lunes, 30 de noviembre de 2020

Ministro de Liquidación

 


El Ministro de Economía y Planificación de Cuba, Alejandro Gil, es hermano de Vicky, María Victoria Gil, quien durante dos décadas presentó el programa De La Gran Escena en la televisión cubana. Este dato biográfico no explica, sin embargo, por qué Miguel Díaz-Canel lo escogió para dirigir la economía cubana en los meses finales antes de la clausura definitiva del país y el traslado de los últimos remanentes de su población a otros territorios.

La contribución de Vicky, del director de De La Gran Escena, José Ramón Artigas, y de su perenne escritor, Orlando Quiroga, a la educación sentimental de varias generaciones de jóvenes homosexuales cubanos, es incalculable, podría decirse que De La Gran Escena, junto con el seminario de San Carlos y San Ambrosio, los videos de Madonna que ponían en Contacto, y la mera existencia de César Évora, fue uno de los factores más importantes que explican la supervivencia de la comunidad gay de Cuba en los oscuros años que median entre la llegada del SIDA a la isla y el estreno de Fresa y Chocolate.

Algún día se pondrá una placa de homenaje al equipo de De La Gran Escena en el corazón del barrio gay de La Habana, la franja de ruinas y escombros entre Prado y Galiano que incluye sitios sagrados como la casa de Lezama Lima, los restos del Teatro Musical, antiguo Alhambra, el lugar donde fue velado Alberto Yarini en Galiano entre Ánimas y Lagunas, y el parque Fe del Valle. Pero Díaz-Canel no designó ministro al hermano de Vicky Gil como homenaje a su programa. Si el presidente de Cuba quería tener un gesto hacia los admiradores de Barbra Streisand y Freddy Mercury en la isla, lo único que tenía que hacer era impedir que sus genízaros cargaran contra la pequeña e inofensiva marcha gay en La Habana en mayo de 2019. Pero no hay quien entienda a Díaz-Canel, un día va a un concierto de Laura Pausini, divino él, y otros días, la mayoría, se comporta como un sargento de las UMAP.

En realidad, no se sabe por qué Díaz-Canel nombró a Gil ministro. Quizás porque Gil fue el único de los candidatos sometidos a consideración que no tuvo tiempo de buscarse un certificado médico para evitar ser escogido. Se sabe muy poco de él, de su pedigrí académico, de su experiencia administrativa, de su filosofía. Cuando Díaz-Canel anunció su promoción a ministro en la sesión de la Asamblea Nacional del 21 de julio de 2018, no dedicó ni un segundo a explicar la razón. Aquel día, los ministros de Cuba fueron presentados a la Asamblea como si fueran los peloteros del equipo nacional escogido para participar en el torneo de Haarlem.

"Solicito que se pongan de pie en la medida en que los mencione", dijo Díaz-Canel, y uno por uno los ministros se levantaron de sus escaños al oír su nombre, aupados por los aplausos brezhnevianos de la Asamblea. Ramiro Valdés, el primero en ser llamado, escrutó a los diputados desde su escaño en la presidencia, haciendo una lista mental de los que estaban aplaudiendo con menos entusiasmo. Ricardo Cabrisas, nombrado viceprimer ministro, parecía sumamente contrariado, como si lo hubieran obligado a posponer nuevamente su jubilación, que solicitó por primera vez cuando todavía existía el CAME. Ulises Rosales del Toro no parecía saber dónde estaba, se cuadró como si esperara que Fidel apareciera por un lateral del escenario a pasar revista.

Cuando Díaz-Canel terminó de leer su lista, y todos los ministros quedaron de pie, la Asamblea pudo ver algo insólito, una colección de mediocridades comparable sólo al equipo de béisbol cubano que una semana antes de aquella sesión en el Palacio de las Convenciones se las había ingeniado para perder 5 a 4 en el torneo de Haarlem con Alemania, los teutones del diamante.

No es que los gobiernos de Fidel o Raúl Castro se hayan distinguido por su altura intelectual o política, basta recordar que Guillermo García fue ministro de Transporte, el 'Gallego' Fernández de Educación, Ulises Rosales del Azúcar y Felipe Pérez Roque de Exteriores, pero el de Díaz-Canel es el peor gabinete, el menos calificado, el menos competente, en la historia de Cuba. El propio Díaz-Canel debe haber advertido qué pobrecitos eran los currículos de la mayoría de aquellos ministros, y prefirió no leerlos. "Ustedes recibieron la síntesis de las compañeras y compañeros mencionados", le dijo a la Asamblea, "lo que les ha permitido apreciar que todos poseen una amplia trayectoria y experiencia como cuadros".

La Asamblea asintió, y hubiera asentido con igual sinceridad si en vez de Alejandro Gil hubiera sido su hermana la escogida para Ministra de Economía y Planificación. La economía nacional no se habría afectado con el cambio de hermanos, pero al menos el Consejo de Ministros hubiera tenido una mujer más. Sólo ocho, el 23% de los 34 ministros anunciados por Díaz-Canel, eran mujeres, una proporción ligeramente inferior a la del consejo de ministros del mariscal El-Sisi en Egipto, que también tiene ocho mujeres, pero menos carteras.

Solo nueve de los ministros presentados por Díaz-Canel eran negros y mestizos, el 26%, aunque no está claro por qué el resto de los ministros, los que no marcaron "negro" o "mestizo" en la planilla, se creen que son blancos. A primera vista, lo más notable del gobierno presentado por Díaz-Canel en el verano del 2018, además de estar formado por una amplia mayoría de hombres supuestamente blancos, era que nadie tenía la menor idea de dónde habían salido la mayoría de ellos.

Las biografías oficiales de los ministros, que la Asamblea pudo leer, no fueron publicadas en Granma, y los periodistas que trataron de averiguar algo sobre Gil sólo pudieron encontrar algunos pocos datos. Su hermana salió a defenderlo en Facebook, dijo que era un hombre "brillante, sencillo, dedicado, estudioso, inteligente y sacrificado", y reveló que había "cambiado su vida de privilegios en Inglaterra como gerente de la compañía mixta Seguros Caudal para regresar a Cuba a trabajar de sol a sol sin prebendas ni comodidades".

Con eso de los "privilegios", Vicky probablemente no quiso decir que su hermano tenía una mansión en Belgravia y una mesa reservada todas las noches en Le Gavroche, un palco en Covent Garden y una amante rusa, ex modelo y letal agente del FSB, con la que se encontraba todos los martes en una suite del Mandarin Oriental en Hyde Park, sino solo, probablemente, que podía acceder a los lujos de los que disfruta la clase obrera británica, pero que a los cubanos les pueden parecer tan fantásticos como los tesoros de Alí Babá, picadillo de Tesco, pulovitos de H&M, internet, paracetamol, agua corriente, el metro...

Al parecer, Gil, ingeniero en Explotación del Transporte, fue Gerente de Cargas de Intermar S.A., una "agencia internacional de inspección y ajuste de averías y otros servicios conexos", que forma parte, en efecto, del grupo Caudal, una entelequia que, en la oscura terminología económica cubana, funciona como una "organización superior de dirección empresarial", una OSDE, un invento de Raúl Castro para tratar de darle más autonomía a las empresas de la isla y hacer que la toma de decisiones sea menos lenta y torpe. La introducción de las OSDE ha tenido resultados asombrosos, como cualquiera puede observar en Cuba, y Caudal S.A., en particular, recibió en 2019 el título de Colectivo Distinguido Nacional en una emocionante ceremonia celebrada en el Museo de la Clandestinidad, después de la cual hubo un motivito.

