Las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) fueron campos de trabajo forzado que la revolución estableció en Cuba, en la provincia de Camagüey, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados jóvenes y no tan jóvenes que, por una u otra razón, no se avenían con el Hombre Nuevo que el régimen se proponía “construir”. A medio siglo de aquel oprobio, la dictadura todavía existente en la Isla no se ha disculpado y, peor aún, ha tratado de ocultar el hecho.
El destacado teatrista y escritor cubano Héctor Santiago, hoy residente en Nueva York, víctima de las UMAP, ha tenido a bien concedernos una entrevista. Nacido en La Habana en 1944, es coreógrafo, dramaturgo, bailarín, director escénico, escritor, pintor y titiritero. En Cuba se graduó en el Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional. Entre sus obras teatrales, escenificadas en numerosos países, se encuentran El último vuelo de la paloma, Balada para tres muñecos tristes o Las noches de madame fru-fru. En 2012 publicó la novela La memoria del agua.
¿Cómo fue la despedida de tu familia?
-La despedida fue desgarradora. No teníamos datos precisos, pero ya sabíamos que era algo siniestro. Sabes cómo son las madres cubanas, entre lágrimas y abrazos y me tuve que poner fuerte porque quería acompañarme y no lo permití. De lo cual me alegré, porque cuando lleguamos, aquello no era normal: reflectores, perros, guardias armados. A las madres que fueron las mantenían distantes, parecían un coro de plañideras en una tragedia griega.
-Aguanté las emociones todo lo posible y me dediqué a ayudar a los muchachos que nunca se habían separado de sus familiares (que no era mi caso). Nos ayudamos emocionalmente unos a otros. Muchos exteriorizaban su pánico, pero los guardias tenían orden de no hablarnos. A los que llevaban cadenas con cruces y collares de santería, se los arrancaron literalmente del cuello y a los que llevaban biblias se las pisotearon. Solo cuando todas las listas estaban chequeadas -se comprobó que dos o tres no acudieron- fue que apareció el transporte.
-Existía mucho miedo a los chivatos que podrían existir en el grupo, así que los amigos, nos susurrábamos lo que estaba pasando. Los convoyes fueron yendo hacia Camagüey por 'camadas'. Cada día, durante semanas, iban partiendo los ómnibus y trenes. Mis amigos, los escritores José Mario y Jorge Ronet, el folclorista Benigno Garbizo y otros, habían partido antes.
-Ya se había corrido la noticia de que se trataba de algo siniestro, porque los nombres que se mencionaban, de los que habían sido llevados, eran de religiosos, santeros, abakuás, artistas, maricones, jóvenes que no estaban integrados al "sistema” y los llamados "vagos", los que no estaban en las nóminas laborales del régimen. Además, en aquel tiempo, era inusual una citación del Servicio Militar Obligatorio (SMO) para las 8 de la noche, en un parque al lado de la Escuela Normal de Maestros, en San Joaquín entre Pedroso y Amenidad, en El Cerro, La Habana.
¿Sospechabas que te llevaban hacia la UMAP?
-Todavía aquello no tenía un nombre público, pues se enmascaraba bajo el nombre de SMO. Por la premura, como carnet te daban una hoja con tus datos. Después, con la experiencia se sofisticaron y crearon un carnet con tu foto, que decía claramente UMAP. Recuerdo sus últimos dígitos, 482.En el primer campamento en que estuve, en Sola, yo era el 83. Luego, en Florida, fui el 16. Al salir de la UMAP, me rompieron el carnet. Y poco después dinamitaron los campamentos y los arrasaron con excavadoras, para que no quedaran huellas de esa infamia.
-Otro indicio de hacia donde nos llevaban fue que no nos dieron el uniforme verde olivo, sino otro, un pantalón azul oscuro de mezclilla y la camisa también de mezclilla, pero de un azul más claro. Y un monograma con la forma del escudo cubano, de fondo claro y que en un tono rojizo decía Umap-1, que era para ponérselo en la manga izquierda de la camisa. Así que ya aquello se estaba cocinando desde mucho antes. No nos dieron entrenamiento militar, ni portábamos armas. Ya eso lo decía todo.
