viernes, 29 de enero de 2016

"En Cuba todos infringimos las leyes"



En una encuesta entre 18 personas, de los dos sexos y diferentes edades y oficios, los dieciocho afirman haber utilizado reiteradamente el mercado negro o más de una vez haber infringido las leyes.

“No queda otra. Con los bajos salarios, si vives de la libreta y no usas el mercado subterráneo, te mueres de hambre. Todos los meses compro diez libras de pescado castero a dos cuc la libra. ¿Con qué dinero podría comprarlo legalmente al precio que lo venden?”, se pregunta Ignacio, ingeniero.

José Alberto, dueño de una cafetería de sandwiches y comida criolla, dos horas antes del amanecer, en su bicicleta se llega a un hotel cuatro estrellas. Allí, el custodio le ha guardado un par de quesos, varios kilos de carne de cerdo y media docena de botellas de aceite vegetal.

“Quienes tenemos negocios privados nos vemos obligados y comprar alimentos e insumos por la izquierda. Es imposible que una cafetería prospere si las cosas las adquieres en el mercado minorista. Nos han llevado a hacer trampas financieras, no reportar las ganancias reales y no inscribir en el registro a trabajadores temporales. Recuerda que a fin de año, en la Declaración Jurada, aquéllos que ganan más de 50 mil pesos deben pagar el 50% en impuestos”, explica José Alberto.

Es en los pequeños negocios familiares donde las personas olímpicamente se saltan las normas prescritas. Esa indisciplina social, casi patológica, es provocada por la fuerte presión fiscal del Estado, un insaciable capataz con una plusvalía desmesurada que ya desearía ganar el más desalmado empresario capitalista.

A los viejos taxis colectivos en La Habana, considerados por la prensa internacional un 'ejemplo de mercadotecnia', el Estado no le subsidia ni un tornillo. Los vetustos coches salidos de una factoría en Detroit hace más de seis décadas, son auténticos Frankesteins automotrices.

“Si de verdad se cumplieran las leyes, todos los taxistas estuviéramos presos o pagando elevadas multas. Cuando el gobierno no te vendía motores ni piezas de recambio, la gente armaba el auto con partes y piezas que salían por la puerta de atrás de los talleres estatales. No te asombres si en un almendrón (auto americano antiguo) encuentras componentes de diez países. En el mío, el motor es alemán, la caja de velocidad sudcoreana, el chasis rumano, los frenos japoneses, el timón de un Lada ruso, los asientos y manubrios son holandeses y la pintura es española. Lo único viejo es la carrocería”, dice risueño Raudel, taxista.

Las piezas que no son desfalcadas a empresas del Estado llegan a Cuba a través de negocios sinuosos, varados en un limbo jurídico. Dos veces al mes, Daniel viaja a Panamá y Miami para comprar piezas automotrices destinadas a añejos carros estadounidenses y rusos.

“Ya perdí la cuenta del billete que he aflojado a los tipos de la Aduana para poder pasar la mercancía. Es una cadena y todos se mojan con dinero. Esto no lo para nadie. Se beneficia mucha gente”, expresa.

Mucho antes de que Barack Obama y Raúl Castro restablecieran relaciones diplomáticas, en diciembre de 2014, los adornos y decoraciones de cafeterías, bares y paladares llegaban desde Miami.

Hay negocios gastronómicos donde la carne de res y hasta los condimentos también venían -y siguen viniendo- del norte. En teoría, violaban la ley de ambas naciones (aunque ahora no la de Estados Unidos). Pero la corrupción desborda las ordenanzas.

No solo los emprendedores privados compran mercaderías hurtadas a instituciones del Estado. Que levante la mano el cubano que no ha adquirido cinco libras de arroz en el mercado negro, una lámpara de luz fría robada de una oficina o medio kilo de carne de res de una vaca degollada la noche anterior de manera ilegal.

Adela, ama de casa, le paga 10 cuc mensuales al empleado que revisa el contador de la luz para que manipule su factura eléctrica. “En mi casa tenemos dos aires acondicionados y un montón de artefactos electrónicos. Casi todos en Cuba lo hacen. Gana el cobrador y uno ahorra plata. Si fuera honesta, todos los meses gastaría casi mil pesos (40 dólares) de luz. Los salarios que paga el gobierno no alcanzan y provocan que la mayoría de los cubanos seamos deshonestos".

En Cuba funcionan dos economías. La real es una broma. La sumergida es más eficaz. Siempre que tengas dinero.

Iván García
Foto: Tomada de Cuba: lavado de dinero, ilegalidades e información

miércoles, 27 de enero de 2016

Conversando con un taxista habanero


Video subido a You Tube el 28 de enero de 2015. Por su acento y su conocimiento de la capital, sus edificios, calles y marcas y años de los 'almendrones' (autos americanos viejos), el taxista es habanero.