Un colega de Gil en Intermar recuerda "la profundidad de su razonamiento y la claridad de su discurso, carente de retórica y altamente profesional". De acuerdo con ese colega, Gil "todos los días hacía honor a su reputación de jefe inteligente y afable… todos lo queríamos". Pero, también observó ese testigo, la "subordinación" de Gil "al mando superior" era "total y completa, sin disidencias". Esa doble combinación, cierta competencia técnica y obstinada docilidad política, parecen haber impulsado la carrera de Gil en el Ministerio de Finanzas, donde escaló posiciones hasta llegar a viceministro primero. Cambió de ministerios, de Finanzas y Precios a Economía y Planificación en el 2017. Un año después era ministro y responsable de completar la liquidación del país y la venta de sus últimos bienes en el mercado mundial antes de la llegada de los nuevos habitantes de la isla.

Gil no es siquiera miembro del Comité Central, una señal de lo rápido que ha sido su ascenso. En el último congreso del Partido, en 2016, Marino Murillo era todavía Ministro de Economía y vicepresidente del Consejo de Ministros, y a él sí lo incluyeron en el Comité Central. Ahora Murillo, a quien se le ve en público cada vez menos, es todavía jefe de algo llamado "Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo" de los célebres "Lineamientos" de la Política Económica y Social del Partido, una posición desde la que inevitablemente ascenderá, quizás después del retiro o la muerte de Raúl, al puesto de profesor auxiliar de Economía Política del Socialismo en la Universidad de Granma, en Bayamo. Si es listo, y logra que nadie lo culpe personalmente de la hambruna que diezmará a la población cubana a inicios del 2021, dejando algunas provincias completamente deshabitadas, Gil será arrastrado al Comité Central en el próximo congreso, a menos que consiga por fin ese dichoso certificado.

Algunos observadores han descrito a Gil como un tecnócrata, pero el Ministro de Economía de Cuba no es tal cosa, sus decisiones, las pocas que puede tomar él solo, no están primariamente basadas en la ciencia, sino en la necesidad política, su tarea más importante no es reconstruir la economía cubana, sino impedir un estallido social, que una tromba de gente entre al Palacio de la Revolución, arrastre a Díaz-Canel y se lo ponga de sombrero a Martí en la Plaza de la Revolución. El gobierno de Cuba no tiene tecnócratas, esa figura no existe en un sistema político diseñado para impedir, no controlar, el disenso, incluso aquel que esté basado en el conocimiento y la experiencia.

La técnica es la técnica, Teófilo Stevenson dijo sabiamente una vez, y sin técnica no hay técnica, pero los líderes cubanos sólo aceptan aquellos dictámenes técnicos que no contraríen acciones políticas vistas como necesarias o convenientes para su supervivencia, o incluso, en el pasado, meros caprichos y ocurrencias de Fidel. Ningún ministro de Cuba tiene autoridad para proponer acciones que puedan mejorar significativamente la vida de la gente a costa quizás de abrir grietas en el monopolio de poder del diminuto grupo que decide todo lo importante.

Ninguno se atrevería siquiera a sugerir tímidas medidas de liberalización de la propiedad, la producción, los precios y los mercados si no reciben primero una indicación clara, inequívoca, de que pueden hacerlo. Y quizás incluso si Raúl Castro en persona los invitara a construir el capitalismo, los ministros de Díaz-Canel creerían que les han tendido una trampa y balbucearían una consigna contra el imperialismo, o arrancarían a cantar la Marcha del Pueblo Combatiente, o cualquier otra verracada.

Gil ya no tiene que guiarse por los dogmas marxistas, estalinistas o maoístas que inspiraron las políticas económicas cubanas en otras épocas, esos dogmas han sido despedazados por la realidad, cien mil copias de los Fundamentos de la Filosofía Marxista de F. V. Konstantinov (Gozpolitizdat, Moscú, 1958, 688 pp) valen ahora menos que un kilo de pollo en el mercado mundial. Pero por más equivocados o absurdos que fueran esos dogmas, al menos proveían una guía, dotaban a los directores de la economía cubana de una hoja de ruta, un destino, un punto al que llegar, la ilusión de que estaban ejecutando un plan de desarrollo económico y social que terminaría cuando Cuba fuera más rica que Holanda.

De esos dogmas sólo queda la áspera retórica de la superioridad del socialismo sobre la economía de mercado, y los clichés de la gloria de la Revolución, la resistencia antimperialista y la justicia social, que los ministros de Cuba son obligados a repetir en Twitter, una vez al día por lo menos, tarea que Gil cumple con notable disciplina. A pesar de lo que dicen los ministros en sus tuits, y de los cacareados "lineamientos" de Murillo, ya no hay plan, se vive al día, los ministros de Cuba están completamente dedicados a la intrincada contabilidad de la miseria, cuántos jabones se pueden repartir en Pinar del Río este mes, cuántos kilómetros de tuberías hay que reparar urgentemente en La Habana para que media ciudad no se quede sin agua, cuántos pacientes de asma en Camagüey no han recibido todavía sus inhaladores, cuántos kilómetros de tripas de res y cerdo se pueden "recuperar" para alimentar a la gente. Ya era así antes de la pandemia, ahora sólo es infinitamente peor.

Al gobierno de Cuba no le hacen falta tecnócratas, lo que le hacen falta son magos.

En un gobierno que incluye al Ministro de la Industria Alimentaria, Manuel Santiago Sobrino, al de Educación Superior, José Luis Saborido, al de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, y a unos cuantos más que dan pena, que no serían escogidos ni para dirigir un almacén en un país normal, el pobre Alejandro Gil parece una lumbrera, un corredor de bolsa de la City de Londres que Díaz-Canel encontró un día en Searcys at the Gherkin, almorzando con la rusa, Tatiana, filete de res Hereford cocido a la brasa con setas y nabos, acompañado de trufas fritas y una botella de Château Latour 1999, y trajo a Cuba con la misión de encontrar un comprador para la isla.

Pero en comparación con otros ministros de Economía y Finanzas, ya no de Europa, sino de Centroamérica y el Caribe, la experiencia y las calificaciones de Gil, las que se conocen, son muy modestas. El Ministro de Finanzas de Jamaica, por ejemplo, Nigel Clarke, tiene una maestría y un doctorado de Oxford, y ha dirigido o presidido veinte empresas públicas y privadas, incluyendo el banco central y la autoridad portuaria de su país. El profesor Miguel Ceara Hatton, Ministro de Economía de la República Dominicana, estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, trabajó para la UNICEF y el PNUD, ha impartido clases de macroeconomía y teoría del desarrollo durante décadas en varias universidades de su país, ha sido columnista de los principales diarios de Santo Domingo y ha publicado once libros.

