituciones como la iglesia católica han abordado con preocupación el tema del aborto a granel. El médico disidente Oscar Elías Biscet, excarcelado bajo licencia extrapenal, ha sido una voz líder contra la interrupción indiscriminada del embarazo. La doctora Hilda Molina, en la actualidad viviendo en Argentina, durante años realizó una cruzada contra el uso de fetos en la producción de medicamentos por parte de instituciones científicas nacionales.

A no dudar, Cuba es el país del continente americano que más facilidades brinda para la práctica del aborto. Una de las modas nocivas generadas por la revolución. Las precarias condiciones de vida y la falta de viviendas, han sido causantes de que un alto número de mujeres decidan abortar, en ocasiones con más de doce semanas de gestación. Los medios oficiales no tocan públicamente el asunto. Como si no existiera.

La práctica masiva del aborto y los pocos deseos de tener hijos por las parejas, están contribuyendo al envejecimiento acelerado de la población. Si es difícil la vida para los jóvenes, imagínense los ancianos. Cuba no es un buen país para viejos. Para el 2020, habrá más personas de la tercera edad que niños en edades comprendidas entre 0 y 14 años. A esto súmele que anualmente 20 mil personas emigran por vía legal hacia Estados Unidos, cientos de ellas aún en edades de procrear.

El ginecólogo habanero opina que esa gran cantidad de abortos también es una respuesta de inconformidad con el estado de cosas. “No les apetece tener un hijo en un país cargado de carencias. Hay mujeres que se los sacan porque están esperando irse y quieren parir fuera, con más recursos. Es lamentable, pero eso viene sucediendo”.

La revolución de Fidel Castro ha sido una fábrica eficiente a la hora de producir escasez. Todo lo contrario en el caso del aborto. Se pueden colgar una medalla de oro.

Iván García

domingo, 17 de julio de 2011

El fantasma del "Papa" en la Finca Vigía


Dice Maydelis, la sobrina del gallero Pichilú, el hombre que le enseñó a Ernest Hemingway la emoción de las peleas de gallos, que algunos vecinos de San Francisco de Paula suelen ver, en el leve inviernillo cubano, la figura de un hombre alto con ropa caqui que, a las doce de la noche, pasea frente a la puerta de la Finca Vigía.

Se detiene cada dos pasos y mira hacia el punto del camino que entronca con la carretera de La Habana como si esperase a alguien.

Lo ven en diciembre, a finales, cuando se acerca el año nuevo y hay fiestas, y mucha gente se llena de ron y de aguardiente y amanece luego con esa historia, seguros de que la aparición es el dibujo de la materia del escritor que no se quiere ir de la casa donde vivió 21 años y donde tuvo muchos momentos de felicidad con la mujer que más amó en su vida: la periodista Martha Gellhorn.

Otros descreídos se ríen de ese fantasma sin pasaporte, al que le cancanea el español, y dicen que es un guajiro de en vuelta de Bejucal que anda enamorado de una viuda. Y que si fuera 'Papa' no vendría a esperar a ninguna mujer.

Vendría a revisar el yate Pilar, a pasar por las tumbas de sus gatos, a engrasar la máquina portátil que sigue callada en un estante del baño a la altura del pecho del escritor y a preparar el Buick para comerse los 10 kilómetros hasta El Floridita.

La leyenda de Martha, recordaba su gran amigo español, el médico Luis Herrera Sotolongo, se debe a que fue ella la única mujer que lo dejó solo con sus impalas, sus kudús estilizados, las armas relucientes y sus manías para retomar su vida lejos y en libertad por muy dios de bronce que fuera su marido. También ella se suicidó, en Londres, en 1998, con un silencioso cóctel de pastillas.

Ojalá que sea 'Papa' el fantasma que ronda la entrada de la finca. Y que vuelva este año cuando nada más hace medio siglo de su muerte. Y que regrese siempre. Nadie sabe. El tiempo, en esa dimensión, se dice que es remedio santo.