En el transcurso de la conversación uno se entera que es un chofer de un auto estatal de alquiler, esos Ladas pintados de azul y amarillo que podemos ver en cualquier provincia cubana. El turista que le acompaña y durante todo el recorrido va grabando, es chileno.

Tania Quintero

lunes, 25 de enero de 2016

El cubano se ha vuelto envidioso



Entre mis chistes preferidos están los que tienen como personajes principales a ciudadanos de distintos países, y tratan de expresar la idiosincrasia y forma de ser del cubano comparado con aquéllos.

En esos chistes casi siempre figuran un ruso, un americano y un cubano, aunque depende de la naturaleza de la broma y su sentido político. A veces puedes incorporar a un alemán o un chino.

El más reciente, cuenta que los tres protagonistas se encuentran a las puertas del cielo, luego de haber muerto todos de envidia hacia el vecino. Los tres, en sus respectivos países, habían estado cerca de alguien que tenía casas, carros, dinero, mujeres, y ellos no lo habían podido soportar, pues vivían en una situación paupérrima.

San Pedro les pregunta qué quieren para su vida futura. El ruso y el americano responden que quieren que les den una oportunidad y que en la próxima vida los dejen probar aunque sea un pedacito de todo eso que tenía el prójimo envidiado. El cubano responde que en la próxima vida, lo que espera es que su vecino sea un pobre miserable que pase todo lo mismo que tuvo que soportar él.

El chiste resume en gran medida una de las nuevas formas de ser de muchos de nuestros coterráneos. Lejos de estar pendientes de cómo superarse y tratar de lograr su propio adelantamiento, se ponen a preocuparse sobre lo que tienen o no los demás.

Así vemos que uno delata al albañil porque se compró un motor para la bicicleta, y otro hace un anónimo contra una compañera de trabajo que usa zapatos del color de las carteras. También existen los que se quejan de los olores de la cafetería que inauguró un vecino o de la bulla del restaurante particular, obligando al dueño a alfombrar paredes, aunque eso no logre poner fin a las quejas.

Una de las causas de tales comportamientos, es el haber estado recibiendo durante tantos años, el mensaje de que quien prospera no lo logra arriesgándose, creando, innovando, desarrollando su lógica y su inteligencia -en una palabra, aportando a la sociedad–, sino que lo hace explotando a los demás. Por ello, se argumenta, a toda costa hay que impedir que las personas se enriquezcan. “Salirles al paso” y evitar que acumulen riquezas materiales.

Conviene aclarar que, en el caso de Cuba, “enriquecerse” no implica ser dueño de helicópteros, bancos ni casinos. En nuestro país, esa palabra se refiere a los que viven con cierta holgura: los que pueden comprar pomos de mayonesa, comer carne de res, pasar unos días en Varadero u otro centro turístico y poseer un auto propio, aunque se trate de un obsoleto “almendrón” de la década de 1950.

Toda persona que en la Isla posea un poco más de lo que posee el cubano promedio, ya crea un motivo para ser odiado, analizado por la policía o la Seguridad del Estado e incluso arrestado.

A nivel estatal se suelen tomar medidas contra las personas cuyas iniciativas generan algún tipo de riqueza: si la gente, como parte de su equipaje, trae ropa y artículos para vender a otros, se emiten normativas gubernamentales que limitan la cantidad de perfumes o calzoncillos que se pueden traer en un viaje.

A no ser en su primer viaje al exterior, si un cubano aprovecha una nueva salida y trae otro televisor, el Estado ha creado un mecanismo para cobrarle en divisas lo mismo que le costó, según la factura que es obligado acompañar. Ganan así más que productores, distribuidores y transportadores juntos.

Si usted vive en Cuba y piensa poner un negocio, fíjese primero quién lo va a envidiar y cuídese de que ese personaje no pueda delatarlo (o 'mandarlo a matar' con la policía, como en buen cubano se dice), porque puede perder lo que haya obtenido con su esfuerzo. Con lo duro que resulta conseguir cualquier cosa en la Isla, con los vecinos y el Estado en contra, todo es más duro aún.

Iris Lourdes Gómez García
Cubanet, 30 de noviembre de 2015.

viernes, 22 de enero de 2016

La perenne huelga de brazos caídos



Si usted es un cubano que practica el Time is Money y después de una cola de hora y media para comprar un cartón de huevos, el dependiente le dice, ‘venga luego, que es mi hora de almuerzo’, ¿cuál es su reacción?

¿Recordarle la madre, mandarlo a freír tusas, desear que el almuerzo le produzca una indigestión? ¿O es capaz de sonreír y hasta traerle una jarra de agua fría de la casa?

