viernes, 29 de abril de 2016

Cuba: los negros siguen siendo prisioneros de su raza



Lo primero que hace un portero del bar, restaurant y club Shangri La, en 21 y 42, en el municipio habanero de Playa, es observar de arriba abajo al probable cliente. Si en su radiografía visual supone que la persona no es un tipo con billete, le impedirá el paso y le dirá: "Estamos cerrados por capacidad".

Damián, un cubano que reside en Madrid, cuenta que en su última visita a La Habana, no pudo entrar a algunos bares y centros nocturnos de la capital. “Fui al Shangri La con mi esposa, oriunda de África, y el portero no nos dejó pasar. Noto que en Cuba ha habido un retroceso en el tema de la discriminación racial. Lo más lamentable es que la mayoría de los porteros son negros, al igual que los policías”.

Carlos, peluquero homosexual, deseaba tomarse unas copas en el bar con su pareja, un moreno con pinta de alero de la NBA. “No nos dejaron pasar. Indagué si era porque soy maricón o negro. Pero el hombre no me respondió y me mostró la puerta de salida”.

No resultan hechos aislados. En enero pasado, la periodista Ana Paula Díaz, publicó en Diario de Cuba un trabajo titulado Derecho de admisión, nuevo instrumento para distinguir ‘clases’, donde detalla sucesos de corte racista y homofóbicos acaecidos en el King Bar Restaurante, situado en la calle 23 No. 667 entre D y E, Vedado.

No se puede acusar al régimen de Fidel Castro de racista. Cuando en enero de 1959 el barbudo llegó al poder, empoderó a negros y mestizos relegados en la Cuba republicana.

A domésticas, personal de servicio y mucamas de la raza negra se les abrió las puertas al conocimiento. Siempre existieron en Cuba prejuicios raciales.

El negro era visto como un peón que cargaba los palos del golf, jugaba pelota profesional o bailaba rumba. Tolerarlos no significaba que un segmento de la sociedad los aceptara.

Después que se abolió la esclavitud en 1886, el negro partió en franca desventaja. No tenían propiedades, conocimientos o dinero. Sobrevivieron a la criminal matanza de más de tres mil negros capitaneada por el coronel José Martí hijo en 1912, residiendo en las peores casas y empleos mal remunerados.

Existió una notable intelectualidad negra y mestiza durante la República. Pero el negro iba a la zaga en el ordenamiento social. Castro intentó frenar las desigualdades decretando ordenanzas que permitieran a los negros participar en el pastel económico, político y social.

Pero no se fue a fondo. Y en la nueva burguesía verde olivo persistió el miedo al negro. O el rechazo. No creo que ahora mismo el racismo sea un tema prioritario en la Isla.

Existen otras necesidades perentorias como salir del prolongado bache económico o luchar por la democracia. Pero la apatía del discurso oficial, pretendiendo minimizar el problema, nunca va a ser una solución.

Yamila, una joven negra graduada de cantinera, se presentó en más de diez negocios privados o estatales y no la aceptaron. "Una amiga me comentó que los gerentes buscan jóvenes atractivas, blancas o cuando menos mulatas. No una negra gorda y fea como yo”.

La Asamblea Nacional del Poder Popular, el monocorde parlamento cubano, en su última legislatura reconoció la violación de las normas jurídicas en la contratación de trabajadores en negocios privados.

“Casi todos los dueños de cafeterías y paladares o gerentes de hoteles y centros turísticos prefieren contratar blancas o mulatas blanconazas para que atiendan directamente al público. Está comprobado que las ‘jevas bonitas’ atraen a una mayor clientela. A las prietas yo las mandó a la cocina”, dice Osniel, propietario de un cafetería.

En los hoteles estatales, la dirección y altos cargos están ocupados por personas de raza blanca. Noemí, mulata, durante seis días a la semana labora doce horas diarias como mucama en el hotel Las Dunas, en Cayo Santamaría, Villa Clara, provincia a 460 kilómetros al este de La Habana.

“Me tengo que levantar a las cuatro y media de la mañana para no perder el transporte del trabajo. Llego a mi casa, en un barrio en las afueras de Santa Clara, después de las nueve de la noche. Le pago 30 ‘chavitos’ (pesos convertibles) al mes a una vecina para que me cuide a mis dos hijos, pues soy madre divorciada”, dice Noemí.

Diariamente, cada mucama debe limpiar, tender las camas y avituallar quince habitaciones. El salario básico es de 475 pesos mensuales y 10 cuc de estimulación salarial en caso de cumplir los requisitos exigidos por la gerencia de la cadena española Meliá.

Hace dos años, Noemí quería tomar un curso de contable, pero el jefe, de la raza blanca, le dijo "que no perdiera el tiempo, que aunque me graduara, después era poco probable que me contrataran. Que siguiera como mucama, donde yo hacía bien las cosas”.

Incluso las instituciones policiales no escapan a los prejuicios raciales. Osbert, músico rapero, ya perdió la cuenta de las veces que sin mediar ningún motivo la policía lo detiene para pedirle el carnet y cachearlo en la vía pública. “Después te montan en un camión y de cabeza para la unidad de policía más cercana”.

Un instructor policial que prefiere el anonimato asegura que existe un protocolo donde el color de la piel, fisonomía o conducta sexual les sirve de modelo. “Desgraciadamente los negros y mestizos casi siempre son los sospechosos”, alega.

Según el gobierno la población penal en Cuba ronda los 57 mil reclusos. Yusdel, quien cumple su servicio militar en una prisión de máxima seguridad, aclara que el 80% de los presos son negros o mestizos.

“Hasta en los delitos hay diferencias. Los más violentos o repudiables lo cometen negros y mestizos. Los blancos suelen ir presos por corrupción, estafar o matar vacas”, indica Yusdel.

Aunque se pudiera pensar que los negros en Cuba siguen siendo prisioneros de su raza, la realidad tiene variados matices. Más que mestizos, negros o blancos, el progreso en la Isla se mide por lealtades. Y en eso, los negros son los que más tienen que perder.

Iván García
Foto: Camareras del Hotel Nacional. Tomada de Tripadvisor.
Leer también: Los treinta Picassos negros

miércoles, 27 de abril de 2016

Silvestre Méndez, mi hermanito


Mi hermanito, era uno de los términos con los que generalmente Silvestre Méndez te daba la bienvenida. Dos palabras que te permitían conocer a uno de los rumberos cubanos más extraordinarios.

El primer contacto que tuvimos con El Tata, como cariñosamente le decían, fue porque en un programa dedicado a Miguelito Valdés no dijimos que Silvestre Méndez era autor de Tambó. Esta omisión nos permitió tener una amistad muy estrecha con el genial músico.

Silvestre Méndez López nació en La Habana el 31 de diciembre de 1921. Fueron sus padres Julián Méndez e Isabel López. Residió en la capital hasta los ocho años, pero debido al fallecimiento de su madre, se fue a vivir con su abuela paterna a Nueva Paz, entonces municipio del interior La Habana. Cursó estudios de primaria, secundaria y preparatoria y en 1937 matriculó en la Escuela de Artes y Oficios.

La vida de Silvestre transcurrió entre solares y barrios rumberos de la Cuba de finales de los años 30 y principios de los 40. Una de las agrupaciones que recordaba con nostalgia era la Sonora de Piñón, de la cual decía era una de las mejores agrupaciones que se escuchaban en la Isla. Ya Silvestre había compuesto algunos números que le habían grabado Juan José Ramírez “Fantasmita” y que después con la Orquesta de los Hermanos Palau y con arreglos de René Hernández, "Fantasmita" le graba El telefonito, que se convertiría en tema símbolo de El Tata, posteriormente grabado por el Conjunto Casino con Nelo Sosa, Kiko Mendive, Trío Servando Díaz, Orlando Guerra “Cascarita”, Chuy Reyes y su Orquesta con Tony Gary y la orquesta de Willie Colón con Rubén Blades.

El rey de la rumba y el guaguancó inició su carrera artística en el barrio habanero de Jesús María. Su primera obra musical fue Tambó, una rumba que sería grabada por Miguelito Valdés, Novo Morales y la orquesta Casino de la Playa, entre otros, y en el cine fue incluida en varias cintas, como Pescadora, con Ninón Sevilla, e incorporada por Oscar de León a su repertorio.

Músicos excepcionales como Bola de Nieve, el Cuarteto Hatuey, la Orquesta Caribe, Rita Montaner y el maestro Ernesto Lecuona ya habían estado en México en la década de 1930 y es precisamente el maestro Lecuona quien le dice a los músicos cubanos que recorrieran el mundo y dieran a conocer la música popular y a Silvestre le sugiere México. Silvestre recordaba que él, Chano Pozo, y el hijo de Bienvenido León, entre otros, le dieron la bienvenida a Jorge Negrete en su visita a Cuba en 1943.

En mayo de 1946, Silvestre llega a México, ciudad donde había vivido breves períodos de tiempo. Se hospeda en un hotel cercano a las emisoras XEW, XEQ y XEB y esa misma tarde al recorrer las calles de Ayuntamiento le gritaban “¡Silvestre, Silvestre! Y al ver quien le gritaba era nada menos que Kiko Mendive, el Muñeco de Chocolate, que lo invita al Salón Smyrna.

En 1947-48 se incorpora a grabaciones con Vicentico Valdés, Humberto Cané , Antar Daly, para los sellos Peerless y Comix (las de Vicentico fueron reimpresas en el sello Tumbao TCD 116). Después vendrían grabaciones para los sellos Columbia, RCA, Mussart, Anfión, etc. En 1948 el maestro Juan Bruno Tarraza arma un auténtico trabuco de ritmo que se presentaba en el teatro Follies y el cabaret Waikiki acompañando a Tongolele, Toña la Negra, Benny Moré, Yeyo Estrada o Kiko Mendive, así como a dos jovencitas recién llegadas a México: Celia Cruz y Elena Burke.

Pero demos los elementos que conformaban dicha agrupación: Humberto Cané, bajo; Enrique Tappam “Tabaquito”, Antonio Díaz Mena “Chocolate”, Silvestre Méndez, Justi Barreto (estos dos hermanos de sangre), percusión; Manolo Berrio, Alejandro Cardona, Lucas Hernández y “Caramelo”, en las trompetas; Benny Moré, voz (en ocasiones sustituido por Mendive o Estrada). Lamentablemente esta agrupación no dejo grabaciones discográficas, pero podemos deleitarnos con sus interpretaciones en películas como En cada puerto un amor, de 1949, y Novia a la medida, también de 1949 y con escenas musicales a cargo de Benny Moré y Dámaso Pérez Prado, entre otros.

