lunes, 28 de agosto de 2023

El compatriota que nos enseñó a ser liberales

Cuando las huestes de Fidel Castro llegaron al poder en 1959 se inició el desmontaje de buena parte de las instituciones que se habían erigido en el país para garantizar la existencia del Estado de derecho.

Al mismo tiempo comenzó un ataque frontal contra las ideas liberales. En ese contexto el castrismo se dio a la tarea de tergiversar nuestra historia para negar la raíz liberal de la nación cubana.

De esa manera crecerían varias generaciones de cubanos cuya única brújula sería un Estado totalitario, colectivista, conculcador de las libertades individuales y, en el fondo, aunque a ratos debiera acudir tímidamente a ellas, enemigo de las relaciones de mercado en la economía.

La maquinaria del poder, entre tanto, por medio del monopolio de la enseñanza y el férreo control de los medios de difusión, confiaba en que la Isla se mantendría libre de la influencia de otras ideas políticas y distintas maneras de organización social.

Sin embargo, el castrismo se vio sorprendido cuando, allende los mares, la titánica labor de un político, escritor y periodista fue aclarando el horizonte de los cubanos de la Isla que de una u otra manera tenían acceso a su prédica liberal. Ese pensador preclaro era Carlos Alberto Montaner.

De ahí la saña del discurso oficial y oficialista a la hora de referirse a este faro del exilio cubano. Nunca le reconocieron ni uno solo de sus muchos méritos intelectuales. Lo tildaban de terrorista y agente de la CIA.

Como liberal de pura estirpe, Montaner recalcaba la importancia de la libertad. En muchos de sus trabajos periodísticos alertó acerca del robo de nuestra libertad cuando un gobierno decide por nosotros, cuando nos impone una manera de vivir, así como al fijarnos patrones de conducta y escalas de valores.

Sabíamos de la amplia producción literaria de Montaner, lo mismo en obras de ficción que en otras de pensamiento social. Debido a la férrea censura del castrismo, no muchos de esos libros han estado al alcance del cubano de a pie. No obstante, por medio de las bibliotecas independientes hemos accedido a algunas de sus obras, como Viaje al corazón de Cuba, Los cubanos, El regreso del idiota (escrito en colaboración con Plinio Apuleyo y Álvaro Vargas Llosa) y No perdamos también el siglo XXI.

Se trata de textos en los que hemos aprendido muchas de las cualidades que deben distinguir a las personas que abracen las ideas liberales. Entre ellas resaltan el apego a las leyes, el respeto a la propiedad y a las instituciones democráticas, y muy especialmente el sentido de tolerancia.

Un liberal ha de ser alguien que esté dispuesto a convivir con otras personas que piensen diferente a él. Esa cualidad, de por sí, convierte a un sistema liberal de gobierno en un ente infinitamente más justo que el que lamentablemente padecemos los cubanos de la Isla, donde los que se desvían del pensamiento oficial están expuestos a las distintas formas de represión por parte de las autoridades.

También debemos destacar la labor de Montaner al fundar la Unión Liberal Cubana, así como su trabajo en la editorial Playor, creada en los años de su exilio madrileño. Esta editorial publicó valiosos textos como los libros de economía de Carmelo Mesa-Lago y los de historia de Levi Marrero.

Ahora que se nos ha ido físicamente este cubano ejemplar, la mejor manera que tenemos de homenajear su memoria es, parafraseando uno de sus libros, contribuir a que en algún momento de este siglo XXI las ideas liberales se enseñoreen en el firmamento de la nación, tanto por su probada superioridad, como por nuestras tradiciones.

Orlando Freire Santana
Cubanet, 3 de julio de 2023.

lunes, 21 de agosto de 2023

Un cubano universal

Desde el joven luchador que a los 15 años estuvo a punto de ser fusilado, hasta el hombre maduro, consciente de la gravedad de su enfermedad que decide despedirse de la vida en sus propios términos, la libertad fue la pasión y guía de Carlos Alberto Montaner.

Ahora, ante la necesidad de decirle adiós por su muerte, este 29 de junio, a los 80 años, duele la gran pérdida que sufre la nación cubana con su partida: que muchos en su isla no hayan podido leer sus ensayos, sus columnas periodísticas, sus novelas, no hayan asistido a una de sus comparecencias, no hayan disfrutado de su cordialidad, de su tolerancia, de sus comentarios inteligentes de hombre de mundo y a la vez de cubano cordial, porque ese era uno de sus mejores rasgos.