Raúl Rivero
El Mundo, 25 de junio de 2011
Foto: Torre Johnson, Magnum Photos. Uno de los gatos de Ernest Hemingway toma agua de una copa a la hora de almuerzo en el comedor de la Finca Vigía, en San Francisco de Paula, localidad en las afueras de La Habana. La foto fue en hecha en 1954, poco antes de que el escritor viajara a Estocolmo a recoger el Premio Nobel de Literatura.

sábado, 16 de julio de 2011

En Cuba también hay veteranos de guerra


En noviembre de 1975, cuando Angola proclamó su independencia de Portugal, Cuba comenzó a enviar tropas a la nación africana, abocada a una guerra civil que amenazaba desangrarla. Cinco meses después, en abril de 1976, los combatientes cubanos recibieron la visita del ministro de las fuerzas armadas, Raúl Castro. Le acompañaban varios altos cargos militares, entre ellos Rogelio Acevedo, acusado de corrupción y defenestrado a principios de 2010.

Han transcurrido más de treinta años. Todavía hoy, veteranos de la guerra angolana se mantienen fieles al gobierno de los Castro. Es el caso de Renato, 70 años, quien con orgullo dice seguir perteneciendo a una casta de revolucionarios que prefieren que la isla se hunda en el mar antes de regresar al capitalismo.

Sí. Hay ancianos que pelearon en Angola que aún duermen con el cuchillo apretado entre los dientes. No se les ocurra hablarles de democracia. "¿Qué es eso? Quien desee el poder tiene que quitárnoslo a tiros", responden.

Lo de ellos es cumplir órdenes. Sea un acto de repudio a las Damas de Blanco o a un “cabecilla contrarrevolucionario”. Allí están. Como parte de esa barricada con que cuenta la revolución ante posible disturbios callejeros.

A los veteranos criollos, el síndrome del fusil también les ha pasado factura. Su válvula de escape es vivir del pasado. El mejor momento del día es cuando reunidos en el local de la asociación de combatientes, rememoran la etapa en que fueron jóvenes y curtidos soldados u oficiales.

Es su combustible emocional. Las marchas bajo 40 grados de temperatura por carreteras angolanas, evadiendo minas terrestres. O las escaramuzas con tropas de Jonas Savimbi y Holden Roberto, donde a morterazo limpio y con ráfagas cerradas de AK-47 exterminaban al enemigo.

Para estos abuelos, aquellas hazañas son sus días de gloria. A Renato ya no le acompaña el físico. Tiene más achaques que el Morro. A diario fuma casi dos cajetillas de cigarrillos y bebe más ron de lo debido. “Se va a morir así. Defendiendo la causa y odiando a los que no apoyen la revolución”, dice resignada Marta, su esposa desde hace cuarenta años.

Sus hijos respetan al intransigente padre y lo dejan hacer. “Es su hobby. A otros les da por el béisbol, hacer mandados, cuidar los nietos o regar las flores, a mi papá lo que le gusta es participar en simulacros de bombardeos yanquis o hacer el paripé de una invasión. Y eso de que las ‘calles sean de los revolucionarios’ se lo toma con demasiado celo”, señala Ernesto, uno de sus cinco hijos.

En el barrio lo ven de muy distinta manera: loco, bufón, esperpento... La gente le dá cuerda. Cuando los domingos de la defensa intenta caminar erguido y marcial, vestido de miliciano y con un puñado de medallas colgadas en el pecho, los más jóvenes se burlan y en voz baja dicen: “Si los marines ven a esta tropa, le cogen lástima”.

Estos veteranos de guerra también sufren los rigores de la escasez material y económica generosamente brindada por el ineficiente Estado. Sus casas suelen necesitar pintura y reparación para que no se venga abajo al paso de un ciclón. Comen lo que sus hijos “resuelven” en sus puestos de trabajo. O con los dólares girados por parientes de Miami.

Lo peor es que no pueden contar con los buscavidas para que les vendan arroz, carne de res, leche en polvo o aceite vegetal. Por debajo de la mesa, sus mujeres e hijos son los que deben comprar en el mercado negro el suministro alimenticio que permita reforzar la dieta de estos activos ancianos.

