lunes, 30 de septiembre de 2019

Cuba: Tribus urbanas 2.0


Con una camiseta de Kevin Durant, dos tallas más grande y que baila en su enclenque complexión física, el último modelo de Nike y un peinado estrafalario, digámosle Michel, en un banco de mármol del Paseo del Prado, en el corazón de La Habana, espera sentado al resto de su team llamado One Chalk.

Menos de cinco minutos después, comienzan a llegar adolescentes que visten a la moda y portan teléfonos inteligentes. Se saludan, beben un trago de una botella de whisky barato y desde sus celulares comienzan a textear frenéticamente por WhatsApp.

Al ver a más de un centenar de jóvenes reunidos, vecinos y transeúntes se preguntan qué pasa. “No es ninguna manifestación contra el gobierno. Son fiñes, hijos de Papá, que ahora les ha dado por crear teams y los fines de semana por la mañana se reúnen en el Prado, en las afueras del Capitolio y otros lugares emblemáticos de la ciudad”, dice Didier, quien por los alrededores del lujoso Hotel Packard, Habana Vieja, se dedica a venderle a los turistas cajas de tabaco elaboradas clandestinamente

Lidia, trabajadora social, cuenta que en la escuela de su hija se han formado “diversos teams con nombres ininteligibles. Son buenos muchachos. No tienen nada de raro, ni abusan del alcohol o las drogas. Se citan en sitios públicos, por lo regular de día, para hablar de moda y temas juveniles. No suelen hablar de política, algo que no les interesa”.

Más detalles sobre los teams ofrece Liuba, 16 años, alumna de preuniversitario. “Existen más de doscientos teams en Cuba, en distintas provincias, aunque la mayoría son de La Habana. Las edades de sus miembros van desde los 13 o 14 años hasta los 20 años. Cada team tiene un jefe a quien le dicen Boss, que por lo general es su fundador y por lo tanto el líder. Cada integrante del team se modifica su nombre o se cuelga un mote. Se utilizan siglas y signos de puntación que parecen nórdicos, como por ejemplo Yäimí BlackClóvër o Liudmila Töa Unicorniö. Los nombres se inventan. Estan los Tö Cörrecto, Intoccabile, Cali-Fornicatión, Illuminatti, Level Up u Ozi Towers”.

Según Liuba, en etapas de clases se citan por WhatsApp, Facebook o Instagram a una fiesta en casa de alguien del grupo, un bar particular o en una piscina privada. "El Boss, por ejemplo, recoge dinero (10 cuc diez por persona) para alquilar una guagua hasta una piscina y allí nos reunimos 70 o más muchachos de diversos teams. Un team puede tener de 15 a 200 integrantes. Nos vestimos a la moda. Y aunque en Cuba hace calor, nos gusta ponernos overoles y enguatadas. A veces nos encontramos en centros nocturnos como Tercera y 18 o el Salón Rosado de La Tropical, en la Avenida 41, donde compartimos la música y bebemos cerveza o ron. Hay muchachos que no toman bebidas alcohólicas y algunos, los menos, ingieren sicotrópicos, fuman marihuana o halan polvo. Pero no es lo común, pues salvo excepciones somos jóvenes sanos. Nuestro denominador común es el interés por la moda, las últimas tendencias tecnológicas, los avances de la informática y la telefonía celular. A muchos teams les gusta el fútbol de clubes europeos y el baloncesto de la NBA. Nuestro hobby preferido es chatear, ver quien recibe más Like y participar en competencias que entre nosotros armamos en las redes, utilizando casi siempre WhatsApp”, detalla Liuba.

Mijaíl, 19 años, estudiante universitario, explica que hasta hace unos meses estuvo en un team. "Pero la rigurosidad de las asignaturas en la Universidad y la madurez que uno va adquiriendo me apartaron de esas tribus urbanas. Es gente joven, bastante sana, con un nivel de vida por encima del promedio en Cuba. Sus padres tienen negocios privados o en el exterior tienen familiares que les giran remesas. Conectados a WhatsApp en un mes pueden gastar hasta 60 cuc. Muchos padres prefieren tener a sus hijos en ese micromundo, alejados de nuestra realidad y de los problemas de la sociedad cubana, en una absoluta indiferencia política. Lo de estos teams es conectarse, compartir entre ellos, vestir a la moda, subir fotos a las redes sociales y verse los fines de semana en bares como Soda 52”.