Victoria Hernández Mora, Ministra de Economía, Industria y Comercio de Costa Rica, que no estudió en Londres ni en Massachusetts, sino en San José, es una experta en cooperativas y pequeñas empresas, ha sido durante muchos años profesora universitaria e investigadora y fue directora del Banco Popular y de Desarrollo Comunal de su país. El Ministro de Desarrollo Económico de Honduras, Arnaldo Castillo, hizo una ingeniería en Taiwán y un MBA en Hong Kong, habla mandarín e inglés y fue gerente de distribución de Fruit of the Loom en China. El Ministro de Economía y Finanzas de Panamá, Héctor Alexander, que tiene una maestría y un doctorado de la Universidad de Chicago, y ha sido ministro y viceministro varias veces, fue al inicio de su carrera subgerente de la Zona Libre de Comercio de Colón, el más importante centro de distribución de mercancías del hemisferio.

Esos ministros tienen distintas ideologías políticas y principios de administración económica, y algunos críticos podrían describirlos, groseramente, con lenguaje y estupidez konstantinovescos, como meros administradores del subdesarrollo y la dependencia de sus países, pero nadie podría alegar que no están ampliamente calificados para sus puestos, mucho más que cualquier ministro de Díaz-Canel. No hay ninguna razón para pensar que Gil era, al principio de su carrera, menos inteligente o capaz que sus colegas del arco del Caribe y el Golfo de México, pero su formación y su experiencia, como la de los otros ministros diazcanelistas, ha estado fatalmente limitada por la galopante mediocridad de la enseñanza de las ciencias sociales y económicas en las escuelas y las universidades cubanas, el aislamiento internacional de la sociedad y la economía del país, el contagioso oscurantismo ideológico del Partido, y la falta de libertad política e intelectual que exprime el cerebro de los funcionarios de Cuba hasta sacarles las últimas gotas de imaginación, creatividad y coraje.

Por supuesto, en Cuba quedan, en cada campo o especialidad, decenas de miles de brillantes profesionales que podrían, si los elevaran al Consejo de Ministros, a la dirección de las empresas, a las columnas de los periódicos y a los decanatos universitarios, revertir la ruina del país, quizás al final los cubanos no tendrían que abandonar la isla, podrían quedarse. Pero a esos talentos los han obligado a callarse, y a hablar sólo cuando los llaman, a sólo dar consejo cuando se lo piden, que es casi nunca.

La degradación intelectual de los círculos de mando y administración del gobierno cubano, su desprofesionalización, la inhabilidad o desinterés de los líderes del país para identificar, formar y promover a las estructuras de mando individuos con la capacidad de pensar y crear libremente, y a la vez, la renuencia de los profesionales más calificados del país a ser elevados a puestos de dirección, en el Consejo de Ministros, las provincias y las empresas, es uno de los síntomas más claros de la descomposición del sistema político que ha regido Cuba durante seis décadas. El otro síntoma de que ya esto no da más es el equipo nacional de béisbol. En comparación con estos alcornoques de ahora, Carlos Lage, el pediatra que administró la isla durante el período especial, parece Angela Merkel. Roberto Robaina, Barack Obama.

Al menos Gil estuvo algún tiempo en Londres, que es como estar en todo el mundo a la vez, uno se imagina que el Ministro de Economía de Cuba ha visto los frisos del Partenón en el Museo Británico y ha comido hamburguesas en el McDonald’s de Leicester Square. Ha comprado en Boots, en Primark y, nos hacemos la ilusión, también en Waterstones. Ha caminado entre las torres de los bancos de Canary Wharf, entre los turistas del South Bank, y entre los bears, los twinks y las drag queens del Soho. Ha visto a los batallones de la policía desfilar en la Marcha del Orgullo Gay, no asaltarla. Ha visto a un ciudadano llamar mentiroso al Primer Ministro del Reino Unido en Question Time en la BBC, y a los demás miembros de la audiencia estallar en aplausos.

Quizás, siguiendo la recomendación de su hermana, de Vicky, vio en el West End El Fantasma de la Ópera y Les Misérables, otros dos favoritos de De la Gran Escena (el programa ya ha puesto 248 veces a Sarah Brightman cantando el aria del Fantasma, y 156 veces a los estudiantes revolucionarios de París rugiendo «Do you hear the people sing, singing a song of angry men?»). A diferencia de otros ministros de Cuba, que sólo han visto brevemente el mundo exterior cuando han ido de «visita oficial» o «de trabajo», o «como parte de una delegación», Gil ha vivido y trabajado allí, y quizás, sólo él en ese esperpéntico gabinete de Díaz-Canel, tiene una idea de cómo podría ser Cuba, no como Inglaterra, y mucho menos como Holanda, pero, quizás, echando a volar la imaginación, un país donde no haya que hacer días colas para comprar comida y el paracetamol no falte en las farmacias.

A lo mejor Díaz-Canel lo escogió para Ministro de Economía porque era el único de los candidatos considerados que tenía una remota idea de cómo funciona el capitalismo, había leído alguna vez The Financial Times, había comprado pacotilla en Amazon y podía hablar inglés con ministros extranjeros. Cuando a Cabrisas le llegue finalmente el retiro, habrá que sustituirlo con alguien que pueda ir al Club de París a suplicar, y al menos Gil es relativamente presentable. Pero si hay alguien en ese Consejo de Ministros que sabe que la Cuba de Raúl Castro y Díaz-Canel no tiene arreglo, es él.

Por eso su función, que no puede declarar abiertamente, y que disimula tuiteando tonterías, no es planificar el futuro, como indica su título, el futuro ya no existe. Su tarea es cerrar Cuba, para siempre, desalojarla, y dejar que los sobrevivientes puedan comenzar una nueva vida en cualquier otra parte. Él tiene pensado volver con Tatiana.

Juan Orlando Pérez
El Estornudo, 30 de septiembre de 2020.
Foto de Alejandro Gil Fernández tomada de Cubanet.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Por qué no se termina la dictadura en Cuba

 

Muchos entusiastas, desde Miami, se sienten con el derecho de empujar a los cubanos que viven en el interior de la isla para que nos lancemos a la calle. Para ello, arengan con exaltación desmedida por las redes, sin escuchar las explicaciones de que las circunstancias no están creadas y, finalmente, como es lógico, el día de la convocatoria nada ocurre, y muchos hasta se sienten decepcionados, enfadados y critican y ofenden a los que estamos dentro de la isla, “porque tienen lo que merecen”.

Algunos lo hacen como si nos hicieran un favor, como si consideraran que ellos ya pasaron a mejor vida y no les compete enfrentar ningún riesgo. La mayoría de los entusiastas con que me ha tocado el debate, una vez que les pregunto el día que arribarían a La Habana para participar en la fecha señalada, se justifican con que sería imposible “porque los arrestarían apenas pisen suelo en el aeropuerto”. Les he dicho que es el menor sacrificio que pudieran prestar, que sería una suerte para ellos que los detengan y envíen de regreso a suelo norteamericano, incluso, hasta sería mejor suerte la de ir a prisión sin ser golpeados, comparando con lo que les ocurrirá a los que se lancen a las calles a exigir la libertad de Cuba. Pero, además, para los quienes fuera del archipiélago piden ese alzamiento popular, correr algún riesgo los haría coherentes consigo mismos, según lo que exigen.

Por estos días he visitado la casa de Pánter Rodríguez Baró, uno de los que fueron llamados "Clandestinos", que vertieron sangre de cerdo sobre las estatuas de José Martí en enero de 2020. Aunque soy martiano, nunca lo critiqué porque comprendí que puede ser un discurso alternativo e interesante y que no agraviaban al Apóstol, al contrario, creo que lo exaltaban. Desde mi lectura, era la sangre de tantos cubanos sacrificados, que se habían perdido de múltiples maneras en estas seis décadas de férrea dictadura. Desde su detención, Pánter ha permanecido varios meses encarcelado en el Corredor de la Muerte, o el 47, en la prisión de máxima seguridad del Combinado del Este.

