lunes, 31 de agosto de 2020

El laberinto de las inversiones hoteleras en Cuba (III y final)


De acuerdo con los testimonios de varios funcionarios del propio Ministerio de Turismo de Cuba, la amplia red de relaciones con empresarios extranjeros forjada por el exmilitar Manuel Marrero Cruz, desde su puesto como Presidente Ejecutivo del Grupo de Turismo Gaviota, perteneciente al mega consorcio controlado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, le costó la cabeza a Ibrahim Ferradaz, a quien la prensa asoció oportunamente con un desfalco millonario en Cubanacán S.A., más tarde desmentido por la prensa oficialista cubana, así como una gestión deficiente castigada por Fidel Castro, pero que sirviera a Raúl para comenzar a mover sus peones desde el Grupo Empresarial de las FAR (GAESA) hacia puestos claves en la economía.

En 2004, el joven ambicioso, pero leal a Raúl Castro, Manuel Marrero Cruz, sería nombrado ministro y tomaría las riendas de uno de los principales negocios del gobierno cubano, el de las inversiones hoteleras e inmobiliarias, y concretaría el proyecto de acumular la mayor cantidad de capital a la espera de un posible derrumbe del “socialismo” cubano. Tan eficaz ha sido su desempeño y lealtad que sobrevivió a la purga de 2009 y se mantuvo entre los intocables durante el traspaso de poder a Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

“Los peores momentos ya habían pasado, te hablo de finales de los 80 hasta 1999, 2000, pero todavía Fidel tenía miedo a una revuelta, a que no hubiera dinero para aguantar una crisis, un exilio, todos nosotros estábamos como locos buscando empresarios que quisieran soltar dinero fácilmente, sin demasiadas preguntas”, explica Rigoberto Esteva, ex funcionario del Ministerio de Comercio Exterior de Cuba y del Ministerio de Relaciones Exteriores, durante el período de 1976 al 2002.

“En el verano del 97 fueron los atentados con bombas en los hoteles y eso desató no solo el pánico entre los turistas y empresarios hoteleros sino también en todo el gobierno. Fidel tuvo que calmar los ánimos de sus amigos , pero se sintió el efecto, aunque no era temporada alta se sintió, todavía en diciembre los hoteles estuvieron más vacíos que lo normal. Pero eso a Fidel no le preocupaba tanto sino que se fueran a la mierda las inversiones porque entonces dejaba de entrar dinero, dinero que jamás iba a emplearse en construir nada, dinero que nadie sabía a dónde iba a parar. Si revisas los periódicos cubanos de esas fechas te darás cuenta que se habla de millones de dólares en inversiones que jamás se realizaron, o no se hicieron como debía ser, que incluso hubo problemas con los pagos a los constructores, que se crearon los contingentes para disminuir los gastos, fue un desastre. Hay muchos hoteles que se hicieron por esa época que hoy están en ruinas, en los mismos cayos, y no se reparan, por el contrario, se construyen nuevos. No se reparan porque ya cumplieron su función de sacarles dinero a los inversionistas, no a los turistas. Fueron pocos los empresarios a los que se les dio su porciento de las ganancias, es más, no había ganancias, todo eran pérdidas y más pérdidas y los gallegos (empresarios españoles) dando gritos, y los que no decían nada es porque sabían que todo era un cuento, y muchos venían a lavar dinero, a hacer dinero evadiendo el fisco en España con empresas en Panamá, Holanda y Reino Unido. Era y sigue siendo una gran bacanal inversionista”, afirma Esteva, quien actualmente vive en el exilio.

Para el año 2004, Cubanacán S.A. y otras instancias del Ministerio del Turismo no estaban rindiendo lo que suponía Fidel Castro para esas fechas. Los desfalcos pronto salieron a la luz luego de investigaciones realizadas en el Departamento de Delitos Económicos de la Seguridad del Estado, por esas fechas casualmente en manos de Alejandro Castro Espín, y entonces fue la oportunidad para Raúl Castro de proponer a uno de sus pupilos para tal empresa. “De pronto destituyen a Ferradaz y amanecemos con la noticia de que viene Marrero, que estaba en Gaviota, todo el mundo dijo, en broma, ya se nos colaron los militares, ya somos de GAESA”, dice, bajo condición de anonimato, un ex alto funcionario del Ministerio de Turismo, actualmente jubilado.

“Nosotros pensamos que las cosas tomarían su nivel porque, supuestamente, Ferradaz no había puesto el dinero donde debía, había como veinte proyectos ejecutándose al mismo tiempo y muy pocos turistas en el horizonte, la pregunta de todo el mundo era que para qué construir tantos hoteles, que reparando los que había era suficiente, pero todos nos equivocamos, Marrero no solo continuó la construcción de hoteles sino que propuso otro plan con más dinero y con más habitaciones. Hubo un grupo de nosotros que nos plantamos y dijimos que eso era una locura, pero el resultado fue que nos excluyeron de todas las reuniones y poco a poco nos fueron jubilando o pasando a otros organismos, allí solo se quedaron los que no abrían la boca”, afirma el exfuncionario.