Carlos, sociólogo, considera que “los teams conformados por millennials y que chatean y se organizan a través de las redes sociales es un fenómeno reciente. Fue con la apertura de la comercialización de internet en los teléfonos móviles cuando comenzaron a propagarse. Si damos créditos a algunas investigaciones sociológicas, no llevan más de dos años creados. Si los comparamos con las tribus urbanas del Parque G, así llamadas porque surgieron en la Avenida G del Vedado en la primera década del siglo XXI, estos grupos son más despolitizados, menos dados al alcohol y las drogas, tienen menos problemas en su entorno familiar y sufren menos rechazo por parte de un sector de la sociedad. Los frikis, emos y otras tendencias que cohabitaban en la Avenida G venían de familias disfuncionales, eran más agresivos, dados a las broncas callejeras y rechazaban abiertamente al régimen. Escuchaban música de grupos disidentes como Porno Para Ricardo y Los Aldeanos. A estas nuevas tribus les interesa la moda, la tecnología, el fútbol, vestir al Swag Style o seguir la saga de Candy Krush. Lo más 'disidente' es que algunos les gusta el reguetón de Chocolate MC, que está censurado en los medios oficiales”.

En opinión del sociólogo, si en algo se parecen los miembros de un team es que ninguno sufre grandes carencias materiales. "Tienen parientes a amigos que les envía dinero o les recargan las cuentas para navegar por internet, aunque entre ellos hay solidaridad y se comparten el dinero para chatear. Son hijos de altos funcionarios del gobierno o proceden de familias que reciben altas sumas por concepto de remesas o forman parte de la incipiente clase media conformada por cuentapropistas de éxito" .

Sin embargo, a pesar de su aparente inocencia, un ex oficial de inteligencia dice tener información que la Seguridad del Estado está estudiando el fenómeno de los teams. "Sobre todo les llama la atención la capacidad de aglutinar que tienen los líderes autodenominados Boss. Por su tremenda capacidad movilizativa, quieren investigar si no reciben ayuda financiera externa, pues en cuestión de minutos cientos de ellos se convocan a un sitio público. Utilizan aplicaciones como WhatsApp que están encriptadas. Ahora se reúnen para hablar boberías, pero cualquier día, piensan los servicios especiales, pueden convocar una marcha contra el gobierno y tomar desprevenida a la contrainteligencia”.

Arturo, integrante de un team, reconoce que una mañana en su escuela un oficial de la Seguridad del Estado se reunió con varios Boss, para recabar información de nosotros. "Quería saber de dónde había surgido esa idea, cuáles en realidad son nuestros intereses y temas de conversación. Habló en buena onda. El tipo tomó nota y nos dijo que próximamente la UJC iba a programarle actividades a los teams”.

En una sociedad de corta y clava como la cubana, un team de adolescente por muy ingenuo que parezca, no escapa al control de los servicios especiales. Por eso el régimen de los hermanos Castro lleva sesenta años en el poder.

Iván García
Foto: Tomada de Facebook.

lunes, 23 de septiembre de 2019

El ardid de fingirse opositor para entrar a Estados Unidos



“Soy un perseguido político” es la fórmula que le abrió y aún le abre las puertas de los Estados Unidos a muchísimos cubanos que hoy viven del “lado de allá” o esperan en algún centro de detención en la frontera por el otorgamiento de un estatus de “refugiado” pero que, en realidad, mientras vivieron del “lado de acá” jamás nadie les vio protestar ni siquiera entre dientes contra el gobierno.

No estoy seguro sobre cuál es la cifra real de tales “perseguidos” que han logrado engañar a las autoridades migratorias del país norteño, pero estoy convencido de que debe ser una cantidad considerable, teniendo en cuenta que es uno de los argumentos más escuchados en los reportajes periodísticos y notas de prensa que abordan el tema de la migración cubana en los últimos meses, después que fuera eliminada por Barack Obama la política de “pies secos, pies mojados”.

Lo cierto es que veo los rostros y leo los nombres de algunos “indignados” con las nuevas medidas migratorias que les fastidian el juego y, por más que busco en la prensa alguna vieja noticia donde aparezcan como encarcelados o acosados por la policía política, no logro dar con ninguna donde estén ni siquiera aludidos en las notas puntuales que suelen publicar las organizaciones opositoras o aquellas que documentan y dan seguimiento a cada uno de los casos.

Con la excepción de los verdaderos activistas y periodistas que todos conocemos, en peligro real, el resto son un gran invento, y la culpa, en buena parte, es de aquella anterior legislación que no exigía profundizar en la indagatoria sobre quién es quién y para la cual ser cubano era igual a ser perseguido político o víctima del sistema, un error que permitió durante años pasar “gato por liebre” y el resultado ha sido lamentable.