A fines de 1948 el furor del mambo empieza a sentirse en México, y es Chucho Rodríguez el primero en grabar en México temas de Pérez Prado para el sello Peerless. En la RCA le graban México lindo y Mike el vacilador, en la voz de Mendive. Benny Moré, la voz de oro de Cuba, con Pérez Prado le graba el mambo Tocineta y Yiri yiri bon, entre otros. Un tema suyo titulado La tumba soy yo, grabado por la Orquesta de Memo Salamanca, para Silvestre resultó una grabación magnífica, mucho mejor que la que realizada en New York en el LP titulado Oriza. Otros discos importantes lo hace para la Columbia, con la crema y nata de músicos cubanos en México como Mariano Oxamanedi, Alberto Aroche, Oscar O´Farrill "Florecita", Manolo Berrio, Eduardo Periquet, Clemente Piquero “Chicho”, Modesto Durán, Ramón Castro, Kiko Mendive, Yeyo Estrada, Humberto Cané, Homero Jiménez, Andresito López “Mucha trampa”, Enrique Tappam “Tabaquito” y Daniel de la Vega (estos dos mexicanos).

Como bailador, Silvestre Méndez fue único y esto se aprecia en algunos filmes de Juan Orol o en su participación con las llamadas rumberas del cine nacional. Las mezclas de Silvestre con algo de jazz se dan en algunas grabaciones o en filmes como Ritmos del Caribe, de 1950. La popularidad de Silvestre era enorme y sus temas se los graban Tito Rodríguez, Panchito Riset, Tito Puente, el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, Celia Cruz y la Sonora Matancera y Lobo y Melón. Peret, el padre de la rumba catalana, le graba Mi bomba sonó. Un disco magnífico, con ocho temas, lo graba en New York con el título Changó. En ese disco, calificado de 'salvaje' por Silvestre, se reúnen los talentos de Mongo Santamaría, Antar Daly, Marcelino y otros de la pandilla cubana.

Platicar con Silvestre Méndez era toda una secuencia de historias sobre música. Cuando le decíamos: escucha este tema con tal interprete, nos decía “no, el no me grabó ese tema”, pero al escucharlo veíamos que por sus mejillas rodaban lágrimas, que le traían recuerdos con alegrías o tristezas. Cuando uno lo visitaba, veía las paredes de su casa tapizadas de fotografías de músicos legendarios. En su habitación tenía el altar de 'Babalú', dedicado a San Lázaro, su santo.

El director de cine José Barberena Pérez realizó en 1999 un documental titulado de México a La Habana: semblanza de Silvestre Méndez, que no fue del agrado de algunos, pero que constituye un testimonio importante sobre la trayectoria de este genial músico. Ahí encontramos comentarios de Dionisio Sánchez Alvarado, conductor del programa radiofónico Sábado, ritmo y sabor, del músico Carlos Tercero; los maestros Memo Salamanca y Mario Ruiz Armengol ; Juan Jose Ramírez “Fantasmita”; Fellove, Pepe Arévalo, Tabaquito, Tongolele, Amalia Aguilar, y el musicólogo Luis Rovira Martínez.

Durante toda su vida se desempeñó como artista: compositor, músico, cantante, bailarín y actor. Fue un buen deportista, practicaba natación, tenis, campo y pista. Tenía un carácter apacible, era sociable y alegre. Le gustaba compartir con los amigos y aprender todo lo que estuviera a su alcance en cada instante de su vida. Escuchaba todo tipo de música.

La obra que le dió mayores satisfacciones es Yiri Yiri Bon porque parece haber logrado en la letra la descripción de muchas costumbres típicas y tradiciones populares de Cuba. Esta canción fue grabada por diversos artistas, entre ellos Benny Moré, Celia Cruz, Angelita Castani y otros. También fue incluida en películas como Cuando levanta la niebla, con Arturo de Córdoba y María Elena Márquez, donde es interpretada por el Silvestre Méndez y su Conjunto.

La Sociedad de Autores y Compositores de México tiene registradas más de 90 canciones compuestas por Silvestre Méndez. Además de las ya mencionadas, se encuentran, entre otras, Soy rumbero, Cuba es así, México lindo, Malambo, Matilde ven, Negra sensual, Pero qué suegro, Doroteo, No sé qué, Clotilde y el bolero Qué te pasó.

Silvestre recibió diversos reconocimientos por su trayectoria artística, entre ellos el del Canal 11 de la Ciudad de México, a través del programa Soneros, al que fue invitado con su conjunto y sus canciones; lo acompañaron también Tongolele y Ninón Sevilla. El 17 de julio de 1965 la Cruz Roja Mexicana le otorgó un diploma. Su nombre fue incluido entre los autores y compositores que la Promotora Hispano Americana de Música reconoció por el cincuentenario de su fundación.

Se cuenta que la primera vez que Méndez visitó los estudios cinematográficos Churubusco, entró a ver la filmación de la película Marco Antonio y Cleopatra. Unos minutos después, hicieron un receso y el cubano comenzó a interpretar una rumba. El director de cine Roberto Gavaldón lo vio, y una vez que regresaron a continuar la filmación, lo invitó a bailar con María Antonieta Pons, en una escena que tuvo una duración de cerca de tres minutos. La primera vez que Dizzy Gillespie viajó a México, para actuar en el Palacio de Bellas Artes con su orquesta, cuando tocaron Manteca, de Chano Pozo, invitó a Silvestre a que se les uniera.

Silvestre Méndez se hizo ciudadano mexicano y falleció en la Ciudad de México el 8 enero de 1997.

Marcos Salazar Gutiérrez
Tomado del blog DCubanos.

Video: La actriz y bailarina mexicana Meche Barba (1922-2000) y el cubano Silvestre Méndez, bailando Fíjate qué suave, guaracha interpretada por Benny Moré que lleva el mismo título de una película estrenada en 1947 en México. Pero el video no parece que sea de una escena de esa cinta.

Leer también: Músicos cubanos en México (1930-1950), escrito con la colaboración de Silvestre Méndez.

lunes, 25 de abril de 2016

Negro por fuera, blanco por dentro



“La cosa está negra”, le dice una señora a la otra mientras escogen tomates en la tarima del agromercado, refiriéndose a lo difícil de la situación en sentido general, y en este caso, al alto precio de los productos.

Al escuchar eso me despierta la curiosidad sobre el uso de ciertas expresiones racistas que algunas personas utilizan en las calles, tomando como referencia el color negro para definir o precisar algo malo.

Cuando me acerco al puesto de frituras, la vendedora, que al parecer me conoce desde la primaria, me dice:

“Oye, negro, no te pones viejo”.

“Hay que mantenerse”, le contesto.

"Bueno, ustedes tienen mejor piel que los blancos y se ve que tú eres blanco por dentro”.

Me alejo sin poderle contestar, porque se aproxima la guagua, pero reafirma mi curiosidad, mientras pienso en eso de 'blanco por dentro'.

Llego a la reunión donde varias personas vamos a escuchar a mi amiga Grace Lynis Dubinson, arquitecta y estudiosa del tema de la discriminación y la historia del racismo en Estados Unidos, creadora de Cinnamon Traveler Heritage.

Ella nos habla de un proyecto de agricultura comunitaria que tiene en Atlanta. En su exposición, da detalles de cómo el grupo de trabajo intenta proteger los cultivos ante algunos animales que cruzan las cercas para comérselos, pero uno de los colegas al oír esto, interrumpe y pregunta:

-¿Ustedes no tienen una planta que aquí en Cuba le dicen ataja negros? Los campesinos la siembran en las cercas para proteger los cultivos.

Confusa, Grace trata de entender, ella habla un poco español, pero para verificar lo que acababa de escuchar, me pide que le traduzca, cosa que hago en detalles.

Muy enojada, en la silla se inclina para atrás, se incorpora y reprocha categóricamente el supuesto nombre que muchas personas le han dado a esa planta espinosa, que yo no sabía que así la llaman.

Al llegar a casa, pregunto a mi madre por el nombre de esa planta y me dijo que siempre la había conocido por cardona.

Varias veces repetí el nombre, para que no se me olvidara. A+l día siguiente se lo dije a Grace. Alguien ya le había regalado una muestra de la planta.

Esa manifestación de racismo es el resultado multicausal de problemas sociales que en ocasiones la sociedad no lo ve, porque repite patrones históricos.

Jorge Milanés Despaigne
Havana Times, 4 de marzo de 2016.
Foto: Grace Lynis Dubinson, tomada de Respeto por las raíces.


viernes, 22 de abril de 2016

¡Deja que yo te cuente!



Cuando trabajaba, siempre pensé que mi jubilación sería más tranquila, con los hijos ya grandes, los nietos, tener una vida menos agitada… La mayoría de las personas pensaba igual. Pero no te creas, que no era una época tan ideal como se dice ahora, también había muchos problemas, lo que pasa es que el sueldo sí valía.

Estuve muchos años ganando 138 pesos, con mi mamá anciana, tres hijos y mi esposo, de un segundo matrimonio. Cuando aprobaron una de esas leyes de aumento, a mediados de los años 80, me subieron a 280 pesos. De todos modos, antes de ese salario, fui dirigente un montón de tiempo, y ganaba ese poquito que te dije.

Claro, no era como ahora. Mira, todas las semanas, o por novenas, que era como se decía, por la libreta llegaba carne o llegaba pescado, había una variedad de productos. Habían laterías por la libre en los mercados y eso ayudaba, porque se podía comprar alguna. Eran asequibles al sueldo de la mayoría. Sobre todo, lo más importante, era que había mucha variedad en los contenidos y en los precios. Ahora, todo es muy caro o muy malo, o las dos cosas. Y la cuota es cuando viene y como viene.

Yo trabajaba en un establecimiento de producción contínua, a máquina y manual, era la jefa del departamento económico. Por cierto, entonces no había eso de 'búsqueda' ni de 'faltante'. Antes de 1959 estudié en la Escuela de Comercio, y a mí me enseñaron que en la contabilidad, de cualquier sitio, ni sobra ni falta nada. Hay que cuadrarlo todo.