“No hubo un día en su vida que Cuba no estuviera presente”, dijo desde España su hija, la periodista Gina Montaner. “Mi padre defendió la libertad para vivir y para morir, y quería morir dignamente en sus términos, y lo hizo, es una decisión muy meditada”, contó Gina sobre el gesto valiente de Montaner que padecía una enfermedad neurodegenerativa, parálisis supra nuclear progresiva, y se decidió por la eutanasia, en consonancia con su “defensa de las libertades individuales”.

Montaner (nacido el 3 de abril de 1943 en La Habana) falleció en Madrid, la ciudad que lo acogió en los años 70´ junto con su esposa Linda, cuando eran unos veinteañeros que dejaban atrás su patria con la confusión y el dolor del momento. Allí educó a sus hijos, triunfó como empresario con Firmas Press y la Editorial Playor, e hizo de su casa un lugar de acogida para intelectuales cubanos, españoles y latinoamericanos. En Madrid también presenció uno de los momentos históricos que le sirvieron de brújula para su sueño de la libertad para Cuba, la transición de la dictadura franquista a la democracia.

“Fue una gran educación ver esa transición que él siempre soñó para Cuba”, dijo Gina. “Ver cómo era posible ir de los grandes odios y rencores a un consenso nacional, para pasar página y llegar a la democracia. Eso lo inspiró, para su andadura, para crear la Plataforma Democrática Cubana, que fue uno de sus grandes aportes. Y esa es una asignatura pendiente de los cubanos, porque las dictaduras dejan muchas heridas y rencores”.

“Un cubano universal”, lo llama Daniel Morcate; “Uno de los grandes intelectuales latinoamericanos de nuestros tiempos”, lo describe Andrés Oppenheimer; “El canciller del exilio y la democracia porque fue recibido por presidentes y figuras mundiales”, lo nombra Juan Manuel Cao; “Un hombre muy bueno y bondadoso”, lo describe su hija Gina Montaner; “El primero de las figuras públicas y respetadas del exilio en apoyar a la oposición pacífica en Cuba”, dijo el ex prisionero político, activista y académico Sebastián Arcos Cazabón. “Fue el primero que levantó la bandera y dijo, son legítimos y hay que apoyarlos”, añadió Arcos Cazabón, director asociado del Instituto de Investigaciones Cubanas de Florida Internacional University, que entonces era un joven miembro del “Comité Cubano Pro Derechos Humanos, fundado por Ricardo Bofill, con quien Montaner estaba en total sintonía”.

En los años 1980 y 1990, Arcos Cazabón escuchaba a Montaner por Radio Martí y leía las columnas que escribía en El Nuevo Herald, gracias al paquete de materiales informativos que le entregaba a la disidencia la entonces Sección de Intereses Estados Unidos en Cuba. “No era de extrañar que fuera Montaner el primero que entendiera la lucha pacífica en Cuba”, afirmó Arcos Cazabón, porque Montaner estaba muy enterado del panorama político mundial, de lo que pasaba en el bloque comunista, y conocía a líderes como Andrei Sajarov y Lech Walesa.

Montaner también entendió muy bien la naturaleza de las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética y que fue Fidel Castro quien “abrazó al oso ruso” y el que decidió intervenir en África y arrastró a los rusos”. De la gran cantidad de pérdidas que ha infligido el castrismo a los cubanos de la isla, una de ellas es que se hayan perdido a un político y periodista como Carlos Alberto Montaner. “Los que no lo conocieron nunca se darán cuenta de lo que ha perdido la nación cubana”, se lamentó Arcos Cazabón.

Una persona puede ser un gran intelectual, pero puede faltarle la fibra humana. “Mi padre tenía la fibra humana y luego era un intelectual”, afirma Gina. A su hermano Carlos y a ella siempre les enseñó que “hay que ser generosos, buena persona y tolerante. Creía que la libertad se construye y se cultiva porque somos tolerantes”.

Montaner consiguió inspirar con sus ideas, su estilo periodístico, su discurso certero y amable y su sentido del humor a varias generaciones de periodistas cubanos y latinoamericanos. “Fue un padre, un amigo, un guía, una persona que puso su experiencia y conocimiento al servicio de todos nosotros”, dijo el periodista y escritor Juan Manuel Cao, que hace unos días recibió su última llamada, que él no supo distinguir, era la de despedida, por la manera tranquila con que conversó Montaner.