Perseguidores arrepentidos de su pasado, pero solo cuando les estampan el visado o les aseguran una manutención de por vida en las “entrañas del monstruo”. Entre ellos se encuentran ex dirigentes del partido comunista, ex militares, ex oficiales de la policía y la seguridad del estado. Directivos que lanzaron huevos a la “gusanera” en la Embajada del Perú, o quitando estímulos salariales si un trabajador no iba a la Marcha del Pueblo Combatiente o expulsando de su plaza a un obrero o estudiante porque el aval del Comité de Defensa de la Revolución denunciaba que no hacía la “guardia cederista” o no asistía al “trabajo voluntario”. “Cuentapropistas” que hicieron su fortuna portándose bien con el jefe del sector de la policía o que le negaban entrevistas a los medios independientes, o que incluso los injuriaban por usar una foto de su negocio en algún reportaje, porque eso lo podía perjudicar en su aventura de ganar y ganar dólares para comprar su boleto a Miami.

También fugaces periodistas independientes de una ingenuidad apabullante, que de pronto descubren que el ejercicio diario de su profesión no es un lecho de rosas y a la menor amenaza corren a buscar refugio despavoridos. Y hasta opositores y activistas que a la primera detención entran en pánico como si no se hubiesen esperado tal reacción represiva o de censura.

El más claro ejemplo son aquellos cientos, quizás miles, de los cuales leímos sus nombres en la prensa independiente y que, luego de pisar suelo estadounidense y obtener algún estatus como residente o ciudadano, jamás volvimos a saber sino por sus publicaciones en Facebook o Instagram, celebrando las mejores navidades de sus vidas, vacacionando en Disneyland o con suma discreción en Varadero o Cayo Coco. O disfrutando de una inútil y prolongada beca en tal o más cual universidad o reclamando más coraje y sacrificio a los que se quedaron atrás en el infierno insular, por no ser capaces de luchar y rebelarse contra el demonio. El que empuja no se da golpes.

Más allá de que esos “perseguidos”, incluso con lágrimas en los ojos, puedan alegar la pérdida de algún negocio en la isla y el desamparo legal que les impide reclamar su devolución, las malas condiciones de vida o la falta de oportunidades como simples ciudadanos sin privilegios políticos o el mero hartazgo ideológico, ingredientes de cualquier régimen totalitario de izquierda, en realidad son personas que, por no haber estado vinculadas a ninguna actividad opositora, sus vidas ni las de sus familiares corren ni corrieron ningún tipo de peligro.

El ardid de fingirse opositor, incluso aliarse solo por una cuantas semanas a algún grupo disidente cubano o hacer un poco de periodismo independiente con el único objetivo de crearse un pequeño “historial” que les facilite emigrar, ha sido una constante en el flujo de cubanos hacia los Estados Unidos, lo cual no solo ha llegado a dañar y molestar a la comunidad cubana en el exilio que en las décadas de 1960 a 1980 tuvo un componente ciertamente político sino que, además, ha repercutido negativamente en la imagen de aquellos grupos que en el interior de la isla y desde diversas tendencias políticas, han tenido una aptitud opuesta a tales engaños y oportunismos.

Si es doloroso ver cómo cubanas y cubanos lo han perdido todo, incluso hasta la vida, en su tránsito por Centroamérica o en altamar, intentando empezar de cero en una tierra de oportunidades, también lo es ver cómo muchos de los que logran pasar a los Estados Unidos mediante la representación teatral de un papel de víctima o perseguido político, más tarde retornan a Cuba para tomarse un mojito en el hotel Manzana Kempinski, porque está de moda, o simplemente se quedan en la Yuma y a conciencia se toman a conciencia la Coca-Cola del olvido. A todos ellos deberían retornarlos.

Ernesto Pérez Chang
Cubanet, 24 de julio de 2019.
Foto: Cubanos en la frontera entre México y Estados Unidos. Tomada de Cubanet.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Crónica en balsa



Hay una categoría de cubanos que se ha ganado una definición especial dentro del rango estricto de la esfera que abarca la complejidad y la riqueza de su ciudadanía. Se la han ganado por la manera riesgosa y grave que asumieron para alcanzar la libertad y dejar en el mapa de la Isla todas las podredumbres de la dictadura, desde el hambre y la escasez, hasta la cárcel o la muerte.

