lunes, 29 de septiembre de 2025

Cuando Fidel Castro quiso desmantelar la disidencia

 

2003 fue un año tremendo. El acoso, detenciones arbitrarias, actos de repudio y linchamientos verbales a la oposición por los medios del gobierno subían de tono. Había una escalada por parte de los servicios especiales en contra de la disidencia pacífica y periodistas libres.

En 2002, Castro convocó un referéndum para blindar el socialismo verde olivo. Fue su respuesta a la petición del Proyecto Varela presentada a la Asamblea Nacional por el opositor Oswaldo Payá Sardiñas, que respaldada con más de diez mil firmas y amparándose en la Carta Magna, solicitaba a la legislatura hacer reformas constitucionales.

Ya en 1999 Fidel Castro había promulgado la Ley 88, un fárrago jurídico que aprobaba condenas de más de 20 años a los disidentes y periodistas independientes, bajo el pretexto de desestabilizar el status quo.

Fidel Castro en persona se presentaba en los estudios de televisión y leía una lista con nombres de opositores que supuestamente tenían contacto con diplomáticos de Estados Unidos o la República Checa.

Se vislumbraba que algo se cocinaba en las alcantarillas del poder. Los ataques mediáticos del régimen eran mísiles especialmente dirigidos a los líderes opositores Oswaldo Payá Sardiñas, Martha Beatriz Roque, Oscar Elías Biscet y el poeta y periodista Raúl Rivero.

Meses antes de la razia contra la disidencia, en un acto en el teatro Karl Marx, un furioso Fidel Castro amenazaba a la oposición. “Después no digan que no se les advirtió. No permitiremos que los mercenarios hagan su labor impunemente. Aunque no vamos a matar mariposas a cañonazos”, expresó.

Cuando el 18, 19 y 20 de marzo de 2003, los operativos relámpagos irrumpieron violentamente en los hogares de más de 80 disidentes en toda la isla, marcaban el inicio de detenciones quirúrgicas con el afán de destruir a la oposición.

Fue una jugada bien diseñada. Los cintillos de la prensa internacional estaban enfilados en Irak, donde el presagio de guerra era inmediato. Según los cálculos de Castro, la administración de George Bush hijo se iba a empantanar en una costosa y desgastante guerra con el dictador Sadam Hussein.

No fue así. En algo más de un mes, las tropas de Estados Unidos y sus aliados, en una fulminante ofensiva, derribaron la estatua del tirano en Bagdad. Y a pesar del fragor de la guerra, en la prensa mundial no pasó inadvertido el encarcelamiento de decenas de opositores en la isla.

La campaña internacional fue formidable. El gobierno de La Habana no esperaba semejante reacción. Algunos amigos de Castro, como el escritor portugués José Saramago o Eduardo Galeano, criticaron las detenciones. Saramago fue drástico: “Hasta aquí he llegado”, afirmó, y abandonó el barco de los compañeros de viaje que apoyaban la causa del barbudo cubano.

En un principio las detenciones llegaron al centenar de disidentes. Luego la lista se quedó en 75. Sacando cuentas como un viejo bodeguero, las conjeturas de Castro se basaban en que la administración de Bush iba a negociar la liberación de ‘sus mercenarios’ y realizar un canje por los 5 espías presos en Estados Unidos.

Para Castro, resultaba un intercambio razonable. A razón de quince ‘gusanos miserables’ por cada espía. Tal vez recordó el año 1961, cuando Kennedy canjeó por compotas y papillas de cereales a más de dos mil soldados anticastristas detenidos en la isla después del fiasco de Bahía de Cochinos.

El tiro salió por la culata. Fue un burdo error político. Los líderes mundiales exigieron la liberación de los disidentes. Y Estados Unidos y la Unión Europea dieron una nueva vuelta de rosca a las sanciones económicas contra Cuba.

Castro huyó hacia adelante. Y aprovechando el caso de tres cubanos que habían secuestrado una embarcación de transporte, decidió enviar un mensaje de miedo a la población que por esos días, en su afán de alcanzar las costas de la Florida, escapaban a como diera lugar. En un juicio sumario condenó a pena de muerte a tres jóvenes negros que residían en barrios pobres de La Habana.

