lunes, 5 de junio de 2023

Cuidados a tener con la Constitución de 1940



La necesidad de crear un marco legal adecuado, para los primeros meses de una Cuba post castrista, ha sido reconocida por muchos exiliados cubanos desde hace ya mucho tiempo.

La referencia que siempre ha existido para ese marco legal es la famosa Constitución de 1940, una carta magna que, como su nombre indica, ya cuenta con las no despreciables cifras de 83 años de edad y ninguna enmienda.

Ese largo período de tiempo transcurrido desde su aprobación, y la enorme cantidad de cambios profundos que Cuba ha sufrido durante el mismo, indican que esa Constitución requiere de muchas enmiendas antes de poder ser usada como una referencia legal válida o funcional.

La observación anterior resulta evidente e inobjetable para cualquier cubano interesado en el bienestar de Cuba y no en la imposición de sus propias opiniones. Hace unos meses, por ejemplo, y durante mi última visita a La Florida, fui invitado a expresar mi apoyo a una hoja de ruta que pide, entre otras cosas, el uso de la Constitución de 1940 como una referencia legal durante los primeros meses del post castrismo.

Recuerdo que ese documento fue bien discutido, o conversado, entre algunos de los firmantes. Una de las ideas que se discutió fue que muchos artículos de la Constitución de 1940 requerirían ser cambiados, o enmendados con antelación, para poder adaptarlos a la actual situación cubana. El artículo que más se discutió fue el 99 y, sobre todo, su inciso “a”, que es el que niega el derecho a votar en las elecciones a los asilados cubanos.

Uno de los argumentos esgrimidos fue que, en el momento en el que se escribió esa Constitución, Cuba tenía una balanza migratoria positiva, y el escaso desarrollo de las comunicaciones no permitía establecer el voto a distancia. Hoy en día, sin embargo, una buena parte de la población cubana vive fuera del territorio nacional, considera que debe tener derecho al voto en una Cuba post castrista y sabe, además, que eso no es muy difícil de implementar en la práctica. Con todo eso en consideración, es mucho más sabio y justo reconocer, dijeron algunos de los firmantes, que ese artículo debe ser enmendado antes de usar la Constitución de 1940 como un marco legal para la Cuba del post castrismo.

De más está decir que las personas que crearon esa hoja de ruta para la transición cubana entendieron perfectamente la necesidad de esa enmienda, y en ningún momento intentaron imponer criterio alguno. Todo lo contrario, reconocieron que es verdad que hay artículos que hay que enmendar y, en consecuencia, hicieron las modificaciones correspondientes al documento que muchos terminamos apoyando con nuestras firmas. Después, en conversaciones con líderes del exilio histórico en los Estados Unidos, recibí opiniones similares.

Recientemente, sin embargo, he observado en las redes sociales el surgimiento de una algarabía (por no decir histeria) que demanda la imposición, sin enmiendas previas, de la Constitución de 1940 como un requisito indispensable para el derrocamiento del castrismo, y como una referencia cuasi sagrada para la Cuba post castrista.

Varias cosas me han llamado la atención de esa algarabía; una es la enorme cantidad de cuentas anónimas que la promueven, otra son la virulencia de sus ataques ad hominem contra las personas que se atrevan a expresar cualquier duda sobre ella y, la más llamativa, es esa relación absurda que ha decidido establecer entre las ideas de izquierda y el rechazo al uso indiscriminado de una Constitución, la de 1940, que está plagada de ideas de izquierdas.

Hay mucha ignorancia —demasiada, diría yo— en semejante contrasentido. Tanta ignorancia, que se impone escribir un grupo de aclaraciones. Sobre todo, para esas personas que viven dentro Cuba y que, por su escaso acceso a la información, pueden ser engañadas y manipuladas por politiqueros inescrupulosos en el exilio.

La Constitución de 1940 surgió en un momento de máxima cooperación entre las democracias liberales y el Socialismo internacional (o estalinismo de la época). En contra de lo que muchos creen hoy, esa carta magna de Cuba fue el producto de un pacto entre Stalin y Roosevelt. Una alianza que en el contexto cubano se tradujo en un matrimonio de conveniencia entre Fulgencio Batista y los socialistas cubanos.

Al mismo tiempo, esa Constitución fue concebida en un momento en el que los Estados Unidos estaban siendo asolados por las políticas filo-socialistas de la administración Roosevelt. Una época en la que una buena parte de este mundo ignoraba, o insistía en ignorar, el carácter esencialmente criminal de las ideas socialistas, y la enorme capacidad empobrecedora de las intervenciones estatales en la vida económica de las naciones.

Fue por eso que la Asamblea Constituyente de 1939, que fue la encargada de discutir y redactar la Constitución de 1940, estuvo plagada de socialistas cubanos que intentaron, tanto como les fue posible, crear un documento que les sirviera para adelantar su ideología y, sobre todo, para darle un poder exagerado al Estado sobre la vida de sus ciudadanos y así reducir los derechos y las libertades individuales.

Blas Roca Calderío, Salvador García Agüero, Juan Marinello, Romárico Cordero, César Vilar y Esperanza Sánchez Mastrapa, fueron algo más que seis socialistas asistiendo a un foro de políticos liberales. Fueron seis voces que no dejaron de formar su algarabía (por no decir histeria) para imponer una buena parte de las ideas que les convenía imponer.

Esa es la razón por la que, ya desde su primer artículo, la Constitución de 1940 declara como parte esencial de la nación cubana “la justicia social”, “el bienestar colectivo” y “la solidaridad”. Conceptos ambiguos que vistos en sus significados inmediatos son muy positivos y loables; pero que, vistos desde la retórica ideológica de los socialistas, se prestan para crear ese estado de quejas interminables, por objetivos indefinibles e inalcanzables, que los socialistas siempre usan para sembrar la discordia y destruir a las democracias.

Es importante, entonces, evitar que una Constitución como la de 1940, que nació permeada por un grupo no despreciable de ideas de izquierda, pueda ser usada como un vehículo de protección del castrismo en la Cuba post castrista. Para entender y aceptar eso hay que, necesariamente, hacer algunas aclaraciones.

En estos momentos, el castrismo puede tener varios planes que ha ido desarrollando en paralelo, o sin interferencias de unos con otros. Ahora mismo, mientras el castrismo desarrolla un plan de represión brutal contra las próximas protestas en Cuba (estilo Siria), también puede estar desarrollando, en paralelo, un plan de cambio-fraude que en nada interfiere con el desarrollo de otro plan, también en paralelo, encaminado a evitar las represalias contra los castristas en una Cuba post castrista e, incluso, a usar la democracia que llegará a Cuba eventualmente para lograr el regreso al poder de los castristas.

Hay que recordar, por ejemplo, que los Sandinistas perdieron el poder y, sin embargo, años después se las arreglaron para usar los mecanismos democráticos, y las elecciones, para regresar a un poder que terminó destruyendo, de una vez y por todas, y con el beneplácito de la izquierda estadounidense, cualquier vestigio de democracia en Nicaragua.

En el contexto de una Cuba post castrista es importante, entonces, evitar que el uso de la Constitución de 1940, sin enmiendas previas, pueda servir como vehículo legal para la inmunidad de los castristas y, sobre todo, para su regreso al poder de una forma similar a la que usaron los sandinistas en Nicaragua.

Eso requiere, de manera inevitable, actuar proactivamente para enmendarle a la Constitución de 1940, con antelación, todos esos artículos que puedan interferir con el desarrollo económico de Cuba y con el bienestar de los cubanos. La razón de esas enmiendas proactivas es que para los socialistas “bienestar” es una mala palabra, y pobreza es el caldo de cultivo en el que ellos crecen descontroladamente. También hay que enmendar de antemano, claro está, todos los artículos de esa Constitución que puedan servir de refugio y protección legal a los criminales castristas.

No soy abogado o jurista, carezco de esa formación y creo que deben ser las personas especializadas en esa área del saber las que se encarguen de analizar y enmendar la Constitución de 1940, ya sea a partir de las consideraciones anteriores o de otras que puedan surgir. Hay, sin embargo, artículos de ese documento que no hace falta ser abogado para entender que deben ser enmendados. Uno de ellos es el artículo 99 en su inciso “a”, que es el que prohíbe el voto a los asilados cubanos.

La razón de esa enmienda tan necesaria es que la Cuba del post castrismo será una nación con una buena parte de su población fuera del territorio nacional, con la mayor parte de su capital humano no envejecido viviendo en otros países, con una fracción importante de su capital financiero allende los mares, con casi todos sus técnicos actualizados desperdigados por el mundo, y con el cien por ciento de su ciudadanía con experiencia democrática y empresarial bajo la categoría de emigrante.

La Cuba del post castrismo no puede darse el lujo de excluir a esa parte de su población del proceso de reconstrucción de la nación cubana. No darle derecho al voto a esos cubanos, en los primeros tiempos de la transición, porque así lo dice un documento del año 1940, es excluir de la transición a esos que más y mejor pueden hacer por esa población mermada, envejecida, desinformada, y empobrecida, que inevitablemente el castrismo dejará como herencia.

El artículo 9 en su inciso A también debe ser enmendado si justifica la existencia del infame Servicio Militar Obligatorio. Una institución absurda cuya implementación no está justificada, y que solo sirve para restarle a la economía cubana una parte de su fuerza de trabajo joven. Esa mano de obra será esencial en el contexto de una reconstrucción post castrista y debe ser liberada de las garras del ejército.

Igual, el Artículo 13, en su inciso b, no reconoce la doble ciudadanía, algo que hoy en día es muy común en la inmensa mayoría de los países democráticos. No enmendar de antemano ese artículo sería alienar de la transición a muchos cubanos que, después de décadas disfrutando de libertades democráticas, en países que aceptan sin problema alguno la doble ciudadanía, verían como injusto el mantenimiento de esa imposición. Al mismo tiempo, la aceptación de la doble ciudadanía daría a los exiliados que decidan regresar a Cuba, para ayudar durante la transición, la protección legal de sus países de acogida, algo para nada despreciable en el contexto casi siempre caótico de las transiciones.