Hablo de los llamados balseros, unos cuantos miles de criollos que viven ahora fundamentalmente en el sur de la Florida y otras partes del mundo y que tuvieron que salir de su patria, en cualquier tipo de embarcación y con el peligro latente y real del mar abierto y misterioso, que los separaba de las costas libres de Norteamérica.

Recientemente, ocupó espacios noticiosos el hecho de que cinco habitantes del aquella nación fueran devueltos por las autoridades de Estados Unidos al puerto de Cabañas, en la provincia de Artemisa, porque fueron sorprendidos tratando de llegar a territorio estadounidense en un bote rústico.

Ha sido noticia porque se trata de un episodio anormal y extraño, que los cubanos intenten de llegar por mar a tierra libre después que en enero de 2017, el presidente Barak Obama cerró la política de “pies secos/pies mojados” mediante la cual los ciudadanos de Cuba, apoyados por la Ley de Ajuste Cubano, podían residir de manera permanente en el país vecino.

A partir de ahora, volverá a ser mencionada cualquier propuesta de travesía de los casos aislados y puntuales de individuos que se lancen a probar su suerte. Pero la verdad es que nadie, de la Cuba de adentro ni de los que habitan en la geografía americana, pueden olvidar el fenómeno que se produjo, entre el 15 de abril y el 31 de diciembre de 1980, cuando se produjo un verdadero movimiento de masas con su origen en el puerto habanero del Mariel.

Los datos recuerdan que cerca 125 mil cubanos salieron de la Isla en aquella oportunidad, es decir, el 1,3 por ciento de la población, según un censo de la Oficina Nacional de Estadísticas. Unos años antes, se había producido otra escapada masiva de cubanos, por la zona matancera de Camarioca. En esa ocasión se fueron para Estados Unidos unas 30 mil personas, también en diversos tipos de barcos, balsas y chalanas.

No habrá más generaciones de balseros y el apelativo se perderá con el tiempo y con la riqueza del idioma, aunque haya memoria de los acontecimientos globales y haya memoria para la cifra, difícil y desconocida, de los cubanos que salieron y nunca llegaron.

Raúl Rivero
Blog de la FNCA, 22 de julio de 2019.
Foto: Una de las muchas embarcaciones que en 1980 salieron repletas de cubanos desde el puerto del Mariel. Tomada de Mariel, 30 años después.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Bofill, Fidel, Escalante y la microfracción



El activista cubano de derechos humanos y el último sobreviviente de una de las primeras crisis políticas de la revolución cubana, Ricardo Bofill Pagés, murió en la madrugada del viernes 12 de julio en Miami, tras una larga dolencia cardíaca y de sufrir complicaciones de una operación en la espalda, confirmaron varios amigos suyos. Tenía 76 años.

Bofill fue uno de los pioneros del controversial movimiento de defensa de los derechos humanos en Cuba. La creación, por parte suya en 1976 del Comité Cubano de Derechos Humanos, constituyó una especie de parteaguas de la tercera década del proceso revolucionario cubano. Una de las tareas en las que se concentró fue en la confección de informes detallados sobre violaciones de derechos humanos que lograron llamar la atención de organizaciones como Amnistía Internacional o el Comité de Derechos Humanos de la ONU.

Dos años antes, en 1974, Bofill había salido de la cárcel. Su excarcelación condujo también al nacimiento de la disidencia cubana en términos parecidos a la que surgió en la difunta Unión Soviética en esa época. No deja de ser curioso porque el primer encarcelamiento de Bofill se produjo en 1968, cuando fue acusado de ser más prosoviético que castrista en el marco del episodio de la llamada microfracción.

La microfracción constituye un episodio controvertido de la revolución cubana y fue una de sus primeras crisis políticas. Ocurrió en torno a un grupo de militantes del Partido Socialista Popular (PSP), conocidos como 'los viejos comunistas de antes de la revolución' , enfrentados a los nuevos, formados por ella. Fidel Castro, los acusó de conspirar junto a Moscú.

El caso comienza a mediados de 1966 cuando Fidel Castro conoce que Aníbal Escalante Dellundé, un viejo militante comunista que nunca ocultó su devoción por los soviéticos, que llegó a ser el líder principal del PSP antes de 1959 y a tener una destacada influencia en el poder durante los primeros años de la Revolución, estaba sosteniendo reuniones clandestinas con viejos militantes del PSP, entre ellos Bofill.