Fue la tapa al pomo. Disidentes y cubanos de a pie pensaron que Castro había enloquecido. Mientras, los disidentes y periodistas independientes vivíamos con la angustia sujetada a su espalda. Yo andaba con una cuchara y un cepillo de dientes en el bolsillo trasero del pantalón.

En cualquier momento estaba esperando mi detención. Por suerte no aconteció. El teléfono estuvo cortado varios días. Todos teníamos miedo. Aún recuerdo, cómo olvidarlo, una apesadumbrada Blanca Reyes, esposa de Raúl Rivero, describiendo el registro y posterior detención de Rivero.

Las evidencias eran sus crónicas periodísticas y poemas. Una máquina de escribir Olivetti, libros de escritores universales y fotos de sus hijas, familiares y amigos. Lo arrestaron en el apartamento donde residía el matrimonio, en La Victoria. Un barrio duro. Cuna de jineteras, chulos y buscavidas. Gente sin futuro que no aplaude con entusiasmo la cháchara de Castro. Fue en uno de esas barriadas marginales del centro de La Habana donde estallaron los disturbios del 5 de agosto de 1994, conocidos por el maleconazo.

La tarde del jueves 20 de marzo, cuando detuvieron a Raúl Rivero, la calle estaba repleta de vecinos y curiosos. Al montar a Rivero en un auto ruso con las manos esposadas, como si fuese un terrorista, algunos vecinos indignados comenzaron a gritar “abusadores” y “libertad”.

Veintidós años después de la Primavera Negra, los operativos para destruir a grupos opositores, periodistas independientes y blogueros alternativos se han multiplicado. Quienes desde 1995 hemos apostado por la democracia y la libertad de expresión seguimos adelante. Aquí estamos.

Iván García
Foto: Momento en que la Seguridad del Estado se llevaba detenido a Raúl Rivero, en el Lada blanco, el 20 de marzo de 2003. Tomada de Martí Noticias.

lunes, 22 de septiembre de 2025

Cuba planifica la economía detrás de un buró

 

La lluvia rebota en el techo de zinc de un cobertizo sucio con piso de tierra, utilizado para guardar sacos de abono comprado en el mercado informal, aperos de labranza y algunos trastos que siempre molestan en una casa. Al costado del camino vecinal, un viejo tractor de la era soviética y una yunta de bueyes que beben agua en un rústico vertedero de chapas cubierta con tierra rojiza.

Osvaldo, 68 años, dueño de la finca ubicada al suroeste de La Habana, fuma sosegado un mocho de tabaco, se rasca la cabeza con unos dedos gruesos que parecen garfios torcidos y luego de echar andar la turbina con una planta eléctrica comprada en una agencia de paquetería en Miami trota bajo la lluvia hasta el portal de su casa.

Antes de responder la pregunta de por qué la agricultura cubana no es capaz de suministrar suficientes alimentos al pueblo, Osvaldo se toma un buche de café, se sienta en un sillón y cruza sus pies encima de una mesita de hierro.

“No hay que darle más vueltas al tema. El único culpable que la agricultura no funcione es el gobierno. Ya yo perdí la cuenta de las medidas y estrategias trazadas por los que dirigen el país. Y el problema es que detrás de un buró no se puede hacer una cosecha. Cada siembra es diferente. La cantidad de malanga, plátano o carne de res no se puede planificar desde una oficina con aire acondicionado en La Habana”, afirma Osvaldo.

El campesino pone varios ejemplos. “Llegan los funcionarios, la mayoría cebados como puercos, con las agendas debajo del sobaco y con sus muelas políticas pretendiendo que a golpe de consignas se van a multiplicar las cosechas”, dice y añade:

“Y en la agricultura no existen los milagros. Funciona con inversiones y recursos. Si desde hace cuatro años a los dueños de finca nos entregan solo el 20 por ciento del combustible que necesitamos, sin abonos, fertilizantes ni piezas para el tractor y el regadío, simplemente no puedes esperar que las producciones agrícolas crezcan”.

