lunes, 26 de junio de 2023

En defensa de Raúl Rivero

El poeta Raúl Rivero es inocente de todo lo que le imputan y culpable de todo lo que silencian sus fiscales. El viernes 4 de abril de 2003, en juicio sumario, se dio a conocer el "Encausamiento" que argumentó en su contra una cadena de veinte años de privación de libertad, por el delito de "Actos contra la independencia o la Integridad Territorial del Estado". Dos semanas antes, el jueves 20 de marzo, Raúl fue detenido en su departamento de la calle de Peñalver. Las imágenes del fuerte dispositivo policial fueron transmitidas por la televisión cubana. Durante setenta y dos horas, en veintinueve juicios relámpagos, se condenaron a setenta y cuatro cubanos y una cubana.

La mayoría de los detenidos pudo nombrar, por derecho, a sus abogados defensores, no lo niego, pero no me nieguen que los representantes tuvieron una limosna de tiempo para articular los alegatos, entre la espada del riguroso calendario y la pared del juzgado. El almanaque no miente. La suma total de los castigos cubriría noche a noche un milenio, cuatro siglos y 54 años de soledad, los amaneceres que van entre el lejanísimo 549 de nuestra era y este 2003 que nos acoge entre cañonazos, invasiones, maleficios y fusilamientos injustificables.

Visto el caso y comprobado el hecho (ya se dictó sentencia), mi queridísimo amigo Raúl, el gordo Raúl, periodista de estirpe, autor de poemas cubanísimos que en su momento se aprendieron de memoria meseras de Coppelia, profesores universitarios, escribanos envidiosos y vecinos vagabundos o policías, este camagüeyano más camagüeyano que un tinajón de Puerto Príncipe saldrá de la cárcel a los 77 años de edad, en el imposible aniversario 64º de una revolución a la que él entonces le habrá entregado la vida entera y la casi totalidad de su poesía.

No. No me equivoco. Si la desilusión fuera un crimen, media isla debería ser declarada penitenciaría. Medio mundo. Media constelación de Andrómeda Yo pido, exijo, que me citen una sola línea de esos artículos, un solo verso de Raúl, una sola metáfora, un lamento, una crítica, que no evidencie un profundo, casi enfermizo, amor por su país

El testimonio de un revolucionario intachable vale el triple que el de un poeta inconsolable, pregúntenle si no a los cuatro vecinos de la calle de Peñalver que aceptaron declarar en contra de Rivero

A Raúl no lo tomaron por sorpresa. Hace unos pocos años compuso su propia Suite de la muerte: "Acaban de avisarme que he muerto. / Lo anunció entre líneas la prensa oficial. / (...) Soy testigo del entierro que me están haciendo. / Estuve alerta en el velorio / y anoté cada gesto, cada comentario. / Lo he visto todo claro desde mi muerte. / Los estoy esperando".

Los estuvo esperando cada mediodía, cada noche, cada amanecer, hasta que por fin una tarde de marzo llegaron a ponerle la casa patas arriba, quizá con la esperanza o la convicción de que en aquella austera cueva de La Habana encontrarían un arsenal de armas o el clásico instrumental de los espías o planes cifrados de sabotajes o una banderita con cincuenta y no sé cuántas barras y estrellas, mas únicamente se llevaron el botín de un escritor: papeles y minucias. La esperanza se esfumó, no las convicciones. No sembraron pruebas, ni falta que hizo: las inventaron a puras palabras.

El testimonio de un revolucionario intachable vale el triple que el de un poeta inconsolable, pregúntenle si no a Ada, Jacinto, Arnulfo y Acacia, los cuatro vecinos de la calle de Peñalver, entre Francos y Oquendo, que aceptaron declarar en contra de Rivero: según ellos, entre otros pecados, el poeta se dedicaba a "tergiversar la realidad". ¿Se habrán sentido aludidos al leer su Apuntes de la calle, un poema que pone el dedo en una llaga que es casi estigma? Apelo a tu estocada, Gordo: Los cubanos somos hiperbólicos: / a los hombres que no tienen moral / los acusamos de tenerla doble. Al que le sirva el sayo, que se lo ponga.

Así las cosas, la fiscalía construyó el discurso del "encausamiento" sobre un vocablo de difícil comprobación, el astuto adjetivo subversivo (citado 17 veces en menos de ocho cuartillas, más tres como verbo y una en función sustantiva): "Actividades subversivas", "propósitos subversivos", "revista subversiva que titularon De Cuba", "elementos subversivos nacionales y extranjeros, de contenido contrarrevolucionario y para subvertir el orden social", "grupúsculos contrarrevolucionarios, donde se abordan temas subversivos, otros funcionarios norteamericanos que allí imparten sus órdenes e instrucciones subversivas", "corresponsal a sueldo de la Agencia de Prensa francesa, de corte subversiva Reporteros sin Fronteras", "un libro con ideas y estrategias desestabilizadoras y subversivas, varios casetes de audio y de vídeo conteniendo información destinada a subvertir el sistema, tres files conteniendo documentos de la llamada prensa independiente, entre otros materiales de carácter subversivo", "recibe la visita en su domicilio con fines subversivos de personas y autos de la Sección de Intereses de los Estados Unidos", "y otros materiales de contenido subversivo a distintos vecinos del lugar, confirmará la visita de personas en autos pertenecientes a sedes diplomáticas".

La pobreza argumental sólo es superada por el raquitismo del vocabulario. Les ahorré algunos ejemplos por fatiga. Para que no se me acuse de apasionado, siéndolo, concedo a la fiscalía cierto valor de uso sobre el término de "ilegalidad" cuando lo aplica para devaluar las dos instituciones que Raúl Rivero fundara junto a un puñado de colaboradores voluntarios, entre ellos a su amigo y coacusado Ricardo González: la agencia de noticias Cuba Press (desde 1995) y la Sociedad de Periodistas Independientes Manuel Márquez Sterling (desde 2000).