No es aconsejable que asesinos en serie y sicópatas incorregibles residan en Cuba. Si cualquier chiflado en Estados Unidos arma un tiro al blanco en una sociedad donde el agua potable e internet funciona las 24 horas y la comida no es un problema, no podría imaginarme a un killer yanqui, esperando dos horas que el carnicero le venda, por la libreta, una raquítica cuota de pollo por pescado en la carnicería. O bajo un sol de plomo hacer una cola de medio día para pagar la factura del teléfono.

A veces sospecho que la burocracia, con su improductividad y horarios de servicio que son letra muerta, es una estrategia del régimen para que a sus desconsolados ciudadanos, por el ajetreo y las penurias, no le queden energías ni ganas de reclamar un cambio de gobierno.

Pudiera ser. El comunismo es científico. Y ha quedado probado que las sociedades marxistas son incapaces de satisfacer el consumo personal. En un un país totalitario, es improbable que alguien gane un premio global por diseñar una sociedad competitiva, moderna y eficiente.

En Cuba, socialismo es sinónimo de feo, de cosa chea, mediocre... En todo. Publicidad, programación televisiva y arquitectura. Cuando el país se arrime a la democracia, habrá que demoler decenas de barrios de pésima factura y edificios que son ejemplos palpables de lo que nunca se debe hacer en materia arquitectónica.

Las huelgas obreras están prohibidas por ley en la isla de los Castro . Ni falta que hacen. A cualquier hora, la mayoría de sus trabajadores, con su indiferencia y sus chapucerías, sostienen un paro disimulado, dañino y estacionario. Les cuento tres momentos de un día en la vida habanera.

Escena número uno: Escuela de Odontología, en Carlos III y Boyeros. Luego de la operación en la boca a una menor y tras 40 minutos de espera en una cola, para los padres recoger el certificado médico, la encargada de acuñar el documento alega que el cuño está guardado en una gaveta con un candado. Y aclara que “quizás la persona que lo guarda, mañana no viene a trabajar”

Escena dos: Un señor tiene suerte y pesca un taxi estatal en pesos a salida de la terminal de trenes. “Te doy 50 pesos (dos dólares) para que me lleves al Cerro". El chofer le pregunta si está apurado. “Bueno, imagínase, después de un viaje de 22 horas en tren desde Santiago de Cuba deseo llegar pronto a la casa y bañarme”.

Jovial, el conductor, responde: “Mire, amigo, el asunto es que para recibir 19 litros de gasolina en mi base de taxis, tengo que tener 190 kilómetros recorridos. Si usted quiere lo llevo, pero debo dar unas cuantas vueltas para acumular kilómetros”.

Escena tres: Algo habitual en La Habana. Compras un paquete de salchichas de pollo, un pomo de refresco y una caja de fósforos. Total a pagar, 2 cuc con 90 centavos. La cajera, irritada porque el cliente interrumpió su cháchara con una amiga, con una mirada que mete miedo indaga si tienes el dinero exacto. "No, contesta el usuario". Molesta le dice: “Entonces tiene que esperar a que realice varias ventas pues no tengo menudo”.

Creánme, no son chistes de Pepito. La sociedad cubana está diseñada para que las personas se enfaden desde que se despiertan. Una hora de espera en la parada del ómnibus. Medio día para pagar el teléfono. El motor de agua del edificio roto o un imprevisto apagón de 8 horas.

El gobierno de Castro siempre se la ha puesto difícil a sus ciudadanos. No entiendo por qué la disidencia local le reclama a la autocracia el derecho de huelga de los trabajadores. Como si no fuera suficiente el paso de tortuga y la huelga de brazos caídos que hacen a diario.

Iván García


miércoles, 20 de enero de 2016

Cuba, las reformas en las calles


Video subido a You Tube el 23 de enero de 2014.

Nota: Al final de unas palabras de Fidel Castro dichas en La Historia me absolverá, entre paréntesis pusieron 1964 y es 1953. Ese año, el autor principal del ataque al Cuartel Moncada, en juicio celebrado el 16 de octubre de 1953 en Santiago de Cuba, aprovechó su condición de abogado para hacer un alegato de autodefensa que quedó conocido como La Historia me absolverá.

Tania Quintero

lunes, 18 de enero de 2016

Lucir o comer



Por más que me pregunto y por más que saco cuentas de mis menguados ingresos económicos, no encuentro respuesta a lo que hoy suele ser un dolor de cabeza para las cubanas: ¿cuánto nos cuesta lucir y estar regularmente vestidas?

Mucho más preocupante resulta pronosticar hasta dónde ascenderá el precio de un pelado, un tinte o un arreglo de uñas. De un tiempo a la fecha, el asunto preocupa a muchas espirituanas, no solo porque para estar con buena apariencia deban adquirir sus prendas en una shopping (tienda por divisas) o en las encubiertas “perchas” (tiendas particulares), que se nutren de ropas, con diseños repetidos, traídas del extranjero, sino porque en esos sitios un pantalón corriente cuesta 30 cuc y un par de tenis puede duplicar esta cifra.