Las estadísticas de las cosechas agrícolas, ganaderas, porcinas, pesquerax o azucareras asustan. Ni siquiera en un país en guerra como Ucrania el descenso ha sido tan alarmante. En el último lustro las cosechas han caído entre un 60 y 80 por ciento.

La producción de carne de cerdo en 2024 fue solo del 23 por ciento en comparación con 2018. Cada año mueren por hambre y sed más de veinte mil vacas. De seis millones de reses a principios del siglo XXI, actualmente hay dos millones y medio. Las que no mueren por enfermedad son sacrificadas por los matarifes clandestinos que luego venden la carne en el mercado informal.

“Es un desastre absoluto. El Estado no te da nada y te quiere exigir producciones elevadas. En vez de priorizar la agricultura y subsidiarla, como hacen los países del Primer Mundo, esta gente (la dictadura) te quiere vender los insumos y el combustible en dólares. Yo tuve que comprar dos plantas eléctricas en Miami para echar andar la turbina y la minifábrica donde elaboro puré de tomate”, explica Osvaldo.

“Esos gastos repercuten en el precio final del consumidor. El gobierno vive en Babia. Acopio te quiere comprar las cosechas a precio de cerdo enfermo, te pagan precios muy por debajo del mercado de oferta y demanda. Entonces la cuenta no da. Tengo que pagar entre 800 y mil pesos diarios a cada jornalero. Antes de sembrar ya tengo la cosecha comprada por intermediarios. Aunque el gobierno no nos da nada, los finqueros privados somos los que estamos alimentando al país”, subraya Osvaldo.

Los datos corroboran sus palabras. A pesar que el Estado es el dueño del 75 por ciento de las tierras, incluyendo las más fértiles, apenas produce el 28 por ciento de las cosechas agrícolas, ganadera y porcina.

A setenta kilómetros de la finca de Osvaldo, en el Palacio de Convenciones, ubicado en el reparto Siboney, antaño barriada aristocrática donde sus propiedades fueron confiscadas por la nueva burguesía verde olivo, el miércoles 16 de julio comenzó el quinto periodo de sesiones de la monocorde Asamblea Nacional del Poder Popular.

Año tras año, la plana mayor de la dictadura, que suele vestirse con uniformes militares y guayaberas blancas importadas de Miami o Panamá, con gesto ceñudo y una narrativa repleta de frases huecas y consignas, discuten diversos temas e intentan ofrecer soluciones a las múltiples crisis que padece la Isla.

A los participantes les brindan, gratis, dos meriendas y un almuerzo a la carta en el restaurante El Bucán del Palacio de Convenciones. Las sesiones, climatizadas, se transmiten por Radio Rebelde y el canal televisivo Cubavisión. Asuntos medulares como los maratónicos apagones que sufren los cubanos desde hace tres años, el desabastecimiento general, el déficit de agua potable, gas licuado, medicamentos y combustible, entre otras muchas carencias, se debaten de forma superficial por los 602 diputados que en teoría debieran representar al pueblo.

Pero en la práctica es una puesta en escena. El parlamento es una herramienta de la dictadura para aparentar democracia. Los diputados son elegidos por una comisión del partido comunista. Todo muy calculado, como le gusta al castrismo.

Un porcentaje de mujeres, negros, deportistas, intelectuales, militares, profesionales y campesinos que conocen al dedillo el manual del correcto diputado. Dos son las reglas básicas: aplaudir y aprobar por unanimidad todas las propuestas del ejecutivo. Y siempre es de buen gusto mencionar y de memoria recordar, frases del dictador Fidel Castro, fallecido el 25 de noviembre de 2016.

Culpar de la crisis multisistémica al “imperialismo yanqui y su brutal bloqueo”, a pesar que las estadísticas indican que Estados Unidos es el sexto socio comercial del régimen de La Habana y que el envío de remesas es la segunda industria nacional después de la exportación de médicos a los que el régimen les decomisa el 80 por ciento de sus salarios.