Luego de almorzar, sin saber de dónde salieron los alimentos, el viejo Renato se marcha a charlar con sus ex compañeros de armas. Quizá ese día haya nuevas órdenes que cumplir. Lo mismo puede ser una pachanga callejera en apoyo a la revolución, un desfile en la plaza o un mitin contra 'mercenarios pagados por el imperio’.

Cuando se acuesta, mientras su esposa lee la Biblia, Renato repasa su libro de cabecera, Días y noches, de Konstantin Simonov, regalo de un coronel soviético que fue asesor militar en Cuba. “Vieja, tu verás que con Raúl la cosa va a mejorar. Hasta leche tendremos”, dice optimista. “Dios quiera que así sea”, responde su mujer. Y apaga la luz.

Iván García
Foto: Combatientes cubanos en Angola.

viernes, 15 de julio de 2011

Cuentapropistas, entre dudas e ilusiones


Para Leonardo, dueño de un cafetín en la barriada de la Víbora, todavía sus ventas dejan que desear. Más de seis meses después que las autoridades cubanas ampliaran el trabajo por cuenta propia, a muchos las cuentas no le cuadran.

“A un sobrino en Estados Unidos le pedí que me prestase 1,500 dólares. Vendo pizzas, batidos y sandwiches. Estoy en un lugar privilegiado. Pero en medio año, a mi alrededor se han abierto seis cafeterías. Sin contar las cuatro del Estado. El problema no es solo la fuerte competencia: el bolsillo de los consumidores está seco. La solución sería que el gobierno revise el asunto de los altos impuestos en el próximo Congreso del Partido Comunista, para nosotros poder bajar los precios. También esperamos que a corto plazo se abran mercados mayoristas donde podamos comprar alimentos e insumos”, expresa Leonardo.

Mas o menos en su misma situación se encuentra Zaida. “Tengo esta cafetería desde hace quince años, siempre he vendido café y refrescos. Gracias a parientes en Italia, conseguí 1,000 euros para mejorar el local y el surtido: pizzas, dulces, jugos, pan con bistec de cerdo, bocaditos de jamón y perros calientes. Pero las ventas no son buenas”.

Lo contrario le ha ocurrido a Tomás, uno de los 500 mil trabajadores estatales que quedaron sin empleo a principios de año. “Me ofrecieron ir a la agricultura o pasar un curso de policía. Ninguna de las ofertas me gustó. Decidí abrir un taller de reparación de equipos electrodomésticos. Y me va bien. Comparado con los 350 pesos mensuales que ganaba laborando para el Estado, mis beneficios actuales se han multiplicado por cuatro. Además, no tengo jefes ni un horario fijo”.

Cuando el gobierno presidido por el General Raúl Castro dio el pistoletazo de arrancada, en octubre de 2010, la gente se lo tomó con calma. Había incertidumbres y temores. En años anteriores, el acoso de los inspectores estatales y los elevados gravámenes desalentaron a cientos de trabajadores particulares, que molestos entregaron sus permisos.

Pero ahora las reglas de juego son nuevas. Aunque todos creen que los impuestos siguen siendo demasiado altos, se nota un relajamiento a la hora de las inspecciones. Según Caridad, vendedora de CDs piratas de música en un portal de Centro Habana, existe un mayor respeto por parte de los burócratas encargados de atenderlos.

Según el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, hasta el 1 de marzo se habían entregado 171 mil nuevas licencias para ejercer como particulares. Las más solicitadas son las de paladares, cafeterías, expendio de artículos religiosos, vendedores de discos y alquiler de habitaciones.

Como promedio, la tramitación de la licencia dura unas tres semanas. Enrique, graduado en telecomunicaciones, hace años engavetó su título universitario y se dedicó a administrar una paladar de calibre en el barrio de San Leopoldo, en el corazón de La Habana.

Y vaya si le va bien. Su restaurante está entre los 500 más importantes del planeta, según revistas especializadas. El ambiente refinado de La Guarida contrasta con el entorno marginal donde se encuentra ubicada. Pese a ello, cenar en La Guarida no está al alcance de los bolsillos deprimidos de gran parte de los ciudadanos. Las reservaciones se hacen por internet. A no ser que seas un personaje importante como la Reina Sofía de España, Naomi Campbell, Diego Armando Maradona o un congresista estadounidense de paso por La Habana.

