lunes, 29 de junio de 2015

Base Naval de Guantánamo: ¿volverán los contratos?


En junio de 1898, Estados Unidos ocupó la bahía de Guantánamo y mediante la imposición de la Enmienda Platt lograron que el 23 de febrero de 1903 se les otorgara el arrendamiento perpetuo del lugar, un área de 117,6 kilómetros cuadrados, de los cuales sólo 49,4 están en tierra firme.

Uno de los argumentos más reiterados sobre este tema por los dirigentes cubanos es la presunta ilegalidad del enclave militar. Presunta porque si bien es cierto que la Base Naval surgió debido a una imposición, en 1934 ambos gobiernos anularon la Enmienda Platt y prorrogaron la permanencia estadounidense mediante un nuevo tratado, que reunió todos los requisitos y cumplió las formalidades exigidas por el derecho internacional, no existiendo ninguna causal de nulidad.

¿De qué ilegalidad hablan entonces los comunistas? Cuando se habla del papel jugado por Estados Unidos en Guantánamo, nunca se dice que el poblado de Caimanera existe gracias a la Base Naval ni se mencionan los aspectos positivos que ese enclave militar ha traído para Cuba.

En una entrevista concedida al periódico Juventud Rebelde, el historiador de la ciudad, Eusebio Leal, reconoció que antes de 1959 la Base fue una fuente de empleo para miles de cubanos y caribeños y tuvo una beneficiosa influencia económica. Según sus palabras, en los años 50, aportaba a Guantánamo no menos de 21 millones de dólares anuales, una cifra extraordinaria en cualquier época.

Con posterioridad a 1959 se redujo drásticamente la contratación de personal cubano, que se mantuvo hasta pocos años atrás. En la década de 1990, la Base se convirtió en campamento para los cubanos que se lanzaron al mar durante la crisis de los balseros y en estos 56 años de gobierno comunista, ha sido un refugio seguro para miles de compatriotas.

Las recientes conversaciones entre Estados Unidos y Cuba ha recolocado el tema de la Base en el colimador de los cubanos, sobre todo entre los que vivimos en esta zona del país.

Numerosos descendientes de trabajadores de la Base podrían recibir cuantiosas sumas de dinero que permanecen congeladas en bancos estadounidenses debido al embargo. También se especula acerca de que la Base se convierta nuevamente en una fuente de empleo para los guantanameros, algo que sería muy saludable para una de las provincias más abandonadas y pobres del país.

Entre febrero y marzo de este año, realicé una encuesta a 111 guantanameros. La tercera y última parte estuvo dedicada a la Base Naval. Al respecto, 50 de los encuestados (45.04%) consideraron que la Base ha tenido una influencia económica favorable en la ciudad, mientras 60 (54.05%) opinó lo contrario. Un encuestado prefirió no responder.

Al ser preguntados si desean que los norteamericanos devuelvan la base sin que se produzcan cambios políticos en Cuba, 57 (51.35%) respondieron afirmativamente mientras que 52 (46.84%) desean lo contrario. Dos encuestados no respondieron.

Con respecto al uso que el gobierno cubano le daría a la base en caso de que fuera devuelta por los norteamericanos, 42 encuestados, (37.83%), estiman que sería militar mientras que 58 (52.25%) consideran que sería civil, señalando entre los posibles usos una zona franca, un centro turístico o una zona industrial. Once encuestados no se pronunciaron.

Acerca de si el pueblo de Guantánamo se beneficiaría con la entrega de la base 59 (53.15%) estiman que sí, mientras 47(42.34%) consideran lo contrario. Cinco no respondieron.

De los 111 encuestados, 106 (95.49%) expresaron que la solicitud de mano de obra cubana por la parte norteamericana sería bien vista por los guantanameros. Sólo 3 respondieron negativamente y dos rehusaron contestar.

A su vez, 98 personas (88.28%) se pronunciaron por la contratación directa y libre en caso de que la Base vuelva a solicitar trabajadores cubanos, lo cual demuestra el rechazo hacia las agencias de empleo del gobierno, las que explotan a los trabajadores al apropiarse de gran parte de los ingresos que les pagan las empresas extranjeras. 104 de los encuestados (93.69%) consideran que si eso ocurriera, tendría un impacto favorable en la ciudad de Guantánamo.

Al preguntarles si verían con agrado la visita de los marines yanquis en la ciudad, 67 (60.36%) respondió afirmativamente, mientras que 41 (36.93%) respondieron negativamente y tres optaron por el silencio.

Según una fuente, en días recientes fue aplicada una encuesta similar a ésta en la Universidad de Guantánamo. Los resultados habrían provocado alarma entre los funcionarios del partido, quienes comentaron que el trabajo político ideológico era muy débil allí.

Ojalá que los gobernantes cubanos escuchen los deseos del pueblo y enrumben al país hacia la normalidad y la democracia.

Roberto de Jesús Quiñones Haces
Cubanet, 11 de mayo de 2015.
Foto: 1960. Marines revisan a obreros cubanos después de éstos terminar su jornada en la Base Naval de Guantánamo. Tomada de Wall Street Journal.

viernes, 26 de junio de 2015

¿Se habla español en Cuba?



Mediodía en La Habana. En un portal de la Calzada 10 de Octubre, dos jóvenes, después de saludarse con un beso en la cara al estilo gangsteril y cruzar sus manos como los ñáñigos de una secta Abakuá, charlan sobre lo que hicieron la noche anterior.

“Qué vuelta, aserecó”, saluda un negro alto con peinado estrafalario y un pañuelo de colorines enrollado en su mano izquierda. “Ahí, tirando mi ambia, a ver qué se pega. Oye, lancha, dónde te metiste anoche”, responde el amigo, con un short a cuadros y el torso tatuado.

“Ah, la que formé con Ranger el enmarañao y Robertico cara e mono. Nos tiramos en la disco con una bola de fula a reventar. Compramos dos cajas de tanque, enfory, un poco de polvo y dos tiras de píldoras. Nos espantamos un yayuyo y dos parkisonil por cabeza. El güiro se nos puso a toa mecha. Cuadré una macri, buti, la pinta de la propaganda del refresco de melón. Pero la perra la tiraba de primera. Mitad mujer, mitad tuerca. Tu sabe cómo e'tu paisano. Le metí to'el di tú por la boca. Le di sánzara toa la noche”, cuenta el prieto gesticulando, mascullando las palabras, casi ladrando.

“Yo andaba en un bisne con Titico el babalao. Luego estuve con el Sapo, que salió de la cana, y nos bajamo una pometa de salta pa’ tra. Me enredé con una enyenica que estaba soltá de humo por el capó. Se la tiré en estéreo. Dos de azúcar y tres de café”, alardea el amigo.

La traducción del diálogo, para los cubanos que residen fuera de la Isla hace treinta años, es más o menos la siguiente: Como estás. Bien, mi socio. Ayer estuve con Ranger el abakuá y Robertico cara de mono. Fuimos a una discoteca. Teníamos mucho dinero. Compramos dos cajas de cerveza, marihuana y pastillas. Fumamos una combinación de marihuana y polvo y tomamos parkisonil. Estábamos en las nubes. Ligué una blanca, gordita. En la cama era de primera. Gasté todo mi dinero con ella. Estuve haciendo el amor toda la noche.

La respuesta del amigo, traducido al castellano sería: Andaba en un negocio con Titico. Luego me encontré con el Sapo, que hace poco salió de prisión y nos tomamos una botella de ron de tercera. Ligué una muchacha que estaba muy buena. Lo hice bien en la cama.

Esa conversación, matizada de palabras obscenas, reproduce un cuadro vernáculo y habitual entre los cubanos de a pie , quienes hablan un español ríspido, entrecortado e incoherente.

Es el hombre nuevo que creó Fidel Castro. El tipo de corte y rasga. Pendenciero en la calle, machista y bullanguero. La colección social que no dice Buenos días y no respeta a las mujeres ni a los ancianos.

Según Noel, filólogo, es la cosecha que estamos recogiendo después del delirio político y la utopía de construir una sociedad diferente.

“Fidel Castro quiso tomar el cielo por asalto. El Señor y Señora fueron sustituidos por compañero o compañera. Las reglas de juego que se instauraron, en las cuales el progreso personal dependía del Estado, lo mismo para optar por un televisor que un reloj despertador, provocaron un ambiente laboral de chivatería. Por cualquier cosa, un colega de trabajo, un amigo o un vecino te delataba en instancias superiores. Se enseñó a odiar, al enemigo y al que piensa diferente. Debíamos disparar bien con un AKM. Pero la moral y la cultura quedaron rezagados a un segundo plano. Ahora, alarmado, Raúl Castro quiere rescatarlos. Me temo que es un poco tarde”, dice el filólogo.

Carlos, sociólogo, ofrece otro ángulo del asunto. “Qué se puede esperar de una sociedad donde sus dirigentes convirtieron la marginalidad y la chusmería en un estilo de vida. En las concentraciones la gente coreaba, Nikita, mariquita, lo que se da no se quita. O, Ae, ae, la chambelona, Nixon no tiene madre, porque lo parió una mona. Consignas y discursos oficiales repletos de agresividad e intolerancia no contribuyeron a formar buenos valores. Un país cuyo líder públicamente se ofendió porque el mandatario soviético negoció con Estados Unidos una salida a la Crisis de Octubre, evitando así un holocausto. La chusmería y la mediocridad fueron alentadas por los gobernantes. Desde los actos de repudio a los que se marchaban del país y a los disidentes, hasta los bailables populares y las pipas de cerveza en los barrios”, comenta el sociólogo.