Cubanos de a pie, como Reinier, residente en el barrio pobre y duro del Romerillo, cerca del Palacio de las Convenciones, reconoce que nada se va a solucionar. “Es más de lo mismo, asere. Ya está demostrado que con el actual sistema nunca saldremos del hueco. Lo único que generan es hambre y miseria. La mayoría de los cubanos no siguen esos debates. A no ser para darle chucho y burlarse de la mierda que hablan”.

Ana, ingeniera, comenta que “la ministra del trabajo, ahora tronada por Díaz-Canel, Marta Elena Feitó, se ganó al Oscar a la mentira más grande al decir que en Cuba no había mendigos, que se disfrazaban de limosneros. Es una burla a los miles de personas que duermen en las calles y de la basura comen sobras de alimentos”.

Osvaldo, reconoce que la “asamblea nacional nunca ha tenido un voto en contra en sus cincuenta años de existencia. Esos tipos son unos mentirosos patológicos. Lo único que les importa es conservar sus privilegios. Esas reuniones son para cumplir una formalidad. Sentados detrás un buró no van a solucionar los problemas en la agricultura ni mejorar la economía”.

Dixan, estudiante universitario, considera que “Cuba es el país de la apariencia. La gente hace como que trabaja y el gobierno aparenta que le paga. El parlamento, el comité central y el resto de organismos burocráticos de este gobierno, es surrealismo puro. Son un todos unos oportunistas y unos corruptos disfrazados de ministros”.

Iván García
Foto: Ydael Pérez Brito, ministro de Agricultura. Tomada de On Cuba Magazine.

lunes, 15 de septiembre de 2025

Negocios florecen a pesar de los apagones

 

Después de pagar el peaje para transitar por la carretera que enlaza la ciudad de Matanzas con el poblado de Varadero, Eugenio, ex profesor de química, detiene a un costado de la vía el viejo Ford de 1954 y abre el capó delantero para ajustar los bornes de la batería. Faltan veinte minutos para las dos de la tarde. El calor es intenso. Luego de la breve reparación se lava la cara con un litro de agua que guarda en la parte de abajo del asiento del conductor.

Prende un cigarrillo fuerte y reinicia el viaje hasta el poblado de Santa Marta, en el municipio de Cárdenas, colindante con la playa de Varadero. Eugenio es taxista privado. “Boteo desde las siete de la mañana hasta las diez u once de la noche”. Pero cuando pasa por la circunvalación se desvía a su derecha. “Es un mismo país con dos sistemas. A la izquierda, bienvenido a Varadero, la playa más linda del mundo, según los inútiles que gobiernan Cuba. Al otro lado, el poblado de Santa Marta, donde un día sí y otro también sufrimos apagones de más de veinte horas”, comenta Eugenio molesto.

“En Varadero jamás se va la luz, a pesar que la tasa de ocupación habitacional en los casi 60 hoteles es del 25%. Tampoco falta el agua y la velocidad de conexión de internet es diez veces más rápido que en otros lugares de la ‘Cuba socialista’. En los mercados, restaurantes y cafeterías puedes pagar con dólares y euros en efectivos. Varadero es un municipio especial. Tiene garitas con guardias en la entrada y lo atiende el Consejo de Estado. No hay propaganda con la muela jorobada de Fidel ni consignas del partido comunista sobre la resistencia creativa”

“Aunque la Seguridad del Estado tiene bajo control a los cubanos que residen en Varadero, es tanta la corrupción que la mayoría de las personas viven de lo que 'se cae del camión', o sea, vendiendo comida y productos que se roban en los hoteles. La mayoría de las casas tienen antenas donde se ven canales extranjeros. Es un bolsón de capitalismo dentro del mismo país. Una especie de Hong Kong con playas, bares y centros nocturnos. Al otro lado de Varadero la 'república de Santa Marta', lo más parecido a Haití, donde tres horas con electricidad es un lujo. Yo salgo por la mañana a pinchar y no hay luz. Y cuando regreso por la noche seguimos a oscuras. En el poblado, a pesar que muchos trabajan en Varadero, hay personas pasando hambre y un montón de necesidades.”