Enrique reabrió su paladar con nuevas ofertas. Pero en la isla no son muchos los privados que pueden hacer dinero a manos llenas como el dueño de La Guarida. Según Aldama, un señor alto y de voluminoso abdomen, que hace cuatro meses inauguró una paladar en Víbora Park, está obteniendo ganancias. “Te diría que no son tantas para la cantidad de dinero invertido. Así y todo, uno puede embolsarse 500 dólares mensuales limpio de polvo y paja, bastante plata para nuestros parámetros”, aclara mientras saca cuentas en una calculadora china.

Claro, para abrir una paladar se necesita tener como mínimo entre 5 mil y 7 mil dólares. Un chorro de dinero inalcanzable para una mayoría. Varios trabajadores por cuenta propia abordados coinciden que, a pesar que la cosa no marcha como ellos pensaban, es preferible tener un negocio independiente a trabajarle al Estado.

“Uno prospera de acuerdo al talento de cada cual y el tiempo que se labore. Aunque el gobierno nos ha puesto el listón demasiado alto con el tema de los impuestos”, dice Roberto, taxista privado.

En los próximos meses se esperan nuevas medidas que impulsen el trabajo por cuenta propia. Ya se anunció la concesión de préstamos bancarios. Todavía se desconoce el monto de estos empréstitos y la tasa de interés fijada.

Entre dudas e ilusiones y a pesar de las limitaciones, muchos cubanos consideran que por su cuenta, pueden ganar más dinero que en una empresa gubernamental. Y además, no tienen que estar robándole al Estado.

Iván García

jueves, 14 de julio de 2011

Supervivencia (II y final)

Pizza in Havanna por DanTheCam.

En el artículo 161.1, el Código Penal cubano plantea: “El que con conocimiento de que se ha cometido o se intenta cometer un delito, deja de denunciarlo a las autoridades, tan pronto como pueda hacerlo; o con conocimiento de la participación de una persona en un hecho delictivo, no la denuncia oportunamente a las autoridades, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas”.

Imaginen lo embarazoso que sería denunciar a la persona que te vende el aceite para comer. Cuando estaba a punto de graduarme en la universidad, esa fue una de las cosas que más me chocó.

Obligatoriamente, tenía que pasar mi servicio social como jueza o fiscal. No me parecía justo acusar o sancionar a las personas, gracias a las cuales puedo comprar comida, ropa, zapatos a precios más baratos y acordes a mi salario, e incluso con oportunidades de pago, ventajas que no se tienen en los negocios estatales. De ahí la tolerancia social por las conductas prohibidas por la ley.

El gobierno también está consciente de esa situación. Por eso creó una compleja red de denuncias anónimas. Delaciones que no son resultado de la observancia estricta por cumplir la ley o de la conciencia por cumplir con un deber social. Casi siempre son producto de envidias, rencillas y bajas pasiones. Una muestra de la pérdida de valores éticos en la sociedad cubana. Y, sobre todo, de la impunidad con que el gobierno se inmiscuye en la vida privada de los ciudadanos.

Un aumento del nivel de vida de un vecino, le preocupa y molesta a otro, que debido a años de frustración ha visto su vida estancada. O por culpa de una discusión por el más mínmo motivo: la música alta; disputa entre hijos o desacuerdo en cuanto a los límites de las propiedades colindantes. O simplemente es una persona orgullosa y no saluda a nadie.

Cualquier asunto puede ser el estímulo inicial para chivatear ante las autoridades que un vecino está haciendo actividades ilegales. Esa suele ser la principal fuente de información de la que se nutren las autoridades para arremeter contra los llamados 'nuevos ricos' y quienes supuestamente pudieran representar un peligro real al ejercicio del poder político, en manos de una dirigencia histórica.

