viernes, 29 de noviembre de 2013

El club selecto de intocables



La gestión de un ministro incondicional es sagrada en Cuba. Se mide más por la lealtad personal a los hermanos Castro que por la eficiencia de su servicio público. Los galones pesan en el Consejo de Estado.

Haber estado enrolado en la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra (1956-59), le otorga una especie de título nobiliario y automáticamente es incluido en el club de los intocables.

Una piña de amiguetes y compadres que están por encima de las leyes, de la Constitución de la República, del bien o el mal. Su labor en la administración pública puede ser desastrosa.

No importa. Haber compartido trincheras, tiros, francachelas y peleas de gallos condonan su inoperancia. Por su pésima gestión y debido a la muerte de 27 enfermos mentales en enero de 2010, el ex ministro de salud José Ramón Balaguer debió ser procesado.

O por menos jubilado y relevado de cualquier cargo oficial. Pero su amistad con Raúl Castro y su hoja de servicio lo convierten en un intocable.

Por ahí anda, entre ‘las mieles del poder’ otorgando el plácet a futuros embajadores y viajando con urgencia a Corea del Norte para soplarle al oído al impresentable dictador, las directrices a seguir de cara a la galería internacional tras el asunto del barco cargado con armas cubanas en el Canal de Panamá.

Ramiro Valdés es el antónimo del Rey Midas. Su gestión en Copextel o el Ministerio de Comunicaciones fue un fiasco. Hubo de todo en su administración, desde robos a corrupción galopante. La solución fue trasladarlo.

Ahora mismo, Valdés tiene poderes de super ministro. Atiende varios sectores estratégicos de la economía nacional. Y a pesar del mal trabajo, es de los que se sienta en los Consejos de Ministros, a escuchar a quienes deben rendir cuentas. Entre las tareas que le han asignado, se encuentra la rehabilitación hidráulica del país.

Hablar del problema del agua en Cuba es una redundancia. Desde hace 20 años, en la isla se pierde el 58% del agua que se distribuye, según reconoció en una mesa redonda un funcionario del organismo. Se derrochan recursos y dinero para reparar o remplazar cañerías que al poco tiempo se vuelven a dañar.

Hay ministros sin cartera como Guillermo García. Otro comandante de la revolución que disfruta los placeres de la vida con sus vallas de gallos y sus fincas de retiro. Una orden suya pude poner de vuelta y media a un ministro pelele.

Guillermo es de la legión de camaradas de la Sierra. Una cofradía, que salvando las diferencias, tiene un pacto de sangre con los Castro. Ni ellos ni sus parientes cercanos jamás serán procesados o dormirán una hora en la celda de una prisión de la isla profunda.

Ulises Rosales del Toro, es otro que gracias a su cercana amistad con Castro II sigue ocupando puestos importantes. No importa si fracasó en los que estuvo. Acabó por enterrar lo poco que quedaba de la industria azucarera. Y al frente del ministerio de agricultura también falló.

Pero pertenece al team de las vacas sagradas, igual que José Machado Ventura. Un piquete de socios verde olivo que no piden audiencia para entrar y hablar con el presidente.

El resto es material reciclable. Chivos expiatorios de ocasión cuya ambición de poder se paga con el descrédito o la cárcel. Pregúntenle a Roberto Robaina, Felipe Pérez Roque o Carlos Lage.

En Cuba algunas cosas pueden cambiar. Siempre y cuando lo apruebe el selecto club de intocables.

Iván García
Foto: Tomada de Generales cubanos en venta.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

¿Cómo ves a Cuba en el 2020?



Para hallar respuestas, Cubanet realizó un sondeo en los municipios Playa, La Lisa, Diez de Octubre, Habana Vieja, Plaza, Regla, Guanabacoa y Habana del Este. 50 entrevistados en total, entre universitarios, técnicos, jóvenes y ancianos, militantes de organizaciones políticas, miembros de la sociedad civil y desempleados.

En la CUJAE conversamos con estudiantes que merendaban en cafeterías de cuentapropistas. Dijeron no verse como “brillantes ingenieros y arquitectos en el 2020, sino como empresarios de sus propias vidas, siempre buscando la manera de salir adelante con sus familias”, aunque ninguno contaba con un plan específico para realizarlo.

En la cola de la heladería Coppelia, encontramos jóvenes sin una visión de futuro. Para quienes trabajan, la visita al Coopelia era el único premio a una semana de labor y afirmaron que “así había sido por décadas" y dudaban que en los próximos años no sería igual. Varios ancianos insistían en que “todo tiempo pasado fue mejor” y dijeron que en 2020 ya ellos no estarían vivos.

Según vendedores ambulantes consultados, “el 2020 está al doblar de la esquina y debían apurarse en vender sus productos”. Un economista serio y bien preparado prefirió opinar dibujando sobre su helado una tabla X contra Y, a modo de señal de bajada constante de la economía, si no se lograba instaurar una verdadera producción de bienes y servicios y elevar la calidad de vida.

En Playa, el ambiente festivo y el alcohol hicieron hablar más de la cuenta. Técnicos medios de una empresa de alimentos, que vacacionaban en el hotel Playa Baracoa, confesaron “llevar demasiados años esperando un cambio y una mejoría, se habían habituado al inmovilismo, a la maldición que acompañaba sus vidas, inmersas en la lucha por la subsistencia”. Todos tienen el miedo sembrado en el alma, que les impide organizarse y participar en intentos de cambios. Confesaron “no conocer a ningún líder de la sociedad civil ni sus proyectos”.

Trabajadores por cuenta propia entrevistados, revelaron “seguirle la rima a las medidas instauradas por el gobierno y estaban a la expectativa, pues ya habían sido engañados otras veces y han perdido la confianza en el Estado”.

Dos maestros de primaria, un profesor universitario, un cobrador de la luz, un parqueador, tres médicos de la familia, siete dueños de pequeños negocios, tres buzos, dos buscadores de calandras, dos corcheros, seis boteros, cuatro carretilleros, un babalao, cuatro cristianos, tres católicos, dos rastafaris, un rosacruz, cinco técnicos medios, tres obreros calificados, un músico, dos pintores, tres marginales y un teatrista, coincidieron en que “el futuro es incierto y en los próximos diez años vamos a estar igual o peor, zapateándola para sobrevivir”.

El 80% de los encuestados subrayó “la insoslayable necesidad de un cambio”. Pero solo un 15% mostró “disposición a impulsarlo”. La mitad dijo que “la solución más viable marcharse del país”.

En términos generales, la pesquisa arrojó que "la situación no cambiará mucho. Tal vez algunas medidas que sirvan de oxígeno al espíritu y el bolsillo, quizás un nuevo presidente de la república, junto a un nuevo secretario del partido y, quien sabe, si regrese de nuevo el cargo de primer ministro”.

Frank Correa
Cubanet, 18 de septiembre de 2013.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un "palestino" en La Habana



Héctor Pulgar Fernández tiene permiso de residencia transitoria en La Habana, pero no derecho a vender chiviricos (tira delgada de masa de pastel, frita y espolvoreada con azúcar), pues no tiene licencia para comerciar.

Oriundo del municipio Bartolomé Masó, en la provincia Granma, decidió retornar a la capital a buscarse la vida en cualquier cosa. Hoy huye de la policía, se esconde, vende chiviricos para sobrevivir y asegura que si no lo capturan no regresará a Oriente.

