lunes, 28 de noviembre de 2022

Ana Belén Montes, la espía perfecta


Durante 17 años, hasta su arresto en 2001, Ana Belén Montes, una funcionaria estadounidense hija de puertorriqueños, mereció el calificativo de "espía perfecta" que le dan los autores de The Queen of Cuba, The Inside Story on How the Perfect Spy Evaded Detection for 17 Years, Peter Lapp y Kelly Kennedy. El libro, editado por el sello Post Hill Publications, saldrá a la venta tras la liberación de la espía, prevista para enero de 2023.

Montes, plantada como asesora de temas cubanos para Estados Unidos en el Pentágono, se las arregló para suministrar información clasificada a La Habana e influir en las políticas de Washington hacia la Isla.

Hacía todo esto sin cobrar un centavo y por odio a las políticas externas de Estados Unidos, dijo en declaraciones a El Nuevo Herald Peter Lapp, el agente retirado del FBI que arrestó a Montes en 2001. Ahora, devenido autor, ofrece todos los detalles de la historia, incluida la identidad del agente Germán, el contacto de la mujer con sus jefes de La Habana.

Para Lapp, "el servicio de inteligencia cubano es uno de los mejores del mundo", y lo que hace que sea tan bueno "es que encuentran a estas personas que tienen ideas afines, que tienen esta empatía visceral por lo que Cuba está tratando de hacer. Son buenos en encontrar a personas que no quieren hacerlo por dinero".

Sobre el caso de Montes, el ex agente lamentó: "No pudimos devolver el golpe en décadas, fallamos bastante". De acuerdo a su investigación, la espía, nacida en la República Federal Alemana, enviaba diariamente a Cuba datos confidenciales y, al mismo tiempo, recibía instrucciones de Fidel Castro para influir en las decisiones de Estados Unidos hacia el gobierno cubano.

El enlace era el doctor Evelio Guerra Pereda, alias Germán, un oficial de inteligencia encubierto como médico cuyo expediente, hoy público, revela que trabajó en el hospital Manuel Fajardo de La Habana. Interpelado por Lapp en la actualidad, Guerra Pereda negó conocer o tener vínculos con Montes.

Durante la Administración de Barack Obama, se tuvo conocimiento de que Rolando Sarraff Trujillo, ex oficial de inteligencia de Estados Unidos capturado en La Habana, había proporcionado pistas para la captura del "topo" de Castro escondido en el Pentágono. En 2014, Sarraff fue intercambiado por tres de los cinco espías cubanos denominados "los cinco héroes".

El propio Obama, tras el intercambio, calificó a Sarraff, sin identificarlo, como "uno de los más importantes agentes de inteligencia que Estados Unidos ha tenido en Cuba, y que ha estado en prisión por casi dos décadas", período que coincide con el arresto de Ana Belén Montes.

"¿Cuáles fueron las motivaciones de Ana Belén Montes para su labor de espionaje?: la ideología pura", se puede leer en el informe público del FBI. Dicho informe contextualiza el arresto de la mujer tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas en Nueva York y afirma que formó parte de una estrategia mayor para garantizar la seguridad del país.

Entre los documentos a los que Montes tenía acceso como analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos estaban los planes de la invasión a Afganistán, a los que Castro pudo haber tenido acceso a través de su espía. El FBI recorre la trayectoria laboral y de espionaje de Montes, comenzando con su reclutamiento por La Habana en 1984 y describiendo su estado actual: una mujer de 60 años, operada de cáncer de mama, que intentará reanudar su vida luego de dos décadas en prisión.

Por su parte, el autor de The Queen of Cuba, quien también interrogó durante varios meses a Montes, la define como una mujer "recta, pomposa y narcisista". Un personaje casi de ficción, una fanática de Castro y su gobierno, un extremismo que le resultó ideal para conformar el libro.