En esta fábrica mi sueldo llegó a ser de 280 pesos, que no era malo, aunque los había más altos. Me alcanzaba porque me planificaba. Además, en mi casa éramos seis personas. Mi esposo ganaba unos 300 y pico pesos. Mi mamá tenía una pensión de 60 pesos. Unos 800 pesos para mantener a seis personas, tres adultos y tres niños.

Nosotros podíamos ir los domingos a una pizzería o comer en algún sitio. Y hasta dejarle propina al capitán y que mi esposo le pagara un trago, para que nos tratara bien. Imagínate tú. Una propina de cinco pesos, que hoy no es nada, por entonces era un regalo. Por cinco pesos un taxista te paseaba hasta donde quisieras. Pero, fíjate, con los ingresos nuestros tampoco podíamos ir a un hotel, hacer turismo en vacaciones, ni nada de eso. Llevar a los muchachos al zoológico y en guagua para la casa. No alcanzaba para más.

Vivíamos sin excesos. Si te planificabas te alcanzaba, pero no era tampoco nada del otro mundo. Con eso también había que comprar ropa, zapatos, pagar los servicios, en fin, todo lo que hacía falta. Para hacer un arreglo, pintar la casa, comprar un mueble, había que reunir, no era que se comprara y ya, ni que el dinero estuviera en las matas. Valía el sueldo, pero había que sudarlo. Y algunos equipos electrodomésticos solo te los daban por el centro de trabajo.

Actualmente vivo sola. Soy viuda y como jubilada recibo 270 pesos mensuales. Tengo un hijo que vive en España, y otros dos en Cuba. De los que viven aquí, uno es un profesional, y la otra es técnica, es contadora en un departamento económico. Los dos trabajan para el Estado, para eso estudiaron, aunque hoy no les sirva de mucho, y tienen sus salarios para ir resolviendo sus vidas.

Las ayudas que me pueden dar, en términos económicos, no son muchas. El que vive fuera, que también trabaja y no es rico ni tiene ningún negocio, me manda algo todos los meses, que se me va en comer. Como puedes ver, no me alcanza ni para arreglar el techo, ni para resolver el montón de cosas que hacen falta en una casa vieja como ésta. Es chiquitica, pero si te hago la lista de todo lo que hay que arreglar, no acabamos nunca. Pero igual digo, que si no tuviera ese dinerito, pasaría muchísimo más trabajo.

Mi vida, con mis ingresos, con ayuda y todo, es bastante estrecha. Estoy operada de un cáncer de colon, necesito determinado tratamiento médico, determinada alimentación. Con 76 años que tengo y mi salud, que no estoy muriéndome pero tampoco soy una pepilla y sufro mis achaques y mis cosas, no puedo andar en guagua. Para ir al médico o salir a cualquier lado donde no pueda ir caminando, tengo que pagar diez pesos por un carro de alquiler.

Si sumas la ida y la vuelta, y si me acompaña alguno de mis hijos, ya es cuatro veces esa cuenta. Los controles médicos actuales no los entiendo. Si vas a la posta médica o al policlínico, te pasas toda la mañana para una receta, si hay la medicina y si el médico vino. Y de la farmacia, mejor no hablar, ya hasta en el noticiero lo han dicho.

Todos los días te dicen que la población cubana está envejeciendo, pero nadie dice cómo viven de verdad los jubilados. Los círculos de abuelos y los parques con los viejitos haciendo ejercicios se ven de lo más lindos en la televisión.

Pero nadie viene a tu barrio a ver las horas que uno se pasa en una cola, ni las vueltas que hay que dar de mercado en mercado para resolver cualquier cosa, ni el sol que se coge. No te aumentan un centavo, y todo el mundo sabe que hay que hacer magia para vivir con las pensiones que tenemos los jubilados.

Así que, periodista, como dice el programa ¡Deja que yo te cuente!

Antonio López Sánchez
Palabra Nueva
Foto: Tomada de Cuba Absolutely.

miércoles, 20 de abril de 2016

Mi jubilación y el júbilo re-cobrado



Hoy me llegó la jubilación. La semana pasada, el director de la empresa expresó: “Culmina una etapa de su vida y comienza otra. Nos deja una estela de sacrificio y amor por su puesto de trabajo, un legado que imitar por sus compañeros”. Eso dijo en la actividad organizada por el sindicato para despedirme, tras dos años en que el propio director trató de hacer ídem para otorgarle mi plaza a la chiquilla que recién intenté preparar.

Yo no quería jubilarme, pero me hicieron entender casi a la fuerza que las nuevas generaciones llegaban con bríos a tomar el batón que les cedemos nosotros, aunque, pensaba yo, a la susodicha se le cayera en algún segmento de la vuelta al óvalo. Decidí entonces que al cumplir los 70 me iría a casa a disfrutar un merecido descanso.

Eso pensé hasta que me informaron el monto de lo que me pagarían por casi 50 años de sacrificio y amor. “Tienes suerte -me decían algunos-, no a todo el mundo lo retiran con trescientos pesos”. Había soñado con más, lo confieso. Creí que tomarían en cuenta los cinco millones de dólares que le ahorré a la economía del país con mis innovaciones, por las cuales solo recibí similar número de diplomas.

Mi pobre esposa falleció hace un año confiada en que todo mejoraría para nosotros. Tomó muy en serio la aseveración hecha por el gobierno de que los lineamientos trazados tras el último congreso solo tendrían efecto en el nivel de vida de la población en el año 2015. Se murió sin ver los resultados. Yo sigo vivo y tampoco los veo.

Del monto de mi chequera me seguirán descontando el refrigerador que gentilmente me obligó a comprar la revolución… energética luego de ceder el Westinghouse que compró mi padre, que todavía funcionaba. Dos años me quedan para pagar un Haier que ha estado varias veces a punto de enfriarme por su mal funcionamiento. Menos mal que un amigo español, ingeniero como yo, al que conocí en uno de los tantos foros en que participé, me compró un televisor cuando vino de vacaciones hace unos meses. Pero con mi amigo ya no podré contar en lo adelante, pues falleció también por el infarto que le sobrevino tras constatar las condiciones en que yo vivía.

No tengo hijos que me puedan mantener, pero me siento fuerte todavía como para no parar en un asilo. Me disgustaría pasar mis últimos días en esos almacenes de viejos que el Estado tampoco puede mantener. Por ello me he trazado una estrategia para sobrepasar en la calle, con mi propio esfuerzo, lo que extraeré del banco todos los meses con mi tarjeta magnética; digo, si logro entender algún día las teclas del puñetero cajero automático.

Un vecino me va a pagar un peso cada vez que le saque al perro a pasear al parque. Por el tamaño, será el animal el que me saque a mí, pero no está mal si tomamos en cuenta que al parque tendré que ir de todas formas si pretendo vender todos los cucuruchos de maní que me dará otra vecina, a los que les gano diez centavos. La competencia es fuerte, pues hay otros viejos que también lo hacen y ya tienen su público.

Lo de pasear al perro será por la mañana. Por la tarde recibiré dos pesos por recoger en su escuela y cuidar un rato al niño de una excompañera de trabajo. Es un tanto indomable -el niño-, pero pienso descontarme al menos dos cucuruchos diarios por tal de mantenerlo a raya. La noche la tengo reservada para trabajar tres horas en una fábrica clandestina de cigarros. Me aseguran dos cajas diarias para mi insaciable fuma y quizás propina si trabajo bien.

Lo demás será alguna que otra pinchita eventual que me caiga de vez en cuando. Ayer, por ejemplo, una enfermera del hospital en que me atiendo me propuso diez pesos por salir de la consulta embalsamado en algodón. Estuve a punto de decirle que no, todavía poseo escrúpulos, pero después pensé que iba a ser la única manera de tener garantizada la cura del uñero que sufren mis pies.

Vaya, que si las cosas me salen bien y el uñero no se me complica, tendré garantizada una vejez aceptable, que me dé para alguna que otra cervecita y un almuerzo digno en la cafetería que abrió en la esquina el presidente del comité.

Repito: aún me siento lúcido para seguir brindando mi experiencia como ingeniero, pero la 'mecánica' a la que me tendré que enfrentar es otra. Ojalá que lo gane por cuidar a las dos fieras, vender maní y empaquetar cigarros me dé para solventar la vida. Es lo que yo llamo mi 'seguridad social'.

Jorge Fernández Era
Palabra Nueva
Foto: Tomada de Habana por dentro.

lunes, 18 de abril de 2016

¿Me jubilo, no me jubilo?



Alguien que se acerca a los 60 o 65 años de edad debería festejar que acaban, por fin, las tensiones diarias del trabajo e inicia el sosiego, acomodado en la seguridad económica que debían aportar décadas de rigores laborales.

Pero Hemingway lo advirtió en una de sus frecuentes reflexiones sobre la vida: “Las cosas son como son y no como deben ser”. Al menos en Cuba, los trabajadores viejos, cuando están a punto de colgar el sable laboral, se hacen una pregunta parecida a la que se hizo Hamlet en la obra de Shakespeare: ¿Jubilarse o no jubilarse?

Un ex profesor de psiquiatría explica: “Me jubilé hace casi diez años, pero tuve que continuar trabajando porque la jubilación no me alcanza ni para cubrir lo elemental de la canasta básica. Ganaba un buen salario en la institución de salud donde laboraba, pero cuando fui a jubilarme me aplicaron la ley vieja, con la que te retiraban con el 50 % del salario. Yo ganaba 507 pesos y me jubilaron con 265. Y no puedo vivir con 265 pesos. Y como tenía una profesión colateral, que es el periodismo, me dediqué a ejercerla íntegramente desde entonces, y gracias a eso he ido defendiéndome”.

Quienes viven más lejos del abismo material que supone una jubilación con 250 pesos en un país donde una botella de aceite vale 60 pesos (2.40 cuc) son los que, o comparten el techo con hijos que trabajan -con preferencia en el sector privado- o tienen familiares en otros países, en especial Estados Unidos, que les envían remesas.

"De ésos sin chequera somos unos cuantos. En mi caso porque los ciclones destruyeron los expedientes. Hubo tantos ciclones que acabaron con los expedientes… al mío se le pegaron las hojas. Eso no servía para nada. Lo boté yo mismo”.