La parcela de Prado y Malecón, cuya evolución es posible rastrearla en la prensa oficialista por los sucesivos anuncios de lo que se construiría en ella, es un ejemplo de lo pudiera suceder en aquellos sitios que hoy aparecen marcados en la llamada “Cartera de Oportunidades” elaborada por el Ministerio de Comercio Exterior. La que primero estuviera en un programa de reconstrucción para devolver el carácter de vivienda a los edificios que la componían, más tarde derivó en una desolada explanada que posteriormente fue parque y pronto será zona exclusiva para extranjeros.

Incluso, mientras estuvo habitada, ya las imágenes de un gran hotel de lujo, diseñado por el gabinete de arquitectura Choy-León, por encargo del propio gobierno cubano, era presentado en ferias de turismo por todo el mundo, con lo cual se infiere el poco valor que tiene la voluntad popular en los planes “de desarrollo” del régimen en La Habana.

Mientras la capital de Cuba espera el 500 aniversario de su fundación, con más de medio millón de viviendas en mal estado y con cerca de dos mil parcelas en todo su territorio afectadas por derrumbes o por la falta o deterioro de servicios básicos, el Ministerio de Turismo se dispone a ofrecer a las empresas hoteleras e inmobiliarias extranjeras unos 140 proyectos entre parcelas y edificaciones importantes, incluidos los alrededores del Capitolio donde hoy funciona la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Reportaje investigativo, periodistas de Cubanet, 25 de febrero de 2019.
Foto: Hotel de lujo Grand Packard Iberostar, esquina de Cárcel y Prado, Habana Vieja. Tomada de Cubanet.

lunes, 24 de agosto de 2020

El laberinto de las inversiones hoteleras en Cuba (II)


“Fueron las trampas más que los obstáculos las que hicieron que pronto la cadena Guitar abandonara Cuba, después de llevarse tremendo chasco con el Habana Libre, que era una hipoteca. Climent se desencantó, el dinero entraba, pero no lo veía pasar. Ponía financiamiento para reparar y mantener el hotel y una parte importante se esfumaba en el bolsillo de la contraparte cubana. Estaba siendo estafado a la cara”, afirma Jesús Guaillo, quien fuera miembro del grupo hotelero español y amigo personal de Climent Guitar.

Puesto que la dictadura permanecía intacta y las promesas no se cumplían jamás, además que los negocios no rendían lo que habían esperado en base a las promesas del propio Fidel Castro, otros siguieron el ejemplo de Guitar. Pedro Pueyo, del grupo Oasis, puso sus miras en la Riviera Maya, mientras otros como Enrique Martinón, aunque permanecieron en Cuba por otros intereses que incluían varias off shores en Panamá y Holanda, fundamentalmente, y abiertas por él, pero para tributar al gobierno cubano, se enfocó en incrementar los negocios en Punta Cana, República Dominicana.

“A Fidel le importaba más el dinero que podía quitarles a sus amigos que las inversiones como tal”, afirma, bajo condición de anonimato, un alto funcionario del gobierno cubano a finales de los 80 y principios del 2000. “Los envolvía con promesas y los seducía con todo lo que tuviera a mano, pero sin mostrar jamás la cara, él no sabía nada, no quería saber. Mujeres (les daba mujeres), hombres, (les ofrecía hombres), y todo eso lo grababa el sobrino (Alejandro Castro Espín) por si acaso. Otros entraban en el juego simplemente porque les gustaba ser amigo personal de Fidel, incluso Fidel fue padrino de la boda de Martinón, y éste no solo simpatizaba con Fidel, también con Raúl por afinidades de todo tipo. Fidel es el que va introduciendo poco a poco a Tony (Castro) en ese mundo, lo manda a España, a Baleares, lo pasea por toda Europa buscando empresarios a los que sacarles el dinero con promesas, pero sin dar la cara. Porque si las cosas se ponían malas, él salvaba la responsabilidad, como pasa siempre que se descubre algo”, explica el ex funcionario, actualmente destituido e impedido de salir del país de por vida.

De hecho, a finales del año 2017, Enrique Martinón fue acusado por la Agencia Tributaria española por su aparición en los Panamá Papers y vinculado, junto con varios funcionarios cubanos, al bufete de abogados Mossack Fonseca.

