lunes, 25 de marzo de 2024

De lo que cuenta Carlos Lehder en su libro


A continuación, un fragmento del artículo Los Castro en Cuba, publicado por la revista colombiana Semana.

Los ríos de dinero y poder que acumularon los capos colombianos en los años ochenta no habrían sido posibles sin la complicidad de Gobiernos de la región. Carlos Lehder no fue la excepción, incluso fue pionero en aliarse con el Gobierno de Bahamas, donde se convirtió en el dueño y señor del negocio criminal. Lo mismo ocurrió con otros narcos en Cuba, con la dictadura de Fidel Castro; en Panamá, con complicidad del general Manuel Antonio Noriega, y en Nicaragua, con el vigente presidente Daniel Ortega.

Lehder fue testigo de cómo estos Gobiernos se sentaron en la mesa con narcotraficantes y recibieron millones de dólares que producía la cocaína. Lehder era un adelantado entre los llamados “extraditables”, educado, bilingüe, conocía el mundo y rápidamente se dio cuenta de que el camino para llevar coca a Estados Unidos era la diplomacia de la droga, puso sus ojos en la recién independizada isla de Bahamas (...)

Regresó a Colombia con sus socios los extraditables y vio cómo, al igual que él, los tentáculos del narcotráfico habían cooptado otros Gobiernos, como el de Fidel Castro, en Cuba. En el caso de la isla, se asociaron con Pablo Escobar Gaviria y Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano. La punta de lanza fue el educado y diplomático Lehder, quien ya tenía las puertas abiertas.

Según narra en su libro, “la dictadura castrista, por intermedio de la Cipac, la agencia de inteligencia y operaciones especiales de La Habana, se había valido de una doctora cubanoamericana, pariente de una antigua compañera mía, para enviarme una invitación formal a visitar la isla, con todos los gastos pagos por el Gobierno”.

En su primera visita de “negocios” lo recibió “un grupo de oficiales vestidos de civil, y en una sala de espera conocimos a los jefes de esta misión, liderados por el coronel Antonio de la Guardia, jefe de la Corporación de Importadores y Exportadores de Cuba (Cimex), agencia de ‘operaciones especiales’ de la dictadura castrista”. Creían que la visita era para comprar langosta, ron y cigarrillos, pero él fue claro en que necesitaban la isla como trampolín para el contrabando de droga.

La respuesta abrió la puerta de un inmenso negocio con la isla gobernada por los Castro. “Por ahora, solamente le puedo confirmar que necesitamos todos los dólares que podamos conseguir”, dijo el coronel Antonio de la Guardia. Le autorizaron en un primer momento usar “Cayo Largo, una isla de veinte kilómetros de extensión, con una buena pista de aterrizaje, ubicada a cuarenta kilómetros del puerto de Cienfuegos”.

El asunto era de dólares, así que el negocio se puso sobre la mesa. “En la fase uno, Cimex necesitaba recibir cinco millones de dólares en efectivo para cubrir los gastos del Gobierno en esa isla (…) Usted tendrá las habitaciones que requiera en el segundo piso del hotel para residir allí con sus trabajadores; además, abriremos la cocina. No sabemos cuánta cocaína usted traerá a la isla, pero mientras más sea, mucho mejor; solo tendríamos que negociar el precio por kilo aterrizado”.

Pero Lehder apuntaba a la cúpula, a relacionarse con los Castro, y pidió que le presentaran a Raúl Castro. El encuentro se dio bajo reglas que De la Guardia describió así: “Escúcheme bien: el protocolo obliga a respetar estrictamente el tiempo. Son cuatro minutos máximo para saludo de mano, frase de cortesía y despedida. Usted no mencionará su nombre propio”.

Lo requisaron, le quitaron el pasaporte, lo llevaron a una sala donde, luego del anuncio de un estafeta, “apareció entonces un hombre de gafas que, mirándome astuta y fijamente, me dijo: –Mucho gusto, bienvenido a Cuba libre –me saludó, y me extendió su fría mano con el gesto glacial del potentado que saluda a un lustrabotas”.

Las cortas palabras del menor de los hermanos Castro, que nada tenían que ver con el negocio, cerraron el acuerdo. “Aquí en Cuba hemos logrado muchísimos avances en educación, medicina y agricultura. Nuestro comercio está creciendo, a pesar del bloqueo yanqui; la Revolución cubana es invencible. Disfrute su estadía. Puede retirarse”, se lee en las memorias del exnarco.