En juventud, solía acudir a una manicura que hacía maravillas con mis manos por un peso, luego las tarifas subieron con el pretexto del costo de las pinturas y otros productos. Hoy el mismo trabajo de antes -y en ocasiones con menos calidad-, cuesta 5 pesos y si incluyes el arreglo de los pies puede que llegue a 20 o más. Así de fácil.

Resulta indignante no poder permitirnos un servicio de esta índole con la sistematicidad que se debe hacer. ¿Por qué si mi salario es el mismo desde hace 20 años debo destinar 50 pesos mensuales para acudir a la manicura? Y de esa misma economía dependen todos los gastos del hogar.

Recientemente una colega comentaba que había comprado un tinte en crema en una tienda estatal y por aplicárselo en una peluquería le habían cobrado 20 pesos. Si se suma el precio del tinte (50 pesos), ponérselo (20) y un corte de pelo (10), la cuantía casi equivale a la tercera parte del sueldo que devenga en un mes.

La mujer precisa de esmeros para estar presentable, y no se trata de pretender ser más bella, pues la imagen va con la personalidad, con el oficio o profesión, con el buen gusto y hasta con los estados de ánimo. Se trata de lucir femeninas, delicadas y limpias, con un vestuario sencillo y apropiado para cada ocasión.

A veces nos fijamos en las manos de una maestra o de una doctora que carecen de un buen arreglo y pensamos que puede estar asociado a la falta de tiempo para hacérselo. Pero no siempre resulta así: puede que las ocupaciones cotidianas les resten espacio.

Las cubanas somos presumidas por naturaleza y no creo que el desaliño que ronda a muchas mujeres en la actualidad esté asociado a tal justificación, sino al denominador común que resulta la difícil economía familiar.

Las modas también se imponen. Y aunque no pretendamos montarnos en el tren de las queratinas, las vetas (mechas) y extensiones de pelo o las uñas acrílicas -porque eso sí cuesta caro-, tampoco queremos renunciar a los arreglos tradicionales, solo que estos están cada vez más vinculados al trabajo por cuenta propia y en los pocos sitios donde quedan esos servicios bajo la tutela estatal, la calidad no es buena ni los productos son los mejores. Y si lo son, debemos pagar como si fueran particulares.

Desde que comenzó el sistema de arrendamiento de peluquerías en Sancti Spiritus, hasta la fecha, más de 20 establecimientos de ese tipo pasaron a las nuevas formas de gestión, únicamente en Yaguajay y el Instituto de Salud y Belleza de Sancti Spíritus se mantienen asistidos por la empresa estatal de servicios a la que pertenecen. Sin embargo, las prestaciones allí se cobran igual y en ocasiones más caras que en las peluquerías particulares.

¿Las razones? Al decir de los directivos del sector en la provincia, las tarifas actuales fueron aprobadas por el Ministerio de Finanzas y Precios y, aunque los productos se adquieren al costo, un tinte puede oscilar entre 45 y 60 pesos en dependencia del largo del cabello y un arreglo de uñas completo está fijado en 25.

No soy estilista ni entiendo mucho de modas, pero hay cuestiones elementales que todas las cubanas debiéramos tener posibilidad de acceder, como teñirse el pelo, arreglarse las manos, sacarse las cejas o depilarse.

A esos arreglos no debemos renunciar, porque complementan nuestra imagen. Solo que para mantenerlos, con los precios actuales y con la frecuencia debida, habrá que decidirse entre lucir o comer.

Xiomara Alsina
Escambray, 29 de noviembre de 2015.
Foto: Tomada de La peluquería de Papito.

Leer también: Lo de afuera es mejor; Bodega o peluquería y El drama de una cubana para verse bella.

viernes, 15 de enero de 2016

La excesiva fiscalización de las personas en Cuba



Tres cervezas de más y un repertorio de viejas canciones de Roberto Carlos propiciaron el escenario perfecto para un lance sentimental entre Roinel y Sandra, cuando se conocieron en una discoteca en las afueras de La Habana.

“Fui con unos amigos a pasar un buen rato, escuchar canciones de la era prodigiosa y beber unos tragos. Ahí conocí a Sandra. Hubo química desde el primer momento. Decidimos pasar la noche juntos y fuimos a alquilar una habitación en algún hospedaje dedicado a citas amorosas. Ella reside en Manzanillo y por asuntos de trabajo se encontraba en la capital. Los dos somos casados. Tuvimos una sorpresa desagradable cuando el dueño de la casa nos pidió el carnet de identidad para registrarnos en una libreta”, cuenta Roinel.

