viernes, 29 de enero de 2016

"En Cuba todos infringimos las leyes"



En una encuesta entre 18 personas, de los dos sexos y diferentes edades y oficios, los dieciocho afirman haber utilizado reiteradamente el mercado negro o más de una vez haber infringido las leyes.

“No queda otra. Con los bajos salarios, si vives de la libreta y no usas el mercado subterráneo, te mueres de hambre. Todos los meses compro diez libras de pescado castero a dos cuc la libra. ¿Con qué dinero podría comprarlo legalmente al precio que lo venden?”, se pregunta Ignacio, ingeniero.

José Alberto, dueño de una cafetería de sandwiches y comida criolla, dos horas antes del amanecer, en su bicicleta se llega a un hotel cuatro estrellas. Allí, el custodio le ha guardado un par de quesos, varios kilos de carne de cerdo y media docena de botellas de aceite vegetal.

“Quienes tenemos negocios privados nos vemos obligados y comprar alimentos e insumos por la izquierda. Es imposible que una cafetería prospere si las cosas las adquieres en el mercado minorista. Nos han llevado a hacer trampas financieras, no reportar las ganancias reales y no inscribir en el registro a trabajadores temporales. Recuerda que a fin de año, en la Declaración Jurada, aquéllos que ganan más de 50 mil pesos deben pagar el 50% en impuestos”, explica José Alberto.

Es en los pequeños negocios familiares donde las personas olímpicamente se saltan las normas prescritas. Esa indisciplina social, casi patológica, es provocada por la fuerte presión fiscal del Estado, un insaciable capataz con una plusvalía desmesurada que ya desearía ganar el más desalmado empresario capitalista.

A los viejos taxis colectivos en La Habana, considerados por la prensa internacional un 'ejemplo de mercadotecnia', el Estado no le subsidia ni un tornillo. Los vetustos coches salidos de una factoría en Detroit hace más de seis décadas, son auténticos Frankesteins automotrices.

“Si de verdad se cumplieran las leyes, todos los taxistas estuviéramos presos o pagando elevadas multas. Cuando el gobierno no te vendía motores ni piezas de recambio, la gente armaba el auto con partes y piezas que salían por la puerta de atrás de los talleres estatales. No te asombres si en un almendrón (auto americano antiguo) encuentras componentes de diez países. En el mío, el motor es alemán, la caja de velocidad sudcoreana, el chasis rumano, los frenos japoneses, el timón de un Lada ruso, los asientos y manubrios son holandeses y la pintura es española. Lo único viejo es la carrocería”, dice risueño Raudel, taxista.

Las piezas que no son desfalcadas a empresas del Estado llegan a Cuba a través de negocios sinuosos, varados en un limbo jurídico. Dos veces al mes, Daniel viaja a Panamá y Miami para comprar piezas automotrices destinadas a añejos carros estadounidenses y rusos.

“Ya perdí la cuenta del billete que he aflojado a los tipos de la Aduana para poder pasar la mercancía. Es una cadena y todos se mojan con dinero. Esto no lo para nadie. Se beneficia mucha gente”, expresa.

Mucho antes de que Barack Obama y Raúl Castro restablecieran relaciones diplomáticas, en diciembre de 2014, los adornos y decoraciones de cafeterías, bares y paladares llegaban desde Miami.

Hay negocios gastronómicos donde la carne de res y hasta los condimentos también venían -y siguen viniendo- del norte. En teoría, violaban la ley de ambas naciones (aunque ahora no la de Estados Unidos). Pero la corrupción desborda las ordenanzas.

No solo los emprendedores privados compran mercaderías hurtadas a instituciones del Estado. Que levante la mano el cubano que no ha adquirido cinco libras de arroz en el mercado negro, una lámpara de luz fría robada de una oficina o medio kilo de carne de res de una vaca degollada la noche anterior de manera ilegal.

Adela, ama de casa, le paga 10 cuc mensuales al empleado que revisa el contador de la luz para que manipule su factura eléctrica. “En mi casa tenemos dos aires acondicionados y un montón de artefactos electrónicos. Casi todos en Cuba lo hacen. Gana el cobrador y uno ahorra plata. Si fuera honesta, todos los meses gastaría casi mil pesos (40 dólares) de luz. Los salarios que paga el gobierno no alcanzan y provocan que la mayoría de los cubanos seamos deshonestos".

En Cuba funcionan dos economías. La real es una broma. La sumergida es más eficaz. Siempre que tengas dinero.

Iván García
Foto: Tomada de Cuba: lavado de dinero, ilegalidades e información

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