lunes, 25 de septiembre de 2023

Comentan el legado político de Vladimiro Roca

Opositores cubanos comentaron el legado político de Vladimiro Roca Antúnez, miembro de la disidencia histórica en la isla, fallecido el domingo 30 de julio de 2023 en La Habana.

“Vladimiro, tuvo muchas ideas y realizó muchas acciones para instalar la democracia en Cuba. Es una lástima su pérdida. Siempre quedará entre nosotros el recuerdo de todo lo que él hizo, de su prisión, de sus responsabilidades dentro de la lucha por los derechos humanos”, dijo la economista y compañera de causa Martha Beatriz Roque Cabello.

En 1997, junto a Roque Cabello, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcassés, Vladimiro creó el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, cuyo objetivo era analizar la situación socioeconómica del país. Los cuatro redactaron el documento “La Patria es de Todos”, en el que pedían cambios políticos y económicos en Cuba, y por el que fueron arrestados y encarcelados.

El activista pinareño José Rolando Casares recordó un evento en el que participó Roca Antúnez, en la ciudad de Cancún, México, en 2015. “Su muerte es un duro golpe. Tuve la suerte de conocerlo de cerca, porque participé en ese evento organizado por el Instituto Konrad Adenauer. Nos transmitió su experiencia y mucha energía. Sentó pautas para nosotros organizarnos en esta lucha”, reflexionó el activista.

El exprisionero político Juan Alberto de la Nuez, coordinador nacional del Movimiento Ciudadano Reflexión y Reconciliación, rememoró los días que compartió con el opositor en la prisión provincial de Ariza, en Cienfuegos, entre 1997 y 2002.“Mi admiración hacia él. Lo conocí personalmente. Fue una de las personas que más me inspiró. Vladimiro fue uno de los redactores de La Patria es de Todos, documento que sigue vigente, un legado histórico que marcó a toda una nueva generación" .

Economista de profesión, Roca Antúnez se graduó en Relaciones Económicas Internacionales en el Instituto Superior Raúl Roa en 1987, y trabajó en organismos estatales hasta que sus diferencias con el rumbo político de la nación se hicieron irreconciliables. Su sobrino, Lázaro Yuri Valle Roca, 61 años periodista independiente, en la actualidad cumple una condena de 6 años de privación de libertad en el Combinado del Este, por el presunto delito de propaganda enemiga continuada.

En abril de 2015, durante una visita a Miami, donde se reunió con exiliados cubanos, al expresarse sobre el futuro de Cuba, Vladimiro declaró: “El cambio viene y va a llegar. Ya no aguantan más ni los propios que están dentro del gobierno”.

Tomás Cardoso
Martí Noticias, 31 de julio de 2023.
Foto: De derecha a izquierda, los disidentes Vladimiro Roca, Martha Beatriz Roque, Félix Bonne y René Gómez Manzano, en junio de 2007. Tomada de Martí Noticias.

lunes, 18 de septiembre de 2023

El Vladimiro Roca que conocí

Conocí a Vladimiro Roca a mediados de 1963. En ese momento yo era un soldado-estudiante en la Base de San Julián ubicada en lo más occidental de Pinar del Río. Vladimiro era un piloto de Mig que nos llenaba de admiración con sus piruetas en el cielo de Cuba. Entonces él solo era “el hijo de Blas Roca” que compartía su status con Carlos Jesús Menéndez, otro piloto hijo del líder azucarero Jesús Menéndez.

Volví a tener noticias de Vladimiro en 1996 cuando se intentaba realizar el Concilio Cubano para poner de acuerdo a las filas opositoras. Un año más tarde junto a Martha Beatriz Roque, René Gómez Manzano y Félix Bonne firmó un documento conocido como La Patria es de Todos que le costó permanecer en prisión por cinco años en una cárcel de máxima seguridad. Hasta ese momento nunca había hablado con él.

En 2003 cuando me desempeñaba como Jefe de redacción de la revista digital Consenso le hice una entrevista en su casa. Solo a partir de ese momento pude conocer su calidad humana, su conocimiento de la realidad nacional y su auténtica disposición a trabajar por el futuro de este país.

Luego terminamos por coincidir en diferentes eventos en Cuba y en el extranjero, donde pude percatarme de su fuerte carácter y su predisposición a defender sus criterios de forma valiente y en ocasiones desafiante.

