lunes, 14 de junio de 2021

La despedida de Raúl Castro



Durante las sesiones del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro dejó su cargo de primer secretario. Esta había sido una propuesta del 7mo congreso, defendida por él y asumida tras amplio debate. De modo que es inexacta su afirmación de que nada lo obligaba; el respeto a los acuerdos de la máxima instancia partidista son, o deben ser, inexcusables.

En 2006, con la enfermedad y consecuente retiro de Fidel, quedaba sellada la etapa heroica y utópica de la Revolución cubana. Demasiados errores habían lastrado la utopía. De su hermano menor se esperaba menos carisma pero más realismo. Muchos apostaron a un pragmatismo que permitiría recuperar el maltrecho proceso de reformas que afloró tibiamente en los noventa para detenerse en cuanto se fortaleció la relación con la Venezuela bolivariana.

Raúl Castro, aún sin ser presidente en funciones ni primer secretario del Partido, favoreció un escenario interno y externo de enorme expectativa. El autocrítico discurso que pronunciara en Camagüey el 26 de julio de 2007, generó gran confianza en muchos sectores. Su anuncio de «cambios estructurales y de concepto» llegaba en el momento adecuado. Aquella intervención fue analizada con entusiasmo durante meses en asambleas de trabajadores.

Un año más tarde, en la alocución por la misma efeméride, alertó sobre un arreciamiento de la crisis mundial y moderó su crítica. «Hay que acostumbrarse no sólo a recibir buenas noticias», le dijo a un pueblo que realmente nunca ha estado acostumbrado a ellas. Pronto se hizo evidente que de la fórmula que convirtiera en eslogan de su gestión: «sin prisa, pero sin pausa», sería favorecida más la primera que la segunda de tales intenciones.

No obstante, hacer tabula rasa de su gobierno sería injusto. A Raúl se le debe el disfrute de derechos constitucionales que habían sido violados por décadas: viajar a otros países, hospedarnos en nuestros propios hoteles, vender nuestras casas y automóviles, tener un celular. Fueron más los obstáculos que eliminó que los caminos nuevos; más lo que descongeló que lo que germinó. Sin embargo, se le agradece.

La denominada actualización del modelo económico y social cubano, anunciada por él, generó incontables páginas de documentos —plasmados en los «Lineamientos de la política económica y social de la Revolución» y en la «Conceptualización del modelo económico y social cubano». De ahí que pueda afirmarse que este ha sido el proceso reformista más planificado de la historia de la Revolución. Una planeación bastante infecunda.

A casi tres lustros de anunciadas las reformas, y tres congresos del Partido más tarde —si contamos desde el 6to en que fue nombrado primer secretario— se despide de su cargo con un Informe Central que me deja la sensación de haber vivido en un período comparable a una serpiente que se muerde la cola.

Si el 6to Congreso aprobó los Lineamientos —hijos de un debate profundo—, y el 7mo certificó la Conceptualización, resultado igualmente de una discusión abierta; el 8vo nos informa, lacónicamente, que de los referidos Lineamientos se propone: «mantener 17, modificar 165, suprimir 92 y adicionar 18». Cuáles son los cambios exactos, qué los motivó, quiénes los decidieron; son interrogantes que me hago. Imagino que también le ocurra a otros. En su intervención realizó una fuerte crítica a Marino Murillo, hasta ahora visto como el hombre fuerte de la implementación de los Lineamientos. Pero las cabezas de turco han abundado en la historia de este proceso.

Fue más intensa su mirada hacia adentro, hacia el Partido, que de acuerdo al lema que presidió el congreso es visto como «el alma de la Revolución», que hacia la sociedad que deja. Una sociedad que en las últimas décadas ha venido empeorando en todos los órdenes: económico, político y social. Se va Raúl, y no deja otras expectativas que un puñado de consignas. Su discurso mostró irritación, inflexibilidad y sobre todo, una falta tremenda de empatía. Pero eso solo lo consiguen los líderes. Bien dijo el presidente Díaz-Canel que «Fidel es Fidel y Raúl es Raúl». El primero lograba transmitir la idea de que nos salvaríamos o nos condenaríamos juntos.

Según palabras de Raúl: «La economía cubana en los últimos cinco años ha mostrado capacidad de resistencia frente a los obstáculos que representa el recrudecido bloqueo». Corrección: son las cubanas y cubanos los que hemos mostrado una heroica capacidad de resistencia, no solo contra el bloqueo, sino contra los errores, la lentitud y el dogmatismo de los que determinan la política económica en Cuba.

Del mismo modo se equivoca el dirigente cuando certifica que «Sin el Partido no podría existir la Revolución». El PCC se fundó en 1965, seis años después del triunfo revolucionario, y, por otra parte, la vitalidad de un proceso político no la otorga una organización, tampoco un artículo constitucional que lo declare irreversible; su existencia depende de la gente que la apoye, de la base social que la haga suya.

¿Puede asegurar Raúl Castro que esa base social es inconmovible? Nunca se dio a conocer públicamente el «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana» que los delegados al Congreso analizaron previo al cónclave. Pero la insistencia del informe en que las voces críticas son resultado exclusivo de la influencia subversiva proveniente de los Estados Unidos, y su emplazamiento a enfrentarlas con fuerza, indica que el clima en cuestión no es ya tan favorable.

En su extenso documento, convocó a «borrar de nuestras mentes prejuicios del pasado asociados a la inversión extranjera y asegurar una correcta preparación y diseño de nuevos negocios con la capacitación del capital extranjero». Seguramente piensa que debemos borrar otras cosas, como el rechazo —del que nos enorgullecíamos—, al crecimiento de la desigualdad social. Su crítica a la «cierta confusión» que tuvieron algunos cuadros de dirección al emprenderla contra la «supuesta desigualdad» que ha creado la comercialización dolarizada en Cuba, vuelve la espalda a un problema de primera magnitud que debió ser analizado por el Partido dada la inconformidad que está generando entre la gente.

Desde hace dos años, en Cuba mueren más personas que las que nacen. La cuestión de la sostenida baja en la natalidad debió ser un debate de la mayor importancia para los delegados al congreso. Fue increíble que la referencia al asunto en el «Informe Central» se limitase a manifestar preocupación por la disminución del «número de ciudadanos que arriban a la edad reglamentaria para sumarse al servicio militar».

Hace trece años, en un discurso con motivo del 26 de julio, Raúl afirmó con énfasis que el tiempo no podía perderse pues: «Desperdiciarlo por inercia o vacilación es una negligencia imperdonable. Hay que aprovechar cada minuto». En fecha tan temprana como 1962, Fidel había expresado: «La Revolución no es una lucha por el presente, la Revolución es una lucha por el futuro; la Revolución tiene siempre su vista puesta en el porvenir y la patria que pensamos, la sociedad que concebimos como sociedad justa y digna de los hombres, es la patria del mañana».

Han transcurrido seis décadas de aquel momento. Ya es el mañana. ¿Puede mostrar satisfacción ante lo que hemos logrado? Con todo respeto, me gustaría saber en qué elementos se basa para ello y para afirmar su «confianza en el futuro de la Patria».

Alina Bárbara López Hernández
La Joven Cuba, 22 de abril de 2021.
Foto de Raúl Castro en el 8vo Congreso del PCC realizada por AFP y tomada de La Joven Cuba.

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