Por último, es importante recordar que si algo ha caracterizado a Cuba durante los más de sesenta años del despotismo castrista es, precisamente, la ausencia de un sistema judicial no ya independiente del poder ejecutivo, sino incluso medianamente funcional. La inmensa mayoría de los abogados, jueces y fiscales de la Cuba de hoy necesitarían un largo período de reeducación, y de reevaluación, antes de poder ser aceptados como tales en una sociedad democrática.

El resultado de eso es una serie de preguntas para las que hoy por hoy no tenemos respuestas viables. ¿Quiénes serán los encargados de aplicar esa sagrada Constitución de 1940? ¿Los antiguos represores castristas disfrazados de abogados, jueces y fiscales? De ser así, ¿qué garantía existe de que esos antiguos represores no favorezcan en sus decisiones legales a sus antiguos amos? ¿Durante la crisis transitoria del sistema judicial cubano, que inexorablemente ocurrirá, seguiremos aplicando sin enmiendas una Constitución que dice en su artículo 27 que, “todo detenido será puesto en libertad o entregado a la autoridad judicial competente dentro de las veinticuatro horas siguientes al acto de su detención”? ¿No favorecerá eso a los antiguos represores y asesinos castristas? ¿No sería mejor enmendar la Constitución de 1940 para adaptarla cuanto más se pueda a las condiciones extraordinarias de la Cuba del post castrismo?

Todas esas preguntas, y muchas otras más que empezarán a surgir cuando los verdaderos conocedores de este tema empiecen a tratarlo, merecen y requieren ser discutidas en un diálogo civilizado, sin golpes de pecho, sin algarabías innecesarias (por no decir histerias) de politiqueros inescrupulosos y, sobre todo, sin acusar de ser de izquierdas a esos que se nieguen a aceptar, sin enmiendas, una Constitución que nació profundamente penetrada por las ideas de izquierda.

César Reynel Aguilera
Texto y foto: Blog Aguilera, 4 de mayo de 2023.

lunes, 29 de mayo de 2023

Cuando Cuba era de azúcar



La dulce caña de azúcar fue uno de los tantos cultivos que los españoles introdujeron en América. Con anterioridad habían expandido su siembra en las Islas Canarias. Con ello no solo diversificaron los productos de consumo local sino además, aprovecharon las magníficas condiciones naturales que estas islas tenían para su cultivo, convirtiéndolo en una oportunidad de desarrollo económico inestimable.

A mediados del siglo XVI ya se producía azúcar en Cuba, aunque durante los primeros 200 años se destinó al consumo interno. Fue en la segunda mitad del XVIII que comenzó el monocultivo del azúcar en la Isla, favorecido por la posibilidad de comercio con todos los puertos españoles y el mercado internacional que ocupó tras la revolución haitiana.

En consecuencia, desde el siglo XIX, el azúcar alcanzó un papel preponderante en la planificación de la economía cubana y en toda su infraestructura. Hacia 1870, dominaba casi un tercio del mercado mundial. En 1954, la industria azucarera representaba el 40% de la producción agrícola nacional, el 88% de las exportaciones y el 32,5% de los ingresos del país. Entonces tenía 161 ingenios activos y 26 refinerías, una red ferroviaria privada de 8.000 km, y una capacidad total de almacenamiento de más de 300 millones de galones de mieles y 32.514.000 de sacos de azúcar en 200 almacenes. Había, además, siete casas exportadoras con agentes en todo el mundo.

El privilegiado monopolio de este cultivo continuó después del triunfo revolucionario, cuyo Gobierno fundó en 1964 un ministerio para el azúcar que administró y planificó su producción hasta 2011. De esta forma, a pesar de las fluctuaciones, la producción se mantuvo en ascenso hasta bien avanzado el siglo XX: de las 340 toneladas producidas en 1760, en 1894 se alcanzaron 1.054.214 toneladas; en 1952, 6.554.830 toneladas; y en 1989, 8.100.000 toneladas. Así la industria azucarera fue hilvanando la historia económica e industrial del país, la identidad de parte importante de sus pueblos y la imagen de la nación.

A pesar de las riquezas que proporcionó, creó un desbalance en la utilización de los recursos naturales cubanos, ya que muchos suelos fértiles fueron ocupados solo con caña de azúcar. Y, como esta planta no necesita sombra para crecer, bosques enteros desaparecieron para dar paso a amplias zonas cañeras, por lo que fue el principal agente modificador del paisaje natural de la Isla.

Con el tiempo, varios elementos de la industria azucarera alcanzaron connotación de símbolo, como la chimenea, el trapiche y la torre campanario; y en sentido negativo, el barracón. Ejemplo paradigmático resulta la torre del ingenio Manaca-Iznaga (1816), declarada Monumento Nacional en 1981. Con sus 45 metros de altura, este campanario se utilizaba además para vigilar la plantación y el trabajo esclavo. Desde temprano fue entendida como signo de riqueza, al posibilitar la observación de uno de los paisajes productivos más prósperos y por ser, en sí misma, una de las torres más altas de la Cuba colonial.

Es indudable el impacto que la industria azucarera tuvo en la configuración de pueblos enteros, marcando con la zafra el movimiento de poblaciones y el ritmo de vida de la gente en función de la producción, repercutiendo en sus costumbres diarias, modos de hablar, en su azucarada dieta, en sus vínculos interpersonales y en su relación con el espacio. Además de los elementos que comparte con otras colonias americanas, generó manifestaciones específicas como los barracones de esclavos de planta rectangular que, según Reynaldo Fleites, son un tipo arquitectónico únicamente cubano.

Con la inversión directa de las compañías norteamericanas en las primeras décadas del siglo XX, se impuso en los bateyes la construcción de madera típica del Caribe anglófono, que determinó el diseño de varios pueblos, los cuales funcionaban como comunidades autosuficientes, con una infraestructura destinada a la satisfacción de las más diversas necesidades. En ellos se utilizó el sistema balloon frame para viviendas tipo bungalow, tanto de la clase alta como para pequeños comerciantes y obreros. También fue frecuente su uso en segundas residencias de veraneo, muchas ubicadas en zonas de playa. Pero fue en los bateyes donde se hizo característica esta arquitectura de madera.

En el siglo XX, en los bateyes la vida giraba en torno al central. La campana heredada del ingenio colonial señalaba los horarios de trabajo y descanso de todo el pueblo. Sustituida a veces por un silbato o sirena, fue un vehículo de comunicación dentro del proceso industrial muy vinculado a la figura del esclavo, y luego del campesino y el obrero. En cuanto símbolo, ha sido también interpretada como llamado a la unidad comunitaria y convertida en emblema municipal, como es el caso de la campana del central Héctor Molina, insignia del Municipio San Nicolás, provincia Mayabeque, desde 1999.

El campesino organizaba su año laboral en función de la zafra y de su éxito dependía la prosperidad de todos. De hecho, puede decirse que la prosperidad del país llegó a medirse por el éxito de la zafra. Tal lo demuestran los planes trazados por el Gobierno revolucionario que pretendieron alcanzar, en 1970, diez millones de toneladas de azúcar. Más allá del hecho productivo, este plan fue expresión del alarde político de un Gobierno apoyado en el orgullo de una consagrada cultura azucarera. Por esa razón los 8,5 millones de toneladas alcanzadas, aun siendo nuevo récord, no se celebraron y significaron un fracaso económico y moral.

Todavía se recuerda como un hecho histórico importante aquella Zafra de los Diez Millones, por lo que conllevó y generó como un proyecto más simbólico que realista, y que involucró al país entero. Algunas memorias permiten entender su influencia en las más variadas esferas de la vida: "Yo viví muy sentidamente aquella campaña del 69-70, en la que la consigna '¡Y de que van, van!' se convirtió en parte de nuestra cultura, de la cotidianeidad, de la vida misma. Hasta las cartas personales terminaban con la frase. (…) De aquella época data el inigualable e inolvidable estilo de narración beisbolera de Bobby Salamanca: '¡Azúcar, abanicando! Chic, chic, chic. Tres golpes de mocha y lo tiró pa’la tonga'. Así narraba Bobby, por ejemplo, el ponche que el pitcher le daba al bateador".

La consigna de esa zafra de 1970, "¡De que van, van!", dio incluso nombre a la orquesta más popular que ha tenido Cuba en su periodo revolucionario y que nació en esa fecha. Las letras de Los Van Van se han caracterizado desde entonces por reflejar el decir y el pensar del cubano. Asimismo, se ha asimilado por la cultura popular el grito de alegría, muy empleado en la música cubana, que más tarde identificó a la cantante Celia Cruz: "¡Azúcar!"

¡Azúcar para crecer! Una frase así ya es cosa del pasado. En la actualidad, con el desmantelamiento de la mayoría de los centrales y un volumen de producción comparable al de inicios del siglo XIX a pesar de la diferencia tecnológica (480.000 toneladas en 2021), la industria vuelve a ser metáfora de la nación y su impacto tiene incidencia profunda en los cubanos.

Yaneli Leal
Diario de Cuba, 6 de marzo de 2023.
Foto: Torre del ingenio Manaca-Iznaga en Trinidad, Sancti Spiritus. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 22 de mayo de 2023

De la dulcería La Gran Vía sólo queda el recuerdo


En todos mis cumpleaños infantiles había siempre un cake de La Gran Vía, la dulcería más famosa de La Habana. Aún conservo fotos de aquellas fiestas que muestran en el centro de la mesa el cake, que alcanzaba para todos los invitados y sobraba.

Aquellos cakes —torta o pastel les llaman en otros países— eran enormes comparados con los que se elaboran en la actualidad. Y eran muchísimo más baratos: los precios oscilaban entre 1,50 pesos hasta los 500 pesos que costaban los cakes gigantes para bodas que se hacían por encargo y al gusto del cliente.

Hoy, los reposteros privados que los hacen cobran hasta 1 500 pesos, y más, por un cake pequeño y muchas veces hay que darles los ingredientes (azúcar, huevos).

En la década de 1950, cuando vivía cerca de La Gran Vía, me gustaba ir a ver sus vidrieras y estanterías llenas de dulces de todo tipo bellamente decorados.

Los cakes para niños los adornaban también con algún juguete para usarlos después, lo cual los hacía más atractivos. En una ocasión quise un cake que tenía tres barquitos plásticos arriba.