Vladimiro se ha visto aquejado por las secuelas de lo que ha vivido en 80 años de vida. La penúltima noticia que tuve de él fue su ingreso en un hospital con un pronóstico pesimista. Desde entonces mantuve la esperanza de que lograría mejorar su estado de salud pero sé que desde entonces él ya estaba listo para despedirse.

Ni él ni yo creemos mucho en la leyenda de que la gente se va al cielo, pero allí lo veo, divirtiéndose mientras hace piruetas atrevidas.

Reinaldo Escobar
Texto y foto: 14ymedio, 30 de julio de 2023.

lunes, 11 de septiembre de 2023

De piloto a disidente

Fue un niño inquieto y travieso. Querían ponerle Vladimir, por Lenin, pero entonces en Cuba no inscribían a nadie con nombres foráneos, menos si era ruso. Y se lo 'cubanizaron' añadiéndole una o. A ciencia cierta no se sabe por qué desde pequeño su familia le decía Pepe, apodo con el cual sigue siendo conocido entre sus allegados.

Cursó la primaria en la escuela pública número 118, de la barriada habanera de La Víbora. Luego sería aprendiz de cajista en el diario Hoy, limpiador de cristales en un estudio fotográfico y piloto de cazas Mig-15. En 1987 se graduó de especialista en Relaciones Económicas Internacionales. Hoy es un hombre de la tercera edad con un fino sentido del humor, que ha convertido su oposición a los Castro en un auténtico sacerdocio.

Vladimiro Roca Antúnez nació en La Habana el 21 de diciembre de 1942. Es el tercero de los cuatro hijos que tuvieron Dulce María Antúnez Aragón, luchadora feminista nacida en Sancti Spiritus, fallecida en 1995, y el líder comunista Blas Roca Calderío (Manzanillo 1908-La Habana 1987). Durante más de dos décadas, Blas estuvo al frente del Partido Socialista Popular, que la mayor parte del tiempo estuvo clandestino en la Cuba republicana.

Desde su infancia, Vladimiro y sus hermanos supieron lo que era vivir bajo la zozobra y el acoso policial. En los años duros del régimen de Fulgencio Batista, la familia Roca Antúnez tuvo que mudarse con frecuencia de casa. Las detenciones de miembros del PSP eran constantes. El BRAC, cuerpo dedicado a cazar comunistas, los acechaba. Esa vida de gitano fortaleció la personalidad de Vladimiro Roca.

Cuando Fidel Castro entró en La Habana, el 8 de enero de 1959, la crema y nata del PSP, llámese Blas Roca, Aníbal Escalante, Lázaro Peña, Carlos Rafael Rodríguez o Salvador García Agüero, había dado un giro en el enfoque a la figura de Castro. Había pasado de la indiferencia y la condena a raíz del asalto al cuartel Moncada en julio de 1953 al reconocimiento en 1958, cuando la dirección de partido envió algunos de sus hombres a las montañas orientales a contactar con el líder guerrillero.

El papel desempeñado por el PSP para que el Kremlin apoyara a Fidel Castro se puede leer en el libro El soviet caribeño. La otra historia de la Revolución Cubana, de César Reynel Aguilera. Castro tenía su juego particular. Controlar el poder, por tanto tiempo como fuese posible, y manipuló a los curtidos comunistas, quienes poseían una vasta experiencia en el ámbito sindical y político. Cuando el castrismo triunfó, Vladimiro tenía 16 años y su ilusión era volar en aviones de combate.

“A los 19 años fui a estudiar para hacerme piloto de Mig-15 en una región al sur de la antigua URSS. El curso duró 9 meses. Allí pasé la crisis de los cohetes, en octubre de 1962. Regresé en marzo de 1963”, cuenta Vladimiro sentado en la cocina de su casa en el reparto Nuevo Vedado. Puede que haya olvidado aquellas clases, pero no el consejo de oro que le dio su padre: piensa por cabeza propia.

Ya en la isla, se incorpora a la base aérea de San Antonio de los Baños. A los pocos meses lo trasladan al aeropuerto militar de Holguín. Fue en 1964 cuando Vladimiro comenzó a dudar del respeto a la ley y el carácter represivo de los Castro.

“Ese año hubo un complot en la base. En juicios sumarios condenaron a pena de muerte a 19 personas, fusiladas veinte minutos después de una apelación relámpago. Las autoridades locales aprovecharon la situación para pasar por las armas a dos civiles que se dedicaban a vender marihuana. La ilegalidad y el irrespeto a la vida humana fue un hecho que me marcó”, confiesa.

