lunes, 30 de mayo de 2022

El último regalo al tío Luis

A las 2 de la madrugada le avisaron a mi hijo Iván García Quintero que el tío Luis había fallecido. A esa hora fue a pie a la funeraria de Santa Catalina, a unas diez cuadras de su domicilio. Allí estuvo hasta las 6 de la mañana, hora en que regresó a la casa, a buscar una camisa de mangas largas para que se la pusieran a nuestro tío. Una camisa azul celeste, nueva que hace tiempo le había regalado a Iván y no se la había puesto.

Iván le dio 40 pesos a la señora que ese día estaba vistiendo los cadáveres. Una parienta se le acercó a Iván y le dijo que como a los muertos en las funerarias y los cementerios les quitan la ropa cuando se veía en buen estado, mejor era quitarle la camisa nueva y ponerle una vieja. Iván le dijo que no, que se la dejaran.

Con la muerte en La Habana, el miércoles 13 de mayo de 2015, de mi tío Luis Antúnez Aragón, a los 94 años, se fue el último de "los Antúnez", como en nuestra familia materna le decíamos a María, Cándida, Dulce, Carmen, Teresa, Avelino, Mario y Luis, los ocho hijos que tuvieron mis abuelos Luis Antúnez y Francisca Aragón.

El tío Luis era el menor de los hermanos y por eso le decíamos Luisito. Todos nacieron en Sancti Spiritus y con excepción de Avelino, Mario y Teresa, el resto decidió abrirse paso en la capital. Ninguno pasó del sexto grado, pero todos aprendieron a leer y escribir.

Muchas veces se desempeñaron en labores rudimentarias y lo hicieron desde la legalidad y la honestidad. Tampoco tuvieron problemas con la policía, a no ser mis tías María y Dulce, quienes desde la década de 1930 se hicieron militantes comunistas.

Antes de 1959, Luisito trabajó en Obras Públicas, en diversos oficios, entre ellos la plomería. Después y hasta que se jubiló, laboró en el Acueducto de La Habana. Fue el más cercano a Carmen, mi madre, que se preocupaba por él como si fuese un hijo. Si algo le agradó a mi madre cuando en 1979 nos mudamos para La Víbora, fue la cercanía con el domicilio de Luis y su esposa Georgina, más conocida por La Mora.

Luisito no tuvo hijos, pero hasta el final de sus días, vivió muy bien cuidado, por su mujer hasta que ella falleció, y después por cuatro cuñadas (Amparo, Manuela, Hilda y Santa) y por Gildita, una sobrina política, arquitecta de profesión.

Es la mejor riqueza que una persona puede tener: vivir y morir al lado de personas que te respetan y se ocupan de ti. Un cariño que mi tío se supo ganar, por su dedicación a familiares, amigos y vecinos. Como era habilidoso y sabía hacer pequeñas reparaciones, mientras la edad se lo permitió, a quien lo necesitara le ponía una zapatilla a una pila, cambiaba un fusible o arreglaba una cañería.

Por última vez lo vi en el 24 de noviembre 2003, el día antes de que mi hija Tamila, mi nieta Yania y yo nos fuimos de Cuba rumbo a Suiza, donde desde entonces vivimos como refugiadas políticas. Pero mi hijo Iván se ocupó de él en todos esos años, comprándole leche en polvo o llevándole dinero, que pese a mis limitadas posibilidades, nunca le dejé de mandar. A cada rato Iván lo visitaba y por Navidad solía almorzar con él y los suyos.

El último regalo fue esa camisa azul celeste de mangas largas que Iván no se había estrenado. Se la pusieron en la funeraria. Con esa camisa se fue. Dignamente, como siempre nuestro querido tío Luis vivió.