¿Sabías, tenías conciencia, de lo que eran las UMAP?
-La verdad se fue imponiendo, pero cuando llegamos al sitio adonde nos llevaron. ¿Por qué los perros pastores traídos de la Republica Democrática Alemana?¿Por qué habían garitas con soldados con rifles AK, doble círculos de alambradas con pinchos y en el centro los 'cazabobos', rollos de alambre imposibles de atravesar? Por la noche, los 'cazabobos' eran trampas de hurones, ratones, pájaros y perros jibaros, que en la mañana rescatábamos con palos y asábamos con ramas, bagazos de caña secos y hojas del periódico Granma.
-A los tres días nos pusieron un machete en las manos, sin guantes. Y ¡a cortar caña! De 6 de la mañana a 3 de la tarde. Parábamos 30 minutos para almorzar, de 12:30 a 1 de la tarde. Pero como el almuerzo lo traían en camiones, dependía de la disponibilidad de éstos y de cómo andaba la cocina, si había para cocinar. Por eso a veces únicamente daban un boniato hervido y una lata de carne rusa o un repelente hígado de esturión búlgaro.
-Si no cortabas la norma de caña establecida, te ponían un guardia armado hasta que la terminaras, a veces los más debiluchos estaban hasta la noche, iluminados por aquellas lámparas artesanales llamadas 'chismosas' o 'mechones', de luz brillante (querosén). Regresaban comidos por los mosquitos y jejenes, igual que sus escoltas, muchachos del Servicio Militar Obligatorio que estaban también castigados en las UMAP.
-Allí había guajiritos analfabetos, niños 'bitongos' (burgueses), monaguillos, antisociales, a quienes por sus estilos 'depravados' les llamaban 'los de la Dolce Vita', por la película de Federico Fellini que retrataba la decadencia de la burguesía italiana.Ya se sabe que los comunistas son los más fieros católicos a la hora de la moral.
-Tanto corrió la 'bola' que no pudieron seguir ocultando las UMAP. Además, se dieron a conocer en Canadá las fotos de un campamento. Entonces publicaron en el periódico Granma que las Unidades Militares de Ayuda a la Producción existían, pero eran diferentes al Servicio Militar Obligatorio, con fotos de complacidos participantes cortando caña, dando las gracias por la oportunidad de reformarse que les ofrecía quien tú sabes, y a tenor con la 'emulación socialista' los que cortaran más caña recibirían regalos.
-En un discurso el 13 de marzo de 1966 en la escalinata de la Universidad de La Habana (aunque años después declararía que en su momento no había tenido tiempo para ocuparse de asuntos como las UMAP y desconocía sobre las recogidas de antisociales y maricones), el líder supremo reveló su existencia y su propósito: acabar con los 'preslinianos', admiradores de Elvis Presley, los 'pitusos' -así les decían a quienes vestían jeans ceñidos al cuerpo-, los vagos y degenerados enemigos de los abnegados revolucionarios, que luchaban por implantar el socialismo.
-Ya antes, en otro discurso en ese mismo lugar, llamó a cortar con navajas los pitusas (jeans), meterle tijera a las minifaldas, rapar a los melenudos y a todos los que tenían afros (supongo que las personas de pelo encrespado que llevaban un peinado muy frondoso, propio de los hombres y mujeres de color).
¿Qué edad tenías en el momento en que te llevaron?
-Nací el 25 de junio de 1944. Así que saquen la cuenta (tenía 21 años).
¿A qué te dedicabas?
-Era teatrista y bailarín en el Consejo Nacional de Cultura, una gran cantera para aplicar planes siniestros como las UMAP.
¿Por qué crees que te llevaron? ¿Tenías antecedentes penales? ¿Habías cometido algún delito?