La legislación cubana en esta materia no deja mucho margen de maniobra. Aun así me sorprende, por los mismos motivos, que las hayan tolerado tantos años si hubiera sido mucho más fácil desmantelarlas o multarlas o prohibirlas desde su nacimiento, sin verse en la necesidad de un juicio sumarísimo en el momento que las autoridades de la isla habían aprendido (suponíamos) que "los independientes" eran sin duda molestos, pero no un obstáculo insalvable para una revolución popular, legendaria y poderosa. Los datos oficiales dicen que la aprueba el 98% de la población con derecho a voto.

De nada vale desconfiar de esas estadísticas. El Gobierno debiera estar tranquilo, digo. El problema, el error, lo oportunista, es afirmar que ambas instituciones (ilegales, reitero, pero no secretas ni con ideales conspirativos, pues eran conocidas, públicas y, además, infiltradas hasta el tuétano por agentes de la seguridad del Estado) se crearon con el propósito de "difundir falsas noticias para satisfacer los intereses de sus patrocinadores del Gobierno norteamericano" o suministrar "informaciones que requería el Gobierno norteamericano", dos variantes poco creativas de una misma imputación. Y afirmarlo apenas unas pocas horas antes de entreabrir las puertas del tribunal.

La fiscalía, por otra parte, se vio tan implacable como imprecisa cuando dijo: "El acusado Rivero Castañeda, a partir del año 2000 comienza a suministrar informaciones semanales para la página web Encuentro en la Red, cobrando por cada artículo, recibiendo también ingresos por otras publicaciones, persiguiendo todos sus escritos un manifiesto propósito desestabilizador del Estado cubano (...). También, con similares fines, realiza publicaciones subversivas para la revista Encuentro y para el sitio web Encuentro en la Red, que le pagan por cada colaboración suya, informando siempre sobre temas que requiere Estados Unidos para mantener su política hostil dirigida a derrocar la revolución cubana".

Yo pido, exijo, que me citen una sola línea de esos artículos, un solo verso de Raúl, una sola oración, una sola metáfora, un lamento, una queja, un reclamo, una crítica que no evidencie un profundo, casi enfermizo, amor por su país. Encontrarán, por supuesto, frases tristes, octosílabos desgarradores, párrafos angustiados, incluso pesimistas, sobre el presente y futuro de Cuba, pero la tristeza, el desgarramiento, la angustia e incluso el pesimismo no son delitos. ¿O me equivoco? No dudo que me equivoque, pues mis amigos dicen que soy terriblemente melancólico.

No. No me equivoco. Si la desilusión fuera un crimen, media isla debería ser declarada penitenciaría. Medio mundo. Media constelación de Andrómeda. Lo del pago por las colaboraciones o los derechos de autor es una práctica habitual, profesional, obligatoria y justa de que cual viven, por demás, escritores, músicos, pintores, ensayistas y hasta políticos de la isla. Si se las hubieran publicado en su tierra, las habría cobrado en el Banco Popular de Ahorro de Centro Habana. Sin embargo, la afirmación de que los temas eran requeridos desde Estados Unidos resulta más filosa, aunque no me cabe duda de que, al menos en la obra periodística y literaria de Raúl Rivero, es sencilla y llanamente una calumnia.

¿Acaso la Agencia Central de Inteligencia le "requirió" que escribiera sobre El Chino de la Charada (con sus grabados y sus números, tiene siempre un signo de emoción y esperanza) o las Jineteras de la Quinta Avenida de Miramar (pura fantasía con sus lentes de Armani) o aquella crónica sobre su entrañable amistad con Nicolás Guillén, a quien quiso como a un padre y quien lo malcrió como a un hijo (bajó a Ignacio Agramonte de su caballo y a José Martí de sus pedestales con unos artículos lúcidos y hondos), por no mencionar su retrato de Heberto Padilla, "un caso" sobre el cual hasta la propia dirección de la cultura cubana reconoce que se cometieron errores.

¡Ah!, Gordo, qué ingenuos somos cuando soñamos en voz alta; en ese texto tratas de tranquilizarnos al asegurar que no habrá posibilidades de repetirlo (el caso Padilla) ni siquiera como comedia. Las posiciones gubernamentales pueden ser inmutables, pero el mundo no. La vida tampoco. Heberto estuvo detenido tres o cuatro semanas en Villa Marista, tú pasarás 7.305 noches en el infierno si hoy no somos capaces de impedirlo por bien de todos, e incluyo a los revolucionarios que en la isla y en silencio se duelen de tu suerte. Sigo.

Sigo. A ver, díganme qué interés puede tener la Casa Blanca o el Pentágono en divulgar la bellísima despedida que escribió Rivero a sus amigos que se van de Cuba (Irse es un desastre. Una catástrofe íntima), publicada nada más y nada menos que en el Nuevo Herald de Miami (ahora sabemos, por todo lo que está pasando Cuba, que en el espacio que existe entre irse y volver hay que fundamentar la permanencia, porque permanecer siempre será un antídoto contra el desencanto. Y un veneno para el olvido), o en su reseña literaria sobre Mariel, la estupenda novela de José Prat Sariol (uno de los pocos escritores de la isla que se atrevía a visitarlo en su casa, ¿el único?).