Tania Quintero

Leer también: Recuerdos de mi familia.


lunes, 23 de mayo de 2022

El cubano



El video, ilustrativo del sentir de la mayoría de un pueblo ante la falta de futuro en su país, está basado en este texto de Nitsy Grau Crespo titulado El cubano:

Por los caminos del mundo anda el cubano, corriendo, con hambre, con el estómago seco y la garganta cerrada

Cerrada a golpes, cerrada a base de amenazas, cerrada con odio, con la lengua torcida de tanto aguantar. Con la lengua amarga de tanto callar

Anda el cubano tratando de pisar tierra

Con los pies secos, con los pies mojados, con los pies heridos, con los pies vendados, con los pies amordazados, con los pies frustrados por no volar

Anda el cubano

Algo grande dejó atrás y no quiere mirar, porque si mira sus ojos se nublan y el cubano no quiere llorar

Quiere encontrar un respiro, quiere encontrar un abrazo, quiere encontrar un hermano

El cubano no quiere pensar en su casa de techo alto, no quiere pensar, porque duele. No quiere pensar en la madre, ni en el congrí, ni en el patio

El cubano corre y espera, y atraviesa corrientes y ciudades. Quiere olvidar, por un tiempo, por unos minutos, por unos segundos, pero vuelve

Vuelve allá donde quedó su barrio, su olla vacía, su patio sembrado con tierra buena. Su grafiti oculto de Patria y Vida

El cubano cierra los ojos para no llorar y los oídos para no escuchar palabras duras

Que si aquí no hay na’ pa’ ti, pa’ ti cubano, que llegas ahora, debiste haberlo dicho allá

Debiste cubano, debiste levantar tu voz

Debiste cubano, debiste ser de otra materia, de otro vientre, de otro grito, debiste nacer en un grito de guerra

El cubano respira y logra sonreír, y hasta baila su pasito y bebe su cerveza

Pero no olvida que después del mar sigue estando la isla presa, la isla seca, la isla vacía, la isla amarga, la isla amada, la isla que duele

La isla del cubano.

Tomado de ADN Cuba, 2 de abril de 2022.

lunes, 16 de mayo de 2022

La Cuba que se fue


Las ruinas y el abandono de la ciudad donde naciste duelen. Pero más duele la falta de respeto y ética de sus habitantes. Antes de llegar el comandante y comenzar a destrozar, La Habana, como toda Cuba, se caracterizaba por la decencia y el buen hablar y vestir de los cubanos, al margen de su categoría social y económica.

La gente de menos recursos daba los buenos días y sabía comportarse cuando iba a una tienda o a consultarse con el médico, a una casa de socorro o un hospital. Los negros trataban de ser cuidadosos a la hora de expresarse y relacionarse con el resto de su comunidad, para que no dijeran de que "el negro cuando no lo hace a la entrada, lo hace a la salida" o "tenía que ser negro", refranes todavía vigentes. Como en todas las sociedades, había personas descarriadas, proxenetas, marihuaneros y ladrones. También asesinos, cuyos crímenes quedaban reflejados en las páginas de la crónica roja de periódicos y revistas o en el programa de Joseíto Fernández, transmitido todas las mañanas por una popular emisora y donde el intérprete de La Guantanamera, cantando, narraba los últimos sucesos sangrientos.

En las seis provincias que conformaban la República de Cuba, existían barrios pobres. Había analfabetismo y prostitución. Parecía que Fidel Castro y su revolución le iban a dar un vuelco de 180 grados a la situación. Los cubanos pensábamos que Fidel, oriental como Fulgencio Batista, oriundos de Birán y Banes, dos localidades relativamente cercanas en la actual provincia de Holguín, iba a eliminar lo malo y dejar lo bueno que había en el país cuando llegó al poder en enero de 1959. Pero después de la campaña de alfabetización en 1961 y de su interés por convertir el deporte, la educación, la salud, el turismo y la biotecnología en vitrinas propagandísticas, las transformaciones positivas se estancaron. Todo empezó a dar marcha atrás.