Por ello, vivir en Cuba es bastante complejo y difícil de entender fuera de sus costas. Para lograr un propósito, satisfacer determinadas aspiraciones básicas o lograr un sueño, los cubanos se ven obligados a transgredir la ley. O incurrir en un delito cuando toleran que otros la transgredan. Y corren el riesgo de ser denunciados por el simple placer de chivatear o por los mezquinos sentimientos de alguien.

Incomprensible, pero así es la supervivencia en esta isla.

Laritza Diversent
Foto: DanTheCam, Flickr
Nota.- Este trabajo fue publicado en el blog Desde La Habana en septiembre de 2009, pero el Archivo con todos los posts publicados ese año, 'misteriosamente' desapareció (TQ).

miércoles, 13 de julio de 2011

Supervivencia (I)

Communist Policia por Karl Langley.

Vivir en Cuba es extremadamente complejo. Para todo -y por todo- hay que correr riesgos. Incluso para sobrevivir. No hablo de pérdidas o ganancias en el desarrollo de una empresa. Me refiero a que en casi todos los contextos cotidianos hay que recurrir a la ilegalidad.

Si compras algo que tenga procedencia dudosa, se comete el delito de receptación. Si vendes, el de especulación. Si compras para revender, acaparamiento. Cada figura delictiva del Código Penal está diseñada de tal manara, que abarca disímiles situaciones de la vida diaria.

Conductas que en nada representan un peligro para la sociedad, y en la legislación están previstas como acciones antijurídicas. Para el gobierno, lo único legal es trabajar en un centro estatal, estudiar y comprar los mandados de la bodega. Hacer otras cosas es caminar por el filo de la navaja de la ilegalidad.

De esa situación están conscientes las autoridades. Los agentes de la policía paran diariamente en la calle a cientos de individuos bajo la sospecha de que están cometiendo un delito. No sé si existan estadísticas, pero calculo que cada cinco minutos, el 20 por ciento de la ciudadanía realiza una acción delictiva.

Tal vez todos tengamos cara de delincuentes.

Lo cierto es que los registros en la vía pública van en contra de la dignidad del ciudadano, pero no importa: hay que revisar todos los bolsos, mochilas, paquetes, jabas: así, dicen, se cumpla la ley. “Institucionalidad, orden y disciplina” es la última consigna.

En las casas sucede lo mismo. En cada cuadra, un comité “vigila” que no se cometan ilegalidades. Pero todos sabemos que es raro el vecino que no tenga algún negocio. Porque nadie puede vivir con el salario mensual. A no ser que recibas remesas del exterior o le robes al Estado.

El primero que 'echa pa'lante' a cualquiera es el presidente del Comité de Defensa de la Revolución, aunque en su domicilio tiene un banco ilegal de películas pirateadas. Todas las tardes camina por el barrio alquilando novelas, series y programas trasmitidos por la televisión de Miami.

No por curiosidad, si no por necesidad uno se entera a qué se dedica tu vecino. Llegas del trabajo y te encuentras que se te acabó el aceite para cocinar, agarras una botella y preguntas en el vecindario . Enseguida alguien te dice quién vende aceite y quien hasta ayer por la tarde tenía, pero ya se le acabó. Es el día a día de quienes no tienen pesos convertibles y necesitan conseguir detergente para lavar, jabón para bañarse o carne de res, porque alguien en la familia tiene la hemoglobina baja.

A pesar de vivir prácticamente en la ilegalidad, los cubanos deben denunciar los hechos que transgredan la ley. El incumplimiento de dicha obligación está previsto en el Código Penal como un delito. Hacerse de la vista gorda ante estas conductas también es una infracción. Y puedes ser multado. O ir a la cárcel.

Laritza Diversent

Foto: Karl Langley, Flickr

Nota.- Este trabajo fue publicado en el blog Desde La Habana en septiembre de 2009, pero el Archivo con todos los posts publicados ese año 'misteriosamente' desapareció (TQ).

martes, 12 de julio de 2011

Las tribulaciones de Pancho


Cuando el gallo pinto se subió a la cerca y cantó, eran las 3 de la madrugada. Y ya se ajetreaba en la cocina de la finca La Esmeralda, en Mayabeque.