De nada valieron los argumentos ni los intentos de sobornar al propietario con cinco pesos convertibles. “El tipo no entendía. Nos dijo que él debía anotar los números del carnet de identidad y los nombres completos de las personas que se hospedaban en su negocio para reportarlo a la ONAT (Oficina Nacional de la Administración Tributario). Es inconcebible. Cuando uno pega un tarro (es infiel), quiere ser discreto. ¿Qué hará luego la ONAT con esos datos?", se pregunta Roinel.

En Cuba, la fiscalización estatal además de complicada es excesiva. Cuando usted con un billete de 50 o 100 pesos convertibles compra algo, debe mostrar su carnet de identidad en tiendas y mercados de los grupos TRD Caribe, Palmares o Panamericana. Sin embargo, en los hoteles y tiendas de la cadena Palco no se requiere identificación.

Hasta hace dos años, las personas que portaban bolsos y mochilas, antes de entrar a comprar en un comercio por divisas, debían dejar sus pertenencias en un cubículo exterior del establecimiento. Después de entregar su carnet de identidad, la empleada le daba una chapilla con un número, para poder recogerlas a la salida.

Según Daniel, ingeniero de ETECSA, monopolio estatal de telecomunicaciones en Cuba, el control de metadatos a quienes navegan por internet en la isla es cuando menos sospechoso.

“Las personas que quieren abrir una cuenta deben presentar su carnet de identidad. Por tanto, aquéllos que están bajo lupa (funcionarios corruptos, disidentes o delincuentes de cuello y corbata) son blanco fácil del espionaje cibernético. El usuario no puede borrar el historial de las páginas que visita. Supuestamente un programa con software chino los borra automáticamente cuando el cliente cierra su sesión. Pero esas trazas quedan registradas en una oficina de control que tiene la empresa. Esos datos, como la cantidad y el monto de recargas, las utilizan los servicios especiales en caso de ser necesario actuar, sin ninguna orden de la fiscalía o los tribunales. También pueden acceder a correos y cuentas de personas investigadas”, señala el ingeniero.

De ese control kafkiano no escapan los extranjeros que visitan Cuba. En las casas privadas de alquiler se debe asentar el nombre y número de pasaporte de los turistas que alojen.

Pudiera parecer un método de inspección arancelaria, pero va más allá. Las autoridades de la Dirección de Inmigración y Extranjería, adscrita al Ministerio del Interior, entre sus normas se encuentra un acápite donde los cubanos residentes en el extranjero y ciudadanos de 19 países, entre ellos Estados Unidos, Brasil, Medio Oriente y China (socio ideológico de los Castro), están catalogados como 'ciudadanos especiales'.

Diario de las Américas intentó conversar con un funcionario de Inmigración, para conocer por qué un visitante de esas naciones están englobados con ese término, pero respondió a las preguntas.

En Cuba, si una persona no tiene licencia para rentar habitaciones y quiere alojar en su casa a un amigo extranjero debe asentarlo en el CDR de su cuadra.

“Y hemos cambiado. Hace diez años estaba prohibido tener a un extranjero en tu casa. Los dirigentes del Partido e instituciones del Estado con nivel Uno (Fuerzas Armadas, Ministerio del Interior, Comercio Exterior y medios oficiales de prensa) debían informar el motivo, la procedencia y hasta los regalos que recibían de una persona autorizada a alojarse en tu casa. Daba igual que fuera de la URSS u otro país de la antigua Europa comunista”, acota Eulogio, jubilado de una oficina de Inmigración y Extranjería.

A pasos lentos, la autocracia verde olivo intenta cambiar para adecuarse a los nuevos tiempos. Pero el molesto y excesivo control social se mantiene. Desde una cita extramatrimonial hasta abrir un correo y navegar por internet.

Iván García
Foto: Al igual que en Santiago de Cuba, en toda la isla, los 'amarillos', como le llaman a los inspectores de tráfico, controlan el número de personas que deben subir a los camiones y vehículos dedicados al transporte de pasajeros. Tomada del blog Ocho Dioptrías.

miércoles, 13 de enero de 2016

El sofá de La Habana



Fragmento de un documental de 52 minutos realizado por Magda Wodecka y Gregory Szeps. Subido a You Tube el 6 de junio de 2011.

Tania Quintero

lunes, 11 de enero de 2016

Los cubanos "apolíticos" de Miami



Con respecto a Cuba y el régimen castrista, Miami es una ciudad insurrecta. Pero también aquí, entre no pocos de mis compatriotas, particularmente entre los que llegaron después del éxodo de los balseros de 1994, he encontrado algo bastante semejante al miedo, la apatía y el cinismo que reina en la isla. Digamos que es su versión a larga distancia y con coartada.

