jueves, 21 de diciembre de 2017

Cenas cubanas en las Fiestas Navideñas



En Cuba se consideran Fiestas Navideñas las comprendidas entre el 24 de diciembre (Nochebuena), 25 de diciembre (Navidad), 31 de diciembre (Fin de Año), 1 de enero (Año Nuevo) y el 6 de enero (Día de Reyes), todas con una connotación religiosa. Estas celebraciones agrupan a toda la familia y forman parte de las costumbres populares.

En estas festividades existe un menú tradicional de comidas y bebidas cubanas, en el cual se destaca el lechón asado, acompañado, según la región, de congrí elaborado principalmente en el oriente de Cuba o de arroz moro mucho más elaborado en la región occidental, la yuca con mojo, los tostones, ensalada de tomate y lechuga u otra hortaliza de estación, y los postres caseros, en especial los buñuelos, aunque también son típicos el dulce de coco rallado, la mermelada de guayaba o cascos de toronja en almíbar con queso.

La cerveza y los vinos son las bebidas más consumidas. En épocas pasadas y aún en la actualidad, pero en menor escala, el guanajo relleno y el ponche de leche, elaborados en casa, son de la preferencia de muchos. También a la usanza española turrones, nueces, avellanas, manzanas, dátiles, higos, sidras y vinos. A las doce de la noche del 31 de diciembre se acostumbraban comer doce uvas para esperar la llegada de un nuevo año.

También para estas fechas han surgido platos que han enriquecido nuestro espectro culinario, tales como el cubitey, una mezcla de elementos del congrí y de la paella, o como la ensalada Yumurí, con una decoración estará acorde con la festividad: la receta original plantea colocar el pimiento rojo, previamente cortado, formando flores de pascua en el centro se coloca una zanahoria cortada y cocida y luego tomates y pimientos rellenos se ubican bordeando la flor de pascua y decorando la ensalada con ramitas de berro.

Nos referiremos entonces a los platos más consumidos en estas celebraciones. Es muy típico en la cocina cubana, que el plato principal sea el cerdo asado, en torno al cual giran los demás alimentos. La técnica para asarlo varía según la región del país.

En la región oriental se asa en una púa, que lo atraviesa de un lado a otro, esta púa va sujeta a una estaca clavada en la tierra, que tiene varios niveles, para a través de la altura, regular el calor transmitido por el carbón o leña que se deposita en un hoyo hecho en la tierra. Mientras se asa el cerdo se le va dando vueltas a la púa para que se cocine por todos los lados. También es costumbre rellenarlo en su interior con congrí oriental, y a medida que se asa el cerdo se va cocinando el congrí.

En el occidente de la isla, el cerdo se asa en parrilla o barbacoa, que según el tipo de leña utilizada cambia el sabor del asado, es muy común mangle rojo y ramas de guayaba. En Pinar del Río, cuando el cerdo se asa a la parrilla, se estila taparlo con hojas de plátano. En La Habana la forma más común de asarlo es en el horno.

En la región central, se asa el cerdo al pincho: se le clava el pincho al animal desde la parte trasera saliendo por la boca y se coloca el pincho entre dos palos o tubos, con los cuales se le puede ir regulando la altura que se quiera, debajo en un depósito u hoyo en la tierra, tendremos el carbón o la leña.

El asado en cazuela es empleado a lo largo de toda la Isla. Lo que es prácticamente igual en todas las regiones es el mojo criollo con que se adoba el cerdo, que se va rociando a medida que se va cocinando.

La nomenclatura del cerdo varía según la provincia: puerco, macho, cochino, marrano, lechón e incluso se le llama indistintamente. En algunas regiones, el lechón asado en Nochebuena da origen a un plato que se consume el 25 de diciembre, día de Navidad, y le llaman montería: las masitas sobrantes del lechón asado, se rehogan en un sofrito y se enriquecen con pimentón y vino seco. En las provincias orientales, la montería suele consumirse con casabe.

Entre los subproductos del cerdo que son aprovechados se encuentran los intestinos, que en Cuba les dicen 'mondongos' y son lavados con hojas de guayaba. A las vísceras les llaman 'gandinga' y con los sesos se hacen frituritas que en algunos lugares se comen en el almuerzo del 31 de diciembre y en otros en los días venideros.

Un plato característico de estas cenas es la yuca con mojo: una vez ablandada la yuca, por encima se le echa un mojo criollo y se le pueden adicionar 'empellitas' o chicharrones de cerdo. La yuca se puede sustituir por malanga, ñame, calabaza o plátano verde hervido. El mojo criollo es ampliamente utilizado en la cocina cubana y en particular en la campesina y se emplea también para adobar pollo.

Otro acompañamiento es el plátano verde, que es cortado en rodajas y frito en dos tiempos, primero se doran por ambos lados y luego se vuelven a freír, esta vez aplastados. Este plato tiene origen africano y es llamado de diversas formas, dependiendo la región. En occidente se le conoce por 'tostones' o 'plátanos a puñetazos', aunque en Pinar del Río les llaman 'ambuilas'. En las provincias centrales y orientales les dicen 'plátanos chatinos'.