“Hace unos años atrás nadie quería irse de Santa Marta ni de Cárdenas. Se hacía dinero. Ahora hay tremenda pasmadera. El deporte nacional aquí es tomar ron. Los que pudieron emigraron. Otros buscan mudarse. Vivo en el Callejón de los Perros. Los apagones son maratónicos. En las últimas 72 horas hemos estados 65 horas sin electricidad. La gente coge los plátanos de las matas y los salcochan en el medio de la calle. Es la comida principal junto al picadillo de 'averigua' (se desconocen los ingredientes) que venden en las MIPYMES. En pleno agosto, con temperaturas de 35 grados centígrados, vapuleados por mosquitos enormes y sin agua potable, las personas intentan llevar una vida normal”.

“Pero es imposible. Nadie hace una fiesta. El pueblo parece una funeraria. Es tan corto el tiempo con electricidad que no te da tiempo ni a lavar en la lavadora. Reuní un dinero y me compré una planta eléctrica que me trajeron en tres semana por una agencia de Miami. Fue por gusto. Para mantenerla funcionando se necesitan 20 o 30 litros diarios de gasolina especial. El litro cuesta por la izquierda casi 400 pesos, gastas unos 10 mil pesos al mes. Además, cada cierto tiempo tienes que darle mantenimiento con un aceite especial. Es más el tiempo que la tengo apagada que funcionando”.

“La solución para escapar de los apagones es comprar una estación portátil de electricidad. No trabajan con gas ni combustible. Es una batería que se recargan en dos horas y algunas vienen con paneles solares. Para que te cubra toda la casa, incluyendo refrigerador y nevera, tienes que comprar una estación portátil de 3,000 W para arriba. Sucede que los refrigeradores le chupan la carga en cuatro o cinco horas. Y cuestan el ojo de una cara, entre 1,700 y 2 mil dólares las de mayor potencia. Para tener soberanía eléctrica y no depender de la pandilla de delincuentes que gobiernan el país, lo ideal, me dijo un especialista, es comprar un kit solar. Pero cuestan de 10 mil a 14 mil dólares. Ni trabajando toda mi vida puedo conseguir ese dinero. Mientras tanto, la comida echándose a perder en la nevera y nosotros en Santa Marta viviendo como en la época de las cavernas”, concluye Eugeio.

En las últimas dos semanas, los apagones en Cuba han arreciado. Entre el 46% y 53% del territorio nacional está apagado. Raciel, trabajador agrícola residente en Cienfuegos, a 300 kilómetros al sureste de La Habana, afirma que “desde hace un año y medio el promedio sin electricidad es de 18 a 25 horas. Ya me he acostumbrado a vivir sin luz. Cuando llega la corriente me asusto”.

A Graciela, ama de casa, oriunda de Guantánamo, le llama la atención, “lo rápido que se mueve el sector privado. En medio de la nada, tú ves que se aparece un camión de una agencia radicada en Miami que te trae una planta de combustible, que ya no es negocio, pues tienes que gastar al mes miles de pesos para conseguir el combustible o una estación eléctrica portátil. Mi hija me mandó una. Tengo luz en toda la casa y puedo poner los ventiladores. Me va enviar otra para el refrigerador y los electrodomésticos. Gracias a los emigrados, los cubanos en la isla no andamos en taparrabos”.

Incluso en La Habana, donde los apagones solían ser de cuatro horas diarias, han arreciado los cortes de electricidad. En el mes de julio el promedio fue entre ocho y once horas diarias. Los pedidos de lámparas, ventiladores recargables y plantas eléctricas han aumentado. En la ciudad de Miami hay decenas de agencias -presuntamente la mayoría opera con instituciones del régimen-, demora entre quince y veintiún días la entrega en Cuba de plantas eléctricas, motorinas, lámparas y ventiladores recargables, así como televisores inteligentes, electrodomésticos y alimentos.

