jueves, 8 de junio de 2017

Alcohol, drogas y reguetón: así algunos cubanos evaden la depresión



Habla a una velocidad alucinante, en una jerga que se reinventa cada día en el bajo mundo habanero. Asesina el castellano con frases imposibles de descifrar para alguien que no resida en Cuba. Mientras conversa, mueve las manos como aspas de ventilador. Viste a la moda. Vaquero ceñido al cuerpo repleto de parches, gafas onda retro, zapatillas de puntera afilada y un peinado estrafalario, con el pelo teñido de caoba y una cresta de gallo alisado con un cepillo caliente.

Tatuajes en brazos y piernas. Y con su galimatías verbal, intenta vendernos un análisis en blanco y negro de la vida. Le llamaremos Adrián. Es mestizo y pese a su pinta de alero de la NBA, su 10mo. grado no le alcanza para terminar de leer los subtítulos de los filmes estadounidenses pirateados que los sábados por la noche trasmite la televisión estatal.

Para él, leer libros es cosa de viejos, intelectuales o bipolares. "Leer es desperdiciar el tiempo", dice. Y recuerda la vez que estando en Cuba Sí, prisión de máxima seguridad en la provincia de Holguín, a casi 800 kilómetros al noreste de La Habana, “a un ecobio le pagué dos jarros de leche en polvo y media cajetilla de cigarros Populares para que me escribiera una carta a la jevita”.

Un lápiz o un bolígrafo es un objeto extraño para Adrián. Lo que se le da es el “bisne por la zurda, fiesta y pachanga y cuadrar locas”. La política, el futuro de Cuba y la superación personal, bien gracias. Sus temas de conversación se limitan al fútbol, reguetón, mujeres y cómo hacer dinero en las duras condiciones del socialismo tropical.

Pese a vivir como un gitano, comer lo que aparezca y beber más alcohol del recomendable, confiesa no saber qué es la depresión. “Pa’ escapar de esta mierda lo mejor es andar volao. Fumarte un prajo de maní, templar y no estresarte. Total, uno no va arreglar el país”, aconseja Adrián.

Como Adrián, en cualquier barrio de La Habana usted se encuentra con personas que viven en la marginalidad y aseguran que nunca se han deprimido ni han tenido intenciones suicidas. Uno de ellos es Gerald (nombre supuesto).

A sus socios de farándula, los espera a la entrada de la discoteca El Túnel, antiguo refugio antiaéreo reconvertido en centro nocturno en la barriada de La Víbora, al sur de la capital. Escondido en el pantalón lleva dos cajas de ron Planchao, un gramo de melca y varios cigarros de mariguana, “pa’ hacer un yayuyo”. Y añade que “encima porto dos pesetas, pa’comprarme unos tanques y luego ligar una canchanfleta barata. Cuando salgamos la disco, nos vamos pa’ la playa a descargar y formar nuestra riquera”.

Según Gerald, la mejor opción para alejar la depresión es vivir a toda mecha. “La vida es una sola, asere. No se puede coger lucha. Lo mejor es vacilar, arrebatarse y templar. Claro que si pudiera largarme de Cuba me iría. Pero en La Habana, Hong Kong o Miami, la ecuación es la misma: la gozadera. Todo el tiempo que puedas”.

Lo que queda del Hombre Nuevo, aquel delirio del Che Guevara y Fidel Castro, es una combinación de zombi con robot a la cual si le añades un poco de banalidad, el resultado es un estilo de vida ligero de equipaje, lleno de preceptos machistas y de indiferencia hacia el entorno que le rodea.

Por supuesto, un elevado porcentaje de cubanos se sienten frustrados, angustiados y deprimidos por disímiles razones: desde la falta de futuro hasta la manera de encontrar una estrategia que les permita sobrevivir en el manicomio verde olivo. El sistema implantado por el castrismo es un corsé de hierro que inmoviliza al ciudadano. Las campañas políticas, movilizaciones y la parafernalia propagandística del régimen contribuye a adormecer, adoctrinar y domar a la gente.

En Lo importante es recibir ayuda, texto aparecido en el periódico Trabajadores, el tema de la depresión era abordado. Se ofrecían datos internacionales (300 millones de personas en el mundo padecen depresión y ansiedad, el 16% de los casos en Latinoamérica), pero no se daban cifras nacionales. Junto a opiniones de cuatro especialistas médicos, se reportaba que en la Isla existen 136 departamentos municipales para el cuidado de la salud mental en el primer nivel de atención, mientras en el segundo nivel cuenta con 17 servicios de psiquiatría en hospitales generales y clínico-quirúrgicos, 15 en hospitales pediátricos y 19 en hospitales psiquiátricos de todo el país.

También se aclaraba que Cuba dispone de un servicio de consejería telefónica, el número 103, que es gratuito, confidencial y anónimo, atendido las 24 horas por un personal calificado que "aún cuando brinda orientación acerca del manejo de las adicciones, un número considerable de las llamadas solicita ayuda psicológica por trastornos depresivos".

“Alarmante. Más del 67% de la población cubana muestra síntomas de ansiedad, depresión y tristeza. Así lo revela un estudio solicitado por la dirección del país al Grupo Nacional de Psicología del Ministerio de Salud Pública ”, escribía Juan Juan Almeida en un artículo publicado el 13 de abril en Martí Noticias.

Conversé sobre el tema con un experto. “Sí, la extensa crisis económica, bajos salarios y un futuro impredecible, deprime a cualquiera. La pirámide invertida en nuestra sociedad, donde algunos profesionales ganan salarios más bajos que los de un basurero, frustra a muchos de ellos que, o dejan de ejercer sus labores y se dedican a oficios mejor pagados, buscan cómo obtener una beca en el extranjero o planifican emigrar de Cuba”.

Un funcionario de salud pública expresa que “además de los factores conocidos que provocan estrés, depresión y un modo de vida poco saludable, hay que hablar del suicidio. La tasa de muertes autoprovocadas en Cuba es la segunda del continente americano y está entre las diez primeras del mundo”.

Las penurias y ajetreos cotidianos no son aconsejables para aquellos cubanos puntuales y formales, que valoran el slogan 'el tiempo es dinero'. El caótico servicio del transporte público, las extensas colas, el desgaste provocado por la escasez de alimentos, la necesidad de alimentar a la familia con al menos dos platos calientes al día, las billeteras vacías o semivacías y, encima, tener que soportar el bombardeo a mansalva de medios informativos que manipulan o desvirtúan el acontecer nacional e internacional, desquicia al tipo más sensato.

A esa realidad, súmele el calor de infarto, ausencia de libertades políticas y vivir bajo un mismo techo con tres generaciones diferentes. Siempre queda la opción de cerrar los ojos y taparse los oídos. Evadir la realidad con ron o drogas y bailar reguetón hasta que amanezca. Como aconseja Adrián.

Iván García
Martí Noticias, 18 de abril de 2017.

Foto: Tomada de Borrachos, pero sin catarro.

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