La madre, una anciana a cargo de sus dos hijos, cumpliendo los roles de abuela, madre y padre, me dijo que casi nadie se había ocupado o preocupado por ellos en todo este tiempo. La persona que llamaba desde Miami para enviarles los míseros dólares de pago por las acciones, lo hizo en una oportunidad, y le dijeron que a ese teléfono, de propiedad de la hija de Pánter de 20 años, no podía llamar. No le dijeron más porque imaginaron que inferiría que el teléfono estaba controlado por la policía política, una vez que lo devolvieran, después de varias semanas en su poder.

Lo cierto es que mientras aparecían los bustos de Martí ensangrentados y muchos bailaban como si la dictadura se estuviera cayendo por esa acción de entretenimiento, yo permanecí en silencio porque respeto la lucha y los esfuerzos de cada cual; pero una vez que fueron apresados, tuve total certeza de lo que me temía. Habían usado a un joven enfermo de adicción, y sin la menor preparación para ejecutar tales acciones. Es como ponerle en la mano a una persona una bomba o un niño al timón de un auto, y no explicarle los procedimientos. Exactamente eso fue lo que ocurrió y, particularmente, así lo hice saber en las redes, se trataba de un abuso. Estoy en contra de que expongan y sacrifiquen a jóvenes, a cambio de “espejitos”, a la manera de los conquistadores, y les desgracien sus vidas, así como la de su familia, y para colmo, después los abandonan al pairo. Eso es tan criminal como todos los abusos que comete la dictadura.

Como se pudo apreciar en las imágenes que aparecieron en la televisión cubana, Pánter y su acompañante, durante los hechos, desfilan frente a las cámaras de vigilancia como si pasearan por el Prado. No tenían la menor preparación ni actitud para acometer tales acciones. Desde las elecciones para la Constitución del 2019, en las que repartieron proclamas por varios puntos de la ciudad, ya la Seguridad del Estado estaba tras de ellos, tenían sus imágenes, sólo que no habían podido tener un perfil completo de sus rostros para identificarlos. De hecho, a uno de ellos lo confundieron con el fotógrafo y opositor Claudio Fuentes, al que en una detención le quisieron achacar aquellas acciones de las proclamas cerca de la Universidad de La Habana, y que luego Pánter confesara en sus interrogatorios.

En otro orden, y esto lo he dicho también con anterioridad, después de que Pedro de la Caridad Álvarez Pedroso y Daniel Santovenia Fernández se pasaran 27 y 28 años respectivamente en prisiones de mayor seguridad, han sido tratados con el mayor desprecio por parte del exilio. Ellos no son de importancia para los que mueven noticias, influencias y dineros desde distintos ángulos del planeta, principalmente desde Miami, y que dicen estar dedicados al esfuerzo de alcanzar la democracia en Cuba o defienden los derechos humanos. Peor sucedió con Armando Sosa Fortuny, y una vez que murió fue usado como estandarte, pero para la gran mayoría de los cubanos, antes no habían escuchado su nombre y tuvo que pasarse todas esas décadas viviendo miserablemente en la prisión y, a veces, hasta pidiendo cigarros a otros.

Me consta que muchos de los presos políticos reciben burlas de los guardias carceleros, así como de los presos comunes, al ver las vicisitudes y miserias que viven ellos y sus familiares. Los vecinos les echan en cara que han sido usados a cambio de nada, y también se niegan a cooperar con las familias porque sienten que han sido burlados por nada. Y si de dejarse usar se trata, prefieren al contratador del régimen, que al menos les entrega beneficios directos.

Por supuesto, el sacrificio de cualquier opositor es, en primer lugar, por la vergüenza personal. Pero eso no quita que sean acompañados en espíritu y en asuntos materiales, necesarios para sobrevivir dentro de las cárceles cubanas, sobre todo la familia, que tiene que hacer extensos recorridos cuando el régimen, exprofeso, los envía a lugares distantes de la provincia donde residen. Mantener las necesidades de un preso en Cuba es harto difícil, como lo es para todo ciudadano de a pie que viva en la isla. La Fundación Plantados, con su mayor esfuerzo, a los presos políticos les envía 48 dólares mensuales y algunos alimentos. Y se les agradece, pero es un monto ínfimo para los que viven en las cárceles políticas en Cuba o bien sean opositores presos en la cárcel mayor: la Isla. Muchos de ellos solos, sin salarios y hasta sin familia.

El régimen no le permite trabajar a Pedro Álvarez y a Daniel Santovenia. De mi bolsillo les envío hasta donde he podido y más. Me consta que en disímiles ocasiones, Antonio Rodiles les ha enviado ayuda, también Claudio Fuentes. A veces Pedro y Daniel no tienen dinero para pagar la electricidad o el lugar donde se alquilan -recuerden que ellos vivían en Estados Unidos con su familia. A veces no tienen alimentos. Es muy triste lo que les está sucediendo, y los cubanos debemos sentir vergüenza de no hacer nada, y en cambio verlos sobrevivir de esa manera después de haber entregado sus vidas a la libertad de Cuba.

Me pregunto si no sería más factible que esas demostraciones de las caravanas que se hacen en Miami contra el régimen, se ahorraran ese combustible y se reunieran los dineros y se les enviara a los familiares de los presos políticos. Esos contenedores de alimentos, tanto el costo de los que los aportaron como el del envío, también se pudo haber usado para los presos políticos o activistas de derechos humanos quienes también pasan muchísimas vicisitudes debido a la represión constante; pero, cuando se dice todo esto, algunos piensan que los están atacando, solo pretenden que se les dediquen adulaciones y silencios. De esta manera y sin darse cuenta, repiten las viejas fórmulas intolerantes del castrismo, creyéndose incuestionables.

Hay que soportar que, después de haberse equivocado en sus gestiones, digan a pleno rostro de los cubanos que viven dentro de la Isla, como si fuéramos ingenuos o tontos, que ahora tenemos que hacer nuestra parte, y se trata, nada más y nada menos, que de ir a Mariel a exigir las latas de ayuda que nos tocan, “pero qué pensaban, que se las íbamos a poner en la boca”,dijeron. ¿Era una ayuda o la manipulación para que terminaran encarcelados o muertos?

Considero que es una falta de respeto, sobre todo cuando se dice desde el aire acondicionado y a noventa millas de distancia. Hay que tener cordura y respeto para tratar a un pueblo. Suficiente con estos 61 años de mantener una bota sobre nuestros derechos, para que los nuestros, los que se supone están del mismo lado, ahora también nos vilipendien.

Y en todas estas explicaciones radican la razones por la que los cubanos temen lanzarse a la calle o tener una proyección que pudiera ser politizada por el régimen: el no tener el respaldo adecuado que cuide de ellos y sus familias, una vez que sean sancionados. A la población, ésa a la que se le pide se lance a la calle, le basta con observar la realidad, las miserias que tienen que enfrentar los opositores y sus familias, cómo tienen que sobrevivir una vez que la policía política los incluye en la lista negra.