El objetivo, según las autoridades de la isla, sería establecer un movimiento de opinión dentro de los círculos políticos cubanos, partiendo de la base de que pese a mantener buenas relaciones con los dirigentes políticos soviéticos de entonces, Fidel Castro en realidad no era lo suficientemente prosoviético y, por lo tanto, no era de confianza.

Hubo dos argumentos fuertes en esa época: que los principales dirigentes de la revolución tenían ascendencia pequeño-burguesa y no querían tener en cuenta el supuesto liderazgo revolucionario de Moscú a nivel global.

Durante casi un año se les fue dando cordel hasta que los investigadores le colocaron a Fidel Castro un informe sobre la mesa: Escalante y otros viejos militantes del PSP habían estado organizando reuniones conspiradoras y estableciendo contactos con diplomáticos y periodistas de la Unión Soviética.

En concreto, el grupo quería que Moscú se enterara de que la dirigencia de la Cuba revolucionaria tenía todas las condiciones para darle la espalda a Moscú. Uno de esos indicios era la molestia que Fidel Castro manifestó cuando Moscú negoció en secreto con Washington la retirada de los cohetes nucleares de la isla en octubre del año 1962, crisis que llevó al mundo al borde del conflicto atómico.

Para colocar en contexto el surgimiento de un grupo fraccionista dentro del Partido Comunista de Cuba (el PCC fue fundado el 3 de octubre de 1965), el 24 de enero de 1968 el actual primer secretario del partido, general Raúl Castro, presentó un Informe al Comité Central donde dejó constancia de las interioridades de la conspiración.

"A mediados del año 1966 llegaron a nuestro poder distintas informaciones sobre opiniones, críticas a la dirección de la revolución y específicamente al compañero comandante Fidel Castro, así como comentarios contra la línea ideológica del Partido, provenientes de algunos viejos militantes del PSP. Hasta este momento las informaciones habían surgido espontáneamente, refiriéndose muchas de ellas a planteamientos que se vertían a finales del año 1965 en la finca ‘Dos Hermanos’, que administraba Aníbal Escalante Dellund, donde se celebraban comidas festivas a las que acudían viejos miembros del PSP, amigos de este último", relató Raúl Castro, a la sazón ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y segundo secretario del PCC.

La microfracción nunca fue muy amplia. Sus integrantes, identificados por las autoridades, no llegaban a cuarenta y no todos terminaron sancionados. Pero entre ellos "se hacían planteamientos políticos tales como que Aníbal Escalante representaba la verdadera corriente ideológica de la clase obrera. Que su sola presencia en Cuba, aunque no participase en las actividades políticas, constituía un freno para los elementos pequeño-burgueses enquistados en la dirección del país, que existe una política para eliminar a los viejos comunistas, que esta política se inició con los acontecimientos de marzo de 1962", afirmó el ex ministro de las FAR en su Informe.

Raúl Castro se refería al encontronazo de Fidel Castro con Escalante, que según el escritor Norberto Fuentes acabó con la presencia del ex líder del PSP en la esfera del poder, quien tenía casi todo el control de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), que antecedieron la formación del PCC.

Cuando a principios de 1962 Moscú consulta con La Habana la instalación de misiles nucleares en la isla, explica Fuentes, "Fidel se ve en la necesidad de reforzar su control de las ORI y para ello saca a Aníbal del partido. En esa época la gente del PSP (que ya no existía legalmente) estaba totalmente en el poder".

El asunto es que puso como condición que las negociaciones se hicieran directamente con él sin pasar por Escalante. “Tu no podías instalar los cohetes con Aníbal en el poder”, agrega el escritor, residente en Miami. Durante los siguientes cuatro años el viejo militante del PSP, en un semi exilio, se dedica a trabajar en la redacción de la revista semanal moscovita Tiempos Nuevos.

En su Informe, Raúl Castro adiciona que en el grupo "hablaban de que había una fuerte corriente antisoviética" y enfatizaban que "la URSS es el país que debe llevar la hegemonía" global. Tambien "planteaban que la pequeña burguesía era la corriente predominante en la política de la revolución y que había hecho intentos por lograr que todo el poder pasase a sus manos".

En este sentido -apuntó Raúl Castro-, sostenían que «"la pequeña burguesía y los elementos de derecha fueron preparando las condiciones para los acontecimientos del 26 de marzo de 1962 (cuando Escalante fue apartado de la esfera del poder) y la Crisis de Octubre, posibilitaron que se reconsiderara la política comercial, proyectándose nuevamente hacia los países capitalistas, los propósitos de la pequeña burguesía no eran solamente desplazar el comercio hacia las áreas capitalistas sino retroceder a Cuba al sistema que se había barrido en enero de 1959".