Graduado como Profesor General Integral en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, de su localidad, impartió el magisterio en la asignatura de matemáticas a los alumnos de 7mo grado por 236 pesos, durante los cursos 2001-2002. Con ánimo de prosperar, por 425 pesos al mes aceptó venir a trabajar a La Habana.

Deslumbrado por las promesas de buena comida, albergue y otras posibilidades, entre ellas poder quedarse a residir en la capital, impartió igual asignatura y en el mismo nivel escolar en Ciudad Libertad, y en Nené Traviesa, Hermanas Giral, y otras escuelas habaneras, desde 2003 hasta 2008. Decepcionado del magisterio regresó a Bartolomé Masó, su pueblo natal.

“Nada era como prometían. La comida era un sancocho, las condiciones de alojamiento las de un barracón, y de quedarme nada, pues en cuanto se graduaran los capitalinos que estudiaban para Profesor General Integral, tendría que regresar. Además, 400 pesos aquí no duran ni la mitad de 200 pesos allá. Y aquello de “mambises del Siglo XXI”, era solo por el diario batallar.

Con 28 años de edad, casado con una joven que también se graduó como profesora integral, aunque Héctor trabaja en su municipio natal, según su propia expresión, “ha tenido que inventarla en el aire para sobrevivir”.

Decidido a salir del atraso que considera medieval allá en las serranías de Bartolomé Masó, pensó que como ciudadano del país tenía derecho a buscar mejoras de empleo en “La Habana, la capital de todos los cubanos”, como reza un slogan oficial.

“Todo fue un caos. Como no tenía el cambio de dirección, no me dieron trabajo, y lo peor, que cuando salía a la calle y me paraba la policía, al mirar en el carné dónde residía, me decían que estaba ilegal y debía volver a mi lugar de origen, o me pondrían una multa la primera vez, y en la segunda, iría para un calabozo hasta que me pudieran deportar”.

De regreso a la provincia Granma, trabajó en lo que aparecía, ya que al magisterio no vuelve más por los bajos salarios, la desconsideración, el cúmulo de actividades y labores extracurriculares que, más que a un profesor, corresponden a un cuadro de la Unión de Jóvenes Comunistas.

En 2012 regresó y se puso a vender de forma ilegal. Fue capturado por la policía, y como era 'reincidente', le levantaron un acta de advertencia, donde dice que en cinco años no puede volver a la capital, lo condujeron a la estación policial de Zapata y C, y de ahí al centro de detención La Blanquita, hasta que se llenó el vagón del tren y lo deportaron.

Al llegar a Bartolomé Masó fue multado con 350 pesos por 'movimiento ilegal', y advertido que de retornar a La Habana, lo esperarían las cárceles El Típico de Manzanillo, o Las Mangas, en Bayamo, ambas en la provincia Granma.

Pero está de nuevo en La Habana. Con un permiso transitorio de residencia por seis meses (del 29 de mayo al 29 de noviembre de 2013), y como no le dan trabajo, vende chiviricos ilegalmente, huye de la policía, se esconde, y asegura que si no lo capturan no regresará.

“Soy como un palestino en la Franja de Gaza o Israel. Sin derechos. Por algo los habaneros nos llaman peyorativamente así. No podemos vivir en la capital de nuestra propia nación”.

Texto y foto: Víctor Manuel Domínguez
Cubanet, 17 de septiembre de 2013

viernes, 22 de noviembre de 2013

Ordeñar al pariente


La penuria se vende sola. Son mayoría las familias en Cuba que con urgencia necesitan cosas materiales. Pero hay quienes han convertido la necesidad en insolencia y obligación.

En Diario de las Américas leí un soberbio artículo de Dania Ferro sobre el tema. Esa sensación que percibe la reportera sobre el comportamiento de sus parientes y su desfachatez para vivir a costa del sudor del exiliado cubano, lamentablemente, no es la excepción de la regla. Es la regla.

Muchos cubanos de acá, ven a un extranjero o un compatriota residente en el exterior como un dólar con piernas. Y lo ordeñan cual si fuese una vaca. Es una conducta extendida. Por vivir en un régimen autocrático con libertades limitadas, pobreza socializada y carencias de todo tipo, piensan que el visitante debe hacer siempre una obra de caridad hacia ellos.

Existe un manual no escrito sobre el comportamiento del emigrado con sus familiares y amigos. La regla número uno: traer una maleta repleta de ropa y calzado nuevos, de marcas famosas. No puede ser de uso, pues eso ofendería a los parientes, quienes cuando menos lo tildarían de ridículo y tacaño.

Antes de salir de la Florida, debe verificar la lista de las necesidades solicitadas. Algunas, como medicinas de última generación, alimentos enlatados o pañales desechables son importantes.

Otras peticiones son desmesuradas. Y sin sonrojo encargan la ultima tableta de Apple; un televisor de pantalla plana 3D, ‘ah, que sea de 60 pulgadas, tu sabes, para montar un negocio’; tenis deportivos, ‘por favor, el último modelo de Nike', o un smartphone Samsung Galaxy.

Después viene la repartición del dinero. Si a los familiares más cercanos les deja menos de 400 dólares, prepárate a recibir un sermón. “Mi hermano, esa plata se evapora solo en comida, mira cómo está la cocina, tengo que repararla y ya tengo que empezar a guardar para los quince de tu sobrina". Y los socios del barrio te empiezan a merodear para que los ‘salves’.

'Salvar' en Cuba es sinónimo de regalarle 20 dólares, invitarlo a tomar una docena de cervezas (si la cantidad es menor, hablarán pestes de ti cuando te marches), no en cualquier bar, si no en un Pain de París, El Floridita o Sloppy Joe´s. O comprar un cerdo asado y media caja de ron Santiago y compartirlo con las amistades.

La vacuidad se ha convertido en Cuba en una pasarela de vanidades. Les aseguro que no pocos, gracias a las remesas y paquetes, viven mejor que sus parientes al otro lado del charco.

Son como sanguijuelas. Parásitos sin sentido común. Ingenuos que a pie juntillas creen que cualquiera es rico sólo por residir fuera de Cuba. Cuando el familiar o amigo inmigrante les cuenta de lo difícil del exilio, la crisis económica, los impuestos y que tienen hasta dos trabajos para sostener el loco tren de vida de los suyos en la isla, se lo toman como un chiste.

Lo peor de esta nueva ralea de pedigüeños es su mojigatería política. Puertas adentro de sus casas, son más capitalistas que los Rockefeller y más consumistas que un jeque árabe.

No apoyan la locura ideológica de los hermanos Castro y ven toneladas de culebrones mexicanos y programas de Miami, captados desde una ilegal antena por cable que esconden dentro de un tanque de agua en la azotea de su casa.

Muchos ni siquiera trabajan o estudian. Lo de ellos es pedir. Hasta dos o tres mil dólares para montar un negocio. Conozco una persona que casi como un ultimátum, a su hijo en Estados Unidos le exigió que le girara diez mil dólares para comprarse un Chevrolet de los años 50.

Pero cuando el régimen convoca una pachanga política a ritmo de timba y reguetón, suelen ser los primeros en asistir con su modernos móviles de 400 dólares comprados en la Pequeña Habana, jeans a la cadera y zapatillas de marca, todo acabado de recibir a través de una ‘mula’.

También disciplinadamente van a votar en el remedo de elecciones parlamentarias instauradas por el gobierno. Y no pocos le niegan el saludo a un disidente, para no 'marcarse’ (señalarse), con el jefe de sector de la policía.