Noel considera que el español que se habla hoy en Cuba está entre los peores de la América de habla hispana.

“Cuando usted oye hablar a un argentino, peruano, colombiano o costarricense, se da cuenta de hasta qué punto los cubanos hemos degradado el idioma. Se pudiera entender que un latinoamericano pobre y analfabeto hablara incorrectamente el castellano. Pero en un país donde el nivel promedio es de 12 grados y hay un millón de graduados universitarios, resulta patético la manera en que un segmento amplio de la población se expresa. Muchos no dominan más de 500 o 600 palabras y las faltas de ortografía abarcan a los profesionales”, argumenta el filólogo.

No pocos en la Isla se preguntan si hablamos español o cubano.

Iván García
Foto: Ernesto Pérez Chang. Tomada de Cubanet.

miércoles, 24 de junio de 2015

Rafa, Neptuno y los discos de vinilo



Para los que no podemos resistir el deseo inquietante de encontrar el disco de vinilo que buscamos, Rafa nos viene que ni pintado.

Esto de los vinilos es algo más que un afán sonoro: no basta guardar en mp3 o wav ésa o aquella grabación memorable, cincuentenaria o más añeja aún: hay que tener ese redondel vinílico en nuestras manos (a veces difícil, a estas alturas); manosearlo, más bien acariciarlo, admirar -o no- su portada o criticar la contraportada por lo escaso de la información que nos aporta, descubrir lo que tiene que revelarnos, necesariamente.

Rafa es el mago regente que no sólo satisface esa especie de búsqueda delirante, sino que, además, nos fideliza en otras locuras melómanas no menos intensas. Siempre está ahí, a mano y dispuesto. Lo digo no sólo por la céntrica ubicación del tugurio donde tuvo necesariamente que recalar con sus discos a cuestas, sino porque Rafa es algo más, mucho más que un simple comprador y vendedor de discos viejos. Rafa puede olfatear, intuir y llegar a sensibilizarse con tu deseo, y también dejarte de piedra, desde su humildad invencible y con voz de susurro, con lo que sabe acerca de los discos.

Rafael Jiménez Cardines es un hombre culto, de modales auténticos, ajenos a la cortesía impostada y excesiva con que te abruman en muchos negocios de escasa data. Economista de profesión, santiaguero de nacimiento y orgulloso de la herencia recibida de su padre, el amor por la música le hace asumir su negocio como una profesión de fe.

Algún que otro escéptico -o no enterado- le ha comentado algo así: “Ya pasó el CD, llegó el mp3 y por el mundo todo está ya en iTunes y Spotify sin necesidad de ningún soporte, sólo un reproductor. ¿Por qué te empeñas en mantener este negocio? ¿Es rentable comprar y vender esos discos viejos?”.

Sin titubear, Rafa responde: “La mayoría de los catálogos de los sellos disqueros más importantes a nivel mundial está ya digitalizada, pero no todo lo que se grabó hace 40, 50, 60, 70 años lo está. Y en el caso de la música cubana, muchísimas grabaciones de los 60 y hasta que se introdujo en Cuba el CD no lo están. No importa el soporte que esté de moda, ni lo que venga más moderno: estos discos siempre se van a vender, en el mundo entero hay tiendas especializadas en su compra y venta, tienen su mercado asegurado en el coleccionismo, la conservación y las investigaciones y también, y -no menos importante-, en aquellos que no sólo ven en el disco negro una fuente de sonidos, sino también un objeto portador de nostalgia, asociado a alguna etapa o a algún recuerdo de sus vidas”.

Y tiene razón. En el transcurso de los primeros 60 años del siglo XX, en Cuba no sólo los sellos discográficos foráneos más famosos (Victor, Decca, Brunswick, Columbia en las primeras décadas y RCA Victor, Seeco, Montilla y otros, después) registraron el curso y la vida de ritmos, cantantes, dúos, tríos, solistas, conjuntos y orquestas que hicieron la música cubana de entonces.

En décadas posteriores surgieron casas discográficas cubanas, con un enorme éxito y una gran responsabilidad en el registro de lo que en esos años ocurría musicalmente en el país: Panart, Puchito, Kubaney, Gema… Y después de 1960 (en un período coincidente con la aparición del casete y hasta la irrupción del CD), el sello Areíto produjo en su inmensa mayoría los fonogramas que salieron en Cuba en formato LP y discos de 48 rpm.

Muchas zonas de esa música cubana permanecen todavía asequibles solamente en un disco negro, ya sea long play (LP) o en placas de 78 y discos 45 rpm. Muchas son las personas que nutren los grupos de coleccionistas o simples melómanos que siguen prefiriendo escuchar esos viejos soportes. Así han impedido la muerte del vinilo, al tiempo que han propiciado su pacífica convivencia con el CD, con los más recientes reproductores y dispositivos de almacenamiento en formato digital y hasta las ya establecidas plataformas de escucha (streaming) y descargas (download) de música.

Aunque a todo -o casi todo- se acostumbra una, la primera vez que fui en búsqueda de los discos de Rafa, me sobrecogió lo que vi no más pararme en el umbral de la tienda Seriozha -tal es el nombre actual de la otrora y probablemente resplandeciente tienda Waterloo, que, con la lejana sovietización de nuestras vidas, quedó rebautizada con tal diminutivo-, destinada por algún designio divino a acoger a los vendedores por cuenta propia que encontraron acomodo en ella sin diferenciar la actividad a la que dedican sus esfuerzos mercantiles.

Cuando entras, luego de sortear tuberías, herrajes sanitarios, artículos de manicure y tocador, útiles de carpintería, hilos y agujas, bisutería barata, piñatas y artilugios para fiestas infantiles y todo lo que puedas imaginar, recorres el pasillo central y al final vislumbras algo diferente: un amasijo polícromo y organizado de discos de vinilo, perfectamente colocados en cajas protectoras que a la vez permiten, con códigos que sólo Rafa conoce, la búsqueda rápida o su resguardo oportuno en previssión de cualquier pérdida, daño o contingencia.

Y junto a ellos, o más bien entre ellos, te recibirá la sonrisa de quien se siente el anfitrión de una fiesta. Rafa reina en Neptuno, y más exactamente en el número 408 de esa calle, entre San Nicolás y Manrique, Centro Habana. Son las señas del micromundo que habita desde las once de la mañana hasta que van llegando las cinco de la tarde y donde ejerce de mago gentil y solícito, adivino previsor y seguro.

A veces hace diagnósticos como si fuera un médico, en su afán de no ofrecer un disco que podría estar dañado o ser inservible. Y aunque no sea su intención, también ejerce de sabio. Conoce como pocos los entresijos de la discografía comercial cubana y maneja con igual rigor sus datos, números oficiales y el anecdotario que los adereza.

Con una memoria de vértigo, Rafa puede decirte cuántas ediciones tuvo aquel disco de Los Van Van, cuáles de los tracks del único disco de Freddy vieron la luz primero en formato de 45 rpm o en qué discos aparece la segunda generación de Irakere. Te aclara la relación de génesis entre Guaguancó Matancero y Los Muñequitos de Matanzas, cuántos vinilos grabó La Sonora Matancera en Cuba, de cuántos fonogramas se compone la discografía de este o aquel cantante, y en qué disco está aquella canción que te gusta tanto y que persistes en hallar.

Sobre la discografía extranjera que circuló en la isla en discos de vinilo, Rafael puede ser una buena fuente. Y lo hace fuera de toda pose, como quien ve natural el manejo de un conocimiento sobre un tema específico. El dominio de su negocio y su promoción desde una responsabilidad loablemente cultural.

Con igual cortesía y pericia lo he visto tratar lo mismo a un melómano empedernido, un simple comprador advenedizo, un vendedor desesperado que a una estrella de Hollywood. Con quienes escribimos e investigamos sobre música se esmera en sernos útil y su ayuda termina siendo de gran valor, lo que, al menos para mí, resulta sumamente meritorio, sabiendo que la compra y venta de discos de vinilo es de lo que vive.

Rafa no es solo un vendedor de discos. Asiste a conciertos y eventos, frecuenta reuniones de coetáneos cuyos gustos musicales son coincidentes y confiesa que, aunque escucha toda la música que se le ponga por delante, de todos los géneros y procedencias, tiene una preferencia muy especial y nostálgica por el rock en español de finales de los 50 e inicios de los 60, citando nombres poco comunes al oído de los que hoy caminamos por La Habana: Luis Bravo, Tony Escarpenter, Luis Aguilé y Jorge Bauer, junto a la música brasilera, los tangos, los corridos de la revolución mexicana, el bolero y la música norteamericana en general.

“Disfruto cuando logro encontrar un disco que sé que es importante para algún cliente. Disfruto cuando, con esmero y paciencia, logro devolverles una imagen aceptable a los que por años permanecieron en la desidia y el olvido de sus antiguos propietarios. Disfruto cuando puedo satisfacer el pedido o la curiosidad de un cliente. En definitiva, más allá del aspecto económico, sé que culturalmente todo eso es importante”, asegura Rafael con total convicción.