La variedad de dulces era inmensa. La especialidad de la dulcería era el cake de nata. Había también pastelitos de guayaba, queso o carne, montecristos, coffee cake, eclairs, torticas y torrejas, entre otras variedades.También vendían panes, siempre muy fresco y con un sabor exquisito.

La dulcería tenía 100 metros de longitud. La entrada estaba en el número 118 de la calle Santos Suárez, pero mercancías las recibían por un portón trasero situado en la calle Enamorados, en la barriada habanera de Santos Suárez.

Existía un mezzanine para que el público viera como hacían los dulces con máquinas modernas de la época y, sobre todo, con total higiene. La mano del hombre intervenía nada más que en la decoración del cake.

Los clientes podían comprar los cakes y los dulces (que siempre venían en cajas de cartón) en La Gran Vía o hacer sus pedidos por teléfono para que se los entregaran en sus casas. Si lo solicitaban, el repostero añadía el nombre de la persona a felicitar.

La historia de La Gran Vía se remonta a 1921 cuando tres españoles oriundos de Toledo, los hermanos José, Valentín y Pedro García, se establecieron en Güines como reposteros y crearon su propio negocio. En 1940 trasladaron su establecimiento para La Habana, en Santos Suárez. Además de La Gran Vía, los hermanos fundaron Super-Cake, en Zanja y Belascoaín, y La Suiza, en 23 entre 10 y 12, al lado de lo que fuera el Ten Cent del Vedado.

Después de 1959, cuando les quitaron sus dulcerías, los hermanos García se fueron de Cuba y se establecieron en Puerto Rico. Sus descendientes, ya de tercera generación, han continuado el negocio en Miami.

Luego de ser intervenida por el Estado en la década de 1960, el declive de La Gran Vía ha sido imparable. Hace dos años la cerraron, para un remodelación, según dijeron. No se sabe cuándo ni cómo se hará. Antes había sido convertida en un establecimiento de la cadena Sylvain y vendían dulces, panes, refrescos y cerveza. Pero sus dulces nunca tuvieron la calidad que caracterizaba a los de La Gran Vía.

Hoy, el gran salón de ventas, que contaba hasta con aire acondicionado, está vacío, sin muebles.Gracias a recientes trabajos de mantenimiento, el lugar se conserva en bastante buen estado, con excepción del techo, algo deteriorado.

En la parte posterior, donde estaba el almacén de la dulcería, ahora hay un taller automotriz. Si alguna vez La Gran Vía vuelve a ser dulcería, ya no tendrá su tamaño original.

Jorge Luis González
Texto y foto: CubaNet, 12 de marzo de 2023.

lunes, 15 de mayo de 2023

El hotel Habana Riviera


En Paseo y Malecón, frente al mar y con una altura que supera los 70 metros, el 10 de diciembre de 1957 fue inaugurado el hotel Habana Riviera, que pronto se convertiría en uno de los más emblemáticos de Cuba, con 21 pisos y 400 habitaciones.

La edificación tuvo un costo de unos 12 millones de dólares. Las crónicas históricas aseguran que el dinero salió del bolsillo de la mafia radicada en Estados Unidos. Incluso su cabecilla Meyer Lansky se instaló en una suite del piso 20 y desde allí dirigía la sala de juegos: el Riviera tenía su propio casino, el más lujoso de La Habana de entonces y el mayor después de los casinos de Las Vegas.

No se escatimó en lujo y confort ni tampoco en arte. Fue decorado con obras del pintor Cundo Bermúdez (La Habana 1914-Miami 2008) y Florencio Gelabert (Las Villas 1904-La Habana 1995), autor de la escultura La sirena y el pez que se encuentra a la entrada. Entre otras curiosidades, el Habana Riviera contaba con la piscina más grande de la ciudad y. fue uno de los primeros hoteles del mundo en tener aire acondicionado central.

Se cuenta que su apertura fue un evento social de tal impacto que la transmitieron en Estados Unidos. A la ceremonia asistió el cardenal Manuel Arteaga Betancourt, que lo bendijo: Rafael Guas Inclán, vicepresidente de la República; Justo Luis del Pozo, alcalde de La Habana, un centenar de estadounidenses vinculados a la mafia y varias celebridades de Hollywood.

Tanta fue la expectativa que abrieron el hotel con una revista musical presentada en su cabaret Copa Room con Ginger Rogers, bajo la dirección de Jack Cole. En su primer año de operaciones, el Habana Riviera dejó utilidades netas cercanas a los 400 mil dólares, cantidad hoy equivalente a unos 4 millones 200 mil dólares.

Declarado Monumento Nacional el 18 de abril de 2012, por falta de mantenimiento y debido al salitre por su cercanía al mar, el hotel administrado por la empresa cubana Gran Caribe, sufrió un gran deterioro. Actualmente, con categoría de 4 estrellas, el Habana Riviera pertenece a la cadena española Iberostar.

Por otra parte, aún sigue la disputa por él. En 2015 el Riviera fue noticia porque los familiares del fallecido Meyer Lansky demandaron al gobierno de Cuba para que les devolviera el hotel o que los compensara por su expropiación. Eso, por supuesto, no ocurrió.

Cubanet, 12 de marzo de 2023.
Foto: Hotel Habana Riviera, en la calle Paseo entre Primera y Malecón, Vedado, La Habana. Tomada de Fotos de La Habana.

lunes, 8 de mayo de 2023

Una ciudad pobre no tiene por qué ser desordenada


No cabe duda de que las dificultades económicas entorpecen y limitan las ineludibles acciones de mantenimiento y rehabilitación que necesitan las ciudades; pero se ha convertido en una respuesta estereotipada del Gobierno y la administración el afirmar que los problemas urbanos no pueden enfrentarse por falta de recursos materiales. De hecho, más grave resulta la carencia de recursos técnicos, intelectuales, culturales y organizativos.

Vivir en sociedad —en particular en las ciudades— exige un mínimo de reglas del juego que eviten los múltiples conflictos que se generan por la densidad y diversidad propias del contexto urbano, tanto de construcciones como de ciudadanos. Hay que ordenar las edificaciones y hay que organizar de algún modo las relaciones sociales. Y es evidente que La Habana se está desordenando, cada vez más.

En lo que concierne a las edificaciones, parece que ha desaparecido la actividad de control urbano y que cada uno puede hacer lo que le parezca. Agresiones a diversas edificaciones patrimoniales han hecho sonar recientemente las alarmas.

El desarrollo de la capital cubana está siendo cada vez más fragmentado y desarticulado. No existe un plan director realmente operativo, y la ciudad se va transformando debido a múltiples iniciativas sin coordinación, tanto privadas como públicas.

Se entremezclan sin orden ni concierto acciones constructivas de emprendimientos privados, proyectos de desarrollo local, modificaciones, ampliaciones o divisiones de los ciudadanos, con obras públicas de pequeña magnitud como las que se llevan a cabo en los llamados barrios vulnerables; las iniciativas de las autoridades municipales —que suelen ser reactivas, apresuradas, cuando no improvisadas— con las obras de iniciativa nacional como los elefantes hoteleros para el turismo —que ignoran su contexto inmediato—, sin que se perciba que existe una idea estratégica de cómo conducir y salvar la ciudad. Todo ello, además, consume materiales.

Son diversos los campos en los que se debe y se puede actuar sin que sea necesario gastar muchos recursos financieros o materiales. Señalaría dos en particular: la difusión, aplicación y control de las regulaciones urbanísticas, y la formulación de unas ordenanzas de convivencia urbana.

Es importante destacar que no basta en absoluto redactar y promulgar un texto jurídico propuesto por un grupo de especialistas. Debería tratarse de reglas que sean comprendidas y asumidas como necesarias y convenientes por la ciudadanía. Como respuesta a la pregunta de por qué acatarlas, no vale la tradicional réplica del funcionario de turno: “Porque es lo que está establecido”; que es lo mismo que decir “porque sí”. De ser así, quizá se acatarán, pero no se cumplirán.

En el caso de Cuba, las primeras normas datan de 1574 (las conocidas ordenanzas de Cáceres). Estas fijaban las reglas del juego tanto en el campo de la convivencia pública como en el de las construcciones. Su artículo 63, por ejemplo, ya precisaba hace más de cuatro siglos que “ninguna persona pueda tomar sitio para casa (…) sin que tenga licencia primero para ello, so pena de 200 ducados”.

En 1861 se promulgaron unas ordenanzas de construcción, más específicas y abarcadoras, que fueron perfeccionándose en el caso de la ciudad de La Habana hasta la versión de 1963.

Si cada uno decidiera construir donde, cuando y como quisiera o pudiera, muy pronto colapsaría el funcionamiento del tejido urbano. Unos afectarían a otros y no sería factible ni siquiera circular por la ciudad. Hubo que ponerse de acuerdo en reservar un espacio libre de construcciones para el tránsito, en alinear las edificaciones, en acordar rasantes para la evacuación de las aguas pluviales, etc.

No parece muy difícil de entender que, si se quiere construir en un recinto limitado (alguna vez, incluso amurallado), es necesario organizarse de algún modo para hacerlo habitable, transitable, protegido del sol, la lluvia y las enfermedades, etc.

Las regulaciones suelen abordar una serie de aspectos relacionados con la estética, la funcionalidad, la higiene, la protección y la seguridad. Con el tiempo han ido actualizándose y adaptándose a los avances tecnológicos, los gustos estéticos y las particularidades del contexto social y medioambiental.

Suelen regularse los siguientes aspectos:

  • la intensidad de edificación: grado de ocupación (del suelo) y utilización (en altura) de las manzanas y las parcelas para controlar densidades excesivas o insuficientes
  • el tipo de uso de suelo permitido (habitacional, industrial, recreativo, no urbanizable, etc.) para evitar incompatibilidades
  • la protección de los valores patrimoniales
  • la alineación de las edificaciones (jardín, portal, pasillos…)
  • los tipos y elementos de fachada (portales, balcones, puntales, medianería, vistas y luces…), pintura
  • las acciones constructivas limitadas o prohibidas (ampliaciones, divisiones…), así como las demoliciones
  • la calidad del paisaje urbano: mobiliario (bancos, luminarias, papeleras, paradas…), carteles, señalizaciones…
  • la vialidad y la infraestructura técnica (agua, electricidad, comunicaciones, residuales…)
  • las áreas verdes y los espacios públicos.