Pablo Escobar delegó a Gustavo Gaviria para el negocio, así que, según dice el libro, “Gustavo, el Mexicano y yo éramos los socios que estábamos metidos en el primer cargamento de cocaína enviado a Cayo Largo. Nuestra responsabilidad era hacerlo llegar a la isla”.

Vinieron muchos cargamentos, el manejo del tráfico desde Cuba lo llevaba Gustavo Gaviria; el coronel De la Guardia era el encargado de llevarlo a Bahamas, donde Lehder aún tenía contactos oficiales con el Gobierno –que seguía siendo cómplice con la condición que no viviera en la isla–; desde ahí la coca se convertía en dólares en Estados Unidos, todo con la venia del régimen de Fidel Castro.

lunes, 18 de marzo de 2024

La burocracia castrista y el Manual del Perfecto Sinvergüenza

En el año 1922, un periodista cubano, José M. Muzaurieta, escribió un pequeño libro satírico titulado Manual del Perfecto Sinvergüenza. En un preámbulo que llamó “Ejercicios Espirituales”, el autor recomendaba formas de comportarse a quien deseara obtener resultados en la carrera política.

Muzaurieta fue un profeta en su tierra. Muchos de esos consejos, que parecen seguir puntualmente los dirigentes del castrismo, muestran su vigencia. Veamos algunos.

“Ámese a sí mismo sobre todas las cosas”. Esta idea es aplicada en su totalidad por los dirigentes cubanos, quienes siempre se exhiben en poses arrogantes.

“Nunca diga lo que sienta, ni sienta lo que diga”. Frase cumplida al pie de la letra, porque dicen cosas que después casi nunca se cumplen o las tergiversan.

“La osadía, esa debe ser su característica principal”. Nada mejor para ilustrar la posición de Fidel Castro durante su lucha por tomar el poder y mantenerse en el mismo hasta su muerte. Hasta hoy, esa recomendación es practicada por sus sucesores, que son capaces de todo con tal de mantenerse aferrados al poder.

“Ninguna idea es buena si no es la suya”. O sea, de Fidel Castro y sus continuadores.

“Cualquier procedimiento es bueno para triunfar”. Fue aplicada por Fidel desde el ataque al cuartel Moncada de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953.

“No combata a las llamadas tiranías, póngase al lado de los tiranos y explote a los demás, nunca nade contra la corriente”. El régimen castrista la aplica desde 1959 para apoyar a todas las tiranías de izquierda.

“Viva la vida de 24 en 24 horas, recuerde que uno de estos días usted debe de morirse”. Si hay una frase muy cierta en este manual es esta, que aplica al dedillo la alta jerarquía para ellos y sus familias, que viven como reyes.

“Huya de aceptar nada como definitivo. Usted debe ser siempre una esperanza”. Expresión usada a diario para ilusionar a sus partidarios y mantener en ellos la idea de que si se esfuerzan y se sacrifican tendrán más, independientemente de los problemas que surjan por el camino.

“Mire por encima del hombro, dese importancia”. Solo hay que ver la postura que adoptan en público los actuales dirigentes en la isla.

“Las leyes no se han hecho para que usted las cumpla, sino para que se burle de ellas”. ¡Qué verdad tan grande! En Cuba, la legalidad socialista se ajusta a lo que piensen, crean y digan los gobernantes, por lo cual cambian las leyes según su conveniencia.

“No se acueste sin haber hecho algo en beneficio propio”. Cada día que pasa se inventan una historia que les permita seguir en el poder de manera indefinida.

“La constancia encadena la suerte, siempre vence el que sabe vivir”. Por eso, viajan a mucho a otros países, para relacionarse con otros iguales a ellos.

“Procure engordar, los gruesos siempre tienen cara de buenas personas”. No hay uno de los actuales mandamases que no tenga barriga y doble ancho.

“Piense que el poder está a la misma distancia que usted de él”. La lucha por posiciones en el poder aquí se encuentra a la orden del día. Entre los dirigentes se espían y se ponen zancadillas. Las purgas y defenestraciones son constantes.