Hace unos días, un amigo que vive en Miami desde mediados de la pasada década, para nada sospechoso de simpatizar con el castrismo -me consta, nunca “se integró”, no podía soportar más “aquello”, si no se iba, reventaba- me aconsejó que tuviese cuidado si me entrevistaban en la radio o la TV, porque “aquí son expertos en dar cuerda para que hables mierda, y no les importa lo que te pase después, cuando regreses y tengas que aguantar los palos”.

Le respondí que no se preocupara, que yo sabía bien las consecuencias de mis actos, que no había que “darme cuerda” y que no iba a “hablar mierda” -que palabra más fea, tan rico como es el castellano, por qué utilizar la misma jerga despectiva de los castristas- sino que diría las mismas verdades que escribo allá y que firmo con mi nombre, como hacen decenas de colegas del periodismo independiente.

Mi amigo, que no quiere saber de la disidencia en Cuba y parece tener muy mala opinión de los políticos cubano-americanos, viaja frecuentemente a Cuba para visitar a sus padres, que están viejos y enfermos. Dice temer que si se involucra con los que se oponen al régimen, le inhabiliten el pasaporte y no lo dejen entrar en Cuba.

Al menos mi amigo fue franco y no dio demasiadas vueltas para confesarme sus temores. Pero hay otros que se inventan coartadas para su inacción y sus miedos. Entonces, elaboran complicadas teorías para explicar por qué desconfían de ciertos disidentes. Dicen estar desencantados y cansados.

Te hablan de la incapacidad de la oposición, de sus rencillas interminables, de sus fallos, nunca de sus virtudes. Te repiten que “aquello no hay quien lo tumbe, pero tampoco quien lo arregle”, la vieja historia de que el G-2 tiene a sus agentes infiltrados en todos los grupos y movimientos, y también en el exilio, donde tampoco se sabe quién es quién, te aseguran.

Tal parece que teman que aparezca un ‘seguroso’ montado en una Suzuki por la calle 8, listo para doblar en U y reunirse con uno de los chivatos que le informan. Y es que les sigue asustando mucho más la Seguridad del Estado que la Corriente del Golfo, los tiburones o la selva del Darién.

Y son muchos los que te dicen que no les interesa la política. O peor aún: que no se fueron por problemas políticos, ni porque tuvieran “problemas con la revolución”, sino porque querían “vivir mejor”. O sea, que son emigrantes económicos, como los haitianos y los mexicanos, no exiliados, que es lo mismo que repiten los voceros del régimen, a ver si con la reiteración logran confundir y convencer a algunos zoquetes.

De estos últimos, de los apolíticos, cada vez hay más en Miami. Y habrá muchos más: ya vienen en camino. En Cuba, producto de más de medio siglo de sumisión e indefensión inducidas, también son mayoría. Y créanme, son de lo peorcito. Morralla. La generación de los ‘aseres’, el hombre nuevo, ese animal semidomesticado a palos y boniato, porque la zanahoria no abunda. Solo hay que verles la facha: las licras, las camisetas, los dientes de oro. Y escucharlos hablar.

Después de todo, es verdad: a ellos no les importa la política, ni la democracia, que no entienden qué rayos es, ni el futuro de Cuba ni otra cosa que no sea el dinero, la comida y la pacotilla. Y va y hasta te dicen que están aquí en Miami pero siguen siendo revolucionarios. Como cuando estaban en Cuba y se prestaban para chivatear o participar en mítines de repudio o en cuanta mierda les ordenaran.

Luis Cino
Cubanet, 30 de noviembre de 2015.
Foto: Balseros que en agosto de 2015 arribaron a Miami aseguraron que no se fueron de Cuba por problemas políticos, si no económicos. Tomada de Cubanet.

viernes, 8 de enero de 2016

Las dos caras de Cuba conviven en la Habana Vieja



En una calle angosta y ruidosa en la parte antigua de La Habana, radica un anacrónico museo que recoge la historia de los Comités de Defensa de la Revolución, CDR, una organización creada por Fidel Castro en septiembre de 1960 para la vigilancia colectiva en los barrios. Una imitación tropical de aquellas siniestras Camisas Pardas del Duce Benito Mussolini.

El recinto pide a gritos una mano de pintura. A falta de visitantes, el tipo más importante en la galería es el custodio. Un aburrido señor con camisa y pantalón gris oscuro que cobra por la entrada.

“Los extranjero deben pagar 3 pesos convertibles y los cubanos cinco pesos, nada es gratis, compañero”, dice. Y es que en Cuba los museos o teatros tienen precios diferenciados, de acuerdo a la procedencia de las personas.

A poco menos de un kilómetro del absurdo Museo de los CDR, en el imponente palacio que antaño fuera sede de gobiernos republicanos, y donde hoy radica el Museo de la Revolución, un par de turistas nórdicos escuchan la narrativa del guía de la exposición.