Luego de 47 años dirigiendo los destinos de Cuba (1959-2006) como si fuese el mayordomo de la finca de su padre gallego, Castro no fue capaz no ya de desarrollar la agricultura, ganadería, pesca, industria y economía en general, sino de hacer de los cubanos unos ciudadanos más cultos y refinados que antes de 1959.

De las escuelas públicas, por ejemplo, fueron suprimidas asignaturas como música, dibujo, caligrafía, trabajo manual, cocina, costura, economía doméstica, moral y cívica, que a primera vista podrían parecer intrascendentes, pero no lo eran. Los guerrilleros no se distinguían por su nivel académico, por sus reglas de urbanidad ni su sensibilidad humana. El día que decidieron politizar la educación y adoctrinar al alumnado, desde kindergarten (pre-escolar) a la universidad, comenzó a engendrarse una generación que sabe leer y escribir, pero se expresa mal, con un vocabulario limitado, una dicción pésima y garrafales faltas de ortografía.

Esto se percibe mejor cuando escuchas hablar a un argentino, peruano o colombiano y lo comparas con un cubano. Da igual que el cubano sea un funcionario estatal, un miembro del partido comunista, un militar o un disidente. Descubres que casi todos los nacidos en la Isla están cortados por la misma tijera en el lenguaje oral. Tiene su explicación: son más de seis décadas escuchando 'teques', leyendo la monótona prensa oficial, viendo los manipulados telediarios y últimamente, interactuando en unas redes sociales que, salvo excepciones, no enriquecen el idioma ni contribuyen a generar comentarios serios y respetuosos.

Antes de la llegada de los barbudos al poder, el Capitolio Nacional, en el corazón de La Habana, fue testigo de grandes duelos verbales, protagonizados por oradores e intelectuales de renombre como Salvador García Agüero, negro y comunista, y Orestes Ferrara, italiano que luchó por la libertad de Cuba. Los dos, por cierto, tirados al saco del olvido. Hoy no existe un político que se pueda comparar, ni de lejos, con Ferrara y García Agüero. El presidente puesto a dedo por Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, carece del don de la oratoria, no tiene ni pizca de carisma y su voz se parece a la de un asere de una barriada marginal.

Hoy a pocos jóvenes cubanos les interesa conocer su pasado y su historia, la verdadera, no la mal contada como dice la canción Patria y Vida. Lo de ellos es bailar reguetón, beber ron, hacer el amor y tratar de irse del país. Es lógico. Es el resultado de 63 años de atraso, represión, mediocridad y falta de futuro.

A partir de 1959, los uniformados de verde olivo no solamente fusilaron a decenas de 'contrarrevolucionarios'. También ejecutaron a la decencia e impusieron la vulgaridad y la chabacanería. El lenguaje panfletario lo mismo es utilizado por un portavoz del castrismo que por una defensora de los derechos humanos de nuevo cuño. Aunque en bandos contrarios, unos y otros representan la Cuba del presente, poco original y creativa. Tan alejada de aquella otra. La que para siempre se fue.

Tania Quintero

Foto: El 24 de febrero de 1952 un grupo de alumnas de tercer grado de la Escuela Pública No. 126 Ramón Rosaínz, situada en Monte y Pila, Cerro, ese día fuimos a confraternizar y llevarle tabacos a antiguos mambises de la Guerra de Independencia que vivían en el Hogar del Veterano, en San Miguel y Agustina, 10 de Octubre (en la actualidad el lugar es un deprimente asilo de ancianos). Nos acompañó la maestra, Dra. Carmen Córdoba, graduada de Pedagogía en la Universidad de La Habana.

lunes, 9 de mayo de 2022

Cuba, de mal en peor



Frenos y restricciones al sector privado, abusivas tiendas en MLC y un reordenamiento económico implementado en el peor momento posible y que fracasó rotundamente y provocó una inflación que ha lanzado a la indigencia a la mayoría de los cubanos… Con tantas políticas absurdas e impopulares que solo hacen aumentar el descontento y, por tanto, la animadversión hacia el régimen, uno pudiera llegar a sospechar que en las altas esferas del Estado-Partido-Gobierno hay personas interesadas en conseguir que la continuidad post-fidelista acabe de reventar de una vez y por todas.