De acuerdo con varios informes aparecidos en la prensa por aquellos días, el empresario de Canarias, amigo de Fidel Castro, fue declarado culpable por ocultar 1,54 millones de euros de sus hoteles en Cuba, los cuales abrió por medio de sociedades pantalla en Holanda (Ceiba Tourism Corporative) y Suiza (Mexmark GMBH), las cuales respondían directamente a él como intermediario del gobierno cubano, lo cual venía realizando desde 1987 por encargo directo de Fidel Castro, relacionado en algún grado con el grupo de sociedades incluidas en Ceiba Investment LTD, domiciliada en Guernsey, Canal de la Mancha, las cuales en Cuba eran manejadas por el actual Presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Mercantil, el ideólogo oficialista Rodolfo Dávalos Fernández, quien aparece como “Secretario”, de la sociedad registrada en Panamá por Martinón.

“Martinón y Fidel (Castro) tenían una relación muy estrecha. Siempre los veía hablando bajito, discutiendo aparte, cuando no, se iban a Cayo Piedra o a Pinar del Río. Fidel hasta fue padrino de su boda en Cuba y para eso se movilizó media isla y miles y miles de dólares en recursos que no había porque estamos hablando de 1998, cuando la cosa estaba bien dura”, comenta el alto funcionario cubano, quien además dibuja un esquema muy similar para las relaciones entre el gobierno cubano y otros empresarios españoles de cierta envergadura.

En los Papeles de Panamá no aparece exclusivamente Enrique Martinón asociado al grupo Ceiba Investment, también figuran otros nombres vinculados a firmas como Meliá y Riu, dos de las fundamentales en las inversiones hoteleras en la isla. “Riu fue uno de los fracasos de Maciques, por más que lo enamoraba con la idea, no cuajaba. Después le tocó a (Ibrahim) Ferradaz continuar insistiendo, pero fue (Manuel) Marrero, desde Gaviota, quien logró convencer al grupo Riu que entrara en la isla con un hotel, pero se fueron al poco tiempo al darse cuenta de lo que estaba pasando”, asegura Mauricio Olivera, ex funcionario de Cubanacán S.A., actualmente residente en Europa.

Reportaje investigativo, periodistas de Cubanet, 18 de febrero de 2019.
Foto: Fidel Castro inaugurando los hoteles Paradiso y Sol Palmera en 1990, en Varadero, Matanzas. Tomada de Cubanet.

lunes, 17 de agosto de 2020

El laberinto de las inversiones hoteleras en Cuba (I)


Antes que la parcela de Prado y Malecón fuera concedida a la empresa hotelera francesa Accor, de quien se asegura que pagó más de 20 millones de euros al Ministerio de Turismo y a la Oficina del Historiador, tan solo por la licencia de construcción junto a Gaviota, el mismo pedazo de terreno había sido adjudicado a un par de empresas chinas que, después de desembolsar ambas una suma similar a la de los franceses, apenas realizaron los movimientos de tierra para marcharse definitivamente.

La retirada de los chinos no causó decepciones a los gobernantes cubanos, a fin de cuentas habían logrado sacarles unos cuantos dólares a los inversionistas, además de ahorrarse el pago por la remoción y el traslado de escombros que afeaban la esquina donde hoy, en pocos meses, abrirá sus puertas el tercer hotel 5 estrellas plus, perteneciente al circuito de lujo de La Habana.

Ese pedazo de Prado y Malecón, donde las habitaciones por noche habrán de costar entre los 250 y los 500 dólares, mucho antes que chinos y franceses, estuvo ocupado por varias cuarterías insalubres que, una tarde de finales de 2007, se vinieron abajo por un derrumbe parcial que envió a decenas de inquilinos a albergues o a remotos edificios en los repartos San Agustín y Alamar, según testimonio de los propios afectados.

Curiosamente, sólo ese par de edificios, los que más restaban vistosidad al entorno entre los tantos en peligro de derrumbe, cedieron al abandono general que existía -y aún existe- en una zona densamente poblada por cubanos de muy bajos ingresos y, en consecuencia, incapaces de asumir las reparaciones de sus viviendas, constantemente afectadas por las penetraciones marinas y el salitre.

“Desde finales de los años 90 (el entonces ministro de Turismo) Osmany Cienfuegos, le había echado el ojo a la esquina de Prado y Malecón”, explica Mauricio Olivera, exfuncionario de Cubanacán S.A., empresa encargada por Fidel Castro para contactar y establecer negocios hoteleros en la isla, fundamentalmente de españoles, la misma empresa que, fundada en los años 80, se había visto envuelta desde sus comienzos en negocios fraudulentos de blanqueo de dinero, lo cual saltó a la luz durante la causa contra el General Arnaldo Ochoa y otros oficiales de las FAR y el MININT, quienes señalaron a las “inversiones” con extranjeros como foco de corrupción, según consta en las actas del juicio.