Qué le importa al Imperio que Raúl publique en la Revista Hispano Cubana su nostálgico artículo sobre el Caballito blanco de Changó o su gracioso Monólogo del policía o su vallejiano elogio de la maquinita de escribir (yo recuerdo la Underwood de mi tío, aquel periodista provinciano que murió en el exilio, y renuevo mi amor cada mañana por esta Olivetti esbelta y beige, que me hace experimentar el goce de tocar lo que pienso y me hace padecer, que es siempre una fórmula de la altura y la fineza), o su demolición de los mandamases que en el mundo han sido, sin nombre ni apellidos (el totalitarismo es más fuerte que la belleza. Un soneto es una brizna frágil de sentimiento frente al ardor de las proclamas políticas. Sólo que la belleza y el soneto son eternos y es su perdurabilidad lo que doblega el señorío oscuro y provisional de un gobernante (...). Se sabe que los Gobiernos miran la cultura como un buey mira un piano).

Por amor de Dios, díganme qué oficial de inteligencia o contrainteligencia, qué investigador, qué ideólogo, qué perito en informática, qué mentiroso, ¡quién de ellos me demuestra que James Cason, actual jefe de la Oficina de Intereses de EE UU en Cuba, un funcionario prepotente, en verdad dañino, petulante, altanero y detestable, una bazofia humana que quiere menos a Cuba que yo a la gallina que acabo de almorzarme, cuál de todos me convence de que míster Cason o un idiota semejante haya sido el "superior" que le ordenó a Raúl Rivero aquel texto sobre el poeta Eliseo Diego que no cito en este párrafo para no echarme a llorar en la terraza! Y hablando de mi padre, quiero recordar una oración del prólogo que escribiera para un libro de Raúl, pues viene al caso: "Lo característico (en la poesía de Rivero) es la violencia impaciente".

Más adelante, la fiscalía esgrime una acusación digna de tomarse en cuenta, por el sereno y al mismo tiempo cínico uso de la exageración: al centro mismo del "Encausamiento", el licenciado Moreno Carpio asegura (y lo creo porque lo leo) que en el registro efectuado en el apartamento de la calle de Peñalver al poeta se le ocuparon, "entre otros materiales de carácter subversivo", una radio marca Sony, una grabadora, un cargador digital de baterías, una máquina de escribir (¿su Olivetti esbelta y beige?), una laptop marca Samsung, un adaptador de cámara vídeo ocho (no la cámara), varios casetes "conteniendo información destinada a subvertir el sistema económico, político y social cubano" (sin dar títulos), cinco ejemplares de su libro Ojo Pinta y dieciocho sobres conteniendo artículos varios y recortes de sus trabajos periodísticos, tres files con documentos de "la llamada prensa independiente", y supongo (aunque no se registre con la misma precisión) que también deben de haberle "descubierto" en la cocina o en el baño una azucarera, un jarrito de aluminio, un salero, un pomo de colonia Fiesta, tal vez dos rollos de papel higiénico, una caja de palitos de dientes, siete u ocho cuchillos de mesa, platos de muy distintas vajillas, una maquinita de afeitar desechable y, quién quita, uno de esos artefactos mortales, tan peligrosos para la humanidad que desde el derribo de las Torres Gemelas las autoridades aeroportuarias las expropian a los viajeros de clase turística para así combatir al terrorismo: un cortaúñas metálico.

Tampoco se consignan, por ejemplo, las obras completas de Nicolás Guillén dedicadas de puño y letra por nuestro poeta nacional ni los discos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés y Carlos Puebla que Raúl me puso el día que me invitó a almorzar arroz con frijoles en su casa -después de todo, hicieron bien en no consignarlas, pues hubieran confundido a la opinión internacional con detalles cursis y frágiles: se acabó la diversión, llegó el Comandante y... Y mucho menos enlistan sus subversivas apologías de la justicia social, sus subversivas décimas, sus subversivos bolígrafos y, claro, un montón de versos subversivos impresos en la contracara de hojas mimeografiadas, páginas desechables que, quizá, no lo dudo, alguna vez contaron la subversiva Historia del PCUS, ¿único tesoro que le dejó en herencia su padre, el proletario Esineo Tiburcio, orgulloso rescatista de la Defensa Civil? Un tipazo.

Lo recuerdo levemente. Cuando entraba un ciclón en La Habana, Esineo se envolvía en una capota de hule y salía a patrullar la zona, a contra ráfagas, en busca de los callejeros perros de nadie. Padre mío que estás en las sombras / de esa gran noche sideral / tú que no fuiste todopoderoso / que en vez de multiplicar los panes y los peces / te los quitaste para dárnoslos / si estuvieras despierto y terrenal / me prestarías tu brújula y tu vieja memoria de caminos y fronteras. Raúl siguió el ejemplo de Esineo. ¡Cómo le llueve encima!

Cualquier juez en sano juicio exculparía a Raúl de tales delitos. Y, sin embargo, el poeta es culpable -y no por lo que afirman de él, repito, sino por lo que callan-. Sí, eres culpable, Gordo. Lo siento. Sabes que te quiero. Entiéndelo. Culpable de tu imprudencia, de tu audacia, hermano, culpable de no haber sentido miedo al decir o redactar o defender lo que piensas sobre lo que sucede cada día en los callejones sin salida de la abulia y la indiferencia, total, si entre nosotros el silencio es una epidemia y la ilusión un polvorín (marzo entró este año a Cuba, como siempre, para marcar el final del leve invierno (...). Fui una de esas personas que desde Cuba hablé y me ilusioné con la alternativa de democratizar gradual, civilizadamente, ese sitio del mundo que más de once millones de seres humanos en La Habana y Madrid, en Venezuela y EE UU, en Estocolmo y Caracusey, en Santo Domingo y Chivirico llaman, de un modo especial, la patria, leo en tu artículo Los antediluvianos días de marzo).