-Por ser maricón, y un artista 'no comprometido', con un largo historial de rebeldía, víctima de cárceles y recogidas, como la vez que recogieron a lo que ellos llamaban “las tres P” (puta, pájaro y proxeneta). O por salir a la calle vestido de blanco y con mis collares y pulsos de la santería, donde me inicié a los 7 años por influencia de mis abuelos negros.
-En 1965 no existía aún el carnet de identidad. Las listas que enviaron al Ministerio de las Fuerzas Armadas, las formaron con los registros de la policía por las “recogidas de antisociales”, lo cual cuales sembró el terror, sobre todo en La Habana. Sin contar las “depuraciones” morales e ideológicas que hacían en las becas, escuelas secundarias y, universidades. A esas listas se sumaban las elaboradas por los sindicatos en los centros de trabajo y las que proveyeron nuestros compatriotas a nivel de cuadra, es decir, los Comités de Defensa de la Revolución. Y como harían luego, cuando el éxodo del Mariel en 1980, vaciaron las galeras de presos comunes y las de los maricones delincuentes, que fueron los últimos en llegar y no portaban ninguna identificación.Todos los totalitarismos son absurdos.
-Para las UMAP utilizaron mi nombre artístico de Santiago Ruiz, que aparecía en mi dossier policíaco (mi padre me prohibió su apellido por ser yo maricón). Mi acta de nacimiento decía Héctor Santiago Armenteros Ruiz. En 1968, después de la UMAP, con mi verdadero nombre me llega una citación para el SMO. ¡Increíble! Mi madre me dijo que que serían solo tres años y me aconsejó que no mencionara que había estado en la UMAP. Me enviaron a la Escuela de Oficiales en Matanzas, me pusieron a limpiar el piso y servir de criado en las casas de los oficiales.
-A los seis meses me harté. Al menos en la UMAP era uno entre tantos, pero entre soldados machazos se acentuaba “mi condición” de homosexual, rodeado de burlas por todas partes y acosos sexuales: la sodomía en el ejército equivalía a cinco años para el pasivo y tres para el activo. ¿Así que gozas y te toca menos? Entonces fui a ver a un psicólogo militar, teniente de carrera del ejército de la época de la república. Se le veía honorable y correcto. Llevándome por mi intuición y desespero le dije que era maricón y si seguía allí me mataría. Me firmó la licencia.
-Posteriormente me enviaron al Ministerio de Trabajo, solo me ofrecían trabajo en el Cementerio de Colón, limpiando pisos en el manicomio de Mazorra, en una cantera de cal, obras de construcción en Varadero, cuidando cocodrilos en la Ciénaga de Zapata... No los acepté y me mandaron a un Tribunal de Trabajo, que funcionaba en el antiguo edificio del Diario de la Marina, en Prado y Teniente Rey. Me aplicaron la Ley de la Vagancia, que databa de los tiempos de la Colonia, implantada por el Gobernador General de la Isla, el general Tacón. Tuve que escoger entre tres años de cárcel o una fábrica de radiadores de autos y camiones. Escogí la fábrica y allí estuve unos años.
¿Cómo recuerdas aquel viaje de La Habana a Camagüey? ¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?
-Nos metieron en unos ómnibus con las ventanas cubiertas por periódicos o pintadas de negro. Delante, unos jeeps con guardias armados guiaban al convoy, que era cerrado por otros. Íbamos a gran velocidad, evitando las grandes ciudades y pasando por pueblecitos desiertos con las ventanas cerradas, sin testigos, pero con milicianos en las calles en penumbras. En la parte de atrás del ómnibus orinábamos y defecábamos. Con el calor tropical, los gases y pestes formaron parte del menú.