De ser necesario, pueden redactarse unas normas generales y otras específicas para aquellas zonas que lo requieran por sus particularidades (zonas patrimoniales, zonas inundables…). Suelen acompañarse de un conjunto de procedimientos para solicitar y autorizar la ocupación del suelo, la licencia de obra o construcción; definen las contravenciones para los incumplimientos y, naturalmente, requieren de un cuerpo de inspectores que controlen su cumplimiento, orienten a la población y sancionen las violaciones.

La mayoría de las ciudades cubanas tienen definidas regulaciones más o menos actualizadas; pero su inobservancia ha alcanzado niveles insospechados. A menudo se trata de documentos engavetados, cuyo texto desconocen tanto los funcionarios como la población, o son percibidos como un conjunto de prohibiciones arbitrarias y sin sentido.

A partir de ahí los ciudadanos improvisan ampliaciones y divisiones sin asesoría técnica, invaden o cierran portales, privatizan áreas comunes de los edificios, abren o cierran ventanas y puertas donde les parece, pintan pedazos de fachada, improvisan garajes y el paisaje urbano va adquiriendo un aspecto caótico que a nadie le gusta pero en el que muchos cooperan.

Las instituciones públicas no se quedan atrás: se multiplican las obras sin licencia, se irrespetan las zonas o edificaciones patrimoniales supuestamente protegidas, se incumple el proceso inversionista.

Por otra parte, la casi desaparecida actividad de control urbano es más sancionadora que educativa, lo cual no ayuda a que se comprenda su necesidad.

Es urgente volver a pasar a primer plano la vigencia de las regulaciones y los procedimientos. Los beneficios de recuperar su aplicación no solo no generarían costos adicionales sino que evitarían gastos innecesarios, evitarían conflictos y mejoraría notablemente el aspecto de las ciudades.

No solo hay que actuar sobre los edificios, sino además sobre las personas. Es necesario promover valores y normas de convivencia, de solidaridad, de respeto al prójimo (diverso) y al entorno; así como de participación ciudadana, para que lo que no sea de nadie sea de todos. Habrá que regirse por la regla de oro de la convivencia: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti. El civismo no puede desligarse de la cultura, ni ésta de la educación.

Todos hacemos —o deshacemos— ciudad en mayor o menor medida. Y con ello incidimos en la vida colectiva; es decir, en la vida propia y de los demás. Es inevitable, por tanto, establecer unas reglas acordes al modo de vida urbano en convivencia cercana.

Esas reglas no pueden formularse de manera unilateral y burocrática. Tanto las regulaciones urbanas como las ordenanzas de convivencia deberían ser debatidas, acordadas y divulgadas para que puedan sean apropiadas por todos y, de este modo, cumplidas. Convendría mucho abrir un proceso ciudadano de formulación de unas ordenanzas de convivencia. Ello implicaría seguir algunos principios en su formulación y puesta en práctica.

En primer lugar, sería necesario lograr una implicación y una firme voluntad política de dirigentes políticos y administrativos, así como involucrar a la población a través de campañas de educación y comunicación y, sobre todo, de su participación en el proceso de formulación.

Resulta imprescindible lograr una comunicación fácil y consistente de la ciudadanía con la administración (por ejemplo, a través de un número de teléfono o de una página web con funcionarios especializados en la comunicación con los ciudadanos).

Sería oportuno comenzar por unas ordenanzas “mínimas” que no regularan más de lo que se puede realmente controlar y que cubrieran, para comenzar, tres aspectos esenciales:

  • el orden público (es decir, las reglas de una convivencia respetuosa, solidaria y participativa),
  • la protección del medio ambiente natural (arbolado, áreas verdes, contaminación acústica, basuras…) y
  • la protección del medio ambiente construido (en particular de los espacios públicos, el mobiliario urbano, la vialidad…).

Se podría igualmente revitalizar los reglamentos de los edificios múltiples en muchos casos olvidados o inoperantes.

Se trataría de normas que habría que revisar cada cierto tiempo; puesto que los valores cambian, no son eternos. Sobre todo, deberían ser normas complementadas con sanciones adecuadas (no solo financieras sino además de reparación del daño), así como con un cuerpo de control y educación ciudadana; es decir, una policía local.

Será difícil rescatar la imagen física de la ciudad sin recuperar y restituir al mismo tiempo una sensibilidad colectiva ante el medio ambiente construido que permita su disfrute y su defensa. Esa sensibilidad debería ser cultivada desde la escuela y enriquecida y fortalecida por los medios públicos de comunicación.

El papel de la arquitectura y el urbanismo —no la mera construcción— es esencial en la creación de referentes estéticos de calidad. Para que sea un proceso efectivo debe existir reconocimiento por parte de los decisores políticos, los administradores de recursos y los gestores urbanos de la importancia del asesoramiento técnico y estético de arquitectos y urbanistas. El hecho de ser elegido o designado a un cargo público no otorga de por sí ninguna cualificación en este campo. La actual monotonía y pobreza no se expresa solo en la falta de recursos materiales, sino además de recursos estéticos y culturales. La educación de la mirada es, pues, esencial. Rescatar la imagen significará rescatar además la calidad de la mirada y, con ello, a nosotros mismos.

La idea de que no podremos aspirar a una ciudad mejor mientras no dispongamos de más cemento y acero está lejos de la realidad. Es mucho lo que puede hacerse en términos de organización, cooperación, participación, rigor y control. Pero ello requiere de unos requisitos mínimos que hoy no existen.

En primer lugar, una real voluntad política que guíe las acciones y una administración que “se busque problemas” con quien tenga que buscárselos. Nadie debería estar autorizado a irrespetar la ley, ocupe el cargo que ocupe.

En segundo lugar, formulación y redacción de las normas a través del debate, la consulta pública y la participación. Es la única vía para que la población se apropie de la conveniencia y utilidad de estas.

En tercer lugar, una sólida y mantenida campaña educativa a distintos niveles. Debería comenzar en la escuela a través de una asignatura o de actividades que promuevan y enseñaran a debatir con respeto y tolerancia por lo ajeno; a entender y apreciar los valores del civismo. Las actividades tendrían su complemento en una sólida y permanente campaña comunicativa a través de los medios.

Por otra parte, es necesario definir y fortalecer las instituciones responsables de la aplicación y el control de las regulaciones urbanas y las ordenanzas de convivencia. Hoy existe una dispersión de responsabilidades y competencias que desorienta a la población y facilita que las instituciones responsables “peloteen” al ciudadano.

Es imprescindible fortalecer con medios y recursos —sobre todo humanos y culturales— las instituciones responsables. Hoy día el control urbano está prácticamente en manos de los ciudadanos que, a través de las redes sociales, denuncian barbaridades, ilegalidades, atentados a la higiene, al paisaje, al bienestar ciudadano. El control popular es positivo siempre que las denuncias no caigan en el vacío. Pero a los teléfonos nadie responde; las páginas web son mudas; los funcionarios “están reunidos”…

En pocas palabras: el asunto no va solo de recursos materiales. Una ciudad pobre no tiene por qué ser una ciudad desordenada. Entiéndase, no estoy llamando a la intransigencia y la represión, a poner multas sin ton ni son, sino precisamente a recuperar la educación; estoy llamando al respeto y el rigor.

Mientras llega el momento de actualizar la estrategia de desarrollo de la ciudad (que requerirá tiempo y esfuerzo), sería oportuno centrar los esfuerzos en recuperar un mínimo de orden que haga la vida más llevadera y la ciudad más agradable. Bastaría —nada más y nada menos— con cumplir y hacer cumplir lo regulado. ¿Seremos capaces de ello?

César García Pleyán
On Cuba News, 29 de marzo de 2023.
Foto: Basurero en una calle de Centro Habana. Realizada por Otmaro Rodríguez y tomada de On Cuba News.

lunes, 1 de mayo de 2023

La sanidad cubana antes de 1959


El sistema de salud en Cuba, antes de la llegada del castrismo al poder, era único en comparación con el resto de los países del continente. Predominaban los servicios prestados por instituciones no lucrativas que daban servicios médicos con cuotas muy modestas. Por ejemplo, una clínica como Católicas Cubanas, Hijas de Galicia, El Sagrado Corazón cobraban cifras tan bajas como 3.50 pesos. Una cantidad de dinero que podían pagar en la isla la inmensa mayoría de los cubanos.

El castrismo, en más de 60 años, no ha podido superar la calidad de los servicios médicos que había en Cuba antes de 1959. Sobre todo, si valoramos que la época republicana arrancó prácticamente de una etapa colonial, con una isla devastada por la guerra y las enfermedades, mientras que el castrismo llegó al poder y encontró toda una extraordinaria red de hospitales, clínicas, seguros médicos, y casas de socorro.

El sistema de salud cubano era una combinación de servicios gratuitos de salud pública financiados por el gobierno, y servicios privados. El gobierno administraba y financiaba los servicios públicos, a través del Ministerio de Salubridad y Asistencia Social. Cuba fue el primer país del mundo en crear en 1909 un ministerio para atender exclusivamente los asuntos relacionados a la salud. Cuando el comunismo tomó el poder en Cuba destruyó toda la red de servicios privados, y convirtió todo el sistema en servicios financiados y administrados por el gobierno, con la intención de manipular políticamente los servicios de salud e imponer una narrativa que borraba la historia del desarrollo médico en Cuba antes de 1959.

Antes del castrismo, todas las ciudades importantes de la isla tenían hospitales generales con servicios médicos de altísima calidad, que era hospitales públicos financiados por el gobierno, además, la red de hospitales públicos en el país tenía hospitales especializados en el cuidado de la lepra, enfermedades mentales, cáncer, poliomielitis, oftalmología, ortopedia, tuberculosis, pediatría, enfermedades contagiosas y cardiología. Si bien la mayoría de estos hospitales especializados estaban en La Habana, tenían consultas externas en otras provincias para quienes no necesitaban hospitalización.

Además, por toda la isla estaban otros servicios médicos. Estaban los llamados dispensarios, que se dedicaban a trabajar con tratamientos especializados en enfermedades como lepra, tuberculosis o la pediatría. Eras servicios centrados en el diagnóstico y la prevención. Esto desmiente la narrativa comunista que ha dicho que ellos crearon la atención médica preventiva con los llamados Médicos de la Familia. Un programa que ha demostrado su ineficacia y hoy en completa decadencia. Los servicios médicos de los hospitales generales y los dispensarios eran completamente gratuitos para todas las personas.