Por su desastroso manejo de la economía, su desconexión de la realidad, el empecinamiento en mantener políticas y métodos que fracasan una y otra vez, por su torpeza y los continuos disparates y papelazos, Díaz-Canel y sus ministros incapaces son el más desastroso equipo de gobierno de la historia de Cuba. Van, siempre con el mismo discurso, de un error en otro, de disparate en disparate, de papelazo en papelazo. Es como si se esforzaran en que todo les saliera mal.

Las más recientes movidas de los mandamases para captar divisas parecen propias de una comedia de absurdos, como por ejemplo, en medio de tanta hambre, miseria y apagones, con una población que solo piensa en cómo conseguir alimentarse, la impostura de un festival ridículo y cheo, hecho en contubernio con un par de vividores italianos.

Recientemente inauguraron en La Habana una tienda que vende embarcaciones, motores y brújulas, como invitando a que más personas, luego de pagar caro, se sumen a la actual desbandada migratoria, la mayor desde la crisis del Mariel en 1980.

Los mandamases culpan a las políticas norteamericanas hacia Cuba, particularmente a la la Ley de Ajuste Cubano, de ese éxodo descontrolado que está costando la vida de muchos compatriotas. Pero lo estimulan. La cuenta que sacan, con su mentalidad de bodegueros fallidos, es que los que se marchan son menos bocas que alimentar, menos descontentos que reprimir y más remesas en solo unos años. Creen los mandamases que si le sacan vapor a la olla de presión, retrasarán un poco más el reventón.

En lo único que es eficiente este régimen es en la vigilancia y la represión. Pero eso, de tanto que se les está yendo la mano con el apretón, les resultará contraproducente.

La dictadura, que entró en pánico con las protestas de los días 11 y 12 de julio de 2021, ha castigado con crueldad a cientos de jóvenes que participaron en ellas, imponiéndoles condenas de más de 20 años de prisión (de 30 a dos de ellos). Así, se han ganado el odio de sus familiares, amigos y vecinos y la repulsa internacional.

El castrismo quiere intimidar y aherrojar más a los cubanos con un nuevo Código Penal de aliento nazi-estalinista y un aluvión de leyes prohibitivas que parecen propias de un reglamento carcelario. De momento, puede que consigan intimidar, pero no será por mucho tiempo.

Hoy lo que prima entre los cubanos de a pie, más que el temor, es la desesperanza ante un futuro que cada vez luce más incierto. También hay mucha confusión a la hora de repartir culpas por la actual situación, siempre evadiendo, para no arriesgarse, la responsabilidad personal en la solución de nuestros problemas. Es como si el arreglo de los problemas de Cuba correspondiera a escoceses o croatas para que, mientras, nosotros, los dolientes, nos dediquemos a buscarnos los pesos y ver qué cocinamos mañana.

Hace poco escuché a una mujer de mediana edad que, en una larga cola para comprar aceite y pollo, además de quejarse de los altos precios y la escasez, a propósito de las desmesuradas condenas contra “los muchachos de las protestas”, despotricaba lo mismo contra “los gordos descarados estos” (los mandamases) que contra “los americanos que te hacen ir a Guyana a ver si te dan la visa” y “la gente de Miami que empujan desde allá y no se dan golpes, como el Otaola ese”, en referencia al influencer Alex Otaola.

El régimen, a fuerza de represión, logró frustrar la Marcha Cívica por el Cambio del pasado mes de noviembre. Con ello, ha logrado infundir el desaliento y la desconfianza entre muchos de los que se oponen al castrismo. Escucho a algunas personas, con no poco cinismo, criticar con acritud a disidentes que se han ido al exilio recientemente, no importa si sacados de la cárcel y forzados al destierro por la Seguridad del Estado. Exigen de esos activistas el sacrificio y la inmolación de la que ellos mismos no son capaces.