Cuando José Martí fue apresado por segunda vez y tuviera que enfrentar la deportación por segunda ocasión también, mientras se encontraba en los calabozos, fueron a visitarlo trescientos amigos y, cincuenta de ellos, sacaron pasaje en el mismo barco para acompañarlo en la travesía. Eso se llama solidaridad. Se llama patriotismo. Se llama sentido de pertenencia. Y se llama vergüenza.

Para colmo, la moda de los últimos tiempos es amedrentar y presionar para que, los que reciben Grants dentro de Cuba, no solo declaren el monto, los impuestos, sino en qué los usan. Y, si no lo hacen, lo sacan de los récords públicos y lo exhiben. Realmente me dan risas, sobre todo cuando se ponen de ejemplo, “desde Miami”, y dicen que ellos pueden hacerlo sin dificultades y, por otra parte, dan ganas de llorar también, cuando exponen de esa manera a lo que se encuentran dentro de Cuba. Este uno de los actos más cínicos que he presenciado.

El horror del orgullo y ambiciones personales es el cómplice número uno de la dictadura cubana. Son quienes hacen el trabajo de la policía política. No encuentro un calificativo mayor que inhumano para los que señalan sin pudor a los opositores dentro de la isla, cuando tienen que saber que a pesar de las diferencias políticas que puedan tener, los de acá tienen los días contados en libertad y hasta los de sus vidas, porque en la primera oportunidad el régimen se aprovechará para actuar contra ellos sin el menor escrúpulo.

Y para los que piensan que defiendo a Rodiles, no lo hago. De hecho, hace meses que no me comunico con él por diferencias de criterio que él me ha respetado y decidimos tomar por caminos diferentes, pero que, en definitiva, nos conducen al mismo lugar, a la libertad de Cuba. Antonio Rodiles siempre será mi hermano de lucha, y lo digo a pesar de nuestras discrepancias, porque ni él ni yo ni nadie, somos perfectos. No comparto esa urgencia de honestidad que Rodiles quiere alcanzar; al menos, creo que no es el momento de lucha adecuado, que los esfuerzos hay que invertirlos en mejores acciones.

En lo personal, no estoy en la oposición para confrontar y criticar a otros que enfrentan la dictadura, aunque no comparta sus maneras de hacerlo. Siento que esa no es mi labor; aunque, por encima de todo, sigo pensando que Antonio Rodiles es un líder honesto y obsesivo con la verdad. Me consta todo el trabajo que se hace y todo el dinero que se invierte para lograrlo, centavo a centavo. De eso no tengo la menor duda.

No tengo partido político ni veo la lucha por la libertad de Cuba como a equipos de pelotas o de fútbol. Esto no es un deporte. Es una causa y nos estamos jugando la vida. Yo vine a la lucha a perder mi libertad, mis cosas materiales que había ganado con mi literatura. Perder fue mi primera convicción una vez que decidí incinerarme frente al régimen y abrir un blog. Asumí lo que entendía que era mi deber.

Rezo porque a Rosa María Payá le vaya bien en todas sus gestiones políticas, porque entonces me irá bien a mí. Suplico que se le mantenga la libertad a José Daniel Ferrer, porque así me sentiré libre yo también. Mientras exista un preso político, todos tenemos comprometidos un pedazo de nuestras vergüenzas y conciencias con él. Quiero que las variantes de luchas sean encaminadas a lo que todos queremos: la libertad de Cuba.

No hay por qué desgastarnos desde ahora en discutir quién será el presidente o qué Constitución asumiremos una vez que el régimen caiga. Esos son fuegos artificiales, entretenimientos por no tener nada que hacer. Un show mediático para justificar y ganarse el pan de cada día. Lo que sí debemos hacer es aprender de las experiencias históricas, de José Martí: hallar y fortalecer lo que nos une, no lo que nos divide.

En mi caso, jamás he tenido un sueldo con el trabajo que he compartido con Estado de Sats ni en ningún otro espacio como opositor. También sé, y para contestar a muchos que denigran sin razones o pruebas, que el modesto apartamento de Ailer González fue adquirido con la venta del Lada de su padre en Santiago de Cuba. Pero a la vez soy de los que piensan que, en el caso de habérsele comprado un apartamento con el dinero que se envía, es lo menos que se hubiera podido hacer por ella, cuando la Seguridad del Estado la acosaba e intentaba chantajear con deportarla a su ciudad natal por no tener dirección en La Habana; sobre todo, Ailer merecía, después de tantos años entregando el mayor sacrificio desde la primera fila a cambio de nada, ese espacio para sobrevivir.

Me consta que Ailer reunía menudos para luego tomarnos un helado o comernos una pizza; que si Antonio Rodiles guarda dinero lo tendrá en una caja de zapatos en los Estados Unidos, porque en Cuba entrega todo a la causa, desde ayudas a familiares de presos políticos hasta muchas actividades silenciosas y que solo se podrán saber cuando la dictadura caiga. Recordemos que la Seguridad del Estado pudo llegar a la caja fuerte de su casa y extrajo y copió todo lo que allí había. Es risible cuando escucho exigir que Rodiles diga en qué lo invierte. Yo solo puedo asegurar que se invierte todo y más, y con ello se le hace mucho daño al régimen.

Un ejemplo de ese silencio necesario, como decía José Martí en su carta póstuma, son los cinco mil dólares que recientemente me fueron entregados en el premio Václav Havel, y que han sido donados a una causa justa y humana. Por supuesto, no me interesa el crédito, pero tampoco se puede decir a quién y para qué será usado, aún cuando ese dinero está justificado y puedo entregarlo o guardarlo para mi uso personal, pero ni siquiera así se puede hacer público.

Que la oposición en Cuba reconozca que recibe dinero es un suicidio, sería darle un argumento al régimen para condenarnos a prisión por el resto de nuestras vidas. Por menos motivos que ése, setenta y cinco disidentes y periodistas independientes fueron encarcelados en 2003, el llamado Grupo de los 75. Entonces, cómo alguien puede pedir que un opositor dentro de Cuba diga, ante las narices del régimen: “Sí, yo recibo dinero del exterior para mantener la lucha contra ustedes”. ¿A qué están jugando? ¿A cuántos se les ha olvidado la realidad dentro de la Isla? ¿Por cuáles otras conveniencias se puede vender a la dictadura a otro opositor que no sea la de quitarlo del medio?

Una de las cosas que más he admirado de José Daniel Ferrer es que cuando lo han invitado a responderle a Antonio Rodiles, ha dicho que no. Él no comparte esa visión de lucha. Antonio Rodiles no forma parte de su tiempo y de su esfuerzo por una Cuba libre. En cambio, otros, para ganar una controversia, se comportan con tanta “ingenuidad” que no sé si reírme o asustarme, son tan torpes que es como si le hicieran el trabajo sucio a la Seguridad del Estado, aunque estoy seguro de que no lo son, y así lo siento. Por orgullo o querellas políticas no podemos coincidir con el régimen. Jamás, bajo ninguna de las razones, un opositor puede intentar avanzar con el discurso de la dictadura o darles beneficios a través de nuestros actos y palabras. En esos casos es mejor hacer silencio. Y, de paso revisarnos porque, si coincidimos con la dictadura, algo mal estamos haciendo.