Cobran entre tres y cuatro dólares por cada libra. Y si necesitas recibir la carga en menor tiempo te cobran un importe extra para enviarlo por avión. Esas agencias cuentan con un marketing agresivo. A miles de teléfonos móviles en Cuba les envían sus propuestas de negocios, en las cuales priorizan una lista de equipos para aliviar los apagones. Reinier, diseñador, reconoce que “se aprovechan de la miseria en la Isla para ganar mucho dinero. Somos rehenes del gobierno. Ellos no van resolver los múltiples problemas que padecemos los cubanos. Pero saben que los familiares en el extranjero no van a dejar que sus parientes se mueran de hambre, enfermedades o sufran constante estrés debido a los extensos apagones”.

Yadiel, obrero, no tiene familia en el extranjero que le pueda socorrer "cuando me falte un medicamento o necesite una lámpara recargable para alumbrarme en medio del apagón. Pero es insostenible que un pariente te tenga que mantener durante años por culpa de un gobierno que no funciona. A veces son personas mayores enfermos y con achaques. Lo que está pasando en Cuba es un fenómeno paranormal”.

Varias personas consultadas coinciden que recibir del extranjero una estación portátil de energía o un kit solar es un alivio a corto plazo. Pero la solución definitiva a los apagones y el desabastecimiento general que padecen los cubanos pasa por cambiar el inoperante modelo económico y político. No queda otra.

Iván García
Foto: Tomada de El País.

lunes, 8 de septiembre de 2025

¿Cuánto dinero necesita una familia cubana para comer?

 

A la entrada del agromercado ubicado en Santa Catalina y Diez de Octubre, barriada de La Víbora, al sur de La Habana, un tipo con una carretilla de madera repleta de ristras de cebollas moradas y cabezas de ajos, con voz de barítono vocea: “Hoy es tu día de suerte, media ristra de ajos en 800 pesos, vamos, aprovecha, que se acabó el abuso”.

El bullicio es grande en medio de un calor anestesiante y el olor a fritanga. La elevada humedad relativa provoca que la gente sude a chorros. En la carnicería cuelga un gancho con ahumados de baja calidad y dos piernas de cerdo con demasiada grasa. Un empleado pica en dados un trozo de lomo mientras espanta las moscas con el dorso de su mano.

Para Miguel, 72 años, profesor jubilado de literatura, comprar en un agro en Cuba, ya sea privado o estatal, "hay que estar curtido contra las estafas y engaños. La mayoría de los productos que se ofertan son de regular a mala calidad que intentan vendértelos como de primera. Tienes que revisar muy bien la mercancía, porque los dependientes inescrupulosos te le echan una sustancia a los productos para que maduren más rápido provocando que estos se pudran o tengan muy mal sabor”, dice mientras revisa unos mangos enormes.

“Los precios son un escándalo para un país donde un jubilado como yo gana tres mil cuatrocientos pesos-equivalente a nueve dólares-y puedo darme con canto en el pecho que soy de los que recibe una buena pensión. Para demostrar la brutal caída de la calidad de vida en Cuba debemos hacer un experimento sencillo. Hace siete años, cuando me jubilé, mi pensión era de 1,800 pesos. Con esa cantidad de dinero, más la pensión de mi esposa que era de 900 pesos, 2,700 pesos en su total, compraba mensualmente 20 libras de carne de cerdo a 18 pesos (360 pesos), 20 libras de pollo a 20 pesos (400 pesos), 15 libras de pescado de calidad a 30 pesos la libra (450 pesos), 5 libras de jamón ahumado a 40 pesos (200 pesos) y un queso criollo de seis o siete libra que rondaba los 200 pesos”.