Con los dólares que fluyen desde la Florida los parientes en Cuba se pueden dar ciertos lujos, como pagar 20 pesos convertibles para asistir a un recital de La Charanga Habanera o gastar 600 CUC por una estancia de cuatro noches en un hotel todo incluido de Varadero.

Se puede culpar a los hermanos Castro por haber destruido la nación y convertido a infinidad de cubanos en pedigüeños consuetudinarios, vía email o llamadas de cobro revertido.

Pero el culpable mayor es el propio emigrado, por no frenar a tiempo el reclamo desmedido de los suyos en Cuba.

Iván García
Foto: Cubanos en el aeropuerto de Miami, esperando para volar a La Habana. Tomada de ABC.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Malagradecidos



Vivo preguntándome cuándo llegará ese día en el que los cubanos que viven en la isla tengan que pagar sus propios Bills (cuentas, facturas, pagarés, impuestos). Y escribo la palabra en inglés porque muchos de los que viven allá están a la vanguardia con las novelas, la moda, las películas y con todo lo último y más reciente que sale aquí: desde el último iPhone y los equipos más novedosos, hasta el último libro “bestseller” y la película más taquillera de las salas de cine; así que estoy segura que estarán familiarizados también con la palabra Bills.

Claro que cuando yo he ido de visita -en mi caso muy particular y ojalá que no sea el suyo- y les he contado de mis Bills y de todo el esfuerzo que tengo que hacer para cumplir con estos compromisos cada mes, a ellos, como es lógico, no les ha interesado mucho el tema o digamos que no le han prestado la debida atención.

Y qué les va a preocupar a ellos, si la mayoría de mi familia se ha convertido en ese grupo privilegiado que no trabaja porque “total lo que pagan allá es una miseria” y no les da para nada. Y como las remesas familiares nunca faltan todos los meses, pues no hay necesidad de mover un solo dedo -a menos que sea para marcar “el número del cielo” como ellos le dicen de donde les llueve “todo un río de bendiciones” (léase por “bendiciones” ropa, zapatos, televisores, DVDs, sábanas, toallas, y todo, absolutamente todo lo demás).

Mis primos comentan que han perdido el ánimo de estudiar: “¿Para qué voy a estudiar Medicina por cinco años si después que termine con las pestañas quemadas y el cerebro derretido voy a ganar 20 CUC al mes y eso no me dará ni para comprarme una bicicleta… Además, yo no quiero que me manden a cumplir misión para esos países pobres”.

A mi familia no le hables de trabajo, esfuerzo, ni sacrificio. No, a ellos háblales de lo más nuevo y lo más innovador que haya en el mercado americano, de las mejores discotecas del mundo, de las celebridades de farándula, háblales de una vida semejante a las de todos esos protagonistas rubios, bellos y millonarios de las películas. Cuéntale cómo se vive en Nueva York y Los Ángeles, de los autos más modernos… Si de ropa se trata, que sea “de marca”, de la más flamante, de la que queme los ojos por la curiosidad de contemplar.

Mi familia es numerosa, mi abuelo tiene nueve hermanos y mi abuela por su parte tiene otros ocho. Los hermanos de mis abuelos tienen hijos y nietos. Mi madre tiene dos hermanas en Cuba; esas hermanas tienen hijos y esos primos de mi madre tienen también hijos. Y digamos que esos hijos de las hermanas de mi madre y los hijos de los primos de mi madre son los que más piden. “Pedir de todo” es algo frecuente en mi familia. Lo que sea, no importa, incesantemente.

Nada es suficiente; allá no hay absolutamente nada y todo hace falta, todo es de suma importancia y urgencia. Todo lo quieren de aquí, eso es un dato importante. “Te mando el dinero y te lo compras allá”, me atrevo a sugerirles a veces. “No, No, de ninguna manera, las cosas de aquí no sirven, no duran nada”. Gasta entonces dinero comprándolo aquí, gasta dinero entonces mandándolo para allá... y lo peor del caso es que nunca quedan contentos, nada es suficiente, el cuento de Masicas en "El camarón encantado" les queda corto; existe un padecimiento a la inconformidad muy triste, muy grave.

Lo cierto es que la mayoría no sabe de dónde salen las cosas, nunca han tenido la necesidad de trabajar, ni de esforzarse en la vida para nada, porque desde que la familia se fue del país les ha mandado de todo siempre. Yo no sé en tu familia, pero en la mía, la gente se embaraza para que les envíes la linda canastilla de aquí. Quieren tener el último iPhone y necesitan además que se lo recarguemos cada mes. Porque eso es otra cosa, Cuba y sus recargas telefónicas me tienen al punto del colapso. Hay que comprarles un celular, enviárselos y sostenérselos. Hay que alimentarlos, vestirlos, amueblarles la casa. “Tú te fuiste de Cuba para tener una vida mejor y para ayudarnos”, me recuerdan a menudo mis familiares…

¡Y sí, me fui de Cuba para ayudarlos! Pero una cosa es “una ayuda” y la otra muy distinta es “la obligación” perenne de mantenerlos; y no solo de mantenerlos, sino de cumplir con todos sus antojos, fantasías o extravagancias, porque hasta los peines y los cepillos de dientes quieren que digan “Made in USA” -y con el que yo me cepillo aquí dice Made in China.

Le comentaba a mi abuela que nosotros tenemos la culpa de todo. Los hemos mal acostumbrado demasiado, hemos estado construyendo unos monstruos aprovechados; incapaces de valerse por sí mismos; que carecen de todo tipo de compromiso para desempeñarse en la vida, renuentes a realizar cualquier tipo de tarea u oficios. Unos desconsiderados por excelencia.

Son muy pocos (por no decir ninguno) los interesados en lanzarse a las calles a reclamar derechos, cambios o una existencia distinta. Mi familia forma parte de una sociedad acomodada que no tiene otra aspiración que no sea largarse de Cuba o esperar paciente y tranquilamente por las remesas familiares. Mal acostumbrados que pretender vivir sin estrés, sin preocupaciones y sin Bills.

Dania Ferro
Diario de las Américas, 18 de septiembre de 2013.
Foto: Tienda Adidas en La Habana. Tomada de El consumismo vence al comunismo en Cuba.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El hombre nuevo devora al hombre nuevo



Un tipo consagrado al trabajo. Obediente y presto a cumplir cualquier orden de sus superiores sin chistar. Poco dado a las farras y el alcohol.

La génesis del hombre nuevo cubano era odiar al enemigo, al imperialismo yanqui. Debía ser, al decir de Ernesto Guevara, una perfecta máquina de matar. Escuchar a Mozart o leer a John Locke era un rezago pequeño burgués.

Usted puede pensar que la disparatada teoría de intentar moldear el individualismo, sus egos y el alma compleja del ser humano es una exageración o una fantasía del periodista.

Pero fue cierto. Se intentó en Cuba. Fidel Castro y sus camaradas, inmaduros y utópicos, embriagados después del triunfo en una guerra de guerrillas, donde 300 barbudos derrotaron a un ejército regular de 8 mil efectivos, se creían capaz de diseñar un arquetipo de hombre que prefiriera trabajar horas extras sin remuneración y no moviera los pies al compás de una rumba.

El reto sonaba a disparate. Ni genetistas, ingenieros sociales y políticos cuerdos lo habían intentado. Aunque se conocían ciertas experiencias.

Mediante el terror, la Alemania de Hitler y el forzoso experimento ideológico en Rusia, lograron la obediencia colectiva al régimen. Mussolini en Italia disminuyó la delincuencia y arrinconó a la mafia.