La voz chillona de Maritza esposa de Alberto, cortaba como una cuchilla la quietud de la campiña: "Viejo, ven a tomar el café que se enfría, que la gente está al llegar de un momento a otro". Alberto, de 69 años tomó su café y siguió en sus quehaceres, al filo de las 5 de la mañana. En eso divisa la ambulancia de Nueva Paz, que se desvía de la carretera para tomar el sendero de entrada a su finca. "Vieja, ya están aquí, prepara las cosas", advierte a su mujer.

Julito, sobrino de Alberto saca la cabeza por la ventanilla, agitando la mano para que apuraran la operación. Cuando la ambulancia terminó la maniobra de parqueo y abrió la puerta trasera, apareció una señora de unos 65 a 70 años, delgada, de piel blanca y de finas facciones.

A simple vista, su semblante marchito y el gris de sus párpados indicaban que había pasado varias noches de insomnio. En la camilla yacía acostado su esposo que lo llevaban trasladado para el Hospital Cardiovascular, en el Vedado. Tenía puesto un suero de dextrosa y otros medicamentos, para mantenerlo estable. En cuestión de segundos, Alberto con ayuda de su sobrino, introducía en el carro el cuerpo inerte de Pancho envuelto en un nailon. Un excelente ejemplar del mamífero más popular en Cuba, el cerdo.

Pesaba unas 200 libras. Detrás, llegaba Maritza corriendo con una sábana, para tapar a Pancho. Lo pusieron debajo del enfermo y lo cubrieron con la sábana. La esposa del enfermo dibujó en su demacrado rostro una sonrisa de aprobación.

Cerrando la puerta, Julito le dijo a su tío: "Por la tarde te traigo el dinero y la sábana. Cruza los dedos para que no nos paren en el punto de control". Y la ambulancia salió a gran velocidad con las luces de la baliza encendidas, indicando que llevaban un enfermo grave a bordo.

Tomaron la autopista pasaron el punto de control con los nervios de punta sin que nadie los detuviera. En más de una ocasión, la esposa del enfermo tuvo que pedirle a Julito un trapo para secar el hilo de agua con sangre que salía de uno de los huecos del nailon que cubría al cerdo.

En unos 40 minutos llegaron al Hospital Cardiovascular, en la Calle 17 y Paseo, Vedado. Julito y el chofer bajaron de prisa al enfermo con su acompañante, para que los camilleros del hospital no se dieran cuenta que tenían 'otro pasajero a bordo'. Hicieron los trámites de rutina, y mientras los camilleros conducían al enfermo al cuerpo de guardia, su demacrada esposa se despedía de sus transportadores y les deseaba suerte.

La ambulancia salió del hospital y dos cuadras más abajo, dobló a la derecha, volvió a doblar y llegaron al agromercado de 19 y B, Vedado. Entraron por la parte de atrás, donde dejaron acomodado a Pancho en su última morada.

Después de recibir el dinero, Julito y el chofer respiraron con alivio. Y salieron en la misma ambulancia en que habían entrado. Ahora rumbo a la finca La Esmeralda, en Mayabeque.

Moraleja: Lo narrado no es una coña, es un relato de la cruda realidad que viven hoy los cubanos, quienes se las tienen que ingeniar para romper el 'bloqueo' gubernamental y poder sobrevivir.

Yuri Valle Roca, desde La Habana
Foto: Alejandro Ernesto, EFE

lunes, 11 de julio de 2011

El barrio de Colón: solares, drogas, jineteras y santería


Justo frente al solar de La California, en la calle Crespo, Mario, 32 años, un santiaguero que de manera ilegal reside en la capital, se las ingenia para desmarcarse de la policía y vender cigarrillos de marihuana a 5 pesos convertibles (6 dólares).

“Esta yerba es ‘yuma’ (extranjera, colombiana en este caso) y te arrebata como ninguna”, asegura Mario, un mulato que viste un desahogado bermuda y sandalias de cuero. Los presuntos clientes pasan de la droga y le dicen que ellos buscan diversión con buenas hembras, “no muy caras”. “Tengo un montón de ‘niñas’ para chuparse los dedos”, indica. Y arrastra al grupo a casa de un proxeneta que controla a varias chicas.

