viernes, 7 de febrero de 2014

De la política cibernética cubana


Mientras el presidente Barack Obama debe hacer de bombero y con urgencia llamar al Planalto, para tranquilizar a una enojada Dilma Rousseff o dar explicaciones a la canciller alemana Angela Merkel, debido a las denuncias de espionaje por parte del analista Edward Snowden, países autoritarios como Cuba, China y Corea del Norte se burlan de las debilidades de una democracia moderna.

En Cuba, un agente de la Seguridad del Estado no tiene que solicitar autorización de ningún fiscal para hurgar en una carta o paquete de un opositor, violar su correo electrónico, indagar en su cuenta del banco o colocar escuchas telefónicas, en la línea fija o en el móvil. De acuerdo a determinadas circunstancias, los servicios especiales pueden monitorear las llamadas o desconectar el servicio.

Durante décadas, la vigilancia de lo que el régimen considera ‘diversionismo ideológico’ y ‘propaganda enemiga’, siempre ha contado con muchos hombres y recursos. Desde censores dentro de la anodina prensa nacional a tipos que queman diarios y revistas foráneas en los aviones que aterrizan en la isla. Películas, libros y hasta poemas, pasan por el filtro de una nómina de analistas de inteligencia graduados con notas altas en diferentes carreras universitarias.

En los primeros 30 años de su revolución, el autócrata Fidel Castro consolidó una auténtica muralla para controlar el flujo informativo exterior. De esa manera le fue más fácil gobernar. Cuando el muro de Berlín se venía abajo una noche de 1989, el sindicato Solidaridad de Lech Walesa negociaba con el general Jaruzelski o la URSS invadía Afganistán, la mayoría de los cubanos nos enteramos -incluso muchos ni siquiera se enteraron- con meses o años de retraso.

La caída del comunismo en Europa del Este, el surgimiento de internet y nuevas herramientas tecnológicas, plantearon un reto a los servicios especiales. Ya no podían controlar la información con la misma eficacia. Los cientos de miles de cubanos residentes en la Florida, en sus llamadas telefónicas a la isla, contaban sucesos que el régimen ocultaba. Y a través de conexiones ilegales de cable, la gente pudo analizar ciertas noticias desde otras perspectivas.

A partir de 2008, con la autorización de la telefonía móvil en Cuba, la proliferación de redes sociales y webs anticastristas, periodistas independientes y blogueros alternativos, la información dejó de ser un coto exclusivo de mandarines y generales. Entonces tuvieron que trazar nuevas estrategias.

El Ministerio del Interior cuenta con un equipo autónomo para controlar y fiscalizar las comunicaciones, a través de la telefonía, internet y correspondencia postal. Pero como el volumen es mayúsculo, han creado oficinas secretas. Cuentan con personal adiestrado en ETECSA.

Llamémosle Danilo. Es un especialista que trabaja en una planta desde donde se opera el tráfico de internet en La Habana. “A tono con los nuevos tiempos, las principales ramas de ETECSA han sido ocupadas por militares aparentemente jubilados. Tanto para la telefonía fija y móvil, como el seguimiento de trazas de internet, existen modernas herramientas de metadatos que son manejadas por la Seguridad del Estado”.

“Pongo un ejemplo. Cuando se desea saber dónde se encuentra un disidente, por un software adquirido en China, se le puede ubicar con exactitud, aunque su celular esté apagado. A la disidencia también le controlan sus cuentas bancarias y sus correos electrónicos, incluidas las contraseñas. Todos los datos personales que se almacenan en computadoras son útiles a los servicios especiales”, dice Danilo.

“La eficacia es del cien por ciento. No hay cabos sueltos. Ahora mismo, ETECSA trabaja en la creación de nuevas redes inalámbricas Wi-Fi, que deben comenzar a funcionar a fines de 2013 en varios sectores de la capital. El control será más fácil, pues las redes inalámbricas son altamente vulnerables”.

Según Danilo, “ya que Cuba no puede vivir de espaldas a internet, ha creado una formidable policía cibernética para controlar las nuevas tecnologías". A las personas que por su labor deben manejar información confidencial, les aconseja utilizar de emisarios a turistas o amigos extranjeros para el envío de cartas y textos en memorias portátiles.

A los opositores y periodistas independientes, Danilo recomienda “actuar de manera transparente, pues ellos discrepan públicamente. Pero sin perder de vista que la Seguridad del Estado está al tanto de lo que escriben o piensan hacer cuando envían emails. Cuando una nota sale publicada en el exterior, ya oficiales de inteligencia la han leído. La única forma de tener comunicaciones más seguras es teniendo una línea extranjera de móvil o accediendo a internet por redes no controladas del gobierno, con equipos como los que trajo para la comunidad judía Alan Gross. Por eso lo sancionaron a tantos años”.

“Aunque a corto plazo, gracias a satélites lanzados por Google, se puede revertir la situación en países como Cuba, donde navegar libremente por internet es casi un delito”, vaticina el especialista habanero.

Iván García

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