-Así, hasta el estadio de béisbol de Ciego de Ávila, el viaje duraría unas 8 o 10 horas, sin agua ni comida. De allí partieron los grupos hacia los distintos campamentos, convenientemente situados junto a los cañaverales de los diferentes centrales azucareros. Todos estábamos mezclados, debido a la urgencia porque comenzaba la zafra azucarera. Pero pronto organizaron a los chivatos (ésos de los que Francisco de Quevedo decía: “Erase el tal, tan bugarrón, que cuando entraba en palacio, las nalgas salían huyendo”), los cuales sirvieron a la revolución con sus vergas (penes), teniendo sexo o provocando a los 'extraños', para crear la lista de los maricones. Así comenzaron las 'cordilleras' -toda una jerga delincuencial- conduciéndonos a campamentos segregados solo para maricones.
-Difícil fue ver a muchachos separados de sus familias por primera vez, llorando por un destino desconocido, preguntando qué habían hecho. En la Unidad 2018, en Sola, había un cartel con toscos brochazos de pintura negra que decía El trabajo los ara ombres. Los hados divinos propiciaron que allí estuvieran el poeta José Mario y el escritor Jorge Ronet, y otros amigos. Me imagino que el espanto compartido me ayudó. Sí, porque los pateados forman su cofradía.
¿Cuáles fueron algunos de los momentos cuando más temor sentiste, si es que los hubo?
-Soy humano, lo que es también ser cobarde. No fue fácil la sangre derramada por los testigos de Jehová -mis héroes para siempre-; el suicidio de los más débiles; la saña de los guardias golpeando a los que no querían trabajar; ver que incendiaban los cañaverales cuando alguien se escondía en ellos para escaparse y verlos salir convertidos en teas vivientes, gritando y corriendo; el escorbuto por la avitaminosis (a veces, mientras conversaban les salían volando los dientes); las quemaduras por el intenso sol, y las anemias, la sarna, el asedio de las chinches, piojos y ladillas, traídos de la prisión del Castillo del Príncipe habanero.
-Para todo, en las "enfermerías" solo había aspirinas y en bolsa negra (ilegalmente) se vendía el alcohol y la tintura de calamina para las picadas de mosquitos; a las heridas le echaban orine, tela de araña y azúcar y por vendas se usaban trapos, que muchas veces las infectaban, empeorándolas. Sabe Dios dónde enterraban los cadáveres. Si sus familiares reclamaban, si es que lo hacían, porque ser de las UMAP era como pertenecer a los triángulos de distintos colores que los nazis ponían en las camisas de los concentrados y te marcaban como un oprobio (como después lo fue ser un “marielito”), simplemente les decían o les mandaban un telegrama: “El compañero X, murió cumpliendo con sus obligaciones revolucionarias. R.C. Ministro de las FAR”.
-Después, la cotidianidad de la maldad sin sentido y gratuita te envolvía, y quisieras o no formabas parte de ella. Llorabas, te imponías tus límites, para no ser el próximo. Yo, siempre un 'reaccionario' muy espiritual, que es distinto a ser religioso, rezaba, meditaba, hacía yoga, pese al cuerpo despedazado. Y le montaba las coreografías a los shows en los campamentos. De modo que hicimos actos culturales y montábamos bufonadas con José Mario y Jorge Ronet, además de leerles libros. Pero era una lucha titánica, pues no permitían libros 'no revolucionarios', y nos hacían requisas inesperadas mientras dormíamos, también buscaban ropa de los shows y los velos hechos de mosquitero para los casamientos entre los tapiñados y las bodas públicas. Para sobrevivir recurrimos al delirio, y como perdimos la identidad y nos llamaban por números, utilizábamos 'contranombres'. Así el 16 era Rosita Fornés, Ninón Sevilla, el 34, María Félix, el 10. ¡Kafka, Ionesco y la jodedera cubana!
¿Qué propósito piensas que tenía el gobierno al crear las UMAP?
-Mano de obra barata para las cada vez más desastrosas zafras azucareras (en teoría, te pagaban siete pesos mensuales que pocas veces recibías), con las cuales costear el armamentismo en el Congo, Argelia, subvencionar a la guerrilla latinoamericana, penetrar las universidades liberales, instituciones culturales y los medios de comunicación que los apoyaban. Apartar a los inutilizables para que no contaminaran a la sociedad revolucionaria, el mito de que los maricones pegan su mariconería, crear el terror entre los homosexualesy que todos se autometieran en el closet. Un muy disfrazado propósito de exterminio, con especial acento hacia los Testigos de Jehová, los adventistas y maricones.