Si hay calor o si no hay luz en la tienda Seriozha, Rafa no deja de ser un encantador de serpientes: su conversación te atrapará, le comprarás un disco -o no- y se hará el milagro de que te sientas cómodo entre tanta música prensada, tanta sonoridad prometedora, tanto calor y tanto polvo.

Y en este punto es en el que te invade la convicción de que Rafa y sus discos merecerían un sitio mucho mejor para convivir que la inefable tienda Seriozha. Porque en los predios de Rafa, habita siempre la música, esa que aún tiene muchísimos secretos que revelarnos y que, atrapada en un vinilo, con scratch asegurado, puede acercarnos a sonoridades desconocidas o a otras que, por sabidas, son demasiado amadas como para dejarlas desaparecer.

Por eso, Rafa precisaría de otro sitio para su reino de vinil.

Texto y foto: Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la música cubana
20 de abril de 2015

lunes, 22 de junio de 2015

Cosas que viví en La Habana


Estuve en La Habana en 1990, quizá una quincena. Al cuarto de hora de llegar la ciudad era como mi casa, o así me trataban los cubanos. De tú, rápidamente, de compañero, enseguida; fue enseguida como un abrazo caliente, pero no siempre era así. La mayor parte del tiempo el abrazo fue caliente, pero también pude notar el frío.

De aquella experiencia publiqué un texto en El País entonces. Qué tal en Cuba. Al volver, la gente me preguntaba: “¿Qué tal en Cuba?”, y así titulé mi relato de lo que allí había vivido.

Cuba ejerce, ha ejercido, siempre seguirá ejerciendo, una enorme fascinación sobre los que conocen su historia, sobre los que han leído su literatura, sobre los que han vivido allí, sobre los que hayan escuchado contar cómo es de día, de noche y en sueños.

Cuba es una fantasía y también es una realidad triste: lo es para muchos que han sufrido por ser cubanos, o siendo cubanos, y no han podido vivir allí, los que han debido irse, los que no han podido volver, los que viven apenados la falta de libertad para haber sido siempre cubanos y libremente cubanos.

Cuba es un dolor para muchos de los que la aman; cualquier resquicio que la lleve a respirar es también una señal de felicidad, aunque sea pequeña, para los que le deseamos el bien, por su historia, por su gente, por su literatura, por su arte. Por la energía con la que marcó el siglo XX, también en los tiempos oscuros, o sobre todo a partir de los tiempos oscuros. Cómo ese gran lagarto le dio tanto al mundo, de dónde le viene esa pasión, qué artilugio tiene en su ser esa isla para resultar luminosa incluso cuando está apagada.

Siempre me acompaña esa invocación que Guillermo Cabrera Infante, su gran escritor, puso al frente de Tres tristes tigres citando a Lewis Carroll: de qué color es la luz de una vela cuando está apagada. Cuba es la luz de una vela cuando está apagada.

Por esa energía, por todo ello fui a Cuba, acaso para encontrarme de nuevo la atmósfera de aquel libro de Cabrera Infante; pero ese libro luminoso se cerró como una página y ya Cuba vivía en un capítulo distinto de otro libro en el que la luz se había hecho melancolía, rumor del mar habitado por las sombras.

Todo lo que viví allí esos días lo tuve en mi mente durante muchos años, como si no me hubiera ido jamás de la isla; pero la primera decisión que tomé, al irme de Cuba, después de haber visto lo que vi allí, fue la de no regresar, al menos hasta que los ciudadanos que eran como yo, pero eran cubanos, no pudieran hacer allí lo mismo que podía hacer yo.

No era una cuestión ideológica, ni de cualquier otro carácter: era una repugnancia sincera a lo más grosero de la discriminación de los seres humanos en nombre de una omnipresente invocación a las amenazas que el visitante, cualquier visitante, representaba como parte de una conspiración internacional contra la seguridad y la independencia de la isla.

La Habana es fascinante, lo son sus gentes, sus calles, los bares y el mojito, el café e incluso la falta de café en los cafés, pero aquello fue lo que me impidió el regreso: la sensación de que ninguno de los que me recibió o habló conmigo, de la vida, del periodismo, de la literatura, podía hacer lo mismo que estaba al alcance de un extranjero como yo. Ese mero hecho no era tan simple de traspasar en La Habana (y en los otros lugares a los que fui): formaba parte de ese muro invisible que no podías cruzar tú hacia los otros ni que los otros podían cruzar hacia ti.

Cuando me fui de Cuba pasó algo que muchas veces he citado como simbólico de aquella situación, acaso la metáfora más tierna y más cruel que ilustra ese suceso atosigante que representaba tal discriminación. Estábamos en el aeropuerto, esperando la salida; un hombre mayor, un cubano que seguramente no había viajado antes en avión, esperaba como yo en la sala de embarque.

Él estaba sobre las baldosas negras y yo estaba sobre las baldosas rojas; sólo nos separaba el color, no había ni rampas ni cintas que interrumpieran nuestros pasos para encontrarse. Y el hombre se dirigió a mí preguntándome, como si nosotros estuviéramos en el otro mundo: "Perdone, ¿está permitido que yo pase a ese sitio donde está usted?".

Invité a amigos a lugares a los que yo podía entrar, como mis amigos igualmente extranjeros, y ellos no podían acceder; se les negaba el salvoconducto en su propia ciudad, en su propia tierra, en su propia isla; lo aceptaban ejerciendo un humor indudable, se reían de las prohibiciones, que eran múltiples; se reían, pero no las podían sobrepasar. Al final, aquella lucha tranquila entre los que prohibían y los prohibidos parecía una película de la guerra fría con guion de Billy Wilder.

También se parecía al relato, real y lleno de sarcasmo, que el mexicano Jorge de Ibargüengoitia escribió tras su primer viaje a la isla, para recibir un premio, cuatro años después de la victoria de la revolución. Ibergüengoitia escribió Revolución en el jardín (publicado aquí por Reino de Redonda); no era sarcasmo ni burla: era la relación de lo que el autor de Maten a León descubrió allí. En medio del glamour de los primeros años ya estaba creada una enorme trama burocrática que convertía la revolución en un terreno abonado para una tragedia que conllevó tanta víctima desde aquel tiempo.

Durante esa estancia, acaso el enredo más chungo, como decimos en España, se produjo una tarde en la Marina Hemingway, donde invitamos a un grupo de amigos, importantes escritores cubanos, reconocidos y nunca repudiados por el Gobierno. Ellos no llegaban a la cita, hasta que se hizo tan tarde que creí oportuno llamar a recepción. Ellos estaban allí, desde la recepción me confirmaron sus nombres y sus apellidos, pero eran cubanos, no podían acercarse, no podrían compartir la cena a la que les habíamos invitado. Convencí a los guardianes de la importancia de los retenidos, y al final estos pasaron. Con ellos vinieron también un corresponsal español y una periodista cubana.

Al cabo de unos días, el corresponsal fue expulsado de Cuba, por mantener contactos prohibidos con gente del interior. Había sido, obviamente, acusado por la mujer que lo acompañó esa noche, que era miembro de la seguridad del Estado, probablemente figuraba entre los guardianes del comandante. Menos de diez años más tarde esa mujer trabajaba en Madrid para un diario conservador español y luego se integró al exilio de Miami.

Una de esas tardes en que la convivencia cálida parecía convocar la franquicia de las puertas se me acercó una televisión canadiense; buscaban reflexiones extranjeras sobre lo que sucedía en Cuba, qué tal en Cuba. Me pusieron el micrófono y dije lo que pensaba. Después, un hombre de traje oscuro se acercó a mi oído. “¿Te conocemos de algo?”. Un día, yendo hacia una playa social, paramos el coche e hicimos fotos. Al cabo de unos minutos, un jeep del ejército paró junto a nosotros. Ahí no se pueden hacer fotografías. ¿Dónde está el letrero que lo prohíbe? Ahí está, dijo el muchacho, “pero no se ve por la yelba”. Nos llevaron detenidos al cuartel en el que parece que habían tenido a Ochoa, y al final un chasquido de dedos de un superior nos libró de una detención más larga.

Cuando me fui aún no había leído el libro Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto, la historia amarga de su relación de amor y desencanto con la isla cuyos dirigentes le habían pedido que denunciara a sus padres.

Cuba es un dolor; mientras vea un resquicio por el que le entre la luz a sus sombras sentiré que ese dolor se alivia, y si se alivia será mejor, y será bueno, incluso para aquellos a quienes parece que la herida no se le va a cicatrizar nunca. Aunque amanezca otra vez en La Habana la luz que buscaba Cabrera Infante en el más luminoso de sus libros.

Juan Cruz
El País, 15 de enero de 2015.
Foto: Atardecer en La Habana. Tomada del blog Habanero 2000.