Cualquier opositor fuera de Cuba puede tener, además del régimen, un contrario dentro de la Isla, aun siendo un opositor, y hasta considerarlo su enemigo político, pero de ahí a intentar regalarlo al régimen, es un acto de deshonor, es una traición a lo que ellos mismos profesan, porque antes tienen que comprender que es un hombre necesario que está disparando por ti desde la primera fila, y hasta puede recibir la bala que nunca rozará tu cuerpo, y eso hay que respetarlo, por necesidad para la libertad de Cuba, y por humanidad. Pero, sobre todo, porque cuando tuviste la oportunidad de hacer lo mismo, por múltiples razones, justificadas o no, preferiste irte, algo que tampoco critico, porque el exilio es el grito de nuestro dolor. Cada vez que nos golpean acá, ellos gritan allá. Y así nuestro dolor no es en vano.

Mientras el dinero continúe repartiéndose en Miami, no habrá cambio en Cuba. Mientras la oposición no tenga comida ni zapatos para luchar, cada vez seremos menos. Mientras sigan intentando quedarse con el show en Miami, para mantener entretenidos y con la mirada sobre su programa político o artístico, y quieran ser los actores para que su rostro permanezca en las cámaras y lucrar con ello, no se caerá la dictadura.

Mientras el foco de atención esté fuera de la Isla, mientras las familias de los presos políticos se sientan abandonadas, los Castro y sus acólitos se mantendrán en el poder. Mientras intenten manipular y hacer creer que el régimen se tumbará desde el exilio, no sucederá la anhelada caída del régimen. Mientras el exilio no comprenda que su labor es apoyar a la oposición interna, no quedarse con el dinero e ignorarlo, no habrá libertad para Cuba. Y mientras, mientras, mientras todo esto suceda, no habrá esperanza, y los Castro se lo agradecerán mucho.

Ángel Santiesteban
Diario Las Américas, 1 de octubre de 2020.
Video de la entrevista que en diciembre de 2019 el opositor Antonio Rodiles le hiciera en La Habana a Pedro de la Caridad Álvarez Pedroso y Daniel Santovenia Fernández y condenados a 30 años de prisión y que finalmente cumplieran 27 y 28 años respectivamente. La entrevista, realizada para Estado de Sats, primero salió en Radio Televisión Martí.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Opositores cubanos: atrapados entre Facebook y YouTube

 


Si en cuestiones de oposición y activismo en Cuba algunas cosas continuaran tal como están en este momento, es decir, atrapadas en el “brete”, en ese rincón tenebroso de “directas” e “indirectas” entre YouTube y Facebook, muy pronto la policía política no tendrá que acudir a las Brigadas de Respuesta Rápida ni a los interrogatorios.

Con dedicarse a revisar las redes sociales y hacer acopio de ese “chuchuchú” y esa “tiradera” que hoy pudiera describir, para mal, una parte de la “dinámica opositora” en Cuba, el Ministerio del Interior se ahorraría tener que mentir y fabricarles trampas a los opositores para armarles una campaña de descrédito. A fin de cuentas ese banquete en buena parte está siendo servido por los mismos que comerán el pastel envenenado.

A pesar de que el régimen se enfrenta a los momentos más críticos y, por primera vez en mucho tiempo, reconoce abiertamente que pudiera haber un estallido social, ciertos opositores parecieran distraídos en intentar asimilar sus “carreras” a las de los reguetoneros con sus frívolas competencias por los ratings, más que en detenerse a identificar puntos en común dentro de la saludable diversidad y crear alianzas que los haga crecer positivamente y ganar las influencias necesarias como elementos de fuerza.

De lo contrario, terminará sucediendo con todos, sin excepción, lo que con los “cantantes de moda” cuya fama no va más allá del próximo verano, con la diferencia de que una canción, más arriba o más abajo, en el hit parade no influirá en el destino de una nación. Pero, en cambio, un opositor que “desafina”, en un escenario tan plagado de adversidades para la disidencia como lo es el cubano, pudiera pagar el error con su vida y con la de muchos, más allá de los límites de su partido u organización.

A numerosos amigos, que poco o nada tienen que ver con facciones políticas, pero que comenzaban a identificarse con determinadas tendencias, por estos días los he visto decepcionados y hasta sumidos en el espanto por lo que ha estado sucediendo en Internet con varios grupos opositores, influencers, líderes de opinión, personajes de relieve, disidentes y periodistas independientes de loable trayectoria, una parte significativa de ellos enredados en una batalla campal de “sacadera” de “trapos sucios” y demás ruindades que, bajo el disfraz de “auténtico ejercicio” de “transparencia” y “democracia”, quienes en este instante no aportan nada positivo a lo que debiera ser la primerísima gran prioridad de cualquier fuerza que pretenda mover la balanza a su favor, es decir, romper con más de medio siglo de dictadura en Cuba y ofrecer a los habitantes de la Isla y el exilio, la posibilidad de reconstruir entre todos un país en ruinas.

Después, ya veremos quién hizo mal o bien esto o aquello, pero jamás con el propósito vil de transformar en una competencia “repartera” de “rapeo” lo que pudiera y debiera ser, un balance saludable para una nación que debemos hacer resurgir renovada.

De la oposición cubana no debiera ser ese espacio plagado de exhibicionismo, vanidades, envidias, rencores, ajustes de cuentas, de personas ávidas por conseguir likes, patrocinadores y seguidores virtuales, a costa de lo que sea, porque se trata del mismo terreno, sagrado y consagrado, que nos fuera desbrozado y aplanado por otros -todos pioneros en tiempos muy duros en que no había “subsidios”, “calles virtuales” ni “medidas cautelares”- con mucha sangre, sudor y lágrimas.

Cuando la crisis agudizada por la pandemia debería ser el momento de rediseñar y poner en práctica nuevas estrategias, lo que ha sucedido en las últimas semanas, me hace comparar la situación con la de un batallón de guerreros que, a punto de asestar el golpe que les daría la victoria, detienen el combate para ponerse a debatir cuál entre ellos fue quien se tiró un pedo, como si ese acto los proyectara a la vista del enemigo como ejemplo de “rectitud” y no como paradigma de la estupidez.

Que si este empleó dinero en esto o aquello, que si yo fui el primero y tú el último, que si eso no se hace así, que si vive fuera o dentro, que si Miami o La Habana, que si tiene faltas de ortografía, que si la cara o el cuerpo no me gustan, que si fue oficialista y ahora está arrepentido, que si Obama dijo o maldijo, que si este y aquel son agentes secretos, que yo sí soy el tipo y tú eres un chivato, que si los grants deben ir a mengano y no a fulano...

Todo un chismorreo ridículo y maloliente cuando en realidad -si de lo que se trata es de “canalizar energías”- internet está rebosante de material documental, directo o de rebote, para investigar y comprender aquellas otras cosas más urgentes y necesarias que, tan solo con ser inyectadas en los debates como evidencias tangibles, equilibrarían la balanza a favor del cambio en aquellos escenarios políticos internacionales donde la oposición cubana aún no es tenida en cuenta como sujeto de diálogo.

Precisamente porque han descubierto, como en el mito de Edipo, que para poder traspasar cualquier umbral y evitar la muerte, primero se debe descifrar el enigma de la esfinge, ese que inteligentemente numerosos opositores han apostado al ejercicio periodístico no tanto como un medio de denuncia, sino como una herramienta que permite desentrañar las verdaderas dimensiones de una densa y terrible realidad que para nada será posible cambiar y mejorar solo a base de consignas.