-Además, era un arma política contra los disidentes. ¿Por qué por las UMAP no pasó el escritor Miguel Barnet, el dramaturgo Abelardo Estorino y su amante el pintor Raúl Martínez, ni el pintor René Portocarrero y su amante el también pintor José Milián, ni el pintor Cabrera Moreno y el teatrista Vicente Revueltas, ni el compositor Héctor Angulo o el cineasta Humberto Solás? La lista es larga. ¡Ah, porque eran maricones incondicionales al régimen!
Cuéntame un día de trabajo.
-El himno nacional. “¡Hijeputas testigos de Jehová! ¿No van a saludar a la bandera?” “¡Mi Patria es Jehová!” “¡No te arranques el monograma!” “¡Solo llevo a Jehová en mi corazón!”. Batazos, puñetazos, bayonetazos, golpes con cadenas, sogas, mangueras. “¡Saluda!” “¡No!”. Más de lo mismo cada mañana. Y nosotros caña, caña y caña. En el tiempo muerto, preparar el terreno para la zafra: desyerbar con azadones o arrancar las hierbas con las manos, remover las piedras, regar abonos químicos sin guantes y el nitrato te quemaba las manos.
-Desayuno: leche en polvo aguada -Made in URSS- con borra de café hervida y una lasca de pan gomoso y reseco. El almuerzo cabía en una lata de leche condensada: espaguetis sin salsa ni sazón y a veces sin sal, y un boniato hervido (la gastritis nos mataba). Cena: chicharos aguados, harina de maíz, una fiesta si había arroz, sopa de 'carne de res' de sus rabos, orejas y tripas. Y si era de pollo, de pescuezos, rabadillas, alas y patas, todas con gorgojos y gusanos. ¿Carne? Los jefes de las unidades se robaban el resto. Y encima del hambre, en la requisa cuando regresabas de trabajar, te quitaban la caña o las frutas silvestres que habías encontrado en el campo.
-Diez de la noche. Recuento por si se escapó alguno.¿Con alambradas, garitas, perros, con los guajiros que nos huían porque les dijeron que éramos asesinos, delincuentes y los maricones íbamos a violar a sus hijos? A contar un día tras otro, un mes, un año... ¿Cuándo se acaba esto, Dios mío?, pensaba.
-Me quiero coger unos días de descanso y le pregunto a Armando Díaz Báez, Rosita la Sanguinaria, el 43. "Bueno, me dijo, por un machetazo superficial en la mano, das una caja de cigarros y 10 pesos. Si te cortas un tendón del dedo, 20 pesos, una libra de azúcar y otra de gofio. Varios tendones de los dedos de los pies o un corte en la rodilla, 40 pesos, dos cajas de cigarros, una toalla, una sábana y unos cuantos jabones. O prepara un batido de tierra con jabón amarillo, para que te dé vómitos y diarreas. Y llegando al límite: ahorcarte, beber salfumán, cortarse las venas, tragarse cuchillas de afeitar", que eran soviéticas.
¿En algún momento recibieron instrucción, un adoctrinamiento que indicara que estaban allí para “reeducarlos””, o quedaba claro que no era más que un castigo por equis razón?
-De todo. Ya lo decían los carteles: El trabajo los ara ombres, Están aquí para reeducarse, Fidel es muy generoso y quiere que se monten al carro de la Revolución, Esto no es un castigo, es un proceso revolucionario, para que no sean más antisociales, ni maricones, La Patria necesita hombres, para uno, dos, tres muchos Vietnam. Y dale que dale con lo mismo. Las obligatorias clases de Instrucción Revolucionaria: El socialismo en Cuba, de Blas Roca, mucho Lenin, y discutir cada discurso del líder supremo. Benigno Garbizo, La Ochún, el 32, se quejaba: ¡Ya empezaron con la cantaleta! Y Hermenegildo, el comisario político, le decía a los guardias: ¡Sáquenlo y métanlo en El hoyo!