“Se habían localizado varias parcelas importantes y ésa había sido del interés de algunos españoles, pero los problemas de infraestructura, agua, electricidad, que allí eran pésimas no terminaban de convencer a nadie. El mismo Osmany Cienfuegos se lo propuso directamente a (Miguel) Fluxá (dueño de Iberostar), pero éste no le dio una respuesta, solo le dijo que lo estudiaría y por eso Osmany le puso El Estudiante, a Fluxá, porque nunca le decía sí o no, sino que lo iba a estudiar. Entre Osmany Cienfuegos y Abraham Maciques (de Cubanacán y hombre de confianza de Fidel Castro para los negocios administrados desde el Consejo de Estado), fueron los que trajeron a Iberostar, Meliá, Guitar, y a todos se les propuso esa esquina, donde todavía vivían familias enteras con las cuales nada se habló”, asegura Olivera.

Entre los años 1997 y 2006, vecinos de las edificaciones de la esquina de Prado y Malecón, así como de inmuebles aledaños, aseguran que recibieron ofertas muy desventajosas para que abandonaran sus casas, y a muchos se les obligó a aceptar las propuestas mediante presión de diverso tipo como la suspensión del suministro de agua, electricidad y gas.

“Primero vino una comisión de vivienda para declarar inhabitable el edificio, después nos dijeron que nos sacarían solo por un tiempo y que harían allí mismo edificios nuevos de dos y tres plantas, pero después nos empezaron a presionar, pero como nadie se fue, comenzaron los problemas con la luz (electricidad), el agua nunca más la pusieron y esto se volvió un infierno”, cuenta Josefina “Finita” González, antigua moradora del lugar.

Si el mérito de la dupla Osmany Cienfuegos-Abraham Maciques fue atraer empresarios españoles para que invirtieran en Cuba, apoyados por el incondicional e imprescindible Luis Callejón Blanco, empresario español fanático del comunismo cubano y miembro fundador de la gran patronal turística Zontur, su gran derrota fue no poder alcanzar todo cuanto se proponían en el lapso de tiempo que deseaba Fidel Castro. Osmany ya no era una pieza clave, incluso todas las gestiones importantes las debía hacer Callejón, quien fuera el máximo responsable de que Gabriel Escarrer, por medio de su segundo, Juan Vives, se decidiera por introducir Meliá en Cuba.

También a Meliá, como a Enrique Martinón, Pedro Pueyo, Climent Guitar y Miguel Fluxá, los principales empresarios españoles en Cuba desde los años 90, se les propuso invertir en Prado y Malecón, pero todos rechazaron la idea. Se trataba de un proyecto demasiado complejo sobre todo porque el país, con la economía en su peor momento (Período Especial), no estaba en condiciones de suministrar los recursos necesarios para la ejecución, en una ciudad donde los suministros eléctrico y de agua potable no eran estables, además de ser brindados por una red totalmente obsoleta.

Pero, sobre todo, porque nunca había existido un proyecto sólido al respecto, además de que la zona, a finales de los 90 y principios del 2000 era demasiado deslucida para promoverla, algo que hacían por sí solos las playas de Varadero y los cayos vírgenes al norte del archipiélago.

Aunque Osmany Cienfuegos pronto fue sustituido “por irregularidades y errores” como Ministro de Turismo por Ibrahim Ferradaz, y el papel de Abraham Maciques comenzó a ser desempeñado por Juan José Vega, tampoco el cambio logró los éxitos esperados por Fidel Castro en cuanto a conducir y mover a los empresarios de acuerdo con su plan personal.

A los españoles La Habana y sus hoteles en decadencia les importaban muy poco y la mayoría de esos pioneros inversionistas habían descubierto que gran parte de los acuerdos y permisos, todos de palabra y sin ningún respaldo legal ni constitucional, llevaban mucho de sablazo y trampa. Pero, a pesar del peligro, había que apresurarse en establecerse en la isla puesto que todos auguraban la pronta caída del régimen luego que el comunismo se desmoronara en Europa del Este.

Las señales eran visibles: éxodos masivos, descontento popular, revueltas callejeras, hambruna, corrupción entre altos militares, divisiones en las filas del Partido Comunista y, para rematar, atentados con bombas en hoteles.

Reportaje investigativo, periodistas de Cubanet, 11 de febrero de 2019.
Foto: Construcción del Hotel Prado y Malecón, tomada de Cubanet.

lunes, 10 de agosto de 2020

Disidentes negros, discriminados por partida doble


En 1991, dos años después que una oleada incontenible de alemanes del este derribó el anacrónico muro de Berlín, el sindicato Solidaridad pactaba el poder en Polonia con el general Jaruzelski y decenas de tanques en Moscú pretendían apoyar un fracasado golpe de Estado a Mijaíl Gorbachov, la isla de Fidel Castro estaba al borde una bestial crisis económica. Cuba estaba a punto de iniciar un largo viaje por el desierto con una mochila llena de apagones, gente hambrienta y enferma. La agricultura de subsistencia apenas producía alimentos.