“Aspire siempre, cuando menos usted se lo piense engrampa”. Este mensaje es continuidad del anterior, pero visto por el que se halla abajo.

“Mire siempre hacia adelante, el pasado no es suyo”. Lo han hecho a partir de enero de 1959.

“Usted puede conocer prontamente a sus semejantes si los juzga por usted”. Por eso, critican a los gobiernos de otros países, sin reparar en las barbaridades que hacen ellos.

“Usted no está obligado a cumplir los pactos y compromisos que no le favorezcan”. Esta recomendación la han cumplido a cabalidad en estos 65 años, durante los cuales han ido modificando su posición de acuerdo a sus intereses y según los cambios en el mundo.

“Legal es todo aquello que le reporte algún beneficio”. Nada es más verídico que esto, y se ajusta a todas las transformaciones ideológicas del fidelismo.

Muzaurieta, al advertir que “estos ejercicios no excluyen otros que dimanen de su natural impudor que le sea a usted característico”, dejaba así la puerta abierta para seguir añadiendo trapacerías y canalladas. De hacer esto los dirigentes del castrismo, pudieran formar una enciclopedia de veinte tomos, por lo menos.

Jorge Luis González
Cubanet, 20 de enero de 2024.

lunes, 11 de marzo de 2024

Cubadebate busca trabajadores

Atención todo el mundo, paren ahora mismo lo que están haciendo. El medio Cubadebate, hermano millennial del diario Granma, busca trabajadores para su plantilla. Si eres «un periodista apasionado y talentoso» o un «gestor de redes habilidoso», esta puede ser la oportunidad que esperabas. Tu gran momento, tu salto al estrellato.

La convocatoria dice que buscan personas altamente motivadas y comprometidas con la actualidad nacional e internacional y que posean «un enfoque creativo para contar historias». Sólo necesitarían presentar su currículum vitae y un dossier —en el caso de los periodistas— con cinco de sus mejores trabajos publicados. Siempre antes del 1 de febrero. Porque Cubadebate no puede pasarse el año recibiendo postulaciones. Imagínense, con la cantidad de gente que sueña trabajar ahí, si no ponen una fecha límite para analizar candidatos, tendrían que crear una plaza exclusivamente para esa función.

El salario será, nada más y nada menos, de cinco mil 60 pesos cubanos al mes, es decir, unos 18 dólares y 40 centavos, de acuerdo con la tasa de cambio que publica el medio independiente El Toque. Toda una pequeña fortuna con la cual podrías comprarte dos kilogramos de leche en polvo y algunas libras de azúcar. O diez libras de carne de cerdo. O una caja de pollo de 15 kilogramos, a la mitad con otro trabajador. O un poquito de esto y un poquito de aquello para comer como un príncipe por dos días o como un mendigo por una semana. Lo que comas el resto del mes no es asunto de Cubadebate.

Y olvídate de comprar productos de higiene. En serio, ¿qué tan necesario es lavarse la cabeza con champú? Mucho menos pienses en ropa y zapatos. Y si tienes hijos, o un par de viejos que sustentar, no sé. Haz magia. Siembra las morrocotas de Martí en una maceta, en tu pedacito, a ver si crece una mata de dinero, o inventa un estanque para criar tilapias o clarias o mosquitos en el patio de tu casa. Y si no tienes patio, en una palangana en el baño.

Pero hay algo que no te cuenta Cubadebate y te voy a contar yo, que hice prácticas estudiantiles -lo que se llama internship en Estados Unidos y pasantía en España- en buena parte de la prensa estatal durante los cinco años de mi carrera de periodismo en la Universidad de La Habana, desde 2007 hasta 2012. Además, luego cumplí la mitad de mi servicio social en la revista Bohemia, aunque primero pasé un mes y medio —sí, mes y medio— por Granma.

Lo que quiero contarte es lo siguiente: todo ese asunto de lo talentoso, el enfoque creativo y la vocación periodística, es mentira. Mientras más pronto se sepa esto, mejor. Digo más: en la reunión de bienvenida, si te contratan, los directivos van a decir que quieren cambios e iniciativas, ideas frescas, propuestas, historias de vida. Gente que asuma retos y también críticas, ¿por qué no? No hay que tenerle miedo a la crítica. Que ahora sí la prensa estatal va a ser lo que nunca ha sido, porque están las circunstancias idóneas, y la máxima dirección del país ha expresado su disposición a combatir el secretismo y apoyar a los periodistas. Lo otro, muy importante, es que la mejor forma de salirle al paso al enemigo y su despiadada guerra mediática contra Cuba es dando nosotros mismos el «palo periodístico».