Fotos, mapas, medallas, audiovisuales y uniformes del Ejército Rebelde pretenden atrapar 56 años de historia de la revolución cubana.

En el patio, una enorme urna de cristal exhibe el yate Granma. Está flanqueado por un viejo avión británico de guerra y un tanque ruso T-34 desde donde, reza un cartel, Fidel efectuó una andanada de disparos a una barcaza enemiga que huía en el fragor del combate de Bahía de Cochinos en abril de 1961.

En una tienda de artesanías se venden libros de Castro, boinas verde olivo con una estrella roja, tabacos habanos y camisetas del Che Guevara. Todo en moneda dura.

Luego del itinerario que exalta la ideología marxista del régimen, aterrizamos en territorio capitalista. Muy cerca del Museo de la Revolución radica el Sloppys Joe’s.

El bar es famoso por su barra de caoba negra de 18 metros de largo -que alguna vez fue considerada la más amplia de América-, sus emparedados de carne molida y las riñas de Errol Flynn después de beber media docena de mojitos.

Dos televisores de pantallas planas muestran documentales y canciones de viejos músicos, entre ellos Celia Cruz. La guarachera es censurada en los medios oficiales, pero no en los centros turísticos recaudadores de divisas.

El local enaltece la Cuba republicana que los museos gubernamentales de los alrededores insisten en presentar como corrupta y neocolonia de los Estados Unidos.

En las inmediaciones, discretas jineteras ofertan sus servicios y una camada de vendedores ambulantes venden tabacos, gafas de sol y tumbadoras.

Daniel Arencibia, 72 años, sentado en la puerta de la cuartería contigua al Sloppys se ofrece como cicerone. Tras un par de tragos de ron Santiago y lascas de jamón y queso, el anciano cuenta:

“Antes de 1959, el bar era paso casi obligado de los norteamericanos que visitaban La Habana. Aquí estuvieron numerosas celebridades: Ava Gardner, Hemingway, Nat King Cole, Frank Sinatra y Ted Williams, el jonronero del Boston. Los vi tomando copas en el Joe’s”.

Para Daniel, un jubilado que cobra nueve dólares de pensión al mes, los precios del Sloppys son prohibitivos. A una cuadra del bar, en el hotel Parque Central, una cena con un chef internacional cuesta más de 150 cuc.

En las calles estrechas y empedradas de la ciudad colonial cohabitan, sin repelerse, las dos caras de Cuba. La de la narrativa oficial de un gobierno que en cinco décadas y media ha triplicado los barrios marginales y socializado la pobreza, con la Cuba del capitalismo familiar y las corporaciones militares.

Existe una puerta giratoria donde los transeúntes pasan de instalaciones dedicadas a resaltar la ideología marxista a establecimientos donde solo pueden comprar quienes tengan divisas.

Las diferencias son palpables. En hospitales, escuelas, bodegas o terrenos deportivos, la suciedad y falta de iluminación y mantenimiento se perciben a simple vista.

El maltrato e indiferencia de los empleados es habitual. Las oficinas de atención a la población, tiendas estatales e instituciones oficiales tienen un largo historial burocrático que sirve de tiro al blanco a los humoristas.

Aunque en los comercios por pesos convertibles también se ha extendido, como el marabú, el mal servicio. Aires acondicionados que no funcionan, incumplimientos de los horarios de apertura y cierre y desabastecimientos se han convertido en algo normal.

“Quienes mejor pueden percatarse de esas dos Cuba son los extranjeros.Hacia el visitante hay un trato diferenciado, porque la mayoría de los servicios deben pagarlos más caros que los cubanos”, expresa Carlos, sociólogo.

Mara, abogada, dice que lo mejor de la Cuba por moneda dura es que no hay vallas propagandísticas con la machacona retórica gubernamental. “Pero tanto la Cuba en pesos como la dolarizada son ineficientes”.

Aunque siempre la capitalista será más agradable que ir a un museo socialista de los CDR en una barriada de la vieja Habana.

Iván García
Foto: Tomada de Philly.com

miércoles, 6 de enero de 2016

Asedio a turistas



En cualquier sitio de Cuba –pero en particular en La Habana- es posible encontrarse con la escena de algún cubano asediando a un turista. Ocurre a menudo, sobre todo en aquellos lugares que suelen ser frecuentados por extranjeros, como los museos, bares, cafés y restaurantes, entre otros.

Pero ya es el colmo asediar a un extranjero en un templo, en el momento de recogimiento personal. Con frecuencia esto ocurre en la Iglesia Diocesana de la calle Reina, la cual, por su ubicación, a diario es visitada por turistas. Algunos son católicos, otros son atraídos por la belleza de sus capillas y entran con el propósito de tomar fotos.