En 1989, el año en que llegaron los vuelos de Luanda con los féretros de cubanos fallecidos en la absurda guerra civil en Angola, Etiopía y otros países africanos, un joven intelectual negro, Manuel Cuesta Morúa, recién graduado de historia, daba sus primeros pasos en la disidencia, entonces una oposición pacífica minúscula, liderada por Ricardo Bofill, Gustavo Arcos Bergnes y Elizardo Sánchez. Esa oposición, gestada por las discrepancias con la revolución inconclusa de Fidel Castro, fue creciendo.

Manuel Cuesta Morúa, Leonardo Calvo, Dimas Castellanos y José Antonio Madrazo daban el pistoletazo de arrancada de una oposición negra con una visión socialdemócrata, pero haciendo énfasis en un fenómeno subyacente en la sociedad cubana: el racismo dentro de la revolución, a pesar de que el discurso oficial lo desconocía. Esa vertiente, le granjeó la antipatía de un puñado de disidentes racistas y el acoso de la policía política. Esta gente no solo era negra o mestiza. Eran demócratas. Anticastristas. Y contaba el relato del negro en la Cuba prerevolucionaria y dentro de la revolución, muy alejada de los manuales de la historia oficial.

Ha llovido mucho desde entonces. Cuesta Morúa, más viejo, aún mantiene una excelente condición física, sin perder la sonrisa y su tono familiar para hablar de cualquier tema. Le preguntamos si se ha sentido discriminado en las innumerables veces que ha sido detenido por la Seguridad del Estado y le pedimos un breve análisis de por qué en la disidencia cubana abundan los negros y mestizos.

“En algún lugar escribí que el racismo es estructural y tu pregunta me obliga a precisar que es también transversal. En la policía política ha estado y está presente. Enmascarada y con cierta perversión, a veces sutil, a través de la figura simbólica del capataz negro o mulato. El agente afrodescendiente que te envían como un guiño antirracista, viene a recordarte, con la apropiación narrativa por parte de la llamada Revolución del concepto de agradecimiento -esa sujeción moral del dominado que proviene del antiguo catolicismo- que si estás dónde estás y tienes lo poco que tienes, se lo debes a la Revolución: una combinación nada revolucionaria entre la gracia y el agradecimiento católico en versión policial. En su manifestación más dura hay un plus represivo contra la oposición afrodescendiente. Como un refuerzo justificativo de la represión: si no agradeces y encima te opones, recibes doble ración. Siempre pensé que el abandono de Orlando Zapata Tamayo en su huelga de hambre se debió a que era un negro, pobre y rebelde. Con un agregado: era oriental. Otra de las esquinas del racismo cubano”.

Cuesta Morúa considera que, en su caso particular, la policía política ha tratado de ser muy cuidadosa. “Tengo un par de ideas trabajadas en torno al tema y no se trata de abarrotar la cesta de agravios en la discusión. Sí recuerdo un ataque sorpresivo y curioso para mí. En una ocasión, por allá por 2008, uno de los agentes de turno quiso explotar en mi contra, como para desmoralizarme, mi parentesco con Martín Morúa Delgado, el de la Enmienda Morúa que prohibía entre otras cosas, los partidos de base racial. La pretensión era triple: qué haces tú animando ahora lo que tu antepasado negaba; qué moral tienes frente a los tuyos si tu antepasado los traicionó y todo lo que pretende es un partido afrodescendiente, esto último como para aislar dentro del resto de la oposición. Un tipo de operación de inteligencia psicológica que solo se puede afrontar con inteligencia emocional”.

En su opinión, en la disidencia ahora mismo hay muchos negros y mestizos por tres razones: “Por ese proceso robusto de autoemancipación cultural, psicológica y moral que se expresa con radicalidad de quienes decimos que no le debemos nada a quienes se empeñan en hacernos ver que le debemos todo a la llamada Revolución. Es bastante difícil para los afrodescendientes autoemanciparse y no asumir las bases culturales de la democracia, de lo que podríamos hablar en otro momento, pero que se explica por su ruptura con un proyecto político totalitario. Salta así uno de los elementos claves del racismo estructural: dónde están y cuál es el papel de los afrodescendientes en las estructuras del poder. Y hay otra razón para esta afluencia. La respuesta de salvación económica del régimen fue profundamente racista y reestructuró violentamente, afianzándolo, el racismo de base estructural en la economía”, detalla y agrega:

“Fíjate bien que a finales de los 80 y principio de los 90 del siglo pasado se podían contar con los dedos de la mano los afrodescendientes dentro de la oposición. Todos los nombres se sabían de memoria. A partir de 1995, el flujo no se ha detenido hasta hoy. Y el asunto llegó para permanecer. Toda una ganancia cultural y simbólica que va a tener un profundo impacto en el modelo democrático que nos demos”, concluye Cuesta Morúa.