Vladimiro prepara un café fuerte y continúa hablando. “Después se celebró una reunión con Raúl Castro sobre las consecuencias de dicho complot. Fue una depuración al mejor estilo estalinista. Al año siguiente, me sancionaron 6 meses por un accidente en la base de San Julián. Fue la primera vez que ingresé en una cárcel, militar en este caso, en La Cabaña. Aunque sólo estuve una semana, en una galera de presos militares condenados por delitos comunes”.

Por su carácter, con tendencia a la liberalidad y a juzgar en voz alta las decisiones de los mandarines verde olivo, Vladimiro siempre tuvo problemas. En la Cuba de los años 60, los cuestionamientos y las dudas ideológicas eran casi un sacrilegio. El gobierno disparaba a matar a todo lo que se le opusiera. Se había producido el sectarismo de Aníbal Escalante, quien creía cumplir con los estatutos del partido, y a Fidel Castro no le tembló el pulso para de un manotazo condenarlo al ostracismo.

Cuando en 1969 el régimen movilizó al país a una zafra que intentaba producir 10 millones de toneladas de azúcar, Vladimiro sintió cierto sentimiento de culpa, por dudar de las buenas intenciones del comandante. Entonces decidió leerse todos los clásicos del marxismo. “La conclusión que saqué fue devastadora: Fidel era un tipo que llevaba al país hacia el precipicio. La ilusión de mi padre, de que la Constitución de 1976 que él ayudó a redactar, pudiera encauzar al gobierno por los marcos legales, fue en vano”, señala.

Ser opositor en un gobierno autoritario no es cosa de coser y cantar. Es un proceso lento y traumático. Como una operación a corazón abierto sin anestesia. La persona que escoge ese camino conoce sus consecuencias. Humillaciones públicas. Actos de repudio. Y el poder omnímodo del aparato estatal que te puede convertir en no persona o internarte en una celda de la Cuba profunda.

Vladimiro Roca lo sabe mejor que nadie. Cuando en junio de 1990 comenzó a manifestarse abiertamente como disidente político, fue apartado de su trabajo en un ministerio del Estado. En 1996 es uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata de Cuba, no reconocido por la autocracia. En 1997, junto a la economista Martha Beatriz Roque Cabello, el abogado René Gómez Manzano y el profesor universitario Félix Bonne Carcassés, crean el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna. Su objetivo: analizar la situación socioeconómica nacional.

En junio del 97 el grupo redactaría La Patria es de Todos, un análisis profundo sobre el V Congreso del Partido Comunista donde se pedía abandonar el sistema dictatorial y respetar los derechos humanos. El documento fue un buen pretexto para que el régimen arrestara violentamente a los cuatro en sus domicilios y tras 19 meses detenidos, el 1 de marzo de 1999 fueron juzgados por el delito de “sedición y acciones en contra de la seguridad del Estado cubano”.

Vladimiro cumplió una condena de 5 años, de 1997 a 2002, en la prisión de Ariza, Cienfuegos. La cárcel no doblegó los criterios y principios del hijo de Blas Roca. A los 70 años, Vladimiro es un convencido opositor de Fidel y Raúl Castro. No pierde la esperanza de ver el día que Cuba se integre al grupo de naciones democráticas del planeta. Siente que ha sido fiel a su manera de pensar. Los hijos, como alguien dijera, se parecen más a su tiempo que a sus padres.

Iván García
Publicado en este blog el 1 de marzo de 2013.
Foto realizada por Lázaro Yuri Valle Roca en diciembre de 2012, en la cocina de la casa donde Vladimiro Roca Antúnez conversó con Iván García, de espaldas, con una camiseta de Kobe Bryant.

lunes, 4 de septiembre de 2023

Vladimiro Roca, opositor hasta su muerte

Una tarde de inusitado calor en diciembre de 2012, después de concluir una extensa entrevista, el disidente Vladimiro Roca Antúnez se sentó en bermudas, camiseta y sandalias en el amplio portal de su casa en el reparto Nuevo Vedado, al oeste de La Habana

Saboreó una taza de café fuerte y luego prendió un tabaco torcido a mano. Comenzamos a hablar de la familia. “¿Cómo está mi prima Tania?”, me preguntó refiriéndose a mi madre, Tania Quintero Antúnez, refugiada política en Suiza desde 2003, y sobrina de Dulce Antúnez, la mamá de Vladimiro. Nos pusimos al día. Le mostré fotos de mi hija Melany, entonces de 9 años y de mi esposa Margarita. Su sobrino Yuri, hoy preso político del régimen, nos tiró fotos con un teléfono móvil. Estuvimos hablando más de dos horas.