Una joya de la gastronomía caribeña lo es sin duda alguna el congrí, esa mezcla del arroz blanco guisado junto a los frijoles colorados. El sabio Don Fernando Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba, nos refiere el posible, pero no probado origen africano del congrí y explica que el vocablo procede de Haití, donde a los frijoles colorados le llaman 'congó' y al arroz 'riz', como en el idioma francés. Por lo tanto, en creole significa 'congos con arroz'. No debe confundirse este plato con el arroz moro, pues en el congrí se utilizan frijoles colorados y en el arroz moro se sustituyen por frijoles negros.

El arroz moro también es conocido como 'moros y cristianos', que en la cocina profesional e internacional se cocinan de un modo diferente: se elaboran con frijoles negros y con los mismos ingredientes que el arroz moro, con la diferencia de que el arroz se cocina aparte con los condimentos blancos (ajo y cebolla) y los frijoles se cocinan con el resto de los ingredientes, luego se cuelan y saltean, presentándose de forma separada y es el cliente quién hace la mezcla.

Es conocido que la unión del arroz con los frijoles es muy beneficiosa para el organismo humano, pues ambos mejoran la calidad de proteínas vegetales presentes, puesto que ambos contienen aminoácidos esenciales, uno posee los aminoácidos de que carece el otro, formando un complemento ideal desde el punto de vista nutricional, de este modo se obtiene una proteína de un valor biológico similar a la que contienen las carnes.

Típica de estas fechas es la ensalada de vegetales. Generalmente se emplean vegetales de la estación, principalmente tomates, lechuga y rábanos. Para el aderezo se utiliza aceite, vinagre o jugo de limón, sal y pimienta al gusto, y se adornan con anillos de cebolla. Las ensaladas son de suma importancia por el aporte de fibra dietética y vitaminas, que actúan como antioxidantes, vitamina C, E, betacarotenos, y otras sustancias con igual acción, tales como los polifenoles y fitoquímicos, imprescindibles para contrarrestar la producción de sustancias nocivas por el consumo excesivo de grasas y carnes.

El punto final de estas cenas es el postre. Muchos cubanos aseguran que “si no han comido postre no han comido”, hábito nacido en los monasterios y conventos andaluces, y fortalecido en los barracones de esclavos africanos, quienes mayoritariamente eran confinados a los ingenios azucareros, y su dieta era elevada en azúcar, de ahí la preferencia del cubano por el dulce. A pesar de que los dulces son fuentes de glucosa y nos ofrecen energía y fuerza, su consumo excesivo provoca una cantidad de energía adicional a la necesaria, que se almacena en forma de grasa, con la consiguiente obesidad, y por ende, riesgos a contraer enfermedades crónicas.

El postre más consumido en las Fiestas Navideñas es el buñuelo. Con una clara influencia del catolicismo y de la santería, donde buñuelos son ofrendados a los orishas. Su preparación varía según la región. En algunas provincias emplean calabaza en vez del boniato y en otras lo hacen sin boniato. La vianda imprescindible del buñuelo es la yuca y que de acuerdo a la receta original, es rallada para extraerle la catibía, que se pone a secar al sol durante diez a doce horas y una vez seca, la pasan por un jibe (criba) y una vez cernida se obtiene la harina. Luego le añaden anís en grano, la amasan en forma de bola y la ponen a hervir. Una vez cocinada la rompen en el mortero y es cuando le agregan la malanga, el boniato y los huevos. En algunos casos le incorporan harina de trigo para trabajar la masa en la mesa.

Debemos tener en cuenta que el cubano es gran consumidor de grasas y si analizamos con detenimiento estos platos tradicionales, veremos la gran cantidad de grasas que durante las Fiestas Navideñas se consumen: el cerdo asado, los chicharrones de cerdo que acompañan a la yuca con mojo, los tostones que se fríen en dos ocasiones, y el tocino o los chicharrones, en dependencia del congrí o del arroz moro, entre otros.

Las grasas son nutrimentos importantes de la dieta, constituyen una fuente de energía y son elementos esenciales para las funciones vitales del organismo, además favorecen la absorción de las vitaminas liposolubles, pero debemos tener en cuenta la calidad, la cantidad y la forma de consumirlas. Pero el consumo excesivo de estas grasas saturadas presentes en el cerdo, entre otros alimentos, atenta contra la salud, promoviendo el desarrollo de enfermedades principalmente cardiovasculares y otras asociadas, como la hipertensión y la obesidad.

Es importante tener en cuenta que el sobrecalentamiento de las grasas también es nocivo para la salud, pues al sobrecalentarse, estas se liberan sustancias tóxicas como la acroleína, asociadas con el deterioro y envejecimiento celular. Disfrutemos de las tradicionales cenas cubanas, pero de la manera más sana posible.

Chef Jorge Fernández Prendes
Salud Vida, 23 de diciembre de 2013.
Foto: Tomada de internet.

lunes, 18 de diciembre de 2017

El refugio del puerco



Desde la llegada de Fidel Castro al poder, el cerdo ha sido la gran ilusión de la mesa del cubano.