El periodista independiente Jorge Enrique Rodríguez, corresponsal del periódico español ABC y habitual colaborador de Diario de Cuba y ADN, coincide con Cuesta en muchas aristas, pero opina que existe un racismo intenso en un sector de la oposición dentro y fuera de la Isla. “Después del asesinato de George Floyd en Estados Unidos, brotó dentro de la oposición cubana un racismo preocupante, bien enraizado, y además de personas que en este minuto, son líderes de la oposición, que están hablando de libertad y democracia para Cuba, pero que mis temores es que esa supuesta libertad y democracia va a venir con un racismo intrínseco que esas personas tienen. Estoy hablando de Liu Santiesteban, Eliecer Ávila y Francisco Iglesias, los tres ejemplos más puntuales, los he estado siguiendo en las redes sociales a partir del asesinato de George Floyd y sus declaraciones han destapado su veta racista”.

Al periodista independiente, más que el racismo dentro de Cuba o el que pueda ejercer el régimen o la Seguridad del Estado, le preocupa esos prejuicios en un sector opositor que radica en Miami, que es la más empoderada, la que administra capitales y que es la que tiene más posibilidades de hacer lobby dentro de las estructuras políticas en Estados Unidos. Y se pregunta: “¿Qué habrá un día después del día después? Fue la primera pregunta que me hice al corroborar las posiciones de éstos y muchos otros opositores que, como te dije, mayormente están en la diáspora y en lobbys de poder”.

Rodríguez considera que ha aumentado el número de disidentes negros y mestizos porque precisamente eso significa lo racista que ha sido el régimen en sus sesenta y un años en el poder. “Ya nuestra comunidad abrió los ojos. En ese sentido, hay que ser justo con Roberto Zurbano, quien en 2013 escribió aquel artículo para el New York Times donde dijo: la revolución no ha terminado con los negros”.

En la provincia de Guantánamo, a poco más de mil kilómetros al este de La Habana, reside Rolando Rodríguez Lobaina. Ex campeón nacional de karate, se graduó de ingeniero informático en La Habana, y desde 1996, destacó como líder juvenil opositor al fundar la Alianza Democrática Oriental, cuyo activismo contestatario se ha diseminado por las calles de las cinco provincias orientales. Actualmente, Rodríguez Lobaina es director de Palenque Visión, una agencia que sin medias tintas muestra con crudeza la realidad de una Cuba que el castrismo pretende ignorar.

Para Rolando, hablar de racismo en Cuba es complicado. “Es muy común incluso escuchar en personas negras o mestizas decirle a su similar ‘tenía que ser negro’. Muchos de esos actos racistas ocurren por reflejos condicionados. El racismo en Cuba viene de diferentes formas. Yo noto que en las provincias orientales, los prejuicios por el color de la piel han pasado de moda. En provincias como Holguín y Camagüey, históricamente con mucha discriminación hacia los negros, hoy es común ver chicas blancas con personas mestizas o negras”.

El director de Palenque Visión opina que en la región oriental se da un fenómeno más grave que el racismo: la pobreza extrema que crece cada año, la falta de futuro y el alto índice de alcoholismo. Aunque el racismo sigue latente. “Por ejemplo cuando se mencionan las estadísticas de robos, asaltos o asesinatos se responsabiliza a los negros por esos delitos. Pero es interesante analizar por qué los negros y mestizos viven en peores condiciones de insalubridad, barrios muy pobres, los conocidos llega y pon. Es evidente, a pesar de la pobreza extendida por las malas políticas del régimen, de que el desarrollo psicosocial de los negros no es igual al promedio de blanco e incluso mestizos. También habrá que analizar por qué tienen menos oportunidades".

El régimen no ha tenido en cuenta esas disparidades, ni tiene un plan para resolver un fenómeno que crece por día. "Por ese abandono social, en los últimos años un gran número de mestizos y negros se ha sumado a la disidencia. Pero no creo que sea una oposición netamente negra, mestiza o blanca, hay un equilibrio. No predomina una raza sobre otra. Lo que no impide que haya prejuicios. Los opositores de de raza negra lo pasan mal cuando los arrestan. Tienen que soportar los epítetos usados por los militares de ‘negro de mierda, ingrato’ y cosas por el estilo. Nunca olvidaré lo que le hicieron a Orlando Zapata. Es el mejor ejemplo de un opositor negro que sufrió discriminación racial en la prisión hasta su muerte por una huelga de hambre en febrero de 2010”, concluye Rolando Rodríguez Lobaina.