“Todo esa factura eran 1,600 pesos al mes. Además las 7 libras de arroz que daban por la libreta, 20 onzas de frijoles, una libra de pollo, diez huevos, picadillo de soya y unas ruedas de mortadella no llegaban a 10 pesos. Dos o tres cartones de huevos, costaban 33 pesos por la libre y con ellos desayunábamos o hacíamos dulces. La libra de arroz por la libre valía cuatro pesos. La carne de res costaba 50 la libra por la izquierda y de vez en cuando la podíamos comprar. Y en verduras y frutas gastaba unos 500 pesos mensuales. No comíamos lo que queríamos, pero lo esencial no nos faltaba. Con mi pensión iba al teatro los fines de semana y una vez al mes podía sentarme con mi esposa en una cafetería barata y comernos un pan con perro caliente y tomarnos un par de cervezas. Yo daba clases particulares de literatura y español y tenía una reserva de dinero. Éramos ricos y no lo sabíamos”.

“Con la llegada de la pandemia en 2020 comenzó a acentuarse la crisis económica y la inflación. Pero la aplicación de la Tarea Ordenamiento fue la gota que desbordó la copa. Comencé a ganar 3,500 mil pesos de pensión y mi esposa dos mil pesos. Cinco mil cuatro pesos al mes, una mayor cantidad de dinero que hace siete años, pero en la práctica, debido a la inflación imparable, ese dinero, dividido por 390 pesos que es la tasa actual del dólar en el mercado informal, es poco más de 13 dólares. En 2018, la pensión de mi esposa y la mía era de 2,700 que al cambio entonces equivalian a 110 dólares. Nuestra calidad de vida ha disminuido en casi cien dólares y el costo de cada producto ha subido entre diez y veinte veces más caro si lo comparamos con esa fecha. Es una cosa brutal. Y ese retroceso lo ha sufrido el cien por ciento de la población en Cuba”.

Siete años después el matrimonio reconoce que come poco y mal. “Intentamos comer una vez al día. Pero es imposible. Ni siquiera el pan, que es el alimento básico del ser humano, podemos garantizarlo. Nuestra dieta actual es arroz, fufú de plátano, aguacate, col cuando baja el precio y comida que nos regalan algunos vecinos. He vendido lo poco de valor que teníamos, entre ellos libros y una colección de discos de los Beatles. Apenas comemos proteínas, excepto huevo, cuatro o cinco al mes cada uno. Carne de res, de cerdo y pescado ya no comemos. Somos vegetarianos a la fuerza. Estamos pasando hambre”, confiesa Miguel.

Según este matrimonio de jubilados, para poder desayunar, almorzar y comer, comprar algunos medicamentos y pagar la factura de electricidad, agua y gas de la calle en la Cuba actual “dos personas necesitarían entre 40 y 60 mil pesos (de 102 a 153 dólares) al mes. Incluso más dinero si necesitas reparar un electrodoméstico o hacer arreglos en la casa. Ese dinero es solo para comer. Olvídate de ir a un teatro, a la playa o comprar libros”, aclara Miguel.

Yamilé y su esposo Jonathan, padre de dos hijos, aseguran que para comer lo básico y pagar gastos importantes, una familia de cuatro personas necesitaría en Cuba al menos 400 dólares al mes, equivalente a 156 mil pesos, o lo que es igual, 75 veces el salario mínimo de 2,100 mil pesos.

“Y estoy siendo conservadora”, apunta Yamilé, especialista en software. “Porque además de comprar alimentos y pagar diversas facturas domésticas, una familia necesita salir a pasear y si tiene hijos se le añades los gastos en ropa, calzado, material escolar... La inflación ha dejado latente que las pensiones y salarios de los empleados estatales es una auténtica burla al sentido común. La mayoría de las familias en Cuba se han empobrecido alarmantemente. No hay ni siquiera dinero efectivo en los bancos”.

Según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, el 89% de la población en la Isla vive en la pobreza extrema. La crisis alimentaria ha alcanzado niveles dramáticos. Las producciones agrícolas, ganaderas, porcinas o pesqueras han caído en los últimos siete años a niveles de un país en guerra.

“No sé cuándo va a terminar esta pesadilla. Es imposible que podamos sobrevivir cuatro años más de donaciones extranjeras o esperando un milagro. Algo tiene que pasar”, dice Yamilé. Millones de cubanos coinciden con ella: no se ve la luz al final del túnel.