Una tradición sustenta esta esperanza. La cena navideña se organiza alrededor del lechón asado. La boda campesina es el momento obligado en que el guajiro debe ofrecer a los invitados un puerco en púa.

Los puercos vinieron con Cristóbal Colón -los ejemplares viajaron vivos a bordo de las carabelas- y desde entonces su carne ha sido una comida frecuente, el alimento sin barreras étnicas: del gusto tanto de los españoles, como de los negros y chinos que llegaron después.

Nunca ha sido considerado un plato de lujo. Tampoco menospreciado por los ricos. En 1959, en un número especial dedicado a Cuba, el magazine Lunes de Revolución lo consideraba “el lujo del gourmet criollo”. Una esperanza que se hacía realidad.

La escasez de carne vacuna se impuso desde comienzos de la Revolución. Las reses son confiscadas, censadas y su sacrificio controlado estrictamente por el régimen. Con los cerdos hay mucha mayor lenidad. Se convierten en el refugio a que acuden los cubanos, primero acostumbrados a un consumo excesivo de carne y luego a lo contrario.

La carne de cerdo es también el gran triunfo de la cocina cubana de Miami. Al igual que en Cuba, donde los productos porcinos juntaron a cubanos, españoles y chinos, en el exilio su carne une a anglosajones, latinoamericanos y exiliados.

Detrás de cada sandwich y 'medianoche' hay una metáfora agroindustrial y varias fortunas: los criadores de cerdos de Georgia u otros estados, convertidos en proveedores de La Pequeña Habana; los McDonald’s ofreciendo sandwiches cubanos junto a sus tradicionales hamburguesas. El melting pot transformado en el contenido que encierra una flauta de pan picada en porciones generosas. Una mezcla de sainete y picaresca. Incomprensible para los estadounidenses.

La fotografía, decenas de años atrás, en la portada de The Miami Herald. El hombre sorprendido por el fotógrafo con el cuchillo ensangrentado en la mano. La policía que acude ante las llamadas de los vecinos, alarmados por los chillidos insoportables. El exiliado que llevaba meses ahorrando para celebrar una nochebuena como en Cuba, ilusión y añoranza que se van haciendo antiguas.

La compra del cerdo vivo, que luego corre por las habitaciones de la modesta vivienda en la “Sagüesera”. El animal despavorido que deja un reguero de sangre, tumba los escasos muebles y trata inútilmente de escapar, porque las puñaladas del hombre no han sido efectivas. Un hermano y una hermana que no hablan inglés, tratando de entenderse con los policías que ya han esposado al hombre, lo han metido en el patrullero y que luego pasará las fiestas navideñas entre rejas. Una ilusión que termina en la 'casera' exigiendo a la familia que abandonen la casa, que se pierdan del barrio pues son mirados con reserva.

En Cuba, la presencia de esta carne es incluso mayor. Porque también hay una historia de horrores. Antes de 1959, cuando las familias sacrificaban un puerco en sus hogares buscaban un carnicero experto, que produjera la puñalada precisa en el corazón del animal para que muriera inmediatamente y no sufriera. Que los vecinos o los miembros de la familia tuvieran que escuchar los chillidos del agonizante era considerado, en el peor de los casos, una muestra de descortesía, y transformaba a la celebración: el sacrificio jubiloso pasaba a ser un acto de una crueldad innecesaria.

Después fue necesario callar los chillidos. No por piedad ni por consideración a otros, sino por miedo. La muerte del cerdo providencial, que aliviaría la mesa durante semanas y era capaz de brindar manteca para varios meses, si se administraba correctamente, convertida en un asesinato clandestino.

Cuando durante el llamado 'período especial' se intensificó la cría de cerdos en ciudades y pueblos, sus propietarios recurrieron a conductas bárbaras, impelidos por las circunstancias del momento. De entonces son las historias de veterinarios que acudían a las casas para cortar las cuerdas vocales del animal, a fin de que no se escuchara en el barrio. Familias que con frecuencia bañaban a su puerquito con kerosene, y evitaban así que su olor se extendiera a las casas vecinas. Cerdos criados en bañaderas y en lugares aún más estrechos, que al ir creciendo sus cuerpos desarrollaban llagas por el roce de la piel contra las paredes o las tablas que definían el encierro.

En La Habana, una familia se enfrentó al dilema de si sacrificar el lechón que poseían, y aliviar su hambre, o conservarlo hasta Nochebuena, y afrontar así el riesgo de que muriera o fuera robado antes.

Fue también un veterinario, amigo de la familia y en busca de un pedazo de carne, quien resolvió el problema. Una solución cruel, pero también una salida al conflicto entre la necesidad del momento y la ilusión de una cena navideña. Con un bisturí realizó una cuidadosa operación, en la que le amputó un pernil al pobre animal. Este sobrevivió lastimosamente, con una torpe muleta de palo amarrada al cuerpo, hasta que fue sacrificado en diciembre.