A diferencia del sistema de salud castrista, el sistema de salud de la Cuba republicana era muy variado y completamente descentralizado. Y consistía en:

Servicios Médicos Públicos:

  1. Servicios financiados y administrados por el gobierno central a través del Ministerio de Salubridad y Asistencia Social
  2. Servicios financiados y administrados por gobiernos locales y regionales.
  3. Servicios gestionados por instituciones autónomas de carácter público: seguros sociales (en Cuba hubo seguro social primero que en Estados Unidos), hospitales de beneficencia, hospitales de escuelas de medicina oficiales.

Servicios Médicos Privados:

  1. Servicios financiados por los no beneficiarios: instituciones de caridad, hospitales de escuelas de medicina privadas, servicios médicos pagados por los empleadores.
  2. Servicios financiados por beneficiarios en forma de grupos que se dividían en: Instituciones no lucrativas (asociaciones mutualistas, como el Centro Gallego y el Centro Asturiano, y empresas de seguros no lucrativas) e instituciones lucrativas (servicios prestados en instituciones propias y compañías de seguro)
  3. Servicios financiados por los beneficiarios (hospitales privados, consultas médicas privadas, y la medicina no científica -curanderos)

Las fuerzas armadas y la policía nacional tenías sus propios hospitales completamente gratuitos para ellos y sus familiares.

Los centros penitenciarios, los centros de reeducación juvenil y las escuelas técnicas con alumnos internos, tenían sus propios servicios de atención médica.

Además, en Cuba existían, en 1958, unas 200 casas de socorro, que se dedicaban a prestar servicios de emergencia y que también ofrecían las vacunas que ofrecía el gobierno. Porque, contrario a lo que ha vendido el gobierno comunista, la vacunación en Cuba no comenzó con el castrismo, los niños, para asistir a la escuela, recibían vacunación contra enfermedades como el tétanos y la poliomielitis.

Los centrales azucareros, que se encontraban lejos de los grandes centros urbanos, tenían pequeños hospitales para prestarle servicio a sus trabajadores, que eran financiados por los empleadores.

Cuba fue uno de los primeros países latinoamericanos en contar con seguro social, y tenía uno de los porcentajes más altos de población cubiertos por el seguro social. En el caso de la atención médica, estaban cubiertos por el seguro social tres áreas: los accidentes de trabajo, las enfermedades derivadas de las profesiones que se ejercían y la maternidad. Sí, parir en Cuba no era un problema de salud. Las mujeres trabajadoras estaban protegidas por el seguro social. Y las esposas de los trabajadores también, tanto durante el embarazo como en el parto. Los empleadores tenían la obligación de asegurar a sus empleados. Y el trabajador escogía el médico y el hospital. Con el dinero de este seguro de maternidad se construyeron varios hospitales de maternidad en Cuba, y las mujeres que no tenían acceso a los hospitales, el seguro les pagaba los servicios del médico y la comadrona que atendía el parto.

La Liga contra el Cáncer y La Liga contra la Ceguera, eran instituciones autónomas que se financiaban con dinero del público a través de campañas, y también con dinero del gobierno central.

Los hogares de ancianos y los orfelinatos, manejados por religiosos, tenían sus propios servicios médicos de atención primaria.

Es importante destacar, que las instituciones mutualistas cubrían a todos los miembros de una unidad familiar, y brindaban amplios servicios médicos: visitas médicas a la casa (a diferencia de la era castrista, donde usted tenía que ir a un policlínico o al médico de la familia para recibir una atención médica limitadísima), suministro de medicinas, tratamiento de enfermedades mentales y de larga duración, atrayendo a personas en toda la nación, lo que llevó a la creación de delegaciones de estas mutualistas en los pueblos importantes del país. Y si el paciente necesitaba hospitalización, se llevaba a La Habana o algunas sedes en capitales de provincia.

Después de la creación del Colegio Médico Nacional, en 1945, muchos médicos crearon las cooperativas médicas, para competir con las mutualistas, y a precios muy bajos, porque las mutualistas ofrecían más y mejores servicios.

Contrario a lo que el castrismo ha publicitado, los hospitales privados dedicados a prestar servicios médicos individuales, al estilo de Estados Unidos, eran muy pocos.

Hay que destacar, sin embargo, que muchos de los más renombrados y prestigiosos médicos cubanos trabajaban en las instituciones médicas gratuitas, como era, por ejemplo, el hospital Calixto García, donde ejercían la inmensa mayoría de los mejores médicos de Cuba, y al mismo tiempo mantenían sus consultorios privados.

En 1958, la tasa de mortalidad en Cuba era de apenas 4,93 muertes por cada mil personas. Y la tasa de mortalidad infantil era de 33.7 muertes por cada mil nacidos.

Cuba era el país con la tasa de mortalidad más baja de toda América:

Cuba……......   4.93
Uruguay……   7.6
Canadá……..   7.9
Argentina…..   8.1
Nicaragua…..   8.4
Dominicana..    8.4
Bolivia……      8.6
Panamá……     8.8
Costa Rica…    9.0
Venezuela….    9.4
EEUU...........    9.5

En cuanto a la mortalidad infantil, se ubicaba en el tercer puesto, con 33,7, sólo superado por Estados Unidos con 26.9 y Canadá con 30.2. Para tener una idea de lo bien posicionada que estaba Cuba, el país que se ubicaba en 4 lugar era Panamá, con una tasa de mortalidad infantil de 57,2.

Cuba, en 1958, ocupaba el quinto lugar en cuanto al número de habitantes por médico. Había un médico por cada 998 habitantes, solo superaban a Cuba, Argentina, con 764, Estados Unidos, con 805, Uruguay, con 860 y Canadá, con 953.

Las estadísticas son demoledoras, en 1958 en Cuba existían 87 hospitales públicos y 250 privados, para un total de 347, además de 200 casas de socorro para primeros auxilios y consulta externa. La inmensa mayoría de esos hospitales se mantienen hoy en día en pie, a pesar del deterioro en que los tiene el castrismo, y algunos que el comunismo cubano sencillamente no pudo sostener en pie, como el magnifico Hospital Infantil del Vedado, que era, por demás, un espléndido edificio de arquitectura Art Deco.

Había en Cuba, en 1958, entre la salud pública y privada, una cama por cada 174 habitantes. Sólo en los hospitales públicos era de una cama por cada 294 habitantes. Los hospitales públicos tenían 21,141 camas y los privados otras 15,000 para un total de 36,141.

Una de las críticas del castrismo siempre ha estado basada en que la mayoría de los servicios médicos estaban concentrados en la capital, que por demás era el mayor núcleo urbano del país, pero lo que no dicen, es que el servicio de transporte en la isla era fabuloso por aire, por mar y por tierra, y los pacientes que necesitaban servicios especializados que no hallaban en sus ciudades capitales, eran trasladados con facilidad a La Habana.

Ciertamente, el sistema de salud de Cuba en 1958 estaba lejos de ser perfecto, afectado por la concentración de los servicios en los grandes centros urbanos, y porque estos servicios no alcanzaban a las zonas montañosas y remotas de la isla. Pero la salud en Cuba está muy lejos del estado calamitoso que vendió la propaganda castrista después de 1959.

La falacia de que los servicios médicos “fundamentalmente eran privados en Cuba”, se ha repetido hasta la saciedad, como propaganda que buscaba exaltar las bondades de la medicina castrista con relación al sistema de salud de la era republicana. Sin embargo, el resultado final, tras el demagógico discurso político, es un sistema de salud disfuncional y en ruinas, que se sostenía con los subsidios de la Unión Soviética. Una vez que se cayó el comunismo en Europa del Este, el sistema de salud cubano se derrumbó, porque era una estructura política y de propaganda, no una verdadera estructura médica sostenible, y que además, era, y es, gestionada con una gran ineficacia desde el estado autocrático.

La mayoría de los hospitales que hay hoy en día en Cuba, ya existían antes de 1959. En la actualidad, según el ministerio de Salud Pública, en Cuba existen 152 hospitales con 36 mil 718 camas, apenas 577 camas más que las 36,141, que existían en 1958. Si consideramos que la población de Cuba en 2021 era de 11 millones 260 mil habitantes, hay una cama por cada 306.6 habitantes. Comparada con la de una cama por cada 174 habitantes de 1958.

El sistema médico cubano ha estado enfocado en la masificación, en la graduación de médicos, con el propósito de usarlos como mano de obra esclava, exportándolos hacia otros países. Y para darles empleo en el país creó los ineficaces médicos de la familia: 11 mil 550. Estos servicios médicos eran mucho más eficaces antes de 1959, pues los servicios médicos cubanos ofrecían atención médica a domicilio.

Pero sin duda, lo que más afecta al sistema de salud cubano es la pésima calidad de las instalaciones, su equipamiento tecnológico atrasado, la falta de medicamentos, y el deterioro de la atención de especialistas y médicos en general.

ADN América
30 de marzo de 2023.
Foto: Hospital General Calixto García, Vedado, La Habana. Tomada de ADN América.

lunes, 24 de abril de 2023

El Cerro con sus industrias

Etiqueta de agua de colonia de Crusellas, con fábrica en El Cerro.

El antiguo barrio de El Cerro suele ser reconocido por las bellísimas viviendas neoclásicas que relacionan el origen del reparto con un espacio de veraneo, donde varias familias de la alta clase habanera se hicieron construir sus segundas residencias durante el siglo XIX. También se recuerda la expresión popular que reza "El Cerro tiene la llave", en alusión a la presencia de los grandes tanques de depósito del Acueducto de Albear allí construidos en esa misma época, y que lo definen como el punto desde el cual partían las principales conexiones de este acueducto hacia distintos puntos de la capital. Era pues, en sentido figurado, la llave o grifo de este preciado recurso para La Habana.