Nota.- En su crónica, Juan Cruz (Canarias 1948) no relaciona su viaje a Cuba con el inicio del 'período especial', una etapa a la que en este blog le hemos dedicado bastante espacio, como la serie de 10 posts titulada El período especial fue del carajo. También unos hemos publicado unos cuantos escritos sobre La Habana, entre ellos Reportaje a pie de calle (TQ).

viernes, 19 de junio de 2015

La encrucijada del béisbol cubano



Repasemos los sucesos. Alfonso Urquiola, exitoso manager de Pinar del Río, develó a un bloguero oficialista el entramado de corrupción, nepotismo y caudillismo que corroe a la Federación Cubana de Béisbol.

Nada nuevo que no se sepa de una institución tras bambalinas controlada por Antonio Castro, hijo del comandante y von vivant de la burguesía verde olivo.

Hace tiempo que la pelota local es un nido de sinvergüenzas. Con managers como Víctor Mesa, quien con métodos ortodoxos dirige una novena al estilo de un escuadrón de soldados.

En un antro de chanchullos y trapicheos, la honestidad de Urquiola siempre es bienvenida.

Una fuente que labora en la Comisión Nacional de Béisbol cuenta que “aquello está jodido. Es un nido de ratas y pícaros. Lázaro Vargas, por ejemplo, aprovechó su puesto como director de Industriales para que le concedieran un auto nuevo y una casa. Ahora, con la posibilidad de contrataciones en el extranjero, los funcionarios y entrenadores cuadran por debajo de la mesa futuras operaciones. Hay preparadores que le hacen llegar perfiles de jugadores noveles a los scouts de Grandes Ligas. El dinero tiene desquiciada a esa pandilla”.

En un país donde los rumores a veces tienen más credibilidad que las noticias oficiales, el comportamiento de estrellas como Yulieski Gourriel ha provocado numerosas suspicacias en el mundillo beisbolero.

Yulieski jugaba en la liga profesional japonesa y alegando una lesión, incumplió su contrato. Es cierto que en el tramo final de la temporada sufrió un desgarro muscular.

Pero lo razonable era marchar a Japón para que los médicos de su equipo lo auscultaran. Ha sido muy sospechoso que dejara de cobrar un salario millonario.

Según las nuevas normas instauradas en el otoño de 2013, los deportistas cubanos se quedan con el 85% del salario. Se les descuenta un 10% de impuestos y una gabela del 4% que cobra Cubadeportes.

Después del gravamen en Japón, Yulieski cobró alrededor de 800 mil dólares el año pasado. A sus 30 años, en el mejor momento de su carrera y, hasta donde se sabe, un pelotero disciplinado, solo jugosos intereses financieros pueden provocar incumplir un contrato.

Diario de Cuba indagó con entrenadores y jugadores de La Habana sobre el caso Gourriel. “Yulieski tiene una categoría especial dentro del equipo. En una de las subseries que se jugó en la región oriental, no viajó en ómnibus con el grupo. Lo hizo en el avión presidencial que se estaba probando para los viajes de Raúl Castro al extranjero. Yulieski es novio de una nieta de Raúl. Según se comenta, hay un pre contrato fabuloso en la MLB, solo están esperando que Obama autorice a contratar jugadores cubanos que residan en la Isla”, aclara un pelotero.

Para alimentar el suspense, en su cuenta de Facebook Gourriel comentó que a lo mejor llegaban buenas noticias en los próximos meses.

“Cualquiera que deja de ganar un salario elevado estuviera deprimido. El ‘Yuli’ anda como si nada. Es evidente que algo se cocina entre bambalinas. Por nada del mundo yo perdería un contrato millonario en el extranjero”,confiesa un jugador capitalino.

El culebrón de Yulieski crece como una bola de nieve. Y deja muy mal parado a la Federación local. En 2014, Alfredo Despaigne tuvo que rescindir su contrato por utilizar un pasaporte falso.

“Con esos truenos, más la poca seriedad para negociar y cumplir los contratos, los dueños de equipos en la MLB tienen que ser previsores. Esta gente (los federativos beisboleros) te dejan colgado de la brocha en cualquier momento”, opina un funcionario de la comisión provincial de béisbol.

El embrollo y el disparate no menguan. Yusnier Díaz, 18 años, con promedio de 348 y un desempeño soberbio al campo no fue proclamado novato de la temporada por haber viajado a Ecuador.

“Es una falta de respeto lo que hicieron con Yusnier. ¿Qué tiene que ver que se haya marchado? Con la nueva estrategia se pensaba despolitizar a los otrora desertores. Pero Díaz, al igual que Joan Moncada, se fue del país de manera legal. La comisión de pelota anda perdida”, señala un entrenador de una selección municipal.

El desfase de la Federación es monumental. No acaban de diseñar un calendario que concluya justo antes de comenzar la Serie del Caribe.

Otro tema que se debate entre fanáticos y especialistas es el sobreuso a que están sometidos los peloteros cubanos.

Alfredo Despaigne lleva dos años jugando pelota sin descansar. Recién concluida la temporada, Héctor Mendoza se incorporó a su novena en Japón. En sus contratos está estipulado que pueden integrar la selección nacional si así lo estiman los federativos de la Isla.

“Si quieren cortar el bacalao con la MLB, tendrán que cambiar las normas. Es difícil que un dueño de Grandes Ligas libere a un pelotero en plena temporada para que juegue los Panamericanos u otra competencia de poco rango. Luego viene la claúsula de la MLB de fatiga extrema. ¿Tú te imaginas a Yasiel Puig, después que termine en octubre con los Dodgers reintegrarse a jugar con Cienfuegos? Es una locura”, argumenta un preparador de pitcheo de categorías infantiles.

Las estrategias de los mandarines que rigen el deporte de la bola y los strikes en Cuba resultan incoherentes. Desde el calendario con 16 equipos, hasta una política de contrataciones que solamente ha logrado inscribir tres peloteros en una liga de calibre como la japonesa.

Mientras, los jugadores siguen optando por saltar la tapia.

Iván García

Foto: Yulieski Gourriel Castillo (Sancti Spiritus, 1984), de cuando jugó en Japón con el Yokohama DeNa BayStars. Tomada del blog Zona de Strike.

miércoles, 17 de junio de 2015

Jackie Robinson siempre fue el mejor de su clase


La mejor temporada de Jackie Robinson en su carrera de 10 años en las Mayores tuvo recompensas. Era 1949, en su tercera campaña con los Dodgers de Brooklyn, no había pasado suficiente tiempo como para despejar las rabias en su contra.

Más rabia aún debió haberle dado a quienes promulgaban la superioridad de una raza que un hombre negro se convirtiera en campeón bate de la Liga Nacional con .349, además de liderar la casilla de robos con 37.

El 12 de julio de aquel año, Robinson había comenzado el Juego de Estrellas por la Liga Nacional como su segunda base, para ser el primer negro en hacerlo. En aquella ocasión se fue de 4-1, con doblete y tres anotadas.

Robinson ya había sido primero en otros renglones. El 18 de abril de 1946 se había convertido en el primer pelotero negro en romper la barrera racial, lo que no sólo le abrió el camino a los grandes atletas marginados en la gran carpa, sino que ayudó a cambiar los derechos civiles en Estados Unidos.

En 1997 fue el primero y el único en la historia con su número retirado en todo el béisbol de las mayores. Antes había coleccionado otros hitos, como el haberse convertido en el primer negro que trabajó como analista de juegos de televisión, así como el primer vicepresidente de esa raza en una corporación.

En 1949 fue el primer negro en ganar el premio al Jugador Más Valioso, así que el 24 de enero de 1950 fue premiado por Branch Rickey, quien le convirtió en el jugador con el mejor contrato en toda la historia de la franquicia. Ese día le dieron un contrato de un año por 35 mil dólares, en un equipo donde estaban Roy Campanella, Duke Snider, Gil Hodges, Pee Wee Reese y Don Newcombe.

De tanto marcar hitos, la historia de Jackie Robinson se hizo sencilla y a su vez le hizo sencillo el camino a la inmortalidad. El 24 de enero de 1962, se convertiría (¿cómo no iba a ser él?) en el primer negro en el Salón de la Fama.

Robinson es uno de los mejores ejemplos para ilustrar lo que representa una lucha continua en la búsqueda de las metas. Fue estrella en cuatro deportes durante sus años de estudiante, pero jamás pudo obtener una beca, por lo cual en 1941 se vio forzado a dejar sus estudios en la Universidad de California, Los Angeles, debido a problemas financieros.

Previo a su debut en las Mayores, había tratado de convertirse en un jugador del más alto nivel, cuando hizo una prueba con los Medias Blancas de Chicago, en 1942. Ese mismo año fue reclutado para servir en el ejército de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. En 1944 fue dado de baja y comenzó a jugar béisbol en las Ligas Negras.

La realidad es que Jackie no fue el mejor de los peloteros de todas las Ligas Negras, pero era quien tenía mejor preparación para resistir todas las presiones a las cuales se le sometió.

En 1962, con 124 de los 160 votos (77,5%), Jackie Robinson fue elevado al Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown.

Iván González Romero
Diario las Américas, 23 de enero de 2015.
Ilustración de J.J. Blanco.

lunes, 15 de junio de 2015

Crónica beisbolera



Ni siquiera a tipos como Yosbel, un apostador de larga data, le interesan los juegos de la serie provincial en La Habana.