Iván García

lunes, 3 de agosto de 2020

Negros en Cuba, más rehenes que nunca


La primera vez que a Ronald lo detuvieron en la vía pública tenía 16 años. Le registraron su mochila, luego lo esposaron y subieron a un camión donde todos los detenidos eran negros. Ocurrió hace un lustro. Había terminado de estudiar en casa de un amigo y se dirigía a su domicilio cuando de manera agresiva fue interceptado por fuerzas policiales.

“Era una redada antidrogas. Un perro gigantesco me olfateaba y olía mi mochila. Aunque no encontraron nada sospechoso, el oficial al frente del operativo, me mandó para un calabozo de la Décima Unidad de Policía en la Avenida Acosta, municipio Diez de Octubre. Allí estuve tres días, ni siquiera me interrogaron. Cuando me soltaron no me dieron ni una disculpa”. Ronald pensó que tuvo mala suerte, que había sido un error.

“Pero en los últimos cinco años me han detenido o pedido el carnet de identidad más de quince veces. Es el modo de operar de la policía en Cuba. No es mala suerte, es un procedimiento abiertamente racista, pues las autoridades policiales a las personas negras las etiquetan como presuntos delincuentes”, afirma Ronald, ahora con 21 años.

Joel, ex oficial retirado de la policía lo confirma. “Por estadísticas, está demostrado que la mayoría de los delitos más repulsivos son perpetrados por negros y mestizos. Ocho de cada diez reclusos en Cuba pertenecen a la raza negra o mestiza. Es normal entonces que la policía base su modus operandi de acuerdo a esa realidad”.

Los números son contundentes. Hace diez años, la autocracia verde olivo admitió que en las casi 200 prisiones existentes en la Isla, había 57 mil reclusos. Grupos opositores, no reconocidos por el gobierno, alegan que la cifra ronda los 100 mil reos, lo que situaría a Cuba entre los primeros seis países del mundo en población penal por cantidad de habitantes.

Una noche invernal de 2002, en un extenso discurso en el teatro Karl Marx, Fidel Castro dijo que el 80 por ciento de los reclusos eran de raza negra. Y habló de realizar un estudio sociológico, para buscar respuesta al fenómeno. "Pero todo quedó a medias", recuerda Carlos, sociólogo. “Yo me había graduado hacía siete años. Me llamaron a integrar una comisión encargada de estudiar y buscar respuesta a esa problemática. Visitamos varias prisiones y conversamos con cientos de reclusos. Fuimos a barrios marginales y hablamos con familias negras. Intentamos delinear un mapa sociológico para demostrar cómo el color de la piel incide en la pobreza y la consumación de delitos. Pero un día llegaron altos funcionarios y pararon la investigación”, rememora Carlos y agrega:

“A quienes participamos en ese estudio nos quedó una cosa clara: los prejuicios raciales siguen presentes. En esa fecha, algunas instituciones, tenían un marcado comportamiento discriminatorio, como los ministerios del Turismo y Cultura, el ICAIC, ICRT, las FAR, el MININT y las escuelas del partido comunista, donde el 90 por ciento de los que adiestraban a futuros funcionarios y oficiales eran de la raza blanca. Dudo que las cosas hayan cambiado”, opina Carlos.

Un funcionario del Ministerio de Cultura considera que en determinados aspectos, algunas cosas han cambiado para bien. “En las últimas dos décadas se ha trabajado para que un mayor número de negros y mestizos ocupen cargos importantes en la esfera cultural. Se hace un esfuerzo por incrementar la publicación de libros de escritores negros. En algunas ramas, como la plástica, se ha tenido más éxito que en otras. En el ballet, por ejemplo, salvo excepciones, sigue habiendo prejuicios raciales, lo que incide directamente en la captación de talentos”.

Por vía WhatsApp un funcionario del ICRT contó a Diario Las Américas que “ha sido política del organismo aumentar el número de artistas en papeles protagónicos así como periodistas, locutores, comentaristas y analistas de raza negra, muchas veces sacrificando la calidad. Para cumplir con las reglas de juego, se contrata a negros o mestizos que no tienen la calidad requerida o son menos talentosos que sus homólogos blancos”.

El racismo en Cuba es diferente al de Estados Unidos y al de naciones de Europa, con mayores porcentajes de habitantes de origen caucásico. Hagamos un poco de historia. Cuando en 1886, España decide abolir a la esclavitud en la Isla, miles de esclavos dejaron de recibir castigos corporales y se convirtieron en hombres libres, a medias. Al no poseer bienes y escasa educación, hacían los trabajos más duros y peor remunerados. La abolición de la esclavitud en Cuba no vino acompañada de políticas estatales que propiciaran la inserción de los antiguos esclavos en la sociedad.

