Eliseo Alberto de Diego (La Habana 1951-Ciudad de México 2011) es el escritor cubano más joven que ha muerto en el exilio. Su obra, reconocida muy temprano en más de medio mundo, le dio renombre como poeta, como novelista y como un cronista excepcional de la realidad de su país de origen y de la vida de la nación que lo acogió como un hijo, donde vivió dos décadas y de la que se hizo ciudadano en el año 2000.
El luto no tiene geografía, es una punzada leve y permanente que provoca, por ejemplo, la ausencia de alguien querido y necesario. Entre los lectores de buenos versos, entre los seguidores de las alternativas y los caminos del exilio y la historia de Cuba, Lichi Diego tiene una legión de gente que guarda esa categoría de duelo progresivo.
Para llegar a entender el corazón de aquel cubano simpático, conversador, afectuoso y cálido hay que leer estos tres libros de poesía: Importará el fuego, Las cosas que yo amo y Un instante en cada cosa. Y habrá que entrarle a las páginas de novelas La fogata roja, La eternidad por fin comienza un lunes, Caracol Beach, La fábula de José, Esther en alguna parte y El retablo del conde Eros. No pueden faltar estos dos libros de periodismo: Informe contra mí mismo y Dos cubas libres.
Otros títulos trascendentales de no ficción y un trío de piezas de literatura para niños son En el jardín del mundo, Del otro lado de los sueños, Breve historia del mundo y un libro publicado después de su muerte en México que se llama La novela de mi padre. Reflexionando sobre el exilio y la forma especial de acercarse a la lejanía y al cariño que llegó a sentir por su patria, Lichi decía:
“El regreso es imposible, siempre se va. Uno va y va y va. El regreso es una metáfora, un recurso literario. Yo he sido muy crítico con Fidel y con el gobierno de mi país, Yo, además he recibido numerosas críticas de parte del gobierno cubano, críticas hasta insultantes, pero yo no escribiré nunca nada que le haga daño a Cuba. Antes de eso, mejor me corto la lengua y los brazos. A mí me gusta decir, y estoy dispuesto a demostrarlo que nadie ama más a Cuba que yo. La pueden amar como yo muchos, millones, no digo que no, pero más no, porque eso es humanamente imposible.”
Raúl Rivero
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