“Además que es una pelota muy mala, los resultados siempre son imprevisibles. La base para apostar es que siempre haya equipos machos y hembras. En la provincial las novenas son machos un día y hembra el otro. Los juegos son casi de manigua. Se cometen un bulto de errores al campo y los peloteros están deficientemente preparados. Los terrenos son un asco”, señala.

En la serie provincial habanera participan 16 equipos, uno por cada municipio más la selección juvenil capitalina clasificada para la fase final del torneo nacional sub 18.

Sergio, fanático incorregible a la pelota, aún recuerda aquellos campeonatos provinciales de los años 60, 70 y 80 que se jugaban en La Habana.

“La calidad era muy alta. Y la competitividad tremenda. Ahora los juegos son con balas de fogueo. Pitchers de barrio que no dominan la mecánica y jugadores con pinta de bodegueros. En muchos casos el somatotipo es deficiente. Tampoco ayuda la mala calidad de la pelota, con un forro plástico. Me han comentando algunos lanzadores que cuando intentan tirar una recta de dos costuras la bola se mueve para donde le da su gana. Pero los verdaderos vamos al estadio a ver toda clase de juegos”, comenta.

A pesar que la serie provincial antecede al campeonato nacional, las novenas compiten con una variopinta colección de viejos uniformes y escasos implementos. Y por encima del talento, prima la guapería y violencia en el terreno.

Sería demasiado optimista catalogar como estadio al Cardona, colindante con las barriadas del Mónaco y Casino Deportivo. Las gradas recibieron una mano de pintura barata. El terreno es irregular y los jugadores al campo deben hacer magia para atrapar una bola rodada.

Por falta de baños, los jugadores y el público orinan en cualquier recodo. El fuerte olor a orine nos transporta a Luanda u otra ciudad africana. La tarde en que fui, jugaba la selección de Marianao y el equipo juvenil, el mejor armado del torneo.

Antaño, por ser bisoños, un equipo juvenil siempre quedaban relegados al sótano. Ahora tienen el cartel de favoritos. El año pasado en la etapa clasificatoria, los juveniles ganaron 14 juegos y solo perdieron uno. En lo que va de torneo tienen siete triunfos y un solo revés.

Suelen ganar los juegos por marcadores abultados. Y muchos conocedores del béisbol asisten a los partidos para descubrir futuros talentos.

En esta versión juvenil hay jugadores interesantes. Cualquier ojeador anotaría los nombres de Miguel Antonio Vargas, hijo de Lázaro Vargas, el destituido DT de Industriales; Orlando Martínez, bateador zurdo con paciencia en el home y un sistema de bateo perfecto, o lanzadores como Joan Oviedo, quien a sus 16 años tira rectas para home de hasta 94 millas.

El equipo juvenil le entró por los ojos a Marianao y vencía 10 carreras por cero, despachando líneas y jonrones que no tenían nada que envidiar a sluggers del primer nivel.

En el graderío, los padres armaban su pachanga y alentaban a sus hijos. Por exceso de confianza y varios cambios de jugadores, Marianao se rebeló y fabricó un racimo de ocho carreras en dos innings y puso tensión en el partido.

Entonces el juego se convirtió en una guerra. Familiares de jugadores de Marianao, que tomaban a pico de botella ron de quinta categoría, ebrios y eufóricos, soltaban palabrotas a granel y desafiaban a los parientes del otro bando.

Lázaro Vargas tuvo un careo con el padre de un pelotero adversario tras un desball intencional contra su hijo, que había pegado cuatro hits en el juego.

El espectáculo, modales y lenguaje chabacano eran más cercanos a una prisión de alta seguridad que a un encuentro deportivo. Solo había dos árbitros en el terreno y aquello amenazaba convertirse en un motín.

La policía brillaba por su ausencia. Los peloteros de cada banca acariciaban sus bates y todo presagiaba combate. A duras penas terminó el juego a favor de los juveniles, con carreras que llegaba a saco y marcador de 15 por 14, más de polo acuático que de béisbol.

Ya en la calle, varios jugadores se increpaban unos a otros y voló uno que otro gaznatón de parientes iracundos.

“Ojala la gente en Cuba tuviera esa rabia para reclamar sus derechos. En cada partido que asisto siempre hay problemas. El público la coge con Lázaro Vargas por su pésima actuación con Industriales. Y les gritan ofensas a jugadores juveniles que son casi niños. Lo peor es que peloteros establecidos, ya hombres, intentan meterle miedo arrimándole la pelota y jugando de manera violenta. Algunos de ellos ven en estos muchachos un peligro a su titularidad en Industriales”, acotó el padre de un lanzador abridor del equipo juvenil.

Por falta de transporte, en muchos equipos los jugadores deben asistir al partido por sus propios medios. Hace un par de años se suspendieron varios juegos por falta de pelotas y bates.

Peloteros de nivel como Rudy Reyes o Alexander Malleta se ven obligados a jugar para cobrar los mil pesos mensuales que les pagan desde 2014.

El torneo tiene más de relajo que de seriedad. Carlos Tabares, veterano jardinero central, que juega con Playa, se desempeña en tercera base. Las chanzas en las gradas son subidas de tono.

“Qué clase de película. Tabares tiene menos brazo que un manco. De verdad que esta serie provincial es de apaga y vámonos”, señaló un aficionado en un juego posterior, en el terreno numero uno de la Ciudad Deportiva.

Y lleva razón. Salvando algunos jóvenes peloteros que pintan en grande, la serie provincial parece un circo. Con temperaturas que rondan los 37 grados es mejor quedarse en casa.

Iván García
Foto: El pelotero Carlos Tabares (La Habana 1974), con gafas, con el músico Cándido Fabré (Santiago de Cuba 1959). La foto es de 2011 y fue tomada de Zona de Strike.

viernes, 12 de junio de 2015

¿Cómo pueden aumentar los precios si la producción agropecuaria subió?



Los cubanos están muy disgustados con los precios de los productos agropecuarios. Y no solo por eso. También está inconformes porque sus ridículos ingresos no les alcanza para vivir.

El régimen lo sabe, y también lo reconoce, como lo demuestra lo planteado en la Comisión Parlamentaria de Asuntos Económicos en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde se dijo que "la población muestra su inconformidad por los precios extremadamente altos de los productos, en comparación con los salarios de los trabajadores" (Juventud Rebelde, 18.12.2014).

Sabiendo eso, se ordena a los periodistas oficiales entretener a la sociedad, tratando de darle una explicación al asunto y sembrando esperanzas, pero solo en lo que se refiere al sector agropecuario, donde las culpas pueden rastrearse entre muchos sospechosos. Porque no es conveniente tocar la cuerda de los desmesurados precios de las tiendas en divisas, ascendentes a más de cuatro veces el costo de adquisición y que tienen un único culpable: el Estado.

Los resultados del año 2014 en el sector agropecuario se convirtieron en un rompecabezas para los periodistas oficiales. La información que recibieron supone que la producción se incrementó notablemente, en 13.3%, la más alta en la última década.

Pero contrario a lo que se supone que pase en cualquier economía del mundo, los precios para quienes consumen estos productos, se elevaron al doble del aumento de la producción, o sea en un 27% (Juventud Rebelde, 29.3.2015).

Aunque se hace referencia al problema de los ingresos de la población, todo se circunscribe al salario medio y sus sucesivos incrementos, pero no se aborda la cuestión esencial, y es que esos ingresos alcanzan apenas unos 20 dólares mensuales (recientemente, el sitio de estadísticas por países Nation Master, situó a Cuba en el último lugar del mundo en cuanto a salario medio mensual, con 25 dólares).

Y mientras esto no se resuelva, se continuará tratando de ensayar disquisiciones que no explican nada

Arnaldo Ramos Lauzurique
Martí Noticias, 22 de abril de 2015.
Foto: Uno de los muchos carretilleros particulares que por toda la Isla venden frutas, hortalizas y viandas. Tomada de Martí Noticias.

miércoles, 10 de junio de 2015

La escasez perenne de alimentos en Cuba



Desde que tomó el poder el 31 de julio del 2006, Raúl Castro ha intentado revitalizar la producción agrícola. Pero nada. El descomunal e ineficiente Ministerio de la Agricultura no logra que la gente cene carne de res, coma malanga o pueda adquirir frutas y vegetales a precios asequibles.

De nada ha servido arrendar la tierra para aumentar las cosechas. Pagar tres pesos por cada litro de leche. O subir los precios de compra a la producción de los campesinos privados. Es un problema estructural. Nunca, ni aún cuando la antigua URSS gastaba miles de millones de rublos en subsidiar a la economía cubana, el asunto de la alimentación ha sido resuelto.

Con cierta reiteración, a Fidel Castro le gustaba recordarnos que era un experto en materia agrotécnica. Desde los primeros años de revolución, invirtió tiempo y recursos en aumentar la producción agrícola y ganadera.

A Francia mandó a buscar un entendido en ganadería como Andrés Voisin. Quería que el francés aplicara en el trópico su tesis del pastoreo racional. El entonces joven y presuntuoso comandante aseguraba que Cuba recolectaría tal cantidad de malanga que podríamos exportarla.

De los cítricos decía otro tanto. En el Valle de Picadura, en las afueras de La Habana, diseñó inmensas vaquerías con aire acondicionado, donde el guerrillero se dedicaba a cruzar el ganado para obtener ejemplares superiores que produjeran mayor cantidad de carne y leche.