Te citarán el caso de Yunior García Aguilera, la desarticulación de Archipiélago, del 27N y del Movimiento San Isidro; te dirán que sus compañeros dejaron abandonados a Luis Manuel Otero y Maykel Osorbo, contra quienes la fiscalía pide seis y diez años de prisión, respectivamente; te repetirán que la oposición, enferma de egos e infiltrada por los topos de la Seguridad del Estado, no logra ponerse de acuerdo ni siquiera en puntos comunes mínimos y que “aquí, con tanto chivato, no se sabe quién es quién”.

Y concluirán, en plan de derrotados, dándole el gustazo al régimen, asegurando que no vale la pena arriesgarse, que “esto no hay quien lo tumbe ni tampoco quien lo arregle”, que “este pueblo no sirve”, que “nos merecemos lo que tenemos”, que “esto, aunque se caiga la semana que viene, no se arregla ni en 40 años”, que “lo mejor es irse”.

Si en algo ha tenido éxito el castrismo es en envilecer y desmoralizar a la sociedad. Un pobre consuelo para sus planes. Solo les permitirá durar un poco más en el poder, pero hará, inevitablemente, que para todos, el final sea más espantoso.

Luis Cino
Cubanet, 9 de abril de 2022.
Foto de Diario de Cuba tomada de "Vulnerables somos todos".

lunes, 2 de mayo de 2022

Cuba, tan cerca de Rusia, tan lejos de Ucrania



Las guerras no son buenas. Ni siquiera aquellas que se libran para obtener la independencia porque, aunque necesarias, siempre tienen un alto costo humano y material. No por casualidad José Martí habló de hacer una guerra breve y necesaria, algo que los compañeros de la llamada Generación del Centenario se esmeraron en sepultar a sangre y fuego enviando soldados y guerrilleros a los cuatro puntos cardinales.

Hace solo unos meses era impensable la actual contienda en Ucrania. Impensable y al mismo tiempo factible. Después de engullir Crimea y cruzar la línea roja en Siria, de los rusos nostálgicos imperiales cualquier acción revanchista podía esperarse. Occidente es responsable, por omisión, de semejante dislate: los enemigos de la libertad no cambian; el dialogo y la amistad lo perciben como debilidades y atacan sin misericordia. Eso sucede en las mejores escuelas; la relación trajinado-trajín.

Es muy imprudente la posición del régimen cubano, y no porque sea novedosa. Todos sabíamos que su alineación con el sátrapa Putin era de esperar. El régimen tiene un patrón de conducta internacional bien predictible: antinorteamericano primero que todo, aunque para ello deba aparecer en la foto con los mejores dictadores de la Humanidad. En el caso de Rusia, heredera del totalitarismo soviético y tras una breve pausa, la reconciliación con la nación de los zares era cuestión de tiempo. Los odios los crían, la guerra los junta.

Cuba ha puesto, una vez más, toda su carne en el asador ruso —es un decir, por supuesto. Y eso puede tener consecuencias, según todos los analistas. Ya la prensa-propaganda insular ha tomado la habitual iniciativa de trastocar el lenguaje para confundir, incluso mentir: la rusa no es una invasión sino una operación militar especial. Cuando se leen los titulares de los libelos cubanos una descarga de ira recorre el alma del menos informado: son los ucranianos los culpables, genocidas y nazi fascistas; los ucranianos se auto bombardean matando a civiles, los rusos son los liberadores y los ucranianos están preparando ataques químicos…

Una vez más el régimen cubano adopta la menos inteligente y pragmática de las alineaciones. Ucrania, con sus luces y sus sombras, es la libertad y la democracia. Rusia es casi toda sombra: el poder omnímodo, criminal, fascista. Alguien con sentido común se preguntaría por qué no seguir la línea china, que a pesar de no ser éticamente buena, al menos evita tomar partido en lo que es un triste recordatorio de la arremetida nazi alemana contra la población civil de esa zona en Europa. China tiene mucho que ganar y poco que perder si mantiene cierta hipócrita neutralidad. Su competidor en Eurasia terminará arruinado y odiado por cuanto empresario sobreviva a tal locura.