Habla mientras separa los periódicos que va a comenzar a vender en San Lázaro e Infanta, en el habanero barrio de El Vedado. Está sentado en un banco de una parada de guaguas. De aspecto desvencijado, con ropa sucia y vieja, sin varios dientes en ambas encías, comparte el hogar con una hermana, también anciana, en la misma barriada donde “se defiende”.

“Cuando cumplí los 65 me dijeron que para retirarme debía trabajar cinco años más por el asunto del expediente, y entonces le pedí la baja y le dije: ‘Cinco años más no te voy a trabajar, porque lo que yo estoy ganando no me alcanza’.

”Compro los periódicos en la calle, se los pago a 50 quilos y los vendo a peso. Si compro treinta periódicos me gano quince pesos y si compro cuarenta me gano veinte, y hay días que puedo comprar sesenta. No es que me alcance, pero limito los gastos. Hay cosas baratas y cosas caras, yo compro la barata, la que está a mi alcance. Cuando puedo comerme un pan con hamburguesa y dos refrescos, eso me como. Y el día que puedo comprar una cajita de comida de 25 pesos. la compro”.

¿Usted bebe ron?, le pregunto. “Me tomo algunos tragos. No te voy a negar. Me los tomo cuando puedo".

Vive con una hermana médica, también jubilada, que aunque su hermano no lo reveló, parece tener un retiro algo más holgado de lo que consigue este anciano con sus periódicos. Entre los dos se sostienen, se ayudan.

Para comprender un poco más el mundo espiritual y real de los jubilados, hay que irse a un parque o a una plaza pública. En uno de esos lugares es donde “opera” este revendedor de periódicos, hombre inteligente que conoce la predilección de sus coetáneos por leer la prensa. Allí, donde se reúnen decenas de ancianos, es un sitio ideal para observar una curiosa mezcla de optimismo y desolación, tristeza y esperanza, capacidad de resistencia y flaqueza.

La Habana registra 335,178 jubilados con una pensión promedio de 272 pesos, de acuerdo con datos de la Dirección Provincial de Asistencia y Seguridad Social.

Hay ancianos y familias en peor situación. Viven bajo un programa de resguardo que supervisa la Dirección de Trabajo de La Habana -igual en el resto de las provincias- y que consiste en ofrecerles alimentación barata en comedores, donde después ellos hacen sobremesa jugando dominó o conversando, apoyo monetario, pago de utensilios y atención médica: un programa conjunto entre las direcciones de Trabajo y Seguridad Social y de Salud Pública, que la subdirectora de Asistencia Social de la Dirección de Trabajo de La Habana, Milagros López Leiva, defiende como un proyecto humano que no abandona a los más necesitados.

En la capital, la protección a ancianos jubilados, o que nunca trabajaron o se retiraron antes de tiempo, está apoyada con 84 millones de pesos que anualmente se destinan a su atención, y aunque el dinero no es suficiente para proporcionarles una vejez cómoda, al menos los alivian.

En su pequeña y modesta oficina, desde donde por teléfono destraba casos de asistencia social que frenan funcionarios indolentes o demasiado burocratizados (o ambas cosas a la vez) que están bajo su juridicción, Milagros López Leiva aclara: “Nosotros -y hablo así porque me siento parte del Estado- a muchos de ellos les regalamos una serie de recursos que de otro modo jamás pudieran alcanzar”.

Hay ancianos que tienen que insistir, pelear, demostrar lo indemostrable, para que los acepten como beneficiarios de ayuda estatal. Un sostén que se traduce en apoyo monetario mensual (prestaciones en el lenguaje administrativo) a familias vulnerables, y cuya cantidad máxima es 225 pesos, 45 pesos para alimentación en comedores, entrega de módulos de inducción (enseres de cocina) y recursos para el hogar como camas y colchones.

Mientras esos ancianos y familias que bordean el precipicio material reciben respaldo imprescindible, miles de jubilados no clasifican en esa categoría porque cobran su chequera (jubilación) cada mes, aunque en realidad sean cobros más nominales que reales. Muchas veces personas con algún padecimiento, con 'tarjetones' (tarjeta que les da derecho a comprar medicamentos) que les chupan buena parte de su chequera.

El economista cubano Antonio Romero considera el tema de los jubilados “extremadamente complejo y está asociado a una de las grandes preocupaciones de la economía y la sociedad cubanas: la expresión de una estructura demográfica que ha cambiado y que se refleja en una población cada vez más vieja, con un nivel alto de envejecimiento y una baja tasa de natalidad. Y la sociedad y el modelo económico tendrán que asumir a una población que cada vez estará más jubilada”.

De acuerdo con Romero, “en las nuevas condiciones económicas de Cuba hay que mejorar el estándar de vida de los jubilados, y como centro de esa mejoría tiene que estar el incremento de los niveles de jubilación que reciben actualmente”.

Para él, como para otros economistas, eso está claro, pero también lo está que no puede ser ahora mismo porque “la economía tiene reglas, una de ellas que no puede distribuirse lo que no se crea. Si en este momento usted aumenta el mínimo de jubilación, que es 220 pesos mensuales, a 600 pesos, crea una presión inflacionaria sobre la economía, y con esos 600 pesos el jubilado comprará lo que compraba con los mismos 220 que ganaba antes.

"¿Cuál es la lógica entonces? Dentro del proceso de transformación económica que está en marcha en Cuba, que es contradictorio y complejo, que debe hacer mucho más e incluso rectificar parte de lo que se ha hecho, y considerando el principio básico de la justicia que debe tener este socialismo próspero y sostenible que queremos construir, el Estado tendría que darle atención priorizada a ese segmento de la población, que en su mayoría la está pasando mal, y eso implica eliminar la carga económica desmedida de nuestra política social que se basa en subsidios transversales y generalizados para toda la población.

"Hay que pasar de una política social generalizada a una focalizada, que atienda los sectores sociales vulnerables, o que enfrentan desafíos inconmensurables. Políticamente la discusión es compleja porque se imbrica con un concepto difícil de abandonar: hemos creído que una sociedad socialista alternativa al capitalismo tiene que basarse en el principio de la igualdad o el igualitarismo, y que eso es sinónimo de justicia social. Pero lo más justo es que cada cual reciba de acuerdo a lo que aporte a la sociedad, incluidas la capacidad y calidad de ese aporte. Lo que debe tener una sociedad como la nuestra es un sector de jubilados bien atendido porque dieron todo durante su vida laboral, con el grado de prioridad y los subsidios necesarios para que aumenten sus niveles de vida”.

Antonio Romero aclara que para lograrlo se necesita una transformación casi revolucionaria porque implica reconocer diferencias sociales grandes, algunas de ellas incluso injustas, y a la vez el Estado tendría que jerarquizar un modelo alternativo al capitalismo y por eso mismo atender prioritariamente, con sus recursos, a sectores sociales y no a mercados y productos generalizados para toda la sociedad.

Cuando eso sea posible será entonces el fin del desasosiego para jubilados como un ex empleado gastronómico de 81 años, vecino del reparto Los Pinos y cuya esposa carece de pensión porque dejó de trabajar antes de tiempo. Él recibe 240 pesos mensuales y se le van 75 en las medicinas de los dos. Los demás miembros de su núcleo son su hija, con un salario de 430 pesos, y su nieta, estudiante universitaria.

Este jubilado se pasa el tiempo comparando los precios de los años 80 con los actuales, asombrado de que una libra de boniatos cueste dos pesos en el mercado, lamentándose de haber trabajado tanto en vano, mientras se jacta de la honestidad con la que nadie podía sobornarlo cuando cuarenta años atrás, inspeccionaba unidades gastronómicas poderosas como la heladería Coppelia.

A su edad, busca una actividad que lo ayude a llenar la mesa. Por ahora, siembra yerbabuena en su patio y su jardín y se la vende a dueños de florecientes paladares de los alrededores, para la preparación de mojitos y los platos de comida cubana que disfrutan turistas y compatriotas de bolsillos abultados.

En septiembre de 2015 se sintió reconocido cuando el Papa Francisco, durante su visita a la Isla, en las palabras dedicadas a la familia pronunciadas en Santiago de Cuba, reverenció a los ancianos cuando dijo: “No descuidemos a los abuelos. Los abuelos son nuestra memoria viva.Un pueblo que cuida a sus abuelos, y que cuida a sus chicos y a sus jóvenes, tiene el triunfo asegurado”.

Mario Vizcaíno Serrat
Palabra Nueva
Foto: Tomada de internet.

viernes, 15 de abril de 2016

Jubilados cubanos: los grandes perdedores


Eugenio, 74 años, se levanta a las 4 y media de la madrugada a comprar veinte barras de pan. El dueño de una cafetería le paga 40 pesos diarios para que el anciano, cargado de achaques, cada mañana le garantice pan fresco y le limpie el lugar.

“Cobro 220 pesos (10 dólares) como jubilado. Era electricista, como soldado peleé en Playa Girón y en la lucha contra bandidos en el Escambray, y fui oficial de la reserva en la guerra de Angola. Arriesgué mi vida por la revolución. Ya nada de eso cuenta. Ahora, en el gobierno de Raúl Castro, la gente debe arreglárselas como pueda. Los ancianos somos una carga pública”, dice con enfado.

Las tibias reformas económicas llevadas a cabo por la administración verde olivo no han traído beneficios a los jubilados. Ana Luisa, 71 años, maestra retirada, lleva seis meses yendo a la oficina de la seguridad social de su municipio, con la intención de conseguir una autorización para adquirir materiales de construcción a precios subsidiados.

Los burócratas le niegan esa opción. “Alegan que tengo una hija en el extranjero. Les digo que hace años ella no me envía un dólar. No me creen. Irónicamente, un trabajador social que me atendió me dijo: ‘Abuela insístele, dile lo mal que lo estás pasando, mándale fotos de la casa, cuéntale de tus problemas de salud. Tu hija es la que puede ayudarte a reparar tu casa'. Son unos hijos de puta”, comenta.

En La Habana, es habitual encontrarse ancianos pidiendo limosna o recogiendo latas vacías de cerveza en grandes sacos, y luego venderlas como materia prima. En el Paseo del Prado, frente al Capitolio, turistas japoneses y europeos tiran fotos del edificio, una réplica a escala menor del Congreso de Estados Unidos.