¿En cuál o cuáles campamentos estuviste? ¿Cómo funcionaban?
-Estuve en campamentos en Florida, Esmeralda, pero el que se me quedó más grabado, por ser el último, fue el de Sola. Te movían cerca de los distintos centrales azucareros, de acuerdo con las necesidades de su mano de obra. A veces te trasladaban temporalmente a otros más cercanos o más lejanos, viajes que duraban mucho y entonces te despertaban a las 4 y 30 de la mañana.
-La vitrina del paraíso cubano era pacífica y todos éramos iguales, la revolución el más alto ejemplo de humanismo. Pero tras la espesura de los cañaverales y en lo lejano del monte, estaban las embajadas del horror, que al no verse no existían, pues aunque lo supieran, los pobladores de la zona se mordían la lengua y si te daban un pase corto a un pueblo cercano, para ir al médico o algo así, todos te huían porque el uniforme te marcaba y propiciaba que no pudieras escaparte. Igual que ocurrió en la época nazi, que todos los que vivían en los pueblos aledaños a los campos de concentración, juraban que ellos no sabían nada, no vieron el humo de los hornos ni olieron la carne quemada.
-Pero si me pides que te describa el infierno: Maniantabo. Erigido sobre un pantano ligeramente drenado, que perpetuamente mojaba las botas soviéticas y los pies se llenaban de hongos, se podrían las uñas, se ponían en crisis los asmáticos. Era una humedad perpetua que no te dejaba ni dormir. Allí los mosquitos eran de un tamaño inverosímil, y antes que anocheciera había que meter a los caballos bajo techo, porque los cubría una nube negra de mosquitos y jejenes, enloqueciéndolos o matándolos, y las perreras había que cubrirlas con mallas. Este infierno estaba construido específicamente para los maricones rebeldes, líderes de huelgas, los que se reviraron y respondieron a los golpes, intentaron escapar, prendieron fuego a las camas…
-Allí había cercas electrificadas. Y para continuar con el absurdo, por perder una lima para afilar los machetes te acusaban de Daño a la Propiedad del Estado. Por negarte a trabajar, Delito de Vagancia. Los juicios te los celebraban en tribunales civiles, con seguras condenas como delincuentes a las cárceles. Si le contestabas a algún jefe, Ataque a un Oficial. Negarte a ir a las clases de Instrucción Revolucionaria o hacer un chiste de índole político, como Alguien apedreó a una jicotea matándola, Atentado contra la FGigura del Máximo Líder. Como te consideraban 'militar', te venían a buscar para meterte en el G2, añadiéndole a tu odisea una causa por 'contrarrevolucionario'.
-Muchos piensan que la KGB soviética implantó su modelo de seguridad estalinista en Cuba. Pero fue la Stasi, de la Alemania comunista, heredera de los métodos nazis. Así que los campamentos estaban construidos según los campos nazis -y algo del gulag soviético-, que funcionaban con una fría y calculada eficiencia alemana. Éramos piezas sin nombres ni derechos, parte de una maquinaria donde lo colectivo borraba toda humanidad.
Además de castigos psicológicos, ¿recibieron castigos físicos?
-Si no obedecías, respondías con rapidez a una orden, no cumplías con tus normas de trabajo, o te acusaban de tener sexo con alguien (los nombres los proveían los chivatos que estaban entre nosotros), te sacabas las cejas o maquillabas, entre los castigos que te aplicaban estaban:
-El hoyo, enterrarte hasta el cuello; El trapecio, colgarte por las muñecas en el aire y la circulación de la sangre y los líquidos corporales se acumulaban en las piernas, creando unas inflamaciones muy dolorosas; El palo, como San Sebastián, atado, desnudo, a un poste, con unas fuertes luces sobre ti, que atraían a los mosquitos y jejenes, que prácticamente te comían; El ladrillo, parado sobre un ladrillo durante horas o toda la noche, si te movías o te caías, dos guardias a cada lado te golpeaban, El barril, lleno de agua, en el que te metían la cabeza al punto del ahogo, te sacaban hasta recuperarte y lo volvían a hacer. También vi sentar a alguien, atado, sobre un nido de hormigas bravas y a otro acostarlo sobre unas ramas con espinas.