Durante una transmisión del programa Mesa Redonda, el 25 de febrero de 2002, Fidel Castro se refirió al tema. “Fidel -dice una carta que él mismo leyó- vela por la salud del pueblo, y son tan mal agradecidos que no quieren quitar las casuchas que hay detrás de los edificios con crías de puercos en la ciudad de La Habana”. El mandatario se refirió al problema en televisión, y luego envió una nota al diario Granma, que la publicó en su edición del 11 de marzo. Castro dijo más en la nota. Entonces consideró que “la cría de cerdos en la ciudad es una desvergüenza”.

El hombre que para entonces se había reunido con centenares de jefes de Estado, que obstinadamente resistía a que la vida o sus enemigos lo matasen, que prosiguió con igual obstinación de sobrevivencia hasta hace unos meses, y fue capaz de un juego político astuto que le aseguró la permanencia en el poder durante más de medio siglo, estaba detenido en el tiempo aquella tarde habanera: analizaba el problema de la cría de puercos en la capital del país con la mentalidad de un abuelo pequeño burgués.

Fue benévolo entonces. Explicó al país que a los criadores de cerdos en las viviendas “se les puede dar un tiempo”. Pero también los advirtió: que se “busquen algún amigo por algún lugar para que los críe”. Luego pasó a recordar que la actividad estaba “reñida con la más elemental higiene”. Recordó que la industria turística podría “perjudicarse con una mala imagen de nuestras ciudades”.

Años después, con un país a la espera y un líder que no se recuperaba, dos boxeadores intentaron saltar al profesionalismo en Brasil y terminaron devueltos a Cuba. Ya en La Habana, uno de ellos luchaba por asimilar las torpezas cometidas y como los millones de dólares prometidos y las ilusiones y la vida que tenía por delante se habían reducido a unas pocas acciones y palabras: miraba a su puerquito, que criaba en su vivienda habanera aquel 8 de agosto de 2007, y lo tocaba como aferrándose a una última esperanza.

Tras languidecer por décadas, las carnicerías privadas son algunos de los negocios que han proliferado en Cuba con la autorización al trabajo por cuenta propia. Establecidas en habitaciones pequeñas, como la sala de una vivienda, ofrecen una variedad de productos y servicios que están ausentes en los locales estatales, donde en ocasiones el carnicero ni siquiera recuerda el precio de venta de la carne de cerdo, por el tiempo que hace que no la recibe.

Texto y foto: Cubaencuentro, 1 de septiembre de 2017.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Conversando en una barbería



Pocos lugares reúnen tantas opiniones como una barbería en La Habana. Trump, el 'colorao furioso' de la Casa Blanca, se ha convertido por obra de la propaganda política comunista en el gran enemigo, culpable de nuestras desventuras.

¿Hasta dónde deberíamos preocuparnos por el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos? La realidad es una cosa, el influjo mediático aquí y allá es otra.

Rostro furibundo, amenazante, lejos de la imagen cordial de Obama, su predecesor, en Cuba la visión popular reitera su imagen, algo que no hemos erradicado en tantos años porque nos cuesta esfuerzo mental salirnos de la clasificación de colores de la piel heredada de España: negro, mulato, jabao, blanconazo, colorao y ¿blanco?, este último color vaya usted a saber quién realmente lo tiene.

Cierto, Donald Trump habló en Miami, despotricó, se mostró junto a viejos supervivientes de los años sesenta, cuando la opción de enfrentar la revolución de Fidel Castro era, al igual que su accionar, la lucha armada. Otra cosa es evaluar razonadamente que ha hecho hasta hoy este controvertido e imprevisible presidente norteamericano. Vamos a los hechos concretos:

Pasados siete meses de lo que en Estados Unidos llaman Administración, excelente palabra que debiéramos asimilar en la cultura política cubana, nada relevante ha cambiado en nuestro país. Nada que debamos atribuirle al rostro del multimillonario estadounidense.

Aunque su fortuna es enorme, desproporcionada para cualquier persona amante de la equidad, no clasifica entre los 20 humanos más ricos del mundo. Curioso, la prensa estatal cubana se regodea con Trump mientras nada dice sobre China, donde gobierna en solitario otro partido comunista y, datos de las revistas Forbes y The Economist aseveran la existencia de entre 108 y hasta 271 milmillonarios (billionaires) en términos de personas, es decir, obviando equivocaciones y o exageraciones, no caben dudas de la concentración de la riqueza, propiedad privada, en el gigante asiático, proclamado en Cuba bandera de una alternativa política a los ultra explotadores estadounidenses.

Volvamos a la barbería habanera. La gente anda desquiciada, lejos de cualquier conversación que no se refiera a la realidad cotidiana. Un señor de unos 50 años, esperando su turno para pelarse, resumió así el asunto:

“Aquí seguimos con la misma ración de pollo mensual (una libra y tres cuartos por persona) desde hace años mientras el turismo sigue creciendo, ya pasa de 4 millones anuales. ¿Dónde se mete el dinero? Nada ha cambiado y de esto el presidente estadounidense no tiene la culpa”.

Un breve análisis indica que Trump, más allá del espectáculo muy poco ha hecho que signifique un cambio respecto a Cuba:

-La persecución financiera a empresas, bancos, vinculados con la economía estatal militarizada de Cuba es práctica de la OFAC/USA desde varias administraciones anteriores.