Stalin logró que los pioneros delataran a sus padres. Y el Führer eliminó del censo a los judíos, gitanos y enanos. Evidencias de que la transformación humana solo es posible mediante la coacción y el miedo.

He sido testigo del fatal ensayo, donde lo más importante era la lealtad a Fidel antes que a tu familia. Por ello me pregunto por qué 54 años después, Raúl Castro se asombra de la indolencia y la vagancia, de los borrachos en las calles, de las groserías cotidianas, de la gente que cría cerdos en su apartamento o escuchan reguetón a todo volumen.

La generalizada indisciplina social, pérdida de valores y falta de educación es un producto tangible de la revolución verde olivo.

Esas generaciones de cubanos nacidas después de 1959, que no dicen buenos días cuando abordan un taxi, delatan al vecino por envidia, participan en linchamientos verbales y golpizas a los disidentes y se roban lo que pueden en sus puestos de trabajo, es el resultado del intento de amasar y crear un hombre diferente.

Somos una especie de Frankesteins. Cuando uno conversa con amigos extranjeros, aquéllos que vienen a Cuba no a tomar mojitos o acostarse con mulatas, su primera preocupación es la devaluación moral del cubano de hoy.

Todo lo demás se puede reparar. Cuando hayamos dejado atrás esta larga travesía por el desierto y el manicomio ideológico sea algo testimonial, Cuba recuperará sus encantos arquitectónicos, probablemente la economía despegará, la comida no será un lujo, habrá diferentes partidos políticos, el 20 de mayo volverá a ser el día de nuestra independencia y cada 4 o 6 años elegiremos a un presidente.

Pero recuperar civismo y valores perdidos llevará tiempo. Demasiado quizás. El perfil de muchos cubanos en este siglo 21 no es halagüeño. Mentirosos, hipócritas, irrespetuosos, oportunistas, expertos en bajezas humanas y hábiles para trepar dentro del status social pisoteando cadáveres frescos.

El régimen implantó en la sociedad el colectivismo y la adoración a un líder. Durante un tiempo, escribir una carta a un pariente o amigo en Estados Unidos fue un delito. O escuchar a los Beatles o vestirse con un Levi’s 501.

Decir señor en vez de compañero te encasillaba como un pichón de contrarrevolucionario. El odio enfermizo y retorcido del régimen a los que pensaban diferente, convocó a una multitud enardecida a tirarles huevos y arrastrar por la calle a los cubanos que decidieron abandonar su patria en 1980 por el puerto del Mariel.

La insolvencia económica y el mal gobierno han obligado a los hermanos de Birán a trazar piruetas ideológicas y camuflar su radicalismo y ojeriza al exiliado con tal de mantenerse en el poder.

Fidel Castro quería cubanos que supieran tirar, y tiraran bien, con un fusil AKM. Pues bueno, eso es lo que tiene.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet

viernes, 15 de noviembre de 2013

La Habana: aumentan mendigos y locos callejeros


Hace 30 años, los pordioseros en Cuba eran pocos y pintorescos. Entonces, por La Habana desandaba un chiflado singular que se hacía llamar El Caballero de París.

Su nombre real era José María López Lledín. Nació un 30 de diciembre en Lugo, España, y falleció el 11 de junio de 1985 en la capital. Fue un célebre atorrante que desde la década del 50 caminaba por las principales arterias de la urbe con un cartapacio de papales, una capa negra, barba desaliñada, uñas sucias, largas y arqueadas y una bolsa con sus pertenencias.

El Caballero de París solía dormir en los portales de San Lázaro e Infanta. Declamaba de memoria poemas de los bardos españoles de la Generación del 27, hablaba tres idiomas y no pedía dinero a los transeúntes.

Aunque padecía de una variante de esquizofrenia fue un lunático pasivo. Chalados como el Caballero de París o Bigote de Gato, con los dedos de una mano se podían contar los mendigos en aquella isla del socialismo real, donde la pobreza era un sello distintivo y el régimen a golpe de altísimos subsidios llegados desde el Kremlin, mantenía la salud pública y las prestaciones sociales.

30 años después, Cuba vive un capitalismo de Estado camuflado y una combinación estrambótica de discursos y citas que en un mismo saco mete a Martí, Lenin, Marx, Mao, Che Guevara, Hugo Chávez y Fidel Castro.

Ya ni siquiera los más intransigentes militantes del partido apuestan por el sueño de una sociedad comunista. Lo que tenemos es una piña de compadres militares que de una mordida controlan el 80% de la economía nacional.

Los servicios sociales andan en mínimos. Hace tres años, 27 enfermos mentales murieron de hambre, violencia física y apatía médica en el Hospital Siquiátrico de La Habana.

La mayoría de las clínicas siquiátricas son auténticos antros. Ramón prefiere vivir en la vía pública. “El mal trato y la mala calidad de la comida te obliga a huir de esos hospitales. En la calle, pidiendo dinero y comiendo de los latones de basura se vive mejor”.

Ramón padece de una paranoia aguda debido al uso indiscriminado de drogas, alcohol y anfetaminas. Dice sentir voces. Cuando está en crisis se puede tornar peligroso. Varias veces ha intentado suicidarse. Duerme donde lo coja la noche. Y se alimenta de sobras en restaurantes o restos de comida de los depósitos de basura.

Según Otto Mendoza, inspector de sanidad y epidemiologia, la cifra crece por años.

“No es exagerado decir que alrededor de dos mil vagabundos duermen en las calles. A ello se suman otros dos mil que sobreviven recogiendo pomos plásticos y materia prima reciclable y comen desperdicios en los latones de basura. Muchos de los recipientes que se utilizan para envasar puré de tomate, jugos o refrescos gaseados, artesanalmente elaborados, se los compran a un peso a los pordioseros. Y luego los dueños de pequeños negocios no los higienizan como es debido. En cualquier momento se pudiera desatar una epidemia de vastas proporciones. El trasiego de envases plásticos por parte de los mendigos pudiera ser una de las causas”, acota Mendoza.

Existe una legión de personas que han hecho de la indigencia una profesión. En la calle Obispo, en el corazón de la parte antigua de la ciudad, un grupo de mujeres se dedica a pedir dinero a los turistas y cubanos boyantes. “Están hasta doce horas limosneando. Conozco a varias que mantienen a su familia con el dinero que recaudan en un día”, comenta el dependiente de un café.

Diana, de casi seis pies confiesa que en una jornada provechosa llega a casa con 25 o 30 pesos convertibles. El salario mensual de un profesional de primera. Ancianos con demencia senil y alzheimer igualmente deambulan por la ciudad pidiendo dinero, cigarrillos o comida.

Algunos, como Eduardo, después de un magro desayuno en un asilo estatal ubicado en la calle San Miguel, en la barriada de La Víbora, a pesar de la artrosis y demencia senil, recorre las calles de la zona pidiendo monedas.

Con lo recaudado se sienta en un bar hediondo a tomar ron peleón. Cuando cae la noche, si la ebriedad le permite caminar, se llega al asilo a comer algo caliente. No pocas veces, el comedor ya cerró. Entonces, con el estómago vacío, se echa a dormir en un camastro de hierro.

La mala noticia es que los limosneros y locos aumentan cada año en las calles habaneras. Un funcionario de salud pública comenta que alrededor de 130 mil ancianos padecen de demencia senil en la isla. Para el 2040 las previsiones rondan los 250 mil.

Entre la crisis económica estacionaria y un Estado que recorta los subsidios, no se vislumbra una forma de frenar este triste panorama. Tampoco el gobierno tiene a mano un proyecto para impedirlo. Van en aumento también los pordioseros y tarados irascibles y violentos.