Daniel Morcate, periodista que ha desarrollado una carrera extensa en Univision, destacó “su lucidez, honestidad intelectual y amor por Cuba, por la democracia y por la libertad. Pero, además, fue un gran amigo de sus amigos. Sumamente generoso. Me ayudó a orientar mi vida hacia el periodismo y la escritura. Su figura se agigantará en la memoria de los cubanos cuando nuestro querido país sea libre y democrático”. Andrés Hernández Alende, que fue director de las páginas de Opinión de El Nuevo Herald, recibió la ayuda de Montaner cuando era un cubano inmigrante recién llegado a una España aquejada por el desempleo. Montaner le dio trabajo.

“En ese momento no tenía plazas vacantes en la editorial, pero me propuso trabajar de manera independiente, desde mi domicilio, mecanografiando trabajos de diversos autores que llegaban a Playor escritos a mano. Poco después, cuando fundó la agencia de prensa Firmas Press, me llamó para ofrecerme un empleo fijo. Allí, en una oficina en pleno centro de Madrid, me dedicaba cada semana a copiar, revisar, traducir y ayudar a distribuir a numerosos medios de prensa los artículos de decenas de escritores y periodistas, entre ellos Gastón Baquero, Fernando Arrabal, Hugh Thomas, Federico Jiménez Losantos, el propio Montaner y su hija, Gina”, cuenta Hernández Alende, ofreciendo un paneo por las grandes plumas que logró reunir Montaner.

Era fácil saber cuando Montaner firmaba una columna por la elegancia de su prosa, la abundancia de información y conocimientos. Nunca hacía sentir al lector ignorante, sino enriquecido, porque escribía sin alardes.

“Su partida es el final de una era del exilio cubano. A la caída del imperio soviético del 89 a los 90 teníamos grandes esperanzas de volver a una Cuba libre, y lo veíamos como presidente ideal de la nación, en la transición a la democracia republicana”, dijo la periodista Olga Connor, que se benefició de su sabiduría como jefe. “Tenía talento político, fiel devoción a las libertades individuales y a la justicia social, y un carácter conciliador, con intachable sentido del respeto público. Además, nunca perdía su típico buen humor cubano. Nos ha dejado un tesoro de columnas periodísticas y novelas que recogen la historia política de Cuba y de todo el mundo hispano”, añadió Connor.

Alex Mena, director ejecutivo interino del Miami Herald y El Nuevo Herald, también destacó las “geniales y acertadas columnas semanales” de Carlos Alberto Montaner, que publicó durante más de 40 años en El Nuevo Herald. “Con su forma de pensar y su amplio conocimiento, Montaner analizó y nos explicó cómo los movimientos del orden mundial afectan la vida diaria de aquellos que solamente quieren vivir en paz”, dijo Mena. “Como exiliado cubano fue un defensor de la libertad y la democracia, no solo en América Latina, sino en el mundo. Extrañaremos sus certeras palabras”.

Andrés Oppenheimer, escritor y columnista del Nuevo Herald y el Miami Herald, resume muy bien el aporte de Montaner como pensador, escritor y político. “Cuando le pedí a Montaner hace algunas semanas que me enviara un párrafo indicando cuál cree que ha sido la idea más importante que trató de transmitir, me dijo que ha sido ‘difundir la idea de la libertad’. Efectivamente, una de las mayores contribuciones de Montaner ha sido difundir la idea de que la disyuntiva fundamental en nuestros días no es entre la derecha y la izquierda, sino entre la democracia y la dictadura”, dijo Oppenheimer.

Montaner publicó más de una veintena de libros muchos de ellos traducidos al inglés, portugués, ruso e italiano, informó el grupo Penguin Ramdon House en un comunicado de prensa. Entre sus obras más conocidas están Manual del perfecto idiota latinoamericano, El regreso del idiota (escritas junto a Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza), La libertad y sus enemigos, Las raíces torcidas de América Latina, Las columnas de la libertad y Los latinoamericanos, La cultura occidental, La mujer del coronel. En 2012 publicó su cuarta novela, Otra vez adiós, y en 2019 sus memorias, Sin ir más lejos.

En un baile en el Hotel Comodoro, en Miramar, La Habana, Montaner conoció a su esposa Linda, con quien estuvo casado 65 años. “Fue una gran historia de amor”, dijo su hija Gina, contando que su padre ya le había echado el ojo a Linda, pero fue ese día que tuvieron el primer contacto. Una bomba explotó en las cercanías, eran los días convulsos del final del régimen de Fulgencio Batista y Montaner fue un poco de “héroe” y se acercó a Linda, cuenta Gina.