-¡Pero castigos de verdad, los físicos-psicológicos! A comienzos de 1965 se celebró en Cuba un Congreso de Psicología Marxista, con participantes de México, Chile, España, Francia, Italia, la Madrecita URSS, Bulgaria, y profesores de la Universidad Carolingia de Praga, entre otros. Allí se esbozaron varios métodos para la 'solución final' del problema de los maricones. Al finalizar, a muchos los invitaron a quedarse en Cuba, cooperando con la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, el Instituto Nacional de Higiene Mental y doctores del manicomio de Mazorra. El objetivo era aplicar las investigaciones del ruso Pavlov, acerca de la conducta condicionada: los animales identificaban las campanadas y los colores de las luces, con diferentes reacciones y actitudes, así que apenas las escuchaban o veían, respondían.
-Los checoslovacos, además, trajeron las 'máquinas de curar la mariconería', que en realidad eran para los electroshock y los detectores de mentiras. Ellos, al igual que los soviéticos, pensaban que la sexualidad podía reacomodarse y esto aplicaron en los países del eje comunista y pensaban que en Cuba sería efectivo, para que los maricones se transformaran en el Hombre Nuevo, un machazo criollo guevarista.
-Así, mientras veías películas pornográficas de sexo heterosexual y mujeres desnudas, te daban café, cigarros, jamón (¿qué era eso?), agua fría, refrescos... Después, cambiaban de 'palo pa'rumba' y veías machos encuerados, falos erectos, mientras te aplicaban los electros o te inyectaban insulina para choquearte -ahora se está aplicando en China, y aquí en Estados Unidos los evangelistas tienen su versión.
-Sesión tras sesión te hacían preguntas y valoraban 'el progreso' alcanzado. Solo a los muy masculinos los aceptaban, a los que eran damas versallescas. ¡No! ¡Ay Olofi! ¿Cómo me escogieron? Tú le ibas cogiendo el golpe y te confesabas adorador de vaginas, viéndolas en todas las manchas que te mostraban. ¡Qué asco, fo, un hombre! Pero al cabo de unos seis meses, se dieron cuenta que el que nace… Y se acabó el rejuego marxista de transformarnos en animales utilizables, para seguir siendo 'animales degenerados'.
¿A quiénes de tus copadecientes recuerdas con cariño, o solamente recuerdas?
-¡Tantos que no cabrían en una larga lista! Pero escojo a Julio Ernesto, en el campamento mixto en Ciego de Ávila. Guajiro analfabeto, de 16 años, descendiente de los canarios que poblaron aquellos campos. Cachetes rosados, rubio, ojos verdes. Los bugarrones lo acosaban y le decían Manzanita. Su hermoso rostro se llenó de cicatrices por los golpes, cojeaba por un menisco que le fracturaron, rezaba con unos labios que se le partían y nunca podían sanar, porque al próximo día le hacían lo mismo. "¡Grita que viva Fidel!”, le ordenaban, o frases parecidas. Los testigos de Jehová lo resistían todo, resignados, como parte de la promesa de la nueva Jerusalén. Pero quizás Julio Ernesto le pidió permiso o perdón a Jehová: se colgó de una viga en uno de los cuarticos de las letrinas. Los guardias entraron en la barraca, era un domingo, día de descanso. Y nos escogieron a tres para cortarle la soga y bajarlo, meterlo en un camión que se alejó, llevándose nuestra última esperanza en los humanos, dejando paso al odio a los cubanos partícipes de la complicidad, diría que un 95 por un ciento. Y en el mundo alucinante.