Mendigos como el Caballero de París, que hablaba francés y recitaba de memoria un poema de García Lorca, ya no existen en La Habana del siglo XXI.

Iván García

Foto: Acrílico del Caballero de París, del pintor cubanoamericano Gilberto Marino. Tomada de su blog.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cienfuegos: Bronca en La Asamblea de Dios



Cuando el pastor pentecostal Enrique y su esposa terminaron su labor de cuatro años en la iglesia La Rosa de Sarón, de la barriada La Juanita, Cienfuegos, no podían imaginar lo que se formaría tras su partida.

Un matrimonio, procedente de Camagüey, Ángel y Carmen, vino a sustituirlos. Prometieron trabajar con tesón para fortalecer el movimiento pentecostal en Cienfuegos. Pero, apenas meses después, comenzaron las quejas. Muchos protestaban por el modo en que Ángel y Carmen enseñaban la doctrina.

Ante tamaña acusación, los obispos de la Asamblea de Dios*, organización rectora pentecostal, iniciaron una investigación. La comisión dictaminó que eran ciertos los reclamos y los obispos pidieron a Ángel y Carmen abandonar la iglesia.

Apoyados por seguidores, se resistieron a abandonarla. Pero quienes protestaban en su contra, dejaron de asistir al templo, y comenzaron sus cultos al aire libre, en el cercano barrio Hermanas Giral, debajo de un frondoso árbol de mango. Eran liderados por Guillermo, un nuevo pastor, y los vecinos le pusieron el grupo de "la mata de mango".

Ante el cisma en la congregación, los obispos deciden finalizar el mandato de Ángel y Carmen. Ellos no acatan la suspensión. Y deciden romper con La Asamblea de Dios, el marco institucional al que estaba adscrita la iglesia La Rosa de Sarón.

La Asamblea los declara en rebeldía y piden a las autoridades gubernamentales que intervengan. Pero éstas comunican a los obispos que es un problema interno que deben solucionar entre ellos.

Comienzan los ataques verbales entre facciones, tan fuertes que pudieran catalogarse de escándalo. Una verdadera lucha por hacerse con el templo. Los defensores de Ángel y Carmen argumentaban que la membresía de la iglesia aumentó, gracias a la música y la prédica en sus cultos. Aseguraban que verificaron eventos de sanación y que hasta estudiantes extranjeros de medicina asistían a las actividades.

El domingo 15 de septiembre, Marta, responsable de las finanzas pentecostales y algunos diáconos, redactaron un documento acusando a Ángel y Carmen de apropiarse de fondos de la iglesia y haberse desviado de la doctrina pura. Pretendieron leerlo en el templo pero, a empujones, los partidarios de Ángel los expulsaron.

El lunes, la bronca se puso al rojo vivo. Los fieles de "la mata de mango", encabezados por el pastor Guillermo y con el beneplácito de los obispos, arremetieron contra las puertas de La Rosa de Sarón, atropellando al custodio, que sufrió una fractura de clavícula. Ocupado el templo, los de "la mata de mango", pusieron barricadas en las puertas.

Los expulsados, Ángel y Marta, permanecieron en la acera, reclamando les fueran devueltas sus pertenencias, amenazando a los ocupantes con no dejarles salir si no se las devolvían.

La situación duró todo el día. Uno de los que permanecía fuera cortó con una pinza el cable de la electricidad. La iglesia quedó a oscuras. Otro amenazó con cortar el agua. Por la noche, la policía decidió desalojar la cuadra donde radica el templo.

Texto y foto: Alejandro Tur Valladares
Cubanet, 29 de septiembre de 2013.
Foto: Una de las puertas destrozadas.
* La Asamblea de Dios es una estructura que acoge a las iglesias pentecostales de Cuba. Está afiliada a las Asambleas de Dios Independientes, que nacieron en 1918. Fundamentalmente acoge a iglesias de Estados Unidos y Canadá. En Cuba, las Asambleas de Dios están conectadas al Consejo Ecuménico de Iglesias, una superestructura que enmarca a diferentes denominaciones y que ha sido criticada por su proyección progubernamental.

lunes, 11 de noviembre de 2013

"No estoy loco todavía"



La hazaña de la estadounidense Diana Nyad, de cruzar a nado el Estrecho de Florida, sin jaula de protección contra tiburones, reta al cubano Antonio Medina Castañeda, quien también persigue cruzar a nado las 110 millas.

Antonio posee el récord de más salidas ilegales fallidas: 20. Y en su casucha de la playa de Jaimanitas, al oeste de La Habana, se ha comenzado a preparar, "física y mentalmente" con el fin de escapar de lo que él “una gran jaula de castigo en forma de isla”.

El 'recordista de salidas ilegales' reside a unos metros del mar. Se ha lanzado a cruzar el Estrecho en todo tipo de artefacto: botes, balsas, tablas de corcho, una armazón de pomos plásticos vacíos amarrados con nylon de pescar dentro de sacos de yutes, (incautado recientemente por la policía), hasta un “submarino”, fabricado con tanques de aluminio y un motor de lavadora, proyecto que fracasó por no hallar la fórmula de almacenar el oxígeno.

La estadounidense le ha proporcionado a Antonio la "maravillosa idea de cómo espantar la mula" (huir), sin necesidad de recursos. La construcción de balsas y tablas requieren de múltiples materiales: poliespuma, corchos, velas, madera, tornillos, brújulas y GPS, entre otros, muy caros y difíciles de conseguir, que le han absorbido lo poco que ha ganado como zapatero durante años, un dinero perdido en naufragios.

"Diana Nyad me dio la respuesta. No necesito nada. Solo nadar y nadar" dice, feliz, del hallazgo encontrado en la primera plana de El Nuevo Herald, que me pidió le regalara. En ella aparece una foto de la nadadora arribando a Smathers Beach, en los cayos de la Florida, y el titular “Nunca se rindió”. Antonio añade que él tampoco se rinde y está seguro que esta vez, en su intento 21 lo conseguirá.

Le explico que la hazaña de Nyad no fue cosa sencilla. Necesitó una flotilla de cinco barcos, con un equipo de 35 especialistas, un traje isotérmico de neopreno, cremas especiales, un dispositivo que se puso en la boca para protegerse del ataque de las medusas, médicos y nutricionistas que supervisaron su estado físico y su alimentación en el trayecto.

Pero Antonio se ríe ante “todos esos efectos especiales”. Dice que la filiación adquirida con el Estrecho de la Florida en tantos intentos malogrados, es su pasaporte para llegar al otro lado. Su brújula será su instinto de fugitivo que siempre le dará el norte. Va a conversar en serio con los tiburones, para explicarles por qué huye de esta isla y cree que éstos podrían sensibilizarse con su “causa” y protegerlo durante la travesía.

La alimentación es lo que menos le preocupa, pues a veces se pasa más de tres días sin comer nada, no precisamente por estar a dieta. Tampoco el agua potable: hace más de 50 años que bebe agua mala por la única tubería que le entra de la calle.

Otro aliciente para Antonio es que la Marina Hemingway, de donde salió Diana Nyad rumbo a la gloria, le queda a unos pasos de su casa. Y dice que tal vez pulverice el récord que ella estableció el 3 de septiembre, de 52 horas, 54 minutos y 1,6 segundos.

“Cuando termine de prepararme, ¡lo que va a salir de Jaimanitas rumbo a Miami va a ser un torpedo!”.