Varios ancianos sucios y con demencia senil les piden unas monedas. Algunos les dan centavos de pesos convertibles y con sus cámaras dejan constancia de la escena. Antonio, un negro de 68 años, con una úlcera avanzada en una pierna, es uno de ellos. Cada mañana se da una vuelta por el Capitolio, a limosnear.

Fue obrero destacado en una fábrica. “Participé en misiones internacionalistas. Mi pensión es de 253 pesos (11 dólares). Tuve cuatro hijos y cuando no están presos, no se ocupan de mí. Soy una carga para el Estado y mi familia. Me fui del asilo. Me atendían mal y la comida era un bodrio. Los empleados se robaban los alimentos y los productos de aseo. Ahora, de vez en cuando, almuerzo en un comedor habilitado por la iglesia. Duermo en la escalera de un edificio con peligro de derrumbe. El dinero que consigo mendigando lo gasto en comer y tomar ‘chispa’ (alcohol de cocina filtrado con carbón industrial). Le pido a Dios que no castigue. Que una noche me acueste y no me levante más. Quiero morir sin sufrir y sin molestar a nadie”.

Según el informe sobre Envejecimiento en la Capital, presentado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2009 en La Habana habían 18 hogares de ancianos, con 1,819 camas. Todos estatales y la mayoría en pésimo estado constructivo, a diferencia de los administrados por la Iglesia Católica, los mejores del país. Algunos asilos estatales, como el de San Miguel y Agustina, La Víbora, han sido maquillados con una mano de pintura. Pero la atención no es buena.

La gente pasa por el sitio y vira la cabeza al otro lado. Los viejos, andrajosos, enfermos y poco lúcidos, se dedican a pedir dinero y cigarros a los transeúntes. Los más fuertes, cada mañana salen a la calle, a tratar de conseguir un puñado de pesos para un almuerzo decente.

Rogelio, 80 años, desde las 5 de la mañana hace cola en un estanquillo de prensa. “Compro 50 periódicos, Granma y Juventud Rebelde. Los vendo a peso cada uno, hay días que los vendo todos, otros, solo la mitad. Con ese dinero voy a una fonda de mala muerte donde almuerzo arroz blanco, potaje de chícharos y un pescado hervido con más espinas que carne. Pero al menos como caliente”.

Con una pensión entre 10 y 12 dólares al mes, poco se puede hacer en Cuba para vivir con dignidad. Bien lo sabe Danilo, de 78 años, suciamente vestido. Se dedica a hurgar entre los contenedores de basura, en busca relojes rotos, pomos plásticos vacíos de refresco y componentes de ordenadores y televisores.

“Por cada pomo plástico, un cuentapropista que se dedica a vender puré de tomate envasado me paga un peso. Otro, que repara equipos electrónicos, me compra ls piezas si no están averiadas. En una jornada me busco entre 40 y 50 pesos. Lo gasto en cafeterías particulares, donde puedo comer pollo o carne de cerdo. Si me sobra algo, compro alcohol ligado con agua, el trago de los pobres. Por la noche, tiendo una colcha en cualquier portal. Si hace frío, duermo en algún edificio abandonado. Para qué voy a quejarme. Este gobierno es lo que trajo el barco”.

En el informe de la ONEI, se reportaba que después de Villa Clara, La Habana, con más de 2 millones de habitantes, era la provincia más envejecida del país y los municipios con más adultos de la tercera edad eran Plaza de la Revolución (25,4%) y 10 de Octubre (22,8%). Y se recomendaba la creación de más hogares de ancianos, casas de abuelos (seminternos), comedores comunitarios, facilitarles espejuelos graduados (gafas), prótesis dentales, aparatos auditivos y de locomoción y una mayor atención domiciliaria, entre otras.

Pero las mejoras económicas introducidas por el régimen siguen sin contemplar a los ancianos y jubilados. La mayoría de esos viejos dieron lo mejor de su juventud para defender a Fidel Castro y su revolución, incluso en tierras extrañas. Ahora viven olvidados. Sin decoro, en la miseria. Son los grandes perdedores.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.
Leer también: Los naúfragos de la ciudad y Abuelos por pesos cubanos.

miércoles, 13 de abril de 2016

El rostro del envejecimiento poblacional en Cuba



La vida en Cuba parece desacelerarse por momentos. El infierno de colas y esperas por cualquier nadería, se ha convertido en una circunstancia inseparable de la cotidianidad insular. A veces se pierde más tiempo subiendo a un ómnibus que esperándolo y, una vez arriba, es suficiente echar una ojeada para percibir que los cabellos grises o blancos y la endeblez física asoman en la mayoría de los pasajeros.

Mientras, los medios de prensa esgrimen con orgullo hueco que en 2020 Cuba será el país más envejecido de América gracias a su elevada esperanza de vida, la realidad del hecho ya nos pisa los talones.

Según datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, cerca de dos millones y medio de cubanos tienen más de 60 años, constituyendo el grupo etario más numeroso del país. Si tal cifra es valorada teniendo en cuenta la emigración sostenida de un capital humano y productivo que Cuba no puede reponer; las reducidas pensiones que se esfuman tras pagar las cuentas domésticas y comprar minucias en el mercado; las paupérrimas condiciones de los hogares de ancianos; el número de familias que no se ocupan debidamente de sus mayores y la escasez de especialistas en Geriatría, no es de extrañar que naufrague el triunfalismo panfletario de los medios oficiales y el Ministerio de Salud Pública.

La cobertura mediática sobre el tema se limita a ilustrar el encomiable trabajo que realizan los círculos de abuelos en la Habana Vieja, donde todas las iniciativas pensadas para beneficiar a este sector han corrido a cargo de la Oficina del Historiador. Sin embargo, tras este paraíso de la buena voluntad que se circunscribe a las instancias dirigidas por Eusebio Leal, subyace la triste cotidianidad de los abuelos que viven solos, muchas veces a merced de un cuidador oportunista y maltratador, del cual prefieren prescindir aunque deban conformarse con una sola comida al día.

Para quienen aguardan su hora final en la soledad de un cuarto derruido, haciendo malabares para repartir una pensión de 200 pesos mensuales (8 dólares) entre cuentas del hogar, productos de la canasta básica y medicinas, el gobierno ha diseñado el Sistema de Atención a la Familia, una cadena de comedores donde decenas de ancianos acuden dos veces por día en busca de una dieta que suele consistir en arroz blanco, potaje de chícharos, huevo o masa de croqueta como aporte proteínico, postre a base de mermelada o arroz con leche,y pan. Este menú se repite cada día del año, a excepción de las fechas festivas.

Según Rosa, una jubilada de la Habana Vieja que solía buscar alimentos en esos lugares, “casi siempre tenía que mejorar en mi casa la comida que me daban, agregándole un poco más de sazón o cocinándola de nuevo porque no había quien se la comiera. La última vez que fui tuve que botarla cuando llegué a mi casa".

Cada día, frente a estos comedores, aparece un nutrido grupo de ancianos quienes, pozuelos en mano, ofrecen un penoso cuadro que parece salido de la postguerra. Y todavía hay que aguantar que los spots televisivos y los médicos recalquen la importancia de mantener una dieta rica en fibra, frutas y vegetales.

Justamente en Cuba, donde de un día para otro la malanga alcanzó el exuberante precio de 18 pesos por libra, sin que nadie se detuviera a pensar que semejante inflación equivalía a negar, de golpe y porrazo, la alimentación a enfermos y niños pequeños. Tanto el personal de salud como el del ICRT y los gobernantes, saben que no hay salario capaz de costear una dieta balanceada. Pero todos hacen juego -por temor, incuria o conveniencia- a un incoherente sistema de orientación popular que hoy considera imprescindible lo que buenamente no se puede adquirir.

No es de extrañar que muchos de estos ancianos, en condiciones de extrema pobreza o discapacidad, hayan elegido el camino del alcoholismo o la mendicidad. Otros recolectan latas, venden periódicos o piden limosnas a expensas de una mascota, esperando que la simpatía del animal despierte la caridad de los transeúntes.

Lo peor radica en que estos hombres y mujeres viven en la más profunda indigencia. Pero la policía no les da tregua, pidiéndoles documentos y permisos para recoger deshechos reciclables, vender maní o periódicos, y expulsándolos de las zonas abarrotadas de turistas. Mientras eso acontece, a pocos pasos de distancia el delincuente de verdad se entrega a su faena calmadamente, pues además de crápula es chivato, y con ello goza de suficiente impunidad.

Los ancianos que aparecen en estas fotos viven muy alejados de cualquier proyecto social. Algunos, a falta de domicilio, duermen en los portales de los comercios de la calle Obispo o al costado de la Catedral, en la Habana Vieja. Todos son testigos vivientes de una revolución vetusta y traicionada. Y que en el sol moral de los años 60, prometió no dejar a nadie desamparado.







Texto y fotos: Ana León
Cubanet, 9 de febrero de 2016.

lunes, 11 de abril de 2016

"No te metas a viejo"



Allá por los años 70, el comediante cubano Enrique Arredondo con su talento inigualable solía decir: “No te metas a viejo, porque si entras, no sales”. Lo que no imaginaba el actor era que mucho tiempo después, con la creciente pérdida de valores morales de nuestra sociedad, llegar a la tercera edad se convertiría en una desgracia, pues los ancianos son el sector más vilipendiado en nuestro país.

Según el último censo, realizado en 2012, el 18 % de la población cubana tiene más de 60 años. Pero la cuestión va más allá del mero hecho de ser una población anciana, numerosa y vulnerable, que día tras día se enfrenta a una pobreza indescriptible. Lo más peligroso es la incomprensión de quienes aún no han llegado a viejos.

Cruzar la calle, por ejemplo, es una empresa difícil para un anciano, no solo porque ya sus reflejos no son los mismos, sino también porque muchos choferes son despiadados ante su situación.

Esto lo puede atestiguar Emma Fernández, de 80 años. Emma dedicó gran parte de su vida al magisterio. Hoy recibe una pensión de 200 pesos y es impedida física. Todos los días tiene que ir desde Santos Suárez hasta el Barrio Chino, a más de cinco kilómetros de distancia, por ser allí donde pudo conseguir un comedor público.