O sea, el grupo de Escalante consideraba a la dirección revolucionaria, a los dirigentes del Movimiento 26 de Julio, como elementos burgueses con planes de salir de la órbita moscovita y regresar a los brazos de Washington. De ahí el interés en contactar a la dirección soviética, a través de sus diplomáticos y periodistas en Cuba, a fin de convencerla de presionar a La Habana en el plano económico para que corrigiera sus posturas "aventureras".

Pero hay más. Eran también eran muy críticos en sus apreciaciones sobre la vía armada para tomar el poder, tesis política rechazada por los soviéticos y abrazada por la dirección revolucionaria que bajó de la Sierra Maestra. Ejemplo de ello es la creación en 1966 de la Conferencia Tricontinental.

La reunión del Comité Central del 24 de enero de 1968 duró casi 24 horas, en parte porque Fidel Castro estuvo hablando doce, un discurso que nunca fue publicado. También intervino Carlos Rafael Rodríguez, quien fuera un miembro muy importante de la dirección del PSP, el único dirigente de la organización que se unió a Fidel Castro en la Sierra Maestra y en ese momento el número tres del gobierno. Además, Fidel Castro leyó una carta de autocrítica de Escalante, a la cual no le dio gran valor, y se escucharon las explicaciones de los dos únicos miembros del antiguo PSP que integraban el Comité Central del PCC, José Matar y Ramón Calcines, tras lo cual fueron expulsados de la organización política.

Los demás implicados, que estaban ya detenidos, 35 en total, fueron juzgados en los meses siguientes y recibieron penas de cárcel entre 15 (Escalante, la mayor) y 2 años. El viejo líder del PSP no estuvo mucho tiempo tras las rejas. Fue liberado en 1971, poco antes del viaje de Fidel Castro a Chile, tras un pedido de los comunistas chilenos. Escalante murió en 1977 mientras dirigía una granja agrícola.

Un par de meses después de la reunión del Comité Central, Fidel Castro lanzó en la escalinata de la Universidad de La Habana la llamada Ofensiva Revolucionaria, que acabó con los negocios privados. En ese discurso, antes de entrar en materia, se refirió a la microfracción y anunció que no serían divulgados más detalles que los publicados en la prensa, admitiendo que de hacerlo pudiera tener implicaciones diplomáticas, obviamente con Moscú.

"Infortunadamente todos los problemas no pueden ser tratados públicamente. Somos un Estado constituido, y como Estado constituido lógicamente tenemos que atenernos a ciertas normas, y en el mundo complejo y difícil que vivimos no siempre todos y cada uno de los problemas se pueden discutir a la luz pública. Sencillamente porque hay cuestiones de orden diplomático, cuestiones que tienen que ver con las relaciones entre Estados, y cosas por el estilo, o cuestiones que por ser de conocimiento del enemigo podrían ser perjudiciales», explicó Fidel Castro.

Pero abrió una pequeña ventana e hizo una minima valoración del impacto de la crisis pasada: "Es cierto que algunas de las manifestaciones de tipo político de los elementos microfraccionales y el fenómeno microfraccional pudieron haber sido tratados más ampliamente -y nosotros ese aspecto lo tratamos ampliamente en la reunión del Comité Central-, hay que decir ciertamente que la microfracción como fuerza política -como fuerza política- carecía de significación; como intención política, sus actos eran de carácter grave; y como corriente dentro del movimiento revolucionario, una corriente francamente reformista, reaccionaria y conservadora, aunque comprendemos perfectamente bien que en la atmósfera de estos tiempos circulan muchas corrientes de esa índole".

Y cerró el asunto con un "al fin y al cabo, la microfracción nosotros la consideramos un problema ya resuelto". Desde entonces y hasta hoy, no se ha desclasificado el proceso de Aníbal Escalante y sus 34 compañeros. Han pasado 51 años. Los protagonistas han muerto. La Unión Soviética ya no existe.

Ricardo Bofill terminó condenado a doce años de cárcel por microfraccionario. Cuando lo detuvieron, la policía encontró apenas un estudio sobre la situación político-económica cubana entonces y que supuestamente iba a ser enviado a Moscú. Cumplió ocho años. Al salir de prisión tuvo dificultad para encontrar trabajo. Apenas pudo ejercer pequeños oficios como bibliotecario, pese a que antes de la microfracción llegó a ser profesor de Filosofía Marxista en la Universidad de La Habana.