Culpable de tus amores tercos, de tu tozudo corazón, de haber supuesto que tu sitio estaba en ese apartamento sin ventanas de la calle de Peñalver entre Franco y Oquendo y no en cualquier rincón de este planeta azul, ancho y ajeno, en mi casa de México, por ejemplo, o en la remota Cochinchina -donde se dice edificaron la famosa Casa del Carajo-. Culpable de enamorarte como un loco, de creer en el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud y los dones de la sinceridad. Culpable, en fin, de querer tanto a un país, el nuestro, que no siempre agradece el sacrificio, un pueblo que se niega a escuchar a sus abrumadoras minorías, pues aunque me joda reconocerlo los cubanos somos desmemoriados y epidérmicos. Zorros. "Se lo buscó", he oído decir en este arranque de abril a varios Judas y Poncio Pilatos y Barrabases: "Se lo dije. No te emberrinches, compadre, quédate tranquilo en casa mientras pasa el apagón. Pero te pusiste a paluchear. Yo lo veía venir. Te lo advertí". Sí, se lo buscó, y eso lo distingue y engrandece, contesto. Pero eres culpable,

Raúl, compréndelo, culpable de haber escrito el 21 de febrero de 1999 tu Monólogo del culpable, a escasos días de haberse aprobado la ley que ahora formaliza el derecho a que te abofeteen la cara: la letra de la ley, dijiste iracundo, permite a las autoridades de mi país condenarme por el único acto soberano que he realizado desde que tengo uso de razón: escribir sin mandato. Y más adelante te anticipaste a los acontecimientos, una costumbre irresponsable por muy escritor que seas y te coloques allá en el filo del horizonte para anunciarnos las tormentas que se tuercen sobre nosotros -el centinela horizonte, ¿recuerdas?, ese sitio donde el camarada Lenin aconsejaba que deportaran a los poetas y a los soñadores-.

"Me cuesta mucho trabajo sentirme culpable. Es casi como si se me acusara de respirar o se me anunciara una eventual prisión por amar a mis hijas, a mi madre, a mi mujer, a mi hermano y a mis amigos (..). De modo que una disposición redactada con la tinta perecedera de las trampas políticas, envuelta en una maniobra chapucera para hacer aparecer a un pequeño grupo de periodistas que trabajamos en Cuba como aliados de narcotraficantes y proxenetas y mercenarios a sueldo de EE UU, me produce sólo un variado cóctel de repugnancia. Los años de cárcel que la ley promete con generosidad, por encima al temor del encierro y al castigo, hay que verlos con consternación (...). Nadie me hace sentir como un criminal, un agente enemigo ni como un apátrida ni como ninguna de esas necedades que el Gobierno usa para degradar y humillar. Soy sólo un hombre que escribe. Y escribe en el país donde nació y donde nacieron sus bisabuelos".

Culpable, Raúl, tan culpable como yo. Como tantos. Lo dijo tu paisano Nicolás Guillén, lo dijo Beny Moré, tenemos lo que teníamos que tener: dolor y pena. Hasta tú mismo lo escribiste, caray, ¿o lo olvidaste?: Soy un desastre como mi pasado / un mal sueño como mi porvenir / y una catástrofe como mi presente. / (...). Perdonadme entonces que sueñe con cercos policiales y amigos encarcelados. Ya te extraño.

Ya pierdo aliento, hermano grande. Me trabo. Me desplomo. Desde el suelo, derrotado, humillado, avergonzado de mi país y mis espantos, repito entre dientes lo que alguna vez dije en defensa de los presos políticos de la isla: "Dios no los guarde, Dios los libre". Como entonces, hoy nadie escuchará mi ruego -ni Él, ocupado como debe de estar allá por Babilonia, donde (te cuento por la claraboya de tu celda) le acaban de hacer trizas lo poquito que quedaba del Edén.

Eliseo Alberto (La Habana 1951-Ciudad de México 2011).
El País, 20 de abril de 2003.
Foto: Raúl Rivero (Morón 1945-Miami 2021) y el periodista independiente Luis Cino, en la presentación de la revista De Cuba, La Habana, enero de 2003. AP/El País.
Nota.- La reproducción de esta crónica de Lichi, como sus amigos le llamábamos a Eliseo Alberto, ha sido posible gracias a Javier, un amigo madrileño que tuvo la amabilidad de copiarla de El País y enviármela. Tania Quintero.

lunes, 19 de junio de 2023

Hielo, cerveza y progreso

Dada la situación actual, resulta de ciencia ficción recordar que Cuba históricamente fue un país dedicado a la producción. La industria por ende marcó su desarrollo, su posición ante el mundo, las relaciones sociales establecidas y la conformación de su población, dejando una fuerte huella cultural en la nación.

Si hacemos una breve revisión histórica veremos que, una vez determinado su carácter estratégico como punto intermedio entre la península española y las colonias americanas de tierra firme, Cuba tuvo que incorporar rápidamente la agricultura y la ganadería. Con esto daba servicio a la flota española durante su permanencia en La Habana, pero también la proveía en su viaje de vuelta a Europa.

Del desarrollo ganadero derivó la exportación de velas, jabones y cuero, este último como materia prima para la confección de ropa, accesorios, muebles, piezas de maquinarias, etc. Capítulo aparte constituye la explotación minera, que puede considerarse la primera industria del país. Esta se remonta a 1530, con la apertura en Santiago de Cuba de la primera mina de cobre de Latinoamérica.