“Me agarró la mano y nunca más me la ha soltado”, que según Cao solía decir Montaner, como una prueba de su sentido del humor proverbial, que todos alaban. “Para mi padre era muy importante tener una familia unida, y lo consiguió”, dijo Gina, indicando que estuvieron con él en sus últimos momentos. Además de sus hijos Gina y Carlos y su esposa Linda, lo sobreviven sus nietas Paola, Gabriela y Claudia.

“Llegó la hora de recapitular. Hay que ir haciendo las maletas. Desaparecer es una actividad ingrata que solo se justifica porque es la única prueba irrefutable de que hemos vivido”, escribió Carlos Alberto Montaner a modo de despedida en sus memorias, Sin ir más lejos.

Sarah Moreno
El Nuevo Herald, 1 de julio de 2023.

lunes, 14 de agosto de 2023

El más sólido intelectual que tuvo que enfrentar el castrismo

Ha muerto, a los 80 años, en Madrid, el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner. Considerado por la revista ‘Foreign Policy’ como uno de los 50 intelectuales más influyentes de Iberoamérica, fue uno de los columnistas más leídos en el mundo de habla hispana. Se calcula que alrededor de seis millones de personas leían sus artículos que aparecieron durante décadas en distintos medios de prensa del mundo de habla hispana.

Fue autor de 27 libros, entre los que se destacan ‘Viaje al corazón de Cuba’, ‘Por qué desapareció el comunismo’, ‘Libertad: la clave de la prosperidad’, ‘Fabricantes de miseria’, ‘Manual del perfecto idiota latinoamericano’ (en coautoría con Plinio Apuleyo y Álvaro Vargas Llosa), las novelas ‘Perro mundo’, ‘La trama’, ‘La mujer del coronel’, ‘Tiempo de canallas’ y ‘Otra vez adiós’.

Montaner se mantuvo escribiendo hasta el pasado mayo, cuando se despidió de sus lectores al anunciar su retiro debido a una enfermedad degenerativa que lo aquejaba (parálisis supranuclear progresiva).

Fue uno de los más sólidos y coherentes intelectuales que tuvo que enfrentar el régimen castrista. De ahí el odio y la saña con que siempre fue atacado. Lo tildaban de terrorista, agente de la CIA y otras acusaciones absurdas. En realidad, lo más cerca de las bombas y el terrorismo que estuvo Montaner fue cuando en La Habana, en 1958, siendo un adolescente, prestó auxilio a una muchacha aterrorizada por el estallido de un artefacto explosivo colocado por miembros del Movimiento 26 de Julio en un centro recreativo. Aquella joven se convertiría en su esposa y la madre de su hija.

Aunque llevaba más de seis décadas exiliado, desde que con apenas 19 años, en enero de 1961, logró escapar de la cárcel adonde había sido enviado por oponerse al régimen, nunca perdió el contacto con la realidad cubana.

Hace quince años, en junio de 2008, cuando lo entrevisté para CubaNet, la entrevista más interesante que he hecho, no pude resistir la tentación de comentarle, para regocijo suyo, que de tan actualizado y claro que estaba sobre la situación cubana y por su comprensión de las posiciones de los que en Cuba nos oponíamos al régimen, parecía que se había ido la semana anterior al exilio.

Su visión de los asuntos cubanos, siempre certera, objetiva, sensata y difícil de rebatir, nunca fue nublada por el rencor y el apasionamiento. Por el contrario, siempre estuvo abierto al razonamiento y el debate respetuoso con sus adversarios ideológicos.

Recordemos que cuando Montaner debatió, en 2010, con Silvio Rodríguez, contestó afirmativamente a la pregunta del cantautor de si firmaría una carta por los cubanos víctimas de atentados de la CIA, pero invitó a Silvio a que firmara, a su vez, una carta en defensa de los presos políticos y opositores perseguidos por el régimen, lo que más que descolocar, revolcó al más oficialista de los cantautores oficialistas, poniéndolo a hablar de los enanitos verdes y otras boberías.

Más recientemente, Montaner supo defender y hacer valer su posición ante sus compatriotas del exilio de la derecha radical que le reprochaban su desacuerdo con las políticas del gobierno de Donald Trump. Fundador de la Unión Liberal Cubana y vicepresidente de la Internacional Liberal entre 1992 y 2012, Montaner nunca renunció al sueño de una Cuba en democracia. Pero su lucha por la libertad y la democracia no se centró solo en Cuba, sino que abarcó cada sitio del mundo donde imperara una tiranía, se violaran los derechos humanos o se viera amenazado el Estado de derecho.