-La decisión de eliminar la política “pies secos pies mojados”, fue determinación de Obama durante el traspaso de poderes hacia Trump, evidentemente de mutuo acuerdo y consecuente con la visión antinmigrante de la elite gobernante en Estados Unidos que terminó enrumbando al 'colorao' hasta la Casa Blanca.

En La Habana, la gente reitera que se trata del fin de la Ley de Ajuste Cubano de 1966, pero no es cierto. Sencillamente se elimina el peligroso estímulo a la inmigración por vías extremas.

La paradoja es que la inmensa mayoría de tales refugiados ni siquiera se atreven a declarar públicamente su evidente malestar contra el gobierno, prefieren el riesgo de la balsa en el mar o el largo camino selvático por toda Centro América.

En La Habana, la carne de cerdo se mantiene a 45 pesos la libra deshuesada, la malanga, vianda recomendado para hacerle estómago a los recién nacidos, llegó al tope de 10 pesos la libra. Medio kilogramo de leche en polvo significa 2,75 dólares al cambio, igual a dos días de salario según estadísticas oficiales. Comprar pollo en el mercado de divisas, equivalente en precios y valor monetario a dólares estadounidenses, es una odisea. Las colas inmensas, la escasez incrementa la ansiedad y el acaparamiento es práctica brutal.

¿Qué responsabilidad tiene míster Trump de esta realidad?

Tal y como lo refrenda la propaganda política oficial, Washington no manda en La Habana. De acuerdo, somos orgullosos de nuestra independencia.

Se trata de la duodécima administración norteamericana desde 1959, una canción popular dice que "A mí lo mismo me da Juana que su hermana". Está bueno ya de armar broncas mediáticas con el vecino del norte, por favor, vamos a concentrarnos en nuestros propios asuntos.

Vicente Morín Aguado
Havana Times, 4 de septiembre de 2017.
Foto: Tomada de Havana Times.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Bolero, amor y olvido



Estaba agotado porque había terminado de cortar y coser un traje de dril cien para un cliente, pero el sastre José 'Pepe' Sánchez, un mulato de 25 años, tenía la ilusión de estrenar, en la tertulia que se reunía en su casa, una canción diferente. Una pieza cadenciosa, más lenta que la trova tradicional, con un ritmo pausado que era casi como declamar sobre la música de la guitarra. La había titulado Tristezas y, cuando la cantó esa tarde del verano de 1883, en Santiago de Cuba, dejó en el aire la armonía y la emoción del primer bolero.

Así, entre unas guitarras y un grupo de amantes de la música animados por la frescura del atardecer y el buen ron, comenzó la historia de un género musical que se difundió después gracias a los viajeros y a la radio a lo largo de todo el país y, a través de Yucatán, llegó a México y se esparció por toda Hispanoamérica y otras zonas del mundo. En España, de donde de alguna forma había salido, lo asentó Antonio Machín (1903-1977) en los años 40 con Bésame mucho, de la mexicana Consuelo Velázquez y Dos gardenias, de su compatriota Isolina Carrillo

Pepe Sánchez (1857-1918) nació y murió en Santiago de Cuba. Su residencia santiaguera fue, durante muchos años, el centro de la vida musical de la ciudad.

Los boleros suelen ser himnos privados para el amor de las parejas en Latinoamérica, entre otras cosas, porque los de verdad son poemas que se cantan y se pueden bailar. Se cantan, se dicen en voz baja y a la hora del baile los cuerpos se pegan, los pies apenas se mueven sobre una sola loza y lo que se produce es una especie de abrazo musicalizado.


No hay arista del amor y el desamor que no se haya cantado en un bolero. Así como una pieza puede hacer que aparezca el recuerdo de un romance perdido, el fracaso o la celebración, en los bares y cantinas de aquella región los bolerones que se ponen en las tragaperras o que entonan tríos con guitarras desvencijadas, güiros opacos y claves agudas, son la banda sonora de una tropa invencible de borrachos que rabia de celos, sufre por abandonos y llora con disimulo por la mujer que se fue.

Con el bolero, México le hizo justicia a un verso sustancial de su famosa canción El rey. Dice aquella pieza que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar. Eso fue lo que hicieron los autores mexicanos porque renovaron, le dieron fuerzas y enriquecieron aquél género que les llegó del Caribe por Yucatán. Con el talento de Agustín Lara, por ejemplo, consiguieron una reinvención ampliada de aquel modo de cantar.

En Cuba, a mediados del siglo XX, un grupo de compositores le dio otra dimensión al bolero con la ayuda del jazz. Cesar Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Frank Domínguez y Aida Diestro, entre otros, crearon una nueva manera asumir el invento de Pepe Sánchez y dieron a conocer el filin.


Algunas de las piezas de Portillo de la Luz como Contigo en la distancia y Tú mi delirio la han interpretado, entre otros, Joan Manuel Serrat, Nat King Cole, Tito Rodríguez, Olga Guillot, Pablo Milanés, Pedro Infante, Lucho Gatica, Luis Miguel, Plácido Domingo, Christina Aguilera, Caetano Veloso, María Bethania y la Orquesta Sinfónica de Londres.