No creo que otro presidente en el mundo se haya involucrado tan a fondo, y con tan pésimo resultado, en el problema de la alimentación de su país.

Sembró café por toda la isla. Introdujo nuevas y más resistentes variedades de caña. Le dio por sembrar fresas, uvas, melocotones y manzanas en una zona montañosa de Sancti Spiritus con un microclima especial.

A pesar de los sucesivos fracasos, Castro no desistía. Ya en los 90, sin el subsidio de Moscú, construyó medio centenar de campamentos agrícolas para sembrar una variedad de plátanos a la que llamó 'microjet'. Pero era el plátano burro o fongo, como le dicen en las provincias orientales. Estaba tan refocilado con la abundancia de plátanos, que ordenó imprimir libros de recetas, para que las amas de casa aprendieran a cocinarlos de diferentes maneras.

Una noche, pidió a sus asesores que por avión le enviaran Mc Donald's auténticas. Quería compararlas con unas hamburguesas que él había creado y bautizado con el nombre de Zas. Después de probar las de Estados Unidos, dijo que las cubanas eran superiores. Las Zas se vendían en cafeterías reconvertidas en hamburgueserías en La Habana, a dos por persona.

En Argentina adquirió cientos de máquinas de frozen. Ya en Cuba, fueron dedicadas a la elaboración de helados sin leche, a base de concentrados de limón, naranja o toronja. Entonces dijo que los cítricos aportarían las dosis de vitamina C necesitadas por las personas. Era tanta su pasión por la tierra y el ganado, que tenía cosechas de frijoles, vacas, búfalas, fábricas de quesos y helados en su vasta propiedad conocida como la Zona 0.

A Fidel Castro también se debe el destrozo de la industria azucarera. Si algo siempre supieron hacer bien los cubanos, fue cosechar caña y producir azúcar. La producción en estos años es comparable con las zafras de principios del siglo XX. De ser 'la azucarera del mundo' Cuba pasó a importar azúcar.

El número de cabezas de ganado se ha reducido al mínimo. Les doy un dato: ilegalmente se sacrifican más reses en los campos cubanos que en los mataderos del Estado. Todos los proyectos del otrora comandante en jefe culminaron en pura astracanada. Hoy no tenemos vacas, ni leche, ni café, ni plátanos, ni carne de res, ni pescados ni mariscos.

Su hermano Raúl sabe que la comida es una bomba de relojería. Si el régimen pudiese atiborrar los mercados de alimentos, podría gobernar más cómodamente a una población con la barriga llena. Pero ni a trancas logran sacar frutos de la tierra. Cuba gasta casi mil 500 millones de dólares anuales en la compra de alimentos. El plan de Castro II es reducir las importaciones.

Además, las medidas puestas en práctica son incompletas. Arrendar la tierra por 10 años y prohibir al que la trabaja construir su vivienda en el terreno alquilado, es una estupidez mayúscula. Lo ideal sería arrendar la tierra por 90 años o más. Y que los campesinos puedan levantar allí sus casas.

Si el régimen desea que los precios de los alimentos caigan en picada, debería clausurar los centros estatales de acopio. Son antros de burócratas corruptos. Embriones de mafias que a su antojo manipulan los precios. Los robos y fraudes en esos centros son millonarios. El propio Raúl Castro reconoció que en los agromercados habaneros hubo un desfalco de 12 millones de pesos.

El precio ridículo que el Estado paga por los productos no incentivan a los guajiros a tener grandes cosechas. Quienes trabajan la tierra prefieren vender su producción a intermediarios particulares, porque les ofrecen mejores precios. Otra traba es la imposibilidad de los propietarios de vender sus animales. Solo pueden hacerlo al Estado, que paga menos de 10 pesos convertibles por una vaca. La solución es degollarla y aparentar que fue un accidente. O hacer un trato con matarifes de la zona, para que por la noche sacrifiquen reses y luego reportarlo como hurto.

Las leyes absurdas invitan a las trampas. Si el gobierno creara mercados mayoristas, disminuirían los precios de los alimentos elaborados que ofertan los trabajadores privados. Si hace 5 años una pizza costaba entre 5 y 7 pesos en la capital, actualmente cuesta entre 12 y 15 pesos, la más barata. Un vaso de jugo natural de dos pesos subió a tres. El refresco instantáneo, de un peso se elevó a dos. Y los salarios... bien, gracias.

El General Castro sabe que la escasez de alimentos es como un volcán dormido. Si en algún momento entra en erupción, podría volar en pedazos al régimen. No hay oposición más eficaz que ese segmento significativo -y en aumento- de ciudadanos sin dinero, alimentándose poco y mal.

En un intento por frenar el descontento y las cazuelas vacías, Castro II trata de poner en marcha una serie de medidas que eleven en flecha la producción de alimentos a menos costo. Hasta ahora no lo ha logrado.

Mientras, desde su sillón de jubilado político, Fidel Castro observa el panorama. Y cuando la salud se lo permite, se va a su huerto, a ver cómo están sus sembrados de moringa, una planta que según el viejo guerrillero, será la solución definitiva al problema alimenticio nacional. Créanme, no es un chiste.

Iván García
Foto: Bodega cubana. Tomada de Martí Noticias.

lunes, 8 de junio de 2015

Las Tunas necesita un ferry cargado de alimentos y medicinas


Carencias de medicamentos, alimentos y materiales de construcción marcaron los meses de abril y mayo en Puerto Padre, municipio de Las Tunas, a casi 700 kilómetros al este de La Habana.

A tiempo no llegaron los medicamentos de la semana. Los que llegaron, porque hay medicamentos inexistentes en las farmacias. En la consulta de salud mental, el psiquiatra le dijo al cuidador de un paciente con la enfermedad de Alzheimer que “aunque quisiera, no puedo darle la receta ahora”. El especialista también se encontraba estresado: luego de atender a decenas de pacientes, a esa hora todavía no había almorzado. Y en la cola aún esperaban seis personas con algún tipo de desequilibrio emocional.

“El doctor quiere saber si la señora que tiene Alzheimer tiene medicamentos hasta el lunes”, le preguntó al cuidador. “¡Ni para hoy!”, contestó airado, dando la espalda.

Pero si el médico le hubiera dado la receta, de poco le habría servido porque en la farmacia ya le habían dicho que ese antidepresivo estaba en falta. Con los alimentos sucede algo parecido: al crónico desabastecimiento de productos cárnicos, lácteos y de huevos, ahora se sumó el de productos agrícolas, con el consiguiente encarecimiento, "producto de la sequía", según las autoridades.

En Puerto Padre, una libra de papas cuesta diez pesos, cuando las encuentras. Pero resulta que en este municipio hace muchos años dejaron de sembrar papas. Y no por la actual sequía.

Cemento no hay. Cabillas tampoco. Estos materiales no los hay en las tiendas del Estado. Y difícil es conseguirlos aún entre particulares dedicados al comercio ilícito. La fabricación de cemento y cabillas es un monopolio estatal.

Quien encuentre un saco de cemento -algo que no es fácil encontrar- tiene que pagar 130 pesos por un saco del tipo P-250 (a granel), de inferior calidad, inservible para obras de fundición. Cuando lo tiene en sus almacenes, el Estado lo vende a 90 pesos. Pero los revendedores, venciendo no pocos obstáculos, traen el cemento de localidades lejanas, con menos demanda y poder adquisitivo.

En las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), un saco de cemento P-350 cuesta cerca de 7 dólares, alrededor de 165 pesos cubanos. Pero hace más de un mes que a las TRD de Puerto Padre no llegan sacos de cemento P-350. Y ya la gente olvidó desde cuándo no llegan cabillas.

Ahora que llovió, salvo en la céntrica Avenida Libertad, remozada por instituciones estatales para atenuar el calamitoso estado de la ciudad, no pocas calles parecen arroyos. “Hay inercia en el Partido y el Gobierno”, dijo a este corresponsal un ex dirigente, hoy comunista desencantado.

Dos carteles situados en la puerta de una panadería resumen las carencias que hoy sufre Puerto Padre y Cuba toda: “No se vende el pan sin libreta”. Debajo, “Por un Socialismo Próspero y Sostenible”.

Alberto Méndez Castelló

Cubanet, 6 de mayo de 2015.

Video: En el video que encabeza el post, no sé quiénes son los intérpretes del son A Puerto Padre me voy, pero sí quién es su autor: el pianista y compositor Emiliano Salvador, relevante músico cubano que en 1951 nacía en Las Tunas y en 1992, a los 41 años, fallecía en La Habana. Aquí pueden ver y escuchar A Puerto Padre me voy con Emiliano Salvador al piano, Arturo Sandoval en la trompeta y un dúo inigualable de voces: Pablo Milanés y Miguelito Cuní (Tania Quintero).

viernes, 5 de junio de 2015

Por qué la zafra azucarera cubana es peor que hace un siglo



El 60 por ciento del azúcar que contenía el chocolate en barras o la leche condensada que consumían las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial se elaboraba en un algún ingenio de la Cuba profunda.