Coincidí con Carlos Alberto Montaner en diciembre de 2015, en Miami, en el Festival Vista, pero solo pudimos saludarnos y tener una muy breve conversación. Me bastó, por si me quedaba alguna duda, para convencerme de que era un ser extraordinario y de que la causa de la libertad precisaba de muchos como él.

Hoy lamentamos su partida, pero nos consuela saber que quedan sus inapreciables enseñanzas. Ojalá sepamos aprovecharlas en una Cuba en democracia.

Luis Cino
Cubanet, 2 de julio de 2023.
Video: Luis Dener, artista y youtuber cubano radicado en Noruega.

lunes, 7 de agosto de 2023

Carlos Alberto, mentor político de disidentes cubanos

En algún momento del verano de 1985, durante mi servicio militar obligatorio, Alfredo, un recluta de la unidad, comenzó a intercambiar conmigo literatura considerada subversiva por el régimen de Fidel Castro y que posteriormente leíamos en las guardias nocturnas de seis horas.

Nos aburrían los autores del realismo socialista criollo que era una parodia ideológica chapucera del realismo soviético. Ya habíamos repasado la colección completa de literatura de la URSS como Nadie es soldado al nacer, Agosto del 44 o Los Hombres de Panfilov, textos de cabecera en la pequeña biblioteca de la unidad militar.

Fuimos conversos políticos de manera gradual. Yo le prestaba libros sobre la gerencia empresarial de Akio Morita o Lee Iaccoca, que amigos brasileños le enviaban a mi madre, la periodista Tania Quintero, y Alfredo, hijo de una coronela del MININT, me facilitaba periódicos Novedades de Moscú sobre la perestroika en la Unión Soviética y títulos prohibidos en Cuba de Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas y José Lezama Lima.

Cuando confirmamos nuestras sospechas, de que la revolución de Fidel Castro era una autocracia dura y pura, subimos la parada en términos de literatura ‘contrarrevolucionaria’. Y comenzamos a leer La Gran Estafa de Eudocio Ravines, El hombre mediocre de José Ingenieros y Perromundo de Carlos Alberto Montaner, su primera novela, de 1972.

Considerados "textos sediciosos", si nos pillaban podíamos ser sancionados a dos años de cárcel según el reglamento militar. Recuerdo que siempre forrábamos los libros, con el rostro de Fidel Castro, para ocultar el título y el nombre de los autores ‘subversivos’.

Cuando terminé el servicio militar, entre los jóvenes del barrio con inquietudes literarias y posiciones críticas contra el gobierno, Carlos Alberto Montaner era una especie de gurú y manager político. Jorge Bacallao, un brillante abogado disidente que vivía en la barriada de La Víbora, en su inmensa biblioteca tenía toda la colección publicada hasta ese momento de Montaner.

Sus ensayos, Informe secreto sobre la revolución cubana; Cuba, claves para una conciencia en crisis y Fidel Castro y la revolución cubana eran de obligada lectura para aquella generación de jóvenes que luego nos enrolamos en la oposición política, el activismo pacífico y el periodismo independiente. Sus libros también fueron importantes para los que lograban irse del manicomio comunista.

Carlos Alberto era muy didáctico. Fácil de comprender. Con una prosa ágil, muy alejada del teque y la propaganda que estábamos acostumbrados a leer en la soporífera prensa estatal. Cada vez que terminaba de leer un libro de Montaner sentía complejo de culpa. Me flagelaba intelectualmente por ser tan estúpido y haber creído en las peregrinas teorías que nos vendían el partido comunista y los medios oficiales.

Los injustificados actos de repudio de corte fascista implementados por Fidel Castro a los ciudafanos que deseaban emigrar por el puerto del Mariel en 1980, me persuadieron que el modelo político cubano era antidemocrático. Tenía entonces 15 años. Pero las herramientas teóricas definitivas que demostraban la inviabilidad del sistema y su carácter dictatorial las aprendí con los textos de Carlos Alberto Montaner.

Ya a finales de los años 80 me consideraba un opositor silencioso al régimen verde olivo. Las huelgas del sindicato Solidaridad de Walesa en Polonia, la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS, considerada la meca del socialismo mundial, como Samizdat clandestinos circulaban entre los muchachos más contestatarios del barrio.

Era una etapa donde aún no existía internet y las noticias internacionales nos llegaban a cuentagotas. Al igual que otros jóvenes, para mantenernos informados en nuestras casas escuchábamos la VOA, BBC, Radio Exterior de España y Radio Nederland.