Es muy posible que en la Isla muchos sigan creyendo que Rusia es la Unión Soviética, con ese poderío militar y económico que feneció hace veinte años. La propaganda del régimen cubano necesita que los desinformados habitantes de la Isla crean que todavía tienen en Rusia un protector, un mecenas, alguien que como en época pasada va a defenderlos del imperialismo yanqui. Tal parece ser el metamensaje de los medios al servicio del Partido Comunista; justificar la invasión y alabar el supuesto poderío ruso.

Pero quienes vivimos fuera del muro de bagazo —es también un decir porque apenas de caña de azúcar vive el país—, podemos cotejar la información; sabemos que la guerra en Ucrania es todo lo contrario. Los ucranianos no quieren ni temen a los rusos. El poder destructivo del totalitarismo soviético, excepto por las armas nucleares, no es el del nuevo zar Putin. La economía del neo imperio zarista es tan grande como la de Italia o España.

Putin ha perdido la guerra y lo sabe. No importa que ocupe las ciudades. Izan la bandera rusa y en la noche, como dijo Zelenski, la bajan y pisotean. No dan respiro a los invasores. De cualquier casa o furnia sale un coctel molotov. Aquellas imágenes de la Segunda Guerra Mundial de las abuelas rusas enfrentándose a la soldadesca alemana hoy se repiten con las ucranianas. Sin embargo, lo peor para Putin está por venir: el mundo desarrollado y democrático no lo perdonará nunca. El tan ansiado final del imperio ruso-soviético Putin se lo ha puesto en bandeja de plata a Occidente. Ha logrado, este hombrecillo impresentable, frío y taimado, que el odio y el resentimiento hacia toda Rusia, que existía ya en Europa, dure ahora por cien años más.

Todo parece indicar que esas realidades vistas en el horizonte no afectan a los mandamases cubanos. Ellos se creen en las mismas mentiras que fabrican para la población amancebada. Las consecuencias para el régimen cubano podrían ser desastrosas La realidad es porfiada: no habrá turismo ruso, ni dinero para hacer inversiones en la Isla. El cerco económico a la nación invasora irá estrangulando al régimen cubano por carambola. Los ámbitos donde Cuba reclame algún derecho o posición política podrían estar sesgados por el apoyo tácito a un criminal de guerra.

Cuba podría ser arrastrada en este peligroso juego geopolítico donde, con toda seguridad, Rusia dejará de tener un peso económico y moral en la comunidad internacional. ¿Con qué cara Cuba pedirá a la Unión Europea un diálogo sobre derechos humanos siendo cómplice de la carnicería en Ucrania? ¿Cómo negociar con los bancos y las compañías que ahora ven al régimen de la Isla como encubridor, aliado del matarife ruso?

Dos síntomas alertan de la gravedad de la situación que para Cuba ha de venir. El corredor humanitario abierto hacia Estados Unidos vía Nicaragua; y el aumento de la represión hacia aquellos que no han podido escapar, con condenas criminales a los protestantes del 11J. El Covid-19 no fue la última ni la más importante de las desgracias para el Canelato. La invasión de Ucrania ha puesto a cada cual en su sitio. No hay equivocación posible entre los que aman y construyen y los que odian y destruyen.

Francisco Almagro
Cubaencuentro, 29 de marzo de 2022.
Foto: Banderas de Cuba y Rusia. Tomada de la web del Palacio del Segundo Cabo.