Desilusionado con la política gubernamental cubana, comenzó a dedicarse a la defensa de los derechos humanos. En 1976, tras salir de la cárcel, creó el Comité Cubano de Derechos Humanos, iniciativa que de cierto modo lo hizo volver a sus raíces prosoviéticas. Diseñó el grupo y su trabajo de denuncias a la imagen y semejanza de lo que hacían los disidente rusos en esa época: conferencias de prensa, comunicados a la prensa internacional y confección de informes dirigidos a organizaciones internacionales. Más no podía. Durante la década de 1980 llegó a pedir asilo político en la Embajada de Francia en La Habana, y volvió a la cárcel brevemente, acusado de "propaganda enemiga". Salió de Cuba en 1988.

"Bofill fue fundamental, esencial, en la creación de la disidencia. Es el padre de todo eso. Contó con la ayuda de Elizardo Sánchez Santacruz y de Adolfo Rivero Caro, quien después en Miami lo ayudaría a descarrilar el movimiento disidente, porque lo convirtió en un movimiento de la extrema derecha de Miami", afirma el escritor Norberto Fuentes.

Cuando Fidel Castro falleció el 25 de noviembre de 2016, Ricardo Bofill, ya enfermo, dijo a la televisión en Miami que no se "alegraba" de su muerte. Era el último sobreviviente del grupo de la microfracción.

Rui Ferreira
On Cuba, 14 de julio de 2019.
Foto: Ricardo Bofill. Tomada de On Cuba.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Ricardo Bofill, un prócer de nuestro tiempo



Ricardo Bofill Pagés (Madruga 1943-Miami 2019), pasará a la historia como uno de los grandes próceres en la lucha por una república verdaderamente democrática y de cumplimiento pleno de todos los derechos.

En realidad, el primer grupo de derechos humanos de Cuba, y, por ende, el movimiento disidente pacífico, se inició en la cárcel en octubre de 1983. Se ha dicho que esto ocurrió en 1976 porque por entonces un grupo de notables personalidades, solían reunirse en casa de Arnaldo Escalona, quien, como Bofill, había estado preso en la llamada causa de la Microfracción. Y en verdad, se hicieron algunas denuncias, aunque a título personal, y estuvieron en vías de fundarlo, pero antes de que se concretara, Seguridad del Estado arrestó a casi todos los contertulios.

Creo, incluso, que aquellas personas ni siquiera tenían plena conciencia de lo que estaban creando, pero que Seguridad sí lo comprendió mucho antes que ellos, y actuó rápido para impedir ese parto, por lo que casi todos fueron a parar a las cárceles.Siete años después, en octubre del 83, en la prisión Combinado del Este, coincidimos varios de los que teníamos aspiraciones afines. Paradójicamente, la cárcel lo que hizo fue unirnos a muchos de los que marchábamos por caminos similares, y el comité terminó por surgir allí donde generalmente terminan muchas de las conspiraciones políticas.

En verdad, éramos sólo siete: Bofill, Gustavo Arcos Bergnes (por entonces incomunicado en la planta baja y con quien sólo podíamos hablar cuando nos sacaban al patio), Elizardo Sánchez Santa Cruz (quien se encontraba ya en la prisión de Boniato, pero mantenía contacto con nosotros a través de familiares), el exdirector del Pabellón Cuba, Teodoro del Valle, el poeta René Díaz Almeyda, el diplomático Edmigio López Castillo y quien esto escribe.

No podría fijar una fecha exacta, porque muchas veces sucede que los hechos más importantes ocurren sin que los mismos protagonistas se den cuenta, y sólo después de cierto tiempo es cuando nos percatamos de lo que ese momento significó. Yo no sabía quién era Bofill cuando lo conocí a mediados de 1983, cuando llegó al cuarto piso del Edificio 3 donde se ubicaba lo que se conocía como el Nuevo Presidio Político tras el diálogo y excarcelaciones ocurridas en 1979.

Aunque ya Bofill había estado preso por lo de la Microfracción, no había sido, por entonces, una figura descollante. Me lo presentó López Castillo, también procesado en aquella famosa causa. Yo tampoco llevaba allí mucho tiempo, desde que había sido sacado de la llamada Area Especial 47, los corredores de la muerte donde los condenados a la máxima pena esperaban ser llevados a los fosos de La Cabaña para ser fusilados. Allí había estado incomunicado durante un año y veinte días en una celda tapiada. En una de esas celdas aún se encontraba también, en condiciones infrahumanas, el preso político Jacinto Fernández, acusado por espionaje, con quien había trabado una buena amistad.