A partir del siglo XVIII, el azúcar comenzó a ganar importancia aprovechando las excepcionales condiciones naturales que la Isla ofrecía para su cultivo. De este modo, la explotación consciente y especializada de los recursos locales impuso el monocultivo natural de la caña de azúcar, que dominó el panorama industrial cubano hasta muy avanzado el siglo XX.

No obstante, Cuba produjo mucho más que azúcar. Su mayor diversificación industrial la alcanzó con el establecimiento de la República, aunque desde finales del siglo XIX puede observarse la incorporación de nuevos rubros dedicados a la satisfacción del mercado doméstico, a partir de entonces mejor abastecido.

Algunas de estas nuevas industrias llegaron a crear verdaderos emporios, gracias a la adecuada planificación de sus recursos financieros y estrategias comerciales, así como por las leyes que entonces apoyaron su desarrollo y de las asociaciones mercantiles creadas para la movilización de los planes y medidas que pudieran favorecerles, y para afianzar las conexiones de la industria y el comercio local.

Un ejemplo de manual fue la Nueva Fábrica de Hielo S.A. (1888). Sus fundadores habían transitado un largo camino de ascenso desde que llegaron, en el siglo XIX, como inmigrantes procedentes de Cantabria. En La Habana trabajaron como dependientes en comercios y almacenes del puerto, hasta convertirse en propietarios de compañías de vapores. La última de ellas fue la Compañía de Vapores Sobrinos de Herrera (1886), dedicada al cabotaje y al comercio con España, Estados Unidos y el Caribe. El inmueble donde radicaban sus oficinas, situadas estratégicamente junto al puerto, es el actual hotel Armadores de Santander.

La Nueva Fábrica de Hielo S.A., fue la segunda industria de su tipo en la capital, pues entonces solo existía La Habanera de Hielo (1878). Con su fundación, incorporó una nueva dinámica competitiva para este producto, y no pasó mucho tiempo para que se convirtiera en la primera y mayor productora y comercializadora de hielo y bebidas del país. Esto lo consiguió gracias a la diversificación de sus productos, lo que le llevó a dominar todos los componentes necesarios de su línea de producción.

De esta forma, en 1896 compró la fábrica cervecera La Tropical, situada en Puentes Grandes, instalación que amplió y modernizó, implantando el primer sistema mecanizado de la industria cervecera cubana, que empleaba la energía hidráulica del río Almendares. En 1909, absorbió una de las más importantes fábricas de cerveza norteamericana radicadas en Cuba, la Havana Brewery, propietaria de la Fábrica de Cerveza y Hielo Tívoli (1905), de Palatino. A partir de entonces la marca Tívoli comenzó a comercializarse como la segunda más importante de la Nueva Fábrica de Hielo, S.A.

En 1916, construyó en Palatino una fábrica de botellas, envases de vidrio, tapas y coronas, con una capacidad de producción de 90.000 botellas al día. Esta nueva industria le permitió autoabastecerse de todo lo que necesitaba, por lo que dominaba la producción de la cerveza, de su envase y del hielo para enfriarla. Dicha estrategia disparó a gran escala su capital, alcanzando a mediados del siglo XX el séptimo lugar entre las industrias cubanas no azucareras.

En 1911 explotaba más de siete marcas de cerveza entre claras y oscuras: Tropical, Tívoli, Águila, Excelsior, Maltina, Familia, Bola Roja, etc. El 3 de junio de 1928, sacó a la venta la cerveza clara Cristal Palatino; y el 1 de mayo de 1938, la cerveza negra de alta graduación, tipo inglés, La Tropical 50, en conmemoración al cincuentenario de la fábrica. También produjo la Maltina Tívoli vitaminada.

La calidad de la cerveza producida por la Nueva Fábrica de Hielo S.A. fue muy conocida y celebrada, y obtuvo varios primeros premios en exposiciones universales en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia y Bélgica. Para esta industria se contrataron consagrados técnicos y maestros cerveceros alemanes, que consideraban que con la tecnología estadounidense instalada en La Tropical se podía obtener una de las mejores cervezas del mundo. Las materias primas también eran de la mejor calidad. El lúpulo y la cebada, se importaban directamente de Alemania, y el agua, esencial en la fabricación de la cerveza, se extrajo siempre del pozo de San Gerónimo, en Puentes Grandes.

El 13 de octubre de 1960, se le notificó al presidente de la compañía, Julio Blanco Herrera Clavería, la nacionalización de esta industria y de todas sus dependencias. Un duro golpe para quienes durante más de medio siglo habían creado este excelente complejo industrial. Los bienes pasaron entonces al Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria.

No se han encontrado datos concisos sobre cuánto tiempo más estuvieron produciendo las fábricas bajo la nueva administración. Hoy permanecen cerradas e inaccesibles, y las de Palatino derruidas. Algunos cuentan que tras su abandono, los depósitos de La Tropical permanecieron por años llenos de cerveza. Las oficinas generales, en la Avenida 41 y Calle 48, en el actual municipio habanero de Playa, fueron ocupadas por el Ministerio de la Industria Alimentaria, que allí mantiene su sede.

Sin embargo, el buen observador aún reconocerá el uso original del inmueble en el muro perimetral, donde permanecen las molduras con forma de chapas de botellas que reproducen el logo de la Nueva Fábrica de Hielo. Distinta suerte tuvieron el busto de Narciso Gelats, cuarto presidente de la fábrica, en el Salón de Juntas de estas oficinas; y la escultura de Cosme Blanco Herrera, tercer presidente de la fábrica, en las oficinas de Palatino, destruidas como tantas imágenes que en la ciudad recordaban personalidades que marcaron el progreso industrial y económico del país.