Faltaban unos días para que Pepe, como le decían familiares y amigos, cumpliera 70 años. Con su forma de hablar pausada, me dijo: "Ha llegado la hora de dar un paso al lado, porque ha surgido gente nueva y talentosa en la oposición y el periodismo independiente. No pienso jubilarme. Pero seré un opositor demócrata hasta el día que muera”.

Probablemente por dignidad, no quiso abordar asuntos personales. Estaba mal de dinero. Había puesto en venta su amplia casa para poder contar con algunos ahorros en su vejez. La necesidad le obligó a venderla muy por debajo del precio en el mercado informal. Aparte de esos cientos de dólares, le ofrecieron un apartamento, pequeño y estrecho, en un horrible edificio de microbrigada.

Mientras estuvo lúcido, leía todo lo que se publicaba en internet sobre el tema cubano. Y seguía estudiando libros de economía y filosofía. Comía poco y mal. Un derrame cerebral y el Alzheimer lo fueron devorando progresivamente. Falleció a los 80 años, el 31 de julio de 2023.

Roca se hizo piloto de Mig-15 en una academia militar soviética y después sirvió en la fuerza aérea cubana. Trabajó en diversas instituciones del Estado hasta que en junio de 1990 fue expulsado como especialista del CECE (Comité Estatatal de Colaboración Económica). Fidel Castro fue implacable con quienes disentían, fueran revolucionarios o no. A los que no envió al paredón o prisión, los expulsó de empleos bien remunerados y les negó una chequera de jubilación.

Otros veteranos disidentes también rozan la indigencia. Tania Díaz Castro, periodista y activista, vive en la pobreza. A Juan Gonzales Febles la demencia senil lo consume. Y opositores mayores de 60 años se han visto obligado a emigrar de Cuba para escapar de la miseria.

Por razones humanitarias, los líderes del exilio cubano debieran ayudar económicamente a los opositores y periodistas independientes de la tercera edad o con graves problemas de salud, como el caso de Víctor Manuel Domínguez, a quien tuvieron que cortarle una pierna. De vez en cuando, personas generosas residentes en el exterior les recargan los teléfonos o les envían medicinas, alimentos o ropa. Pero no se puede vivir de la caridad, máxime cuando los mejores años de tu vida los has dedicado a luchar por la libertad y democracia en Cuba.

Vladimiro Roca, hijo de Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular (PSP), y Carlos Jesús Menéndez, hijo de Jesús Menéndez, dirigente del PSP y líder del sindicato azucarero asesinado en Manzanillo en 1948, fueron los primeros hijos de comunistas destacados que se opusieron abiertamente a la dictadura de Fidel Castro. Los dos se graduaron como pilotos de combate en la Unión Soviética.

A Vladimiro le gustaba describir, como si observara su pasado por un caleidoscopio, las andanzas de aquel chico inquieto que cursara la primaria en la escuela pública número 118, en la barriada habanera de Santos Suárez, luego fuera aprendiz de cajista en el diario Hoy, órgano del PSP, y limpiador de cristales en un estudio fotográfico. Después que dejó de volar como piloto, en 1987 se graduó de Relaciones Económicas Internacionales.

Ese hombre de la tercera edad, robusto, con un fino sentido del humor que convirtió su oposición a los hermanos Castro en un auténtico sacerdocio, fue uno de los cuatro hijos que tuvieron dos luchadores comunistas, Blas Roca Calderío (Manzanillo, 24 julio1908-La Habana, 25 abril 1987) y Dulce María Antúnez Aragón (Sancti Spiritus, 12 septiembre 1909-La Habana, 25 abril 1995). Cuando Vladimiro murió, ya habían fallecido sus hermanos Joaquín y Lydia. Le sobrevive su hermano Francisco Roca Antúnez, de casi 90 años.

Pronto, el niño Pepe supo lo que era vivir bajo el acoso policial. En los años duros de la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), las detenciones de miembros del PSP eran constantes. Tanto el SIM (Servicio de Inteligencia Militar) como el BRAC, un cuerpo policial dedicado a cazar comunistas, los acechaba. Esa existencia de persecución y clandestinidad fortaleció la personalidad de Vladimiro Roca.

Cuando Fidel Castro llegó al poder en enero de 1959, Vladimiro acababa de cumplir 16 años. Su ilusión era volar en aviones de combate. “En 1962 viajé a una región al sur de la antigua URSS. El curso duró nueve meses. La Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, me cogió allí. Regresé a Cuba en marzo de 1963”, me contaba Vladimiro en diciembre de 2012, sentado en la cocina de su casa.