Si eres una persona tan crédula, optimista e ingenua como fui yo en 2012, con 24 años, vas a pensar que, quizá, quién sabe, es posible cambiar las cosas desde adentro. Quizá hay que darle un voto de confianza al sistema de prensa estatal partidista. Quizá una puede lograr lo que no ha logrado ninguna de las generaciones de periodistas anteriores que han desfilado por los medios estatales: producir un periodismo riguroso de manera consistente. No me refiero a un reportaje aislado para presentar al Concurso Nacional de Periodismo 26 de julio porque habla de un problema social sensible, utiliza tres o cuatro técnicas narrativas y juega con la cadena, pero jamás con el mono, sino a una obra periodística que pueda ser considerada como tal en cualquier país del mundo.

A mi favor debo decir que en 2012 no había el mismo acceso a Intenet que existe en Cuba en 2024, y Facebook no se usaba para otra cosa que no fuera, por lo general, para encontrar un novio extranjero dispuesto a viajar a la isla a conocerte, comunicarte con tu novio cubano que se había ido al extranjero y prometió sacarte de la isla, o mantener la llama viva con el novio extranjero que encontraste en Cuba. Había gente que le daba otros usos, y gente que buscaba novias, pero hablo de mi entorno en ese entonces y, por supuesto, de mí. El punto es que por aquella época era más o menos normal que yo me entusiasmara con la palabra iniciativa. Siempre hubo gente con luz larga, adelantada, que supo renunciar muy pronto. No fue mi caso.

Yo empecé a sospechar poco a poco. Las prácticas estudiantiles me ayudaron a conocer la censura más allá de los testimonios de colegas y las lecturas de las investigaciones que se realizaban en la Facultad de Comunicación, pero no fue hasta que comencé a trabajar como periodista a tiempo completo que me convencí de la imposibilidad de cambiar algo. Que el sistema de prensa estatal partidista era, sencillamente, incompatible con el periodismo.

La primera evidencia la recibí el primer día de trabajo, 3 de septiembre de 2012, cuando me presenté en el periódico Granma para iniciar mi servicio social y el entonces director, Lázaro Barredo, ya fallecido, nos dio la bienvenida a los recién graduados con el discurso de la iniciativa. Un discurso bonito, bonito de verdad. Una escuchaba a Barredo hablar y no podía entender cómo era posible que el principal valor de uso del diario Granma en Cuba fuera sustituir al papel higiénico en los baños de viviendas, escuelas o centros laborales.

Sin embargo, si mirabas las caras de los periodistas que se habían graduado el año anterior, que también estaban presentes en la reunión, te dabas cuenta de que algo no encajaba. Ninguno dijo nada cuando Barredo concluyó su intervención de bienvenida motivadora y se apuraron sin más a regresar a sus puestos y rutinas. Solo una muchacha, en un acto inaudito de solidaridad, se acercó sin conocerme y me dijo bajito al oído que, en realidad, a Barredo lo que le gustaban eran las croquetas cubanas: mucha harina con poco contenido, y que si yo escribía un texto bueno, lo mandara mejor a otro medio más flexible, porque si Barredo lo recibía y lo censuraba, quedaba «quemado» y había que enterrar el texto para siempre.

Al mes y medio me trasladé para la revista Bohemia, donde la situación no era distinta, pero al menos tenía horario abierto y me sobraba tiempo para hacer otras cosas que me ayudaban a compensar mis frustraciones profesionales. Y ahí ocurriría mi ruptura con la idea inocente de que era posible cambiar las cosas desde adentro. No fue con una historia que me impidieron reportar. No fue con un texto que machetearon en una edición con criterios ideológicos. No fue con las reuniones en el Ministerio de Relaciones Exteriores donde los funcionarios explicaban a los periodistas de redacciones internacionales -como yo- la política oficial del país hacia otras naciones o conflictos, para que nosotros pudiéramos funcionar como voceros suyos, como diplomáticos, y reprodujéramos esa línea oficial en nuestros trabajos. No fue ni siquiera con las «Orientaciones a la prensa del Comité Central del Partido Comunista de Cuba», que se imprimían en rotativas de cinta y se pegaban en las redacciones para que las viéramos siempre.