En su eslogan, la cerveza Cristal dice seguir siendo la preferida de Cuba, aunque se produzca en Holguín y ya nada tenga que ver con la que era. En marzo de 2023, en Miami, descendientes de los propietarios de la fábrica han comenzado a producir la suya, sin agua del pozo de San Gerónimo, con la "y" en su nombre (Crystal) para evitar litigios, pero con el apego a la gloria arrebatada y la añoranza de lo que pudo ser.

Yaneli Leal
Texto e ilustración: Diario de Cuba, 30 de abril de 2023.
Leer también: La industria cervecera que parió jardines y stadiums.

lunes, 12 de junio de 2023

La cátedra de odio la tiene el castrismo

La novela Paso a dos, del escritor y periodista español Ramón Pernas, es una de las muchas inspiradas por los dramas que generó la Guerra Civil (1936-1939) y la posterior dictadura de más de 35 años del general Francisco Franco.

Recientemente leí el libro, que en 2001 fue publicado en Cuba por la Editorial Arte y Literatura con el financiamiento del Fondo de Desarrollo de la Educación y la Cultura de España. Quedé muy impresionado, particularmente por la caracterización que hace del personaje negativo de la trama, Ricardo Orol. A modo de contrapunto, los dos protagonistas, Alfonso y Ricardo, que fueron amigos en su infancia y adolescencia, cuentan la tragedia de sus vidas.

Pocos días después de la sublevación militar que inició la guerra civil en julio de 1936, el padre de Alfonso, el capitán de navío Pablo Constanti, muere a manos de Ricardo, que forma parte de una especie de falangista escuadrón de la muerte.

El capitán Constanti no es comunista, es solo un liberal y masón que como militar juró defender la República, pero Ricardo lo odia, lo ve como su enemigo, a pesar de que Don Pablo y su esposa siempre lo acogieron en su casa, lo ayudaron y le dieron buenos consejos.

Ricardo, muy pobre, huérfano de madre, con un padre alcohólico que se gana malamente la vida cantando tangos, envidia tanto la distinción y el bienestar de la familia Constanti, que, ante la imposibilidad de poder llevar una vida así, llega a detestar a todos sus integrantes, especialmente a don Pablo.

La prédica falangista de “ni más pobres ni más ricos, todos iguales por el trabajo”, acabó de envenenar la mente del muchacho, que se convirtió en un matón fascista rechazado hasta por los de su bandería y que termina suicidándose, amargado por el advenimiento de la democracia y el regreso del exilio de Alfonso y su hermana a Vilaponte para participar en un homenaje para reivindicar la memoria del capitán Constanti.

Uno lee Paso a dos y se pregunta cuántos hombres y mujeres similares en el odio a Ricardo Orol fueron engendrados por el castrismo.

La revolución de Fidel Castro, desde sus mismos inicios, con su demagógica prédica de falso igualitarismo, pintándose “por los humildes y para los humildes” para nutrir sus filas, inflamó la envidia y el rencor de los desclasados, los humillados, los preteridos, los frustrados, los acomplejados. Los hicieron sentirse protagonistas de una causa grandiosa por la que estaban dispuestos a todo, a matar y morir si era preciso, bastaba que se los exigiese el Máximo Líder.

Así, odiaron primero a los burgueses y luego a todo el que pensara distinto. Renunciaron a sus creencias religiosas, sus usos y costumbres, rompieron con familiares y vecinos, a quienes, en muchos casos, se prestaron para vigilar y chivatear a la policía.

El tiempo, demasiado tiempo ha pasado, y ya la mayoría de los que decían estar dispuestos a todo por Fidel y la Revolución, ante los muchos desengaños y la precariedad de su existencia, no siente ni remotamente ese fervor. Solo les queda el miedo y la inercia de los viejos rituales. Muchos están desilusionados y arrepentidos, aunque se niegan a reconocerlo por no dar su brazo a torcer y admitir que se equivocaron al consagrar su vida a algo que no merecía ni la tercera parte de sus esfuerzos y sacrificios.

Pero las heridas siguen abiertas en nuestra sociedad. Sangrantes y purulentas. El daño que los come-candela de ayer y antier causaron a los demás y el que se hicieron ellos mismos y a sus descendientes no se repara de un día para otro, máxime si apenas ha sido retocado el maquillaje de las circunstancias y los responsables de esta situación.

Por eso, porque no hemos olvidado, es indignante escuchar a los voceros del régimen que intentan el monopolio del patriotismo y la cubanidad y que califican como "odiadores" a todo el que discrepa del pensamiento oficial y se opone a los abusos y las ordenanzas de los mandamases.

Los castristas, que llevan más de 64 años impartiendo la cátedra del odio y la intolerancia más extrema, ahora hablando de amor y reconciliación. ¡Que no jodan!

Luis Cino
Texto y foto: CubaNet, 31 de marzo de 2023.

lunes, 5 de junio de 2023

Cuidados a tener con la Constitución de 1940



La necesidad de crear un marco legal adecuado, para los primeros meses de una Cuba post castrista, ha sido reconocida por muchos exiliados cubanos desde hace ya mucho tiempo.

La referencia que siempre ha existido para ese marco legal es la famosa Constitución de 1940, una carta magna que, como su nombre indica, ya cuenta con las no despreciables cifras de 83 años de edad y ninguna enmienda.

Ese largo período de tiempo transcurrido desde su aprobación, y la enorme cantidad de cambios profundos que Cuba ha sufrido durante el mismo, indican que esa Constitución requiere de muchas enmiendas antes de poder ser usada como una referencia legal válida o funcional.