Para ver el origen de ese viaje universal, comparto con los lectores de algunos versos de Tristezas, el primer bolero: Tristezas me dan tus penas mujer, / profundo dolor; no dudes de mí. / No hay prueba de amor que deje entrever/ Cuanto sufro y padezco por ti. / La suerte es adversa conmigo, / no deja ensanchar mi pasión.

Raúl Rivero
El Mundo, 3 de octubre de 2017.

Primer video: La cantante Yaima Téllez acompañada del guitarrista Alejandro Almenares, una leyenda de la trova cubana, interpretan Tristezas en un parque de Santiago de Cuba, ciudad natal de Pepe Sánchez, el creador del bolero. Ver también a Yaima Téllez en Veinte años.

Segundo video: Versión flamenca del bolero Tristezas, realizada por el bailaor Antonio Canales (Sevilla 1961), el 15 de noviembre de 2012 en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá, Colombia.

jueves, 7 de diciembre de 2017

De la herencia soviética en Cuba



Eladio, 74 años, ex funcionario del ineficaz Ministerio de Agricultura, en la década de 1970 estaba absolutamente convencido que Moscú era una ciudad superior a Nueva York.

La primera vez que aterrizó en el aeropuerto de Sheremétievo a bordo de un Ilushin-62, apenas llegó al hotel, junto con un grupo de estudiantes de agronomía, abordaron la línea del metro que los llevaría al mausoleo del Kremlin, y tras una larga cola, contemplaron conmovidos el cuerpo embalsamado de Vladimir Ilich Lenin.

“Era el ritual de muchos cubanos que viajábamos a la antigua Unión Soviética. Al igual que un musulmán debe peregrinar una vez en su vida a la Meca, yo, un pinchón de comunista, consideraba que debía visitar el lugar donde descansaba el fundador del Estado soviético. Ahora mis nietos se ríen de mí, pero en los años 70 y 80 del siglo pasado, en Cuba no éramos pocos los convencidos de que el imperialismo yanqui tenía sus días contados. Nadie podía predecir que la URSS se derrumbaría como un castillo de naipes”, subraya Eladio.

Fue precisamente en sus viajes a la URSS, cuando el ingeniero agronómo descubrió la inviabilidad del socialismo marxista, el proverbial burocratismo y la creciente corrupción en la meca del comunismo mundial. “Era increíble la mala factura de un par de zapatos o un cepillo de dientes. El diseño de cualquier cosa era horroroso. Miles de personas en las repúblicas asiáticas vivían en una pobreza atroz".

Pero Eladio no creía que fueran ciertas los relatos que amigos soviéticos le contaban, sobre los crímenes de Stalin, los gulags y fusilamientos colectivos. "Entonces mi adoctrinamiento era tan profundo, que mi primera reacción fue denunciarlos al compañero de la Seguridad que nos atendía”.

Todavía en los libros de historia universal de nivel secundario o preuniversitario en Cuba, lo relativo a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se maneja con pinzas. La educación en la Isla es una celosa albacea de la narrativa soviética. Se recuerda a Lenin como un prócer impoluto. Y la epopeya de la Segunda Guerra Mundial debiera actualizarse. Los textos cubanos afirman que fueron 20 millones los muertos, otras fuentes aseguran que fueron 27 millones y probablemente la mitad murió por un disparo en la nuca de sus propios camaradas o en un tenebroso gulag.

Cuando a Nadia, estudiante de tercer año de preuniversitario y aficionada a la historia, le pregunto sobre aquella nación, conformada por quince repúblicas europeas y asiáticas, me suelta una párrafo memorizado de los manuales escolares.

“La Revolución de Octubre fue fundada en 1917 por Lenin, y a pesar de las agresiones de países occidentales, se consolidó como una gran potencia mundial. Fue el país con más muertos durante la Segunda Guerra Mundial, 20 millones (persiste en el error), y tuvo que luchar sola frente a la hordas fascistas. Estados Unidos y sus aliados se vieron obligados a abrir el Segundo Frente en Normandía ante el avance vertiginoso del Ejército Rojo”, responde con el orgullo habitual de los alumnos aplicados.

Deseaba indagar otros aspectos históricos menos divulgados en la prensa oficial y le hice las siguientes preguntas:

¿Conoces de las brutales purgas de Stalin, que costaron millones de vidas al pueblo soviético? ¿Sabías que la aplicación de la colectivización agrícola provocó hambruna y entre 7 y 10 millones de muertos en Ucrania, llamada Holodomor? ¿Has leído acerca del Pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop donde en una cláusula secreta Hitler y Stalin se repartieron las repúblicas bálticas y una zona de Europa del Este?

¿Has escuchado sobre la matanza en el bosque de Katyn por tropas élites soviéticas a militares polacos? ¿Conocías que el escritor Aleksandr Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura en 1970, al igual que otros muchos intelectuales, estuvo preso en un gulag solo por pensar diferente?

¿No crees que la URSS fue una nación imperialista, pues ocupó parte de Europa del Este como trofeo de guerra e instauró gobiernos vasallos? ¿Has estudiado sobre la agresión soviética a Checoslovaquia en 1968 o Afganistán en 1979?