Texto y foto: 14ymedio, 22 de septiembre de 2022.

lunes, 21 de noviembre de 2022

Cuando el Che quiso reclutar al magnate cubano Julio Lobo


Muy pocos saben de la reunión que tuvo lugar el 11 de octubre de 1960 entre el comandante Che Guevara y el magnate Julio Lobo, que era por entonces el hombre más rico de Cuba.

El llamado Rey del Azúcar fue citado con urgencia la madrugada de ese día por Guevara, que entonces era presidente del Banco Nacional de Cuba, a su despacho en La Habana Vieja.

Julio Lobo acudió al encuentro en su lujoso auto y vestido con su elegancia característica. El Che, de uniforme verde olivo y boina, comenzó la conversación advirtiéndole que el capitalismo en Cuba no tenía cabida y que todas sus propiedades serían nacionalizadas por el Estado, pero le ofreció a Lobo dejar en sus manos su central preferido, el Tinguaro, y su mansión en La Habana a cambio de que pasara a dirigir la industria azucarera cubana.

Julio Lobo quedó sin habla y respondió a Guevara que le diera unos días a Guevara para tomar una decisión. Al llegar a su oficina, el millonario pidió a su secretaria ciertos papeles que guardó en su portafolio y comentó “Es el fin”. Dos días después se fue de Cuba. El 14 de octubre, el régimen castrista confiscó todas las propiedades de Julio Lobo.

Julio Lobo Olavarría, nacido en Venezuela, era hijo de inmigrantes judíos que lo llevaron a Cuba cuando tenía dos años y adquiriría la nacionalidad cubana. Estudió en Estados Unidos y heredó la fortuna de sus progenitores. Aquel capital lo multiplicó hasta llegar a poseer 16 centrales azucareros, dos refinerías, 22 almacenes de azúcar, una agencia de radiocomunicaciones, un banco, una naviera, una aerolínea, una aseguradora y una petrolera.

Poseía una de las bibliotecas mayores del país, la cual, tras su partida, pasaría a los fondos de la Biblioteca Nacional. Su colección de obras de arte, que incluía numerosos bienes que pertenecieron al emperador Napoleón Bonaparte, pasaría en los años 60 al Museo Napoleónico, ubicado en la que fuera la residencia de Orestes Ferrara en El Vedado.

En su pinacoteca, de valor incalculable, tenía cuadros de Miguel Ángel, Da Vinci, Rafael y Goya, entre otros pintores de renombre. (algunos pasaron al Museo Nacional de Bellas Artes, pero los más valiosos se esfumaron y nadie sabe a dónde fueron a parar).

Las residencias de Julio Lobo se convirtieron en solares que hoy se encuentran en lamentable estado de conservación o fueron convertidas en sedes de organismos estatales. Según rumores de la época, a pesar de su fama de persona austera, tuvo aventuras con actrices de Hollywood como Esther Williams y Joan Fontaine y realizó costosos viajes por el mundo.

La fortuna de Julio Lobo fue calculada entre 85 y 100 millones de pesos de la época (hoy unos 4 000 millones de pesos). Además de ser el principal empresario de la isla y destacada personalidad de la burguesía nacional, fue la mayor autoridad mundial en el tema del azúcar. Si en aquella reunión del 11 de octubre de 1960 Lobo hubiera aceptado la oferta de Guevara, posiblemente habría sido muy distinto el destino de la industria azucarera cubana.

El declive de nuestra principal industria se inició en los años 60 con las llamadas Zafras del Pueblo y se agudizó en 1970 cuando, por un capricho de Fidel Castro, se produjo el descalabro de la Zafra de los Diez Millones.

Décadas después, Castro ordenaría el desmantelamiento de gran parte de los centrales azucareros cubanos. Hoy Cuba produce menos azúcar que a finales del siglo XIX y tiene que importarla de Brasil y Francia para abastecer el mercado interno.