La producción en aquellos años rondaba los 5 millones de toneladas de azúcar y en 1952 superó los 7 millones. En 1958, un año antes de que Fidel Castro tomara el poder a punta de fusil, la industria produjo más de 5 millones de toneladas de azúcar en solo 83,4 días de molienda.

Antes de la llegada del barbudo, 121 de los 161 ingenios existentes en la Isla eran propiedad de cubanos. El 56,7% de la riqueza agrícola correspondía a la caña de azúcar; 6,6% al arroz; 5,3% al café; 2,5% al tabaco y 28% a diversos cultivos (frutas, hortalizas, viandas, frijoles, algodón, maíz, cacao y kenaf, entre otros). En 1958, Cuba contaba con 6 millones de cabezas de ganado vacuno y anualmente producía 488 millones de libras de carne de res y 785 mil toneladas métricas de leche de vaca.

Volviendo a la realidad. Según medios oficiales, el pasado 12 de abril, la zafra 2014-2015, superó la magra producción de la campaña anterior, un millón 600 mil toneladas. Y es la mejor en los últimos tiempos.

En 56 años, la autocracia verde olivo ha logrado un singular y negativo giro: de haber sido Cuba la 'azucarera del mundo', pasó a importar azúcar para el consumo en el sector turístico. La otrora primera industria nacional, que llegó a involucrar a más de un millón de personas en su producción y comercialización, a duras penas constituye el quinto rubro económico en aporte de divisas al Estado.

Hablando con varios especialistas y obreros, en activo o jubilados, encontré que cada uno tiene su teoría, pero existe consenso que el gran culpable del desastre tiene nombre y apellidos: Fidel Castro Ruz.

“Algunos afirman que la locura por una zafra de 10 millones, en 1969-1970, fue el detonante del desastre actual, pero yo me remontaría diez años atrás. Después de la revolución, el primer desacierto fue expropiar a los pequeños latifundistas. Ellos sabían extraer altos rendimientos a las cosechas. La producción de azúcar es una combinación de la tierra con la industria", argumenta Pedro, quien durante 25 años laboró como administrativo en diferentes centrales.

Pedro recuerda que el experto agrícola cubano Álvaro Reinoso, afirmaba que la producción azucarera se gana en el campo, y explica que "la ola de cambios alocados, el voluntarismo y el compromiso ideológico fueron un freno al crecimiento azucarero. Pesaba más la lealtad a Fidel que los conocimientos. Con una política azucarera adecuada, Cuba tenía todas las condiciones para cada año haber elaborado, de forma estable, entre 8 y 9 millones toneladas de azúcar. A los 10 millones se hubiera llegado de forma natural, no por delirios ni caprichos políticos. 1970 fue el tiro de gracia a la industria azucarera, pero la sentencia de muerte comenzó en 1959”.

Un ex funcionario del otrora poderoso Ministerio del Azúcar, considera que “la introducción de nuevas variedades de cañas, inferiores en rendimiento a las de antaño, y la compra de maquinaria de pésima calidad, insuficientes piezas de repuesto para los centrales y mala planificación de las cosechas, contribuyeron a la devastación de la industria azucarera”.

Osvaldo, obrero con cuatro décadas de experiencia en el ramo, añade: “Son muchos los factores que han provocado la caída en picado de la producción azucarera en Cuba. En mi opinión, la causa principal fue la errónea decisión de Fidel Castro, hace trece años, de cerrar un montón de centrales azucareros. A ese disparate el gobierno lo llamó 'Tarea Álvaro Reinoso'. Desmantelaron decenas de ingenios y miles de trabajadores que no sabían otra cosa que sembrar y cortar caña o producir azúcar se quedaron sin empleo”.

Roberto Álvarez Quiñones, ex periodista de Granma, una vez contó que en 2002, "Fidel Castro tuvo una rabieta debido a la ineficiencia azucarera y sin convocar al Consejo de Ministros o al Buro Político del Partido Comunista, levantó el teléfono y cual emperador, ordenó al general Ulises Rosales, ministro de esa industria, desmantelar, en dos etapas (2002 y 2004), 95 de las 156 fábricas azucareras del país y reducir la superficie cañera de 2 millones de hectáreas a 750 mil. En segundos, el dictador ordenó masacrar casi dos tercios de una industria que fue la azucarera del mundo desde fines del siglo XVIII hasta 1993. Y por televisión declaró que 'el azúcar es la ruina del país'. Precisamente cuando el mercado se recuperaba".

Desguazar casi cien ingenios fue clave para el decrecimiento azucarero. A pesar de ese disparate, y todavía con las secuelas de los años duros del 'período especial', en 2001 se pudo rebasar los 3,5 millones (cifra inferior a la zafra de 1919, cuando por primera vez se produjeron 4 millones de toneladas de azúcar). Pero en 2010, se retrocedió hasta 1,1 millón, cantidad inferior a la alcanzada en 1895.

En 2012, el régimen decidió cerrar el Ministerio del Azúcar, un descomunal entramado burocrático con una estructura y un presupuesto solo superado por las Fuerzas Armadas. Con un tercio de los antiguos empleados del Minaz, fundó Azcuba. Un intento por buscar eficiencia y ganancias netas en una industria que debido a sus múltiples materias primas, se ha revalorizado a nivel mundial en los últimos años. Pero aún no ha arrojado grandes resultados.

Para la campaña 2017-2018, Azcuba pronostica la elaboración de millones de toneladas de azúcar. Actualmente la industria azucarera también está abierta a inversiones extranjeras.

Desde hace dos años la empresa brasileña Odebrecht administra un ingenio en la provincia de Cienfuegos. Y magnates como Alfonso Fanjul, el rey del azúcar, quien en 1959 huyó del castrismo con su familia, han realizado viajes exploratorios a la Isla. Un botón de muestra: en la Florida, seis centrales producen alrededor de dos millones de toneladas de azúcar.

La crisis de la que fuera la principal industria de Cuba no es por falta de caña. Es por el sistema, que no funciona.

Iván García
Foto: Central destruido. Tomada de Azúcar y revoluciones.

miércoles, 3 de junio de 2015

Vigencia de las ideas de Álvaro Reynoso



Ciento veintisiete años después de su muerte, ocurrida el 11 de agosto de 1888, los resultados científicos que nos legó el eminente químico, fisiólogo, agrónomo, tecnólogo industrial y divulgador científico Álvaro Reynoso y Valdés, continúan en lista de espera.

Mientras la prensa oficial le presta una atención exagerada a los hechos y personas vinculadas a la política y a las guerras, se limita a mencionar a Reynoso como parte de las efemérides, sin indagar en su obra ni presionar para que sus aportes se conviertan en resultados productivos.

Álvaro Reynoso, uno de los cubanos que colaboró desde la ciencia al progreso y la conformación de las bases de la nación, vino al mundo en Alquízar, pueblo del interior de La Habana el 4 de noviembre de 1829, fue alumno del colegio San Cristóbal, se hizo Bachiller en Ciencias en la Real y Literaria Universidad de La Habana y continuó su superación en la Universidad de La Sorbona, en París, donde se graduó en 1856 y obtuvo el doctorado, convirtiéndose en uno de los mejores químicos de su época.

Desde sus primeros estudios, Reynoso comenzó a publicar los resultados científicos obtenidos: Nuevo procedimiento para el reconocimiento del yodo y del bromo; Diversas combinaciones nuevas del amoníaco en los ferrocianuros; Acción de las bases sobre las sales y en particular sobre los arsenitos; La separación del ácido fosfórico de sus combinaciones con los óxidos metálicos; Presencia de azúcar en las orinas de los enfermos histéricos, epilépticos y su relación con la respiración; Efecto del bromo sobre el envenenamiento por el curare (un veneno utilizado por los indios para emponzoñar sus flechas) y Estudios sobre la cría artificial de peces de agua dulce, entre otros.

Al graduarse en 1856, unos veinte trabajos suyos habían sido insertados en publicaciones especializadas de Francia y España. Fue elegido Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid y de la Real Academia de Historia de España; recibió la Real Orden Catedrático de Química Aplicada a la Agricultura y Botánica de la Escuela General Preparatoria de La Habana y Catedrático de Química Orgánica ampliada en la Universidad Central de Madrid, entre muchos reconocimientos.

Al regresar a Cuba en 1858, con un laboratorio dotado de los más modernos equipos e instrumentos, una excelente colección mineralógica y una valiosa biblioteca especializada en ciencias, tomó posesión de la Cátedra de Química y en 1859 sustituyó a José Luis Casaseca en la dirección del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana, institución que convirtió en una de las primeras estaciones agronómicas del mundo.

De forma paralela a su obra investigativa, Álvaro Reynoso se dedicó a la divulgación. En 1868 comenzó a colaborar como redactor científico del Diario de la Marina, donde tenía una columna en la cual escribió de temas tan diversos las aguas potables o el primer ensayo realizado en Cuba, en abril de 1863, del arado movido por vapor tipo Fowler, que daría inicio a la mecanización de la caña de azúcar en la Isla. También fue redactor de los Anales y Memorias de la Real Junta de Fomento y de la Real Sociedad Económica y publicó en la Revista de Agricultura del Círculo de Hacendados de Cuba, entre otros medios.