El transporte estaba peor que otros días. Para llegar a tiempo al almuerzo, Emma tomó un ómnibus de la ruta P8 y se bajó en la calle Monte, frente a la tienda La Isla. Empezó a caminar por la línea amarilla, “cazando” una 222 que la acercara más, cuando de pronto un almendrón le frenó encima de tal manera que aún no sabe si el bastón se le cayó del susto o si el carro se lo tumbó.

“¡Me puse nerviosísima! El chofer ni abrió la boca, pero me escarneció con la mirada. Una joven que observaba vino en mi auxilio y le dijo unas cuantas cosas al chofer”, recuerda Enma.

La insensibilidad de aquel individuo es escalofriante, pero por desgracia no es un caso aislado. Jorge García, de 82 años, iba por la mañana a buscar el pan de la libreta, y al bajar de la acera a la calle, se detuvo un momento, sin percatarse de que venía una moto. El motociclista, en lugar de desviarse, para lo cual tenía tiempo y espacio suficiente, tocó tan fuerte la bocina casi encima de él, que Jorge se puso muy nervioso y se quedó paralizado.

Algo parecido le ocurre a Sara Coira, vecina de La Víbora. Cuando viene a visitar a su hermana en Lawton, cruza por el semáforo de Diez de Octubre y Acosta. “Siempre espero a que pongan el muñequito (la luz) verde, pero cambia muy rápido y me quedo a mitad de la calle. Eso me pone nerviosa y temo que un día me fallen las piernas”.

Sobre esa situación, un chofer dice que “a los semáforos no les dan mantenimiento y hace tiempo están mal regulados. De eso debe encargarse Seguridad Peatonal, pero al menos la de Diez de Octubre no hace nada”. Diez de Octubre es uno de los municipios más poblados de la capital, con varias calzadas de mucho tráfico diariamente transitadas por ancianos.

Desde 1992 en Cuba el Centro Iberoamericano de la Tercera Edad. Entre sus funciones se encuentra velar por los adultos mayores. Entre los lineamientos para la política económica y social del gobierno se establece estudiar e implementar estrategias para el bienestar de los ancianos. Pero no se educa a la población para convivir con ellos.

Luisa María, una anciana que vive en Lawton, comenta que hace unos días iba a cruzar por Infanta y San Lázaro y le pidió ayuda a un joven. Éste le dijo que cruzara, que estaba la roja, pero en medio de la calle cambiaron la luz y no le dio tiempo de llegar a la acera. El chofer que esperaba el cambio del semáforo aceleró para apurarla. Por eso ahora, cuando necesita cruzar la calle, no solo pide el favor, sino que se agarra del brazo de la persona. “A algunos no les gusta, pero siempre me disculpo con una frase agradable. Se trata de mi vida”.

Al escucharla, recordaba una anécdota que me ocurrió hace un par de semanas. Necesitaba cruzar Infanta y le pedí ayuda a un muchacho que se disponía a hacer lo mismo. Con sorprendente amabilidad, me tomó del brazo y con paso tranquilo me depositó en la otra acera.

Ya iba pensando que con jóvenes tan atentos no todo está perdido en Cuba. Pero al darle las gracias, me percaté que no era cubano. Era un extranjero que apenas hablaba español.

Gladys Linares
Cubanet, 22 de enero de 2016.
Foto: Granma.

Leer también: Cuba envejece: ¿éxito o problema? 1ra. parte y 2da. parte.

viernes, 8 de abril de 2016

La pelota y el 55 aniversario del INDER



Hace 55 años el Gobierno Revolucionario desmanteló las instituciones cívicas existentes y las sustituyó por otras de corte totalitario. En ese proceso, el 23 de febrero de 1961 fue creado el Instituto Nacional de Deportes Educación Física y Recreación, más conocido por INDER.

La preocupación y ocupación por el deporte y la educación física en Cuba se remontan a principios del siglo XIX, como demuestran los siguientes hechos:

- En 1807, la Real Sociedad Patriótica de La Habana envió a Europa al reverendo Juan Bernardo O'Gavan Guerra para que estudiara las ideas del pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi, las cuales prestaban gran importancia a la educación física y al deporte.

- A su regreso a Cuba, en 1808 se inicia la introducción de dichas ideas en el sistema educacional cubano, por lo que a O'Gavan se le considera el padre de la cultura física en Cuba. O' Gavan era vicario general de la Diócesis de La Habana y Diputado en las Cortes de Cádiz por Santiago de Cuba, ciudad donde había nacido en 1782, participando en los debates y elaboración de la Constitución de 1812. Falleció en 1838.

- En 1928, con pocos recursos, se funda el Instituto Nacional de Educación Física, que funcionó hasta 1932. En 1935 se organiza la Comisión Nacional de Educación Física. En 1936 se crea el puesto de Comisionado de la Pelota Profesional, asumido por el coronel Ignacio Galíndez, y en 1938 se organiza la Dirección General Nacional de Deportes, encabezada por el coronel Jaime Mariné, bajo cuyo mandato se fundó el Salón de la Fama del Béisbol Cubano.

- La pelota se jugó en Cuba desde la segunda mitad del siglo XIX. Para esa fecha, ya existían los Rojos del Habana. En 1874 se jugó en Palmar de Junco el primer partido registrado con estadísticas. En 1878 surgió el Almendares Base Ball Club y nació la Liga Cubana de Béisbol, que existió hasta 1961. El primer estadio de béisbol se construyó frente a la Quinta de los Molinos, donde cubanos y equipos estadounidenses que viajaban a Cuba jugaron durante 35 años.

- Durante las primeras tres décadas de la República, ya en la Isla existían cuatro circuitos: el profesional, el semiprofesional, el de los centrales azucareros y el amateur, heredero de la pelota que los cubanos de clase media y alta trajeron de Estados Unidos a Cuba.

- En los años 30 del siglo XX, con la reorganización de la Liga Cubana y la participación del Gobierno, la pelota cubana tuvo su edad de oro. Mientras, el pacto con el béisbol organizado, la prosperidad de la posguerra y la conversión de La Habana en un centro turístico moderno, aseguraron a la Liga la posición de circuito principal en América Latina. Bajo la dirección del coronel Ignacio Galíndez, Comisionado de la Pelota Profesional, entre 1936 y 1937 se desarrolló el primer campeonato de base ball, considerado un evento modelo.

- Después de la Primera Serie Mundial de Béisbol Amateur, celebrada en Londres en 1938, las cinco siguientes, entre 1939 y 1943, se efectuaron en el estadio de la cervecería Tropical, en La Habana. Cuba ganó cuatro series.

- Desde 1940, gracias a la radio, la pelota llegaba a todos los rincones del país y a partir de 1950 comenzó su trasmisión televisiva. A mediados de esa década se trasmitían por dos canales diferentes y la Serie Mundial fue retrasmitada por un avión que sobrevolaba el Estrecho de la Florida con antenas de relevo, posteriormente se verían en vivo y en directo. La existencia en 1951 -diez años antes de la creación del INDER. de 14 mil televisores y cerca de 600 mil aparatos de radio, convirtieron a la Liga Cubana en una pasión.

La participación de políticos y militares en la dirección del deporte constituyó una tendencia mundial que tuvo su momento cumbre en los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936, los cuales fueron utilizados por Adolfo Hitler para promover el nacionalsocialismo. Cada equipo representaba a su país a imagen y semejanza de los ejércitos. Cuba no fue una excepción, el apoyo del general Fulgencio Batista y la presencia de militares como Mariné y Galíndez en la dirección del deporte cubano así lo confirman.

En Cuba, esa relación entre política y deporte estuvo presente en el discurso modernizador del autonomismo en el siglo XIX y en presidentes de la República como Gerardo Machado y Fulgencio Batista, pero no existen antecedentes de un jefe de Estado que haya intervenido con tanto énfasis y de forma tan prolongada en el deporte nacional de su país como lo hizo Fidel Castro con la pelota.

Una intromisión de corte totalitaria que separó la pelota de la sociedad civil y la subordinó a la política. A consecuencia del diferendo entre Cuba y Estados Unidos se abolió la pelota profesional, se disolvió la Liga Cubana de Béisbol y se iniciaron las series nacionales amateurs.

La subordinación del deporte a la ideología se expresa en que el Estado asume y costea todos los gastos a cambio de la fidelidad como requisito inviolable para participar. Con esa pelota "libre". Cuba estableció la supremacía durante décadas en las competencias amateurs centroamericanas, panamericanas y mundiales. Se proclamó la gran victoria sobre la pelota "esclava", pero a un costo insostenible para un país sin economía.

El 2 de enero de 1967, Fidel Castro declaró: "Se erradicó el deporte profesional, y sobre todo, se erradicó en aquel deporte, que era uno de los más populares: la pelota… Pero lo más interesante es que jamás ningún deportista profesional cuyo negocio es el deporte, jugó con tanto entusiasmo, con tanta entereza, con tanto coraje, como el que llevan a cabo nuestros deportistas, que no son profesionales".

Ocho años más tarde, en octubre de 1975, rebosante de alegría, Castro expresó: "Si en otros países de América latina no existe la revolución social, no se desarrolla la revolución social; por mucha técnica; por muchos entrenadores que contraten; por muchas cosas que inventen, no podrán obtener los éxitos que obtiene Cuba en el deporte".

La ilusión se desvaneció al comenzar los choques con presencia de profesionales. La pelota "esclava" demostró ser superior a la "libre", como lo indican los resultados en todos los topes, particularmente en los clásicos y en las Series del Caribe. Así arribamos, al 55 aniversario del INDER, sufriendo las consecuencias.

En el I Clásico (2006), el equipo de Cuba fue el que más ponches recibió, permitió más carreras y sus lanzadores fueron los más descontrolados, y tuvo que conformarse con el segundo lugar. En el II Clásico (2009), el equipo cubano fue superior al anterior en ofensiva, pitcheo y defensa, pero retrocedió hasta el quinto lugar. En el III Clásico (2013), a pesar de contar con un equipo superior, no pudo mejorar la quinta posición.

La consigna de regresar "con el escudo o sobre el escudo", convertirse en los "más altos per cápita de medallas de oro por habitante" y alardear de que "podemos combinar algo que no pueden hacer los jugadores profesionales" porque nuestros atletas "ni se venden, ni traicionan a su pueblo y a su patria", resultó irrealizable.