Después de exiliarse en Estados Unidos, Julio Lobo, se dedicó a especular en la bolsa de Estados Unidos, lo que le permitió volver a levantar una fortuna, que cinco años más tarde perdería. Decidió retirarse y vivir en España, donde murió en 1986. Sus restos se encuentran en el cementerio madrileño de La Almudena.

Jorge Luis González
Texto y foto: CubaNet, 4 de octubre de 2022.

lunes, 14 de noviembre de 2022

El problema no es la luz, es el castrismo


Con la brutal represión desatada y la imposición de largas condenas de prisión a cientos de los participantes en las multitudinarias protestas del 11 de julio de 2021 y el encarcelamiento de los dos miembros más prominentes del Movimiento San Isidro, Luis Manuel Otero y Maykel Osorbo, la dictadura creyó haber creado suficiente terror para que no ocurrieran nuevas revueltas.

Cuando unos meses después el dramaturgo Yunior García Aguilera y el grupo Archipiélago convocaron a una marcha cívica para el 15 de noviembre, el régimen se asustó tanto que, descolocado, en violación de sus propias leyes, desencadenó un descomunal esfuerzo represivo y una paranoica y ridícula campaña mediática para hacer creer que la marcha, inspirada en un manual de guerra no convencional del US Army, buscaba provocar una intervención norteamericana en Cuba.

Finalmente, la marcha cívica no fue, el régimen logró abortarla. Yunior García, que había asumido un liderazgo que le quedaba varias tallas grande, cedió ante las amenazas de la Seguridad del Estado y, tan pronto le quitaron el cerco a su vivienda, se fue a España. La decepción con Yunior y el fracaso de la marcha en la que tantas expectativas estaban cifradas originó gran desaliento entre los opositores al régimen.

Posteriormente, la campaña de acoso e intimidación de la Seguridad del Estado contra integrantes de Archipiélago, artistas contestatarios, activistas prodemocracia y periodistas independientes, consiguió que varias decenas de ellos se exiliaran.

Los mandamases tuvieron un respiro hasta que estallaron las protestas por los apagones, que alcanzaron su clímax los días 29 y 30 de septiembre en numerosos barrios de La Habana. Y de nuevo, como hicieron el 11J, recurrieron a la represión. Esta fue particularmente brutal contra los manifestantes que bloquearon la calle Línea, en el Vedado.

Los represores no vacilaron en golpear a mujeres y menores de edad. Y ya está en marcha la cacería contra los que participaron en las protestas, quienes, acusados de sedición y otros cargos, serán juzgados de forma sumaria y expedita por “atestado directo”.

La dictadura, aterrada, sabiéndose en su peor momento, no sabe otro modo de enfrentar los reclamos populares. De nada valen la demagogia ni los ridículos intentos de los voceros oficialistas en inventar historias rocambolescas y absurdas para hacer creer que las protestas son instigadas y financiadas desde el exterior y están vinculadas con “actos de terrorismo”.

Solo un puñado de cretinos, sulacranes y cínicos simula creerse esas mal hilvanadas historietas. Lo que la mayoría de los cubanos perciben es una asfixiante agonía de hambre, apagones, prohibiciones y obligatoriedades arbitrarias impuestas por una élite de mezquinos gordiflones a la que solo le importa recoger dólares y mantener el poder absoluto.

A palos y mediante el nuevo Código Penal, de inspiración estalinista, que para coartar más las libertades y criminalizar el disenso hace uso indiscriminado de la legislación violando instrumentos jurídicos establecidos por el propio régimen, podrán intimidar a algunos, hacer que momentáneamente se sientan desalentados, pero no conseguir respeto ni credibilidad. La ruptura entre el régimen y el pueblo es irreversible.

Las protestas vuelven a estallar cada vez que la dictadura, decrépita y al borde de la postración, sufre una de sus cada vez más frecuentes isquemias, de las que no logra recuperarse con sus torpes movidas y empecinamientos en políticas fracasadas.