De sus trabajos publicados destacan Apuntes sobre varios cultivos cubanos, donde compiló sus aportes sobre la agricultura no cañera, como maíz, café, algodón, tabaco; Estudios progresivos sobre varias materias científicas, agrícolas e industriales; una colección de artículos aparecidos en la prensa sobre el cultivo de la caña de azúcar en todas sus fases, así como de los planes de experimentación del Instituto de Investigaciones Químicas, y la siembra de boniato, ñame, maíz y arroz, destinada al consumo humano y animal.

A mediados del siglo XIX, cuando Cuba ocupaba el primer lugar mundial en producción de azúcar y el último en productividad, apoyado en su tesis de que "la verdadera fábrica de azúcar está en los cañaverales", se consagró a resolver esa contradicción.

Los resultados quedaron recogidos en su obra cimera Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, donde integró todas las operaciones relacionadas con el cultivo y cosecha de la gramínea, desde el efecto negativo de la tala de bosques vírgenes hasta la molida fresca para evitar la alteración de los jugos. Editada en 1862, se reeditó en Madrid en 1865, en Paris en 1878 y en Cuba en 1925, donde se reimprimió en 1954 y 1959, además de editarse en Holanda.

Un aspecto de su ideario, que apenas se menciona, es que Álvaro Reynoso consideraba la participación autónoma de los cubanos en la reforma de la política estatal de la colonia como demanda legítima. Por eso, en su análisis sistémico no escapó el vital tema de la propiedad agraria. Al igual que Francisco de Frías y José Antonio Saco, Reynoso consideraba la necesidad de fomentar una agricultura cañera con pequeños campesinos criollos e inmigrantes, donde el incentivo en la propiedad, a diferencia del sistema esclavista, era un componente básico para impulsar la modernización de la economía agraria.

Sin embargo, en el año 2001, cuando debido al declive continuado de la producción azucarera no se rebasaron los 3.5 millones de toneladas, el entonces ministro del Azúcar, el General de División Ulises Rosales del Toro, anunció dos proyectos para revertir esa situación: una reestructuración de la industria azucarera dirigida a lograr un rendimiento industrial del 11%, es decir, a extraer de cada 100 toneladas de caña 11 toneladas de azúcar; la otra, bautizada con el nombre del insigne científico, con el objetivo de alcanzar 54 toneladas de caña por hectárea. Con ambos proyectos, según se anunció en aquel momento, se alcanzarían seis millones de toneladas de azúcar (cifra producida en Cuba en 1948).

Para ese fin, en lugar de tener en cuenta todos los elementos que participan en el proceso productivo, tal y como enseñó Reynoso, se cerraron unas cien fábricas de azúcar, se distribuyeron enormes extensiones cañeras para otros cultivos y se soslayó el dañino monopolio estatal sobre la propiedad de la tierra. Los resultados eran de esperarse. El monto de la zafra 2002-2003 -la primera desde la implementación de la "novedosa" tarea y una de las peores de todos los tiempos- fue de 2,10 millones de toneladas, casi la mitad de lo que se producía en 1919.

Desde entonces, la ineficiencia industrial, la poca disponibilidad de caña, los bajos rendimientos por caballería y el elevado costo de producción por tonelada, se han repetido año tras año.

En la zafra de 2012-2013, el plan de 1,7 millones de toneladas no se pudo alcanzar por disímiles causas, pero especialmente porque el problema irresuelto de la tenencia de la tierra se intentó resolver mediante el usufructo, manteniendo al Estado ineficiente como propietario y la economía subordinada a la política y la ideología, lo que se refleja no solo en la producción azucarera, sino en la producción agropecuaria y todas las ramas de la economía.

Dimas Castellanos
Diario de Duba, 11 de agosto de 2013.
Dibujo de Álvaro Reynoso tomado de Cubanos famosos.

lunes, 1 de junio de 2015

La zafra azucarera se tambalea



La zafra azucarera cubana comienza a tambalearse. No es un análisis a sobrevuelo, ni cortinas de humo que deseamos levantar. La oficina de Comunicación Institucional del Grupo AZCUBA en su Parte No.10 publicado el 3 de febrero en su portal digital, evalúa la zafra de positiva. Pero la realidad es otra.

El 1 de diciembre de 2014, el periódico Trabajadores vaticinó que serían 52 fábricas las que arrancarían en la presente zafra. No ha sido así. Estaban moliendo 50 centrales, luego de la incorporación del siniestrado Roberto Ramírez, antiguo Niquero, en la provincia Granma. Y a finales de febrero la nómina la completaba el ingenio Elpidio Gómez, antiguo Portugalete, en Palmira, Cienfuegos.

En busca de una información actualizada de las operaciones fabriles, hablé por vía telefónica con una funcionaria de la Sala Nacional de Zafra del Grupo AZCUBA, quien confirmó que en el país están produciendo 50 centrales y no hay certeza de cuándo comenzará a moler el central de Palmira.

Para verificar si efectivamente se incorporaría a la molienda el central Elpidio Gómez, conversé con el director del ingenio, quien expresó que tenían previsto iniciar la zafra "en unos 8 o 10 días y moleremos cerca de 60 jornadas", que permitirían incorporar al plan de azúcar cienfueguero unas 10 mil toneladas.

Despejado el camino de los moledores cubanos y a 82 días de iniciada la zafra azucarera por el Central 14 de Julio, antiguo Manuelita, en Rodas, Cienfuegos, el Parte de Zafra No. 10 parece alentador al consignar que se muele la caña al 89.6% planificada para la etapa y se alcanza una producción de azúcar del 95.8%.

Quien lea los datos anteriores de forma fría, le parecerá que la zafra cubana va por buen camino, sin embargo para conocer la realidad del desempeño zafrero, hay que desentrañar las estadísticas que brinda los medios de comunicación del gobierno cubano, porque sus entuertos son engañadores.

El Parte No. 10 colgado en el portal digital de AZCUBA, significa un grupo de irregularidades que a simple vista, parecen irrisorias, pero no lo son, vayamos a sus interioridades:
-La producción de azúcar alcanza el 30% de la producción planificada.

-La zafra presenta un ligero atraso con relación al plan de un 4.2% en azúcar y cinco días de atraso en la molida.

-Se ha dejado de moler el 11% de la cifra de caña comprometida.

-El corte manual en algunas unidades productivas, no supera el 60%, lo cual tiene un peso sólido en algunas empresas azucareras.

-El corte y transportación de la caña se ha visto afectada por la llegada tardía de los recursos para las cosechadoras y los medios de transporte.

-Entre los centrales con mayores tiempos perdidos se destacan el Perucho Figueredo, el José María Pérez y el Abel Santamaría todos de Villa Clara; el Brasil de Camagüey, y Grito de Yara de Granma.

-Artemisa, Mayabeque, Matanzas, Camagüey, Las Tunas y Granma, son las provincias con mayores dificultades en el cumplimiento de sus planes desde que se inició la presente campaña.

Sobre estas irregularidades, los oficialistas poco comentan, develan lo que AZCUBA les permite informar. Declaran que la provincia Villa Clara, el lunes 16 de febrero, arribó a las 100 mil toneladas de azúcar, según Freddy Pérez Cabrera, periodista de Granma. Hace unos días, el órgano del partido mencionó a la provincia Granma y señaló que recuperaría unas 6 mil toneladas dejadas de producir, también a Matanzas con un atraso de 10 mil toneladas. Pero del resto de las provincias del país se calló.

El 26 de febrero, fecha de redacción de este trabajo, quedaban unos 78 días de zafra y solamente se habían producido cerca de 584,400 toneladas de azúcar. Del plan de 1.948 320 millón de toneladas, faltan por producir 1.363 824. El 4.2% que se ha dejado de producir, por días de atraso en la molienda, representa un déficit de 81,829 toneladas de azúcar con respecto a lo planificado.

Además, se están produciendo indisciplinas tecnológicas de todo tipo En su edición del 11 de febrero, el diario Granma comentaba que en el patio del Central René Fragas de Matanzas, había un volumen de cerca de mil toneladas de bagazo para tableros sin transportar.

Otro ejemplo de indisciplina. En la transportación de caña al central México, uno de sus camiones con dos trailes de remolques y 60 toneladas de capacidad para el tiro de caña, después de la descarga en el basculador del ingenio, no regresó al corte de caña, tomó un destino diferente: las calles del pueblo matancero de Colón.

Fortuitamente tuve oportunidad de preguntarle al conductor del camión -no quiso identificarse ni que le tomara foto- qué hacía por la ciudad. “Lo que me da la gana", respondió. Y luego de preguntarme preguntó si yo era chivato, añadió: "Si no resuelvo lo mío, habrá azúcar, pero mi familia se muere de hambre, nos matamos trabajando, pero aquí lo que nos pagan es una mierda”.

Saquen ustedes sus propias conclusiones. Y multipliquen el caso del chofer de Colón por los cerca de 4,623 camiones, 7,833 tractores y más de mil cosechadoras con que cuenta AZCUBA. ¿Serán tan reales los datos que brinda el gobierno sobre la presente zafra?

Texto y foto: Ernesto García Díaz
Cubanet, 26 de febrero de 2015.
Foto: Hoy desactivado, el Central Sergio González, antiguo Tinguaro, se encuentra en Colón, uno de los trece municipios de la actual provincia de Matanzas.