Desde ese momento, Bofill y yo comenzamos un largo ciclo de conversaciones sobre el tema político. Algo que lo distinguía era que no temía hablar en voz alta lo que pensaba sobre el régimen y sus dirigentes, y cuando le hablé de Jacinto, me ofreció los contactos que tenía para hacer llegar una denuncia sobre su caso a las principales agencias de prensa con oficinas en La Habana. Se ofreció, incluso, para redactar juntos la denuncia. Pero eso sí, había que firmarla con nuestros propios nombres para que tuviera credibilidad. Lo pensé un par de días, porque aquello me parecía suicida, ya que hasta entonces los presos casi siempre firmaban sus documentos con seudónimos temiendo ser reprimidos.

Finalmente estuve de acuerdo, firmamos la denuncia con nuestros nombres. Pero debajo, Bofill agregó las palabras Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Junto a su nombre puso el título de Presidente, y junto al mío, el de Vicepresidente. Aunque aquello me pareció una ocurrencia fantasiosa, puesto que tal comité no existía, no me daba cuenta que yo, al no poner reparos, la estaba haciendo realidad, y que la gracia podía derivar en desgracia ante el posible alargamiento de condenas en una nueva causa por “asociación ilícita”.

Me dije, en mi interior, que aquel hombre estaba loco, pero que yo no me quedaba atrás por aceptarlo. El asunto es que cuando la denuncia salió a la luz, la noticia no fue la terrible situación de mi amigo Jacinto, sino que por primera vez había surgido en Cuba un grupo de derechos humanos. Años después, en el exilio, Bofill me diría: “Había propuesto este proyecto a muchos, pero nadie me había hecho caso, y sólo tú me seguiste”.

La Seguridad reaccionó cuando ya se habían incorporado Arcos Bergnes, Elizardo, Teodoro del Valle, René Díaz y López Castillo, pero actuaron sólo contra Bofill incomunicándolo, quizás pensando que al separarlo de nosotros, el Comité recién creado se desvanecería. Luego lo ubicaron en una habitación vigilada del hospital de la prisión, y finalmente, fue excarcelado, probablemente por las presiones de la opinión pública internacional.

Pronto se formó una nueva sección del Comité en las calles, al unírsele nuevos miembros, como la poetisa Tania Díaz Castro, el psiquiatra Samuel Martínez Lara y el profesor Adolfo Rivero Caro. Gracias a los informes del Comité, el gobierno cubano por primera vez sería sentado en el banquillo de los acusados en Naciones Unidas.

Aunque nunca aceptó que el Comité se politizara, no pudo evitar que de su propio seno varios de sus miembros crearan grupos para la lucha política, como la Liga Cívica Martiana, fundada en la prisión, y el Partido por los Derechos Humanos creado por Tania y Martínez Lara. Lo cierto fue que el Comité se convirtió en la célula matriz de todo el amplio diapasón del movimiento disidente. Muchas organizaciones nacieron como ramificaciones de esos primeros grupos o influidos por ellos, o aprovechando el espacio creado por el Comité.

Se trata del único movimiento que la dictadura no ha podido exterminar. Y quien tuvo el coraje y la inteligencia para iniciarlo, fue Ricardo Bofill Pagés. Un hombre que no fue un santo celestial, sino un luchador terrenal con virtudes y defectos que defendió a capa y espada su derecho a expresar lo que pensaba, y despertó, con su palabra, a los que aún estábamos, si no dormidos, al menos aletargados, y nos instó a correr a los que estábamos, sino paralizados, al menos dando los primeros pasos.

Muy pocos han sido víctimas de tanto barraje de calumnias desde ambos extremos del panorama ideológico. Pero ya nada ni nadie, Ricardo, podrá arrebatarte el alto puesto que en la historia te mereces.

Ariel Hidalgo
Cubaencuentro, 22 de julio de 2019.
Foto de Ricardo Bofill realizada por Delio Regueral. Tomada de Cubaencuentro.


En los seis posts de la serie titulada Cuba: enfrentando la autocracia verde olivo, publicada en 2013 en El blog de Tania Quintero, entre los fundadores del movimiento cubano de derechos humanos mencionados se encuentran Martha Frayde y Ricardo Bofill: 1ra, 2da, 3ra., 4ta., 5ta y 6ta. y final.