Cuando usted le pregunta a cualquier disidente o periodista sin mordaza, quién en la Cuba de la década de 1990 fue su precursor o mentor político, la mayoría responde que Carlos Alberto Montaner.

Cuando me inicié en el periodismo independiente, en diciembre de 1995, tenía tres paradigmas de la profesión: Raúl Rivero, poeta, escritor y periodista, que me dirigió en la agencia Cuba Press hasta la Primavera Negra de 2003; mi madre Tania Quintero, de quien aprendí las reglas del periodismo, y Carlos Alberto Montaner, por la increíble agudeza en sus análisis y por transmitirme que cuando se debate y dialoga, debe hacerse con respeto.

En el verano de 1993 sonó el teléfono de nuestro apartamento de La Víbora. Era Carlos Alberto, una amiga de mi madre que residía en Madrid le había dado el teléfono. Así comenzó nuestra amistad con Montaner, que fue más allá de lo estrictamente profesional. De primera mano conocí su lado humano.

En marzo de 2002, en una de sus llamadas a la casa, mi abuela Carmen, de 86 años, cogió el teléfono y sin preguntar quién era, dijo que Tania había ido a casa de una vecina, a buscar un pomo de agua fría, pues desde hacía unos meses teníamos el refrigerador roto. Montaner averiguó cuánto estaba costando un refrigerador en las tiendas dolarizadas de La Habana. En mayo, dos meses después, Carlos Alberto le envió 500 dólares a mi madre para que compráramos un refrigerador nuevo.

En 2006 se acrecentaron mis crisis asmáticas. El alergista me dijo que en el extranjero existía un medicamento de última generación. Era un tratamiento costoso que duraba dos o tres años para que fuera efectivo. Mi madre, que desde noviembre de 2003 vivía en Suiza como refugiada política, no podía adquirirlo. Carlos Alberto se enteró estando en Miami y desde allí habló con su hija, Gina Montaner, periodista que vivía y trabajaba en Madrid, para que lo consiguiera. En un mes lo recibí en Cuba. Gracias a ese tratamiento no he vuelto a tener crisis fuertes ni continuadas de asma.

En enero de 2009 comencé a escribir en el blog Desde La Habana, que formaba parte de la plataforma Voces Cubanas, fundada por Yoani Sánchez. Un buen día, Carlos Alberto me hizo llegar una laptop DELL, que todavía conservo. En octubre de ese año, me llamó el periodista español Manuel Aguilera, director de la edición El Mundo/América. Necesitaba contratar un periodista que escribiera crónicas y reportajes a pie de calle desde la Isla y Carlos Alberto le había dado mi nombre y teléfono. Carlos también me recomendó en Diario Las Américas, donde escribo desde enero de 2013.

Treinta años después de leer el primer texto de Montaner, una tarde lluviosa de 2015, nos dimos el primer abrazo en la Casa Bacardí de la Universidad de Miami. Me llevó a comer al restaurante Versalles y estuvimos charlando de Cuba alrededor de cinco horas. Era un tipo genial, con un gran sentido del humor y una memoria impresionante. Aquel día, me recordó trechos de algunos de mis textos. Quería que le contara detalles sobre el bajo mundo habanero y mi opinión personal sobre las tímidas reformas de Raúl Castro.

Me confesó que no necesitaba fotografías para visualizar el desastre en su patria. “Las crónicas de los periodistas independientes son un retrato fijo de la catástrofe”. Su sueño era volver a Cuba. Estaba convencido que la democracia aterrizaría en la Isla. “Es cuestión de tiempo. El modelo castrista va en contra de la lógica humana”, afirmó. La última vez que vi a Carlos Alberto fue en julio de 2017.

Conciliador innato, siempre intentaba limar las asperezas, surgidas dentro de la oposición interna o del exilio. “Es un dogma histórico. El mayor enemigo de los cubanos que lucharon contra el imperio español y después durante las dictaduras de Machado y de Batista, han sido los propios compañeros de filas. Debemos romper con ese círculo vicioso”, me dijo en 2017.

El legado de Carlos Alberto Montaner tendrá plena vigencia cuando en Cuba se instaure la democracia. Sería el mejor homenaje.

Iván García
Foto: Carlos Alberto Montaner durante una de sus visitas a Diario Las Américas. Realizada por Álvaro Mata, pertenece al archivo fotógrafico de Diario Las Américas.