¿Alguna vez te contaron que por decisión de Fidel Castro y Nikita Jruschov, en Cuba estuvieron emplazados 42 cohetes atómicos de alcance medio que pudieron provocar una conflagración nuclear? ¿Sabías que al igual que Estados Unidos tiene una base militar en contra de la voluntad de los cubanos, Castro sin consultar al pueblo autorizó un centro de instrucción militar con tropas soviéticas, una flota de la marina en Cienfuegos y una base de espionaje electrónico en las afueras de La Habana?

A cada pregunta, la joven respondió: “No, no lo sé. No lo he leído. O eso no lo hemos dado en la escuela”.

Mientras en la enseñanza secundaria, preuniversitaria, e incluso universitaria, la historia de la URSS se manipula al antojo de las autoridades, contradictoriamente en la sesión de clases de Historia soviética que trasmite un canal educativo de la televisión estatal sus profesores son más objetivos.

Se repasan los crímenes de Stalin, la colectivización forzosa y la ejecución de militares y altos miembros del partido comunista. Un productor televisivo señala que “la censura no funciona pareja en Cuba. El Ministerio de Educación y ciertos organismos del Estado, vetan los errores políticos de la URSS. Pero existen otras corrientes de pensamiento que apelan por contar los hechos como sucedieron. No es que tampoco se diga todo, porque la orden de Lenin para asesinar a la familia de los Romanov, por ejemplo, no se cuenta. Tengo la sensación que la estrategia del gobierno, si existe alguna sobre ese tema, es de tirarle toda la mierda del desastre soviético a Stalin y proteger a Lenin”.

En el sector militar, sobre todo dentro de los generales, aun se mantiene la metodología soviética y sus estrategias de combate, además de una colección de añejas armas rusas.

“El MINFAR es la institución más soviética que existe en Cuba. Cuando ya los rusos no celebraban la Revolución de Octubre, todos los años en la Sala Universal de las FAR la festejaban. Es raro el día que un alto oficial, que estudió en alguna academia en la URSS, no recuerde con nostalgia la etapa que con solo hacer una señal con los dedos, los rusos nos enviaban barcos cargados de armamento. En el peor momento de las relaciones con Rusia, siempre se mantuvo las buenas relaciones con sus militares”, comenta un oficial.

Esa añoranza por la URSS no cuela entre los cubanos de a pie, a pesar que de aquella etapa sobrevivieron los autos Lada, camiones ZIL y lavadoras Aurika. Pero la percepción popular que se tiene es de un país atrasado.

“Los bolos hacían cosas duraderas, peros feas y toscas. Hasta el propio Fidel, en un momento que se peleó con los rusos, dijo que por necesidad tuvimos que cargar con toneladas de chatarra fabricada por los soviéticos. Yo no tengo muy buenos recuerdos de los tovarichs. Se mandaban una peste a grajo que pa’qué. Y la carne rusa enlatada sabía a rayo. Los rusos que conocí eran tremendos negociantes y borrachos”, recuerda Roberto, residente en el Focsa, edificio del Vedado donde hace cuarenta años residieron decenas de asesores soviéticos.

Como herencia, la autocracia verde olivo mantiene la fracasada ideología y disfuncional planificación económica soviética. Además de autos, camiones, lavadoras y otros cacharros domésticos, a modo de testimonio, han quedado relatos nostálgicos, miles de matrimonios entre rusos y cubanos y unos cuantos nombres de origen eslavo.

Los libros de literatura rusa y los textos marxista-leninistas fueron desapareciendo de las librerías y de los hogares. Magaly, ama de casa, tenía un estante con las obras completas de Marx, Engels y Lenin, de cuando sus hijos estudiaron en la Universidad. Pero en los 90, con la llegada del período especial, a falta de papel sanitario, decidió ir arrancando las hojas e irlas poniendo encima de la tapa del inodoro.

Otro fracaso fue la enseñanza de idioma ruso por radio. Tampoco entre los cubanos calaron las costumbres y comidas rusas. Excepto el vodka con jugo de naranja, poco más ha quedado de los 'entrañables camaradas soviéticos'.

Iván García
Foto: Lada en Cuba. Tomada de Malay Mail Online.

lunes, 4 de diciembre de 2017

"¿Tú crees que tengo tiempo para esa bobería?"


Como una 'bobería': así algunos cubanos ven las elecciones del Poder Popular.

Si lo dudan, pregúntele a Lidia, empleada bancaria y madre de dos hijos. Ella considera que “esas elecciones se celebran porque el gobierno quiere guardar la forma. La gente ya ni asiste. Al menos en la de mi circunscripción solo vi un papel pegado en el cristal de una librería. Pero no fui. ¿Tú crees que tengo tiempo para esa bobería? Mi lucha es atender a mis hijos y zapatear por toda La Habana, porque después del ciclón hay tremendo desabastecimiento en las shoppings, parece que la comida se la llevó el viento. Nadie está pa’ esa matraca de elegir a candidatos”.