El oficialismo trata en vano de hacer ver que “la mayoría de los que protestan, los que no son pagados por la CIA, son personas no necesariamente contrarrevolucionarias, confundidas por la propaganda enemiga en las redes sociales, que no entienden los esfuerzos que hace la dirección del país para, a pesar del bloqueo, normalizar la situación del sistema electro-energético nacional y la alimentación del pueblo”.

Si los mandamases aguzaran los oídos y la terquedad les abriera un poco las entendederas, comprenderían que el problema no es la luz ni unas cuantas libras más de boniato, plátano, yuca o malanga.

Las noches del 9 y el 10 de octubre, volvieron a estallar protestas en San José de las Lajas, Bejucal, Güines, Quivicán, Santa Cruz del Sur, Jagüey Grande, Matanzas y otros poblados y ciudades. Y ya la gente no se limita a sonar los calderos y reclamar solo que “pongan la corriente”. Cada vez se escuchan más gritos de “libertad”.

Luis Cino
Cubanet, 12 de octubre de 2022.

lunes, 7 de noviembre de 2022

Un año sin Raúl Rivero



El 6 de noviembre se cumplió el primer aniversario de la muerte del poeta y periodista Raúl Rivero (Morón, 1945-Miami 2021). Para recordarlo, hemos seleccionado un texto publicado el 6 de diciembre de 2010 en el blog Desde La Habana:

Vargas Llosa conversa con Raúl Rivero

La única esquina de la felicidad que el Premio Nobel de Literatura le ha prohibido visitar a Mario Vargas Llosa es la que el escritor tiene en los silencios de los amaneceres de Lima y de Madrid. No hay tiempo ahora para esas horas especiales en las que el hombre de Arequipa le cuenta al mundo sus historias, y mezcla las vidas de hombres y mujeres reales con seres que nada más aparecen en su imaginación.

Él va de homenaje en homenaje hasta Estocolmo, pero hay emoción y una rara nostalgia del porvenir cuando le pregunto si tiene ya en el directo algo para escribir en enero.

«Pues sí, tengo un ensayo que está bastante avanzado que se llama La civilización del espectáculo, en el que estaba trabajando justamente cuando vino esta noticia que significó para todos como una revolución en la vida. Y ya no lo he podido retomar. Así que es lo primero que voy a retomar. Tengo un proyecto de novela también. Una historia situada en Piura, que es una ciudad del norte del Perú donde yo viví sólo dos años y, sin embargo, me ha llenado la cabeza de ideas, de imágenes, de personajes, de posibles historias. Así es que esos son mis proyectos inmediatos».

No creo que el escritor esté desesperado porque pasen rápido los festejos, las felicitaciones, los mensajes de todas partes del mundo y la ceremonia de entrega del galardón en Suecia. Pero a pesar de que está a pocas horas del Estocolmo helado que lo espera el próximo día 10, enseguida que sale el tema de los libros que tiene en la cartera vienen a la conversación sus primeras obras. Y con ellas los tiempos y los hombres del fragor del boom de la novelística latinoamericana. Tengo en la memoria, en un descarga familiar, hace ya varios meses, en la casa del barrio de Salamanca, en Madrid, del cineasta Orlando Jiménez Leal a Vargas Llosa en una evocación llena de cariño y respeto por el argentino Julio Cortázar. Y lo convido a que lo recuerde.

«Fuimos muy amigos en los años en que yo viví en París. Incluso yo seguí bastante de cerca lo que fue la gestación de Rayuela. Era una época en la que nos veíamos mucho y además trabajábamos por periodos al mismo tiempo en la UNESCO como traductores. Una cosa que yo recuerdo que siempre me sorprendió muchísimo es que Cortázar no tenía un plan previo. Se sentaba cada día a la máquina de escribir sin saber qué es lo que iba a contar. Fíjate que a pesar de trabajar de esa manera, con tanta espontaneidad, el libro tiene una estructura tan sólida, parece un libro muy planeado, muy trabajado. Y si fue trabajado, fue trabajado de una manera inconsciente. Lo escribió prácticamente de corrido. A mí me sorprende porque para mí eso sería inconcebible».