No obstante, desde el propio siglo XIX, y muy particularmente en el XX, El Cerro fue un enclave estratégico para la capital cubana pero por otras circunstancias. Debe decirse que, por su localización estratégica en las proximidades de La Habana Vieja y el puerto, con amplios terrenos urbanizables, atravesado por uno de los principales caminos que conducían hacia las zonas de cultivo, y conectado con otros de gran importancia, fue un espacio muy atractivo para la construcción de fábricas y almacenes. El gran número que llegó abarcar, lo convirtió en uno de los municipios más industrializados de la capital, clave en su desarrollo económico.

En sentido general, las industrias tuvieron una notable presencia en La Habana, superior a la de cualquier otra ciudad cubana tanto en cantidad como en variedad. En su mayoría, las fábricas estuvieron asociadas a la industria química (jabones, perfumes, pinturas, etc.), la farmacéutica, la alimenticia (bebidas alcohólicas, refrescos, hielo, aceite, pastas, galletas, etc.), la tabacalera y la de materiales de construcción (cemento, tejas y elementos prefabricados, etc.); lo que no excluye otros rubros asociados a la industria ligera como el papel, el textil, los artículos de ferretería y de talabartería, entre otros.

Gran parte de ellos tuvieron representación en la barriada de El Cerro, que para 1930 concentraba el 22% de las fábricas inscritas en la Asociación Nacional de Industriales de Cuba, lo que lo definía como una zona altamente industrializada. No obstante, este ha sido un aspecto insuficientemente reconocido, lo que ha incidido en la mala gestión del territorio así como en la preservación de su patrimonio construido.

Teniendo en cuenta la división político-administrativa de 1976 que define a El Cerro como un municipio de La Habana, se ha estudiado que su proceso de industrialización se fue dando de norte a sur, en la misma medida que avanzó su urbanización. Desde el siglo XVIII contaba con la Calzada del Horcón (posteriormente del Cerro), a partir de la cual creció longitudinalmente el barrio. Esta vía se prolongó con la Calzada Real de Marianao (Avenida 51), que en su trayecto creó otros importantes barrios como Puentes Grandes y Quemados (núcleo fundacional de Marianao); y estaba también conectada con el Camino Real del Sur (luego 10 de Octubre), y al norte con la Calzada de la Infanta Eulalia.

Trayecto similar al de la Calzada del Cerro tuvieron las primeras líneas férreas en el siglo siguiente, por lo que este barrio nació enmarcado por el ferrocarril del Oeste y el de Marianao, con tres importantes estaciones: la de Tulipán, Cerro y Ciénaga. Esta última ha constituido hasta hoy uno de los principales talleres de ferrocarriles de La Habana. Desde el siglo XIX, tuvo El Cerro además, su propio ramal del tranvía.

Los caminos, el ferrocarril y el tranvía, dinamizaron la urbanización de los terrenos inmediatos y como vehículo de accesibilidad fueron un imán para la construcción de industrias, bien comunicadas con el puerto y con servicio de acueducto. Existen dos diferencias importantes entre las fábricas y almacenes que se insertaron en el tejido urbano preexistente y las que no. La primera y más elemental está en el tamaño, condicionado por la superficie disponible. Las construidas en terreno urbanizado eran por lo general más pequeñas y se distribuyeron sobre lotes estrechos y profundos, por lo que en ocasiones debieron ocupar más de uno.

Las fábricas integradas a la trama tradicional establecieron una especial armonía con el entorno construido, compartiendo elementos compositivos, decorativos, materiales y sistemas constructivos comunes a la vivienda, por lo que no fue extraño que algunas se habilitaran a partir de la refuncionalización de antiguas residencias, como fue la fábrica de ron Bocoy (1934), en la Calzada del Cerro 1417. En cambio, las fábricas construidas en zonas no urbanizadas, emplearon amplias superficies y un diseño claramente industrial, sin dejar de transitar por los estilos arquitectónicos de moda, con primacía del eclecticismo, ejemplo de lo cual fue la antigua cervecera Tívoli (1905), en Palatino.

Recientemente, el arquitecto Ricardo Machado inventarió en el Cerro 162 inmuebles fabriles (23 de bebidas, dos de hielo, cuatro de envases, 11 de alimentos, 18 de tabaco, uno de gomas, 16 de jabonería y perfumería, nueve laboratorios, 19 de calzado, siete de textiles, tres de muñecas, uno de instrumentos musicales, uno de velas, cuatro de fósforos, uno de clavos, cuatro de diamantes, 11 de papel e imprenta, cinco de materiales de construcción, tres metalúrgicas, tres carpinterías, etc.).

De esos inmuebles fabriles, solo 15 han sido reconocidos de valor por la Comisión Provincial de Patrimonio, aunque no poseen declaratoria y se encuentran legalmente desprotegidos (estos son la fábrica de cervezas y maltas Tívoli; la Compañía Cervecera Internacional S.A.; la fábrica de ron Bocoy; la compañía embotelladora Coca-Cola S.A. y la Canada Dry de Cuba S.A.; la Vinatera Occidental; la fábrica de confituras La Estrella; los laboratorios SQUIBB, OM, y Park Davis de Cuba; la fábrica de cigarros H.Upmann; las imprentas Omega y Cultural S.A.; y las perfumerías Crusellas S.A. y Sabatés Industrial S.A.).

Esto permite constatar el desconocimiento que sobre ellos existe, aún en una de las zonas donde su presencia es evidente y ha tenido un impacto urbano, económico y social significativo durante más de un siglo. Lamentablemente, por esta y otras razones de índole económica y administrativa, muy diferentes destinos han tenido las 162 fábricas de El Cerro, de las que solo 59 se encuentran en activo, cuatro están cerradas, 21 han sido demolidas y 78 refuncionalizadas como almacenes, viviendas o aparcamientos.

A pesar de esta notable disminución, la producción industrial de El Cerro actualmente representa el 70% de la economía del municipio, y su producción de perfumería el 50% de la que realiza la capital.

Yaneli Leal
Diario de Cuba, 19 de febrero de 2023.
Foto: Etiqueta de agua de colonia de Crusellas. Tomada de Todo Cuba.


lunes, 17 de abril de 2023

Negocios y nostalgias

Con los primeros golpes de mandarria al Muro de Berlín en 1989, comenzó a derrumbarse la estructura del totalitarismo en Europa y a disolverse, en un proceso vertiginoso, la retórica del bloque socialista y sus satélites. Ese lenguaje infernal traducido de los manuales soviéticos no tiene espacio ya ni en los países que juran y perjuran que quieren construir el comunismo.

Aquella palabrería que se usaba para pronunciar todos los discursos y escribir los panfletos de los medios oficiales está relegada a los cursos de adoctrinamiento y al fervor de las generaciones de militantes viejos y retirados que, por ejemplo en Cuba, produjo casos como el de un boxeador de peso ligero que se llama Stalin Pérez o el de un señor bautizado como Lenin de la Caridad del Cobre, por si acaso.

Los países que continúan, al menos en el plano teórico, con la filosofía de alcanzar un paraíso obrero, se han apropiado de los mecanismos del capitalismo y del vocabulario, también empalagoso, de ese sistema.

El presidente venezolano Nicolás Maduro viajó a China para que los camaradas le hicieran un préstamo de 5.000 millones de dólares. Firmaron 27 acuerdos en diferentes áreas de desarrollo y sellaron lo que el dirigente llamó una alianza estratégica de desarrollo porque «China es una superpotencia y no se plantea ser un imperio». La oposición venezolana denunció que Maduro y su comitiva viajaron a Pekín en un avión del Gobierno de Cuba por el que tenían que pagar 250.000 dólares diarios.

Los compañeros caribeños también fueron a China. Enviaron a Isidoro Malmierca, ministro de Comercio Exterior, a invitar a los empresarios a invertir en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, un proyecto apoyado por un préstamo de 900 millones de dólares de Brasil mediante una gestión conjunta de Lula da Silva y Dilma Rousseff.

Está ubicada muy cerca de La Habana y Malmierca aseguró que las compañías chinas tienen mucho potencial para establecerse allí en un «favorable ambiente de negocios en Cuba, con un marco legal seguro y transparente, una buena infraestructura portuaria, vial, ferroviaria y de comunicaciones».
Dinero puro. Negocios, inversiones, deudas, desarrollo, elementos de una prosa en la que no se puede deslizar, ni por cortesía con los nostálgicos, un párrafo sobre las virtudes del internacionalismo proletario.

Raúl Rivero (1945-2021)
El Mundo, 27 de septiembre de 2013.
Foto: Caída del Muro de Berlín, noviembre de 1989. Tomada del blog El ucabista.

lunes, 10 de abril de 2023

La manigua y los manigüeros

En contraste con las desavenencias, desencuentros y broncas que por momentos hacen que la oposición anticastrista parezca una olla de grillos, hasta hace muy poco el universo del oficialismo castrista, unánime y disciplinado ante las ordenanzas del partido único, sin el más mínimo desacuerdo, lucía tan monolítico como la roca que guarda los restos de Fidel Castro en el cementerio Santa Ifigenia.

Pero ya no es así. Está en curso en las redes sociales un rifirrafe de acusaciones mutuas entre personajes vinculados al oficialismo, que, a fuerza de tantos insultos, zancadillas, trapos sucios y pobreza intelectual, parece más bien una tiradera entre reguetoneros reparteros de baja estofa.

Se originó a partir de la virulenta ofensiva emprendida en las redes por los miembros de la plataforma La Manigua, revolución pa’ rato contra otras personas que, como ellos, también dicen defender a “la revolución y el socialismo” y con los que hasta hace unos meses compartían espacio y confraternizaban en La Comuna.

La Manigua, que es liderada por Rodrigo Huaimachi, un chileno comunista residente en Cuba, al principio de crearse, en 2021, se dedicaba a atacar, mediante insultos, descalificaciones y todo tipo de acusaciones, a disidentes (Movimiento San Isidro, 27 N, Archipiélago), artistas contestatarios y a los integrantes del colectivo de La Joven Cuba, a los que, a pesar de ser de izquierda y socialistas, no vacilaban en acusarlos de “contrarrevolucionarios”. Pero pronto los manigüeros enfilaron también sus cañones y su veneno contra correligionarios del pensamiento oficial que, a su entender, no mostraran suficiente “intransigencia, combatividad y celo revolucionario”.