Pero el periodismo no puede -y no debe- suplir el papel que le corresponde al activismo y este último, por su parte, debiera usar los recursos que hoy brindan las nuevas tecnologías no solo para “marcar territorio” y sacarse “selfies de campaña”, sino para actualizarse positivamente tal como lo hizo aquel viejo periodismo independiente de barricada que hoy, rejuvenecido con nuevas voces y proyectos, va muchísimo más allá de la protesta.

¿Cuántas cosas aún ignoramos de ese enemigo al que decimos combatir y cuánto tiempo vamos perdiendo al enfocar nuestros esfuerzos en ese proceso de “autofagia” que ya no es solo consecuencia de una estrategia ajena a la propia oposición sino una vulgar cuestión de egos sobredimensionados?

No es saludable para una nación combatir una dictadura con otra o con actitudes que la emulen. Ya hemos visto y sufrido en carne propia las consecuencias. Se trata de intentar la cura definitiva de una multitud que padece un trauma colectivo provocado por décadas de miedo y eso es un proceso que requiere de mucha inteligencia reunida y bien canalizada y, con eso, entre otras cosas, de construir proyectos corpóreos, tangibles que al mismo tiempo transmitan seguridad y no caos, que otorguen garantías y no que amenacen con el castigo severo y ajustes de cuentas porque eso causa pánico y resistencia al cambio y, en buena medida, en Cuba cualquiera tiene un pasado o un presente que quisiera barrer bajo la alfombra. Y no son tiempos de terror, son momentos de unión, comprensión, alianzas.

Bajo un régimen donde las calles, escuelas, universidades, buenos empleos estatales, derecho a tener voz y ser escuchado han sido abiertamente declarados privilegio exclusivo de los “revolucionarios” -palabra que en el glosario del Partido Comunista de Cuba significa “obedientes”-, internet llegó para gritarnos a la cara eso que pregona el comerciante astuto cuando baja los precios y pone la mercancía al alcance de nuestros bolsillos en oportunidad única: “Se acabó el abuso”.

Internet cambió las reglas del juego y, en lo que respecta a las dinámicas sociales dentro de Cuba, lo hizo para bien, aunque algunos aún no saquen todas las ventajas que pudiera proveernos el “estar conectados” y, como fuerzas que coinciden en reclamar un cambio político hacia la democracia, a la vez enfocados en un objetivo común, sin otras distracciones que lo ralenticen, distorsionen, frustren o sirvan de argumento al régimen para “demostrar” a los que aún dudan o temen al cambio, que otra dictadura es necesaria para que el país quede “en buenas manos”.

Ernesto Pérez Chang
Cubanet, 28 de septiembre de 2020.


lunes, 9 de noviembre de 2020

La Habana, ciudad en harapos

 


El rebrote de la pandemia de coronavirus ha expuesto la realidad de la “ciudad maravilla” escondida a los visitantes extranjeros, que solo veían a los cubanos como seres alegres y chistosos, solícitos a servirles en sus hospedajes, pasearlos en las reliquias automovilísticas americanas, venderles las artesanías y ofrecerles esparcimiento.

Antes de la pandemia, mientras La Habana Vieja deslumbraba con sus edificios y paseos restaurados en un casco histórico reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, las autoridades evitaban a los turistas las ruinosas calles aledañas y la angustia de los moradores.

Centro Habana, el municipio más pequeño y más densamente poblado de Cuba, observó el 500 aniversario de la fundación de la capital cegado por los resplandores de la recién dorada cúpula del capitolio, la escalinata cuajada de invitados nacionales y extranjeros, y ramilletes con miles de fuegos artificiales. El Paseo del Prado y otras avenidas cumplían las funciones de la muralla derribada en tiempos de la colonia española, para esconder la miseria en los cuartuchos con barbacoas de sus carcomidos edificios, eufemismo de los bohíos indígenas.

Con hábitos citadinos y gran movilidad, según Luis Antonio Torres Iríbar, primer secretario del Partido Comunista en la capital, y con un cuadro muy diverso, cultural y socialmente, según el diputado Enrique Alemán, los habaneros sobreviven los derrumbes de edificios y las inundaciones en cada fuerte aguacero, pero sin agua potable.

La Habana del Este, al otro lado de la bahía, fue concebida como la expansión de la capital antes de 1959 en amplios repartos que devinieron acumulación de edificios construidos por microbrigadas en Alamar, conocida como ciudad dormitorio.

Los dos municipios habaneros que tienen las mejores condiciones son Plaza de la Revolución, cuajado de hospedajes privados, paladares, bares y clubes de exitosos cuentapropistas autorizados por el gobierno, y Playa, que cuenta con los añadidos de su excepcionalmente cuidada Quinta Avenida, las mansiones diplomáticas y de dirigentes políticos “heredadas” de los propietarios que salieron del país después de 1959, los nuevos hoteles y edificios de apartamentos construidos para los miembros de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior

En los diez municipios restantes han aflorado al unísono la precaria calidad de vida de los habitantes, resultantes de los decenios sin vender materiales a precios adecuados ni permitir la construcción o reparación por los moradores particulares, y la ineficiencia del Estado para destupir fosas, eliminar las aguas albañales por fuera de los edificios, pavimentar las calles y garantizar el suministro de agua potable. Hasta ahí, los delegados del Poder Popular nunca han llevado soluciones.

Posiblemente ahora los dirigentes políticos del país y la capital hayan conocido los vericuetos de la ciudad y se hayan percatado de la magnitud del desastre, gracias a los reportes de los barrios por los eventos locales de transmisión del COVID-19.

Las informaciones radiales y televisivas muestran parte de la realidad en resúmenes de reuniones de los Consejos de Defensa, las breves entrevistas a intendentes, funcionarios locales, directivos de Salud Pública, pobladores y los miembros de las “brigadas de lucha contra los coleros, acaparadores y revendedores”, las vistas de las viviendas y las calles llenas de huecos, y la ausencia de tiendas de venta en divisas.

En septiembre, cuando en La Habana se reinstauró una cuarentena total y la presión social ardía por casi seis meses de encierro y deambular por las colas para adquirir alimentos, se ampliaron las recomendaciones psicológicas. Aunque muchos ciudadanos han intentado escapar de la realidad adentrándose en las redes sociales, la mayoría de los cubanos no tienen equipos ni poder adquisitivo para hacerlo asiduamente. El Canal Habana mantuvo una programación especial por municipios para atender las preocupaciones de la población y para que los directivos locales transmitieran sus informaciones.

En síntesis, junto con la pandemia afloró la gran cantidad de cuarterías y el hacinamiento en que viven muchas familias habaneras. En un cuarto a veces conviven de cuatro a seis personas o más, con los resultados harto conocidos: abuso y violencia doméstica, maltrato a los niños y ancianos, alcoholismo y trifulcas por la ansiedad alimentaria.

También inciden negativamente los bajos niveles de instrucción y educación formal, así como la escasez de dinero por salarios mermados, cierre de servicios, cancelación del transporte, imposibilidad de acceder al mercado ilícito, la disminución de las remesas y otras causas. En la capital, además, existen numerosos albergues temporales, lugares con malas condiciones, donde han alojado a quienes perdieron sus viviendas por desastres naturales hace diez o veinte años.