La observación anterior resulta evidente e inobjetable para cualquier cubano interesado en el bienestar de Cuba y no en la imposición de sus propias opiniones. Hace unos meses, por ejemplo, y durante mi última visita a La Florida, fui invitado a expresar mi apoyo a una hoja de ruta que pide, entre otras cosas, el uso de la Constitución de 1940 como una referencia legal durante los primeros meses del post castrismo.

Recuerdo que ese documento fue bien discutido, o conversado, entre algunos de los firmantes. Una de las ideas que se discutió fue que muchos artículos de la Constitución de 1940 requerirían ser cambiados, o enmendados con antelación, para poder adaptarlos a la actual situación cubana. El artículo que más se discutió fue el 99 y, sobre todo, su inciso “a”, que es el que niega el derecho a votar en las elecciones a los asilados cubanos.

Uno de los argumentos esgrimidos fue que, en el momento en el que se escribió esa Constitución, Cuba tenía una balanza migratoria positiva, y el escaso desarrollo de las comunicaciones no permitía establecer el voto a distancia. Hoy en día, sin embargo, una buena parte de la población cubana vive fuera del territorio nacional, considera que debe tener derecho al voto en una Cuba post castrista y sabe, además, que eso no es muy difícil de implementar en la práctica. Con todo eso en consideración, es mucho más sabio y justo reconocer, dijeron algunos de los firmantes, que ese artículo debe ser enmendado antes de usar la Constitución de 1940 como un marco legal para la Cuba del post castrismo.

De más está decir que las personas que crearon esa hoja de ruta para la transición cubana entendieron perfectamente la necesidad de esa enmienda, y en ningún momento intentaron imponer criterio alguno. Todo lo contrario, reconocieron que es verdad que hay artículos que hay que enmendar y, en consecuencia, hicieron las modificaciones correspondientes al documento que muchos terminamos apoyando con nuestras firmas. Después, en conversaciones con líderes del exilio histórico en los Estados Unidos, recibí opiniones similares.

Recientemente, sin embargo, he observado en las redes sociales el surgimiento de una algarabía (por no decir histeria) que demanda la imposición, sin enmiendas previas, de la Constitución de 1940 como un requisito indispensable para el derrocamiento del castrismo, y como una referencia cuasi sagrada para la Cuba post castrista.

Varias cosas me han llamado la atención de esa algarabía; una es la enorme cantidad de cuentas anónimas que la promueven, otra son la virulencia de sus ataques ad hominem contra las personas que se atrevan a expresar cualquier duda sobre ella y, la más llamativa, es esa relación absurda que ha decidido establecer entre las ideas de izquierda y el rechazo al uso indiscriminado de una Constitución, la de 1940, que está plagada de ideas de izquierdas.

Hay mucha ignorancia —demasiada, diría yo— en semejante contrasentido. Tanta ignorancia, que se impone escribir un grupo de aclaraciones. Sobre todo, para esas personas que viven dentro Cuba y que, por su escaso acceso a la información, pueden ser engañadas y manipuladas por politiqueros inescrupulosos en el exilio.

La Constitución de 1940 surgió en un momento de máxima cooperación entre las democracias liberales y el Socialismo internacional (o estalinismo de la época). En contra de lo que muchos creen hoy, esa carta magna de Cuba fue el producto de un pacto entre Stalin y Roosevelt. Una alianza que en el contexto cubano se tradujo en un matrimonio de conveniencia entre Fulgencio Batista y los socialistas cubanos.

Al mismo tiempo, esa Constitución fue concebida en un momento en el que los Estados Unidos estaban siendo asolados por las políticas filo-socialistas de la administración Roosevelt. Una época en la que una buena parte de este mundo ignoraba, o insistía en ignorar, el carácter esencialmente criminal de las ideas socialistas, y la enorme capacidad empobrecedora de las intervenciones estatales en la vida económica de las naciones.

Fue por eso que la Asamblea Constituyente de 1939, que fue la encargada de discutir y redactar la Constitución de 1940, estuvo plagada de socialistas cubanos que intentaron, tanto como les fue posible, crear un documento que les sirviera para adelantar su ideología y, sobre todo, para darle un poder exagerado al Estado sobre la vida de sus ciudadanos y así reducir los derechos y las libertades individuales.

Blas Roca Calderío, Salvador García Agüero, Juan Marinello, Romárico Cordero, César Vilar y Esperanza Sánchez Mastrapa, fueron algo más que seis socialistas asistiendo a un foro de políticos liberales. Fueron seis voces que no dejaron de formar su algarabía (por no decir histeria) para imponer una buena parte de las ideas que les convenía imponer.

Esa es la razón por la que, ya desde su primer artículo, la Constitución de 1940 declara como parte esencial de la nación cubana “la justicia social”, “el bienestar colectivo” y “la solidaridad”. Conceptos ambiguos que vistos en sus significados inmediatos son muy positivos y loables; pero que, vistos desde la retórica ideológica de los socialistas, se prestan para crear ese estado de quejas interminables, por objetivos indefinibles e inalcanzables, que los socialistas siempre usan para sembrar la discordia y destruir a las democracias.

Es importante, entonces, evitar que una Constitución como la de 1940, que nació permeada por un grupo no despreciable de ideas de izquierda, pueda ser usada como un vehículo de protección del castrismo en la Cuba post castrista. Para entender y aceptar eso hay que, necesariamente, hacer algunas aclaraciones.

En estos momentos, el castrismo puede tener varios planes que ha ido desarrollando en paralelo, o sin interferencias de unos con otros. Ahora mismo, mientras el castrismo desarrolla un plan de represión brutal contra las próximas protestas en Cuba (estilo Siria), también puede estar desarrollando, en paralelo, un plan de cambio-fraude que en nada interfiere con el desarrollo de otro plan, también en paralelo, encaminado a evitar las represalias contra los castristas en una Cuba post castrista e, incluso, a usar la democracia que llegará a Cuba eventualmente para lograr el regreso al poder de los castristas.