Mi ruptura ocurrió en las reuniones de periodistas en las que se hablaba, una y otra vez, de los problemas del gremio en el país y de los problemas del país. Hubo una, idéntica a todas, en la que no pasó nada y pasó todo, precisamente porque no pasó nada. Lo que sí pasó es que yo de repente miré a mis colegas mayores de 50 y 60 años, diciendo lo mismo que yo había leído que decían al menos desde los años ochenta, en grandes congresos del «ahora sí», y me espanté. Me espanté cuando me di cuenta de que esa podía ser yo en 20 o 30 años. En ese momento entré en crisis, me fui a un centro de investigaciones, lejos de los medios estatales, y en 2015 me volví periodista independiente.

Si algo no negaría es que los medios estatales han sido grandes canteras del periodismo independiente. Eso hay que concedérselos. Han sido espacios excelentes para aprender todo lo que el periodismo no es. Pueden ser igual de útiles que los malos amores, que llegan nada más que para enseñarte qué es lo que no quieres para tu vida, si sabes retirarte a tiempo. Entonces, tal vez, no sea tan mala idea postularse, incluso con vocación periodística. Y si no la tienes, mucho mejor. Más sano. Cubadebate será, sin mayor dramatismo, un trabajo igual de mal pagado que cualquier otro trabajo estatal con conexión a Internet.

Mónica Baró
Texto y foto: El Estornudo, 26 de enero de 2024.

lunes, 4 de marzo de 2024

Cuba: el presente da miedo, el futuro asusta


Después que el destartalado camión volcara los desechos en el vertedero de la Calle 100, Marianao, municipio al suroeste de La Habana, cuatro hombres y dos mujeres comienzan a hurgar entre la inmundicia en busca de comida o cualquier cosa que sirva para reciclar. De lejos parecen figuras fantasmagóricas que se desplazan en silencio rodeados por una montaña de basura.

Justiz, uno de los que allí suele recoger desechos, tiene el rostro hinchado, los brazos extremadamente delgados, el pelo grasiento y ensortijado y la piel amarillenta inconfundible de los alcohólicos. Necesita con urgencia un baño con agua y jabón. Viste una mugrienta camisa de mangas largas y tenis deportivos sucios y remendados. Cuando habla, se siente el aliento del ron peleón, una combinación de alcohol casero filtrado con carbón industrial: el trago habitual de los más pobres entre los pobres en Cuba.

En su opinión, hurgar en la basura puede ser un buen negocio. “Quizás no se sepa, pero la basura es tremendo negocio en el capitalismo, donde hay gente que se hace millonaria”, dice Justiz, mientras registra un nailon negro de vísceras de cerdo del cual salía un hedor espantoso.

Y cuenta que hace cinco años, en el vertedero de la Calle 100 botaban trozos de lomos de cerdo y pollos enteros que estaban descompuestos. "Lo lavabas bien con agua y sal, le quitabas el mal olor y listo para cocinar. También encontrabas equipos electrónicos que aún funcionaban y se le sacaba mucho dinero. Ahora apenas encuentras basura útil para tantos 'buzos' (los que hurgan en contenedores de basura). Conozco a profesionales que la jubilación no les alcanza y registran latones de basura, sobre todo en Nuevo Vedado y Miramar. En esos lugares, el fin de año botaron sobras de cerdo y pavo y restos de turrones. Lo que hay que tener es paciencia. Y suerte, claro".

Habaneros como Justiz no siempre comen caliente una vez al día. Residen en covachas improvisadas en las afueras de la capital y en ocasiones son alcohólicos, drogadictos, padecen disturbios mentales o proceden de familias desestructuradas. Dayana tuvo una infancia feliz hasta que murió su madre. "Entonces comenzó mi calvario. Un pariente me violaba y luego me sacó de la casa. Era bonita y de buen cuerpo. Pero el alcohol y la mala vida me han pasado la cuenta”, confiesa. Y se tira a dormir encima de unos cartones en un portal de La Víbora, barriada al sur de la ciudad.