Así es el barrio de Colón. Usted puede encontrar lo que busca y legalmente no se vende. Desde melca, marihuana criolla o foránea, leche en polvo, hacerse santo, comprar pacotilla, alquilar el 'cable' (antena satelital) por diez dólares o pasar una noche con un par de lesbianas.

Aquí, al igual que en otras barriadas del centro de la ciudad, la gente camina y piensa dos veces más rápido que el resto de los habaneros. Colón forma parte del municipio Centro Habana, cuna de jineteras, chulos y ‘pingueros’ clase A que hoy viven de su verga en Europa.

De acuerdo a estadísticas oficiales, en Colón residen alrededor de 24 mil personas. Claro, las cifras no recogen los clandestinos. Es el barrio ideal para los inmigrantes de provincias orientales que llegan a La Habana con ganas de comerse el mundo. Haciendo cualquier cosa. Desde vender tamales, proponer putas o pedalear 12 horas en un bicitaxi.

El distrito limita al norte con el Malecón; al sur con el barrio de Los Sitios; al oeste con la calle Dragones y al este con el célebre Paseo del Prado.

Fue en 1863, cuando se termina de derribar la muralla que bordeaba la zona portuaria y la fortaleza militar de La Cabaña, que La Habana puede expandirse libremente. Pero desde 1836, comenzó a perfilarse el barrio actual.

Según se cuenta, en 1876 al barrio Nueva Cárcel empezaron a llamarle con el apellido del descubridor de la isla. Cerca del mercado de abasto público de la zona existía la única estatua interior conocida de Cristóbal Colón. Por aquel entonces, el barrio era asiento de negociantes y tabaqueros. También de prostíbulos y vida libertina. Años después, surgieron comercios y grandes almacenes indispensables en la vida habanera.

Se incrementó el número de bares, cafés y restaurantes. También se edificaron varios hoteles y el Alhambra, sede del teatro vernáculo cubano, exclusivo para hombres

En el barrio de Colón predominan negros y mestizos. Los cultos sincréticos son la Regla de Ocha o Santería, paleros que consultan con huesos humanos introducidos en un caldero y plantes de abakuá.

La santería en el barrio es un negocio. Desprevenidos suizos y españoles o latinoamericanos, pasan por Colón a hacerse santo (Ifá). A un extranjero, un Ifá le puede costar 10 mil dólares. Con puros habanos, rumba y ron peleón. Hacerse santo también se ha puesto de moda entre los cubanos. A ellos les cuesta un poco más barato, entre 4 y 6 mil dólares, que no es poco dinero.

El barrio de Colón se ha convertido en una postal o un documental propagandístico. Muchos turistas sienten curiosidad por ver a los negros bailar guaguancó pasándose un afilado machete por la punta de la lengua.

Ya era famoso en los años 30, cuando en las noches calurosas y estrelladas en el solar de La California tocaba Chano Pozo, el genio de las tumbadoras. El alma de Chano aún vaga errante por la zona. Cuando negros y mestizos rompen los cueros en sus cuarterías derruidas, en la acera de enfrente, el autor de Manteca se sienta satisfecho a ver su relevo.

Colón es parte intrínseca del habanero del siglo XXI. Música, sincretismo religioso e ilegalidades. Violencia a discreción, putas baratas o caras, según el bolsillo, y drogas.

Los incipientes carteles capitalinos de drogas surgieron aquí. Ni las sucesivas redadas policiales, ni la vigilancia severa de policías especializados con sus uniformes negros y sus enormes pastores alemanes han detenido la venta de estupefacientes.

A cualquier hora usted puede ver personajes como el santiaguero Mario expendiendo marihuana. Si lo desea, lo conecta con un chulo. O lo lleva a la puerta de uno de los ‘burles’ (casas ilegales de juego) que funcionan en la zona.
Los residentes de Colón son comodines. Hacen de todo.

Iván García

Foto: Mujer vendiendo postales a la entrada del solar de La California, en el barrio de Colón, La Habana.