A Enrique, 66 años, jubilado, le pregunto si piensa proponer a un vecino del barrio como candidato a las elecciones a celebrarse en los próximos días, y luego de hacer un gesto de desaprobación, suelta un rosario de quejas contra lo que considera una pésima gestión gubernamental. Escuchémoslo. “Desde hace más de diez años, el Estado no le aumenta las pensiones a los jubilados. Los viejos son los que peor la pasan con las supuestas reformas económicas. Trabajamos de custodio, recogiendo latas en la calle o vendiendo jabas de nailon para poder sobrevivir”.

Enrique, vendedor de libros de uso en la Calzada de Diez de Octubre, al sur de La Habana, asegura que los delegados del Poder Popular no resuelven nada. "Son figuras decorativas. Yo antes participaba en las reuniones, pero la gente planteaba problemas y jamás se solucionaban. Ya estoy muy viejo pa’que me cojan pa'ese trajín. Esas elecciones son solo cháchara. Pura demagogia”.

Cuarenta y un año después de iniciado en la Isla un proceso electoral participativo y con algunos guiños supuestamente democráticos, que comienzan con la nominación y elección de los delegados de circunscripciones y culminan con la conformación de un calco de parlamento, donde en cuatro décadas todas las decisiones se votan unánimemente, los cubanos que desayunan café sin leche apenas le prestan atención al 'poder del pueblo', como desde su funcionamiento a nivel nacional, en 1976, le dicen al Poder Popular.

Daniel, dueño de un negocio de reparación de sombrillas y mochilas, cuenta que el pasado 17 de septiembre en su circunscripción se efectuó “la asamblea para elegir a los candidatos a delegados, y de más de doscientos vecinos, solo asistieron veintidós. El tipo de la presidencia espero cinco minutos a ver si llegaba más gente. Luego de una muela corta (breves palabras), se pasó a elegir a los candidatos. Los dos que eligieron como primera opción se negaron, utilizando como pretexto que tenían mucho trabajo. Un señor mayor, medio tarado él, que siempre anda vestido de miliciano, aceptó. La asamblea duró veinte minutos, menos que la novela. Fue matando y salando”.

¿Por qué esa apatía generalizada de la población con el único mecanismo electoral donde la gente puede elegir a su representante?, le pregunté a Carlos, sociólogo.

“Porque nunca el Poder Popular ha funcionado. No se puede ver como eficaz un proyecto que ha demostrado su inutilidad en cuatro décadas. Ese experimento estilo soviet, donde un delegado gestionaba las preocupaciones de la comunidad y después los mejores, elegidos por el voto popular, conformaban un congreso, fue algo inédito en los países que apostaron por el socialismo marxista. Pero la democracia solo existe en teoría. La realidad es que los delegados de las circunscripciones no cumplen ninguna función, y luego de pasar por un filtro selectivo de una comisión estatal, los seleccionados al aburrido parlamento están completamente domesticados”, subraya el sociólogo habanero.

Según José Fernando, profesor universitario, "la vida política en Cuba es muy limitada, no deja opciones para que a los ciudadanos se les tome en cuenta. Los gobernados apenas tienen canales participativos y no existen mecanismos auténticos donde las personas puedan influir en la estrategia económica, social o política del país".

Con ese punto de vista concuerda, Ana María, ama de casa de 78 años que antes de 1959 militó en el Partido Socialista Popular. Ella es más incisiva: "Es que desde hace más de medio siglo, todas las decisiones y proyectos llegan a golpe de ucases dictados desde el Palacio de la Revolución. Por simple automatismo se celebran reuniones relámpagos en centros laborales donde los sindicatos no cumplen ninguna función, se retocan mínimamente unos pocos detalles y al final todos levantan las manos y se aprueba por unanimidad. Con la Asamblea Nacional del Poder Popular pasa lo mismo".

Los cubanos de a pie, como buenos actores de reparto, cumplen al pie de la letra el guión trazado por la gerontocracia del Consejo de Estado. Por frustración, indiferencia o miedo, o las tres cosas juntas, no aprovechan esos espacios para criticar abiertamente el estado de cosas y transformar la sociedad.

"El Poder Popular es una opción real, probablemente la única, que tenemos los cubanos. No hemos sabido sacarle partido a la opción de poder decidir. El cubano se ha vuelto indiferente a la política. Pero luego, en sala de la casa, en la esquina del barrio o en los taxis colectivos se la pasan criticando al gobierno y a los gobernantes", me dice un señor en la cola del carnicería donde varias personas esperan la llegada del camión con los huevos, la principal proteína consumida por las familias cubanas.

"La realidad es que cuando llega la hora cero, la gente opta por no asistir a las asambleas de elección de candidatos, y los pocos que asisten, hacen silencio o votan masivamente por cualquiera, para salir del paso. Se debiera aprovechar esa tribuna para exigir un gobierno responsable, democracia real y un futuro diferente al de los discursos trillados y las consignas seudo patrióticas", argumenta el sociólogo Carlos.

Pero no se aprovecha. La mayoría de los cubanos seguimos apostando por la simulación al mejor estilo norcoreano. Las voces del cambio en la Isla somos nosotros mismos. Debiéramos empezar a creérnoslo.

Iván García
Foto: Tomada de internet.