La Manigua la emprendió primero contra Francisco Rodríguez Cruz (Paquito de Cuba, como firma en su blog), periodista de Trabajadores, por sus críticas al Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Luego han atacado a los colectivos de la revista Alma Mater y los sitios La Tiza, de la Asociación Hermanos Saíz, y El Necio.

La Manigua hizo un mitin de repudio virtual al profesor universitario Fabio Fernández luego de sus inusuales (para un oficialista) razonamientos sobre el patriotismo en el programa Mesa Redonda, que sacaron de quicio y descolocaron al moderador, el habitualmente sereno periodista Oliver Zamora, quien no sabía qué hacer para atajar al profe y arreglar el potaje.

Y hasta han tenido encontronazos los manigüeros con los talibanes del programa Con filo. De ahí ahora uno entiende el por qué de las apelaciones a “la unidad de los revolucionarios” hechas por el inefable Michel Torres Corona en una reciente emisión del programa.

El pasado año, los mandamases, asustados por las masivas protestas del 11J, encargaron al Departamento Ideológico del Partido Comunista elaborar el guión para la creación de La Comuna con el objetivo de “forjar nuevas alianzas entre todos los revolucionarios, sin importar las diferencias”.

En La Comuna intentaron meter en un mismo saco a ilusos que todavía creen en la infalibilidad del marxismo y en el socialismo democrático, maniáticos guevaristas, anticapitalistas convencidos (siempre que no cuestionen a GAESA), activistas de la cultura comunitaria y la reparación de baches en los barrios vulnerables, evangélicos que concilian su religiosidad con el materialismo científico, teóricos y académicos que se debaten angustiados, luego que Lenin pasó de moda, entre Trotski, Bakunin, Proudhon y Gramsci, amén de ecologistas, feministas y miembros de la comunidad LGBTIQ debidamente aleccionados por el CENESEX.

Pero esas nuevas alianzas no resultaron y pronto estallaron broncas que auguran un safari de extremistas contra los que pretenden ser oficialistas por cuenta propia y el puñado de ingenuos que todavía creen en la posibilidad del socialismo democrático y participativo.

En esta tiradera entre zurdos, si no se trata del preludio para una cacería de brujas o de un ardid para la eventual creación de un tramposo bipartidismo de mentiritas, el régimen parece estar de parte de los extremistas sectarios de La Manigua. Es más, los alienta y amamanta. Lo demuestra el espacio que le conceden en Cubadebate, y, más aún, quedó evidenciado cuando Díaz-Canel visitó y saludó a los musulungos manigüeros con pañoletas rojas que participaron en aquella ridícula sentada en el Paseo del Prado (que quisieron presentar como espontánea) en noviembre de 2021, cuando los mandamases temblaban ante la posibilidad de que se materializara la Marcha Cívica por el Cambio convocada por Yunior García Aguilera y el grupo Archipiélago.

Conociendo los recursos habituales del castrismo, que se han hecho peores en la decadente continuidad, de poco valdrán las invocaciones a la ética y la unidad y las promesas de fidelidad al fidelismo sin Fidel de las víctimas de los manigüeros. Seguirán los insultos en los perfiles falsos y anónimos, los linchamientos mediáticos y demás bajezas y métodos sucios de La Manigua, que se ha convertido en una especie de brigada de respuesta rápida en el ciberespacio.

Será muy difícil para el régimen bajar el voltaje al dogmatismo sectario de La Manigua para aplacar esta bronca.

No yerra el Observatorio sobre el Extremismo Político cuando, en un trabajo publicado el 2 de marzo en La Joven Cuba bajo el título La Manigua, cuando el extremismo cruza la línea reflexiona: “Cabría preguntarse quién y cómo se define al amigo y al enemigo, si es viable y sostenible alimentar una corriente extremista y pretender que esta actúe eternamente de forma disciplinada, sin definir adversarios propios —más allá de los orientados — ni utilizar para su combate los mecanismos amorales a los que está habituada”.

Luis Cino
Cubanet, 4 de marzo de 2023
Foto: Manigüeros de La Manigua. Tomada de La Joven Cuba.

Leer también: Izquierdas apócrifas o la falacia del falso dilema de Alina Bárbara López Hernández.

lunes, 3 de abril de 2023

Se buscan líderes opositores en Cuba

El sábado 24 febrero de 1996, mi apartamento en la barriada habanera de La Víbora, amaneció vigilado por agentes de la Seguridad del Estado, que estaban acompañados por miembros de la represiva Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), fundada el 7 de diciembre de 1993. Días antes, un vecino que había luchado en la guerra civil de Angola y pertenecía a la ACRC, me alertó del operativo.

A finales de 1995 había comenzado a escribir para la agencia Cuba Press, dirigida por el poeta y periodista Raúl Rivero (Camagüey 1945-Miami 2021). En febrero de 1996 yo era un perfecto desconocido. El foco de atención de la policía política era mi madre, Tania Quintero, quien durante más de dos décadas había trabajado como periodista estatal, primero en la revista Bohemia y después en el ICRT y se había reconvertido en reportera independiente de Cuba Press. Querían impedir -y lo consiguieron- que ella no cubriera una reunión de Concilio Cubano, iniciativa liderada por Leonel Morejón Almagro y en la cual participaban 130 organizaciones opositoras.

Decenas de disidentes y activistas fueron detenidos y a un puñado de periodistas sin mordaza se nos impedió salir de nuestros domicilios. Los teléfonos, todos fijos, fueron cortados. En aquellos años, a la Seguridad del Estado le era muy fácil aislar a la oposición pacífica. Entonces, en Cuba no había internet y los celulares y las redes sociales no habían hecho su aparición a nivel global.

Para recabar información y escribir un trabajo sobre Concilio Cubano, decidí hablar con el abogado criminalista Jorge Bacallao, ya fallecido. Pero el despliegue policial no me permitió llegar a la vieja casona donde Bacallao vivía, en San Mariano y Heredia, y donde conocí a Leonel Morejón Almagro y a Pedro Pablo Álvarez; escuché disertaciones del jurista René Gómez Manzano y me adentré en las interioridades de la disidencia en la isla. No había dudas o preguntas que Bacallao no te esclareciera. Erudito y lector empedernido, era una especie de manager político de muchos activistas, disidentes y jóvenes. Un formador y líder espiritual de decenas de cubanos que apostábamos por la democracia.

Han pasado 27 años desde que me inicié en el periodismo libre. Entrevisté y conocí a protagonistas de aquella audaz oposición: Martha Beatriz Roque Cabello, Félix Bonne Carcassés, Vladimiro Roca Antúnez, Arnaldo Ramos Lauzurique y el doctor Oscar Elías Biscet.

Reporté la huelga de hambre de Biscet en la calle Tamarindo 34. Junto con otros colegas de Cuba Press, como Ariel de Castro Tapia, cubrimos sucesos, detenciones y propuestas de la disidencia, entre ellas el lanzamiento del documento La Patria es de Todos y la creación de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. La represión era implacable y un sector importante de la población respaldaba, o simulaba respaldar, a Fidel Castro. El miedo imperaba en la sociedad cubana.

Con sus luces y sombras, la disidencia fue la primera en alzar la voz y pedir al castrismo que dejara de tratar a los cubanos como ciudadanos de tercera categoría. Antes que los hermanos Castro diseñaran tímidas reformas económicas, la oposición reclamó aperturas de pequeños negocios y la derogación del absurdo apartheid que sufrían los cubanos en el ámbito legal, tecnológico y turístico.

Fue la disidencia la que reivindicó al régimen para que los cubanos pudieran acceder a internet, telefonía celular, comprar o vender un auto o una propiedad y el derecho a viajar al exterior y regresar al país. Nadie dentro del gobierno reclamó esos derechos. Tampoco la amaestrada prensa oficial se atrevió a escribir un artículo pidiendo transformaciones urgentes de corte económico y social.

Las timoratas reformas que se han sucedido en la Isla son un éxito silencioso de la disidencia interna. Pero han pasado casi tres décadas y la oposición cubana necesita renovarse.

Ya con 80 años, Vladimiro Roca Antúnez, espera la muerte en condiciones lamentables. Tuvo que vender su casa en Nuevo Vedado, con el dinero se compró un desvencijado apartamento y el resto lo ha gastado en alimentos y medicinas. Ex piloto de la fuerza aérea, Roca trabajó en instituciones del Estado y jamás recibió la pensión que le corresponde por las leyes laborales del país.

El próximo 16 de mayo, la economista Martha Beatriz Roque Cabello cumplirá 78 años. Una de las firmantes de La Patria de es Todos, junto a Vladimiro, Gómez Manzano, Bonne Carcassé y Arnaldo Ramos, en dos ocasiones ha estado encarcelada. Con achaques de salud, sobrevive como puede. La mayoría de los disidentes han envejecido. O están presos, como José Daniel Ferrer y Félix Navarro. O han emigrado.

Y a pesar de que ha aumentado considerablemente el descontento popular, ese descontento no se canaliza en un incremento de las filas opositoras. Al contrario, éstas se han ido diezmando debido a la represión y el éxodo.

La buena noticia es que amplios segmentos de la ciudadanía ahora abiertamente critica al gobierno y quiere cambios democráticos. Pero cuando usted le pregunta por qué no se alistan en la disidencia, dicen que no lo ven viable.

Quieren una Cuba donde exista libertad de expresión. Que los cargos públicos se elijan por el voto popular. Que se desaten las fuerzas productivas y los cubanos de la diáspora puedan invertir en su patria y participar de la vida política. Que se respeten los derechos inalienables.

Pero nadie, o muy pocos, están por la labor de liderar futuros proyectos disidentes. Recuerdo que durante las protestas del 11 de julio de 2021, una avalancha de personas caminaban por la angosta Calzada de Diez de Octubre gritando libertad. Iban sin un rumbo determinado. Alguien quiso saber hacia dónde se dirigían. Un hombre a su lado se encogió de hombro y respondió: “No sé, pa'llá, pal malecón”. Se notó la ausencia de líderes.

Luis Manuel Otero Alcántara, Félix Navarro y José Daniel Ferrer, quienes en sus respectivas ciudades intentaron sumarse a las manifestaciones el 11J, fueron detenidos y encarcelados. A pesar del enorme descontento de la población contra el régimen, la disdencia se ha debilitado. Urge que la oposición dé un golpe sobre la mesa. Se necesitan nuevos Biscet, Martha Beatriz, Vladimiro.