Texto y foto: Frank Correa
Cubanet, 11 de septiembre de 2013.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Arroz con frijoles, un emblema del Caribe


Para un caribeño, no hay una mejor combinación en la mesa diaria que el arroz con habichuelas o frijoles. Sin importar la naturaleza de la legumbre o los platos que acompañen a este dúo, el arroz con habichuelas, frijoles o caraotas se come con igual entusiasmo en Caracas, Santo Domingo, La Habana y San Juan.

“Es un plato significativo, nostálgico para los que están fuera, junto con el sancocho compone el sello emblemático del dominicano. Desde pequeños, vemos como la receta pasa de generación en generación, pues se compone de elementos específicos donde no puede haber más ni menos”, dice Luisa Esther Suárez Díaz, dominicana y amante de las tradiciones locales.

Es lo que todo dominicano espera a la hora de sentarse a la mesa, apenas el reloj marca las 12 del día. No importa si en el trabajo o en la casa. En una encuesta realizada a través de Facebook, Yariana Betancourt opina que la verdadera “bandera dominicana” se compone de arroz blanco, habichuelas rojas (frijoles colorados), y pollo guisado.

En cambio Luisa Esther Suárez Díaz a la receta le añade una ensalada verde compuesta por lechuga, tomate, pepino y en ocasiones repollo. Para Sarah Valerio-Rodriguez la ensalada no debe faltar. Yariana, por su parte, piensa que la ensalada depende del gusto y del bolsillo.

A las 12 del mediodía, según los ánimos o el presupuesto de la familia, el dominicano puede tener en la mesa plátanos fritos verdes o maduros, berenjena guisada o frita, ensaladas diversas y otros acompañantes, pero lo básico es el arroz, las habichuelas y la carne que generalmente, por motivos económicos, suele ser pollo guisado, pero también puede ser de cerdo o de res.

Según María Ramírez de Carías en su libro La Cocina Dominicana, la dieta diaria del dominicano está compuesta a base de arroz que se elabora de manera simple con agua, aceite y sal. La complejidad la traen las legumbres. Generalmente el dominicano consume las habichuelas rojas previamente ablandadas en un guiso que lleva ajo, cebolla, tomates, ají, orégano, naranja agria y verduras.

En Venezuela hay un plato que podría ser el homólogo de la “bandera dominicana”. El pabellón criollo, como lo define Leopoldo López, propietario del restaurante A brasas, en Caracas, “es el plato típico por excelencia de Caracas, aunque se extiende a otras regiones de Venezuela”. Se compone de arroz blanco, caraotas (habichuelas) negras fritas, es decir, sin utilizar su caldo y carne de res mechada.

El pabellón criollo venezolano, según el Atlas de Tradiciones Venezolanas “tal vez recibe su nombre porque como nuestra bandera representa los colores de las tres razas que nos conformaron como pueblo”. El pabellón tiene dos variantes, la primera según López es “agregarle tajadas de plátano maduro frito, que lo convierte en pabellón con baranda”. También hay quien coloca un huevo frito sobre el arroz.

El Caribe es, ante todo, una simbiosis rica y dinámica de distintas influencias -indígena, negra, española- y esto reflejado en su cocina se convierte en el uso de ingredientes comunes, pero con variantes de preparación. En Cuba, por ejemplo, uno de los platos típicos son los frijoles negros. Para la periodista cubana Gina Picart, autora de la serie de artículos Historia de la Cocina Cubana “tal vez sean los frijoles negros la comida que mejor represente a Cuba en la cocina mundial”.

Picart señala en su artículo que los frijoles ya los conocían y comían los aborígenes de la isla antes de la llegada de Cristóbal Colón, pero su popularidad llega luego de que el plato es adoptado y diversificado por españoles y africanos. “Se elabora de muy diferentes maneras, pero en general siempre el cocinero los prefiere tiernos para que tiñan bien el caldo”, señala Picart, pero todas las variables llevan azúcar, sal, comino y un toque de vinagre.

En Cuba, el arroz con frijoles negros se acompaña con carnes, verduras o ensaladas. Es típico un plato conformado por arroz blanco, frijoles negros, masas de cerdo asado, ensalada de aguacate y yuca con mojo, una especie de aderezo que se prepara con aceite o manteca, ajo machacado, naranja agria y sal.

En Puerto Rico, la Isla del Encanto, la costumbre de comer arroz con habichuelas también ha sido una herencia. Y aunque la receta de arroz con gandules se reconoce como plato típico por excelencia, “no es una comida del día a día”, aclara el puertorriqueño Ricardo Rodríguez.

Según Rodríguez, en su país se come más arroz con habichuelas rojas o rosadas, con bistéc o chuleta frita de cerdo. También es popular el arroz “mamposteao”, que no es más que las sobras de arroz y habichuelas del día anterior pasadas por la sartén con un sofrito de ají, cebolla, verduras y tomates.

Li Misol
Listín Diario
6 de mayo de 2011
Foto: La llamada "bandera dominicana" suele consistir en arroz blanco, potaje de frijoles colorados y carne guisada, de cerdo o res. Tomada de Platos típicos de la República Dominicana, blog de Sergio Santana.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La pizza ha sustituido al plato típico cubano



A mediados de los años 60, en La Habana y en toda Cuba, restaurantes y cafeterías que antes de 1959 ofrecían variados menús criollos, de pronto se reconvirtieron en pizzerías. Algunas fueron especialmente construidas, en lugares céntricos.

Cuando uno ha vivido 44 años bajo el mandato ininterrumpido de un hombre como Fidel Castro, es mi caso, no se necesita rastrear mucho en internet para darse cuenta que ese ataque repentino de 'italianitis' debe haber sido resultado de uno de esos 'enamoramientos' que a cada rato él cogía. Y nada de amor desinteresado, qué va.

Pronto lo descubro, en el blog Cuba a 360 gradi. En un breve post rinden tributo a Leo Cittone, fallecido el pasado 6 de julio, a la edad de 90 años en Milán. Considerado 'el primer italiano en romper el embargo', en 1962 hizo llegar al puerto de Génova un barco cargado de azúcar, cuyo destino final era la Unión Soviética. Gracias a su amistad personal con el comandante, Cittone se convirtió en un privilegiado socio comercial de Cuba. Vaya tomando nota.

Los cubanos que peinamos canas recordamos su 'encarne' con la ganadería. De toda la vida, la vaca utilizada en nuestros campos era la cebú, pero a Castro se le metió en la cabeza, cruzar la cebú con la raza holstein. No paró hasta que lo logró... a medias. La reina de aquel invento, Ubre Blanca, durante los 13 años que vivió (1972-1985) formó parte de las campañas publicitarias de Castro y su revolución.

Otro arranque de embullo fue el café caturra y ese engendro del Cordón de La Habana. Todo eso coincidió con el Año de la Ofensiva Revolucionaria, o mejor, de las nacionalizaciones de bodegas, comercios y timbiriches. Incluso pensaron en eliminar el dinero.

En el 68 ya hacía rato que los cubanos le estábamos metiendo a la pizza y los spaghettis en la misma costura. La epidemia de 'italianitis' aún continuaba. El 30 de septiembre de ese año, en Cangrejeras, en las afueras de la capital, donde antiguamente había existido un instituto cívico militar, clausuró el primer curso -y si no me equivoco el único- de operadoras de tractores Piccolinos.

Además de pizzas, spaghettis y en menor medida, de lasañas y raviolis, en el panorama nacional habían hecho su aparición los Alfa Romeo, de fabricación italiana y del mismo color, magenta. Sus ocupantes eran 'pinchos', 'mayimbes', quienes con sus escoltas se paseaban por las calles habaneras.