Cuando el 20 de mayo de 1902 se fundó la República, se amplió la enseñanza universal y en teoría todos tenían los mismos derechos, pero los negros continuaron a la zaga. Hubo excepciones y el ascenso social de algunos negros y mestizos fue más producto de la voluntad y el esfuerzo personal que de una estrategia gubernamental. Aunque oficialmente estaba prohibido, el racismo permaneció latente.

Todavía hoy, ciertos historiadores quieren minimizar la matanza de más de tres mil negros en la llamada Guerrita de Color en 1912. Se pretende ignorar que entre los que ordenaron aplastar la revuelta y ejecutar a cientos de cubanos negros se encontraba José Francisco Martí Zayas-Bazán, coronel del Ejército Nacional e hijo de José Martí. La Constitución de 1940 pudo darle un vuelco radical a la lacra del racismo en la Cuba republicana. Pero los gobernantes de turno no implementaron medidas y leyes que lo hicieran posible.

En casi todas las ciudades del país había clubes exclusivos para blancos. En La Habana y otras provincias, negros y mulatos fundaron asociaciones fraternales. La revolución de los barbudos pretendió abolir el racismo y los prejuicios raciales a golpe de decretos y discursos. Se trazaron políticas de integración y, supuestamente, todos los ciudadanos eran iguales. Pero llegar a la cúspide social continuó estando vedado a la gente negra.

Legalmente no existía racismo. Hablar de desigualdades raciales era un tabú y te tildaban de contrarrevolucionario. Para Fidel Castro o eras revolucionario o estabas contra la revolución, al margen del color de tu piel. El racismo continuó en un sector de la sociedad. El primer error fue acabar con el debate sobre el tema. Prohibir los estudios étnicos, socioculturales, antropológicos y sociológicos. Invisibilizar las pésimas condiciones de vida e insalubridad de barriadas y comunidades donde predominan los negros.

Dentro y fuera de Cuba se piensa que la mayoría de la población cubana está formada por negros y mestizos. Según un estudio sobre el color de la piel, publicado en febrero de 2016 por la ONEI (Oficina Nacional de Estadística e Información), cuatro años después de realizado el Censo Nacional de Población y Viviendas de 2012, el 64.1% de la población es blanca, el 26.6% es mestiza y el 9.3% es negra. Más datos pueden consultarse en el blog del periodista Pablo Alfonso.

En su intento de blanquear la sociedad, instituciones locales han creado la categoría de mestizo, un maquillaje macabro para separar a los negros de acuerdo con la tonalidad más clara o más oscura de su piel, popularmente clasificados como mulato, jabao, moro o la racista expresión de 'mulato o mulata blanconaza'. En el artículo Las razas humanas no existen (El Diario, España, 23 de mayo de 2019) se afirma que "el color de los seres humanos actuales es el resultado de una compleja secuencia de eventos biológicos y demográficos. No es posible delimitar biológicamente unos grupos y otros con arreglo a ese rasgo", sin negar la diversidad genética en los seres humanos.

Cuando se suma la cantidad de negros y mestizos en Cuba, y también el número de aquellos encuestados que durante el Censo dijeron que eran blancos cuando en realidad no lo eran (y contribuyeron a alterar las estadísticas reales), usted puede estar seguro que los negros en la Isla somos la mitad o más de la actual población cubana.

Dejémonos de cuentos. Aceptemos que no tenemos respuesta a por qué los negros son mayoría en las cárceles, cometen los delitos más repudiados y viven en las peores casas. Por qué ganan menos dinero, son minoría entre los dueños de negocios privados y pocos los que llegan a ocupar puestos importantes en las instituciones estatales gracias a su talento. Y no por la chapucera maniobra de un régimen que pretende cumplir con lo políticamente correcto dándole una mano de pintura negra al Consejo de Estado y de Ministros, a la Asamblea Nacional del Poder Popular y al Comité Central del Partido Comunista.

Sí, es cierto, hay negros en algunos puestos dirigentes. Pero siguen siendo voces secundarias. Para triunfar, los negros en Cuba tienen que optar por el deporte, la música popular y los bailes folclóricos, salvo contadas excepciones.

El miedo al negro sigue latente en Cuba, igual que los prejuicios. Mientras más oscura es la piel, más humillaciones se reciben. El negro no solo sufre el racismo de los blancos, también a veces debe soportar el menosprecio de los mestizos. Desde luego, peor que el racismo, es la miseria socializada y la falta de libertades económicas y políticas. Pero ese es otro tema.

Iván García
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