A partir del 1 de octubre en La Habana se eliminaron las medidas adicionales a la fase de “transmisión autóctona limitada” del coronavirus, luego del cierre total durante todo el mes septiembre debido al rebrotes ocurridos a finales de julio. Una cuarenta que afectó la depauperada economía provincial y nacional. El presidente Miguel Díaz-Canel ha expresado que habrá que convivir con el virus en una nueva normalidad. Hasta que se pueda vacunar a la población, todo indica que el COVID-19 no será domado.

Miriam Leiva
Cubanet, 5 de octubre de 2020.
Foto de una calle habanera hecha por Manuel Almenares. Tomada de El Estornudo.

lunes, 2 de noviembre de 2020

La economía militar en Cuba

 


Una nota publicada en el periódico Granma del 14 de junio de 1989 denunciaba «graves hechos de corrupción y manejo deshonesto de recursos económicos». Para sorpresa de muchos, la acusación implicaba a oficiales de las FAR y el MININT, entre ellos un general, que resultaron fusilados poco después.

Ese proceso, conocido como Causa 1 de 1989, reveló una trama sórdida de relaciones con el narcotráfico, de la cual el gobierno se desmarcó al acusar individualmente a los implicados; también se supo del contrabando de marfiles y diamantes y de maletines llenos de dólares que viajaban por varios continentes. La guerra de Angola fue el contexto donde se originaron muchas de esas actividades.

El juicio develó la existencia del Departamento MC (Moneda Convertible) adscrito al MININT, donde se organizaban operaciones secretas con el fin de romper el bloqueo y abastecernos de tecnologías procedentes de Estados Unidos. Aunque desde 1984 se había planteado que el MINFAR creara empresas para financiar sus requerimientos, era la primera vez que escuchaba que el ejército tuviera funciones económicas que se extralimitaran de las generadas intrínsecamente.

Con la caída del muro de Berlín en 1989, derrumbe simbólico de lo que poco después ocurriría con el campo socialista, Cuba quedó en una situación crítica y comenzó, a partir de 1994, un proceso de flexibilidad económica que incluyó, entre otros cambios, el fomento de la industria del turismo, la despenalización del dólar y la aceptación del emprendimiento privado.

En 1995 fue creado el Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), una empresa adscrita al Ministerio de las FAR. En poco más de un cuarto de siglo su crecimiento ha sido descomunal. Actualmente, y no pretendo ser exhaustiva, incluye: hoteles, hostales, restaurantes, cafeterías, centros recreativos, agencias de viaje, inmobiliarias, empresas de vuelos, importadoras, rentas de autos, almacenes, navieras, servicio de mensajería y paquetería, ventas mayoristas, bancos, empresas financieras, servicios de auditoría, empresas de construcción, y toda la red de tiendas minoristas en CUC, y ahora en MLC.

Se supone que ese enorme crecimiento y captación de inversiones debería beneficiar a otras ramas de la economía, sin embargo, mientras los campos se han llenado de marabú y el ganado muere por falta de alimentos, los hoteles, construcciones turísticas y campos de golf proliferan. La disminución de inversiones en la agricultura, la ganadería y la ciencia son constatables en las propias estadísticas de Cuba, como bien han demostrado Pedro Monreal y otros economistas.

Siendo mucho más importante en términos económicos que varios ministerios juntos, ¿no debería GAESA rendir cuentas de su desempeño ante la Asamblea Nacional del Poder Popular como es obligatorio por ley? Lejos de ello, se sabe que las propiedades bajo control militar no se subordinan a la Contraloría General de la República ni pueden ser auditadas por este órgano. Los métodos y grupos de auditoría que utilizan son internos y no se ofrecen los resultados públicamente.

La enorme concentración de poder económico en manos de GAESA es contraria a los intereses de una sociedad socialista. El artículo 18 de la Constitución de 2019 establece que “En la República de Cuba rige un sistema de economía socialista basado en la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción como la forma de propiedad principal (…)” y el artículo 22, formas de propiedad, nos dice en su inciso a) que la propiedad socialista de todo el pueblo es aquella “en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario”.

¿Es lógico entonces que un enorme sector de la economía quede sustraído al control popular? Si el Estado actúa como administrador de nuestros bienes, ¿no debería estar obligado a rendir cuenta de su honradez y eficiencia? Muy alarmante ha sido que no se logre pagar una deuda de 83 millones de dólares al Club de París, cuando los ingresos que debe generar GAESA, de acuerdo a las proporciones de sus negocios, superan ampliamente esta cifra.

Se es muy insistente en el tema de la lucha contra la corrupción, pero jamás se clarifica cómo se manifiesta el enfrentamiento al delito en ese enorme conglomerado empresarial. Si en el pasado se manifestaron «graves hechos de corrupción y manejo deshonesto de recursos económicos», ¿por qué confiar en que no pueda estar ocurriendo ahora?, y más cuando el NTV, tan dado últimamente a ofrecer noticias diarias acerca de hechos delictivos, no dice una palabra sobre lo que se sabe ha ocurrido en CIMEX, una de las empresas que forman parte de GAESA, con negocios turbios que señalan a altos directivos.

Si esa no fuera razón suficiente, habría que analizar también el hostigamiento a las empresas que conforman GAESA por parte del bloqueo norteamericano, especialmente por el gobierno de Donald Trump. El conjunto de medidas con las que ha penalizado a las empresas que forman parte del referido grupo empresarial ha llegado al punto de afectar el envío de remesas a la Isla. De modo que, lo que pudo ser una fortaleza en su momento, poner una parte sustancial de la economía bajo control y métodos militares, es hoy una debilidad.

En Cuba nos hemos —mejor dicho nos han— acostumbrado por décadas a una mentalidad de intransigencia, hasta un punto que no sabemos —o no se quiere— reaccionar de otro modo. A una política imperialista, respuestas contundentes. A la fuerza, el desafío. A la imposición, el reto. Provista de un enorme catalejo, la burocracia que nos dirige está más pendiente al enemigo que al pueblo.

Considero que hay que trazar una estrategia que permita la desmilitarización de ese gigantesco sector de la economía para debilitar el bloqueo. ¿Rendir armas? —exclamarán algunos— No, pensar primero en las necesidades del pueblo. Martí consideraba que «(…) Ni la política ha de ser arte de escarceos, retazos y tráficos, ni es digno de la confianza de su país el que mira más a parecer bien a sus adversarios, —por su seguridad y gloria de hombre hábil—, que a intentar y realizar todas las mejoras que crea beneficiosas a su pueblo».

El capricho de seguir apostándolo todo al contexto exterior, sin transformaciones políticas internas y sin darle participación a los cubanos en las inversiones, apoyadas por remesas que no solo puedan generarse desde Estados Unidos pues hay otros focos de migración cubana, provoca que ante cualquier endurecimiento del bloqueo seamos en extremo frágiles.

Entonces, ¿qué impide que se devuelvan esas propiedades a control civil? A fin de cuentas, la mayor parte del personal calificado que dirige y labora en las empresas bajo jurisdicción de GAESA está formado en universidades y centros que no son militares, simplemente son captados como trabajadores civiles de las FAR para acceder a esos empleos.

Lograr el control popular sobre enormes propiedades, luchar contra la corrupción y concebir una estrategia para debilitar al bloqueo; son razones suficientes para el cambio de una economía militar a una civil.

Alina Bárbara López Hernández
La Joven Cuba, 8 de octubre de 2020.
Foto: Sede de GAESA, en la Avenida del Puerto, La Habana. Tomada de Cubanet.