Ahora entiendo por qué la marca Alfa Romeo era sinónimo de status: el Sr. Cittone los envió a Cuba para uso exclusivo de la clase gobernante. Gracias a él, a la isla igualmente llegaron autos Fiat, las motos Guzzi usadas por la Seguridad del Estado y máquinas de escribir Olivetti, entre otras mercancías.

La diferencia de las pizzas de los años 60 con las actuales, es la calidad. No había que ir a uno de los restaurantes especializados en cocina italiana, para comerse una pizza bien elaborada, con puré de tomate y queso de primera. Las había de jamón, chorizo, carne de res molida, langosta, camarones... También los precios, accesibles a todos los bolsillos, en moneda nacional. Ahora, para comerse una buena pizza, los cubanos tienen que ir a una paladar o restaurante y pagar en divisas. Salvo excepciones, las vendidas a 10 pesos por los cuentapropistas, llenan la barriga, pero son incomibles.

En sus buenos tiempos, Fidel Castro debe haber sido aficionado a la comida italiana. A la legítima, que para eso tenía y tiene muchos amigos en Italia. Después que en 2006 estuvo a punto de morir, le ha dado por la comida sana, macrobiótica inclusive.

Y como en la vejez sigue siendo obsesivo, una de sus últimas obsesiones es la moringa. Una planta que será muy saludable, pero los viejos cubanos, al no poder tomarse una buena sopa de pollo, no les queda más remedio que saciar el hambre con carbohidratos. Sea un pan con croqueta de cinco pesos o, cuando pueden, una pizza de diez pesos.

Tania Quintero

Foto: La pizza más popular que en Cuba se vende por pesos, es la napolitana, con queso que suele ser de fabricación casera, con más o menos salsa de tomate y cebolla en ruedas, si hay bastante en el mercado. Tomada de la web Never Ending Voyage.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Cuba: la comida tradicional está desapareciendo



Todavía los domingos, Enrique y su familia se sientan a la mesa y almuerzan arroz, frijoles negros, carne de cerdo asada, ensalada de pepino y aguacate. De postre, mermelada de mango o guayaba con queso blanco casero.

Un menú cubano. Pero el encarecimiento de los alimentos ha ido arrinconando a los platos tradicionales hasta convertirlos en almuerzos domingueros, celebraciones familiares o cenas de navidad y fin de año.

“Para que mi esposa, dos hijos, mi madre y mi padre el domingo puedan almorzar así, tenemos que gastar 400 pesos (19 dólares). Mi salario como contador es de 450 pesos, mi mujer es maestra y gana 380 pesos, y las jubilaciones de mis padres, sumadas, dan 390 pesos. Mensualmente en la casa entran 1,220 pesos (unos 60 dólares). En los cuatro almuerzos dominicales se nos van 1,600 pesos. Y no es nada del otro mundo, ni de alta cocina. Solo platos tradicionales”, comenta Enrique.

Herminia, su madre y ama de casa, aporta más detalles. “Saca cuentas. 4 libras de carne de cerdo cuestan 160 pesos. Dos libras de frijoles negros, 25 pesos. Tres aguacates, 30 pesos. Cuatro o cinco mangos grandes para hacer mermelada, 40 pesos. Tres libras de queso blanco artesanal, 90 pesos. A eso añade 60 pesos en condimentos (ajo, ají, cebolla) y tres libras de arroz brasileño. Es un lujo comer en casa un menú típico. El resto de la semana, huevos, en cualquiera de sus variantes, croquetas de 5 pesos, spaghettis y pizzas callejeras”.

Desde hace 54 años, comer se ha convertido en el mayor dolor de cabeza de las familias cubanas. La revolución no ha sido capaz de garantizar una alimentación de calidad. Mientras menos dinero entra en un hogar, peor se come. Los almuerzos, generalmente, se sustituyen por comida rápida.

Es ahí donde entran en escena la pizza y las pastas, sobre todo spaghettis y macarrones. Diario de Las Américas charló sobre el tema con varios residentes en la barriada habanera de La Víbora, también con un italiano.

De dinero siempre andan cortos. Hacen una sola comida caliente al día. Desayunan café sin leche y un magro panecito desabrido (uno diario per cápita, por la libreta de racionamiento), al cual le untan queso crema o mayonesa casera. El almuerzo, un tentempié.

Según Antonio, tres veces a la semana su familia come spaghettis con salchichas de pollo (el paquete de diez salchichas cuesta 1.10 cuc). “Rara vez le echamos queso, vale muy caro. Yo como de 4 a 5 pizzas semanales, compradas en la calle”.

La pizza en Cuba se consume en cantidades industriales. Según se dice, el consumo masivo de pizzas y spaghettis fue introducido en los años 60 por Fidel Castro, después que Estados Unidos le declarara el embargo a Cuba. Tal vez a modo de agradecimiento hacia empresarios y comerciantes italianos que lograban burlar el embargo y a la isla exportaban productos de su país.

A Castro, además, le apasionaba hacer de chef de cocina, pero nunca le escuchamos decir que había preparado una pizza de mariscos o unos spaghettis a la carbonara. En sus kilométricos discursos, le encantaba promocionar alimentos. Aunque no precisamente los que él consumía (siempre tuvo fama de buen gourmet, de comer exquisiteces, productos originales, fueran quesos suizos y holandeses, vinos franceses, jamones españoles o aceite de dendé de Brasil).

Para que la población probara sus propuestas culinarias, creaba puestos de venta en la capital y provincias. En ellos se vendieron desde hamburguesas de cerdo, que él les puso Zas y la gente las llamaba Mac Castro (sin sonrojarse, Castro decía que eran mejores que las McDonald's), hasta helados tropicales elaborados con agua, azúcar y una esencia de zumo de limón, naranja o toronja (para proporcionarle vitamina C al pueblo, decía) hasta restaurantes vegetarianos.

Las pizzerías abiertas en los años 60 fueron en aumento. Según un inspector de gastronomía, en Cuba hay alrededor de 15 mil pizzerías, entre particulares y estatales. “Solo en La Habana hay más de 1,500”.

En 1990, en pleno ‘período especial’, una crisis económica estacionaria que se extiende por 23 años, laboratorios estatales supervisados por el propio Castro, patentaron auténticos bodrios alimenticios como la masa cárnica, el fricandel, el picadillo extendido (de soya) o el cerelac.

Aunque comer pizzas y pasta se ha convertido en deporte nacional, su calidad suele ser pésima. La pizza más solicitada es una variante de la napolitana, pero sin queso mozzarella. La ‘napolitana cubana’ vendida en cafeterías privadas, es una masa de harina de grosor medio confeccionada con aceite vegetal, queso blanco y salsa de tomate condimentada. Cuesta entre diez y doce pesos y se venden a granel.

Horacio, dueño de una pizzería que funciona las 24 horas, ha tenido días de vender hasta mil pizzas. A dos cuadras, Emilio, dependiente de una cafetería estatal, se queja de los pocos panes con lechón que vende. Y muestra una pierna asada de cerdo, casi entera, colocada en una bandeja, encima de una mesa plástica blanca. “Solo he vendido 7 panes con cerdo. Cada uno cuesta cinco pesos. Se supone que sea una merienda tradicional. Sin embargo, la gente prefiere las pizzas”.