Estos acechadores 'marcan' (observan) a los turistas y cuando ven que anda solo, se le acercan, y comienzan a insistir para establecer un diálogo (algunos hasta hablan un poco de inglés). Pero casi nunca lo logran porque ya muchos forasteros conocen estas artimañas y los evitan.

Si el turista quiere tan sólo contemplar el interior de la iglesia, detenerse en los detalles de su arquitectura o tirar fotos, le resultará difícil quitárselos de encima. Cuando el acechador logra 'pegarse' al visitante, no se irá de su lado hasta que abandone la Iglesia.

Los tipos dedicados al asedio de turistas son muy impertinentes y no les interesa mantener una conversación seria, tampoco se molestan con los desaires. Se pasan el día merodeando por los alrededores de la iglesia o sentados en las escaleras, esperando a que aparezca su presa. La mayoría de los cazadores de turistas son de la raza negra.

Texto y foto: Bárbara Fernández Barrera
Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
12 de noviembre de 2015.

lunes, 4 de enero de 2016

Los secretos del poder y los videojuegos



Las personas que pretenden entender cómo funciona y ha funcionado y funcionará la historia del poder político, tenían las opciones de leer mucho o tener el desgraciado privilegio de participar o ser miembro de algún grupo de poder.

Ahora, en cambio, con la invención de los ordenadores, casi no es necesario leer los voluminosos y amontonados libros de historia.

Ahora, las grandes multitudes, si mantienen un niño interno, pueden comprender cómo ha funcionado y funcionan los gobiernos del mundo.

Antes de entrar en materia, es bueno puntualizar que los únicos alumnos que llegarán a niveles superiores serán aquéllos que tengan puntos de referencias reales, que hayan tenido vivencias poderosas.

Los que no hayan tenido esas vivencias, están condenados a vivir ciegos y no saber por qué tales y más cuáles decisiones son ordenadas por los diferentes gobiernos.

El presente texto trata de los videojuegos de estrategia. Con ellos podemos concluir nuestro aprendizaje y comprensión de la historia humana.

Es cierto que casi todos los sucesos que nos ocurren pueden servir como punto de referencia, algunos con más acierto que otros. Pero casi todas las personas tienen, en algún momento de sus vidas, una experiencia fundamental que luego le servirá para comprender casi todo.

Y antes de continuar con este artículo debo explicar por qué lo escribo.

Lo escribo porque nuestros hijos no son periodistas y no tienen las herramientas necesarias para expresarle al mundo lo importante que son los video-juegos de estrategia.

Y los periodistas cubanos que conozco, como son personas mayores y están ocupados en “asuntos más importantes" (ya dejaron morir al niño interior), no saben lo que no saben al no importarles ningún tipo de video-juego.

Ni siquiera un simulador de vuelo donde te preparan como piloto de aviación y tienes que aprender las leyes físicas de la aerodinámica (Microsoft Simulator).

Como ejemplo utilizaré de referencia tres videojuegos: Star Craft, Pirate, y Port Royale. Los tres se pueden conseguir en las calles de la Habana.

Pero como no puedo extenderme demasiado. les diré que el Star Craft es un juego de expansión territorial donde para ganar tienes que desplazar a otros seres de su lugar de origen, vencerlos militarmente, y adueñarte de sus recursos naturales para expandir y fortalecer tu imperio.

En Pirate te encuentras en el escenario histórico político de la lucha de España, Inglaterra y Holanda por mantener sus respectivas colonias en el Caribe y América del Sur entablando mortales combates navales (siglos XV y XVI).

Pirate te obliga a convertirte en Bucanero o Pirata y puedes tener patente de corso de las entonces tres grandes potencias, traicionando, indistintamente, a cada una de las potencias para adquirir de cada una de ellas el máximo rango de Duque, comenzando como un simple Capitán.

También descubres imperios mayas, aztecas e incas, y en cada puerto puedes comerciar comprando barato y vendiendo caro, según la ley de la oferta y la demanda (un mini curso de economía capitalista). Al final te conviertes en Gobernador y te casas con la hija de algún acaudalado.

La moraleja es que en estos videojuegos llegas a comprender la naturaleza feroz de la condición humana y todo cuanto han hecho los diferentes núcleos de poder que han sido y por qué lo han hecho a lo largo de la historia de de la Humanidad.

De cualquier manera, el mundo libre se delata a sí mismo en cada momento de su historia, sacando a la luz sus trapos sucios.

Las tiranías y dictaduras, por su parte, esconden sus errores mientras puedan: al final, el mundo libre y la sed de libertad de los pueblos les arrancan la careta detrás de la cual escondían la monstruosidad de su naturaleza.

Ramón Díaz-Marzo
Foto: Dos jóvenes cubanos. Tomada de Juventud Rebelde.