Iván García
Foto: Tomada de IPS Cuba.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Trece años sin Ernesto McCausland

La primera entrevista que como refugiada política en Suiza me hicieron, me la hizo en 2008 la colombiana Lully Posada. Y uno de los intercambios periodísticos más interesantes vía electrónica lo tuve con el periodista colombiano Ernesto McCausland, quien en 2008 viajó a La Habana y a través mío conoció y habló con Iván (De un correo mío de 2016).

Luego de un tiempo sin molestarme demasiado la Seguridad del Estado, el 22 de octubre de 2008, mientras en Prado y Teniente Rey, frente al Capitolio, un colega colombiano me entregaba unos libros enviados por Ernesto McCausland, prestigioso periodista, escritor y cineasta de Colombia (fallecido en noviembre de 2012), tanto el colombiano como yo, fuimos detenidos por la policía y montados en un carro patrullero. A él lo liberaron enseguida, pero a mí me esposaron y me condujeron a la unidad de Zanja y Lealtad, donde permanecí 11 horas en un calabozo. Lo conté en Estado de Sitio. Fragmento de Hace cinco años estamos investigando a Iván García.

Querida Tania, recibe un gran abrazo de Ernesto McCausland, periodista colombiano, hoy director del diario EL HERALDO, el más grande del caribe colombiano. Afectuoso abrazo. Emcc (Correo recibido el 20 de enero de 2012).

Querido Ernesto, felicidades por tu nombramiento como director de El Heraldo. Abrazos, Tania (20 de enero de 2012).

Tania querida, cuánto nos duele Cuba. Crees que tengas tiempo de fajártele a un artículo reporteril y crítico para destacarlo en nuestra edición de domingo, a propósito de la muerte de Wilmar Villar y todo lo que está pasando. Te hablo de tres o cuatro cuartillas, unos 6.000 caracteres. Tendrías plazo hasta las 9 de la nochede hoy, hora europea. Publico lo que me mandes. Seguro. Escríbelo con el alma! Emcc (Correo que Ernesto Mc Causland me envió el 21 de enero de 2012).

Iván, acabo de enterarme que Ernesto Mc Causland murió de cáncer en 2012. A cada rato le enviaba links de trabajos tuyos y me extrañaba que nunca me respondía. Él me había dicho que le enviara textos para publicar en El Heraldo, donde había sido nombrado director. Un periodista colombiano muy conocido y querido (Correo a Iván, 13 de febrero de 2013).

Correo enviado a Marco, administrador de mi blog y el de Iván, el 9 de agosto de 2013:

Marco, rebuscando, encontré un video con una entrevista a Celia Cruz que en 1995 le hiciera el periodista colombiano Ernesto McCausland. Hace cinco años él me contactó por internet, luego viajó a La Habana y conoció a Iván. Falleció en 2012 y de su muerte me enteré mucho después. Espero que puedas subir el video sin problemas. También sube esta nota mía:

Nota.- En enero de 1995, durante su estancia en Barranquilla, Celia Cruz fue entrevistada por el periodista, escritor y cineasta Ernesto McCausland Sojo, quien en 2008 había entrado en contacto conmigo a través del correo electrónico. Me dijo que iba a viajar próximamente a Cuba y tenía interés en conocer a mi hijo, el periodista independiente Iván García, y también a la bloguera Yoani Sánchez. Ya en La Habana, Iván lo llevó a casa de la bloguera y allí el colombiano la entrevistó.

McCausland continuó su amistad conmigo vía email, una de las últimas veces que me escribió me dijo que lo habían nombrado editor de El Heraldo de Barranquilla, y me pedía colaboraciones mías y de Iván, aclarándome que de momento no tenía para pagarnos. Le dije que sí, que no importaba el dinero. Me extrañó que no me volviera a responder. Hace poco fue que supe que Ernesto McCausland había fallecido de un cáncer de páncreas, el 21 de noviembre de 2012, un mes y medio antes de cumplir 52 años. Sirva este video para recordar a Celia y a Ernesto:

Tania Quintero