Hay que recordar, por ejemplo, que los Sandinistas perdieron el poder y, sin embargo, años después se las arreglaron para usar los mecanismos democráticos, y las elecciones, para regresar a un poder que terminó destruyendo, de una vez y por todas, y con el beneplácito de la izquierda estadounidense, cualquier vestigio de democracia en Nicaragua.

En el contexto de una Cuba post castrista es importante, entonces, evitar que el uso de la Constitución de 1940, sin enmiendas previas, pueda servir como vehículo legal para la inmunidad de los castristas y, sobre todo, para su regreso al poder de una forma similar a la que usaron los sandinistas en Nicaragua.

Eso requiere, de manera inevitable, actuar proactivamente para enmendarle a la Constitución de 1940, con antelación, todos esos artículos que puedan interferir con el desarrollo económico de Cuba y con el bienestar de los cubanos. La razón de esas enmiendas proactivas es que para los socialistas “bienestar” es una mala palabra, y pobreza es el caldo de cultivo en el que ellos crecen descontroladamente. También hay que enmendar de antemano, claro está, todos los artículos de esa Constitución que puedan servir de refugio y protección legal a los criminales castristas.

No soy abogado o jurista, carezco de esa formación y creo que deben ser las personas especializadas en esa área del saber las que se encarguen de analizar y enmendar la Constitución de 1940, ya sea a partir de las consideraciones anteriores o de otras que puedan surgir. Hay, sin embargo, artículos de ese documento que no hace falta ser abogado para entender que deben ser enmendados. Uno de ellos es el artículo 99 en su inciso “a”, que es el que prohíbe el voto a los asilados cubanos.

La razón de esa enmienda tan necesaria es que la Cuba del post castrismo será una nación con una buena parte de su población fuera del territorio nacional, con la mayor parte de su capital humano no envejecido viviendo en otros países, con una fracción importante de su capital financiero allende los mares, con casi todos sus técnicos actualizados desperdigados por el mundo, y con el cien por ciento de su ciudadanía con experiencia democrática y empresarial bajo la categoría de emigrante.

La Cuba del post castrismo no puede darse el lujo de excluir a esa parte de su población del proceso de reconstrucción de la nación cubana. No darle derecho al voto a esos cubanos, en los primeros tiempos de la transición, porque así lo dice un documento del año 1940, es excluir de la transición a esos que más y mejor pueden hacer por esa población mermada, envejecida, desinformada, y empobrecida, que inevitablemente el castrismo dejará como herencia.

El artículo 9 en su inciso A también debe ser enmendado si justifica la existencia del infame Servicio Militar Obligatorio. Una institución absurda cuya implementación no está justificada, y que solo sirve para restarle a la economía cubana una parte de su fuerza de trabajo joven. Esa mano de obra será esencial en el contexto de una reconstrucción post castrista y debe ser liberada de las garras del ejército.

Igual, el Artículo 13, en su inciso b, no reconoce la doble ciudadanía, algo que hoy en día es muy común en la inmensa mayoría de los países democráticos. No enmendar de antemano ese artículo sería alienar de la transición a muchos cubanos que, después de décadas disfrutando de libertades democráticas, en países que aceptan sin problema alguno la doble ciudadanía, verían como injusto el mantenimiento de esa imposición. Al mismo tiempo, la aceptación de la doble ciudadanía daría a los exiliados que decidan regresar a Cuba, para ayudar durante la transición, la protección legal de sus países de acogida, algo para nada despreciable en el contexto casi siempre caótico de las transiciones.

Por último, es importante recordar que si algo ha caracterizado a Cuba durante los más de sesenta años del despotismo castrista es, precisamente, la ausencia de un sistema judicial no ya independiente del poder ejecutivo, sino incluso medianamente funcional. La inmensa mayoría de los abogados, jueces y fiscales de la Cuba de hoy necesitarían un largo período de reeducación, y de reevaluación, antes de poder ser aceptados como tales en una sociedad democrática.

El resultado de eso es una serie de preguntas para las que hoy por hoy no tenemos respuestas viables. ¿Quiénes serán los encargados de aplicar esa sagrada Constitución de 1940? ¿Los antiguos represores castristas disfrazados de abogados, jueces y fiscales? De ser así, ¿qué garantía existe de que esos antiguos represores no favorezcan en sus decisiones legales a sus antiguos amos? ¿Durante la crisis transitoria del sistema judicial cubano, que inexorablemente ocurrirá, seguiremos aplicando sin enmiendas una Constitución que dice en su artículo 27 que, “todo detenido será puesto en libertad o entregado a la autoridad judicial competente dentro de las veinticuatro horas siguientes al acto de su detención”? ¿No favorecerá eso a los antiguos represores y asesinos castristas? ¿No sería mejor enmendar la Constitución de 1940 para adaptarla cuanto más se pueda a las condiciones extraordinarias de la Cuba del post castrismo?

Todas esas preguntas, y muchas otras más que empezarán a surgir cuando los verdaderos conocedores de este tema empiecen a tratarlo, merecen y requieren ser discutidas en un diálogo civilizado, sin golpes de pecho, sin algarabías innecesarias (por no decir histerias) de politiqueros inescrupulosos y, sobre todo, sin acusar de ser de izquierdas a esos que se nieguen a aceptar, sin enmiendas, una Constitución que nació profundamente penetrada por las ideas de izquierda.

César Reynel Aguilera
Texto y foto: Blog Aguilera, 4 de mayo de 2023.