Una muestra de la degradación pudo verse a mediados de 2013, cuando al topar con una selección de estudiantes universitarios de Estados Unidos, el equipo nacional que en ocho de diez oportunidades había derrotado a selecciones universitarias estadounidenses, a pesar de superar a sus contrarios en experiencia y promedio de edad, fueron barridos en cinco partidos por verdaderos aficionados.

En la edición de 2014 de la Serie del Caribe, año en que Cuba se reincorporó a esas series regionales, después de más de medio siglo ausente, celebrada en Isla Margarita, Venezuela, el equipo Villa Clara, ganador de la 52 Serie Nacional, reforzado como de costumbre, con los mejores peloteros, perdió los primeros tres partidos con México, Venezuela y República Dominicana, le ganó el cuarto a Puerto Rico, pero no pudo llegar a semifinales.

En la edición de 2015, en Puerto Rico, el equipo Vegueros de Pinar del Río, ganador de la 53 Serie Nacional, también perdió los primeros tres juegos, ganó el cuarto y gracias al balance de ganados y perdidos entre los demás equipos, pasó a semifinales y se impuso en el último juego 3 x 2 ante Puerto Rico en la décima entrada. Ganó el campeonato a pesar del balance negativo de dos ganados y tres perdidos. Varios cubanos que abandonaron el país en años anteriores desempeñaron un papel destacado en otras novenas.

En la edición de 2016 de la Serie del Caribe, celebrada entre los días 2 y 7 de febrero, en República Dominicana, en un torneo de seis juegos entre los equipos Venados de Mazatlán (México), Cangrejeros de Santurce (Puerto Rico), Tigres de Aragua (Venezuela), Leones del Escogido (Dominicana) y Tigres de Ciego de Ávila (Cuba), estos últimos con 16 refuerzos de los mejores jugadores y solo 12 atletas de su nómina, perdieron los primeros tres juegos, ganaron el cuarto y cayeron en semifinales por segunda vez frente a México. El resultado: cero medallas y dos jugadores menos, entre ellos el estelar Yulieski Gourriel y su hermano Lourdes Jr. Gourriel, quienes protagonizaron una huida al estilo de un culebrón.

Tras una brillante historia beisbolera, habernos medido con los mejores del mundo y haber triunfado, países sin apenas tradición en este deporte, hoy nos vencen o, en el mejor de los casos, ganamos con susto.

El estado de la pelota -deporte nacional y componente cultural de la nación- es reflejo de lo que está ocurriendo en todas las esferas de la sociedad, desde la economía hasta la espiritualidad de los cubanos. Por tanto, la salida de la profunda crisis en que se encuentra será imposible sin acometer simultáneamente las transformaciones estructurales que el país demanda.

Dimas Castellanos
Diario de Cuba, 23 de febrero de 2016.

Foto: Algunos jutadores del equipo Cuba durante el Clásico Mundial de Béisbol celebrado en Tokio, Japón, en 2009. En primer plano, José Dariel Abreu, desde 2014 jugando en las Grandes Ligas. Tomada de Diario de Cuba.


miércoles, 6 de abril de 2016

Antonio Oliva, el campesino que siempre quiso ser pelotero




Camaraderil, locuaz, jovial, alegre y muy responsable son los adjetivos que encuentro para definir a este hombre de alta estatura llamado Antonio 'Tony' Oliva López.

Siempre sonriente, hace ejercicios todos los días y aunque lleva más de cincuenta años en Minnesota con perenne frecuencia se despierta pensando en los lomeríos y vegas donde nació, en una finca de Corralito, en el municipio pinareño de Consolación del Sur.

El oficio de periodista me dio la posibilidad de entrevistarlo en dos oportunidades y en ambas sentí que más que el pelotero excepcional (regular de los Twins de Minnesota por quince años consecutivos, participó en ocho juegos de las estrellas en las Grandes Ligas, tres veces campeón de bateo y en cinco oportunidades líder en hit) me recibía un cubano de todos los días, para quien primero “está la patria, la familia y Dios”.

Nos recibe con una amplia sonrisa y un apretón de manos. Solo mediaron algunas palabras mientras nos preparábamos para entrevistar a este guajiro que hizo historia imborrable en el beisbol de Estados Unidos.

“Mi vida era dura, pero fue muy bonita. Hacíamos de todo en el campo, éramos nueve hermanos y teníamos que trabajar duro. Yo era muy delgado, cuando llegué al beisbol apenas pesaba 165 libras, pero le daba duro a la bola y creo que era por las faenas en el campo y por las pipas de agua que repartía, porque para ganarme unas monedas y poder jugar pelota los fines de semana en los pueblos cercanos, me convertí en el pipero de Corralito.

“La pelota era mi pasión. Mi papá hizo un terreno para jugar y nos reuníamos todos los fines de semana. Recuerdo que apostaba con mis hermanos para que me tiraran bolitas hechas con semillas y decía: si me ponchan, les doy 5 centavos. Y se pasaban horas sin ganar nada. Trabajé sembrando tabaco, yuca y de todo. Todavía miro mis manos y me pregunto como aún tengo uñas.

“Así fue mi infancia, estudiando, trabajando duro en el campo y jugando pelota los fines de semana”. En aquella época habían varios muchachos buenos, que jugaban muy bien en una pelota que no estaba organizada. Ni sé como llegué a las Grandes Ligas, creo que hubo mucho de casualidad y suerte. Además de que me gustaba mucho la pelota y no tenía dinero para otras diversiones, tuve la suerte de jugar con el equipo que dirigía Roberto Fernández Tápenes, que era profesional y eso me abrió puertas. Él vio talento en mí, firmó por mí, y ya vez a dónde llegué. Para mí, Tápenes fue el mejor scout del mundo.

“Mi sueño era jugar como profesional con el equipo de Cienfuegos, nunca pensé salir de Cuba. Fue Tápenes quien habló con mis padres para meterme en el béisbol profesional e ir a Estados Unidos. La idea era que yo iba por seis meses y regresaba para poder jugar con Cienfuegos. Jamás pensé que estaría 50 años en ese país.

“Mis resultados fueron buenos, fui el mejor de todos en las ligas menores donde había más de 500 jugadores. Bateé para 400 y me dieron el bate de plata. Pasaron los seis meses y de verdad no sé lo que pasó, salí legal, todo fue pura casualidad.

“Hoy me cuesta creer cómo este negro de Corralito triunfó. No sabía decir ni una palabra en inglés, tenía un fildeo malo y nunca había jugado de noche. Imagínate, entre esos caballones (grandes peloteros), como Camilo Pascual, Zoilo Versalles, Julio Becker... En el primer año que jugué hice 18 errores, pero entrenaba mucho y dos años después me gané el guante de oro. Fui seleccionado al juego de las estrellas y después a la serie mundial. Fue todo muy rápido.

“Muchos equipos se interesaron por mí, pero desde que empecé a jugar lo hice con el Minnesota Twins, que ya es parte de mi familia, de mi vida. Sigo de entrenador de los Twins, nunca estaré con otro equipo. Allá, en el estadio tengo una estatua, y estoy en su salón de la fama. Me hicieron un homenaje cuando cumplí los primeros 50 años con ellos y dije que prepararan otro porque iba a estar por lo menos 50 años más (risas).

“Mis números en Grandes Ligas son muy buenos. Estoy en varios salones de la fama, y lo más importante, estoy en los corazones de mi familia, de mis amigos, de mis compañeros de Minnesota y en el de muchos cubanos, ¿qué más puedo pedir?.

“Nunca he olvidado de dónde salí, ni a quiénes me acompañaron en las buenas y las malas. Tampoco he olvidado que nací en Corralito y era campesino. Cada vez que se acerca el fin de temporada me cae una nostalgia por venir a mi Cubita, a estar con mi familia. Y mientras más vengo, más gente me conoce, aunque algunos me confunden con mi hermano, Juan Carlos Oliva, pero eso me alegra. Alguna vez soñé que me hubiera gustado haber jugado el equipo Cuba, haber representado a mi país...

“Se habla mucho de los problemas de la pelota cubana y de verdad no sé cuáles son. En Cuba hay muy buenos entrenadores, muy buenos peloteros que han hecho un tremendo trabajo. Todos los cubanos que juegan en otras ligas tienen excelentes resultados. Me parece que hay que organizar mejor el béisbol y tener mayores posibilidades de topar con otras ligas".

Durante más de una hora, Tony Oliva estuvo conversando, premiándonos con su sonrisa jovial y una mirada brillante que solo por momentos se perdía en la distancia. Una última pregunta: ¿Si la vida no te hubiera premiado con ser pelotero, que te hubiera gustado ser?

“Campesino. Todavía extraño el olor de la tierra y arar con bueyes. El rocío de las mañanas y los “pitenes” de pelota en el barrio. No te puedo decir que la ciudad me estorba, pero el campo me llama.

“Fíjate que a veces veo a los campesinos con sus yuntas, trabajando en ese silencio que solo se rompe con las típicas voces de mando y me dan deseos de hacerlo yo. Pero ya las piernas no me responden. En cuanto termine esta entrevista, me voy a pescar con mi hermano, al cual casi siempre le gano”. Y suelta una carcajada.

Pedro Lázaro Rodríguez Gil
Tele Pinar, 13 de enero de 2016.
Foto: Antonio Oliva López, el guajiro de Corralito. Tomada de Tele Pinar, donde se pueden ver más fotos.

lunes, 4 de abril de 2016

Adiós, Tony González


Esta crónica es para decirle adiós y rendir homenaje a Antonio González Vidal, más conocido como Tony González, jardinero y bateador zurdo de Industriales.

La triste noticia de su fallecimiento la supimos por conducto de dos amigos el viernes 12 de febrero de 2016. Sin embargo, por otro amigo en común y por el ex pelotero de Industriales Rolando Verde, supimos que increíblemente su partida fue en la madrugada del 1 de enero y ningún medio impreso cubano dio la noticia, a no ser una nota breve después de su entierro en la emisora COCO y en el programa Bola Viva de la televisión.

La muerte se lo llevó tranquilo, mientras dormía plácidamente. Un infarto se lo ha llevado cuando recién había cumplido 55 años. Se mantenía bien físicamente, pero hace un tiempo le dio un infarto y su salud se complicó, con inflamaciones por problemas en los riñones.