-Heriberto Cancio, Esther Williams, el 28. Fanático de dicha actriz, sus películas le jodieron la vida. Para los shows llenaba de agua uno de esos barriles donde traían el petróleo soviético o las palanganas, se metía adentro o se echaba cubos de agua, bailando y cantando: ¡Ae, ae, ae la chambelona, yo no tengo la culpita, ni tampoco la culpona, de ser maricona! Fuimos a un cañaveral, junto a un pequeño río que corría bajo una quebrada. A la hora del descanso, de 20 minutos a media hora, se puso en el borde, alzó los brazos triunfales, nos sonrió, dijo ¡Viva la Reina de los Mares!, y se tiró de cabeza. Pero no era tan hondo como creía y se enterró verticalmente con la cabeza incrustada en el fango, muriendo desnucado al instante. A los gritos y llantos el sargento Cuesta replicaba “¡Sáquenlo, maricones!”. Y hala que hala, la cabeza una bola de fango que le limpiamos. Estalló una de esas imprevistas tormentas tropicales y pusimos el cadáver en el comedor, con cuatro chismosas a cada lado, y lluvia y más lluvia. Se inundaron los caminos, y el camión militar no se lo pudo llevar al cementerio de tumbas anónimas. Varios días de calor y humedad, el cuerpo hinchándose sobre la mesa de hormigón, y la peste volando, que entraba a las barracas para recordarnos que de la muerte no hay huida. Tengo otros, pero dejémoslos descansar.
¿A quiénes de los jefes recuerdas con afecto o con repulsión?
-La memoria es mala y mal agradecida. Se recuerda más a quien te pateó, que a quien te limpió las nalgas. Es que eran tan pocos los buenos. Sí, el cabo José Antonio. Aunque estaba prohibido, siempre le llevaba agua a los que sufrían en El hoyo y El palo. A los pocos buenos, ¡gracias! Con repulsión, a un tal sargento Echevarría, que siempre sonreía cuando nos golpeaba. De los otros prefiero no acordarme.
Hoy, tantos años después, ¿guardas rencor, has perdonado a tus verdugos?
-Pregúntenles a los pocos viejitos judíos sobrevivientes del Holocausto, y a los del gulag soviético, a los descendientes de los negros que ahorcó el KKK, a quienes les mataron sus familiares las guerrillas latinoamericanas, a los que Mao Tse Tung asesinó durante la Revolución Cultural. Yo, pues el odio y el rencor, el artista lo diluye en su obra. Practico el budismo zen, que te enseña a luchar contra el lobo de tu condición humana. Y aunque es difícil cuando se ha vivido tanto malo, perdonar es como el viento, y el odio cargar una montaña. En Nueva York me encontré con aquel jefe en las UMAP que me dio un bayonetazo en el rostro. Le dije: ¡Bienvenido al país de la libertad! Y me fui a disfrutar mi diaria caminata por el río Hudson.
¿Deseas agregar algo más?
-He perdido al que fuera mi país, aunque encontré otro: ¡Gracias, USA!. Mis viejos han muerto, a los sobrinos que nacieron tras exiliarme -no soy diáspora- no los conozco. Soy el tío de los dólares, otros no me tratan porque les conviene o siguen creyendo en “aquello”, lo cual les respeto.
-No siento nostalgias. Pero era mía una Habana que adoraba, no soy nacionalista, pero disfruto mi cultura antillana. Más o menos la trasplanté aquí, pero no es lo mismo. La casa donde nací, la derrumbó la desidia, en la finca donde adoraba a mis orishas, vive una familia de militares. En lugar de enterrar mis cenizas bajo Iroko, la ceiba, serán lanzadas al Hudson. Creo que me lo he ganado con tanto acontecer: ¡YO NO OLVIDO!
Félix Luis Viera
Cubaencuentro, 29 de septiembre de 2015.
Foto: Héctor Santiago, teatrista y escritor cubano. Tomada de Cubaencuentro.