miércoles, 14 de enero de 2015

Cuaderno de viaje (V): Adiós, San Diego



El aeropuerto internacional de San Diego no es tan desmesurado como el de Miami o Nueva York. Todo es rápido. El chequeo y un servicio amable te recibe con un intento de español a martillazos: Bienvenido a San Diego!

Si llegas un fin de semana notarás vida nocturna en el centro y la parte vieja del distrito. Entre semana, San Diego es una ciudad pacata. Nada que ver con Miami, donde los bares, el casino en territorio indio y las discotecas se desbordan en la zona de la playa.

Alrededor de las 10 de la noche, las calles de los suburbios de San Diego están desoladas. A esa hora cierran los bares. Cerca del hotel Holiday Inn, en una licorera venden cerveza, ron y whisky escocés. El dueño es iraquí.

Un tipo simpático que hablaba un español horrible. Cuando supo que éramos periodistas, cuatro de Venezuela y uno de Cuba, dijo: “Chávez, Fidel Castro y Saddam Hussein, qué personajes”.

Los fines de semana la ciudad cobra algo de vida. El centro de San Diego es pulcro, luminoso y movido. A la entrada del restaurant The Old Spaghetti Factory, un mendigo con barba luenga y un gabán militar comía con calma una ración de espaguetis hervidos, sin puré de tomate ni queso.

“Le gustan así. Es un hombre que apenas habla. Probablemente un veterano de guerra medio chiflado. Nosotros le damos comida y al terminar el turno, él nos bota la basura”, me dice un dependiente argentino que lleva cinco años en San Diego.

No lejos del Petco Park, el fabuloso estadio de béisbol, sede de los Padres de San Diego, se encuentran comercios, bares y un boulevard. En una tienda deportiva puedes adquirir gorras y camisas de peloteros de ese club. Una camisa del lanzador cubano Odrisamer Despaigne cuesta 96 dólares.

El vendedor, fanático de los Padres, cree que Despaigne será un arma letal en la próxima temporada. “Tiene de todo. Buena recta, cambio y un comando inteligente de lanzamientos. Su estilo y balanceo se parece al del Duque Hernández”.

Quería saber los números de Odrisamer en Cuba. Y toda la información posible sobre futuras estrellas de la pelota en la Isla. Es que los beisbolistas cubanos, tras el desempeño de Yasiel Puig y José Dariel Abreu, están de moda en la MLB.

Tras terminar el taller de periodismo investigativo en la Universidad de San Diego en California, colegas de América Latina deseábamos despedirnos con un brindis. Esa noche olvidé el pasaporte en el hotel. A todos los bares que fuimos, de manera correcta, nos pedían identificación.

En Estados Unidos solo se permite beber alcohol a mayores de 21 años. “Pero yo aparento tener más de 21 años (tengo 49)”, le dije al dependiente y éste ni se inmutó. “Son las reglas. Y si algo tiene esta sociedad es que los ciudadanos intentan cumplirlas a rajatabla”, me aclaró una periodista estadounidense.

Ese respeto a las normas se nota en la vida cotidiana. La gente espera que el semáforo indique cuando deben cruzar los peatones. Los conductores respetan las normas de tránsito.

“En todas las autopistas hay sistemas de vigilancia electrónica. Si te atrapan bebiendo mientras conduces, además de perder la licencia, puedes ir preso, por considerarlo altamente peligroso. Cuando superas el límite de velocidad establecido, al día siguiente te llega una multa de 500 dólares con una foto de radar donde se ve tu coche. La gente cumple las reglas: las sanciones son severas y le cuestan a su bolsillo”, me explicó un sandieguino.

Me llamó la atención el orgullo hacia las instituciones militares. En un café, en la parte antigua de la ciudad, entró un grupo de soldados de la marina. Al verlos, la gente comenzó a aplaudir. El dueño del café los invitó a un trago.

Cuando usted recorre el acorazado Missouri, hoy un museo, enclavado en la bahía, nota el interés de las personas hacia sus fuerzas armadas. En San Diego se localiza una base de la marina de Estados Unidos. También una institución que atiende a los veteranos de guerra.

En Balboa Park, en la periferia de la ciudad, en un área de 100 acres, se encuentra enclavado el fabuloso zoológico de San Diego, uno de los más importantes del mundo. A la entrada hay una escultura de un elefante en tamaño real cubierto de césped. El zoo tiene más de 4,100 animales de 800 especies diferentes. Algunos como el panda gigante, en peligro de extinción.

Un poco más al sur, está la playa. Es una extensión de arena de varias millas y un agua de tonos oscuros con oleaje impredecible. San Diego tiene a su favor un clima mediterráneo y la infraestructura de una ciudad del primer mundo.

Notables son las arquitecturas de la Universidad, enclavada en La Jolla, o del estadio Petco Park. Pero su playa, que besa al mar Pacífico, se queda corta al compararla con una cubana. Varadero resulta demasiada playa al lado de este arenal de San Diego.

Iván García

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