Rey Vicente Anglada lo llevo al médico el día 28 de diciembre y le dijeron que necesitaba ver a un nefrólogo o urólogo. Tony le dijo a Rey que el 4 de enero tenia consulta y que se lo diría al doctor. En octubre había estado tres semanas ingresado en el hospital La Covadonga y se fue antes de recibir el alta médica.

Antonio González Vidal nació el 26 de noviembre de 1960 en Camagüey, pero muy pronto se mudó a La Habana, viviendo casi toda su vida en los edificios de microbrigada conocidos como los 'bloques' del Cerro, aledaños a la Finca de los Monos.

En la capital, tardíamente, empezó la práctica del béisbol, hasta que lo convencieron de sus posibilidades debido a su talento. A no dudar, Tony ha sido uno de los diez mejores primeros bates del béisbol de Series Nacionales y no exagero. En su época de mayor esplendor, 1985-1990, era uno de los mejores hombres proa, codeándose con Luis Ulacia, el santiaguero Jorge García y Amado Zamora.

También fue un gran robador de bases, emulando en aquellos años con Víctor Mesa, Ulacia, García y German Mesa. Fue el mejor primer bate luego del retiro de Eulogio Osorio y la prisión de Rey Vicente Anglada en 1982.

Como jardinero era muy bueno y fildeaba bien en los tres jardines, aunque personalmente lo prefería en los extremos, sobre todo en el right, por su condición de zurdo y tremendo “mosquete” por brazo. Su promedio defensivo fue de 973 en 818 juegos y 1120 lances.

Como bateador zurdo y hombre proa, era un azote para los lanzadores con conexiones de rolling, líneas, flys bien colocados y hacia todos los ángulos del terreno. Era una virtual regadera y rapidísimo de home a primera y entre bases, con gran explosividad, pero sin mucho alarde. Ahí están sus 223 robadas en 349 intentos y apenas 11 temporadas, con un muy buen average de 309 en 2739 veces al bate.

Con 165 libras de peso y 1.73 de estatura, entre sus buenas actuaciones, Tony González tuvo tres grandes temporadas: 1986, 1989 y 1990. En 1986 integró un equipo Cuba que era una mezcla de jugadores jóvenes y miembros del Cuba A. Con el equipo Cuba hizo una gira por Japón donde fue regular en el jardín derecho y primer bate.

En 1989 lo marginaron injustamente del Cuba B. 1990 fue su mejor temporada, particularmente en la Selectiva donde fue el champion bate con un fabuloso 416 de average en 185 turnos oficiales para superar el fenómeno de Omar Linares y ayudar muchísimo al ansiado título ganado por Ciudad Habana. Además, Tony se embasó en el 50,7 por ciento de las 219 comparecencias que tuvo al home y fue décimo en carreras anotadas.

Formó parte de la Preselección Nacional que integraría el equipo que iría a los Juegos de Buena Voluntad en Seattle, el Mundial en Edmonton y en los Centroamericanos de Monterrey. Pero a Tony lo sacaron del equipo luego del IV Tope contra el equipo nacional de Estados Unidos y no le dieron oportunidades de eliminarse con los otros jardineros. Estaba sentenciado de antemano y eso lo afectó bastante, al punto que su nivel de juego después no fue el mismo y duro poco tiempo en el béisbol.

Dejó la pelota nacional en 1992 cuando aún no había cumplido los 32, debido a problemas de salud por excesos cometidos contra su organismo, por lo que fue ingresado y recibió tratamiento especializado. Después estuvo mucho tiempo fuera de la pelota, trabajó en la Corporación CIMEX.

Regresó a sus Industriales como parte de su cuerpo de dirección durante dos series nacionales: 2011-2012 y 2012-2013.

Desde hace cinco años tengo el archivo personal de Tony, quien se lo dio a un amigo en común de ambos para que se lo digitalizara. Estaba muy contento con eso y con las imágenes de video que habíamos rescatado y le habíamos regalado.

Nuestro pésame a sus familiares más allegados, en particular a su esposa e hija. Descansa en paz número 1, 28 y 24 de los Azules de Industriales y de Ciudad Habana.


Fernando Rodríguez Álvarez
Pasión Magazine, 20 de febrero de 2016.

viernes, 1 de abril de 2016

Las jineteras del wifi



Los invito a recorrer un día cualquiera, a cualquier hora, la céntrica Rampa, en la avenida 23, desde la calle L hasta el Malecón. Siete de la tarde de un lunes. Un viento frío e intenso procedente se siente en esa zona del Vedado. No muy lejos, fuertes marejadas han provocado penetraciones del mar e inundado el litoral habanero.

El cielo gris, encapotado, presagia lluvia en un mes de enero que parece mayo. Pero nada detiene a los internautas capitalinos. O 'wiferos', el nuevo giro lingüístico en un país que a diario reinventa -y destruye- el idioma español.

Tres de una misma familia saludan a gritos a un pariente que vive en Estados Unidos. Después, la señora por una pantalla de su teléfono inteligente, le dice que Cuba está mal, “mi’jo esto está de madre. La comida cada día más cara. Una libra de tomates cuesta veinte pesos y los agros están vacios. Esto no hay quien lo aguante ni lo arregle”.

Cerca, sentados en una piedra a la entrada del restaurante Polinesio, en los bajos del antiguo hotel Havana Hilton, hoy Habana Libre, dos hombres de la raza negra, con estrafalarios peinados, gesticulan y chillan en voz alta:

“Ñooo, asere estás ‘trepao’ en un coche que está de pinga (bueno). Ecobio, mira ver si puedes empatarme con una yuma pa’ levantar el vuelo de esta mierda”, expresa uno, mientras al otro de lado de la video-llamada, el amigo que exhibe su flamante auto, se aleja de la pantalla para que vean la última versión de Nike que usa, levanta el brazo izquierdo y con una sonrisa les dice que esa pulsera grande que lleva es un Apple Watch.

Si se llega a otras zonas wifi de La Habana, el panorama es más o menos igual. Mujeres y hombres de diversas edades charlando con familiares o amigos en el extranjero, adolescentes colgando fotos en su muro de Facebook o haciendo comentarios triviales sobre deportes o artículos de consumo. Quieren capitalismo a chorros.

Las plazas wifi de la capital también son embriones para proyectos migratorios. En un banco de cemento de la Villa Panamericana, al este de la ciudad, tramaron un maratón terrestre por varios países de Centroamérica.

Hasta el 18 de diciembre de 2015, ETECSA reportaba la existencia de 57 puntos wifi en toda la isla. Siete meses después de la apertura del primer punto, internet tiene un uso meramente comunicacional. Pocos gastan 2 cuc (50 pesos), el jornal de cinco días de un trabajador con un salario mínimo, en leer ediciones digitales de El País o BBC Mundo.

Nadie busca estadísticas, noticias o visita una galería de arte o un museo virtual. Debido al atraso tecnológico de los bancos, agencias de viajes, tiendas y empresas nacionales, usted no verá a nadie haciendo compras online, transacciones bancarias o reservando pasajes aéreos o terrestres.

Para una mayoría de cubanos, internet se resume en Facebook, enviar correos electrónicos para pedir dinero a sus parientes en Miami o ligar un extranjero. Con las conexiones wifi, el jineterismo femenino y masculino ha encontrado nuevas oportunidades para vender sexo.

Los cubanos dedicados a la prostitución en Cuba inventan más trucos que David Copperfield. Siempre van dos pasos por delante de las autoridades. Cuentan con el apoyo de carpeteros de hoteles, dueños de bares y paladares, taxistas, fotógrafos, personas que alquilan casas, peluqueras, modistas, proxenetas y policías corruptos, que de una forma u otra comercializan ‘mangos (chicas) que están para chuparse los dedos’.

En miserables 'puticlubs' en barrios marginales de La Habana, por 5 cuc se prostituyen muchachas que la noche anterior llegaron a la capital procedentes de provincias orientales, las más atrasadas del país.

Algunas prefieren hacer la calle. Rondan discotecas, bares de moda o clubes nocturnos, ofreciendo sus cuerpos por 20 cuc. Si el cliente titubea, le hacen una rebaja del cincuenta por ciento.

La llegada de internet a Cuba, a fines de los años 90, fue muy bien aprovechada por las jineteras habaneras, entre las cuales había profesionales, estudiantes universitarias y graduadas de escuelas de idiomas. Desde hoteles, que entonces cobraban 10 dólares la hora de navegación, creaban webs o se camuflaban como chicas en busca de amistades. Colgaban fotos en ropa interior, para resaltar sus traseros.

Con la llegada de Facebook y las redes sociales, todo fue más fácil. Al menos eso piensa Roxana (nombres cambiados). “Antes había que zapatear el Vedado o Miramar para enganchar a un yuma. Corrías el riesgo que la lacra (policía especializada) te abriera un expediente o un chulo sinvergüenza te explotara. Ahora ligar es más simple”.

Yuliana es más grafica. “Es tirar la carnada a ver qué pescas. Te puedes anunciar como una puta dura y pura, pero a mí eso no me cuadra. Es mejor insertarte en las redes sociales o sitios donde la gente busca amigos y parejas. Ni Spielberg tiene tantos guiones. Como a los hombres les gusta pensar que ellos son los que ligan y manejan el control de la situación, yo se los hago creer y a cada uno le escribo un guión”.

Lorena, estudiante de bachillerato, en diciembre gastó 25 cuc chateando con potenciales ‘novios’. Sentada en el parque de Galiano y San Rafael, Centro Habana, le pregunta a una amiga cuáles son las mejores opciones para empatarse con un extranjero de alto poder adquisitivo.

“Es que en internet abundan los tipos infladores (mentirosos) que te dicen que tienen dinero y están como yo, cruzando el Niágara en bicicleta. Seleccioné tres candidatos, cuando aterricen en Cuba, veré si tienen plata y valen la pena”, acota Lorena.

La ilusión de muchas jineteras cubanas es iniciar un romance duradero con alguien que las saque de la prostitución, casarse en la isla vestida de blanco y poder emigrar legalmente a una ciudad del primer mundo. O del tercero, da igual. La competencia las obliga a no ser tan exigentes.

Iván García
Diario las Américas, 25 de enero de 2016.