Justiz y Dayana coinciden que en los últimos tres años comer se ha convertido en un lujo para los 'deambulantes', término utilizado por los medios estatales al referirse a mendigos, pordioseros y personas sin techo que hoy se encuentran en casi todas las provincias.

“Si para quienes trabajan y tienen casa es un dolor de cabeza conseguir un plato de comida, imagínate para nosotros, que dormimos en las calles y portales. Ya casi nadie bota sobras de alimentos. Y la comida que te dan en los comedores pertenecientes a la asistencia social es poca, mala y cara y no siempre nos alcanza el dinero. Muchos nos tratan como si fuéramos animales. Y al Estado no le importamos”, dice Justiz.

A Gerald, dependiente en un agromercado, más que la crisis económica y la creciente inflación, le preocupa cómo la sociedad cubana ha ido perdiendo los valores cívicos. “Es alarmante ver a niños y ancianos que se prestan para robarte. A mi tarima vienen todos los días unos cuantos viejos y chamacos que aparentan estar mirando las viandas y al menor descuido se llevan plátanos, guayabas, tomates, lo que sea. Otros no roban, pero me piden que les regale los productos que están a punto de podrirse. A veces son personas decentes y preparadas. Si el gobierno sigue apretando la soga, Cuba se convertirá en una nación de hambrientos, rateros y pedigüeños. Nunca pensé que viviría situaciones tan extremas. Ya lo dijo la Biblia, se verán horrores”.

José Carlos, ingeniero, considera que la podredumbre moral y falta de educación es un reflejo de una sociedad que está en caída libre. “Esta regresión comenzó con la desaparición de la Unión Soviética. La Venezuela de Hugo Chávez frenó en algo el retroceso con los subsidios petroleros y miles de millones de dólares que el gobierno cubano despilfarró y apenas invirtió en obras públicas. La industria se descapitalizó y la mayoría de las producciones, cosechas agrícolas y elaboraciones de alimentos han retrocedido o están paradas. Cuba sobrevive gracias al dinero que le dejan de pagar a los médicos en el exterior y las remesas de los antiguos gusanos. A los emigrados hay que erigirles una estatua y ponerla en la antigua Plaza Cívica. El panorama es cada vez peor porque no existe un líder capaz de revertir la situación. GAESA y los militares son los que gobiernan en la sombra. A Díaz-Canel lo han puesto para administrar la isla junto a una caterva de burócratas, corruptos y mediocres. No sé de qué forma los cubanos vamos a salir de esta desgracia. Si la situación no cambia, moriremos de hambre”.

Cuando usted conversa con cualquier ciudadano en la calle, percibe una sensación de rabia, impotencia, frustración. Sandra, peluquera, reconoce que ya no soporta vivir en Cuba. “Tantas mentiras del gobierno no auguran un futuro esperanzador. Soy religiosa y a veces creo que es un castigo de Dios, y me pregunto qué hemos hecho los cubanos para merecer tan mala suerte. Si no emigro pronto me vuelvo loca”.

Ogrescar, profesor jubilado, piensa que cada pueblo tiene lo que se merece. "Le dimos un cheque en blanco a unos sinvergüenzas y ahora lo estamos pagando. No hemos tenido el valor ni el decoro de reclamar nuestros derechos y expulsarlos del poder. La gente se siente traicionada, engañada, estafada. Cuba se ha convertido en una selva donde solo sobreviven los más fuertes. Siento pena por los millones de ciudadanos que aplaudimos a Fidel Castro, yo incluido. Nos toca jodernos y rezar, a ver si un milagro nos quita a esta gentuza de encima”.

Miguel, emprendedor privado, subraya que mientras “la gente pueda emigrar, no va a salir a la calle a exigir cambios políticos, económicos y sociales. Vamos camino de ser la Corea del Norte del Caribe. De llegar a ese extremo, necesitaríamos una intervención humanitaria de la ONU”.

Nueve de cada diez encuestados opinan que el nuevo paquetazo 'socialista' aprobado por el régimen provocará otra ola inflacionaria y empobrecerá todavía más a los cubanos de a pie. Si el presente de Cuba da miedo, el futuro asusta.

Iván García
Video: Realizado por el youtuber habanero Rockeando con Dyango.