En la Isla, fue destinado a la base aérea de San Antonio de los Baños, a unos 37 kilómetros al oeste de la capital. A los pocos meses lo trasladaron al aeropuerto militar de Holguín, en la antigua provincia de Oriente. Fue en 1964 cuando Vladimiro comenzó percatarse del carácter represivo del castrismo. “Ese año hubo un complot en la base militar. En juicios sumarios condenaron a pena de muerte a 19 personas, que fusilaron veinte minutos después de una apelación relámpago. Las autoridades locales aprovecharon lo ocurrido y pasaron por las armas a dos civiles que se dedicaban a vender marihuana. El irrespeto a la ley y a la vida humana de los Castro definitivamente me marcaron”.

A raíz del complot, Raúl Castro presidió una reunión en Holguín. "Una depuración al mejor estilo estalinista. Al año siguiente fui sancionado seis meses por un accidente en la Base Aérea de San Julián, en Pinar del Río. Estuve una semana en La Cabaña, en una galera de presos militares condenados por delitos comunes. Mi padre jamás me criticó por mi forma de ser. Me dio un consejo de oro: piensa por cabeza propia”.

Vladimiro siempre tuvo problemas por su carácter, cierta tendencia a la liberalidad y juzgar en voz alta las decisiones de los capos verde olivo. En la Cuba de los años 60, las dudas y cuestionamientos ideológicos eran un sacrilegio. El régimen disparaba a matar, encarcelar o desaparecer de la vida pública a todos los que se le opusieran. Fue el caso del supuesto sectarismo de Aníbal Escalante, uno de los altos dirigentes del PSP más cercanos a Fidel Castro a partir de enero de 1959. Al barbudo no le tembló el pulso y de un manotazo lo condenó al ostracismo.

Cuando en 1969 toda la nación fue movilizada para en una zafra producir 10 millones de toneladas de azúcar, Vladimiro se percató que Cuba era una dictadura. “En esa etapa me leí todos los clásicos del marxismo. La conclusión que saqué fue devastadora: Fidel era un tipo que llevaba al país hacia el precipicio. Las ilusiones de mi padre, de que la Constitución de 1976 podría encauzar el gobierno por los marcos legales, fueron infructuosas”, recordaba entonces.

Ser disidente en un sistema autoritario tiene su costo. Es un proceso gradual y traumático. Una operación sin anestesia. Los ciudadanos que escogen ese camino conocen sus consecuencias. Humillaciones públicas. Actos de repudio. Y el poder omnímodo del aparato estatal que asesina tu reputación o te confina en una celda tapiada de la Cuba profunda.

Vladimiro lo sufrió en carne propia. En junio de 1990 comenzó a manifestarse abiertamente como disidente político y fue expulsado de su trabajo. En 1996 fue uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata Cubano, no reconocido por la autocracia gobernante. Al año siguiente, junto a la economista Martha Beatriz Roque Cabello, el abogado René Gómez Manzano y el profesor Félix Bonne Carcassés, fundaron el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna cuyo objetivo era estudiar y hacer propuestas acerca de la situación política, económica y social en la Isla y que contó con la colaboración del también disidente Arnaldo Ramos Lauzurique, especialista en la economía nacional.

El grupo redactaría La Patria es de Todos, un documento lanzado en julio de 1997 y que además de analizar el V Congreso del PCC, pedía abandonar el modelo dictatorial y respetar los derechos humanos. Después que una copia de La Patria es de Todos fuera entregada en el comité central del PCC, la Seguridad del Estado arrestó violentamente en sus domicilios a Vladmiro, Martha, René y Félix. El 1 de marzo de 1999, en un juicio-circo, fueron condenados por el delito de “acciones en contra de la seguridad del Estado cubano y sedición”.

De los cuatro enjuiciados, la sanción mayor, 5 años de privación de libertad, fue para Vladimiro, quien la cumplió íntegramente en la prisión de Ariza, Cienfuegos, hasta mayo de 2002. La cárcel no sólo no debilitó los criterios y principios del hijo de Blas Roca: se bautizó y se convirtió en católico. Y siguió siendo fiel a su manera de pensar. Su sueño era ver el día que Cuba volviera a ser una república democrática. No pudo ser.

Iván García
Foto: Vladimiro Roca Antúnez (La Habana, 21 diciembre 1942-30 julio 2023). Tomada de RC Noticias.