Hace poco, mi hija, estudiante universitaria, me preguntó si había valido la pena oponerme al régimen durante 27 años sin conseguir la anhelada democracia. “Los jóvenes no quieren ser opositores. Quieren labrarse un futuro fuera de su país”, me dijo.

Puede que tenga razón. Pero creo que vale la pena seguir intentando una Cuba mejor desde adentro.

Iván García

Foto: De izquierda a derecha, René Gómez Manzano, Martha Beatriz Roque Cabello, Vladimiro Roca Antúnez y Félix Bonne Carcassés (Santiago de Cuba 1939-La Habana 2017). Tomada de Recordando La Patria es de Todos.

lunes, 27 de marzo de 2023

La amenaza rusa se concreta sobre Cuba

 

El castrismo siempre ha sido proactivo, ha sabido adelantarse a los acontecimientos para controlarlos, por eso, a diferencia de otras dictaduras que inmovilizan al oponente mediante terror engendrado con violencia, el castrismo se especializa en prevenir cualquier oposición mediante el control de los símbolos, las relaciones laborales, los mitos, la educación, la comunicación, la semántica, la cultura, y todo lo que impida coordinación y acción grupal, dejando a los cubanos, aun en sociedad, aislados entre hipocresía y desconfianza.

Ese monopolio y manipulación de la información que permite un control social tan efectivo es la base del totalitarismo, un Gobierno omnipresente que media toda relación humana y, como Ojo de Saurón, envía sus orcos —policías, chivatones, militares, jueces, burócratas— para abortar cualquier conato de oposición apenas surja, sin esperar que madure.

Digitalizar el comercio no es más que llevar ese control social a un nivel superior, con lo que los rusos no estarían proponiendo nada que el castrismo no esté intentando hacer hace años. Solo que, por falta de recursos, no ha podido conseguirlo.

Desde febrero de 2017 el Consejo de Ministros aprobó la "Política Integral para el Perfeccionamiento de la Informatización de la Sociedad en Cuba", y como afirma Cubadebate, vocero digital oficial del régimen, "uno de los sectores fundamentales para su implementación es el comercio electrónico". Lo que confirmaba el propio Miguel Díaz-Canel en 2021: "El comercio electrónico llegó para quedarse. La vida nos ha demostrado que tenemos que ir al comercio electrónico de inmediato”

Pero en un sistema totalitario "comercio electrónico" no es Amazon, PayPal o eBay, sino plataformas estatales, únicas autorizadas, que usan solo medios de pagos estatales. Sin temor a parecer impositivo, el medio ruso que publica la noticia afirma: "Los participantes en la discusión enfatizaron que, en el marco del concepto, las criptomonedas en Cuba no deben circular".

Según Andrey Vanin, ex vicepresidente senior de Sberbank: "En Rusia se han creado terminales de pago inteligentes que aceptan cualquier método de pago. También son cajas con fiscalización en línea para las autoridades fiscales. Los negocios se han vuelto sin papel".

Y si no hay dinero en efectivo desaparecerá el mercado negro (al menos como lo entendemos hoy), lo que acabará con todo anonimato y posibilidad de resistir las políticas económicas predatorias del castrismo. Además, este sabrá con mucho detalle cómo vive cada cual, de dónde le llegan los recursos y cómo los gasta, dónde estuvo o a quién vio. Así habrá desaparecido cualquier vestigio de libertad en la Isla, y el Estado, final y definitivamente, será dueño de cada cubano.

Puede parecer lejano el momento en que la empobrecida Cuba llegue a ese nivel, pero lejano no es imposible, y es sintomático que sea por ahí, una medida económica con tanta connotación política, por donde comienza el "asesoramiento" ruso. No debe minusvalorarse la resolución y ansia de poder de los herederos de Fidel. No comprender a tiempo cómo Castro demolió la sociedad civil nos ha costado 64 años de dictadura, muertes, separaciones, dolor… No cometamos el mismo error.

Para afianzar la estabilidad interna de su portaaviones caribeño y mantenerlo gobernado por este grupo dispuesto, una vez más, a ponerse bajo su tutela, Rusia podría financiar la bancarización y digitalización monetaria que tanto anhela el castrismo. ¿Sería demasiado caro?

Caro es, pero parece que los rusos ya hicieron sus cálculos y les da la cuenta, pues van muy en serio. "El papel de los bancos en el sistema descrito es muy importante, son ellos quienes crean la plataforma en la que se basa el sistema", especificó Boris Titov, mafioso jefe de la delegación. Quien agregó: "por eso, proponemos crear en Cuba un centro especial de liquidación con licencia bancaria". Algo así no se propone u ordena sin haberse estudiado y analizado profundamente y desde hace tiempo, más cuando, probablemente, sean ellos, los rusos, quienes tengan que pagar para equipar a Cuba con esta tecnología.

Y es que saben que bancarizar y digitalizar la sociedad es extraordinariamente rentable, pues no solo disminuye costos de emisión, transporte y resguardo de dinero físico, sino que reduce costos de transacción, agiliza los intercambios, provee fiabilidad y minimiza conflictos. Además, permite controlar los mercados y potenciar la recaudación fiscal. Económicamente, la bancarización se paga sola, y si a eso le adicionamos el control social que le permite a un Gobierno totalitario, se comprende por qué los rusos, educados en el KGB, quieren comenzar por ahí… para regocijo del castrismo.

Lamentablemente, todo esto se hará con los aplausos de los reformistas (algunos se hacen llamar independientes) que quieren una Cuba más próspera aunque no tenga libertad; es decir, más pollo y aceite bajo el castrismo. Los mismos que se alegran con leyes de MIPYMES, ovacionarán esta modernización financiera y harán loas de las posibilidades que abre para la economía nacional.

Pero como a Martin Luther King, no deberían preocuparnos tanto los gritos de los violentos, de los corruptos o de los deshonestos. Lo más temible es el silencio de los buenos, y hay demasiados cubanos buenos callando hace demasiado tiempo. Ojalá ante esta nueva amenaza, este nuevo abrazo del oso de la Siberia, se alce su voz.

Rafaela Cruz
Diario de Cuba, 1 de febrero de 2023.
Foto: Ojo de Saurón. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 20 de marzo de 2023

El bandazo putinesco de los mandamases castristas

Los mandamases que pretenden ser la continuidad del régimen de Fidel Castro, han conseguido serlo en la tozuda insistencia en los disparates y las políticas fallidas. Y también en cuanto a los bandazos económicos.

En el que están a punto de empeñarse ahora, supera a los más abruptos de los que dio el Comandante: un programa de reformas para transformar la economía cubana basándose en el desarrollo de la empresa privada y tomando como modelo a la Rusia de Vladimir Putin.

Lo anunció a la agencia Interfax, luego de la reunión que sostuviera con el presidente y primer secretario del Partido Comunista cubano Miguel Díaz-Canel, el economista ruso Boris Titov, un empresario millonario que se define como “liberal de derecha”, y que es uno de los principales asesores del presidente Putin.

El programa de reformas será asesorado por el Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin, un think tank creado en 2016 que lleva el nombre de Piotr Stolypin, quien fuera premier y ministro del Interior del zar Alejandro II hasta su muerte, ocurrida en un atentado cometido por revolucionarios, en 1911.

No se sabe cómo rayos digerir esto. ¿Desarrollo de la empresa privada cuando más hablan los mandamases castristas de fortalecer y privatizar la empresa estatal socialista? ¿Reformas proto-capitalistas asesoradas por un think tank conservador que lleva el nombre de un premier zarista que, aunque emprendió reformas en la agricultura rusa, se opuso ferozmente a toda liberalización política y fue un represor tan sanguinario como ministro del Interior, que se decía que a los que ahorcaban les ponían “la corbata de Stolypin”?

¿No sería el socialismo de mercado chino o el vietnamita más afín con el discurso socialista al que se mantienen aferrados los mandamases del neocastrismo? Con este golpe de timón a la derecha, ¿qué será de la irreversibilidad e intangibilidad del sistema socialista que dice la constitución cubana?

No deberían estar consternados con este giro a la derecha los ilusos que todavía esperaban por un socialismo participativo y democrático. Esta jugada putinesca se veía venir. Ahora, los oligarcas en ciernes de GAESA y los burócratas mafiosos cómplices suyos no tendrán que disimular la piñata, ni desgastarse hablando de justicia social y otras zarandajas en las que nunca creyeron.

¿Cómo se sentirán, si los privan del discurso marxista-leninista, los ancianitos retranqueros y demás fósiles de la ortodoxia comunista que quedan en el Comité Central y el Buró Político? Porque ellos no están engañados como el puñado de zoquetes que todavía creen que la Rusia que agrede a Ucrania y aspira a reconquistar su imperio sigue siendo la Unión Soviética.

Ellos saben que Rusia es capitalista, que lo único en común que tiene Putin con los comunistas es el desprecio a la democracia y el odio a los Estados Unidos. Es más, no tienen dudas de que Putin está mucho más cerca del fascismo que del comunismo, y de que es un gran hijo de puta, solo que es su hijo de puta, el que les conviene tener de aliado, problemas ideológicos aparte, a ver si los ayuda a salir del atolladero en que están metidos.

Si la Rusia de Putin va a ser el modelo de las reformas que se proponen emprender los mandamases de la continuidad, ya sabemos lo que viene.

Les cuento cómo será el remake cubano de la película rusa: vendrán las privatizaciones y los militarotes de las FAR y el MININT se meterán a empresarios. Los principales jefazos comunistas se convertirán en millonarios oligarcas que salpicarán a sus allegados y seguirán exprimiendo al pueblo.

El problema es que, a diferencia de Rusia, donde había mucho para robar, en Cuba, luego de 64 años de desastres, apenas habrá qué repartirse en la piñata. Si acaso, poco más que las remesas de los emigrados, el dinero del turismo y de los médicos alquilados. Así que ya veremos.

Luis Cino
Cubanet, 24 de enero de 2023.
Foto: Cartel en La Habana saluda la visita de Vladimir Putin a Cuba en diciembre del 2000. Catorce años después, en julio de 2014, viajaba de nuevo a la isla. Imagen tomada de CubaNet.