Después, le pedí que se fuera de París para la capital inglesa a encontrarse con otro de sus viejos compañeros. Y entonces redujo el tono, se puso un poco tenso y bajó la mirada. Éste fue el pequeño retrato dramático que hizo, con cercanía familiar, un poco doloroso. El punto más difícil del tiempo que estuvimos en esta tertulia improvisada que presidió una grabadora digital.

«Guillermo Cabrera Infante fue muy amigo mío. Fuimos vecinos en Londres y creo que el destino de Guillermo fue bastante trágico porque, a diferencia de otros escritores, yo creo que en el fondo él jamás se acostumbró a vivir fuera de Cuba. A pesar de ser tan cosmopolita, internacional, creo que vivió toda su vida con una nostalgia tremenda de su país, de su lengua, de sus imágenes y que nunca perdió la esperanza de volver. Creo que en los últimos años sufrió mucho cuando empezó a sentir que eso no iba a ser posible porque empezó a sentirse enfermo. Al mismo tiempo, fue uno de los grandes escritores de su época. Realmente él revolucionó el lenguaje narrativo y consiguió convertir a Cuba en una mitología literaria. La obra de Guillermo traduce esa saturación de esa realidad histórica, social en un mito literario. Guillermo es un escritor que va a quedar, sin ninguna duda».

Como no estamos dispuestos a convertir el diálogo en una colección de obituarios amables ni en una convocatoria a la tristeza permanente, le hablo a Vargas Llosa de su período (a los 16 años) de redactor de mesa y ayudante en el diario La Crónica, de Lima. Lo incluyo en la lista de los pocos inadaptados que vamos quedando todavía por el mundo con el ruido de las imprentas, el olor a tinta y la melodía de los teletipos con su escándalo acompasado y el peligro latente del saturnismo. ¿Será verdad que se acabarán los libros de papel y los periódicos?

«Espero que no ocurra, porque si se acaban los libros de papel y se impone el libro digital va a haber un empobrecimiento de la literatura. No es un prejuicio. Mi impresión es que la pantalla quiere llegar siempre al mayor número. Abarata, banaliza tremendamente los contenidos como lo ha demostrado la televisión. La televisión, por una parte, es un recurso extraordinario de comunicación y, por otra parte, la pobreza de su contenido, desde el punto de vista artístico y creativo, es gigantesco. Espero que no ocurra con el libro de papel, pero si el libro de papel llegara a desaparecer o a pasar a la clandestinidad, yo creo que con el libro digital reinando y tronando habría un gran empobrecimiento de lo que entendemos hoy día por literatura».

Este hombre, ya lo dije, añora los amaneceres para trabajar. Tiene una disciplina laboral que es ya el sello de su vida diaria. Tiene fama entre sus amigos de irse a sentar frente al ordenador (antiguamente ante los pianos negros de la Underwood) con puntualidad, rigor y bajo cualquier condición climática, como se dice por allá: «Llueva, truene o relampaguee». La verdad es que sus jornadas son largas y constantes y se sospecha que él las hace interminables porque también goza y se realiza con esa aventura creativa, con los personajes y las historias que le regala a los lectores y con las resonancias de esas páginas. Se ha ganado los más importantes premios literarios del mundo y eso lo hace un divorciado esencial de las vanidades y dueño de un antídoto definitivo contra la fatuidad. Cuando le comento que su Nobel se ha celebrado como pachanga planetaria, dice que esa reacción le ha sorprendido. Y desvía el motivo del júbilo, le da todo el protagonismo al idioma en que escribe.

«Yo creo que la razón principal es que se reconoce en el premio a una lengua. Y la verdad es que el español es hoy una lengua no solo muy viva, sino en expansión. Eso es lo que ha motivado esa alegría. Y también el hecho de que hacía tantos años que no recibía un escritor de lengua española este reconocimiento. En todo caso me ha sorprendido y, desde luego, me ha conmovido mucho».