En La Habana y otras provincias, existen pizzerías por divisas. Su calidad es superior, aunque no espere comerse una pizza como las de Italia. A un italiano que con frecuencia viaja a Cuba, le pregunté sobre las pizzas y pastas elaboradas en la isla y las calificó de ‘regular tirando a mala’.

“Hay excepciones, como La Mimosa, paladar particular, o un restaurante del Estado en el Paseo del Prado. Siempre me he preguntado por qué el gobierno de Italia no le declara la guerra a Cuba, después de tantos años desprestigiando nuestro plato nacional”, dice sonriente.

Cuando antes del 59 abrieron ese restaurante, se llamaba Miami, luego le pusieron Caracas, después Budapest y ahora se llama A Prado y Neptuno, porque está situado en la esquina que en 1951 inspiró a Enrique Jorrín a componer La engañadora, el primer chachachá. Administrado por la corporación Habaguanex, se especializa en recetas italianas, desde lasaña hasta tiramisú.

En Cuba no es frecuente que las pizzerías, particulares o estatales, repartan pizzas a domicilio. “Si se creara una cadena de pizzas, estilo Hut o Telepizza, que puedas encargarlas mientras ves televisión, rompería récords de ventas”, señala un gerente gastronómico.

Puede que la carne de cerdo, los chicharrones, frijoles negros, el arroz congrí o moro y los tostones, sigan siendo platos típicos. Pero debido a sus altos precios, cada vez los cubanos los consumen menos. Y ni qué decir de pescados como el pargo y la cherna o mariscos como camarones y langostas, que antes de 1959 formaban parte de la tradición culinaria cubana.

Pregúntenle a la familia de Enrique, que solo los domingos puede comer a lo criollo. Y si sobra algo, se guarda para la cena del lunes.

Iván García

Foto: El plato típico cubano se compone de arroz blanco y frijoles negros (o en su lugar, congrí o moros y cristianos), lechón asado o carne de cerdo, asada o frita, y una vianda, que pueden ser plátanos maduros fritos, como en la foto, o tostones, mariquitas, boniato frito y yuca o malanga hervida con mojo. Según la época del año, se suele acompañar también con aguacate o una ensalada de lechuga, tomate y pepino.

viernes, 1 de noviembre de 2013

¿Qué es de la vida de Elián González?



Cárdenas, ciudad de la provincia de Matanzas, a unos 150 kilómetros al este de La Habana, es famosa por el ron Arechabala, las bicicletas en sus calles y el balserito Elián González, quien en noviembre de 1999, con solo 6 años, fue embarcado ilegalmente desde Cuba con destino a la Florida por su madre Elizabeth Brotons.

Se conoce el trágico final de la historia. La madre y el padrastro de Elián murieron en la travesía a bordo de una chalupa de aluminio y caucho y el pequeño fue encontrado con vida aferrado a un flotador.

Después, parientes en Miami intentaron no devolver al niño a su padre. El progenitor de Elián González, en consorcio con el gobierno de Fidel Castro, armó una tángana monumental.

Las leyes de Estados Unidos fallaron a favor del régimen cubano. Fue lo justo. Pero el episodio se convirtió en un culebrón de marcados tintes políticos que provocó la ruptura entre los parientes de Elián a ambos lados del Estrecho de la Florida.

¿Pero qué hace González en la actualidad? Del muchacho poco se sabe. El próximo 6 de diciembre cumplirá 20 años. En 2010 estudiaba en un colegio militar. Cuando Fidel Castro gobernaba, Elián era noticia con frecuencia.

Su padre, Juan Miguel González, llegó a ser diputado nacional. Antes de lo ocurrido, era cantinero en un centro turístico de Varadero. Su lealtad al régimen lo propulsó a la vida social y política de Cárdenas. Mejoró ostensiblemente su nivel de vida. Elián residía con su padre, dos hermanos menores y su madrastra en una casa color marrón, al borde de la carretera que va al poblado matancero de Coliseo.

En 2010, acompañado por un periodista español, intentamos hacerle una entrevista a Elián. En un bar de Cárdenas nos habían indicado la dirección exacta de la casa. Pero nos dijeron que tuviéramos cuidado. El entonces adolescente era protegido por una escolta de hasta cuatro personas.

Yo solo quería hacerle preguntas triviales: si tenía novia, qué equipo de fútbol seguía, si mantenía contacto con sus parientes en Miami, dónde pasaba su tiempo libre, qué música le gustaba y la carrera universitaria por la que se inclinaba.

Elián no fue un niño cualquiera. Con solo 6 años vio morir ahogada a su madre. Probablemente ella deseaba un futuro mejor para su hijo y arriesgó su vida en una embarcación rústica, atravesando un turbulento Estrecho de la Florida infestado de tiburones.

Ya cuando regresó de Estados Unidos con su padre se notaba cierto retraimiento. Hablaba poco y leía mal en las presentaciones oficiales orquestadas por su Fidel Castro, que se convirtió en una especie de tutor o padrino de Elián.

El menor estaba más para estar sentado en el desván de un buen psicólogo que para pretender montarlo en el carrusel de la farándula política. Su manera de comportarse en público era demasiado artificial. Un montaje bien diseñado.

Hace tres años tocamos a la puerta de la casa donde residía Elián González y su familia. Un tipo con pinta de militar, se presentó como Miguel, mulato de complexión fuerte y 1.75 de estatura, al principio nos trató con recelo.

Luego el hombre se relajó y dio algunos detalles. “Elián estudia en una escuela para cadetes. Le dan pases los fines de semana y suele ir con su padre al delfinario. Le gustan mucho los delfines. Para hablar o entrevistarlo hay que traer una autorización de las altas instancias del partido comunista”, informó el escolta Miguel

Los guardaespaldas residían en una vivienda anexa a la casa de la familia de Elián. El escolta también dijo que el joven necesita acompañantes “porque muchas personas se le acercan a pedirle cosas y hacerle preguntas inapropiadas”

Estábamos hablando con el militar cuando un auto ruso, Lada 2107, blanco y con cristales ahumados, hizo entrada en la casa. El conductor subió aceleradamente la ventanilla para no ser visto. Él y otro escolta, a la carrera, abrieron el portón de la casa y en uno de los teléfonos escuchamos decir: “Llegó el hombre”. Presuntamente era Juan Miguel, el padre de Elián.

Nos despidieron no de muy buena manera. De los acontecimientos terribles que vivió Elián como recuerdos han quedado un museo pintado de amarillo intenso llamado Batalla de Ideas, en un antiguo cuartel de bomberos en el centro de Cárdenas. Y esporádicas noticias en los medios oficiales, al cumplirse un onomástico del famoso joven, casi siempre en una fecha redonda.

A veces ha aparecido junto a su padre, en alguna comparecencia pública, rodeado de jerarcas y muy cerca del General Raúl Castro. La aburrida prensa oficial cubana nunca le ha hecho una entrevista seria. A fondo.

En Varadero indagué sobre Juan Miguel, el padre, quien durante mucho tiempo trabajó en el balneario. Nadie supo contestarme. Solo rumores. Sobre Elián nada se conocía. Incluso, personas que dicen residir muy cerca de su domicilio desconocen su paradero.

El gobierno alega que lo hace para proteger la intimidad del joven. Cuando lo creen pertinente lo muestran en determinados actos oficiales, como un trofeo de la Guerra Fría que todavía existe entre Cuba y Estados Unidos.

Pero la vida real de Elián González Brotons sigue siendo un auténtico enigma.

Iván García
Foto: Tomada de Noticias Montreal.
Leer también: ¿Dónde están Elián González y su familia?.