No quiero obligarlo a una trova política densa y avasalladora después de hablar tanto de amigos y de libros. A donde quiera que llega, como tiene en su expediente ciudadano una aspirantura frustrada a presidente de su país, al escritor lo obligan a explayarse sobre temas ideológicos y conflictos o lo fuerzan a que consulte una bola de cristal para que adivine escenarios políticos. Se sabe que Vargas Llosa, con la ciudad de Madrid pegada a la ventana de su casa, puede soñar que camina solitario por el malecón Armendáriz, en Lima. Y se sabe que también con un paisaje limeño en la noche, él puede andar a la búsqueda de libros por las viejas librerías madrileñas o desprevenido por Sol o por Serrano. Por lo tanto, para no sacar de repente esa navaja que lo amenace si no se pronuncia como un animal político en los minutos que nos quedan para hablar, lo convido a que me diga qué futuro sueña para sus patrias.

«En España, yo quisiera que se consolide la democracia, que no prosperen los peligros que la amenazan, entre ellos, en un lugar principalísimo, los nacionalismos que yo creo que es una fuente de división, de encono. Y en el fondo, en el fondo de los fondos, es profundamente antidemocrático».

«En América Latina», esa es la frontera que Vargas Llosa le pone al Perú, «quisiera que desaparezcan las dictaduras que todavía quedan, empezando por la de Cuba y la candidata a sucederla que es hoy día Venezuela. Y después, los gobiernos esos populistas que, aunque tienen un origen democrático, tienen una deriva peligrosa como es el caso de Nicaragua, el caso de Ecuador, de Bolivia. Sin embargo no soy pesimista, creo que América Latina, comparada con la de nuestra juventud, ha progresado enormemente. Hoy en día las dictaduras militares prácticamente desaparecieron. La izquierda y la derecha están aceptando las reglas de la democracia, están aceptando las economías de mercado. Es decir, están adoptando un pragmatismo que trae finalmente convivencia, paz, más desarrollo, progreso, libertad. Y mi esperanza es que ese proceso continúe, se consolide en el futuro».

Le propongo hablar, ahora en el estribo, de poesía. Es un obstinado lector de versos desde su adolescencia, cuando descubrió en la biblioteca de su madre una colección de poemas del chileno Pablo Neruda. Muchos amigos piensan, aunque no lo dicen, que Mario es un poeta bisiesto, que escribe y esconde. ¿No hay por ahí, en los espacios en blanco, entre los apuntes para un cuento, una novela, un artículo o un ensayo, un par de notas para unos sonetos de amor?

«Yo no sólo escribí poesía de joven, sino que hasta llegué a publicarla. Esa es la vergüenza que tengo cada vez que algunos de esos autores de tesis me recitan los malísimos poemas que escribí de joven. Pero sí soy un lector y creo que de buena poesía».

No he podido, no he querido olvidar cuando me despedí de Mario Vargas Llosa en este Madrid noble y generoso (donde le acababan de proclamar hijo predicelecto de la ciudad), del sitio en el que hablamos por primera vez. Nos vimos y nos saludamos en el vestíbulo de un hotel de una ciudad de América. Estábamos rodeados por un grupo de escritores de aquel continente. Todo parecía posible todavía, hasta la libertad. Unos de aquellos amigos permanecen. Otros, se fueron muy lejos y algunos de aquellos individuos siguen ahí, pero es inútil.

Fue en los años 60, Vargas Llosa había publicado un libro de relatos, Los jefes (1958). Y una novela, La ciudad y los perros (1963). Era un periodista reconocido y un joven escritor peruano que prometía mucho. Y cumplió.

Raúl Rivero
Foto: Tomada de Cuba está en deuda contigo, obituario publicado en Diario Las Américas.